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finalmente resolvieron que no se pusiese dilacion en matar al inquisidor, porque tuvieron un dia á punto de echar en el rio á Martin de la Raga, asesor del Santo Oficio, y no lo pudieron executar.... Y con efecto, una noche á las horas de maytines entraron en la iglesia Juan de la Abadia y sus compañeros; y puestos en dos quadrillas, unos á la puerta mayor de dicha iglesia, y otros por la que llaman de la Prebostía, aguardaron, hasta que el bienaventurado varon entró por la puerta de la claustra, y se puso debaxo del púlpito, á la parte de la epístola... y así como le vieron acudieron á él, y le dieron una cuchillada por la cerviz, y Juan Sperandeo, que estaba cerca, arremetió para él con la espada desenvaynada, y le dió dos estocadas; diciendo el inquisidor loado sea Jesucristo, que yo muero por su santa fe; y aquel sacrilego entonces echó mano al puñal para degollarlo, y habiendo caido en el suelo, lo dexó creyendo que era muerto... habiéndose cometido el caso mas atroz que se executó en esta ciudad, despues que fué destruido en ella el paganismo; antes que amaneciese hubo gran turbacion y tumulto, dando voces diversas personas del pueblo por las calles diciendo: á fuego á los conversos que han muerto al inquisidor; y fué tan grande el estruendo alteracion de la gente armada que concurria á la iglesia mayor, como si ardiera en llamas, ó fuera entrada la ciudad por los enemigos, y la gente estaba tan conmovida, que hubo de salir D. Alonso de Aragon, arzobispe de Zaragoza, con un caballo por la ciudad, y se tuvo grande temor que no llevasen á cuchillo los principales conversos. Jamas en las horas que vivió aquel santo varon dixo palabra ninguna contra los matadores, y siempre estuvo alabando á nuestro Señor, hasta que le salió el alma, que era un jueves á 14 de setiembre, á la media noche, casi á la misma hora que habia sido herido la noche antes... El sábado siguiente, á hora de vísperas, fué sepultado el cuerpo de aquel santo varon en la misma parte y lugar donde habia caido de las heridas.... Dióse poder por el inquisidor general de inquisidores apostólicos para esta ciudad y reyno de Aragon, despues de haber sucedido este caso, á Fr. Juan Colivera, de la órden de Predicadores, y á Fr. Juan de Colmenares, abad de Aguilar, de la órden del Cistel, y al Maestro Alonso de Alarcon, canónigo de Palencia, y con provision del rey, y por orden del inquisidor general, asentaron el tribunal del santo oficio de la Inquisicion en el palacio real de la Aljafería, como en señal de perpetua salvaguarda real, y fe pública, debaxo de la qual el rey y sus sucesores habian de amparar este santo ministerio, que se habia introducido en este rey no con la sangre y martirio de aquel bienaventurado varon.... cuyo minis terio, segun pareció, fué ordenado por la Providencia y disposicion divina; pues no fué mas necesario en aquellos tiempos contra el judaismo, que es estos que se han levantado tan perniciosas heregías, de que la iglesia católica es tan perseguida, y se recibe tanta diminucion en la cristiandad, pervirtiéndose no solamente diversas regiones y provincias, pero grandes y muy extendidos reynos, y que para mayor edificacion de los fieles se procediese con grande rigor en los delinqüientes y extirpacion de la heregía."

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Núm. 8. La seráfica doctora Santa Teresa de Jesus, compatrona de España, en el libro de su vida, capítulo xxxIII, número 3, dice así: ,, Tambien comenzó aquí el demonio, de una persona en otra, á procurar se entendiese que habia yo visto alguna revelacion en este negocio, é iban á mí con mucho miedo á decirme que andaban los tiempos recios, x

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que podria ser me levantasen algo, y fuesen á los inquisidores. A mí me cayó esto en gracia, y me hizo reir (porque en este caso jamas yo temí, sabia bien de mí, que en cosa de la fe, contra la menor ceremonia de la iglesia que alguien viese yo iba, por ella, ó por qualquier verdad de la sagrada Escritura, me pondria yo á morir mil muertes), y dixe que de eso no temiesen, que harto mal seria para mi alma, si en ella hubiese cosa que fuese de suerte que yo temiese la Inquisicion, que si pensase habia para que, yo me la iria a buscar; y que si era levantado, que el Sefor me libraria y quedaria con ganancia."

La misma santa madre en la carta xxxIII del comento hecho de ellas por el Rev. P. Fr. Antonio de San José, carmelita descalzo, en el número 6 que empieza: Paréceme que ese &c., trata á los inquisidores de ángeles: sobre lo que dicho comentador dice así:,, Así llamó por cifra á los señores inquisidores, en cuyo santo tribunal estaba entonces el libro de su vida como en contraste de la verdad y crisol de la fe, donde mereció la decorosa calificacion."

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Se hubo de escribir esta carta por el año de 1580, quando estaban tanto mas recientes que ahora las memorias de los sucesos que refiere Zurita, y es una comparacion muy propia la de la Inquisicion é inquisidores con los ángeles, pues como estos se hallan encargados de la guardia y custodia de los reynos y de los hombres, así aquella de la de los pueblos en que han sido admitidos para preservarlos de los peligros de errores y regías, que tanto han cundido en otros, y que sofocados por la santa Inqui sicion en sus principios donde ha estado establecida, es inexplicable el bien que ha hecho impidiendo tanto mal. Aun en nuestros dias, en que quizá la mayor falta que pudiera imputarse á la Inquisicion, seria la demasiada indulgencia ó tolerancia y sufrimiento. La beata de Cuenca que á tantos seduxo, hubiera podido seducir á otros muchos; y no siendo el mal corregido tan pronto, se hubiera podido extender como otros.

Núm. 9. Resulta de la historia del rey D. Hernando el Católico, escrita por D. Gerónimo de Zurita, impresa en Zaragoza por Diego Dormer, año de 1670, tomo vi, folio 99, capítulo xxix, que trata de la alteracion y escándalo que se movió en la ciudad de Córdoba por causa de las personas que estaban presas por el santo oficio de la Inquisicion, y

dice:

,, Fueron presos, en vida de la Reyna Católica, muchas personas por el santo oficio de la Inquisicion que eran inculpadas de haber cometido diversos delitos de herègía, judayzando y apostatando de nuestra santa fe católica, cuyas causas pendian por haber recusado los jueces. De los reos ..se llevaron á Toro en gran número, porque el inquisidor general y el consejo residian en aquella ciudad, y ellos pretendian que habian sido inculpados falsamente infinito número de personas de los reynos de Castilla y de la Andalucía, que eran descendientes del linage de judíos, y deponian diversos testigos contra ellos haberse ayuntado á ciertos sermones y ceremonias judaycas. Teníase por muy cierto que muchas personas que estaban convencidas de haber cometido el delito de la heregía, por confundir y turbar las testificaciones y procesos, y evadir las penas del derecho canónico, y salvar sus deudos, habian testificado de muchos que parecian ser muy libres de semejantes delitos, así por ser cristianos de

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natura, como por otras probanzas jurídicas que se manifestaban en sa favor, , y que hacian partícipes de los delitos de que ellos eran inculpa-, dos y convencidos otras personas extrañas. De esta malicia y corruptela se siguió que dieron por sospechosos á los jueces, y. los recusaron; y trabajaban por vias muy exquisitas de turbar, no solo los negocios, pero el modo de proceder que está dispuesto por los sagrados cánones con el favor de la entrada del rey D. Felipe en Castilla, y hallaron buen aparejo para que se entremetiesen en aquella jurisdiccion personas seglares, como en otros negocios profanos y así se atribuia por el pueblo haberlo castigado nuestro Señor con la mudanza que hubo en el Gobierno. Mas no embargante esto, el arzobispo de Toledo y el condestable eran de parecer que el rey debia remediar una cosa tan árdua y tan importante como esta: entendiendo que solo esto bastaba para impedir todo lo que se procuraba de asegurar su vonida, y trabajaron que se hiciese instancia con el Papa, que revocase la comision y poder del inquisidor general al arzobispo de Sevilla, y se cometiese al de Toledo, lo que él deseaba grandemente con el capelo, 7 aun la gobernacion de Castilla, si la pudiese haber. Por esto habia algunas sospechas que en lo secreto el arzobispo de Toledo se inclinaba mas á procurar la venida del príncipe que la del rey su abuelo; pero entreteníale el rey mañosamente, con esperanza que se trataba con la reyna que le diese poder para gobernar el reyno, porque el arzobispo tenia un ánimo que se remontaba en tan grandes pensamientos, que eran mas de rey que de frayle; lo que ponia mayor admiracion, que con todo esto no perdia punto de lo que debia obrar un gran religioso. Los que favorecian á los presos por el Santo Oficio, y eran de su ralea, procuraron en todas las ciudades que fuesen elegidos procuradores de Córtes de su opinion: y adonde no se podia recavar con votos, comprábanlos con dinero; y como era gente muy caudalosa, con la bolsa que tenian para esto corrompian á grandes y menores , y publicaban que el conde de Cabra y el marques de Priego tomaban la defensa de esta gente contra el Santo Óficio, para perseguir al licenciado Diego Rodriguez Lucero, á cuyo cargo estaban las causas y negocios de la Inquisicion de Córdoba, y pedian que fuese preso, para que se procediese contra él. Tambien los dos cabildos de la iglesia y de la ciudad enyiaron á D. Francisco de Mendoza, arcediano de Pedroche, y á D. Pedro Ponce de Leon, á Sevilla, para que el arzobispo hiciese justicia de Lucero: y él les respondió que si le diesen informacion mandaria proveer como conviniese al servicio de Dios, y señalóles jueces que no los pudiesen recusar. Pero estaban tan alterados y con tanta pasion, que ninguna provision les satisfacia; y pasaron con su atrevimiento tan adelante, por estar el reyno en tanta turbacion, que levantaron el pueblo, y se movió gran escándalo en la ciudad, y se pusieron en armas con tanto alboroto, que apellidaron el pueblo contra los oficiales del Santo Oficio, y prendieron el fiscal y un notario, y entraron con gente armada en el alcázar, adonde residian los inquisidores, por poner en libertad á los presos, y tras aquella ciudad se pusieron en todo el reyno en bando, unos en favor de los presos, y otros por favorecer la causa de la fe, y por amparar á los inquisidores en el libre exercicio del Santo Oficio."

Y en el mismo tomo vi, libro vII, folio 106 vuelto, al capítulo xxxvi, dice entre otras cosas:

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Tambien el arzobispo de Sevilla, confederándose con las ciudades de la Andalucía, y con los grandes de ella, por sosegar toda aquella tierra, Y por poner algun buen expediente en los negocios que estaban pendientes de los presos por el Santo Oficio, envió comision para el obispo de Jaen, presidente del consejo Real, y para ocho del mismo consejo, para que entendiesen en la averiguacion de aquellas causas, y las determinasen, y revocó al obispo de Catania; y esta provision pareció muy bien al arzobispo de Toledo y al condestable; pero aquella gente no querian que los juzgase nadie, sino que los librasen, y mostraron tener las mismas sospechas de estos que del inquisidor general, y que no querian otros jueces, para confundirlo todo, sino los ordinarios de cada diócesi; y el almirante procuraba con gran instancia que el rey hiciese revocar al arzobispo de Sevilla la comision que tenia de inquisidor general, afirmando si aquello no se hacia siempre ternian los conversos la misma sospecha de sus delegados, y eran otros en terrible manera defensores de aquella gente, como el duque de Alba gran enemigo. Despues que se juntaron los procuradores de Cortes que estaban en Burgos, se acordó entre ellos que sin saber la voluntad de la reyna no se entendiese en cosa alguna, y deputaron entre sí al licenciado Francisco de Vargas, que era procurador por Madrid, y gran criado y servidor del rey, y al procurador de Sevilla, para que hablasen á la reyna, y supiesen lo que mandaba, y entre tanto se sobreseyese todo, y no se juntasen, ni procediesen á otra cosa; pero como fué dificil alcanzar audiencia de la reyna, se procuró de entretenerlos hasta entender la voluntad del rey."

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Y mas adelante al folio 116, capitulo XIII del mismo libro vII, dice: ,,Como en el principio que se fundó é introduxo el Santo Oficio de la Inquisicion en estos reynos contra la heregía, con el favor y asistencia que disponen los sagrados cánones, los señores y gente noble y de limpia sangre eran los que mas se señalaban en que se procediese rigurosamente contra los que se tenian por sospechosos en la fe, como nuevamente convertidos; muerta la reyna Católica, con la mudanza que hubo en las cosas, como gente caudalasa, procuraban de favorecerse de los grandes, y daban á entender al pueblo que los tenian de su parte. Así publicaban que se habian juntado con el marques de Priego los cabildos de la iglesia y ciudad de Córdoba para perseguir á los inquisidores y oficiales del Santo Oficio, fingiendo que ellos y el inquisidor Lucero fueron en fabricar que los nobles y caballeros de aquella ciudad fuesen falsamente atestiguados de haber cometido delitos de heregía; y con mucha gente armada prendieron, como dicho es, al fiscal de la Inquisicion dentro en su casa, y á un notario. No contentos con esto, enviaron á Sevilla á los arcedianos D. Francisco de Mendoza y D. Francisco de Simancas, y á D. Peroponce de Leon, para exhortar á los caballeros y personas eclesiásticas de aquella ciudad que se juntasen con ellos, diciendo que todos estaban notados é inculpados del mismo delito; y aunque el arzobispo de Sevilla, delante del duque de Medina-Sidonia y de muchos caballeros, les satisfizo á todo lo que pedian, y ofreció proveer del remedio necesario para que la verdad se entendiese y averiguase, y fuesen castigados los que se hallasen culpados en aquella falsedad, no quisieren oir medio ninguno, pensando alterar el pueblo, y que los cabildos se confederarian con ellos; pero como no hallaron en ellos el recurso que penCc

saron, se volvieron confusos. Despues de esto tomó el marques á su mano con gente armada el alcázar de Córdoba, donde solian residir los inquisidores con su oficio, porque era suya la tenencia; y el corregidor y todo el pueblo se juntaron con él, y pudieron tanto, que se pregonó que todos los de sesenta años abaxo y de diez y ocho arriba siguiesen el pendon de la ciudad, y so color y velo, de favorecer á los que se querellaban de los inquisidores y ministros del Santo Oficio, procuraban que el marques se apoderase de la ciudad y alcázar, y tenian al corregidor de su parte; como quiera que aquellos mismos dias el marques y el conde de Cabra habian requerido al conde de Tendilla y al adelantado del reyno de Murcia, que para asegurar las cosas de la Andulucía y del reyno de Granada siguiesen con sus personas y estados el servicio de la reyna.

Núm. 10. Del tomo i de la misma historia 'general de España, impreso en Toledo por Pedro Rodriguez el año de 1601, en el libro xxiv, fol. 591, al capítulo 57, que trata de la institucion en Castilla del santo oficio de la Inquisicion, consta lo siguiente:

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Mejor suerte y mas venturosa para España fué el establecimiento que por este tiempo se hizo en Castilla de un nuevo y santo tribunal de jueces severos y graves, á propósito de inquirir y castigar la herética pravedad y apostasía, diversos de los obispos, á cuyo cargo y autoridad incumbia antiguamente este oficio. Para lo qual les dieron poder y comision los Pontífices Romanos, y se dio órden que los príncipes con su favor y brazo los ayudasen. Llamáronse estos jueces inquisidores, por el oficio que exercitaban de pesquisar y inquirir: costumbre ya muy recibida en otras provincias, como en Italia, Francia, Alemania, y en el mismo reyno de Aragon. No quiso Castilla que en adelante ninguna nacion se le aventajase en el deseo que siempre tuvo de castigar excesos tan enormes y malos. Hallaron memoria antes de esto de algunos inquisidores que exercian este oficio, á lo menos á tiempo, pero no con la manera y fuerza que los que despues se siguieron. El principal autor y instrumento de este acuerdo muy saludable fué el cardenal de España, por ver que á causa de la grande libertad de los años pasados, y por andar moros y judíos mezclados con los cristianos en todo género de conversacion y trato, muchas cosas estaban en el reyno estragadas. Era forzoso con aquella libertad que algunos cristianos quedasen inficionados, muchos mas dexada la religion cristiana, que de su voluntad abrazaran convertidos del judaismo, de nuevo apostataban, y se tornaban á su antigua supersticion. Daño que en Sevilla, mas que en otra parte, prevaleció: así en aquella ciudad primeramente se hicieron pesquisas secretas, y penaron gravemente á los que hallaron culpados. Si los delitos eran de mayor cantía, despues de estar largo tiempo presos, y despues de atormentados, los quemaban. Si ligeros, penaban á los culpados con afrenta perpetua de toda su familia. A no pocos confiscaron sus bienes, y los condenaron á cárcel perpetua : á los mas echaban un sambenito, que es una manera de escapulario de color amarillo, con una cruz roxa, á manera de aspa, para que entre los demas anduviesen señalados, y fuese aviso que espantase, y escarmentase por la grandeza del castigo y de la afrenta. Traza que la experiencia ha mostrado ser muy saludable, maguer que al principio pareció muy pesada á los naturales. Lo que sobre todo extrañaban era que los hijos pagasen por los delitos de los padres. Que no se supiese ni

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