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juegos, en latin llamados ludi, fueron inventados
primeramente de los lidios, provincia de Asia la Me-
nor, de donde esta voz se derivó, como lo afirman Ter-
tuliano en el libro de Espectáculos, cap. 5, Isidoro, li-
bro vui de las Etimologías, cap. 16; y dellos lo toma-
ron otros como cosa que no tiene duda; antes Nonio Mar-
celo, de parecer de Varron, siente que la palabra latina
ludii, que significa los que hacen los juegos, es como
si dijésemos lidii, á los cuales Livio en la Década 6, li-
bro vi, llama ludiones. La misma derivacion desta voz
toca Valerio Máximo, lib. 1, cap. 1.°, donde tracta de
la costumbre de los juegos; y pasando adelante, los es-
pectáculos generalmente se pueden dividir en escénicos
y gímnicos. En los escénicos se comprehenden las co-
medias y tragedias, mimos, pantomimos, archimimos,
con toda la demás jarcia de representantes, los cuales
en latin se llamaron histriones de Histria, provincia de
donde primeramente fueron traidos á Roma, de los
cuales no consta si solamente representasen callando
con meneos y movimiento del cuerpo, pues muchos
les quitan las palabras dándoles meneos deshonestisi-
mos, de los cuales parece que habla Casiódoro en el
lib. iv de las Epistolas. En la epíst. 1.aá Simaco, donde
hablando del teatro, á estos, dice, se añaden las manos
muy parleras de las orquestas, los dedos habladores y el
callar que da voces, la representacion callada y sin pa-
labras. Pero Celio, en el lib. vi, cap. 5.o, á Polo histrion,
da voz y lágrimas cuando en lugar de los huesos de
Oreste sacó en brazos la urna de su hijo poco antes di-
funto, sacada entonces del sepulcro, en lo cual no me
parece que hay mucho que reparar, ora sintamos de
la una ó de la otra manera, pues extendida la significa-
cion de aquella voz, entiendo se llamaban histriones,
ansí los que con voz como los que con meneos del
cuerpo imitaban á las mujeres deshonestas ó personas do
olra suerte; lo cual entiendo tambien aconteció en la
voz de mimo, usada de los griegos. A la escena ó tea-
tro pertenecian los timelicos, de los cuales hay mucha
mencion en las leyes de los emperadores, código de
Teodosio De scenicis, los cuales ayudaban á la represen-
tacion con el canto, vigüelas, danzas y otros movi-

señar, que la libertad del teatro es una peste gravísi- | aquellos tambien se pretende deleitar el pueblo. Los
ma de las costumbres cristianas, y que acarrea al nom-
bre cristiano gravísima afrenta. Pluguiese á Dios que
nuestras palabras fuesen iguales al argumento que se
trata, para que cuantas son las fuerzas de la verdad,
tanto por nuestra diligencia se mostrasen y se entendiese
lo que esto importa; y no hay por qué perder la esperan-
za del buen succeso, dado que el caudal y erudición sea
pequeña, y que á esta pretension nuestra, demás de lo
dicho, dos dificultades se oponen á manera de cierto
bestion; la muchedumbre de los que pecan y la auctori-
dad de aquellos que dan favor á esta vanidad. Excusa sue-
le ser de la locura la muchedumbre de los locos, y por
este título tambien es perversa nuestra naturaleza que
favorece á sus apetitos y cobdicias, y cierra los ojos
por no ver su fealdad y la divina claridad que por los
ojos se entra; demás desto, no se quiere apartar fácil-
mente de aquellas cosas que traen consigo deleite, del
cual naturalmente somos muy amadores, principal-
mente si con velo de provecho y de honestidad se pro-
pone, que es aun mayor miseria. Ciega ciertamente la
mala costumbre los ojos, y lo que á cada paso se hace,
procuran algunos defenderlo, amigos de la libertad y
defensores della, grandes por cierto teólogos, como
cosa conforme á derecho y equidad, usando mal del
ocio y de las letras, á los cuales fácil cosa es impug-
narlos con el testimonio y auctoridad de los antiguos
teólogos, que no discrepan en esta parte, de los cuales
no creo se querrán apartar los teólogos de nuestra edad.
Todos estos trampantojos y apariencias de verdad es
razon que los descubramos. Sanar la locura de la mu-
chedumbre será mas dificultoso si no ayuda la públi-
ca auctoridad de aquellos á quien esto toca, conviene
á saber, los que gobiernan. A lo menos esto se sacará
de nuestro trabajo, que de aquí adelante á los teatros
donde se tractan cosas deshonestas vayan los que fue-
ren, y no de otra manera que á los bodegones á hurtar
ómatar, ó á las casas públicas de las malas mujeres, el
cual será fructo muy grande de nuestro trabajo, porque
conocida y descubierta la perversidad, no faltarán algu-
nos que se aparten del pecado, teniendo en mas su
salvacion que la torpeza del deleite, y no querrán á ojos
vistas correr á la muerte loca, arrebatada y miserable-mientos, á los cuales con razon podrémos llamar com-
mente.

CAPITULO II.

Varios géneros de espectáculos.

Habiendo pues tomado este asumpto de refrenar la mala y deshonesta licencia de los juegos públicos que se llaman espectáculos, parecióme ser conveniente primeramente declarar en breve qué cosa sea espectá culo y de cuán varios géneros de espectáculos usasen antiguamente. Espectáculo no es otra cosa sino un juego instituido públicamente para deleitar el pueblo; porque, dado que algunos juegos se instituyen y ordenan á mostrar la valentía ó para ejercitar las fuerzas, conviene á saber, en los que se contendia de las fuerzas y valentía, ó tambien se ordenan á la gauancia, en

pañeros teatrales, porque la voz de escénicos es mas uni-
versal y comprehende todos los representantes, los mi-
mos, los histriones y los timelicos. En los juegos gimui-
cos pondria yo y comprehenderia los que llamaban anti-
guamente agones, luchadores, corredores, cocheros, y
los que apuñeándose, tirando ó saltando contendian, á
los cuales pertenecen aquellos cuatro géneros de certá-
menes en tanta manera celebrados por los escriptores
griegos, conviene á saber, los olimpios, á los cuales en
Roma responden los capitolinos, los istmios, los fitios, los
nemeos, comprehendidos en aquel epígramma griego:
CUATRO SON LOS certámenes en GRECIA, CUATRO SACRADOS,
LOS DOS AMORTALES Y LOS DOS AINMORTALES.
JÚPITER, APPOLO, PALEMON Y ARCHEMORO, PREMIOS DELLOS,
AZEBUCHE, MANZANO, APIO, PINO.

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tada la escena, mas largo que ancho; en su plaza cerrada por todas partes era la pelea, y los agones primeramente fueron instituidos en honra de los muertos, cuyas ánimas creian haberse de aplacar con sangre humana, como lo dice Tertuliano, cap. 10; por donde en las obsequias de sus muertos sacrificaban hombres ó presos en la guerra, ó comprados á dinero; demás desto, eran dedicados á Saturno, y decíanse tambien cazas ó oficios, conviene á saber, hechos á los muertos, y en latin se llamaban munera. Lactancio en el lugar ya citado. En el teatro se hacian los juegos escénicos, conviene á saber, representaciones dedicadas á Vénus, como lo dice Salviano; Lactancio, á Baco. Los atribuye á entrambos Tertuliano, y no es maravilla por andar muy juntos el uno y el otro deleite; y es cierto que toda deshonestidad torpe y fea en aquellos lugares se ejercitaba, y el mismo Pompeyo Magno, el primero que edificó en Roma teatro estable y de piedra, edificó pegado un templo de Vénus, cubriendo disimulando la torpeza con pretexto de religion, lo cual en otro lugar se declara mas copiosamente.

Cierto Tertuliano en el libro de Espectáculos divide los juegos en los circenses, escénicos, agones y los juegos de los gladiatores, y con Tertuliano, conformándose Isidoro en el lugar citado de suso, distinguió los juegos en cuatro géneros, tomados de los lugares en que se hacian, diciendo el juego ó es gímnico ó circense ó gladiatorio ó escénico. En el gimnasio, del cual son dichos los juegos gimnicos, contendian entre sí los mancebos saltando, corriendo, luchando; en summa, el debate y pelea era de la grandeza y gloria de las fuerzas; llamábase gimnasio porque en él por la mayor parte peleaban desnudos, de donde esta misma voz de gimnasio, porque en él se ejercitaban los mancebos, se ha extendido á significar otros lugares donde las otras artes, principalmente las liberales, se ejercitan, por donde los gimnasios eran consagrados á la diosa Minerva, como lo dice Salviano en el lib. vì de Providencia, por estar persuadidos que aquella Diosa era la protectora de las artes. Los juegos circenses eran aquellos en los cuales los caballos uncidos de dos en dos, á imitacion de la luna, ó de cuatro en cuatro, á imitacion del sol, como lo dice Casiodoro en el lib. 1, epíst. 51, eran incitados á la carrera, los cuales saliendo del puesto, que Ilamaban cárcel, corriendo al derredor de las metas, contendian sobre la ligereza de los caballos y la destreza de los cocheros. El circo y los juegos circenses se dijeron de Circe, la cual fingian ser hija del sol (Tertuliano, cap. 4 de los Espectáculos), y fué la primera que instituyó aquellos juegos en honra de su padre. Pero Marco Varron, en el lib. iv, piensa haberse llamado ansí porque la pompa andaba cerca y al rededor de las metas y tambien de la misma manera corrian; lo uno y lo otro juntó san Isidoro. Demás desto, en medio de las metas se levantaba un obelisco á manera de saeta, adelgazando la punta y rematado en un globo puesto en 10 masalto á manera de llama que representaba el sol, al cual estaba consagrado el circo. Los mismos juegos circenses eran dedicados á Castor y Pollux, á los cuales haber dado Mercurio los caballos enseñan las historias; así debes emendar la letra de Isidoro, por lo cual Tertuliano dice por esta causa el mismo circo era de figura oval, y bolas en forma de huevos remataban lo mas alto de las metas, por haber nacido estos dioses de un huevo, como predicaba la gentilidad fabulosa. A Neptuno tambien eran dedicados los dichos juegos, como se saca de Lactancio, lib. vi, cap. 20, y de Salviano, por tenerle los antiguos por abogado de los caballos. Demás desto, Marliano, lib. v, cap. 10, de Ovidio y de Cornelio Tácito saca que los dichos juegos eran tambien consagrados á la diosa Céres; pero no declara la causa desto; del circo y de su edificio en el capítulo siguiente se hablará mas largo; ahora pasemos á los otros géneros de juegos. Los gladiatores peleaban en el anfiteatro ó entre sí ó con las bestias; algunas veces tambien las fieras peleaban unas con otras; el teatro tenia figura de medio círculo, puesto en la frente la escena ó tablado donde los juegos se hacian; el anfiteatro estaba compuesto como de dos teatros, qui

na,

CAPITULO III.

La fábrica del teatro y del circo.

Qué forma de edificio fuese la del teatro y del circo me pareció declarar en breve para que se tenga alguna noticia della cuando fuere necesario nombrarlos, lo cual por fuerza ha de suceder muchas veces en esta disputa: tratando del teatro se tratará tambien del anfiteatro por ser la fábrica casi la misma. Viniendo al propósito, el teatro era de forma circular, menos solamente la cuarta parte del círculo entero donde se levantaba la escela cual abrazaban los dos brazos del teatro, haciendo como frente á toda la obra puesta á los ojos de todos los que en el teatro estaban, la cual se dividia en la escena, que era como tienda ó cámara, de donde salian los representantes, y el proscenio ó púlpito, que era como tablado, donde las representaciones se hacian, y la orchestra mas abajo, la cual servia á los danzantes, dado que san Isidoro en el lib. xvi de las Etimologias, cap. 44, del púlpito y la orchestra hace una misma cosa, y no hay duda sino que estos nombres, por el abuso de los que escriben, muchas veces se confunden, extendiéndolos á significar cosas diferentes. De dos teatros, quitada la escena y ensanchados los lados, se componia el anfiteatro, que era como dos teatros juntados en uno ó dos visorios, como los llama Casiodoro, lib. v, epístola 42, mas largo que ancho y de figura oval y cierta rotundidad prolija, como la llama el mesmo auctor. Que muchos teatros de madera y hechos á tiempo haya habido en Roma como aquel decurion versátil y maravilloso de que Plinio habla en el lib. xxvi, cap. 15, se puede creer; mas el primer anfiteatro de piedra se hizo en Roma en el Campo Marcio, año de la fundacion de Roma de 725, á costa de Estatilio Tauro y á persuasion de Octaviano Augusto, del cual una grande parte se ve cerca de la iglesia de Sancta Cruz en Jerusalem á los mis

ca

mos muros de la ciudad; porque el otro anfiteatro nobilísimo en medio de la ciudad por haberse quemado el primero, Augusto le trazó y determinó que se hicie se; Vespasiano, como lo dice Suetonio en su vida, pítulo 9, le fabricó; pero la gloria de haberse acabado y dedicado ia obra, á Tito su hijo se dió, no á Domiciano como el vulgo siente, y ansí se han de entender los versos de Marcial en loa de aquella obra, lib. 1. La forma deste anfiteatro quiero declarar, porque á su semejanza los mas de los otros teatros y aufiteatros que en las otras ciudades se veian se edificaron, mudadas pocas cosas; y primeramente llamábase arena, por la que comunmente se solia echar para comodidad de los que peleaban, y tambien se decia cavea en latin por ser el lugar cóncavo, levantándose las paredes de todas partes tan altas, que apenas podian llegar los ojos, y tambien porque, como dice Marco Varron, lib. iv, en las casas se llamaba cavum la parte que en medio de las paredes se deja para comun uso de todos, el cual, si estaba techado, se llamaba testudo, si descubierto para recebir la luz, impluvio ó patio; desta manera entiendo yo las palabras de Varron. La anchura era tan grande, que cabian ochenta y siete milhombres, como lo ufirina Victor; si en pié ó asentados, no lo declara; en la plaza donde peleaban estaba fabricado un altar de Júpiter Laciar, y por debajo iban las madres hechas para recebir las aguas y vaciallas, las cuales se recogian de la lluvia ; en toruo de la obra y por adentro estaba un portal con muchas puertas, por donde las fieras ó los gladiatores salian; sobre el portal estaba una corniz á manera de ala ó de tejaroz con un corredor, desde el cual los senadores y los príncipes miraban, con sus baraudas ó rejas. Para mayor seguridad una fosa algunas veces se añadia al pié de la obra llena de agua para detener y apartar á las bestias fieras; sobre el corredor iban subiendo escalones mas anchos que altos, y esto para que cupiesen los piés de los de arriba, sin perjuicio de los que en el mesmo escalon estaban asentados; y á cierto intervalo y distancia entre estos escalones habia tres como cintas, que ceñian toda la obra, por lo cual les llamaron balteos, praecintiones y perizomata, conviene á saber, fabricados á la manera del primer corredor mas altos y mas anchos que los demás escalones, al pié de las cuales habia ciertos tránsitos, que llamaban vias, por las cuales se pasaba de un lugar á otro. Ansí entiendo á Tertuliano, cuando en el cap. 3.o dice llamaban vias los quicios de los balleos al derredor y lo que se sigue; y las diferencias de los populares hacia abajo hase de referir á ciertas escaleras menores, por las cuales, como yo creo, de la una cinta se bajaba hácia á la otra, y los intervalos ó espacios que habia entre estas escaleras se llamaban cúneos, por ser hacia abajo de figura mas angosta, los cuales cúneos solian señalar y repartir entre diversas maneras de personas, como caballeros, tribunos, soldados, de donde mirasen los juegos; demás desto, en la misma frente de aquellas cintas habia ciertas portecicas pequeñas, llamadas vomitoria, porque por ellas entruba y salia la gente por las bóvedas que estaban deba

jo de los escalones; rematábase toda la obra en un portal con sus verjas y cubierto en lo mas alto, desde donde el pueblo y las mujeres miraban ó estando en pié ó asentados en sus sillas; habia demás desto velos para el sol y ciertos ingenios de madera, que se encogian y se extendian para otros efectos, y como yo creo, para tender sobre ellos los toldos, y estaban fijados en lo mas alto del edificio; habia tambien ciertos agujeros á manera de caños, como se ve hoy en la juntura de las piedras en Roma, por ventura para orinar la gente ó para efecto que por ellos se colase el agua que lloviese; el corredor donde estaba el senado se llamaba orchestra, tomando el nombre de la que en la escena y teatro habia; el lugar donde estaban los caballeros llamábase equestria, donde el pueblo, popularia. Hasta aquí hemos tomado lo que se ha dicho de Justo Lipsio en el libro del Anfiteatro, mudadas algunas cosas; lo que se dirá del circo va tomado de Tertuliano y de Casiodoro, lib. 1, epíst. 50, de san Isidoro, y de otros dos circos hubo en Roma, el uno llamado Flamminio, del cual ningunas ciertas ruinas se señalan en Roma, el otro llamado Máximo, situado en el valle, para que á tan grande edificio hiciesen estribo los montes Aventino y Palatino, obra primeramente de Tarquino Prisco, como lo afirman Dionisio y Tito Livio; despues reedificado por César el Ditador, como lo dice Plinio, lib. xxxvi, cap. 15, en el mesmo lugar y sitio, de tres estadios en largo, de uno en ancho, dado que con los edificios anejos era de cuatro bigadas, cabia ducientos y sesenta mil hombres, asentados; inmensa por cierto grandeza. Dionisio dice ciento y cincuenta mil; estaba toda la obra fuera de las puertas, cercada y como sustentada de portales, cuya bóveda era desigual, sustentada en columnas de madera, que hacian como tres naves; la mas alta era la de mas afuera; y fuera destos portales habia otro pegado por defuera, de bóveda igual, donde habia diversas oficinas en lo bajo y encima cámaras, por las cuales los que venian al espectáculo subian y entraban á los escalones del circo y estaban compuestos en esta forma: Subre el portal de dentro, en lo mas bajo, habia un corredor con sus verjas de la manera que en el anfiteatro queda dicho; despues por su órden se levantaban los escalones para sentarse con sus vomitorios, y el portal superior, remate de toda la obra, de donde miraba el pueblo; las cintas ó balteos con sus vias no hallo que estuviesen en el circo; pero sí bien una fosa llena de agua de dicz piés; por de dentro habia tambien doce puertas á la parte del norte, las cuales con cierto artificio todas juntas se abrian, y tenian ciertas almenas encima á manera de muralla, por donde se decia que iban á la villa los que iban al circo, como lo dice Varron en el lib. 1v. Ausonio en la epíst. 5., da á entender que eran trece las puertas del circo, pues habiendo hablado de muchas cosas que se ven en número senario, añade estas palabras: Cuantas puertas rechinantes por una parte abre el circo, excepto lo que está á la mitad del estadio. Junto á las puertas estaban las cárceles, que era el puesto donde salian los caballeros y los carros, habiéndoles

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y la gente popular que remataba la procesion, con la cual habiendo rodeado las metas y hecho nuevos sacrificios, todos se iban á sentar, cada cual segun el grado y dignidad que tenian. Luego despues desto, dada la señal, corrian con carros de dos ó de cuatro caballos, algunas veces de tres ó de seis, como se entiende de Casiodoro y de san Isidoro; iban delante caballos solos, en los cuales los ministros de aquellos juegos daban á entender acercarse el tiempo dellos, los cuales con maravillosa ligereza y grande maravilla de los que lo vian saltaban del suelo en los caballos, ó de un caballo se pasaban en otro, por donde eran llamados saltadores: algunas veces tambien hombres á pié en el circo contendian sobre quién eran mas ligeros, corriendo derecha mente de oriente á poniente, como lo dice san Isidoro, lo cual no sé cómo se pudiese hacer dentro del circo máximo corriendo el edificio de septentrion á mediodía, como arriba se ha dado á entender. Desta manera iban al circo y en él se celebraban los juegos llamados circenses. El aparato con que se iba al anfiteatro no lo hallo escripto; pero que fuese principal la nobleza y calidad de los juegos lo dan á entender, demás desto, las ceremonias que en los juegos teatrales se hacian; porque, hechos los sacrificios en el templo y celebradas las exequias de algun difunto, como lo da á entender Tertuliano en el cap. 10, entre las flautas y las trompetasiba la procesion de los que presentes estaban al teatro, llevando los capitanes de toda la compañía el designador y el arúspice ó adivino con sus litores ó maceros, lo cual da á entender Plauto en cierto prólogo. Cuál fuese el oficio del arúspice en aquellos juegos y exequias no lo alcanzó bien ; y por ventura era su oficio adevinar que el muerto era ido al cielo; ó en Tertuliano en lugar de arúspice se ha de leer aúspice, que era como el padrino y presidente en toda aquella ceremonia y honras que se hacian; ó era costumbre que para hacer aquellos juegos se usasen agüeros, que era el oficio del arúspice. El designador muchos entienden que era el maestro y presidente de los juegos; solo Justo Lipsio en el Anfiteatro contradice á este parecer, juzgando que el designador era el que distribuia los lugares á los que concurrian, al cual Marcial llama locario; pero maravillome que persona tan erudita no mirase en Ulpiano, ley 4.", de aquellos que se notan de infamia, llamarse designadores aquellos á los que los griegos llaman brabeutas, la cual voz sin duda significa el maestro de los juegos que daba los premios á los vencedores. Las mesmas palabras de Ulpiano son estas: los designadores, á los cuales los griegos llaman brabeutas, no hacer arte ridícula lo prueba Celso, porque no ejercitan arte, sino ministerio, y sin duda el tal lugar hoy por no pequeño beneficio le suele el príncipe dar. Habíaseme pasado de la memoria que los que corrian en el circo se distinguian con color y librea; los unos de verde, los otros de azul, como dice Casiodoro. Tertuliano pone cuatro, los dos ya dichos y el blanco y el rojo; pero la concordia es fácil de san Isidoro, porque los cocheros solo de los dos primeros colores usaban. Los caballos

hecho señal con un mantel, el cual tambien cuando le colgaban y extendian á la manera que entre nosotros las banderas de infantería, se daba á entender al pueblo que habia de haber juegos circenses. Destas partes y obras estaba rodeado todo el edificio; verdad es que en medio de todo el espacio ó estadio por el luengo tenia otros ornamentos, los cuales ninguno mejor que Tertuliano los señaló en el libro de Espectáculos, capítulo 4.°En primer lugar, de cada parte habia tres metas, por todas seis; Casiodoro dice siete, por ventura contando el obelisco que estaba situado en medio de las metas; terminábase cada una dellas en un globo de forina oval, y llamábanse los huevos de los Castores, á los cuales eran dedicados los juegos circenses, como queda arriba dicho. Al derredor de las metas corrian los caballos y se hacia la procesion; en medio del espacio estaba un obelisco consagrado al sol, de letras egipcíacas, esculpido, luengo ciento y treinta piés, con un globo por remate en forma de llama, como dice san Isidoro; y junto á él una capilla del sol, en cuyo caballete estaba la efigie del mismo sol, juzgando no deben consagrar debajo de techo al que tienen descubierto. Demás desto, habia otro obelisco menor consagrado á la luna, como dice Casiodoro, luengo ochenta y ocho piés; habia tambien otros ornamentos, una capilla de Vénus Murtia antes de las primeras metas, altares consagrados á muchos dioses, y en particular junto á las metas un altar del dios Conso debajo de tierra, dando á entender que los consejos, de los cuales era abogado, se deben encubrir. De Conso los juegos circenses se llamaban consualia, y no era razon que Conso, que era el mesmo que Neptuno, como lo dice Tertuliano en el cap. 5.° de los Espectáculos, faltase entre los otros dioses, siéndole á él dedicado todo aquel aparato de los juegos. Habia tambien varias columnas y la gran madre de los dioses. Con qué órden cada una destas cosas, no hay para qué las queramos adevinar; las imágenes de los delfines al borde del euripo entiendo estaban entalladas, pues Casiodoro dice el euripo representa la imágen del mar vedriado, donde allí los delfines marinos andan entre las aguas, si ya no quisiésemos decir que verdaderos delfines andaban nadando en el euripo ó fosa. No mas de la fábrica del circo; vengamos al aparato y pompa con que iban á aquellos juegos, de los altares y del templo. Habiendo ofrecido sacrificios, se iba á los juegos circenses cubriendo, conviene á saber, aquella locura con velo de religion, para pecar con mayor libertad. Iban delante los simulacros imágenes de los dioses, que llevaban á la manera que nosotros las cruces y pendones, como Lilio Giraldo lo trae de Plutarco en el Sintagma de los dioses gentílicos; seguíanse las andas donde llevaban las estatuas de los dioses ó sus reliquias hombres con coronas en las cabezas; coronas, dice Tertuliano en el libro de Corona militis, toman para llevar las andas con vestiduras y ropas rozagantes. Seguíanse los carros para los varones, y carrozas para las mujeres nobles; diversos colegios ó compañías de la ciudad, sacerdotes ó agoreros, magistrados, artifices M-11.

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eran de cuatro colores, con los cuales significaban y representaban los cuatro tiempos del año y los cuatro elementos, á los cuales eran consagrados los tales juegos y colores.

CAPITULO IV.

Del deleite de los sentidos.

que son enemigos del deleite la ambicion, la ira, la
avaricia; los demás vicios, hechos un escuadron, se apo-
derarán del alma. Dió Dios, criador y padre del género
humano, al hombre conocimiento y apetito, con los
cuales se mueve á obrar de su voluntad sin que nadie le
haga fuerza, de donde entre las demás pasiones, como
la tristeza nace de la adversidad, así de lá prosperidad,
cuando alcanzamos lo que deseamos, ó nos entretene-
mos con esperanza de alcanzallo, se engendra el deleite
como cierto reposo del alma cumplido el deseo y remate
de los trabajos; en el cual ingirió Dios grande suavidad,
ó por mejor decir, todo él es suavidad, para que fuese
como salsa y sabor, con cuyo gusto nos despertásemos
cumplir todos los oficios de la vida humana, por difi-
cultosos que ellos fuesen. De aquí viene que cuanto es
mas dificultosa la obra que se debe hacer, tanto es de
mayor deleite, como se ve en la generacion de los hijos,
porque no faltasen las especies y casta, haber mezclado -
en los cuerpos un ardentísimo deseo, con que el uno
sexo apetece al otro grandemente, para que se pudie-
sen engendrar y multiplicar los animales; la cual incli-
nacion y apetito como se vea en todos los animales, en el
hombre tiene mayores aguijones, y esto, ó por ser ma-
yor el conocimiento que el hombre tiene y la carne mas
blanda, ó para que la virtud, de la cual solo el hombre
es capaz, pelease con mas fuerte deleite como con ene-
migo doméstico; porque el que debe ser incentivo para
la virtud, y para este efecto fué ordenado por el Cria-
dor, si pasa de término, es muy cierta peste de la misma
virtud. Los demás animales, ciertamente fuera del de-
leite de la generacion y de la comida, ningun otro 6
apenas sienten, ó á lo menos á estos se refieren; las
operaciones y deleites de los otros sentidos miran para
apetecer las cosas de que se han de sustentar, oyen para
huir los peligros y poder juntarse; el odorato sirve para
la comida, porque la suavidad de las flores, de los otros
olores y drogas de todo punto no la sienten ni gustan
della; mas al hombre fuéle dado infinito deleite, el cual
se recibe por todos los sentidos, para que la virtud le
reprima cuando inclinase al vicio, pues la fornicacion,
adulterios y todas las maldades no con otro cebo, sino
con el deleite, se despiertan; mas hay diferencia, que
el demasiado deleite del manjar y de la carne se repre-
hende y se cuenta por vicio, pero no el deleite que por
los ojos, orejas y olfato se recibe, lo que ha sido á mu-
chos ocasion de yerro, pensando que de ver los juegos,
oir el canto y música, ninguna reprehension merece;
porque bien dice Aristóteles, aquellos solamente lla-
marse incontinentes, los cuales se dejan vencer del de-
leite del tacto, y usan sin medida del deleite carnal, y
procuran la delicadeza de los manjares, semejantes á
Filoxeno, el cual deseaba tener el cuello de grulla para.
deleitarse mas tiempo con el sabor del manjar; pero á
los que en ver ó oir no tienen medida, ¿quién llamará
intemperantes? La causa desto es porque los primeros
deleites son comunes á los hombres con los demás ani-
males, por los cuales el hombre degenera en la condi-
cion y naturaleza de las bestias, lo que no acontece en

Grande es el poderío del deleite y sus fuerzas increibles, porque dado que blando y halagueño, en poco tiempo, si no se usa de recato, vence y se apodera de todas las partes y potencias del alma, resuelve el vigor de las virtudes, y el alcázar, puesto en lo alto, la razon y entendimiento le derriba y despeña en todo género de vicios. Bien y sabiamente dijo Platon que el de-á leite aun á los hombres de gran corazon los vuelve de cera; de suerte que, á manera de cera blanda, se dejan vencer de los vicios y deshonestidad; y en otro lugar dijo que el deleite es yesca y cebo de todos los males, ni de parte alguna hay mayor peligro que de los deleites que nos cercan por todas partes. Así de todo tiempo vemos los que ni sus enemigos pudieron vencer, ni alguna injuria del calor, frio ó hambre quebrantar, haber sido vencidos y derribados miserablemente con el halago del deleite; porque ¿qué otra cosa trastornó á Salomon, persona de tanta sabiduría y bondad? Qué á Aníbal el Africano y á sus ejércitos hizo pudiesen ser vencidos del enemigo, sino los deleites y regalos de Capua? Los vinos y los convites de Campania vencieron al invencible; lo cual harto cosa clara es haber tambien acontecido á los romanos, que fueron siempre vencedores de las gentes, hasta tanto que gustaron las comodidades de Asia, y se corrompieron con los demás deleites de aquella provincia. Los cuales deleites, como dice Séneca en la epíst. 52, son muy semejantes á cierto género de ladrones, llamados por los egipcios filistas, los cuales abrazaban y besaban á los que querian matar, como tambien lo hizo Joab con Amasas, su contrario; ingenios de hierro el deleite como ablandados con el fuego los doma del todo y los quebranta; y como en el hombre no haya cosa mas excelente que la virtud, á este divino don no hay cosa tan contraria como el deleite, porque, dominando él, ningun poder tienen la temperancia, la fortaleza, la liberalidad y las demás virtudes, ni debajo de su imperio puede estar parte alguna de honestidad, siendo, como es, vicioso y acarreador de muerte, armas de aquel cuyo intento y oficio solo es vencer las almas de los hombres y ensuciallas con las manchas de los vicios. Es el deleite fabricador de muerte, y como Dios llama al hombre á la vida por trabajo y sudor, por estar la virtud situada en lugares ásperos y enriscados, así corremos á la muerte por deleites y suavidades; cierto al verdadero bien lleva el camino áspero, los males y vicios á la perdicion por bienes y deleites engañosos. Conviene pues huir todos los placeres y deleites de los sentidos como lazos, porque presos con aquella blandura, no vengamos nosotros y nuestras cosas á recaer en el señorío de la muerte. Si te venciere el deleite, serás vencido del dolor, trabajo, molestia, por

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