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CONTRA LOS JUEGOS PUBLICOS.

semos despertallos del sueño en que profundamente duermen, reducillos del furor á sanidad, y á la vida de la muerte, á la cual arrebatadamente corren. Cuántas sean y hayan sido las virtudes de nuestra nacion no es necesario relatarlo por menudo. Los estudios de la sabiduría y de la erudicion, comenzados con mas fervor que antes en tiempo de nuestros abuelos, florecen de manera, que en ninguna parte del mundo hay mayores - premios para la virtud y para las letras. El cuidado de la justicia ¡ cuán grande! Los mayores con los menores, y con estos los medianos, tienen trabados con cierta igualdad y compañía los magistrados, armados con leyes y autoridad. En la constancia de la religion católica, en el tiempo que entre las otras naciones todas las cosas sagradas se alteran á casa paso, nos señalamos entre todos. Entre nosotros florece el consejo; en las otras provincias nuestras armas han penetrado grande parte del mundo. Grande é invencible es el ánimo de nuestra gente; los cuerpos con la manera de vida áspera y por beneficio de la naturaleza son sufridores de trabajo y de hambre, con las cuales virtudes se han vencido grandes dificultades por mar y por tierra, y despues á lo menos de haber juntado con lo demás á Portugal, terminado el imperio con los mesmos fines de la redondez de la tierra, lo cual rogamos á Dios y á todos los sanctos que están en el cielo sea para mayor felicidad y perpetuo. Pero muchas cosas hacen temer no hayamos de caer en un momento desta cumbre de bienandanza, que plegue á Dios no sea así. Primeramente no ignoramos cuán grande sea la inconstancia de las cosas humanas; ya con su peso y grandeza trabaja España y se va á tierra. Tales son las mudanzas de las cosas humanas; somos afligidos con la mudanza de la fortuna ó de fuerza mas alta; en breve momento se muda el imperio en servidumbre, y en desventura la felicidad, y es negado á las cosas muy altas que permanezcan mucho tiempo. Demás desto, la envidia que las otras naciones nos tienen es grande, nacida ciertamente de la grandeza del imperio y poder, muy cierto compañero de la grandeza y majestad; pero, si es lícito decir la verdad, aumentada grandemente por la avaricia de los que gobiernan y por la aspereza de las costumbres de los nuestros y de su arrogancia. Puédese temer que estando nosotros descuidados, y ninguna cosa menos pensando, los de cerca y los de léjos, principalmente ofrecida ocasion, se alcen para sacudir el yugo, que ellos tienen por tiranía mas pesada que la misma muerte. Grandes son estos peligros; ¿quién lo niega? quién no lo ve? pero lo que yo mas temo es á los vicios y torpezas (los cuales como hecho un escuadron han conspirado) que no acarreen la muerte á los mismos que los siguen. Sabemos que muchas veces reinos muy floridos han perdido en paz las riquezas ganadas en guerra, y que muchas veces ha sido cosa mas fácil á los grandes príncipes vencer los enemigos en guerra que mantener y gobernar en paz la república. Creo porque en el peligro se despierta la industria; en tiempo de paz reina el ocio y con él sus compañeros, la corbardía, deshonesti

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dad, injuria, avaricia. ¿ Qué, dirá alguno, juzgas por ventura que la guerra se ha de anteponer á la paz? Serás enemigo del género humano y de todo puncto contrario; porque ¿qué cosa hay mas mala que la guerra, y mas alegre que la paz? Con la paz florecen los campos y se visten de hermosura; adórnanse las ciudades, ejercítanse las artes todas, con las cuales la vida humana se arrea y hermosea; por el contrario, todo lo asuela la guerra, quema los sembrados y árboles, saquéanse las ciudades, los moradores son ahuyentados, muertos y presos, y resulta la destruicion de toda la provincia. Nunca yo seré tan falto de juicio que tenga por mejor la guerra que la paz, pues sé que la guerra entonces se hace como conviene cuando se endereza á la paz, y que no se ha de buscar en la paz la guerra, sino al conagradable y fraterna caridad entre los hombres, á la trario, ni hay cosa mas excelente que la compañía cual la naturaleza desde nuestro nacimiento nos inclina. Lo que pretendo es que los peligros son menores en el tiempo que dura la guerra que despues de fundada la paz. Muy gran valor es vencer los enemigos con armas, pero cosa de mayor prudencia desterrar yahuyentar los vicios en tiempo de paz. El imperio por cierto de los persas, la grandeza de los griegos y de los romanos, el ocio, la paz, el descuido los destruyeron; los cuales habian ilustrado y dilatado sin término las armas, principalmente los romanos, despues que fueron por Aníbal maltratados y reducidos á punto de perderse. Pasado el peligro, hechos mas fuertes, pusieron el yugo á gran parte del mundo como antes apenas hubiesen salido de Italia. El valor de los griegos no se conoció mucho antes de la pelea Leutrica; pero habiendo ganado aquella jornada de los persas, no pararon hasta haber subido primero las tierras cercanas, despues toda la Asia, en tiempo de Filipo y de Alejandro, reyes de Macedonia. Es así, que la cobardía con la adversidad queda postrada; la industria y valor crecen con el pelilos hombres mas recatados, reprime los malos deseos gro, y con el ocio se deshacen; porque el miedo hace á y la lujuria, enfrena el avaricia, y lo que es mas excelente es una grande atadura de la compañía y amor entre los ciudadanos; lo cual todo lo contrario destruye el ocio, porque con no trabajar se manca el cuerpo con los deleites, el ánimo dándose á convites, juegos y deshonestidades. En el reino de la lujuria, ¿qué lugar puede tener la vergüenza? Robos, latrocinios, muertes se ejerblica y del peligro comun; tratan solamente de augmencitan cada uno no teniendo algun cuidado de la repútar sus haciendas y de sus particulares intereses, conviene á saber, para que no falte con qué servir á la gula y al vientre, cuyos esclavos se han hecho de tal manera, que no dejan pasar punto ni hora sin ocuparse en deleigar tratar de cosa tan grave. Deseamos, cierto, tes y torpezas. Pero no era nuestro intento en este luamable que el nombre de paz? pero de tal manera, que que haya sosiego en la república, porque ¿qué cosa hay mas no se afloje punto la industria, cuidado y virtudes que reinan en tiempo de guerra, que en la paz nos aperci

bamos para la guerra, y no abramos la puerta á los vicios y cobardía, enemigos muy mas peligrosos y graves, lo cual si en España se ha hecho los años pasados, es razon con tiempo considerallo. Gozamos sin duda mucho ha de gran paz, dado que alguna vez ha sido turbada ligeramente, y esto por beneficio del cielo y providencia de nuestros reyes don Fernando, don Carlos, don Felipe. Muchas provincias y gentes han sido subjetadas por su mandado, y las armas de los españoles, no conocidas antes, han alcanzado grande gloria; muchas riquezas con el trato de las Indias y navegaciones de cada año se han traido; oro, plata y piedras preciosas, sin número y sin medida; pero los mesmos hemos sido derribados de los vicios domésticos. La glotonería, lujuria, pereza y deleites de todas maneras nos han enflaquecido y subjetado á las injurias de aquellos que temblaban antes el nombre de España; por ventura, si no nos tuvieran derribados los vicios y pereza ¿ hubiérase atrevido el cosario, cuyo nombre tengo vergüenza de referir, á hacernos en tan pocos años tantas veces guerra y alegrarse en nuestros males una y segunda y tercera vez? Habiendo navegado esos anchísimos mares atlánticos, el del Norte y el del Sur, acometió con feliz suceso y grande atrevimiento las riberas de las Iudias, al mediodía y al septentrion; y habiendo robado y saqueado todo lo que pudo, ¿cuán gran suma de oro ¡ol vergüenza nuestra ! llevó á su tierra? Destos principios ha venido á tan grande atrevimiento, que haciendo guerra, abiertamente ha acometido los lugares marítimos de España: estando nosotros descuidados (pena es decillo), poco faltó que no se apoderase de Cádiz. Para vengar esta injuria por no ser justo sufrirla, tomadas al fin las armas, nuestra armada, queriendo acometer á Ingalaterra, sin ningun provecho se anegó ó pereció en gran parte por poco saber de los nuestros ó por industria de los enemigos, ó lo que mas creo, por haber Dios querido por tal manera castigar nuestros pecados. Con grande por cierto afrenta de nuestra nacion y gran baldon se ha recebido llaga, la cual no se curará en muchos años. Habiendo recebido tan gran pérdida y siendo muerta la flor de los soldados, destrozada el armada, el enemigo hecho mas insolente y determinado de seguir la fortuna favorable, trató de adquirir nuevos reinos en España, lo que no era dificultoso estando nosotros tan descuidados; y habiendo en Galicia acometido á la Coruña y casi tomádola, desembarcando en Portugal, llegó armado y espantoso hasta los mismos arrabales y muros de la ciudad de Lisboa, con cierta esperanza de tomar sin sangre aquella nobilísima ciudad, y por esta manera restituir á don Antonio, desterrado, el cual se llama rey de Portugal, en el imperio y grandeza de sus antepasados. Y saliera por ventura con su intento si los sanctos patrones de aquel reino, desamparado, sin fuerzas, sin presidios bastantes y sin prudencia no le hubieran sustentado. Porque el enemigo, por no sucedelle las cosas al principio como pensaba, cerrándose nuestros soldados dentro de los muros, volviendo atrás por falta de mantenimiento y for

zado de las muertes que por la destemplanza del cielo comenzaban, fué forzado tornarse á embarcar, habiendo sido mayor el daño que recibió que el que hizo; y últimamente, afligida y destrozada su armada, segun dicen, se volvió á su tierra. Qué fin haya de tener esta guerra no se sabe; hasta agora grandes han sido las pérdidas y mayor la afrenta; muchas naves cargadas de mercaduría y de oro nos han tomado estos años; muchos de los nuestros han sido muertos ó cautivos. No quiero referir la muerte del rey don Sebastian en Africa y la pérdida de su ejército tan fresca, que apenas se ha secado la sangre. Culpa fué esta de un principe atrevido, y que parece nació para destruicion de su patria y reino. Verdad es esto; pero desventura comun fué á toda España, muestra de la vuelta que la fortuna hace, ó por mejor decir, de la ira de Dios contra nuestras maldades ; y es justo temer no estén aparejados mayores males, pues despues del castigo no nos hemos mejorado. Las comidas delicadas y el vestido ha estragado las costumbres en tanta manera, que mas sc gasta hoy en una ciudad de golosinas, confituras y mas cantidad de azúcar que en toda España en tiempo de nuestros padres. ¡Cuánta seda, Dios poderoso, se gasta! Mas pulidos andan el dia de hoy y con vestidos mas arreados y costosos los carniceros, los sastres y zapateros que en otros tiempos las cabezas y principales de las ciudades; por ventura, despues á lo menos destos trabajos ¿hase proveido á este desórden y desvergüenza? ¿Por ventura hanse hecho algunas pregmáticas sobre los gastos como se hacian antiguamente? Por ventura hase puesto tasa y término á la lujuria y al regalo? Dirás: las rentas reales, si esto se hiciese, padecerian y se disminuirian en gran manera, como sean. necesarios nuevos y grandes gastos para la guerra y para vengar las injurias. ¿Qué rentas me cuentas tú á mí? Por ventura ¿ puede haber mayor socorro que el que consiste en la bondad de los ciudadanos y en su modestia, mas cierta renta que la riqueza de los particulares, quitado el demasiado gasto? Pocos soldados con pecho fuerte, templados con el comer y vestir, serán mas á propósito para vencer y vengar las injurias que muchos, mancos en el deleite, ataviados y delicados. Demás desto, el uso de las armas se ha dejado; si por descuido de los que gobiernan ó negligencia de la juventud, no lo sabria decir, en gran perjuicio ciertamente de la república y de las costumbres, mayor peligro, y no es maravilla, porque habiendo cesado los ejercicios militares, y el pueblo, á ejemplo de los mayores, estando debilitado con vino y convites, dado al juego, danzas y amores, no hay armas algunas, á lo menos, en lo interior de España; y si algunas hay, comidas del polvo y del orin, sin provecho por la antigüedad, pocas ballestas y arcabuces: hase tenido por de mayor momento que no se maten ciervos y conejos que acostumbrar al pueblo á los ejercicios de guerra. Algun mayor cuidado ha habido en criar caballos, pero muy pequeño si se mira la importancia del negocio, y mas apuestos que fuertes, por donde no podrán sufrir el sol ni el polvo y peso de

las armas; tan delicados y regalados son. A lo menos hay ciudades fortificadas, muchas fortalezas edificadas en toda la provincia, con las cuales, aun despues de vencidos, podrémos sufrir mucho tiempo el cerco y detener al soberbio enemigo. Miserable cosa es referir lo que es muy verdadero; sacadas las fronteras y marinas, las cuales, si están bastantemente fortificadas, los peligros presentes lo han mostrado, no se hallará lugar alguno fortificado, antes á cada paso las murallas caidas por el suelo con la vejez, sin algun cuidado de reparallas; y no es maravilla por ser cosa propia de los hombres gobernarse mas por necesidad que por prudencia, y mas en España; como si en ningun tiempo hobiese de haber alguna mudanza, así dormimos á sueño suelto. No me parece era diferente el estado de las cosas en tiempo del rey don Rodrigo, cuando toda España fué vencida y subjetada por los moros; tambien estaban las murallas abatidas, sin soldados, caballos y armas, y las que habia, por consejo de traidores, se habian enviado á las fronteras de Africa y de Francia, donde tambien poseian los reyes godos grande parte. No bastan las fuerzas de fuera cuando lo interior está flaco; pero volviendo al propósito, por ventura ¿tantas desgracias y pérdidas han despertado y hecho mas diligentes á los nuestros ? Por ventura ¿fortifícanse los castillos y ciudades? Por ventura ¿ búscanse buenos caballos y cómpranse? ¿Hay nuevas arinerías en los lugares para forjar toda suerte de armas ofensivas? ¿Ejercítanse los mozos, como era razon, en luchar, pelear y saltear á pié y á caballo, sin armas y cubiertos de hierro, de cuya torpeza ninguna maña y destreza estos dias han dado muestra, cuando habiendo mandado á los señores que cada uno conforme á su renta acudiesen con cierto número de caballos, ni se hallaron armas en el reino, ni aun sin armas á penas se podian tener á caballo los soldados? ¡Cuál ayuda y cuán buena, Dios poderoso ! Para tiempo de adversidad, cosa de risa y de vergüenza; por ventura, á lo menos, los premios militares y las honras debidas á la virtud, ¿danse á los soldados para despertar á otros á la misma profesion? Pues la honra y provecho sustenta las artes; y no antes, aun despues del peligro y pérdidas, se emplean en hombres delicados que siguen la corte, los cuales nunca han visto enemigo ni vestido armas, ni aun saben los nombres de la milicia ni qué cosa sean reales. Peligrosa cosa es tocar con la pluma y punzar todas las llagas de la república; pero en enfermedad vieja cualquier remedio se ha de intentar. Dirás: procúrase la quietud de la república quitando con las armas el poder alborotarse. Muy bien se dice esto si la lealtad de los españoles para con sus reyes no fuera tan conocida, que es la mayor defensa que puede haber. Con los forasteros que rehusan el imperio y obediencia, y de cuya lealtad se dubda se usan de semejantes artes para mantenellos en paz; á los siervos se quitan las armas, las cuales se dan á los hijos por el amor que tienen naturalmente. Porque estando cercados de todas partes de enemigos, á mediodía de los moros, á k

vante y septentrion de herejes, y el Turco, que con su poder no está muy lejos, quitar las ayudas y fuerzas por medio ligero y cuidado de algun alboroto interior, ¿qué otra cosa es sino loca y desvergonzadamente hacer traicion á la república, y con recatos sin propósito poner en peligro la patria y la sagrada religion que profesamos? No mancando los ciudadanos, sino manteniéndolos en virtud y ejercitándolos, se ha de procurar la paz y salud comun. Digo pues que la juventud se debe ejercitar ansí en otras artes como principalmente en las militares, y reduciéndolos á la templanza antigua, hacer que se moderen en comidas y vestidos, ansí con la buena educacion desde su tierna edad, como con leyes graves y severas. Deseo que á las mercaderías, en cuanto fuere posible, no se les dé entrada, las cuales tienen gran fuerza con el deinasiado regalo para ablandar los ánimos y mancar los cuerpos, porque del ocio y deleites nacen todos los vicios, pero principalmente dos, lujuria y desacato, de los cuales se añadirá alguna cosa si por ventura por el peligro se despertasen aquellos á quien esto toca. Verdad es que cuando la divina venganza se apresura y no quiere se quite su fuerza falta el entendimiento, así á los ciudadanos como á los que gobiernan, para que no vean la luz que se les presenta, lo cual temo no nos acaezca, pues veo que con los trabajos no se desminuyen las maldades y abusos, antes se aumentan; ni los particulares se ban mejorado, y como ninguno quiera perecer, todos á porfía hacen por donde perezcan. ¡Oh torpe y miserable estado de nuestra vida! Cuánto haya crecido la torpeza, bastante muestra es que no se contenta de estar escondida, si no con la abundancia sale en público: en las particulares casas, en los campos, por las calles no oirán otra cosa sino alabanzas de Vénus y sus hazañas. Antigua vergüenza y infamia es esta; pero nuevamente se hacen torpes espectáculos con grande concurso y aplauso del pueblo ; invéntanse tonadas deshonestas y malas, ayudándolas con los meneos del cuerpo, con los cuales lo que torpemente se hace en el retrete y aun en el burdel, todo se pone delante de los ojos y orejas de la muchedumbre. ¡Oh afrenta digna de todo castigo! En tanto grado hemos pospuesto la vergüenza, y nos hemos olvidado en tanta manera de la honestidad y decencia con estos ejercicios; pensamos que los mozos se han de hacer fuertes soldados mancados con el deleite, sin cuidado alguno de la honestidad y modestia, corrompidos en el uso de la lujuria. No son los trabajos de la guerra ni las victorias para hombres regalados, criados en la sombra; con frio y calor se han de curtir los que han de ser buenos soldados. El rey don Alonso el Sexto, despues que ganó á Toledo y siendo ya viejo, mandó que en todo el reino se derribasen los baños, por haber entendido que con su regalo y calor se perdian y enflaquecian las fuerzas, y que esto habia sido causa de haber perdido algunas batallas despues de tantas victorias como habia ganado; y ¿no habrá entre nosotros cuidado de cómo se crian los mozos y en qué ejercicios y tratos se ocupan? Pero todas estas cosas se

podian desimular, dado que por sí mismas son feas y perjudiciales, si perdonasen á la religion y á los templos consagrados. ¿Creerán esto los venideros? Cierto los extranjeros lo oirán de buena gana que en España, donde está el albergo de la santidad y la fuerza de la religion católica haya y se use tanta torpeza, que hayan entrado en los mesmos templos los cantos lacivos, los torpes espectáculos, los faranduleros públicos en compañía de mujeres torpísimas. ¡Ojalá pudiéramos negar lo que no se puede decir sin vergüenza! toda esta torpeza haber entrado en los templos y haberse hecho estos dias danzas en las procesiones, en las cuales el Sanctísimo Sacramento se lleva por las calles y por los templos con tal sonada y tales meneos, cuales ninguna persona honesta sufriera en el burdel. Por ventura ¿es esto ser cristianos? Por ventura ¿pensamos desta manera aplacar á Dios? Pues ora nos juntamos para pedir mercedes, ora para dar gracias por las recebidas, con la torpeza de que usamos ofendemos, y con nuevas maldades, á Dios y á la majestad de la religion. Y ¿maraviIlámonos que los santos desprecien nuestras peticiones y que seamos vencidos por mar y por tierra los que poco antes domábamos el mundo? Y sin duda, me persuado que Dios de corazon aborrece y de todo punto desecha tales juntas y festividades. Y ¿qué resta sino que, á ejemplo de la antigua Roma y de Egipto, saquemos pintada de bulto la deshonestidad en procesion como cosa perfeneciente á la religion, segun que en algun tiempo lo hacian las mas honestas matronas en las fiestas de Priapo? Porque ¿qué mas es pintalla que danzalla con la voz y con los meneos? De pequeños principios se viene á esta locura. ¿Qué dirán los herejes y qué harán, los cuales buscan cualquier ocasion para morder nuestras cosas, cuando oyeren por cosa

cierta que esta torpeza se usa entre nosotros? La pública corrupcion de las costumbres se suele rematar en menosprecio de Dios, en herejías; por estos pasos se va al profundo. Demás desto, los templos se ensucian en conversaciones torpísimas de mujeres y mozos con tanta libertad, que no basta diligencia alguna para enfrenallos y para que no lo ́ensucien todo, á manera de puercos; dado que esta culpa es de los que gobiernan, porque no lo harian si con severidad pusiesen cuidado en esto. La verdad es que muchos, como acaece en lugares hediondos, con la costumbre no echan de ver este mal olor; y, guiados por la opinion del vulgo, juzgan que estos deleites y libertad se pueden y deben permitir al pueblo por donde ellos quieran; y dan favor á la torpeza de los otros, de la cual flojedad darán cuenta á Dios vivos y muertos. Porque ¿qué se debe juzgar de las fiestas de los sanctos y de las honras que se les hacen, donde las hablas deshonestas, meneos y señas lascivas ocupan todas las partes del templo, y de las cuales las personas honestas están forzadas á huir por no ensuciar sus ojos y sus orejas con tan grande avenida de maldad? Estos son los males de la república y llagas entre otras muchas; estos los escarnios de nuestra religion, y los mónstruos espantosos y afrentas de nuestra nacion, los cuales yo juzgo se deben con cuidado remediar si queremos sentir favorable á nuestro Señor. De otra suerte, yo anuncio y afirmo que han de ser mayores las pérdidas que las de hasta aquí, y que no habrá fin hasta despeñarnos de la cumbre donde estábamos en grandes desventuras y servidumbre; todo lo cual está en nuestra mano el evitallo con la gracia de Dios; y que haya de ser así, aunque hablamos desta manera, no tenemos del todo perdida la espe

ranza.

FIN DEL TRATADO CONTRA LOS JUEGOS PÚBLICOS.

DEL REY

Y

DE LA INSTITUCION REAL.

PRÓLOGO

LIBRO PRIMERO.

dirigido á Felipe III, rey católico de España.

HAY en los confines de los carpetanos, de los vectones y de la antigua Lusitania una ciudad noble y famosa, cuņa de grandes ingenios, que Ptolemeo llama Líbora, Livio Ebora, los godos Elbora, y nosotros Talavera. Está sentada en un valle, de cuatro mil pasos de anchura por aquella parte, y de mas algo mas arriba, que cortan muchos rios de amenísimas riberas, entre ellos el Tajo, célebre por sus brillantes arenas de oro, por su extenso cauce y por los muchísimos arroyos que le dan tributo. Besan hácia el norte las aguas de este rio las firmes murallas de aquel antiguo municipio, defendidas á trechos por numerosas y elevadas torres de imponente aspecto.

Es indudablemente Talavera digna de grandes elogios, tanto, que entre callar 6 extenderse poco en ellos creemos que, siéndoles deudores de la primera luz que vimos, nos conviene mas guardar silencio. Debemos, sin embargo, atendido nuestro actual propósito, añadir que á no mucha distancia, en el camino de Avila, se levanta á manera de meta un cerro, separado de cuantos le rodean, muy quebrado, de áspera y dificilísima pendiente y de unos cuatro mil pasos de circunferencia. Está poblado de muchas aldeas, cubierto de bosques, dotado de frescas y abundantes aguas, enriquecido con una tierra que satisface las esperanzas del colono, libre de todos esos males que tan á menudo afligen otros países no tan afortunados. Tiene en la cumbre, allá en la parte del norte, que es la mas fragosa, una cueva de estrecha y trabajosa entrada, noble asilo de san Vicente y de sus hermanas cuando para evitar la cólera de Daciano tuvieron que dejar los muros de Elbora; y á corto trecho las ruinas de un templo consagrado á aquel Santo, insigne en otro tiempo, y aun ahora notable, no

solo por sus grandes recuerdos religiosos, sino tambien por la majestad que le dan sus árboles seculares y sobre todo la circunstancia de estar s'tuado en un lugar eminente, desde el cual puede abrazar la vista un vastísimo horizonte. Perteneció, segun dicen, á los templarios, pero hoy no es mas que una abadía del arzobispado de Toledo muy destruida y desierta, de la cual apenas quedan ya mas que las paredes y dos sepulcros de piedra, de antigua y desusada forma. No hay en ella ni una pequeña capilla, falta que ignoramos á qué deba atribuirse, si ya no es á que hácia el septentrion, debajo de aquel mismo templo, hay una muy tosca y rudamente fabricada en una llanura circuida por todas partes de collados y plantada de añosas y robustísimas encinas. Es esta humilde capilla, á pesar de lo pobre, muy venerada de todos los pueblos del contorno, y mas que todó notable por un jardin adjunto, donde brillan las aguas de una fuente inagotable bajo la sombra de castaños y nogales, ciruelos, morales y otros árboles de que abundan aquel lugar y sus alrededores. No sin razon se ha creido que pudo ser tan deliciosa llanura consagrada á Diana, diosa tutelar de los bosques para los antiguos, opinion que nos permite hasta cierto punto seguir una inscripcion romana, concebida en estos términos:

TOGOTI L. VIBIUS PRISCUS

EX VOTO.

En lugar de Togoti creo que podria leerse Toxoti, epíteto dado muy frecuentemente á aquella Diosa por el arco y las flechas de que la pintaron casi siempre armada. Es además la temperatura de aquel lugar admirable hasta en la estacion en que arden abrasados por el sol el campo y las ciudades. De noche como de dia puede uno pasar las horas sin molestia y sin fatiga, ya

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