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termedios, luchando en las acciones de Torata y de Moquegua. Con el grado de Capitán figura en la segunda expedición a Intermedios en 1823, adjunto al Estado Mayor del General Andrés de Santa Cruz y se distinguió en la batalla de Zepita, (agosto de 1823).

De vuelta a Lima, el Presidente Torre-Tagle, le dio el mando de una compañía, en el escuadrón de su escolta. Perdidos el Real Felipe. en febrero de 1824 y ocupada la capital por las tropas realistas y sometidas a ellas Torre-Tagle, su escolta, que se alejaba hacia Chancay para reunirse con el ejército patriota del norte, cambió de opinión y de regreso a Lima se entregó a los españoles. Mendiburu, oficial subalterno, no aprobó la conducta de sus jefes, los que marcharon rumbo a Jauja a unirse a Canterac. El, permaneció en la capital enfermo y luego salió de viaje a Arequipa, en donde estuvo al lado del Intendente Lavalle. A poco, en vez de haber seguido en la lucha junto a Bolivar, cometió el error, de organizar un viaje de paseo por el Brasil y España. En la Península, no traspasó de Gibraltar y de Cadiz y no quiso ir a visitar a su tío el Brigadier Mendizábal, quien lo incitó a incorporarse en el ejército español.

De retorno de Europa por la vía de Buenos Aires, se detuvo en Santiago de Chile y en esa capital, en 1826, contando tan solo veintiún años de edad contrajo su primer matrimonio con Margarita Rey y Riesco, hija de José Marcos Rey Silveira, casado con María del Carmen Riesco Puente. Su primera mujer perteneció a la misma familia que

décadas más tarde daría un Presidente a Chile: Don Germán Riesco. En 1827, Mendiburu, con un hijo ya nacido: Eduardo, retornó al Perú, en momentos en que había desaparecido el poder de Bolívar y la constitución Vitalicia y regía Santa Cruz, encargado del mando por el Cabildo y los vecinos de Lima. Fué acogido con simpatía por éste y lo empleó en su secretaría privada.

Nuevamente se incorpora a la carrera militar, haciendo olvido de los servicios que prestó antes de su viaje, como en descargo de los sucesos de 1824, que podían señalarlo sospechoso por su inoportuna ida a Europa. Su laboriosidad e instrucción excepcionales, dieron pie a que ascendiese con rapidez, en época además fácil a progresos bruscos, y así en 1829 lo hallamos de Capitán ayudante del General en Jefe, Agustin Gamarra en la batalla del Portete de Tarqui. Continúa en filas en cargos de responsabilidad y en 1835, Salaverry lo elevó a Coronel, como premio a su adhesión comprobada. Y mandando el regimiento de Coraceros, dirigió la marcha de la caballería salaverrina por los arenales de la costa desde Ica y luego figura de jefe de la vanguardia, al comienzo de las operaciones sobre Arequipa, prefecto de esa ciudad por una semana y comandante de la quinta división en los célebres comba

tes del puente de Uchumayo y de Socabaya del 3 al 7 de febrero de 1836.

Estas infortunadas campañas, en las que le cupo notable participación, indujeron a émulos y a enemigos en años posteriores el achacarle culpabilidad que no tuvo y hasta traidoras e infamantes convivencias con Santa Cruz. Procedieron en su origen, de articulistas anónimos que a raíz de los desgraciados sucesos, buscaban víctima a quien atribuír torpezas y desaciertos y estos despropósitos inculpadores, fueron recogidos años después, por plumas nacionales y extranjeras, con malévola intención de dañarle en su fama. Mendiburu refutó los asertos en breve folleto editado en 1860 y con ámplios pormenores los dilucida en sus "Memorias", cuyos originales leyó Riva-Agüero, de donde extrae y resume aquella defensa, que en opinión del crítico es inobjetable. Igualmente considera malévolas y falsas las imputaciones de Manuel Bilbao en su: "Historia de Salaverry" en donde el escritor chileno no desperdicia ocasión para difamarlo y hasta cita cartas apócrifas, con desvergonzadas alteraciones, las que ocasionando ruidoso escándalo, fueron rebatidas y puestas en claro, tanto, que el mismo Bilbao no se atrevió a conservarlas en la segunda edición del libro, la realizada en Buenos Aires en 1867.

Evidente prueba de la lealtad, puesta en duda por sus enemigos, que sintió Mendiburu a su amigo Salaverry, es el hecho de la conducta que observara durante la Confederación. Conspiró sin descanso en los dos años de ese gobierno. Rechazó indignado la propuesta de servir al Protector que le hizo el Ministro Galdeano. Sufrió prisiones en los calabozos del Callao y fué desterrado a Guayaquil, de donde pasó a Chile a unirse con los otros emigrados y volver con la expedición Restauradora de Gamarra y de Bulnes. Estos hechos muestran su patente honradez política y el absurdo de atribuirle cargos de traición. Riva-Agüero dedica párrafos extensísimos a anular esa difamación y expresa que lo hace: "por la maldita vitalidad de ciertas mentiras, de contínuo refutadas y de continuo renacientes". Y agrega: "que al estudiar la noble personalidad del General Mendiburu, cree deber inexcusable lavar la mancha con que la detracción, que ha salpicado su fango sobre todos nuestros políticos, procuró infamar ia memoria de este hombre honrado, caballeresco y por tantos conceptos benemérito".

Durante la Restauración, el General Gamarra lo nombró Oficial Mayor en el Ministerio de Guerra y por ausencia del titular -que lo :ra Ramón Castilla- se encargó varias veces de la cartera. Fue pleni>otenciario del Perú, para ajustar las paces con Bolivia y firmó un ventajoso tratado preliminar en el Cuzco, con Gutiérrez, el representante le esa República. Adquirimos toda la orilla izquierda del Desaguadero, el pago de los gastos de guerra y el establecimiento de una adua

na común en Arica. Luego, pasó como Prefecto a Tacna, departamento recién creado al que se unían las provincias de Moquegua y de Tarapacá. Lució en ese cargo sus habilidades de administrador y funcionario progresista mas la revolución de Vivanco de 1841 lo envolvió, per'urbándose las útiles tareas en que andaba empeñado. Lo desposeyeron de la prefectura a los pocos días, pero un movimiento popular lo renuso y renació la tranquilidad al llegar las noticias del combate de Cueillas del 6 de abril, a consecuencia del cual, Vivanco huyó con direcxión a Moquegua y amenazado por Gamarra desde Arica, tuvo que refugiarse en Bolivia con los restos de hombres y cabecillas de la llamada revolución "Regeneradora".

A poco se presentaría la infausta intervención en Bolivia, en contra de los planes de Santa Cruz enemigo jurado de Gamarra. Este, nombró a Mendiburu su secretario general y en esta condición lo acompañó en toda la campaña, la que finalizó en el desgraciado encuentro de Ingavi, del 17 de noviembre de 1841. La muerte de Gamarra, la prematura retirada de San Román, quien en su fuga cortó el puente sobre el Desaguadero, lo que impidió el camino de Puno, cerrando para el grueso del ejército peruano la salida por esa provincia, dieron como resultado, la derrota más completa de nuestras tropas. Mendiburu, con otros muchos militares, pudo salvarse por el camino de Oruro con grandes riesgos, por la indisciplina de la tropa entregada al saqueo.

Vuelto a Lima, pidió refuerzos para atacar a los bolivianos mas no los pudo conseguir. Retornó a Moquegua y desde allí levantó montoneras, recuperando el valle de Sama e inquietó sin descanso al enemigo. El valor y el empeño de salvar al Perú, en esos momentos de anarquía militar y de ignominioso desconcierto, son en Mendiburu notables. Se reencargó de nuevo de la Prefectura de Tacna, y unido con Nieto, pudo formar un ejército de mil hombres que defendió el territorio de Moquegua, hasta la paz firmada por mediación de Chile, el 7 de julio de 1842. Siguió a ésta, el vergonzoso periodo de la Anarquía militar y desgraciadamente tuvo el error, de aceptar los ministerios de Guerra y de Hacienda que le ofreció Torrico, los que duraron poco, pues la batalla de Agua Santa, anuló a este efímero régimen.

En los seis meses de gobierno del General Vidal, vivió apartado de la política y se dedicó a la agricultura. De tal retiro vino a sacarlo una orden de destierro para Chile, que dictó Vivanco en su contra. El Supremo Director comenzó a expatriar a cuantos imaginaba contrarios a su nuevo sistema. Los de Chile organizaron la revolución para derrocarlo y en ella intervino Mendiburu. Desembarcaron en Arica, pasaron a Tacna, Castilla se sublevó en Tarapacá y nuestro biografiado se dirigió a Chile como agente de la junta subversiva; mientras tanto, el alzamiento progresaba. Vencedores en Pachia y en San Antonio y

aún antes de la derrota de Vivanco en Carmen Alto de 22 de julio de 1844, ya Elías en la capital se pronunció por el restablecimiento de la constitución de Huancayo y llamó a los desterrados. Mendiburu volvió acompañando a Manuel de Menéndez y cuando reasumió el mando, en octubre de 1844, lo nominó su Ministro de Hacienda. Fue el principal inspirador de su corto gobierno, dictando valiosas disposiciones para ordenar y moralizar la administración, tan relajada durante los años de la Anarquía.

Sirvió a Castilla durante su primer gobierno en los altos puestos de su ministro de Guerra en 1845, en su desempeño, se reorganizó al ejército, se extirparon corruptelas y se comenzó la reforma de las ordenanzas y la recomposición de la marina. Habiéndose forjado por manejos de San Román en el sur de la República, propósitos de alzamientos, Castilla, encomendó a Mendiburu dirigirse a esos departamentos con secretas instrucciones, a fin de aquietar los ánimos y supo disipar el peligro, separando a los sospechosos sin ruidos ni agitaciones. Retornó, luego de esa delicada misión, a Lima y por necesidades políticas, cambió de ministerio, tomando el de Hacienda, al que sirvió brevemente, por una dolencia grave que le aquejó.

Restablecido del mal y a mediados de 1847, entró a formar parte del Consejo de Estado en cumplimiento de mandato del Congreso. Su participación en este cuerpo fué decisiva en los debates y alcanzó a ser su presidente. De sus gestiones se recuerda un notable informe, en contra del presupuesto formulado por Manuel del Río. En esa época redactó el proyecto de "Ordenanzas Militares" muy alabado por el Presidente Castilla y a raíz de aquel trabajo, se le designó Inspector y Comandante General de Artillería, arma que hallábase decaída y en nulidad completa. Castilla, al final de su gobierno, lo presentó al Congreso para la clase de general de brigada y éste lo eligió por casi unanimidad, en premio de los servicios a favor del orden legítimo y recordando sus eminentes calidades de organizador del ejército.

José Rufino Echenique, sucesor legítimo de Castilla, tuvo a bien llevarlo como su Ministro de Hacienda y en esa cartera tropezó en desgraciada suerte, con el dificil y agitado problema de la consolidación de la deuda interna. Se opuso al torrente de pretenciones temerarias e hizo cuanto pudo por moderar las imprudentes leyes de la Consolidación y sus desaprensivas ejecuciones. En setiembre de 1852, partió para Inglaterra, con el cargo de Ministro Plenipotenciario y con la misión especifica de arreglar las demandas que gravitaban sobre la Deuda Externa. Pudo reducir las exhorbitantes reclamaciones que pesaban sobre el país, prevalidos de la ambigüedad de términos con que se redactó la Convención de 1849 y las evitó celebrando un nuevo empréstito por 2 millones 600 mil libras esterlinas, con lo que, se convirtió a favorable

tipo la deuda Anglo-Peruana y pudo cancelarse los dos millones de pesos reclamados por Chile. Las pasiones politicas del momento muy encendidas, gritaron en contra de ese arreglo, tergiversando los términos bonancibles que ofrecían, para con ello enrrostrar como malos los actos del gobierno de Echenique e infamar a sus amigos y colaboradores. Mendiburu replicó a los cargos que le lanzara Domingo Elías en sus célebres Cartas, con una briosa y honesta exposición. Y de nuevo en el Perú, a fines de 1853 se reencargó, tanto, del Ministerio de Hacienda, como de la Comandancia General de Artillería.

La tremenda revolución de 1854 en contra del régimen de Echenique, en la que se confabularon todos sus enemigos: Elías, Vivanco, el Presidente boliviano Belzú y que Castilla usufructuaría en definitiva, obligó a Mendiburu siguiendo su proceder leal a defender al gobierno legalmente constituído, compartiendo en todos los peligros que significaba el sostenerlo en circunstancias tan graves. Iniciada la revuelta, dejó el Ministerio de Hacienda, para asumir desde mayo de 1854 la jefatura del Estado Mayor y la Secretaría General de la expedición al interior, la que partió bajo el mando directo del propio Echenique. Fue desacertada y grave la lentitud e inercia de éste en esa campaña. Mendiburu, renunció a sus cargos militares, por desacuerdo con la táctica errónea seguida por Echenique y los métodos empleados por el círculo del General Torrico, candidato oficial a la Presidencia. En los días anteriores a la batalla de La Palma, se puso al frente de la artillería y en la propia batalla, mandó en persona a los escuadrones de la caballería, para amagar así a la retaguardia del ejército revolucionario, maniobra que resultó inútil, por la precipitada conducta del General Pezet, quien sin acomodarse a los nuevos movimientos del enemigo, se estrelló con desacierto inmenso, contra las fuerzas muy bien emplazadas del General Castilla.

Victoriosa la revolución, desterró a Mendiburu y alejado de la Patria se refugió en Chile, radicándose en el puerto de Valparaíso. Alli no estuvo unido con los otros proscritos, que anhelaban nuevas tentativas revolucionarias y abandonó esa residencia, cuando a fines de 1856 se decretó en el Perú la amnistía general. Llegado a Lima, permaneció apartado de toda actividad durante el predominio de los liberales. En esa época fue reinscrito en el escalafón militar. Cuando Castilla rompió con los liberales y se acercó a los conservadores, Mendiburu se amistó con él y convocada la asamblea constituyente de 1860, vino como diputado representando a la provincia de Quispicanchis. Fue elegido Vice-Presidente del Congreso y por renuncia de Bartolomé Herrera, presidió a la asamblea durante los debates que dictaron la importante constitución del 60. Se mostró en sus opiniones tajantemente conservador, las que le concitaron agrias enemistades en el sector izquierdista, las que se tornaron muy visibles, cuando sus amigos dieron su nombre, co928216

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