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FANATISMO É IDOLATRIA

POLITICO-RELIGIOSA.

Ea muchos de nuestros artículos hemos demostrado los grandes progresos que ha hecho la impiedad en España; y el presente, con los que le seguirán pondrán de manifiesto que esta idra infernal progresa rápidamente de dia en dia entre nosotros. Es su naturaleza y carácter dañarlo y perderlo todo, y su álito venenoso convierte lo mas sencillo en objeto de vicios y de crímenes. Es la Voz de la Religion muy verdadera, y dice con ingenuidad, sin temor y con libertad cristiana, en dónde está el vicio, en dónde se halla la virtud; aplaude lo bueno, y reprende lo malo; abraza al justo, y repele ai inicuo. Esta, pues, dice que á pesar de que en las Cortes Constituyentes de 812.el genio del mal preocupó á algunos de los diputados, no pudo corromper la mayor parte de ellos. Muchos de sus decretos asi lo prueban,, y los iremos citando con gusto. No es lo mismo ser liberal que impio, però sí puede decirse que todo impio es ó se da. por liberal. Lástima es que con un nombre tan hermoso se apellide la irreligion, y lo haga por eso aborrecible á los justos y sensatos. En dichas Cortes hubo muchos llamados serviles y liberales religiosos; asi lo acredita D. Evaristo sán Miguel en su folleto de Guerra actual de España; pero tambien hubo algunos diputados que sostuvieron máximas erróneas y doctrinas hereticales, como lo prueba en sus cartas el sábio y virtuoso Padre Alvarado. Por desgracia prevalecieron estos en muchas cosas, porque ya dejó dicho y enseñó el Divino Maestro: Prudentiores sunt filii. Tom. 1.

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tenebrarum quam filii lucis in genere suo; son mas astutos y sagaces los hijos de las tinieblas que los hijos de la luz, en eso de sus embrollos, de sus maldades y de sus embustes, que los buenos que con sencillez y candor proceden en todo, buscan el bien con santa simplicidad, y se dejan engañar de los perversos, porque ellos no saben el arte y género de la superchería é iniquidad. Ya fuese porque superase el número de los votos de los liberales religiosos, ó ya porque los que no lo eran tanto tuviesen á bien prescindir por entonces de sus ideas, es evidente que no descolló la impiedad, y que los buenos á boca llena, y los malos por no poder mas invocaron el nombre sagrado de Religion, y se dieron varios decretos que son conformes á lo que ella predica. Poniendo nosotros en egercicio la caridad que ella prescribe á sus hijos, nos persuadimos que las mencionadas Cortes, en la totalidad de sus individuos, ni llevaron mala intencion, ni previeron los males que se han seguido, cuando decretaron en 14 de agosto de 812 que "para que se conserve la grata memoria del juramento que se prestó en 19 de marzo del dicho año á la observancia de la Constitucion, se llame en adelante la plaza principal de cada pueblo plaza de la Constitucion, fijando en ella una lápida que asi lo esprese." Tenemos por muy seguro, que si el Congreso de 812 hubiese podido antever los gravísimos males que ha traido disposicion tan sencilla, se habria abstenido de darla. Apuntaremos algunos de ellos.

En los dos primeros años del régimen contitucional, trascurridos desde el año de 812 hasta el 14, en que habiendo venido el Rey Fernando de Francia, reasumió el gobierno monárquico absoluto, conforme lo habian tenido sus padres y progenitores, solo se vió en la lápida de las plazas un signo del nuevo régimen gubernativo en el reino. Distraida la nacion

en la empeñada lucha de arrojar del suelo pátrio á las huestes del Capitan del siglo, que intentó subyu. garla, solo pensaba en la guerra, y dejaba lo político para tiempos de sosiego y calma. En aquellos aciagos dias únicamente pensaron en nuevas leyes fundamentales del reino, unos pocos hombres, que guarecidos tras las columnas de Hércules, á donde no alcanzaban las balas del enemigo, enviaban á los otros á pelear, y disponian á placer de los bienes de la patria. Mucho se ha escrito sobre la legalidad de los poderes que ésta les dió para que le regenarasen á la moda de los franceses, á quienes tanto se aborrecia. Esta fue la razon porque en el advenimiento del Rey de su cautiverio, la inmensa masa del pueblo español vió con indiferencia el derribo de las lápidas de la Constitucion, y que sustituyesen otras con la inscripcion de Plaza Real. No asi los adictos al régimen representativo, que sintieron en el alma ver destruido y por tierra el signo de la libertad apetecida. La nueva promulgacion en el año de 820 del Código de Cadiz, destruyó ya con enojo las lápidas de Plaza Real, y levantó de nuevo las de Plaza de la Constitucion, con letras doradas y engalanadas con vistosas orlas. Los amantes de las instituciones modernas fijaron en ellas toda su atencion, y su conato llevó á unos á ser idólatras, y á muchos á las puertas del paganismo. Exitus acta probant.

Fascinados sin duda muchos, viendo que las tropas nacionales siempre que entraban en alguna ciudad ó pueblo se dirigian, segun se les ordenó, á la plaza, y daban los vivas de ordenanza, se persuadieron que la lápida era alguna divinidad. Repetidas veces oimos gritar en los tumultos: "Viva la santa lápida, viva el divino Código." Insensatos: eran semejantes á aquellos necios impios de quienes habla el profeta Jeremias, que decian á la piedra; "Tú

eres mi madre; dicentes lapidi, tu es mater mea; y al madero, tú eres mi padre; et ligno, tu me genuisti." Sabemos de cierta ciencia, que cuando en 22 de mayo de 823 hicieron pedazos en esta Corte la lápida de la plaza, hubo algunos que buscaron con suma solicitud, y pagaron á buen precio algun pedacito de ella, que colocaron despues entre cristales. Uno de estos fue un zapatero, á quien se aprendió, se le formó causa, y por sentencia definitiva de ella, se le sacó á la vergüenza, se le hizo echar al fuego la Constitucion en la plazuela de la Cebada, y se le envió á presidio, porque dia y noche tenia una lámpara encendida delante de un pedazo de dicha piedra de la Constitucion, y de un retrato del general D. Rafael del Riego. Cuántos y cuántos semejantes á Labán, cuando su hija la bella Raquel le quitó sus ídolos, derramaron copiosas lágrimas viendo destrozado aquel mármol. Los papeles públicos de los años de 20 al 23, refieren que algunos pueblos en donde la indiscrecion ensució á las sombras de la noche la lápida, se la limpió con aguas de olor, y en algunos de ellos el Gefe político y algunas otras personas se hicieron sangrar sobre el tablado que se puso junto á ella, y la bañaron con su sangre, celebrando en seguida una gran funcion en desagravio. Es notorio que en la Carolina, hallándose en aquel pueblo el general D. Rafael del Riego, amaneció la lápida llena de inmundicia, y que este hizo sacar con violencia de la cama, en que se hallaba gravemente enfermo, al señor Vicario eclesiástico D. Juan Pedro Rubio, hombre respetable por su dignidad, por su saber, por su virtud y por su ancianidad, que subiese á los andamios que se pusieron, y que con aquellas manos consagradas, á que tantas veces habia bajado el Hijo de Dios, limpiase el estiercol.humano con que se habia manchado la piedra. Despues del sermon del General, siguieron

las diversiones y un gran baile para desenojar á la lápida. Mientras tanto, como el Bautista en el festin de Herodes, entregó su alma al Criador, aquel venerable Sacerdote, al canto de aquella tonadilla que el mismo General enseñó á los cómicos en el teatro del Príncipe de esta Corte, conocida por trágala, salió de este mundo á mejor vida. En la culta Cádiz vimos el mes de abril del año de 821, que por haber amanecido sucia la lápida, se reunió por la mañana el ayuntamiento, y todas las autoridades civiles y militares fueron en corporacion á la plaza de san Antonio, en donde estaba, se limpió prolijamente, se cubrieron luego las paredes de ricas cortinas en derredor, se puso al pie un soberbio baldaqui ó dosel, bajo del cual se colocó un sillon y su cogin, todo de terciopelo carmesí, guarnecido de anchos galones de oro, un alfombrado muy rico, y se colgaron porcion de arañas de cristal con velas, una muchedumbre de acheros con gruesos cirios de cera encendidos, se la puso guardia doble de nacionales, se levantó un tablado en medio de la plaza, en donde se colocó una magnífica música. Por la tarde volvió el ayuntamiento con el mayor aparato, subió al tablado, se leyó un capítulo de la Constitucion, se dieron los vivas de costumbre, principió la salva de fusilería á fuego graneado, continuó la de artillería en las murallas y en la marina, se repartieron grandes pelctones de gentes á los cuatro vientos cardinales con sus correspondientes músicas, guiados por un regidor y oficiales militares de graduacion, se fue gritando por toda la ciudad vivas y mueras, se atropellaron á unos pocos necios que eran tenidos por blancos, y estaban en la calle, y finalizó el desagravio con un gran baile en la plaza, que duró toda la noche. ¡Válganos Dios! ¡mira, Señor, que es lo que por nosotros pasa! ¿Hasta cuándo, españoles, hemos de ser insensatos?.... Tanta conmocion,

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