Imágenes de páginas
PDF
EPUB

274

EL PADRE JUAN DE MARIANA. Gran Capitan se inclinaba á acometer á Modon, y le -parecia la empresa fácil. La resolucion fué que echasen los turcos de Cefalonia, isla que boja ciento y cincuenta millas, y tiene á la parte de poniente uno de los mejores puertos del mundo. Está puesta entre las islas de Corfu y Zante, en frente de la boca del golfo de Lepanto. Hízose así, y partidos los franceses de Zante con color que no les pagaban, los demás se pusieron sobre San Jorge, el pueblo mas principal de Cefalonia. Tenia dentro trecientos turcos, gente escogida, que se defendieron con mucho esfuerzo, y en el combate que se dió el mismo dia que asentaron sus estancias algunos de los fieles quedaron heridos, y el lugar no se pudo entrar. El tiempo era muy áspero; así, el cerco se prolongó algunas semanas hasta tanto que un dia, que fué vigilia de Navidad, se dió al lugar un muy bravo combate, con que se entró en espacio de una hora. Murieron en él ciento y setenta turcos, y cincuenta que se hicieron -fuertes en una torre al fin se rindieron á merced del Gran Capitan. El primero que entró en el lugar fué el capitan Martin Gomez, y aunque le hirieron al entrar, -peleó muy bien con los turcos y los echó del portillo que guardaban. Fué aquella isla de Leonardo Tocco, griego de nacion; á un hermano deste la quitaron los venecianos los años pasados y la dieron al Turco. Al -presente el Gran Capitan la dejó á aquella señoría á causa que cae muy lejos de España y era muy á pro-pósito para las armadas de venecianos, especial despues que Modon se perdió. Con tanto el Gran Capitan lo mas presto que pudo dió la vuelta á Sicilia; y aunque por ser el tiempo tan recio algunas naves se derrotaron, con la mayor parte llegó á Siracusa, donde despues se el recogió lo demás de la armada. Los venecianos por servicio que el Gran Capitan hizo á aquella señoría, le -enviaron á Sicilia título de gentilhombre de Venecia, y un rico presente de vajilla y telas de precio. El presente envió á su Rey sin tomar para sí cosa alguna, contento con la honra que ganara y la que de nuevo le hacia aquella ciudad. Todo esto pasaba á tiempo que el duque Valentin, despues que en Roma mató malamente á su cuñado don Alonso de Aragon, duque que era de Viseli, vuelto á la guerra, andaba muy pujante en la Romaña, en que Pesaro y Arimiño sin ponerse en defensa se le rindieron. Faenza hizo grande resistencia con favor de Juan de Bentivolla y por su contemplacion. Estaba apoderado de Boloña, y porque no le hiciesen guerra, queria entretener al Duque fuera de su casa. Asimismo el Papa sentenció este año en favor del divorcio que Ladislao, rey de Hungría, los años pasados hizo con doña Beatriz de Aragon, mujer que fué primero de Matías, predecesor de Ladislao, y hija de don Fernando el Primero, rey de Nápoles, y por lo misLadislao mo sobrina del rey Católico. Hecho esto, casó con Ana, hija de Gaston de Fox, señor de CandaJa, que era sobrina tambien del rey Católico, nieta de la reina doña Leonor de Navarra, su hermana.

CAPITULO VIII.

Del casamiento del rey de Portugal.

él

De cuatro hijas que los Reyes Católicos tuvieron, quedaba la infanta doña María por poner en estado, que era

la menor de todas. Pretendíala el rey don Fadrique
para su hijo el duque de Calabria con intento de ase-
gurar con este nuevo deudo aquel su reino, que andaba
en balanzas. Pedíala asimismo el rey de Portugal, ma-
güer que estuvo casado con su hermana. Este casa-
miento parecia mas á propósito, bien que la dispensa-
cion era dificultosa por ser en primer grado de afini-
dad. El Papa, que en otras cosas era liberal, en esta se
mostraba tibio con color que de parte del rey de Fran-
cia se hacia instancia que no la diese. Decia que no
vendría en dalla si el rey Católico no le aseguraba de
cualquier mal y daño que por esta ocasion se le pudiese
recrecer. Andaban estas práticas, demandas y respues-
tas muy á la larga, en que se gastó harto tiempo. El
rey Católico pretendia que el duque de Calabria casase
con su sobrina la reina doña Juana, viuda del rey don
Fernando el Segundo de Nápoles, la cual se quedó en
aquel reino; su padre la dejó dotada en cuatrocientos
mil ducados. El rey don Fadrique venia en este casa-
miento, que le estaba bien para no pagar dote tan gran-
de; pero queria que en caso que se hiciese, el rey Ca-
tólico le recibiese debajo de su amparo. En esto no ve-
nia el rey Católico por las práticas que sobre aquel reino
tenia movidas con Francia; las cuales, luego que estu-
vieron para concluirse, como se concluyeron, aunque
el rey don Fadrique venia llanamente en aquel casa-
miento, no quiso el rey Católico que se hiciese. Queria
otrosí el rey don Fadrique asegurarse de la parte de
Francia, y ofrecia grandes partidos para apartar aquel
Rey de la pretension de Nápoles. El Francés pedia que
para seguridad de la concordia le diese el castillo de
Gaeta y que su hijo fuese á estar en su corte y casase
con Germana, hija del señor de Narbona, ó con una
hermana de monsieur de Angulema; demás desto, que-
ria le diese un millon de presente, y veinte y cinco mil du--
cados de tributo cada un año; todas condiciones muy
pesadas, y que aquel Rey no las quiso otorgar, dado
que venia en dar el millon que se pedia. En fin, ninguno
destos casamientos se concluyeron; el Papa última-
mente vino en dispensar en el casamiento de Portugal.
En Granada por el mes de agosto se celebró el desposo-
rio de la Infanta. Don Alvaro de Portugal hizo oficio
de procurador por su Rey; no se hicieron por ende fies-
tas ni otra ceremonia ni demostracion alguna. En
aquella ciudad, á los 12 de setiembre, acordaron los
Reyes que el dia de Santa Lucía todos los años se diese
á los marqueses de Moya la copa con que el Rey be-
biese, en memoria de que en tal dia don Andrés de Ca-
brera, primer marqués de Moya, les entregó los tesoros
del rey don Enrique, que él tenia en su poder en los al-
cázares de Segovia; servicio que despues de Dios fué
gran parte para que quedasen con el reino. Acompaña-
ron á la Infanta hasta Portugal don Diego Hurtado de
Mendoza, arzobispo de Sevilla y patriarca de Alejan-
dria; y á la sazon le dieron el capelo y se llamó carde-
nal de España como su tio, y era hermano del conde de
Tendilla. Fueron asimismo en compañía de la Infanta
el marqués de Villena y otros muchos señores. Salió á
recebilla hasta la raya el duque de Berganza, si bien
andaba desabrido por el mucho favor que el rey don
Manuel hacia á don Jorge de Portugal, ca le hizo duque

su

de Coimbra, y le casó con doña Beatriz de Melo, hija de don Alvaro de Portugal, y doña Filipa de Melo, mujer. Iban con el duque de Berganza otros muchos señores. La entrada en aquel reino fué un mártes, á 20 del mes de octubre, y á los 30 del mismo mes se celebraron en el alcázar de Sal, villa en que el Rey la esperaba, las bodas con grandes fiestas y regocijos. Fué este matrimonio muy fecundo en generacion, y nacieron dél muchos hijos, como se señalará en sus lugares. Poco adelante se concertó y casó la princesa doña Margarita con Filiberto, duque de Saboya, señora poco dichosa en casamientos, pues tambien este marido le vivió poco tiempo. El soldan de Babilonia se mostraba estar sentido contra los Reyes Católicos por la guerra que hicieron á los moros de Granada. Temíase no maltratase los cristianos que vivian en aquellas provincias é impidiese la romería que se hacia á la casa santa de Jerusalem. Determinaron envialle una embajada para dalle razon de todo. Para esto escogieron á Pedro Mártir de Angleria, su capellan, de nacion milanés. Hizo él prudentemente aquel mandado, y alcanzó del Soldan todo lo que pidió. En ida y vuelta gastó un año; hicieronle dean de Granada. Allí los años adelante falleció, y se mandó sepultar puesto en una silla con una casulla hecha de una ropa rica que le dió el Soldan. Escribió décadas de la guerra de Granada y de su embajada y del descubrimiento de las Indias, mas verdaderas que elegantes.

CAPITULO IX.

De los capitanes que se nombraron para la empresa de Nápoles.

Suspensas estaban todas las provincias y con cuidado del fin que tendria la empresa nueva de Nápoles y la guerra en que se empeñaban las fuerzas de España y de Francia en perjuicio del rey don Fadrique y para despojalle de aquel reino noble y rico. El rey Católico desde Granada envió al Gran Capitan aviso desta resolucion, 1.o de marzo del año 1501. En consecuencia le mandó desistiese de la guerra contra el Turco, y do quiera que se hallase volviese luego con su armada al puerto de Mecina. Poco despues le envió título de su lugarteniente en los ducados de Pulla y de Calabria. Para hacer rostro al Turco negoció que el rey de Portugal enviase su armada á aquellas partes, como lo hizo, y por capitan don Juan de Meneses, su mayordomo mayor y conde de Taroca, que intentó de camino apoderarse del puerto de Mazalquivir, junto á Oran; y como no pudiese salir con ello, pasó adelante, y sin hacer nada de la isla de Corfu, dió la vuelta á Portugal. Lo mismo se trató con el rey de Francia, que enviase su armada contra los turcos; mas él por otra parte para la empresa de Nápoles nombró por su general á Luis de Armeñac, duque de Nemurs y conde de Armeñac y de Guisa. No quiso dar este cargo á Luis de Lucemburg, conde de Lini, que mucho le pretendia, porque no fuese ocasion de alguna revuelta á causa del derecho que pensaba tener al principado de Altamura por estar casado con hija de Gisota, la hija mayor de Pirro de Baucio, á quien por causa de la guerra de los Barones el rey don Fernando el Primero despojó de aquel estado, y le dió

á su hijo don Fadrique, que casó segunda vez con doña Isabel, hija menor del mismo Pirro. El duque de Nemurs se entretuvo en Francia. Por esto el señor de Aubeni, que ya era gran condestable de Nápoles, movió desde Lombardía con la gente francesa la vuelta de Nápoles; en su compañía el conde de Gayazo, persona principal y forajido de Nápoles. En esta sazon fué por embajador á Roma, en lugar de Lorenzo Suarez, Francisco de Rojas, que era un caballero muy sagaz. Acerca del Emperador hacia el mismo oficio de años atrás don Juan Manuel, persona de mucha cuenta, aunque algo bullicioso. En la corte de Francia todavía residia Juan Miguel Gralla; y Juan Claver era embajador del rey Católico en Nápoles. Acudió el Gran Capitan á Mecina con su armada conforme al órden que tenia. De allí pasó á Palermo para dar órden con el virey Juan de Lanuza en recoger la gente y dinero que pudiesen en aquella isla para ayudar á la nueva conquista, en fin, para dar traza en todo. No faltaron repuntas entre los dos como ni el tiempo pasado, que el mandar no sufre superior ni aun igual; pero al fin se allanaron al servicio de su Rey, y el Gran Capitan, recogido el socorro que pudo, en breve dió la vuelta á Mecina, do se juntaba la masa de toda la gente. Tenia el Gran Capitan en la Pulla el ducado de Monte de Santangel por gracia que dél le hizo el rey don Fadrique cuando, acabada la guerra pasada, hizo merced á muchos caballeros italianos y españoles que le sirvieron de diversos estados. Acordó antes que se diese principio á aquella conquista enviar á Nápoles al capitan Gonzalo de Foces para que le excusase con aquel Rey, y en su nombre renunciase la fidelidad que por aquella merced le habia prestado, y juntamente le restituyese aquel estado. Dióle el Rey por libre, y no quiso admitir la renunciacion, antes dijo que le daba el estado, y quisiera fuera mayor por lo mucho que su persona merecia, con condicion empero que desde aquellos castillos no le hiciese guerra ni dañase á sus vasallos. Con esto y con el aviso que sus embajadores le enviaron de España, que el rey Católico no le queria acudir en manera alguna, acabó de entender el rey don Fadrique cuán cerca y cuán cierta le estaba su perdicion. Volvíase á todas partes, y no hallaba ni en los suyos lealtad, ni en su reino fuerzas, ni en los de fuera arrimo ni esperanza. Acordó enviar á su hijo don Fernando á Taranto, que es plaza muy fuerte en lo postrero de la Pulla y de Italia; y aun se decia le enviaba á la Belona para solicitar el socorro que pretendia del Turco para contra aquella tempestad. Juntó otrosí la gente que pudo, que eran ochocientos hombres de armas y cuatro mil infantes; mandó fortificar á Capua, donde puso á Fabricio Colona y don Hugo de Cardona con docientos hombres de armas y mil y seiscientos infantes. El Gran Capitan, como quier que era tan diestro y considerado, advirtió que aquel asiento entre los dos reyes no podia ser durable, así por la condicion de los franceses, que es altiva, como por dificultades que forzosamente se ofrecerian en aquel repartimiento; además que el mando é imperio nunca sufre compañero, ni un reino puede sufrir dos señores. Parecióle que importaba mucho apresurarse para ganar por la mano á los franceses que no le pudiesen estorbar su

todo lo que en el repartimiento de aquel reino les pertenecia. Tras esto luego pusieron los ojos en lo demás, porque ¿quién podrá enfrenar la gente de guerra? Quién poner tasa á la codicia de mandar? En Castilla por este tiempo hobo grandes diferencias entre doña María Pacheco, condesa de Benavente, y el conde don Alonso de Pimentel, su hijo, sobre la tutela y casamiento de la marquesa de Villafranca, nieta de la Condesa. Pretendian este casamiento los duques del Infantado y de Alba para sus hijos, y el mismo conde de Benavente, tio de la doncella, para sí. En fin, despues de muchas demandas y conciertos, acordaron que dona Beatriz, hija de la Condesa, casase con don García de Toledo, hijo mayor del duque de Alba; y con don Pedro de Toledo, hermano de don García, casase la Marquesa, y así se hizo.

CAPITULO X.

Descripcion del reino de Nápoles.

Luego que los franceses se apoderaron de Nápoles, resultaron nuevos debates, como era necesario, entre españoles y franceses sobre algunas provincias de aquel reino que no venian expresadas en el repartimiento. Estas eran la Capitinata, la Basilicata y el Principado de aquende y de allende. Los franceses iban tan resolutos en sus cosas, que sin hacer ningun comedimien to á los confederados, enviaron un hijo del conde de Ca

ta, hiciese alzar las banderas por Francia; y sobre el

conquista. Dióse grande priesa, y envió la mayor parte del armada á las costas de la Pulla, y por general á don Diego de Mendoza para estorbar que los turcos no pasasen al reino. La de Portugal no le acudió en tiempo conforme al órden que llevaba. Con la otra parte de la armada envió á Nápoles á Inigo Lopez de Ayala con órden que llevase en ella la viuda doña Juana, reina de Nápoles, á Sicilia. El rey don Fadrique la dejó ir por verse tan apretado, si bien no queria antes venir en ello para con esta prenda mover al rey Católico, su tio, á que los ayudase. Pasó el Gran Capitan el faro de Mecina con su génte, que eran trecientos hombres de armas y otros tantos jinetes y tres mil y ochocientos infantes. Sin estos el embajador de Roma le envió otros seiscientos españoles, de los que en la Romaña sirvieron al duque Valentin. En Sicilia al tanto quedó órden que de la tierra le enviasen otras cuatrocientas lanzas escogidas. Con esta gente allanó lo de Calabria en breves dias, que fuera de Girachi y Santa Agata, plazas muy fuertes, todos los demás lugares alzaron banderas por España. Pasó la gente española á Calabria á los 5 de juJio; y á los 8 los franceses por la via de Roma entraron en el reino de Nápoles. Todos los lugares se les rendian sin ponerse en defensa hasta llegar á Capua, sobre la cual se pusieron. En el Abruzo no hobo mas defensa que en lo demás; todo se allanaba á los franceses que fueron por aquella parte. Pudiérase Capua defender mucho tiempo, si no fuera que el conde de PaJena, natural de aquella ciudad, dió entrada á los fran-pacho para que en aquel estado, que es en la Basilicaceses, que pusieron á saco la ciudad y prendieron á Fabricio Colona y don Hugo con todos los demás capita-principado de Melfi, que está en la misma provincia, nes que en ella se hallaron. Llegó esta nueva á Nicastro, do el Gran Capitan se estaba, á los 29 de julio, que le fué ocasion de apresurarse para tomar el castillo de Cosencia. Hízolo así, y dejó en guarda de aquella ciudad á Luis Mudarra, y por gobernador de Calabria nombró al conde Ayelo con intento de partirse para la Pulla allanar aquella provincia antes que los franceses acabasen con lo de Nápoles. En lo demás halló poca dificultad, que todos los pueblos á porfía se le rendian. Ultimamente, se puso sobre Taranto, do se tenia el duque de Calabria, en sazon que ya Nápoles estaba en poder de franceses. El duque Valentin, apoderado que se hobo de Faenza en la Romaña, y en la Toscana de Pomblin, vino á servir en esta jornada al rey de Francia, cuyo tan servidor se mostraba, que se llamaba don César Borgia de Francia, y en el cuartel principal de sus armas traia las flores de lis; por el contrario, se mostraba del todo averso de España. Concertaron los generales franceses con el rey don Fadrique por fin de julio les rindiese á Nápoles y Gaeta con sus castillos, demás de sesenta mil ducados en que le penaban para los gastos. Que con esto le dejarian ir con su tesoro y criados á Iscla, con término que le señalaron de seis meses para que dentro dellos determinase de su persona lo que por bien tuviese, y se fuese á la parte que mas le agradase. Todo se ejecutó como lo concertaron. Recogióse aquel Rey con su mujer é hijos á aquella isla; en su compañía le reina de Hungría y la duquesa de Milan. Alli acudieron Próspero y Fabricio Colona, ya rescatados por dineros. Con que los franceses quedaron apoderados de

se concertaron con aquel Príncipe, y aun el rey de Francia tenia hecha donacion de aquel estado á Juan Jacobo Trivulcio. Salieron otrosi de prision algunos señores que tenian presos los reyes de Nápoles, y entre ellos Juan Bautista Marzano, á cabo de casi cuarenta años de prision; el cual con ánimo denodado intentó de apoderarse del principado de Rosano que fué de su padre en Calabria. Lo mismo hizo Luis de Arsi, capitan del rey de Francia, que con poder del señor de Lini hizo alzar por él en la Pulla el principado de Altamura; que eran todas ocasiones de desabrimientos y gana de venir á las puñadas. Tratóse de atajar estos desgustos, primero con el señor de Aubeni, y despues con el duque de Nemurs, que llegó acabada la guerra y tomada Nápoles. Acordaron que en las provincias en que no habia duda ninguna de las partes se entremetiese en lo de los otros; y sobre las provincias que se dudaba, en tanto que la diferencia se determinase, los lugares que tuviesen alzadas banderas por Francia alzasen juntamente las de España y al contrario; en el gobierno y rentas dieron asimismo órden, que poco se guardó. Para que mejor se entienda esta diferencia y por cuál de las partes corria la justicia será bien hacer una breve descripcion del reino de Nápoles y de sus partes. El reino de Nápoles comprehende toda la tierra que desde Tarracina 6 Fundi, que están á las riberas del mar Mediterráneo, y desde el rio Truento, que descarga en el golfo de Venecia, corre hasta los postreros términos de Italia. Corta este reino por medio, como todo lo restante de Italia, el

monte Apenino, que se desgaja de los Alpes. Luego que se entra en el reino, á manderecha de aquel monte hácia nuestro mar está la parte mas principal de todo él, que se llama Campania ó tierra de Labor, de los liborios, pueblos antiguos. Allí están Gaeta, Nola, Capua y la misma ciudad de Nápoles, cabeza de las demás y de todo el reino. Antiguamente todo lo que hay desde el rio Tibre á Nápoles se llamaba Campania; al presente la tierra desde Roma hasta la raya de aquel reino se llama Marema. A mano izquierda está el Abruzo, que comprel:ende muchas de las naciones antiguas, es á saber, los sa binos, do está Ascoli; los marrucinos, donde está Teate, y los pelignos y vestinos, donde caen las ciudades del Aguila y de Sulmona; los marsos en que está el lago Fucino, y el ducado de Tagliacozo y parte de los samnites, pueblos muy nombrados en la historia romana, tendidos hasta lo de Campania. Los mas modernos dividen el Abrazo en el de aquende y el de allende por el rio de Pescara, que pasa por medio, y es aledaño de las dos partes. Estas provincias se adjudicaron en la particion al rey de Francia. En el mismo lado del Abruzo mas adelante está la Pulla, que se divide en la Capitinata y tierra de Bari, que tiene muchas ciudades, entre las demás Trani y Monopoli, y tierra de Otranto, que corre desde Brindez hasta Taranto, ciudad principal puesta en la postrera punta de Italia y en los confines de Calabria entre mediodía y levante. Por el otro lado, pasada Nápoles, entra el Principado, cuya cabeza es Salerno. Síguese hácia los montes la Basilicata, que fué Lucania antiguamente, y lo que se llama Calabria al presente, que antiguamente fueron los brucios, tendidos la mayor parte por las riberas de nuestro mar. Allí está Cosencia, ciudad la mas principal de Calabria, y Regio sobre el estrecho de Sicilia. Lo mas adentro se llamó Magna Grecia, á la parte que caen Rosano, Catanzaro y Cotron. Del principado pudo formarse con razon duda si se comprehende en Calabria. En lo de Basilicata corria la mis

aduana de los ganados de Pulla se cobró en aquella provincia; cuestion en que cada cual podrá sentir lo que por bien tuviere. Para nuestro propósito basta que de aquí tomaron asa y ocasion los españoles y franceses para venir á las manos y averiguar por el trance y filo de la espada lo que sus reyes nunca acababan de resolver por mucha instancia que se les hizo para que lo determinasen antes de venir á rompimiento. En que daban á entender que no se contentaban con la parte, y que cada cual de los reyes bastantemente se confiaba de sus soldados y fuerzas; pero á esto se volverá adelante. Por el presente, el rey don Fadrique despues que se pasó á Iscla, como quedó asentado, por la ma-' la satisfaccion que tenia del rey Católico, se concertó con el de Francia; con treinta mil francos que le prometió para sustentar su casa se fué á poner en sus manos y meter por sus puertas, y en su compañía su mujer é hijos y el cardenal Luis de Aragon, su sobrino. Su hermana doňa Beatriz, reina de Hungría, se quedó en aquella isla, que despues fué á Sicilia. Su sobrina doña Isabel, que fué casada con Juan Galeazo, verdadero duque de Milan, de allí se fué á Bari en la Pulla. Al tiempo que andaban estas inteligencias entre los dos reyes, don Fadrique y el de Francia, en Flandes se hacia grande instancia con el Archiduque para que él y su mujer viniesen á España á ser jurados por príncipes, como era de costumbre. Nació este año al Archiduque una hija, que se llamó Isabel. El Rey, su suegro, pretendia traelle á España para que aprendiese las costumbres de los naturales y para quitalle algunos siniestros que de sus criados se le pegaron como mozo. Mas ellos, acostumbrados á la libertad de Flandes y gobernallo todo á su voluntad, no querian que el Príncipe tuviese cerca de sí persona á quien debiese respeto. Fué para solicitar esta venida don Juan de Fonseca, obispo de Córdoba y capellan mayor de los Reyes; y de parte del rey de Francia se le hizo grande instancia pa➡! ra que pasase por su reino, como al fin lo hizo. De Es

ma razon, y así veo que los reyes venian en que se di-paña partió en una armada que se aprestó en la Coruña vidiesen estas provincias, dado que algunos pretendian que esta comarca, por estar en los montes que confinan con la Pulla y Calabria, no hacia provincia distinta de las dos, sino que la parte que caia hácia levante pertenecia á la Pulla, y la que caia hácia poniente á Calabria. Están en la Basilicata Melfi, Atela, Barleta y otras ciudades. La Capitinata es lo que desde el rio Fertoro, término del Abruzo, llega hasta el rio Aufido ó Lofanto. En esta parte está Manfredonia y el monte de Santangel y Troya. Quedóle este nombre de tiempo que los griegos poseian aquella parte de Italia, cuyo gobernador llamaron Catapan, y la provincia se dijo Catapania; de allí se formó el nombre que ahora tiene, y asimismo el nombre de capitan tan usado. No hay duda sino que aquella parte se contenia en la Apulia antigua, pues Ptolemeo el monte Gargano que allí está, famoso por el templo de San Miguel, le pone en Apulia, y los modernos siempre entendieron que la Pulla comenzaba desde el fin del Abruzo, y se dividia en las tres partes ó comarcas que ya quedan señaladas; y aun los autores que yo he visto siempre cuentan la Capitinata por una de las provincias de la Pulla; y siempre la

la infanta doña Catalina para casar en Inglaterra, como lo tenian concertado. Salió de Granada, do sus padres quedaron, con grande acompañamiento. Hízose á la ve→ la á los 25 de agosto. Pasaron con ella á Inglaterra don Alonso de Fonseca, arzobispo de Santiago, el conde y condesa de Cabra con otra gente de cuenta. Despues> que salieron del puerto cargó tanto el tiempo, que las naves se derrotaron, y dado que algunas llegaron al puerto de Antona en Inglaterra, las mas se recogieron á Laredo. Dende, á 2 de setiembre, siguieron su viaje, y con buen tiempo llevaron la Infanta á Inglaterra. Celebráronse las bodas con Artus, su esposo, en Londres muy solemnemente. ¡Cuán poco durará este gozo!› ¡Cuántos trabajos, inocente doncella, te quedan porpasar solo por la locura de un hombre desaforado! Este mismo mes concertó la reina doña Isabel que don Rodrigo Enriquez Osorio, conde de Lemos, casase su hija doña Beatriz de Castro con don Dionís, hermano' del duque de Berganza don Diego, é hijo del duque don' Fernando, el que mató el rey don Juan el Segundo de Portugal. Para facilitar este matrimonio los Reyes les hicieron merced de Sarria, Castro, Otero, villas á que

el conde de Lemos pretendia tener derecho. Por el mes de octubre en la ciudad de Trento se hicieron paces entre el César y el rey de Francia, cuya principal capitulacion fué que Cárlos, hijo del Archiduque, casase con Claudia, hija del Francés, casamiento que otras veces se trató y concertó, y al fin nunca se concluyó.

CAPITULO XI.

De la venida del Archiduque á España.

Las armadas que de Portugal y de Francia fueron á levante á persuasion del rey Católico en defensa de venecianos contra el Turco no hicieron cosa de momento. La de Portugal llegó á Corfu, y de allí en breve dió la vuelta. La de Francia pasó sobre la isla de Quio, que era de ginoveses, y sin hacer otra cosa mas de embarazar el tributo que de allí llevaba el Turco, padecieron de pestilencia y del tiempo y de enemigos tanta mortandad, que apenas de toda ella quedaron mil hombres. Acudieron á la Pulla, que cae cerca, do fueron muy bien tratados por orden del Gran Capitan. Los venecianos asimismo se recogieron, que traian veinte y cinco galeras mal armadas. Hizo mucho al caso para todo que el Turco este año no sacó su armada, que de otra suerte hallara poca resistencia. En España por una parte los Reyes Católicos pregonaron un edicto, por el cual mandaron que los moros que estaban esparcidos de años atrás por Castilla ó por Andalucía y se llamaban mudejares, ó se bautizasen ó desembarazasen la tierra; por otra parte, al fin deste año hobo algun ruido de guerra, que si no se atajara con tiempo, pudiera revolver el reino. Fué así, que el duque de Medinaceli don Luis de la Cerda, estando para morir, se casó con su manceba por legitimar un hijo que en ella tenia, por nombre don Juan. Pretendia suceder en aquel estado don Iñigo de la Cerda, hermano del Duque, cuyo hijo, llamado don Luis, casara con hija del duque del Infantado, que muerto el duque de Medinaceli, juntó su gente, y en favor de su yerno se puso sobre Cogolludo con intento de apoderarse de aquel estado. Pero el Rey le hizo avisar que derramase aquella gente, que siguiese su justicia y no le alborotase el reino, con apercibimiento, si no se reportase, que se pondria el remedio como mas conviniese. Hobo de obedecer el Duque, y don Juan quedó pacífico en el estado de su padre. Sosegados estos movimientos, se tuvo nueva que el Archiduque y su mujer venian por Francia, y que su llegada seria en breve. Fueron muy festejados por todo el camino; en Paris los recibieron con grande honra y fiesta; allí por entrambas partes, á 13 de diciembre, se juraron las paces que poco antes se concertaron en Trento, y el Archiduque hizo todos los actos necesarios para reconocer aquel Rey por superior suyo como conde de Flandes. La Princesa estuvo muy sobre sí para no hacer acto en que mostrase reconocer alguna superioridad al rey de Francia. De allí enderezaron su camino, y por Guiena llegaron á Fuente-Rabía, á los 29 de enero del año de nuestra salvacion de 1502. Estaban allí para recebillos por orden de los Reyes Católicos el condestable de Castilla, el duque de Najura y el coude de Treviño, su hijo,

y con ellos el comendador mayor don Gutierre de Cárdenas. Para muestra de mayor alegría y que la gente estuviese para recebillos mas lucida, se dió licencia para que los que podian traer jubones de seda sacasen tambien sayos de seda, y aun se dió á entender que holgarian los reyes que los que se vistiesen de nuevo hiciesen los vestidos de colores, que todo es muestra de la modestia de aquellos tiempos. En principio deste año casó Lucrecia de Borgia con el hijo heredero del duque de Ferrara; llevó en dote cien mil ducados, sin otras ventajas y lugares. Los príncipes de Vizcaya llegaron á Búrgos, á Valladolid, Medina, y por Segovia pasaron los puertos y llegaron á Madrid; los reyes del Andalucía y de Granada, do asistian, por Extremadura vinieron á Guadalupe. Allí hicieron merced al duque Valentin por ganalle para su servicio, y por contemplacion del Papa, de la ciudad de Andria con título de príncipe y de otras muchas tierras en el reino de Nápoles. Tratóse otrosí que los reyes el Católico y el de Francia acomodasen de rentas y vasallos al rey don Fadrique y á su hijo. Llegaron los reyes á Toledo á los 22 de abril. Hicieron asimismo en aquella ciudad su entrada los príncipes á 7 de mayo, ca por indisposicion del Archiduque se detuvieron algunos dias en Olías. Allí fueron jurados sin dificultad alguna en presencia del Rey y de la Reina por príncipes de Castilla y de Leon en la iglesia mayor de aquella ciudad, á 22 de aquel mes. Halláronse presentes el cardenal don Diego Hurtado de Mendoza, el arzobispo de Toledo con otros muchos prelados, el condestable don Bernardino de Velasco, los duques de Alburquerque, Infantado, Alba y Béjar, el marqués de Villena con otros muchos señores. Púsose por condicion que caso que sucediesen en aquellos reinos, los gobernarian conforme á las leyes y costumbres de la patria. Por este mismo tiempo que España por la venida destos príncipes estaba muy regocijada, en Inglaterra se derramaban muchas lágrimas por la muerte que sobrevino al príncipe Artus. Quedó la Infanta, su mujer, á lo que se entendió, doncella, dado que cinco meses hicieron vida de casados. Pero el Príncipe era de catorce años solamente y de complexion tan delicada, que dió lugar á que esto se divulgase y se tuviese por verdad. Enviaron los Reyes Católicos á Hernan, duque de Estrada, para visitar al rey Enrique de Inglaterra y tratar que la Princesa casase con el hijo segundo de aquel Rey; él empero ni restituia el dote de la Princesa ni acababa de efectuar aquel matrimonio, que fué despues tan desgraciado. Vino esta nueva de la muerte deste Príncipe en sazon que poco despues, es á saber, á 6 de julio, en Lisboa la reina doña María parió un hijo, que se llamó don Juan, y vino á heredar como primogénito la corona de su padre; grande y valeroso príncipe que fué los años adelante.

CAPITULO XII.

Que el duque de Calabria fué enviado á España. Púsose el Gran Capitan sobre Taranto los meses pasados, como queda dicho; hallábase dentro asaz fortificado el duque de Calabria. Todavía el mismo dia que asentó su campo trataron de tomar asiento; y al fin el

« AnteriorContinuar »