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Veríamos así que no fue el Colón histórico el primer europeo que puso su planta en América, como generalmente se cree.

Pero veríamos, también, que no por esto se le menoscaba su gloria, puesto que ésta no consiste para él en haber descubierto el Nuevo Mundo, sino en su genio, y en su gran carácter, y en su ambición noble y elevada, efecto real de la magnanimidad de su espíritu, y en haber cambiado por completo, con su descubrimiento, la fisonomía y destinos de la Europa, que indudablemente le debe más beneficios materiales y morales á Colón que á ninguna otra criatura humana, excepción hecha de sus evangelizadores.

Y á probar que no fue Colón, en efecto, el primer europeo descubridor del Nuevo Mundo, tiende este pobre ensayo. ¿Lograremos demostrar esta negativa? No aspiramos á tanto.

Sabemos bien que en materia de crítica histórica no caben rigurosas demostraciones. Este privilegio es exclusivo de las matemáticas. En historia no debemos aspirar sino á la verosimilitud, y cuando más á la certeza moral.

« En orden á la inverosimilitud de un hecho, dice el sabio Feijoo, es absolutamente imposible convencer al que afirma el hecho; porque el discernimiento de lo verosímil ó inverosimil á veces depende

puramente de cierta sagacidad, ó tino intelectual, que no puede explicarse por medio de silogismos. Así sucede frecuentemente que uno dice que tal historieta tiene todo el aire de fábula ó narración romanesca, y el que está á favor de ella mantiene lo contrario, sin riesgo de ser convencido.

» La prueba ab auctoritate en la crítica no está menos sujeta á incertidumbres y confusiones que la que se toma de la tradición. Es regla segura que se debe preferir la razón á la autoridad. Pero supónese que ha de ser razón fuerte y de tal eficacia, que á todo entendimiento bien dispuesto induzca á un prudente asenso. Todos convendrán en la regla explicada de este modo. Mas, ¿qué hacemos con esto? Nada. Toda la dificultad queda en pie, porque aquel

á

cuyo favor está la autoridad desprecia como débiles los argumentos que usa la opinión contraria, por robustos que sean. Ya se ve que también sucederá, y sucede, que los que militan por la razón contra la autoridad, preconizan como muy fuertes argumentos que no lo son. Mas lo primero es mucho más frecuente.

>> Juzgase que los que de este modo están por la autoridad contra la razón, lo hacen por un religioso respeto hacia aquel ó aquellos doctores que favorecen su opinión; y no es así sino porque en fuerza de aquella autoridad la opinión se hizo común. En

aquellos tiempos de la decadencia de las letras estudiaban los hombres lo poco que estudiaban á la manera pitagórica. No se examinaba la razón: sólo se atendía á la autoridad.....

» Las prendas intelectuales, sean las que fueren, nunca harán un buen crítico si faltan otras dos, que pertenecen á la voluntad. ¿Cuáles son éstas? Sinceridad y magnanimidad. Si falta la primera el interés de partido, de conveniencia, de república, de patria, etc., tal vez el interés personal, arrastra al escritor á escribir lo que no siente ó, por lo menos, á callar lo que siente. Si falta la segunda, por convencido que esté de alguna verdad opuesta á la opinión común, por no estrellarse con innumerables contrarios, abandonará aquélla por ésta ».

Con estas palabras de Feijoo ya le damos armas contra nosotros al lector de este opúsculo. Si para escribirlo tuvimos ó no la sinceridad y la magnanimidad indispensables, no nos toca, por cierto, decirlo. Júzguelo el lector, y absuelvanos ó condénenos. Pero en este último caso establezca la verdad histórica en su punto y borde algo mejor en el anjeo que le presentamos.

En dos partes dividiremos nuestro pobre Ensayo. En la primera haremos el recuento de los escritores antiguos que juzgan que no fue Colón el primer europeo que descubrió la América. En la segunda

haremos el de los autores modernos, ó contemporáneos, que juzgan lo mismo, y trataremos, aunque sea como de paso, de la América prehistórica.

Como se verá, nuestro tratado se reduce más bien á compilar citas de autores y presentarle al lector datos abundantes y preciosos sobre el descubrimiento precolombino de la América. Ex libris libri fiunt.

Por bien recompensados nos veremos de este improbo trabajo si logramos con él provocar á algún lector inteligente á hacer más felices y provechosos estudios sobre Colón y sobre su inmortal descubrimiento, ó sobre los aborigenes americanos, cuya procedencia es todavía un problema y un gran misterio de la Historia.

BALTASAR VÉLEZ,

Presbítero.

Pamplona, 12 de Octubre de 1892.-4. Centenario del Descu-brimiento Colombino de la América.

SR. D. BALTASAR VÉLEZ.

Presente.

Tengo que dar á Ud. las gracias por la larga y saludable serie de impresiones que ha despertado en mí su estudio sobre si fue ó no Colón el primer descubridor de la América. Y se las doy de todo corazón.

Admiro á Colón con ingenua y no limitada admiración, y le estimo á Ud. con leal y razonado cariño. No quisiera por esto que en mi espíritu pudiera suscitarse conflicto entre estos dos, para mí, apasionados sentimientos. Y no lo habrá si he interpretado con exactitud la mente de Ud.

Por esto escribo estas líneas; por esto, y á fin de evitar que algún lector suspicaz quiera encontrar en las de Ud. intenciones poco elevadas.

En el terreno puramente histórico el trabajo de Ud. es inatacable, en mi concepto, como que está establecido sobre sólidas bases científicas. Y es bueno que los lectores se penetren de que á esto se limitan su intención y su alcance.

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