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millares de desgraciados han arrastrado consigo y arrastran sin cesar al abismo de desdichas eternas, de que se rieron en su vida, y que hoy estan esperimentando bien á su pesar y despecho, como esperimentarán sus secuaces y locos admiradores de sus pestíferos escritos. Entre las mayores desgracias de la nacion se debe contar la ancha y libre circulacion de las obras mas impias y corrompedoras del género humano. Con la mayor desvergüenza y desfachatez se anuncian y publican en la capital y librerías de las provincias unas obras que debian ser quemadas por mano de verdugo, como en Francia mismo quemaron algunas de Voltaire, y en Liorna y Ginebra las de otros impios. Se burla á cara descubierta de Dios y de su Iglesia, se hace frente y ataca directamente la augusta Religion de nuestros padres, y la sola única verdadera que profesan los españoles. ¿Y es esto compatible con el buen orden, paz y justicia? ¿Serán disculpables delante de Dios y de los hombres las autoridades eclesiástica y civil, que lo ven y palpan como todos nosotros, y sin embargo lo toleran con admiracion y escándalo de todos los buenos? Radix omnium malorum impunitas, dice bien el Padre san Bernardo. Aténganse aquellas á lo que el dedo de Dios tiene escrito con caracteres indelebles hace muchos siglos: cum accepero tempus ego justitias judicabo, y lo otro potentes potenter tormenta patientur... et, Deus non irridetur: y nosotros todos los españoles tengamos presente, que statutum est hominibus semel mori, y lo de reddet unicuique secundum opera sua.

¡Religion católica, apostólica, romana! ¡Tú sola eres la sola verdadera sobre la tierra! ¡Tú sola y única que has hecho felices á los hombres, que te han seguido y observado fielmente! ¡Religion augusta y divina! ¡Tú sola eres la que has desterrado la idolatría, el gentilismo y la barbárie de entre todos los hombres, y á quienes has enseñado á tratarse

oy

mútuamente como hermanos, debiéndote á tí su civilizacion y cultura! ¡Tú sola la que has hecho las delicias de los hombres, y talentos mayores del mundo! Sí por cierto. Los Agustinos, los Gerónimos, los Ambrosios, los Gregorios, los Leones, los Bernar dos, los Tomases, los Domingos y Franciscos fueron tus admiradores y secuaces fieles, y á ellos han seguido é imitado los Bossuets, los Fenelones, los Cartésios, los Pascales y millares de gigantes en la literatura y filosofia verdadera. A este solo coro nos agregamos; en este brillante catálogo queremos ser inscritos todos los verdaderos y legítimos españoles. Fuera para siempre de nuestra memoria y sociedad los impios y malvados ateistas, mónstruos del género humano, que en todos tiempos han sido su tormento, y han llenado la tierra de calamidades, de horror y de sangre.

ESPOSICION

dirigida á S. M. por el Ilmo. Sr. Obispo de Pamplona, sobre arreglo del clero.

SEÑORA: El Obispo de Pamplona faltaria á su deber si callase cuando se ha aprobado el llamado arreglo del clero, porque está convencido de que no es absolutamente necesario, y que aunque lo fuese, no compete á la autoridad temporal entender en él para resolverlo; estas consideraciones le impelen á dirigirse respetuosamente á V. M., con el objeto de que no se sancione.

Reflexiónese desde luego, cual y cuanta sea la necesidad de este arreglo, y si es tan ejecutiva que de no aplicar el remedio haya de peligrar la patria; considerada tal, enhorabuena aplíquese el antidoto cuándo y por quién corresponde; mas si la na

cion puede marchar francamente por el nuevo camino que la Constitucion le ha trazado, sin que obsten á ello los llamados abusos, suspéndase la reforma para dias menos aciagos, de mas calma y sosiego.

Entre las opiniones emitidas en los discursos de las Cortes, la que se ha establecido mas repetidas veces para llevar aquella á cabo, ha sido la de que, quitado el diezmo á la Iglesia, era indispensable asignar la dotacion de cada uno de sus individuos. Sin que sea visto que ni momentáneamente pasa en silencio la derogacion del quinto mandamiento de la Iglesia, opuesta aquella á lo que esta santamente tiene mandado, los fieles debemos observar, y sin arbitrio por nuestra parte para alterarlo; se fijará el esponente sin embargo en la posicion misma en que los estraordinarios sucesos le colocan, haciéndose cargo de que la mitad del diezmo es lo que se adjudica para la subrogacion en su totalidad.

Porque el diezmo íntegro no se entregue á la Iglesia, sus fábricas é individuos no dejan de tener derecho á aquella porcion de renta que por su asignacion, prebenda, beneficio ó capellanía les correspondiera; podrá no haber con qué cubrirla, pero sabida será la cuota 6 cantidad que poco mas ó menos les cabia. Si la falta de renta antigua exije una moderna designacion de otra renta subrogada para los que ya no tienen ni oro, ni plata, ni casi donde reclinar la cabeza, se pudieran haber establecido bases, para que con la posible proporcion, y procediendo del invariable principio de que ninguno carezca de alimentos, se adjudique á cada uno despues de ellos aquella cantidad ó parte alicuota que tuviese relacion con la que disfrutaba, y fuese aplicable considerando el fondo total para dividir.

Esto seria lo mas que en el negocio habria que hacer, supuesta aquella urgencia en quitar lo que se disfrutaba despues de tantos siglos con tanta justicia como conveniencia, y la resultiva necesidad de

llenar el hueco de algun modo. Pero porque se haya de alimentar el clero trastornar todo el orden gerárquico, no es cosa en verdad que se comprende, pues ninguna analogía tiene lo uno con lo otro. ¿Acaso está de tal manera eslabonada la cantidad alimenticia y de asignacion personal con la gerarquía, que para determinarla y distribuirla se haya de reformar todo el estado eclesiástico? ¿qué tiene que ver la mayor ó menor renta de cada uno cen que los Obispos tengan estos ó aquellos feligreses, dispensen ó no, absuelvan 6 retengan, y que los Canónigos sean residentes ó escedentes? Tratárase, ya que á tal necesidad se ha llegado, de distribuir el medio diezmo, y no se mezclára al mismo tiempo la demarcacion de diócesis, las facultades de que han de usar los Obispos, dónde ha de estar el Primado, cuáles son sus atribuciones, ni tanta novedad en lo restante del clero.

Convéngase en la necesidad de la distribucion, verificada la privacion de lo que tan antigua y legalmente se poseia; ¿pero quién podrá convenir, en que tomándose esta necesidad como causa, se amalgame con la renta lo que nada tiene que ver con ella? Si aquella ejecuta para no demorar la prestacion de auxilios necesarios, todo lo demas que abraza la pretendida y resuelta reforma del clero, no es de tal exigencia que no pueda la nacion seguir sin perjuicio alguno mientras aquella no se verifica. Efectivamente, ¿qué conexion tiene la guerra civil, por mas que se quiera culpar al clero, con la autoridad del sumo Pontífice, el respeto justísimo que á éste tributamos los Obispos, y el orden actual gerárquico del clero español, para que con la mayor actividad se haya tratado de todo esto, si como de su urgentísima resolucion pendiera el término de la lucha, la felicidad de la patria y la salvacion de las nuevas instituciones? ¿Por ventura la Iglesia con su gobierno se opone á estas, cuando desde su funda

cion ha sabido vivir en toda clase de gobiernos? Lo que considerado el temple de los españoles y su acendrado catolicismo, en que funda la obediencia á la Iglesia, pudiera influir para que peligrase la patria, es el nuevo y estraordinario ejemplo de que la autoridad temporal haya resuelto esta tan delicada materia, y se ocupe de la reforma, que no es absolutamente necesaria; pero aunque lo fuera, la autoridad temporal no es á quien compete realizarla.

Supone el Obispo por un momento que la necesidad de la reforma es absoluta y tan exigente, que de diferirla deban temerse los mayores males; en este caso dado, no hay en la Iglesia autoridad para verificarla, sea en la parte ó en el todo? ¿Tan mal la constituyó nuestro Redentor, el sábio por esencia, que no proveyó de quien la gobernara, celara y arreglara? ¿Lo que en todas las clases de la sociedad se verifica como condicion indispensable faltó en la Iglesia? ¿Lo que en el cuerpo humano, criado y formado por aquella suprema mano, está tan bien dispuesto y organizado, no pudo el Señor establecerlo en su amada Esposa la Iglesia, cuerpo mís tico, dechado de las obras de la Omnipotencia? Nacida entre tiranos, y luchando con ellos por espacio de siglos enteros, se gobernó por sus leyes, que la dictaron los que fueron sucediendo al supremo Legislador y á san Pedro: cuando el divino Salvador, estendiendo su misericordia, llamó á los Príncipes del siglo para que se filiasen bajo la bandera de la santa Cruz, esta se colocó sobre las coronas imperiales, y aquellos se gloriaban de ser contados en el número de los hijos de esta piadosa y fecunda Madre, la miraron respetuosos y la protegieron sumisos. Fueron suscitándose despues en la Iglesia doctrinas nuevas, opiniones heterogéneas, y hasta hijos tuvo que combatieron á su madre; esto promovió el cambio de la primitiva lucha. Ya no se trataba de ofrecer materialmente el incienso á los ídolos, pero

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