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sos de su Convento, llevando la bendición de su Prelado y los ojos y lágrimas de sus compañeros; y nombrándolos por su Comisario al Padre Frai Francisco Anguita, con feliz viaje llegaron á la Ciudad de San Antonio de Pasto en la Governación de Popayan, y después de apercibirse de lo necesario para tan incierto y dilatado viaje, solos y sin compañía alguna de soldados ó Religiosos de otra Religión, se pusieron en camino para la Ciudad de Ezija de los Sucumbios que está treinta leguas de mal camino de la Ciudad de Pasto. Llegados á la sobredicha Ciudad de Ezija, fueron bien recibidos de todos sus moradores, principalmente de Alonso Hurtado, Teniente de Governador, el qual en virtud de las Cédulas Reales que llevavan, les dió Canoas y por lengua un Indio llamado Pata. Y embarcados en el Puerto que llaman Quebrada del Pueblo, á dos días de navegación, desembocaron en el gran Río Putumayo, con que ya nuestros Religiosos tomaron posesión y se vieron en las deseadas aguas del renombrado Río de las Amazonas, por el qual navegaron onze días, y al cabo de doscientas leguas llega ron á la Provincia de los Seños, Indios de guerra; y desembarcando en el pueblo más principal, que está algo la tierra adentro, los salieron á recibir los Indios, con grandes muestras de alegría y contento, y el que más fino se mostró en sus agasajos fué un Cacique llamado Maroyo.

Mas para que se vean las maravillas Divinas y el buen pie con que entraron nuestros Religiosos en aquellas Provincias, contaré aquí en breve dos casos que les sucedieron. El primero fué que habiendo estado por tiempo de un mes poco más ó menos en una pesquería, como siete leguas apartada de los pueblos que estaban la tierra adentro, donde se hallaban muchos de los principales Indios, y aviéndolos catequizado todos por instrumento de las lenguas que llevavan, quando después llegaron al primer pueblo, hallando en la primera casa que entraron un niño en los últimos términos de la vida, pidiéndoles los padres del dicho niño á los Religiosos, que le Baptizasen, Apenas recibió el agua del sagrado Baptismo, quando espiró, siedo nprimicias de los frutos que aquellos Obreros embiavan al Cielo, Y conócese bien

los que empezaban á hazer, pues un Cacique llamado Copaya, señor de un Pueblo, luego que volvió á él de la pesquería plantó una gran Cruz en medio de la Plaza, la qual hallaron después los Religiosos, y viéndola de gozo derramaron copiosas lágrimas, dando gracias á Dios de que se empezase á venerar y adorar la señal de nuestra Redención.

El segundo es, que ocho días después de llegados á este pueblo, se les huyó una noche á nuestros Religiosos el Indio Pata, lengua y se les volvió á la Ciudad de Ecija, de donde lo avían traído; y á pocos días de llegado á su casa, llenado de una desesperación endemoniada, se ahorcó el miserable, castigo al parecer de haber dexado á los Religiosos.

Viéndose pues los Religiosos sin lengua (aunqe no sin espíritu) que los ayudase, y que por estar solos no tenían modo ni camino de pasar adelante, determinaron volverse á la Ciudad de los Sucumbios y de allí á su Provincia de Quito, lo qual pusieron por obra llevando relación cierta y verdadera de todo lo que avían visto, y este fué el primer descubrimiento que hizo la Seráfica Religión en el principio del dilatado río de las Amazonas.

SEGUNDO DESCUBRIMIENTO DESTE GRAN RÍO HECHO POR QUATRO RELIGIOSOS DEL ORDEN DE NUESTRO PADRE SAN FRANCISCO DE LA MISMA PROVINCIA DE QUITO, AÑO DE MIL Y SEIS CIENTOS Y TREINTA Y QUATRO.

El tornarse nuestros Religiosos á la Ciudad de Quito, no fué volver las espaldas al trabajo, como cobardes, sino retirarse prudentes y echar passos atrás para buscar la sazón alentados y bolver á su santo propósito y á las dificultades de la empresa, más prevenidos. Bien se echó de ver, pues passados pocos meses tornaron á pedir con instancia y nuevos favores á su Provincial, que ya era el Reverendo Padre F. Pedro Bezerra que les diese licencia para entrar segunda vez en el Río de las Amazonas y en el mar de tanta infidelidad y idolatría como avían visto y esperimentado. Dió el

Padre Provincial la licencia con sumo gusto y alegría viendo que sus Hijos no hubiesen perdido los bríos santos y resfriádose en el servicio de Dios y bien de las almas. Ofrecióse luego la dificultad de si sería bien dar cuenta á la Real Audiencia desta segunda entrada. Todos decían que no, aten. to á que las Reales Cédulas y provisiones que aquellos señores de la Audiencia havían expedido en favor de nuestra sagrada Religión el año de mil y seiscientos y treinta y dos eran tan amplias y favorables que en virtud dellas, sin otras nuevas súplicas ni despachos, podían los Religiosos entrar y salir en aquellas reducciones como en casa propia, y dada por su Magestad á esta Sagrada Religión. Con todo esto el Padre Provincial lo consultó de nuevo y pidió su benepláci. to al Presidente y Audiencia. Y oyendo su demanda justa aquellos Señores, como tan Christianos, deseosos del aumento de la Fé, como tan fieles ministros de su Magestad, cuida. dosos de la propagación de sus Reynos, y como tan devotos de nuestra Sagrada Religión, gozosos de los frutos espirituales que procurava, unánimes y conformes, dieron su consentimiento, y volvieron á revalidar y á confirmar las Cédulas y provisiones ya dadas. Con lo qual salieron de la Ciudad de Quito para la de los Sucumbios, á los principios del año de nuestra redención de mil y seiscientos y treinta y quatro, quatro Religiosos, Frai Lorenzo Fernández, Comisario, Frai Antonio Caicedo, Predicador, Frai Domingo Brieva y Frai Pedro Pecador, Legos. Los quales llegados á la Ciudad de Sucumbios y aviándolos Diego Suárez de Bolaños Teniente General de la Provincia de Mocoa, les dió un buen Indio llamado Lorenzo, por lengua y quatro Españoles honrados, para que fuesen en su compañía, llamados Diego Lorenzo, Diego de Medellín y su hijo y Alonso Sánchez (que después tomó el Hábito desta Sagrada Religión). Y embarcados en el Río de San Miguel, que es uno de los que entran en el de las Amazonas, al cabo de ocho días de navegación llegaron á la Provincia de los Becauas, donde fueron recibidos de los Indios con mucho agasajo y afabilidad, donde estuvieron obra de tres meses y medio. Y como la lengua era buena, fué grande el fruto que en aquella Provincia hizieron, y mayor el que es

peraban hazer. Ocupábanse en Catequizar á todos, y en Baptizar los niños. No ay más que dezir, ni encarecer, sino que en viéndose los Indios heridos de muerte, ellos mismos se iban á los Padres á pedilles el Baptismo. Como le sucedió á un Indio Encabellado y á otra India que la mordió una víbora ponzoñosa, la qual con más ansias del Baptismo que de la muerte pidió á los Religiosos que la Baptizasen diziendo luego, luego, que se moría y no solo ella, sino que también baptizasen á toda su casa y familia. Baptizaron la India, y al instante dió el alma á su Criador. Con esta bonanza ivan viento en popa navegando las cosas de nuestra santa Fé, quando sin pensar se levantó una borrasca y tormen. ta deshecha, movida por el Demonio, pues sin saber cómo, ni por qué, avféndose una mañana salido por el Pueblo los quatro Españoles, vinieron todos los Indios á mano armada, con estólicas, dardos y macanas, y dando en la casa de los Padres, rompiendo á unos las cabezas y atravesando á otros, los dexaron á todos por muertos; sólo á Fray Pedro Pecador guardó Dios para remedio de los demás, pues avióndole dado dos estolicazos ninguno le llegó á la carne, de lo que se quexava el buen Religioso con tiernas palabras de sentimiento; pareciéndole que eran culpas y pecados suyos el no aver merecido derramar una gota de sangre por su Dios, quando se hallavan sus compañeros bañados en ella. Este tal los curó con tal caridad y mucha ciencia, por saber de Cirugía, para que se vea en todo como resplandece la Providencia Divina.

Viendo pues que ya el Pueblo estaba alborotado, mandó el Padre Comisario se aprestasen para salir de la Provincia, como lo hizieron, caminando dos leguas de tan grandes pantanos que les llegava el agua hasta la cinta, y aun se mezclava con la sangre que les corría de las heridas, dexando con ella regadas aquellas tierras, para que después, mejor dispuestas con sangre Christiana, llevasen mejor fruto. Llegando al Río de San Miguel, de donde avían salido, al cabo de grandes trabajos, por las heridas que todos llevavan, y después de aver convalecido dellas, se detuvieron. El P. Comisario Frai Lorenzo Fernández con Frai Domingo Brieva,

que

fueron á la Ciudad de Quito á pedir nuevo auxilio y favor á aquella Real Audiencia, para proseguir la Conversión. El Padre José Antonio Caicedo se quedó con los Sucumbios; Frai Pedro Pecador fué á pedir ayuda al Governador de Popayán, para proseguir en la sobredicha Conquista; el qual no se la dió, y así se volvió á la Ciudad de San Pedro de Alcalá de los Cosanes; y de allí con el Capitán Juan de Palacios, fue á la Provincia de los Encabellados, donde aunque llegaron algunos, no passaron de las primeras arenas, ni vieron sus casas, por ser estos Indios el asombro y temor de toda aquella Tierra. Los quales luego que supieron que iba el dicho Frai Pedro Pecador de paz, fueron tantos los acudieron á verle, que passaron de ocho mil; unos se hincavan de rodillas, y otros se subían á los árboles para poder verle mejor. Este buen Religioso, en compañía del Capitán Juan de Palacios capituló pazes con los Indios por la Corona de Castilla, y ellos les prometieron de estar siempre á la devoción del Governador de los Cosanes, y por el consiguien te á la de su Rey y Señor. Hecho esto se volvió á la Ciudad de Quito á dar quenta á sus Prelados, y á la Real Audiencia, de cómo aquellos Indios queda van ya de paz, con otras relaciones tales; quedándose la Real Audiencia en nombre de su Rey por bien servida de la Seráfica Religión, ordenó al dicho Padre Frai Pedro Fecador, que con treinta soldados fuese á fundar un Pueblo en la Provincia de los Encabellados. Ausí se hizo, como diré en el descubrimiento siguiente.

TERCERO DESCUBRIMIENTO DEL RÍO DE LAS AMAZONAS, QUE HIZIERON SIETE RELIGIOSOS Y DOS DONADOS DE NUESTRO PADRE SAN FRANCISCO DE LA MISMA PROVINCIA DE QUITO, Y ALGUNAS COSAS PRODIGIOSAS QUE EN ÉL SUCEDIERON, AÑO DE MIL Y SEISCIENTOS Y TREINTA Y CINCO,

Llegados los dos Religiosos Frai Lorenzo Fernández y Frai Domingo Brieva á la Ciudad de Quito: Informada la Real Audiencia del estado en que estaban las Conversiones y

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