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COMUNICADO.

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Señores Redactores de la Voz de la Religion.= Aunque leimos en el Cuaderno 17.° la advertencia dirigida á los Suscriptores que tuviesen á bien dirigirles alguna indicacion, estuvimos siempre muy distantes de creer pudiera llegar el caso de hacer uso de ella, no porque nos faltase voluntad ni celo en defensa de las verdades esclarecidas en su apreciable obra, sino porque midiendo nuestra estatura literaria, nos parecia imposible poder entrar en corro sin ser hollados, ni hablar sin dar un solemne graznido. Con respecto á esta creencia persistimos en nuestras trece, y ni todos los estímulos del mundo y del demonio, padre de la soberbia, serán capaces, con la ayuda de Dios, de persuadirnos que sabemos algo, antes pensamos con el inmortal Cervantes, que la mayor tentacion, locura ó estravagancia que puede apoderarse de la cabeza de un hombre es persuadirse que sabe, y meterse á escritor. Mas ¿quién ha de contenerse ni salir de sus ca· sillas al leer la Censura razonada de su interesante artículo La santa Iglesia? Señor, dijimos á voz en cuello, si el Doctor yerra, ¿quién le ha de enmendar? Si siendo diputados á Cortes hubiésemos oido pronunciar semejante discurso, ¿podríamos menos de haber pedido la palabra á cada periodo? Tantas y tan espesas son las faltas (no nos atrevemos á calificarlas de otro modo) que en nuestro humilde dictamen asoman la frente en tal escrito. No intentamos rebatirlo, porque francamente protestamos no tener fuerzas para ello, y aunque las tuviéramos, gustosos cederiamos el puesto á la erudita pluma TOм. I.

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que dirige la Voz de la Religion. Nuestro objeto es diferente: es lo primero estimular á Vds. á que en las Reflexiones que estan dando á luz, no dejen hueso sano á la tal Censura, pues en nuestro concepto hay materia para estenderse. Lo es en segundo lugar el que se sepa, que hasta los Párrocos de las aldeas mas miserables, si bien no inspiran confianza, ni estan al alcance de los conocimientos del siglo, segun el finísimo obsequio con que ha regalado al Clero el Correo Nacional, lo están en la ciencia de la salvacion, y dispuestos á enseñar lo que es Religion, no á los filosofastros del dia, porque estos tienen la rara habilidad de forjársela segun su caletre, sino al pueblo cristiano, con lo que creen satisfecha su mision, sin necesidad de tomar parte en esa lucha romántica entre la necesidad de la creencia, y la poca confianza que inspira ( á ellos ) el Clero.

Y para dar una prueba de que por acá velamos sobre el depósito de la fe, tal como el Salvador la entregó á los Apóstoles, y de ellos ha pasado á nosotros, y de que no es tan facil como creen ciertos Señores, que se nos cuelen y hagan tragar los errores y diablurias de Port-Royal y Pistoya, diremos algo sobre lo que nos parece la referida Censura: lo haremos por su orden. En el párrafo 2, desaprobando el modo con que Vds. tratan á los filósofos, se dejan caer en este interrogante. "¿Es decente en la boca de un Ministro de Jesus este lenguaje?" Muy bien, señores mios, y bien dicho; pero.... ¿ les parece á Vds. decente llamar á renglon seguido Maestro á secas á ese mismo Jesus tan dulce como Vds. le pronuncian cuando les viene bien, y que no por eso deja de ser Dios? En qué quedamos: es algun maestro de escuela, ó le añadimos para distinguirle de toda pura criatura, como Vds. debieron hacerlo, el adjetivo Divino? Vaya que hay olvidos muy parti

culares. Siquiera le hubieran puesto la peana Gran, como hicieron los que le llamaron Filósofo no ha muchos años, por no llamarle Salvador, Redentor, ó Dios, porque esto es de ramplones, pero de ramplones que tienen muy presente que Omnis spiritus qui solvit Jesum ex Deo non est; y no pasamos adelante, porque pueden verlo en el cap. 4 de S. Juan. Mas donde aparece toda la habilidad y raciocinio delicado de los señores Censores, es cuando despues de traer dos ejemplos del celo é indignacion (se supone santa) con que el Salvador trató á los fariseos y á los negociantes del Templo, salen del aprieto en que debiera ponerlos la conducta del Señor con decir: "no nos parece conveniente volver mal por mal en el dia." Ahora, dejando á un lado que semejante modo de soltar dificultades no se conocia en los siglos bárbaros, embistamos con la razon de la sin razon. Aquello de en el dia nos parece restrictivo del volver mal por mal, y cate V. aqui otro nuevo descubrimiento en moral, el saber que llegará tiempo en que sea conveniente volver mal por mal. ¡Vaya que estamos atrasadísimos! y en verdad que no nos vendria mal alguna dosis de compasion de la que recetan á los que tanto daño han causado á la Iglesia.

Tambien en el 3 nos parece mal sonante la espresion de "los autores de los libros Santos." Nosotros reconocemos, sí, varios escritores de los libros Santos, pero todos inspirados por Dios, y de consiguiente este es su único autor. Peccata minuta. Pasemos adelante. No nos atrevemos á entrar de lleno en la refutacion del 4, porque con la mayor sinceridad hallamos en nosotros un vacío, que Vds. señores Redactores pueden llenar dignamente, como lo esperamos. Solo diremos que la proposicion de "El primer sery vigor (del libre alvedrío) era el equilibrio entre el bien y el mal", nos parece diametralmente opuesta

al Deus fecit hominem rectum, á la idea que tenemos de la justicia original, al predominio que el hombre inocente tenia sobre sus pasiones, y en fin, un error clásico. El tal equilibrio nos huele muy mal, por la mucha analogía que tiene con lo que no queremos decir para que Vds. lo hagan. Pero donde derramaron todo el salero fue en preguntar en sentido irónico, que equivale á afirmar lo contrario: "¿La fuerza de la gracia del Redentor es mas poderosa que la gracia del Criador?" Esto cuando menos, necesita esplicacion, y no puede impugnarse de puro

confuso.

Por último, no nos parece necesario fatigarse mucho para conciliar aquello del campo en donde hay trigo y cizaña, con el todo hermosa del Sabio. Por el contrario, lo hemos juzgado muy pueril. Este es, señores Redactores, el dictámen y juicio que varios Párrocos hemos formado de la Censura dada al artículo La santa Iglesia; y puesto que la ley de imprenta concede facultad para que cada uno sostenga con razones sus escritos, aun despues de no merecer el pase para su publicacion, tambien lo podremos hacer nosotros, mucho mas cuando solo nos limitamos á impulsarles para que impugnen fuertemente la Censura. Si Vds. lo tuviesen á bien, podrian insertar en su apreciable obra esta escitacion, en la que tendríamos un gran placer, solo para que viesen, que el Clero, aunque abatido y reducido á nulidad en el orden político, está despierto y vigilante en los asuntos de Religion, y que tampoco quisiera verse en la vergonzosa precision de responder, Væ mihi quia tacui. Quedan de Vds. afectísimos servidores. Varios Elesiásticos.

ESCANDALOSA CORRUPCION

DE COSTUMBRES.

Por noble y opulenta que sea una casa, viene presto

á la miseria y al desprecio, cuando se introduce en ella el desórden. Un padre abandonado, una madre descuidada, uno y otro entregados á la molicie, al regalo, á las diversiones, y dia y noche embriagados en los placeres: unos hijos mal educados, licenciosos, y sin freno en su conducta: los administradores ignoran→ tes, perezosos, interesados é infieles: los criados insolentes, rapiñadores y torpes: todos irreligiosos, y sin temor al Señor, conspiran de consuno á derrocarla. Lo mismo acaece á una sociedad, por rica y grande que sea, cuando se introduce el desórden y reinan los vicios en ella. Su ruina es segura, su destruccion inevitable. La nacion desventurada en que se llegan á corromper las costumbres, es un barranco en que se despeñan y sepultan su poder, sus glorias y su grandeza. Subió á estas por las virtudes de los ciudadanos, y los vicios de ellos la derriban y llenan de oprobio. Levanta la Religion los imperios, y la impiedad los abate. Afianzados los cristianos en lo infalible de la doctrina católica, los políticos en muy justas reflexiones, y los historiadores en los sucesos de los reinos y repúblicas, confiesan uniformes esta verdad. Sin salir de nuestra patria á buscar ejemplares que la acrediten con la elevacion y caimiento de las naciones por las causas enunciadas, manifestaremos en otros artículos la progresiva ruina de la monarquía española, despues que comenzó á desviarse del camino de la virtud, que la hizo mas célebre y famosa que todas las potencias TOM. I

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