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"en el centro del Brasil sin camarada ni guía..... y podrá formarse una idea "imperfecta de nuestro padecer en este punto solamente" (infra, pág. 130).

"El 26 [de febrero] en el Sertón, en el río de las Almas, este río no "tiene puente ni canoa, y no se podía vadear, pero encontramos una pingüela "por la que pasamos; este río tiene a cada orilla un monte de dos leguas, es "el terreno que más frecuentan los indios bravos... este día se escaparon "las mulas mientras pasábamos [el río] y se desnudaron los camaradas para "pasarlas a nado; viendo que tardaban mucho, pasó mi compañero de viaje "a ver en que consistía; siguió el rastro y se alejó más de dos leguas para "encontrarlos; cuando los halló traían las mulas, excepto una y así emplearon "mucho tiempo en buscarla inútilmente porque se perdió; esta tardanza me "tenía con el mayor cuidado porque los dos camaradas estaban desarmados; "y aunque mi compañero llevó escopeta y municiones, era muy fácil que le "hubieran muerto por detrás de un flechazo, como hacen siempre los in"dios, y, aquel sitio es tal vez el más expuesto del camino; a este cuidado "se añadió otro, y era, que el Portaestandarte me había pasado adelante "el día 23 y me había avisado que me esperaría un día en el Río Gran"de, y según este aviso debía seguir su viaje al día siguiente, por lo que era "preciso que supiese que estaba cerca y pedirle que me esperara otro día “más, pues si marchaba me era imposible el poder pasar el Sertón, hasta "de allí dos meses, que lo debían atravesar los emigrados realistas que "estaban en Guayaces y volvían a Santa Cruz. En esta crítica situación me "determiné marchar al Río Grande, llevándome mis papeles y así lo realicé "a las tres y media de la tarde, solo y a pie. Cuando llegué a Río Grande "manifesté al comandante de aquella guardia lo que me pasaba con el com"pañero, y le pedí una partida para que fuese a buscarle, me la concedió "inmediatamente... el Portaestandarte me ofreció esperar un día más.

"El 27 supe a las 11 de la mañana que no habían tenido novedad el "compañero y los camaradas, y así llegaron a Río Grande aquella tarde "con una mula menos, la cual se había perdido en el monte. Este mismo "día llegó a la guardia un cabo de escuadra que venía de Cuyabá en busca "de un desertor, y para marchar más seguros lo esperó el Portaestandarte "hasta el día 28" (infra, pág. 146-147).

"No hay incomodidad ni riesgo, menos el de ladrones que no se padezca "en este camino, y nosotros hemos padecido más trabajos que otro alguno, "por los camaradas, por no saber nadar y por ignorar el idioma” (infra, pág. 161).

Sólo en las cuatro ocasiones acotadas, el teniente coronel Cacho nos hace saber que no viajaba solo, que tenía un acompañante distinto a los camaradas, palabra del portugués del Brasil que, repetimos, se usa para designar a personas que se contratan para servir a los viajeros como asistentes y guías.

En otra oportunidad, correspondiente al día 28 de enero de 1818, hay una frase que podría considerarse como otra referencia a Castilla, pues

Cacho dice, sin precisar, si era un camarada o su compañero de viaje: "Este día se perdieron las mulas al que iba conmigo..."; y antes había especificado, que llegó al anochecer del 25 de enero a Corumbá, permaneciendo allí el día 26, habiéndose separado en esta población el camarada español, que había acompañado a Cacho y a Castilla desde el día 5 de enero, fecha en que Cacho lo contrató en la hacienda de María Alvarez, pero no aclara si consiguió o no el nuevo camarada. Aparentemente no lo obtuvo, ya que el 30 de enero, en Villa Boa de Goyás, nos dirá “que no habiendo encontrado camarada que se ajustase para ir a Cubayá...", el Capitán General le proporcionó uno desde dicha villa y otro más a partir del Río Claro. O sea que, podemos inferir que aquél, a quien ese "día se [le] perdieron las mulas", era el cadete. (Infra, pág. 135-138).

Hay dos datos más que sobre Castilla nos da Cacho y son, que Castilla no sabía cargar las caballerías, ni componer sus cargas, ni descargarlas debidamente (infra, pág. 130). Aparentemente el cargar o descargar mulas parece ser una cosa muy simple, mas no es tal, es un verdadero arte, pues la carga debe ir bien proporcionada para su seguridad y para el mejor rendimiento del animal. Este detalle es muy revelador de que la educación de Castilla había sido de caballero cadete y no la del soldado común de caballería, a quien estaban reservados esos menesteres manuales, pero no por ello menos importantes en una marcha.

La otra información es que Ramón Castilla no sabía nadar, y si a los veinte años no tenía esta habilidad, tan importante para un militar, es de presumir que nunca jamás la llegase a adquirir. Esta noticia se obtiene, cuando Cacho nos dice: y nosotros hemos padecido más trabajo que otro alguno, por los camaradas, por no saber nada..." (infra, pág. 161).

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El propósito de esta edición

Cuando por primera vez leímos el texto del itinerario, no dudamos que teníamos la obligación de publicarlo, pues su contenido debía hacerse accesible a los castillistas para el mejor conocimiento de nuestro insigne prócer.

Al mismo tiempo, encontramos que habían ciertas cosas que debían ser debidamente aclaradas para la mejor comprensión del lector peruano, por lo general poco conocedor de las realidades de ese inmenso país que es el Brasil, ignorancia que compartimos.

Era, también, importante tratar de verificar la verosimilitud del texto de Cacho tarea que sabíamos particularmente difícil y hasta penosa por nuestra antes señalada ignorancia y por la parvedad de la bibliografía disponible en Lima sobre el Brasil de la primera parte del siglo XIX.

No obstante los inconvenientes antes indicados, decidimos preparar la edición con sus correspondientes notas. Empezada la tarea tuvimos la certidumbre de que no podíamos aspirar al nivel indispensable para una edi

ción crítica y con cierto dolor, mas no frustración, fijamos nuestra meta en hacer el mayor esfuerzo, dentro de nuestras limitaciones, para probar la confiabilidad del relato de Cacho.

Al acabar nuestra tarea, podemos reconocer con satisfacción la generosa ayuda que hemos recibido, la que puntualizamos en otro lugar, y podemos afirmar, sin ambages, que la narración de Cacho es fidedigna.

Es importante también, poner énfasis en que nuestras anotaciones fueron hechas tratando el itinerario como pertenecientes al acervo documental de Castilla, pues no hemos pretendido, repetimos, la edición crítica, especialmente en lo que compete al documento de Cacho como un testimonio de Brasil central o del Oriente altoperuano a comienzos del siglo XIX, pues bien sabemos que nuestras limitaciones no nos permitían tan alta pretensión.

ADVERTENCIA

Quiero expresar mi agradecimiento a los Curadores ("Trustees") del British Museum por haberme autorizado la publicación del Ytinerario de un viaje por tierra desde el Río Janeyro hasta Lima (Perú) / Por / Don Fernando Cacho / Teniente Coronel al servicio de / España / Año 1818.

He cuidado de respetar minuciosamente el texto de la copia manuscrita existente en el British Museum, compulsándolo prolijamente en su primera parte, con la correspondiente y única impresa— que se publicase en la Continuación del Almacén de Frutos Literarios o Semanario de obras inéditas (Madrid, 28 de junio de 1819, Tomo VIII, No 47, pág. 231-240). He tratado de acotar todas las variantes entre ambas versiones, recogiéndolas en notas específicas para ese propósito y para diferenciarlas de las mías, como editor, van signadas con números romanos y agrupadas después del texto. La finalidad primordial de estas apostillas es que el lector pueda hacer su propia confrontación.

He transcrito con la mayor fidelidad factible el texto del manuscrito indicado, conservándolo con la mayor exactitud posible palabra por palabra. He puesto al día la ortografía y la puntuación cuando era indispensable. Para facilitar la comprensión, en la mayor parte de los casos, he resuelto las abreviaturas y, en algunas oportunidades, con el mismo objeto, se han interpolado palabras pero cuidándose que siempre estuviesen entre corchetes para que, de inmediato, lo note el lector.

Debo prevenir al lector que, cuando en las notas, aparezcan títulos de obras en idiomas extranjeros y las acotaciones de las mismas sean dadas en español, eso implica que las traducciones han sido hechas por mí.

Dentro de la relación de Cacho se encuentran algunas palabras portuguesas, las que lamentablemente no pueden ser impresas con los acentos exigidos por la ortografía lusitana por carecerse de los tipos de imprenta correspondientes.

Quiero dejar constancia que el criterio seguido para anotar el Itinerario de Fernando Cacho ha sido: tratar este documento únicamente como parte del acervo castillista, pues conciente de que mis limitaciones eran aún mayores, deliberadamente he ignorado en mis apostillas, que el Itinerario también es un interesante testimonio para el conocimiento del Brasil y del Alto Perú

Tengo que expresar mi conmovido agradecimiento a Ron Seckinger, de la University of California, experto conocedor del Brasil Central, quien accediendo al pedido de un amigo común, León G. Campbell, me ha ayudado en forma sabia y generosa a resolver los problemas concernientes a la Historia y Geografía de Mato Grosso, Goiás y Minas Geraes. Al manifestar mi reconocimiento a Ron Seckinger, algún lector podría creer que entró en contradicción con lo que he dicho en el párrafo antecedente, pero no hay tal, pues es claro, que al examinar el documento para establecer su grado de confiabilidad, era indispensable establecer la verosimilitud de las informaciones del Brasil Central dadas por Cacho. Esta confrontación ha sido hecha en forma restringida y sin tener la pretensión de hacerla exhaustiva, pues siempre fuí guiado por la norma planteada en el parágrafo anterior.

También debo expresar mi gratitud a J.R. Fisher de la University of Liverpool; a Abelardo de Paula Gomes y a Ubaldo Bezerra Neto del Centro de Estudios Brasileiros de Lima; a Emilio Romero, presidente de la Sociedad Geográfica de Lima y a Graciela Sánchez Cerro de la Biblioteca Nacional de Lima, quienes gentilmente me facilitaron material bibliográfico. Quiero resaltar la gentil ayuda que me fue proporcionada por el Instituto Geográfico Militar del Perú.

Finalmente, pero no por eso es menor mi agradecimiento, debo mencionar a Guillermo Lohmann Villena, quien pacientemente buscó y me hizo copiar la parte del texto del Itinerario publicado en las antes expresada revista matritense. A Glyn Evans de la University of London, que bondadosamente gestionó las copias del manuscrito del British Museum. A Patricia Marks, hoy en la Harvard University, que me puso en la pista y me entusiasmó en la tarea. A Luis Durand Flórez que, con indeclinable entusiasmo y grato sentido de humor, cooperó en la tediosa labor de la revisión final de los originales para la imprenta.

Félix Denegri Luna

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