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segun el concepto que acaba de manifestar:

Espera de las Cortes, que tomando en consideracion lo que acaba de esponer, se abstendrán de decretar el arreglo propuesto, ó en su defecto exigirán que antes de llevarse á efecto se obtenga la autorizacion de la Iglesia para ello, por convenir asi al bien espiritual y temporal de la Nacion.

Dios guarde, &c. Madrid 7 de setiembre de 1837. =S. O. D. P.

LA UNION DE LA RELIGION

Y LA SOCIEDAD, Y APOYO RECÍPROCO DE AMBAS,

La Religion es el origen de la piedad, la norma

de lo justo y honesto, el fundamento de la sociedad, el escudo y egida de los Reyes y Príncipes, y el asilo de los vasallos. Ella nos enseña con ejemplo y doctrina, que no hay potestad que no venga de Dios, la que debemos obedecer no solo por miedo de su ira, si tambien en conciencia; pero á la vez que nos enseña á obedecer á las potestades constituidas, preceptúa á los Príncipes que gobiernen y rijan los pueblos con equidad y justicia, les procuren toda la posible felicidad, haciéndolos responsables ante el tribunal Divino de las faltas que en su gobierno cometieren, asegurándose por este medió, y por la obediencia de los vasallos la paz, tranquilidad y felicidad pública y privada. Esto solo, sin otros muchos beneficios aportados á la sociedad por la Religion, parecia suficiente para no levantar

el grito contra ella, y sí adorarla y venerarla como se debe y ella misma exige. Pero no es asi, pues en nuestros dias la Religion es mirada por unos como una quimera, supersticion y manantial inagotable de calamidades; y por otros como auxiliar, útil acaso, pero siempre perjudicial y peligrosa. Aquellos, ateos de conducta y principios que destruyen la sociedad, quisieran romper todo vínculo con el cielo, para mejor asegurar (segun ellos) la felicidad en la tierra: éstos, ateos políticos, que atraen con sus máximas la disolucion de la sociedad, sin romper los vínculos que nos ligan con la Divinidad, procuran debilitarlos, quebrantando los lazos sacrosantos unitivos de la criatura con su Criador con medidas y planes bajos y rateros, propios de tales hombres. Sin conocer, ó por mejor decir, despreciando los innumerables beneficios que la Religion ha obrado en obsequio de la felicidad social, la ridiculizan, desprecian é insultan, negando que la sociedad la es deudora de ellos, y afirmando que no la necesita para su bienestar, felicidad y subsistencia. Este es el estado á que ha llegado la Religion veneranda de nuestros padres por la incredulidad; lo que nos ha movido á manifestar lo que la Religion y la sosiedad se deben mútuamente, dependiendo de su íntima union la pública felicidad. Para proceder con orden, y evitar toda involucracion de ideas, diremos primeramente lo que la Religion hace en favor del orden social; y en seguida lo que la sociedad ha hecho siempre y está obligada hacer en obsequio de la Religion. ¡Ojalá su Voz sea oida!

Tres son los constituyentes de toda sociedad; autoridades, leyes y deberes. Sin autoridad que vigile por la comun seguridad, sin leyes que reglamenten lo concerniente á las personas y bienes, y sin deberes impuestos á los diversos miembros que componen el orden social, no puede haber sociedad.

Autoridades, leyes y deberes estan fortalecidos y apoyados por la Religion, puesto que ella corrobora la autoridad, dándola un origen divino; robustece las leyes, presentándolas como reglas de conciencia, y fortalece los deberes, garantizándolos como divinos por medio del juramento.

La Religion afirma la autoridad, dándola un origen divino. Es un principio inconcuso dictado por la razon, y consagrado por la Religion, que siendo Dios el autor del mundo moral, como lo es del material, ha dado leyes á la naturaleza inteligente, como á la corpórea, y asi como dirige los movimientos de los astros, gobierna los destinos de los pueblos. De Dios, como único Criador, Legislador y Soberano, dimana toda vida, inteligencia increada, y todo poder en las criaturas. Al crear al hombre para el estado social, le hizo nacer con facultades, necesidades y tendencia que tienen relaciones con el orden y vida social. Su prevision y providencia no sufrió ni permitió que los hombres investigasen los primordiales vínculos y fundamentos de la sociabilidad, pues los hizo derivar de la naturaleza misma de las cosas, que ha ordenado, constituyendo á unos en el estado de superioridad, y á otros en el de perpetuo vasallaje y dependencia. El primer hombre, obra inmediata del mismo Dios, dió el ser á los primeros hijos, los que siendo á la vez padres formaron una série de generaciones oriundas unas de otras, que formaron la gran familia de que se compone la sociedad. Cada padre de familias ejercía autoridad sobre sus propios hijos; pero el primero, esto es, el tronco comun de todas aquellas generaciones la ejercia sobre toda la familia, siendo esta paternal supremacía una especie de dignidad real. A medida que las familias se multiplicaron, se relajaron los vínculos de subordinacion al primer gefe, se introdujeron las disensiones y diviTOM. II.

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siones entre las ramas de un mismo tronco, y entonces fue cuando conocieron los hombres la necesidad de una autoridad mas fuerte y comun á todos. Ciertos hombres respetables por su edad, virtudes, esperiencia y talento para mandar, se atrajeron la estimacion de sus semejantes, tomaron ascendiente sobre ellos y fueron obedecidos. La costumbre consagró su poder, y principió la sociedad civil. De este modo los estados nacientes mas bien fueron pequeños reinos que repúblicas, segun el testimonio de las antiguas tradiciones.

No queremos decir por esto que la dignidad Real sea de derecho Divino, puesto que ninguna forma de gobierno ha sido revelada. El Evangelio solo hace derivar todo poder de Dios, pero no el modo determinadamente de ejercerle. Solo las necesidades, circunstancias é índoles de los pueblos han podido marcar y señalar la forma de gobierno, por el que deben ser regidos. Dios solo quiso que hubiese en la sociedad depositarios de su poder, pues asi como quiso el orden en las familias, dando á los padres una autoridad sagrada sobre sus hijos, asi tambien ha querido el orden y armonía en la gran familia (la sociedad), y por lo tanto ha atribuido á los magistrados una autoridad que les dá derecho á ser obe

decidos.

Sentado como principio inconcuso que toda autoridad dimana de Dios, es necesario que esta sea á los ojos de los hombres augusta y sacrosanta, pues que teniendo mayor ascendiente por su origen sobre las almas, asegura mejor la obediencia, paz, orden y justicia. La obediencia, ennoblecida por el divino origen de la autoridad, es mas pronta, eficaz y ciega, que si dimanase del gobernante, al que (si como muchas veces sucede fuese indigno de gobernar) se la negaríamos, y caso de rendirla seria vil y forzada, pudiéndose entonces comparar á la que un es

clavo presta á señor duro y cruel. Pero por la Religion se elevan mas nuestros pensamientos, pues nos hace ver por encima del hombre al que dirije las acciones de los Príncipes y de los vasallos, al que marca y señala la conducta de los gobernantes y gobernados, al que se dirije nuestra sumision y obediencia cuando nos sometemos á los instrumentos visibles de su poder y su justicia; en una palabra, nos manifiesta la Religion al Juez recto é inapelable, al Rey de los Reyes. Por ella se nos hace mas dulce nuestra obediencia, y como la hace participar de la grandeza de aquel que reverencia nuestro corazon, la da un carácter mas elevado, la hace mas firme y sacrosanta, y fortalece los vínculos que produce. No la considera asi la moderna filosofia, y aquellos que solo proyectan arruinar el Trono y reducirnos al mísero estado selvático é insocial. Solo ven en el supremo imperante un hombre cuya autoridad nada tiene en su origen de divino, y sí procedente de los hombres, cuya consideracion les hace no obedecerla; y caso contrario, es vil, ratera y simuladamente como lo hacen; mas los católicos, como derivamos del cielo la autoridad, no nos es humillante la obediencia, antes fundamos en ella nuestra gloria; y hé aqui como la Religion afirma la autoridad dándola un origen sagrado, presentándola á los hombres como derivada del mismo Dios. Veamos, pues, como afirma las leyes, haciéndolas que las obedezcan los hombres como reglas de conciencia.

Es indudable que en todos los pueblos, cualesquiera que sea el gobierno por el que sean regidos, existen unas leyes fundamentales, base de aquella sociedad, que constituyen el Estado, determinan la forma de gobierno y distribuyen á cada uno sus poderes y facultades; estas son las constitutivas ó políticas: ademas existen otras leyes que arreglan lo

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