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Página 20 - Bárbaro gozo en su ceñuda frente resplandeció, como en el seno oscuro de nube tormentosa en el estío relámpago fugaz brilla un momento que añade horror con su fulgor sombrío. Sus guerreros feroces con gritos de soberbia el viento llenan...
Página 23 - Sí, yo lo juro, venerables sombras; yo lo juro también, y en este instante ya me siento mayor. Dadme una lanza, ceñidme el casco fiero y refulgente; volemos al combate, a la venganza; y el que niegue su pecho a la esperanza, hunda en el polvo la cobarde frente. Tal vez el gran torrente de la devastación en su carrera me llevará. ¿Qué importa? ¿Por ventura no se muere una vez? ¿No iré, expirando, a encontrar nuestros ínclitos mayores?
Página 51 - Siente bajo su planta Galileo Nuestro globo rodar, la Italia ciega Le da por premio un calabozo impío, Y el globo en tanto sin cesar navega Por el piélago inmenso del vacio.
Página 53 - Mi corazon estático la adora , Mi espíritu la ve, mis pies la siguen. No : ni el hierro ni el fuego amenazante Posible es ya que á vacilar me obliguen. ,; Soy dueño por ventura De volver el...
Página 22 - ¡Guerra, nombre tremendo, ahora sublime, único asilo y sacrosanto escudo al ímpetu sañudo del fiero Atila que a Occidente oprime! ¡Guerra, guerra, españoles! En el Betis ved del Tercer Fernando alzarse airada la augusta sombra; su divina frente mostrar Gonzalo en la imperial Granada; blandir el Cid su centelleante espada, y allá sobre los altos Pirineos, del hijo de Jimena animarse los miembros giganteos...
Página 18 - ¿Qué era, decidme, la nación que un día reina del mundo proclamó el destino, la que a todas las zonas extendía su cetro de oro y su blasón divino? Volábase a Occidente, y el vasto mar Atlántico sembrado se hallaba de su gloria y su fortuna. Doquiera España; en el preciado seno de América, en el Asia, en los confines del África, allí España.
Página 19 - ¿Qué viste ya sino funesto luto, honda tristeza, sin igual miseria, de tu vil servidumbre acerbo fruto? Así, rota la vela, abierto el lado, pobre bajel a naufragar camina, de tormenta en tormenta despeñado, por los yermos del mar: ya ni en su popa las guirnaldas se ven que antes le ornaban, ni en señal de esperanza y de contento la flámula riendo al aire ondea. Cesó en su dulce canto el pasajero...
Página 15 - Africa esclava, el Bátavo industrioso al hierro dado y devorante fuego. De vuestro orgullo, en su insolencia ciego, ¿quién salvarse logró? Ni al Indio pudo guardar un Ponto inmenso, borrascoso, de sus sencillos lares...
Página 22 - En torvo ceño y desdeñosa pena Ved cómo cruzan por los aires vanos; Y el valor exhalando que se encierra Dentro del hueco de sus tumbas frías, En fiera y ronca voz pronuncian: —¡Guerra!— ¡Pues qué!
Página 21 - ... y al grande impulso de su justa saña rompió el volcán que en su interior hervía. Sus déspotas antiguos consternados y pálidos se esconden ; resuena el eco de venganza en torno, y del Tajo las márgenes responden : — "¡Venganza!

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