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A tu orgulloso loco atrevimiento,
Por todo el ancho mar, i por la tierra
Que aun has de sojuzgar con dura guerra.
"Sabe que cuantas naves este viaje
Que tú emprendes, hicieren atrevidas,
Enemigo tendrán este paraje

Con vientos i tormentas desmedidas:
I en la primera escuadra (1), que el pasaje
Haga por estas ondas mal sufridas,
He de hacer de repente atroz castigo
Como inhumano, cruel, fiero, enemigo.

"Aquí espero tomar, si no me engaño,
De quien me descubrió (2), suma venganza:
Mas no se acabará con esto el daño
De vuestra porfiada confianza;

Pues vuestras naves sufrirán cada año,
Si es cierto lo que aquí mi ciencia alcanza,
Naufrajios i desgracias, de tal suerte
Que el trabajo menor será la muerte.
"I del primer ilustre (3) que ventura
Hará ser hasta el cielo conocido,
Seré nueva i eterna sepultura,
Por juicio alto del Dios nunca entendido.
Dejará aquí el trofeo, que en la dura
Campaña contra el Turco habrá obtenido:
Pues conmigo en sus daños le amenaza
La arruinada Quiloa con Mombaza.

"Otro tambien vendrá de honrada fama
Liberal, caballero, enamorado,

I consigo traerá la hermosa dama

Que Amor por gran merced le habrá otorgado (4).

(1) Bartolomé Diaz dobló el cabo de Buena Esperanza el año de 1486 i Gama en 1497; pero como ambos no eran mas que descubridores, no se podia dar el nombre de escuadra a los pocos buques que los acompañaron. La primera escuadra propiamente tal que dobló el cabo, fué la que Pedro Alvarez Cabral llevó el año de 1500, compuesta de trece buques; pero el 25 de junio sobrevino una tempestad tan horrorosa, que el mar se tragó repentinamente cuatro buques, estrelló tres contra las rocas i dispersó a los seis restantes, de tal modo que solo a mediados de julio pudieron reunirse, i entón ces estaban mui maltratados.

(2) En una de las cuatro naves que se tragó el mar en 1500, segun se ha dicho en la nota anterior, iba de capitan Bartolomé Diaz, primer descubridor del cabo de Buena Esperanza,

(3) Don Francisco de Almeida, primer virei de la India. Ausiliado por su hijo don Lorenzo, consumó la conquista de ese país; pero murió miserablemente en el cabo de Buena Esperanza. Camoens recuerda mas detenidamente a ambos en el canto X, octavas XXVI i XXVII de su poema.

(4) Don Manuel de Sousa, que se casó en la India con la hermosísima doña Leonor de Saa, i fué muchos años gobernador de Diu. El año de 1552 volvia del oriente con su mujer i sus riquezas, pero el buque se estrelló contra el cabo de Buena Esperanza. De 500 hombres que iban en él, cien se ahogaron: los 400 restantes pudieron salvarse con don Manuel, su mujer i sus hijos. Viéndose en aquel abandono, resolvieron atravesar a pié toda el Africa para llegar a alguno de los puertos de la Guinea, donde tenian comercio los portugueses. En esta atrevidisima empresa perecieron casi todos los náufragos, i solo diez i seis llegaron a un puerto de Etiopía, de donde pasaron a Portugal. Por la relacion que éstos hicieron, un poeta portugues, llamado Jerónimo Cortereal, compuso un poema sobre tan trájica historia.

Ventura triste i,hado atroz los llama
A mi duro terreno, donde airado
Los dejará tras un naufrajio vivos,
Porque sufran trabajos excesivos.
"Verán de hambre morir sus hijos caros,
Con tanto amor criados i nacidos:
Verán los cafres ásperos i avaros
Que a la dama le quitan sus vestidos:
I sus alabastrinos miembros claros
Con el frio i calor verán curtidos
Despues de haber pisado largamente
Con delicados piés la arena ardiente.
"Verán tambien los ojos que escaparse
Puedan de tanto mal i desventura,
A los amantes míseros quedarse
En la implacable i férvida espesura.
Allí, despues que lleguen a ablandarse
Las mismas peñas con su angustia dura,
Con grande amor teniéndose abrazados
Muertos se quedarán los desdichados."

Aun iba a proseguir el monstruo horrendo
Contando nuestros hados, cuando alzado
Dije: "¿Quién eres tú? que ese estupendo
Cuerpo me tiene asaz marabillado!"
La boca i negros ojos retorciendo,
Un grito dió espantoso i destemplado;
I respondió con voz triste i pesada,
Como que la pregunta no le agrada:

"Yo soi aquel oculto i grande cabo
A quien llamais vosotros Tormentorio (1),
Que ni a Pomponio, Tolomeo, Estrabo,
Ni a ningun otro antiguo fuí notorio.
Toda la costa de África aquí acaba
En este nunca visto promontorio,
Que hacia ese polo antártico se estiende
A quien vuestra osadía tanto ofende.
"Uno fuí de los hijos de la tierra,
Como Encélado, Ejeo, el Centuriano (2):
Llaméme Adamastor, e hice la guerra
Al
que lanza los rayos de Vulcano:
Pero no alzando sierra sobre sierra,
Mas venciendo las olas del Océano:
Fuí capitan del mar por donde andaba
La escuadra de Neptuno que buscaba.

(1) Cuando Bartolomé Diaz descubrió este cabo, como debe recordarse, le dió el nombre de cabo de las Tormentas, porque en aquel mar padeció grandes borrascas. El rei Juan II le dió un nombre mas favorable por la esperanza que concibió de descubrir el camino que habia de llevar a los portugueses a la India.

(2) Ejeo es Briareo, jigante marino, hijo del Cielo i de la Tierra, i que en compañía de sus hermanos se rebeló contra Júpiter. Como la fábula refiere que tenia cien brazos, se le conoce con el nombre de Centimano,

"Amores de la esposa de Peles
Me hicieron emprender tamaña empresa;
Todas las diosas despreció el deseo,
Por amar de las aguas la princesa.
Desnuda entre las hijas de Nereo
En la playa la ví; i al punto presa
Quedó mi voluntad de tal manera,
Que aun ahora no hai cosa que mas quiera.
"Mas, siéndome imposible el alcanzarla
Por mi cara tan fea i mal dispuesta,
Determiné por armas conquistarla:
Mi intencion hice a Dóris manifiesta:
I Dóris por temor tuvo que hablarla.
Tétis le respondió con risa honesta:
"¿Qué ninfa habrá que tenga amor bastante
A poder sustentar el de un jigante?
"Pero por evitar el mal estraño

Que en el mar hace, buscaré manera,
De salvar mi honra i evitar el daño."
Esto me respondió la mensajera.
Yo no pude caer en el engaño;

Que es grande en los amores la ceguera!

I lleno de una loca confianza,

Quedé fuera de mí con la esperanza.

"Dejo de hacer la guerra al mar horrendo; I la noche de Dóris prometida,

Se me fué desde lejos descubriendo
El rostro de mi Tétis tan querida.
Como loco corrí tras ella, abriendo
Los brazos por cojer lo que es mi vida:
Comienzole a besar los ojos bellos,
La boca, las mejillas, los cabellos.

"Mas, de rabia no sé como lo cuente!
Pues pensando abrazar a la que amaba,
A una roca abrazaba estrechamente
Que de zarzas i espinos llena estaba;
I a una peña apretaba yo mi frente,
Que como el rostro anjélico besaba.
Atónito quedé con aquel chasco,
I al lado de un peñasco otro peñasco.
"Ninfa la mas jentil del Oceáno!
Ya que esta mi presencia no te agrada,
¿Por qué no continuaste el juego vano,
O fuese monte, o nube, o sueño, o nada?
Apartéme furioso i casi insano
Por la pena i deshonra allí pasada,
A buscar otro mundo, do no viese
Quien de mi mal i llanto se riese.

"Pero entretanto todos mis hermanos Ya eran vencidos i en miseria puestos: Crecidos montes por los dioses vanos

Eran a sus cabezas sobrepuestos:
I como contra Dios no valen manos,
Yo que lloraba enojos tan molestos,
Fuí sintiendo del cruel hado enemigo
Por mis atrevimientos el castigo.

"Convirtióse mi carne en tierra dura,
Mis piés i manos peñas se volvieron;
Este cuerpo que veis, esta figura
Por esas hondas aguas se estendieron.
En fin, esta grandísima estatura
Los dioses en un monte convirtieron;
I para aumentar mas pena tamaña
Tétis en torno me rodea i baña."
Aquesto nos contó; i con triste lloro
Súbito de la vista se apartaba:
La nube se deshizo, i con sonoro
Bramido el agua léjos resonaba.
Alcé las manos al celeste coro,
I al Anjel le pedí que nos guiaba,
Que nos librase de los casos duros
Que Adamastor profetizó futuros.

CAMOENS (1),

Los Lusiadas, cant. V.

X.

MUERTE DE ADÓNIS.

Con su mano delicada, Adónis lanza del mejor modo que puede el duro fierro contra el jabalí; pero un brazo mas robusto i mas seguro que el suyo no podria penetrar allí donde dió el golpe. El afilado acero, co mo si hubiese chocado contra una sólida muralla, o contra una roca escarpada, o como si hubiese dado contra un yunque, vuelve atras sin haberse enrojecido con una sola gota de sangre.

Cuando ve esto, Adónis se reconcentra en sí mismo; se arrepiente demasiado tarde, i aconsejándose mejor, piensa en escaparse, si le es posible. Siente terror, i se determina a huir, porque viendo de cerca a este animal feroz, descubre entre sus horribles párpados, esa misma luz es

(1) V. las Noc. de hist. lit. p. 539.-He tomado este episodio de la traduccion castellana del poema de Camoens, hecha por don Lamberto Gili publicada en Madrid en 1818. Esta traduccion aunque no siempre armoniosa i elegante, es bastante fiel. El mismo traductor ha dicho en el prólogo de su obra que este trabajo no presentaba grandes dificultades. "En efecto, dice, solo con mudar la ortografia quedará la mitad del poema en castellano; i no se necesita mas que traducir la otra mitad, que es lo que nosotros hemos procurado hacer."

No hemos encontrado ninguna noticia biográfica acerca del traductor, i solo sabemos que era eclesiástico.

pantosa que algunas veces muestra el cielo cuando con un tridente de fuego entreabre las noches en medio de las nubes destrozadas.

(Sin embargo, el jabalí persigue a Adónis, i Marini, por una estravagancia de su imajinacion, i que puede servir de ejemplo de su mal gusto, supone que el monstruo feroz queda encantado al observar la belleza deĺ cazador que huye delante de él.)

Con su gruñido cruel, quiere aplicar un beso sobre ese costado que aventaja en blancura a la misma nieve; i creyendo acariciar el delicado marfil, imprime en él las huellas de sus terribles dientes. Esas heridas son manifestaciones de su ternura; porque la naturaleza no le habia enseñado otros movimientos, otras caricias para atestiguar su amor.

(De nuevo quiere Adónis rechazar al monstruo con su lanza: es echado por tierra, i el jabalí, pasando i repasando sobre él, desgarra sus costados con grandes heridas.)

¡Con cuánta dulzura espira! ¡con cuánta dulzura languidece! ¡Qué suave palidez emblanquece su rostro! Este no tiene nada de horrible; porque en medio del horror i de la sangre, la risa i el placer se encuentran reunidos. Sobre sus párpados vacíos i privados de sangre, en sus ojos apagados, el amor sepultado reina todavía: estas dos estrellas estinguidas i cerradas lanzan aun relámpagos, i la muerte es hermosa en tan hermoso rostro.

Las frias fuentes arden de compasion, los pinos i las encinas tan duras se enternecen; las alturas de los Alpes vierten de sus fuentes cubiertas de follaje, arroyos de lágrimas; se oyen a las ninfas que jimen i lloran en las montañas i en las profundas cavernas de las inmediaciones; las Diadas i las napeas, amantes unas de los bosques i otras de los rios, inundaron sus ojos en lágrimas.

JUAN B. MARINI (1),
Adónis, cant. XVIII.

XI.

EL CONSEJO DE LOS DIOSES.

Entretanto, la fama desplegando sus alas, llega al cielo contando lo que pasa en Italia, i hace saber al alto Júpiter las calamidades que de un cubo iba a sacar la suerte. Júpiter, amigo de los mortales, i que se aflije sinceramente de los males que los amenazan, hace sonar las campanas de su imperio i convoca a consejo a todas las divinidades de Homero.

Inmediatamente sale de las cocheras del cielo una multitud de carruajes con ruedas en forma de estrellas, mulas, literas, caballos con

(1) V. las Noc. de hist. lit. p. 365.-Este pasaje, uno de los mas notables del afamado poema de Marini, en que el poeta ostenta toda la armonía i riqueza de su versificacion, puede servir de modelo de la falta de naturalidad con que aquel empañó sus escritos. Esta forma poética, mui aplaudida un momento en toda la Europa, es denominada todavía marinesca.

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