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do, como su autor, fué en otras oportunidades verdadero protagonista del drama que describe, no creemos que su testimonio sea irrecusable. La crítica histórica tendrá que pronunciarse sopesando la verdad para medirla en su circuito valedero y justo. Convendrá tener presente, en aquellos casos en donde gravite, la inevitable deformación de las pasiones humanas.

Su valor como fuente será insustituíble y la resonancia de estos pareceres, será extensa e imposible de ser desdeñada en el análisis político y militar de las primeras décadas de la vida republicana. Me atrevo a decir que con impronta, más de fuente que de historia, deberán ser considerados a estos ensayos. Mirándolos desde el ángulo formal, desgraciadamente carecen de limpidez. Su redacción no es de las más felices; sin duda por la aproximación de los hechos que examina, aglomera los relatos sin espaciarlos debidamente. Carecen, diría, de las calles, para que el tránsito de la verdad que señala, posea la necesaria holgura, la que es genuina y propia de una disposición ordenada y metódica. Pero debemos advertir, en descargo, que los originales que publicamos son borradores no definitivos, y a veces aún incompletos, y por lo tanto suceptibles a correcciones, que no llegó a efectuar Mendiburu, para darles su redacción última.

Para facilitar la lectura y tal vez la crítica, hemos compuesto pequeños resúmenes de las varias individualidades, en acápite aislado, cuando las biografías son largas, y en uno común cuando son cortas o incompletas. Advertimos por último, que entre los legajos de Mendiburu, se ha hallado, un valioso material de documentos inéditos, que acopió para redactar la biografía del Mariscal Riva-Agüero. Creyéndolos de sumo valor insertamos ese material entre los anexos. Contribuirá para esclarecer la vida de este personaje no por muy discutido sin hondo significado en el período de la Emancipación y primeras décadas de la República.

BIOGRAFIAS LARGAS

Pedro Pablo Bermúdez Ascarza

Al ocuparse de este General, señala Mendiburu, lo poco veraces que son los escritos periodísticos que salieron con ocasión de su muerte acaecida en 1852. Se duele del ridículo afán, de alterar la verdad histórica con fines adulatorios que, en el caso de Bermudez son innecesarios, ya que su foja de servicios en la guerra de la Independencia es muy honrosa y no se necesita falsificar hechos para que su comportamiento militar fuese brillante. Nos la describe pormenorizadamente a partir de 1821. Asiste a la batalla de Ayacucho mandando un batallón como su Teniente Coronel y lo es efectivo desde 1825 al frente de un Regimiento.

A partir de 1827 se ve mezclado en la política, lo nominan diputado al Congreso Constituyente representando a Junín. Se adhiere a los liberales que encabeza Luna Pizarro. En la guerra con la Gran Colombia aparece como Jefe del Estado Mayor y los desaciertos que este organismo tuvo -según Mendiburu- no son atribuibles a Bermudez. En la batalla del Portete de Tarqui ostentó serenidad y valor, hallóse muy cerca de morir. El caballo que montaba pereció de un balazo, y, a raíz de la citada acción reorganizó el ejército. Restituído a Piura, el General Gamarra lo miró con malos ojos, lo supuso su enemigo y adicto a La Mar, interpretando su reserva y mesura como actos hostiles. Deseaba su adulación y al no sentirla, confundió circunspección y honradez con malicia y desvío, y sin ocultar sentimientos le cobró agudo encono que fomentaban además el círculo de sus adictos.

Con sabor anecdótico y moraleja adjunta, relata la del médico de cámara de La Mar: Dr. Vega y tree a cuento la agitada camarilla de militares intrigantes y bulliciosos que rodeaban a Gamarra, atizando discordias, sembrando envidias, fomentando rencores o celos en las diversas ramas del ejército. Ese ambiente caldeado de apetitos, fue la antesala para que Gamarra en la noche del 7 de junio de 1829 depusiese a La Mar y lo encarcelara en compañía de Bermudez y así, ambos fueron deportados a la República de Costa Rica.

Producida la amnistía regresó al Perú en 182 año en que fué electo diputado a Congreso por la provincia de Pasco. Gamarra, pese a grandes forcejeos en su contra, logró de nuevo conquistar su confianza, lo hizo su Ministro de Guerra en abril de 1832 y en octubre alcanza el generalato. Lo sirvió con lealtad defendiéndolo de las revoluciones que en su contra estallaron. Finalizado su mandato constitucional, se generó gravísimo conflicto por la sucesión del poder. La lucha se tornó enconada y tenaz. Los del gobie: no aferrados a no soltarlo y opuestos a Orbegoso, violentando el ánimo de Bermudez y sacrificándolo obligaron a que se proclamase Jefe Supremo del Perú el 3 de enero de 1834. Esta debilidad culpable fruto de "instancias, artificios e insidias" le generarían meses de luchas desgraciadas v contradictorias. Si la suerte lo favoreció en Huaylachuco, ningún beneficio logró de esta acción que fue aniquilada por el imprevisible y paradógico Abrazo de Maquinhuayo, el que afirmó a Orbegoso obligando a Bermudez a salir de nuevo a Centro América.

Rigiendo la Confederación, volvió al Perú a principios de 1838 y Santa Cruz lo asimiló a los suyos. Lo hizo Vice-Presidente del estado Nor-Peruano y cuando esta administración perecia se halló en Yungay entre los derrotados y recibió en la lucha grave herida. A raíz de tal infortunio se radicó en Tarma. Tras el desastre de Ingavi, sintió el llamado de la Patria y aparece al lado del ejército de La Fuente, pero desagradado por las intrigas de éste renunció a servirlo y pasó a Li

ma. Durante los años de la Anarquía su actitud es confusa. Vivanco lo deportó y hallándose en Tacna, se plegó a los enemigos del Directorio, para luego, influído por el Cónsul inglés Wilson, retractarse de aquel propósito.

En abril de 1845 figura como Senador representando a Junín en el Congreso Extraordinario que se reuriría para decidir sobre la elección de Castilla, a quien durante su gobierno legal sirvió con lealtad. En diciembre de 1849, la Representación Nacional de la época lo confirma General de División. Y Ramón Castilla, quien utilizaba a los hombres sin escrúpulo y a medida de sus necesidades, le tiende una celada en la que Bermudez ingenuamente cae. Deseoso de oponer a Echenique un candidato, ya que éste le molestaba, con engaños le hizo creer que lo apoyaría oficialmente más luego lo dejó en la estacada. Tal abandono y desairada circunstancia le ocasionó no pocas amarguras y estos sucesos le prepararian luego de breves meses de penosa enfermedad su muerte, ocurrida el 30 de marzo de 1852.

En las entrelíneas se advierte que Mendiburu, simpatiza con este General: valeroso, ponderado, leal a sus amigos y amante del orden. Si incurrió en graves yerros, muchos fueron producto, no de ambición desorbitada, sino de faltă de voluntad ante el imperio de otras más fuertes que lo alentaron en el error, no en beneficio suyo, sino de terceros, conocedores, de ser campo fácil por su hidalguía un tanto doblada de ingenuidad.

Mendiburu no aporta dato personal sobre Bermudez. Tomados de los que inserta el Coronel Manuel Bedoya en su "Diccionario Militar Ilustrado", sabemos que nació en Tarma el 17 de junio de 1798 del matrimonio de Justo Bermudez con Teresa Ascarza.

Juan Bautista Elésperu Montes de Oca

El retrato de Eléspuru lo reseña en los diversos hitos de su carrera militar. Su acción se desenvuelve siempre y desde su juventud muy vinculada a Gamarra. Es ya Coronel en 1822. Ayudó a Riva-Agüero en el motín de Balconcillo. Hizo la campaña de Oruro y a su regreso por mar, se halló envuelto en la sublevación de la fragata "Monteagudo" y, pese a no estar unido a su cabecilla el Comandante Navajas, Bolívar, quien era desafecto a su persona, lo desterró a Chille, de donde regresa en 1824 y sin medios ni ocupación militar trabajó en el comercio, hasta producido el derrumbe del régimen bolivariano.

Figura al lado de La Mar; en la Campaña de Colombia fué de los que conspiraron en su contra y plegándose a Gutiérrez de La Fuente contribuyó a la deposición del Vice-Presidente Salazar y Baquijano. En premio, Gamarra lo elevó a General en agosto de 1829 y actuando de Prefecto de Lima sería el brazo fuerte y el más decidido apoyo de

su gobierno. La prensa de la época lo atacó implacablemente, veía en su desvelo policial el más férreo obstáculo para que las conspiraciones Ardidas prosperasen. En la rivalidad La Fuente-Gamarra, se decidió por éste y anuló al Vice-Presidente en abril de 1831. Producida aquella célebre conjura, La Fuente, huido en mala forma, desde el extranero, no cejó en su defensa tanto en memoriales como en pasquines a los que respondía con análoga virulencia el Prefecto, justificando la alevosa deportación que instigara la célebre Mariscala y su grupo adicto.

Eléspuru, fiel a Gamarra, siguió su suerte adversa, la que se derivó del Abrazo de Maquinhuayo y ambos huyeron a Bolivia. En febrero de 1834, se vió sujeto a juicio por mandato de Orbegoso, mas siendo concuñado de éste, le permitió aliviar su deportación, refugiándose en Tacna, en espera de momentos más favorables, los que a poco llegaron, con los revueltas que agitaba Santa Cruz, atizando los antagónicos intereses de Orbegoso y de Gamarra. A raíz de la desgraciada acción de Yanacocha, de agosto de 1835, tras muchas dificultares y peripecias no tuvo otro remedio que huir al extranjero. Por influencia de sus amigos retorna en 1837, radicándose: primero en Lima, mas como eran días de suma inquietud por la expedición chilena, pasó a Trujillo y allí amistose con Orbegoso quien lo repuso en el escalafón militar.

Producida la victoria de Guía, en agosto de 1838. y Gamarra posesionado del gobierno, volvió Eléspuru a figurar a su lado. Poco le duraría esa nueva situación. En la gloriosa batalla de Yungay, luchó con denuedo para afianzar la Restauración Nacional, mas una bala que recibió en el muslo le ocasionó la muerte. Y en el propio campo de batalla, honrando su heroísmo, fué elevado a Gran Mariscal de la República.

En esta útil biografía, como es usual en estas de Mendiburu, no da casi datos personales. Nació en Tacna en 1787, hijo del viscaíno, Juan Bautista de Eléspuru c.c. Juana de la Cruz Montes de Oca. Contrajo matrimonio en Trujillo en noviembre de 1822 con María Francisca Martínez de Pinillo y Cacho, hermana de la esposa del Mariscal Orbegoso. Sobre su vida, en la "Revista Histórica" Carlos A. Romero, publicó un ensayo biográfico, más bien del tipo panegírico. Y Felipe A. Barreda, en su libro "Los Eléspurus" informa sobre su familia. de modo amplísimo.

Agustín Gamarra Messia

Sus años iniciales en las postrimerías del Virreinato los narra Mendiburu en su "Diccionario Colonial". En él recuerda sus servicios en los ejércitos de Goyeneche, Pezuela, Ramirez, La Serna y otros jefes españoles, hasta que, en enero de 1821 pudo refugiarse al lado de San

Martín. No es posible seguir el enorme historial de Gamarra, por ser vida densa, apretada de sucedidos, por ello me limitaré tan solo a algunos aspectos de su acción y facetas de su personalidad tan discutida, que aclara Mendiburu, conocedor íntimo de la época.

En muchas páginas pormenoriza la guerra contra la Gran Colombia y lo defiende de los ataques de sus enemigos, los que llegaron a tildarlo de traidor y cobarde, a tales los considera impostores sin ningún respeto por la verdad. Explica la deportación de La Mar, como acto que no le hace honor, pero que tuvo útiles resultados. Da el cuadro que originó la enemistad encarnizada entre él y Santa Cruz de repercusiones tan hondas y graves para la historia del Perú. Afirma, que como gobernante manejó con pureza la hacienda pública, dictando buenas providencias administrativas y organizaciones provechosas, pero señala que al ejército dañó, permitiendo corruptelas en provecho de jefes amigos, los que fueron desmoralizando a la tropa. El panorama de las muchas conspiraciones contra su régimen es muy complejo y pese a esa trama tan adversa, supo mantenerse hasta el fin de su mandato, el cual se complicó luego con el problema de su sucesión en donde lucha al lado de Bermudez y en contra del Presidente Orbegoso, a quien desconoció.

Después de la derrota que sufren sus huestes en Yanacocha, su rival Santa Cruz lo desplaza, se apodera del país y establece los cimientos de la Confederación. Con detalles valederos y desconocidos, prosigue el estudio del personaje en su compleja y múltiple acción hasta la batalla de Yungay que califica de victoria espléndida. Es el punto de partida de su segundo gobierno que lo examina en su faz política. Señala, como muy principal y gravemente perturbadora la influencia que sobre él ejerció Juan Crisóstomo Torrico. Dilucida los conflictos que surgieron en el sur de la República, unidos a los manejos que tramó Ballivián en Bolivia los que engendraron la guerra, campaña que describe con habilidad de estratega, hasta el desastre de Ingavi producido el 18 de noviembre de 1841, en donde Gamarra perdió la vida luchando bravamente y víctima de su implacable odio a Santa Cruz.

Emana de esta biografia, un favorable juicio moral sobre Gamarra. En observaciones aisladas, se vislumbre respeto por su compleja personalidad. Es significativa una frase, cuando al compararlo con otros militares que se midieron con él en contrastada rivalidad, expresa este rotundo concepto: "Gamarra fue más habil, diestro y astuto que todos". La opinión de Mendiburu, coetaneo suyo viene a sumarse a la tendencia que se perfila en la historiografia moderna de reivindicar su nombre, hostigado y hasta envilecido por las pasiones de la época en que le tocó vivir y la natural enemistad que procede de aquellos a quienes superó por su mayor capacidad humana y destreza política.

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