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encaminándose con las debidas precauciones á Figueras, y convenientemente distribuidos, yendo delante el capitan Casas, llevando su tropa las armas ocultas, metióse por el camino cubierto y descendió al foso. Con su llave franqueó la entrada de la poterna; tras él se introdujeron los suyos en los almacenes: la guarnicion dormia, y derramándose los españoles por el castillo, en menos de una hora la hicieron toda prisionera. Acudieron luego Martinez y Rovira, juntándose entre unos y otros mas de 2.000 hombres (10 de abril). La guarnicion de la villa nada supo hasta por la mañana. En ella entró el baron de Eroles el 16, cogiendo 548 prisioneros, despues de haber tomado el 12 los fuertes de Olot y Castelfollit "").

Este suceso, que por las circunstancias con que se ejecutó pudiera ser censurado en otros que no fuesen los catalanes, tan justamente irritados con la reciente quema de Manresa, y con derecho á no guardar consideracion con enemigos que tan inícuamente se conducian, llenó de alborozo á todo el país, asi como consternó al general Baraguay d' Hilliers que por aquellas partes mandaba; el cual creyó prudente aban

(1) Dice un historiador fran- las súplicas de su muger y de su cés que valió la entrega al criado madre, le perdonó el emperador. del guarda-almacen veinte mil-Si fué asi, no sabemos con qué francos. Añade que el descuida- fundamento pudo decir Toreno do gobernador, general Goyon, que habia sido cogido en su misfué sentenciado por un consejo mo aposento por don Esteban de guerra á ser pasado por las Llovera, si no es que acaso lográarmas, pero que atendiendo á sus ra escaparse después. antiguos servicios, y movido por

donar algunos puestos, reunió cuantas fuerzas pudo, ordenó que se le incorporase el general Quesnel, cuando se disponia á sitiar la Seu de Urgel, y hasta quiso hacer venir la guardia nacional francesa, que se negó á entrar en España. Del efecto que la pérdida del castillo de Figueras produjo en Macdonald puede juzgarse por lo que el dia 16 (el mismo en que entró el baron de Eroles en la villa) escribia al mariscal Suchet, pidiéndole las tropas que acababan de regresar á Aragon, pertenecientes ántes al 7.° cuerpo, pues si no le llegaban prontos socorros, decia, consideraba perdida la Cataluña superior.

Lento en verdad y como perezoso se mostró en esta ocasion el de Campoverde, pues habiéndose apoderado los nuestros del castillo de Figueras el 10 de abril, él no se movió de Tarragona hasta el 20, y hasta el 27 no llegó á Vich, con unos 6.000 hombres, inclusos los de Sarsfield, cuando ya los franceses circunvalaban aquella fortaleza con unos 10.000, fuerza poco mas o menos igual, pero superior en calidad, á la nuestra de fuera y de dentro. Era el objeto de Campoverde socorrer la plaza, á cuyo efecto se aproximó á ella la noche del 2 al 3 de mayo, yendo delante Sarsfield, y obrando en combinacion desde dentro el baron de Eroles, Rovira y otros gefes. Mas cuando ya creía segura la introduccion del socorro, una capitulacion capciosamente propuesta por el enemigo y aceptada por el de Eroles y el de Campover

de hizo suspender el ataque por parte de los nuestros. Conocióse el engaño, cuando el enemigo, reforzado yá, rompió el fuego con la artillería que habia traido. Merced á tal artificio, que es escusado calificar, el meter en la fortaleza un socorro de 1.500 hombres y de algunos víveres y efectos, costó un rudo combate y la pérdida de mas de 1.000 entre muertos, heridos y prisioneros: operacion que sin el engañoso convenio hubiera podido hacerse sin quebranto de nuestra parte. Con esto los franceses tuvieron tiempo para construir líneas de circunvalacion y contravalacion en derredor del fuerte, de modo que tan dificil era á la guarnicion salir como socorrerla de fuera.

Volviendo ya á Suchet, este general discurrió que le era mas seguro obrar con arreglo á las instrucciones anteriores del emperador que acceder á las recientes escitaciones de Macdonald, y que mas gloria personal habria de resultarle de la toma de Tarragona por sí mismo, que de la recuperacion de Figueras hecha con ayuda suya por otro general. Prosiguió pues en su propósito de sitiar á Tarragona. Con los 17.000 hombres que se le habian agregado del 7. cuerpo, reunía Suchet á sus órdenes sobre 40.000, de los cuales dispuso dejar la mitad guarneciendo las riberas del Ebro, los fuertes y principales poblaciones de Aragon, haciendo una oportuna distribucion de aquellas fuerzas para mantener en respeto todo el

reino y sus confines. En Zaragoza dejó al general Compère con 2.000 infantes y dos escuadrones, y en la frontera de Navarra colocó á Klopicki con cuatro batallones y 200 húsares para contener las escursiones de Mina. Y dadas estas y otras disposiciones ""), movióse ya con los otros 20.000 hombres en direccion de Tarragona, cuartel general, y núcleo y amparo del gobierno y de las fuerzas militares españolas de Cataluña.

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Célebre siempre y en todos tiempos, desde los mas remotos y oscuros, la antiquísima y monumental ciudad de Tarragona, cuyas glorias heróicas recuerda la multitud de preciosos restos de todas las edades que al través de los siglos se conservan todavía en su recinto, y sirven de constante estudio á arqueólogos, filósofos é historiadores; asentada en una colina, en su mayor parte de piedra berroqueña y jaspe, cuyo pie baña el Mediterráneo, descendiendo suavemente al Oeste en direccion del rio Francolí á mil quinientas varas de la poblacion, y rodeada de varias lomas con diversos baluartes y fuertes; poblada entonces de unas 12.000 almas y guarnecida por 6.000 soldados y 1.500 voluntarios, mandados á la

(1) En Tortosa habia reunido un soberbio parque de artillería con mil quinientos caballos de tiro. En cuanto á provisiones, todo le parecia poco; ademas de los almacenes que cuidó de establecer en Aragon, en Lérida y er

Reus, formó parques de animales, ya con los bueyes que compraba á los habitantes de los Pirineos, ya conservando los rebaños que habia cogido en las tierras de Calatayud y Soria.

sazon por don Juan Caro, muchos menos, aproximadamente la mitad de los que para una regular defensa necesitaba; aparecióse el general Suchet el 3 de mayo delante de la ciudad, y el 4 ya trató de embestir la plaza, franqueando al efecto el general Harispe el rio Francolí, y dirigiéndose hácia el fuerte del Olivo, sito sobre una roca á 400 toesas de aquella, mientras Palombini con otra de sus brigadas se prolongaba por la izquierda, y tomaba algunos reductos que por embarazosos abandonaron los españoles. Por otros lados se colocaron las divisiones de Frére y Habert, acordonando asi la plaza hasta el mar. En cambio protegia á los sitiados una flota inglesa de tres na víos y dos fragatas, á cuyo amparo hacían aquellos salidas que incomodaban al enemigo. En una de ellas que hicieron los miqueletes contra un convento de la villa de Montblanch en que habia un destacamento francés, marchaban cubiertos con unas tablas acolchadas para poder arrimarse, pero salióles mal la estratagema, y los franceses reforzaron aquel puesto.

A su vez levantaron ellos un reducto en la costa y al embocadero del Francolí para guarecerse de los tiros de la escuadra inglesa, privar de agua á los sitiados, cortando el célebre acueducto romano por la parte modernamente reconstruida; mas como hubiese bastantes algibes en la ciudad, no se hizo grandemente sensible aquella privacion. Mucho animó á ios de dentro la llegada del marqués de Campoverde

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