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de tuviesen a lo menos una legua antes de entrar a la ciudad, y que allí fuesen reconocidos y declarados libres de males contagiosos; y para que la miseria no se cebase en los cuerpos de aquellos desgraciados, mandó labrar unos galpones en el barrio de San Lázaro, a las márgenes del río donde se albergasen mientras se vendían y distribuían por los campos y molinos del valle. Estas prevenciones, si bien es cierto que redujeron en mucho los estragos que solia ha. cer la lepra; no fueron parte para que el mal desapareciese del todo, e hiciese cesar en sus benéficas funciones al hospital de San Lázaro, como lo aseguran algunos escritores, en. tre otros, Montalvo en el Sol del Nuevo Mundo (1) y el P. Haroldo eu su Lima Limata (2), esto es: que por falta de enfermos de lepra el hospital se encontraba desierto y con. vertido en común enfermería de incurables; "porque el aus. tro, añade Montalvo, con la fría sequadad de la nieve de los Andes, desmiente sus venenosas propiedades, y más sirve de enjugar sus humores, que de corromperlos." La verdad es que Montalvo nunca estuvo en Lima, y sólo apoyó su relato en las noticias que sus amigos le comunicaron, y en las descripcionos más o menos exactas que de la capital de Perú le hicieron algunos viajeros: los libros antiguos del hos. pital, y el respetable testimonio de Dn. Pedro José Bravo de Lagunas y Castilla, comprueban con toda evidencia que en aquel lazareto siempre se asistieron enfermos de lepra, cuyo porcentaje fué variando, desde que se determinó sujetar a cuarentenas a los negros que llegaban al mercado.

El terremoto de 20 de Octubre de 1687 dejó muy averia. da la fábrica del hospital, y si entonces se mantuvo en pie y siguió llenando su humanitario fin, fué debido al celo de la hermandad, que no omitió sacrificios para reparar las ruinas y consolar a los pobres leprosos en su nuevo infortunio. -No sucedió lo propio con el memorable terremoto de 28 de Octubre de 1746: entonces, apenas quedó de aquel santo asi. lo piedra sobre piedra; lo que no echó por tierra el violento

(1) Montalvo: El Sol del Nuevo Mundo, pág 41. Roma 1683.
(2) Haroldo: Lima Limata, Apparatus historicus, Roma 1673.

vaivén del cataclismo, fué fo menos útil y habitable, toda vez que dejaba pendiente la amenaza, y más era de estorbo que de provecho, puesto que su demolición acrecentaba necesariamente el costo de la redificación.

Si por aquel entonces no bastaban las rentas del lazare to para cubrir el gasto que el ordinario sustento y curación de los enfermos demandaba, menos bastarían para llevar a cabo su reconstrucción, y en una época en que la penuria era general, y muy cortas las limosnas que se podían esperar de Ja piedad del vecindario. Alojados los enfermos en débiles tugurios y en chozas improvisadas, que se formaron sobre los escombros del arruinado hospital, un año y otro soportaron el rigor de las estaciones, y el desabrigo consiguiente, hasta que la munificencia del Conde de Superunda, a la sazón Virrey del Perú, y la prodigiosa actividad del Dr. Dn. Pedro José Bravo de Lagunas y Castilla, Oidor de la Real Audiencia de Lima, y por ese entonces Juez protector del hospital de San Lázaro, consiguieron poner la primera piedra del nuevo edificio, y prosiguieron la obra con tal ahinco y entusiasmo, que ya por Abril de 1758 se colocaban las ar. mas reales en la portada del hospital, y se celebraba una misa solemne en la vecina iglesia de San Lázaro, en acción de gracias por el feliz éxito que habían alcanzado los generosos esfuerzos de la hermandad, y de sus nobles persone ros (1).

Como con los limitados ingresos de la hermandad de San Lázaro y con las limosnas ordinarias del pueblo, hubiera sido de todo punto imposible llevar a cabo la reconstrucción del hospital, y menos dar a la obra el impulso que lo apremiante de las circunstancias exigía, se acudió al arbitrio de lidiar toros y de aplicar el producto de las funciones al fomento de la obra: acordada la correspondiente licencia por el Conde de Superunda, Dn. Pedro José Bravo de Lagu

(1) El sermón que con esta ocasión predicó en San Lázaro el P Juan Bautista Sánchez, religioso de la Compañía de Jesús, operó, acaso sin que el autor lo pretendiese, una evolución muy saludable en la oratoria sagrada, hasta entonces minada por el gongorismo.

nas y ('astilla, Protector del hospital, organizó las corridas para los días de carnestolendas de 1753 (1), en la plazoleta de Otero, al pié del San Cristóbal, y dió este arbitrio tan seguros resultados, que el primer año se obtuvieron más de 5.000 pesos, deducidos los costos, y en el segundo las utilidades alcanzaron a sumar 8.670 pesos, lo que bastó para concluír la fábrica del Lazareto con la hermosura y solidez que aún hoy conserva después de tantos años que sobre ella han pasado, y de tantas viscisitudes; pues desde que se clausuró este leprosario, en 1822, y la hermandad que lo administraba quedó disuelta, no tuvo el edificio aplicación determinada: unas veces se utilizó como cuartel, otras se mantuvo cerrado, y si alguna vez fué reparado, esas reparaciones fueron lijeras y de bien poca importancia (2).

El cargo de Juez Protector del hospital de San Lázaro tuvo principio por el año de 1656, siendo Virrey del Perú el Conde de Alba de Aliste: entonces representó la hermandad que este hospital de Lima, por expresa merced que de ello le bizo Felipe II, en su real cédula de 25 de Febrero de 1567, gozaba de los propios fueros y preminencias que su similar de la ciudad de Sevilla, y a mérito de aquellos fueros y reales ejecutorias, pidió que se le designase un Protector togado y Juez privativo, que entendiese en sus cuestiones internas, y las fallase y dirimiese, aun en competencia con el Provisor y Vicario General del Arzobispado, lo que le fué concedido por el real Acuerdo, y confirmado por el representante

(1) Hermosura de la selva, y valentía en el Cozo. Plausibles corridas de Toros pue en cinco tardes, inclusas las de los días de Carnestolendas, dispuso en la plaza de S. Cristóbal el activo celo del Señor D. Pedro Bravo de Castilla, del Consejo de S. Mag. y su Oydor de la Real Audiencia de Lima, a fin de que se erogasen Limosnas para la Reedificacion del hospital de S Lázaro, de que es protector, y se describen en 22 Dezimas termi. nando todas en Títulos de Comedia que le ofrece a su piadoso exfuerzo un Apacionado. Año de 1753.

(2) Está acordada por el Soberano Congreso la venta en pública subas ta del antiguo hospital de San Lázaro,y del que se denominó de San Pedro, que hoy sirve de cuartel a los inválidos, y que con su producto se edifique un cuartel moderno.

del Monarca. Estos jueces protectores llevaban el título de Mayorales, y entre los personajes que obtuvieron este cargo en el Lazareto de Lima, merecen especial recuerdo: el piadoso Conde de Lemos, quien, no obstante su elevado rango de Virrey, se desempeñó como Mayoral por los años de 1670 y de 1671; y el activo Conde de Superunda, que cooperó eficaz. mente a la redificación del hospital, después del violento cataclismo de 1746 (1).

Por lo que hace a la iglesia de San Lázaro, casi desde sus principios, desde 1563, prestó servicios parroquiales al vecindario del arrabal, sobre todo a la numerosa población indígena que habitaba a las márgenes del río, y que, como anteriormente cuidamos de indicar, era doctrinada por un sacerdote particular, con cierta independencia de los curas del Sagrario, por haberlo así dispuesto Dn. Fr. Jerónimo de Loayza, en atención a los mayores cuidados que la enseñanza de los indios requería, por ser neófitos, y de suyo muy dados a la idolatría, supersticiones y hechicerías (2).

Los vecinos españoles y criollos que vivían en el barrio de San Lázaro, eran en lo eclesiástico feligreses de la parroquia del Sagrario, aunque por lo que respectaba a la administración de ciertos sacramentos y a la celebración de la santa misa, solían de ordinario aprovecharse de los servicios del sacerdote doctrinero de los indios; mas cuando el Marqués de Cañete, Dn. García de Mendoza, se empeñó en trasladar a los indios al pueblo del Cercado, el sacerdote que los doctrinaba y tenía a su cargo se retiró, y los vecinos de San Lázaro quedaron entonces como en entredicho, suje tos al capricho de los curas del Sagrario, que los atendían tarde y mal, no obstante las repetidas reclamaciones y protestas que se formularon.

(1) "Vuexcelencia siempre propenso, y dedicado a las acciones religiosas de cristiano ejemplo, aceptó con agrado el nombramiento de Mayoral, que le hizo la hermandad de San Lázaro, etc.-Bravo de Lagunas: Discurso Histórico Jurídico, pág. 109. Lima 1761.

(2) El último doctrinero que tuvieron los indios en San Lázaro fué el clérigo Juan de San Martín, que murió canónigo de Trujillo.

Así se mantuvieron las cosas hasta el año de 1601, en que se hizo una representación por parte de los vecinos a Ilt mo. Arzobispo, que lo era entonces el Sr. Sto. Toribio, quien mandó levantar una información sumaria, comisionando al Lic. Miguel de Salinas, su Provisor y Vicario Gene. ral, para que la recibiese, y para que sin dilación alguna, dice el auto arzobispal, “dé orden y provea haya cura en el dicho asiento de San Lázaro, etc." Inmediatamente el referido Provisor libró un auto ordenando que dentro de tercero día uno de los curas del Sagrario se constituyese en la iglesia de San Lázaro, y que fijase allí su residencia; y acto continuo procedió a recibir las declaraciones de los testigos que se presentaron, los que unánimemente convinieron en que era de suma necesidad que asistiese de ordinario un sacerdote en la iglesia de San Lázaro, y que en ella se pusiese el Smo. Sacramento y se tuviese óleo y crisma.

En breve los vecinos de San Lázaro comenzaron a redificar la iglesia, que desde el terremoto de 9 de Julio de 1586 permanecía arruinada, y ya por el año de 1604 se colocó en ella el Smo. Sacramento (1), quedando elevada desde en. tónces a la categoría de vice--parroquia del Sagrario.

Cuando en 1606 se reorganizó el hospital de San Lázaro y se redactaron las constituciones y ordenanzas de la hermandad (2), intentaron los Mayordomos y Veinticuatros que el Capellán del hospital no solo administrase los sacramentos a los enfermos, ministros y fámulos del Lazareto, sino también a los vecinos del barrio, y así lo acordaron en el título primero de sus constituciones; y aunque aquello fué aprobado por el gobierno eclesiástico, no fué confirmado por el Marqués de Montes-Claros, a la sazón Virrey de estos reinos, pues, a su juicio, ello importaba la erección de una nueva parroquia sin las formalidades legales, y con detrimento del real patronazgo.

(1) En un cabildo que celebró la hermandad de San Lázaro por el año de 1606, se determinó representar al Juez eclesiástico que había año y medio que se había colocado al Señor, etc.

(2) Las constituciones definitivas de la hermandad se aprobaron el año de 1608

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