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Antonio Gutiérrez de la Fuente

Una de las biografias más extensa es la que corresponde a Gutiérrez de La Fuente. Como en reiterados casos no da referencias personales. Apenas dice nació en Tarapacá. Sabemos que era oriundo del asiento minero de Huantajaya, en el departamento de Iquique y que vino al mundo en setiembre de 1796 a comienzos de virreinato del Marqués de Osorno. Tampoco menciona a sus padres: el español Luis Gutiérrez de Otero casado con Manuela La Fuente Loayza y omite a la que fuera su esposa, Mercedes Soubirut. Así mismo, como sus borradores los terminó de redactar en 1855, no menciona los años últimos de esta vida la que sobrepasa en mucho a la citada fecha, pues fallece octogenario, el 14 de marzo de 1878.

Es en verdad valioso el presente boceto por el sin número de hechos que descubre y su explicación histórica. Muestra esa motivación pequeña, la inductora que gravita sin ser vista, pero que enseña sutiles razones que forjaron en el Perú, la etapa más agria y escabrosa, la de nuestro caudillaje militar. El acaecer que narra se le ve rodeado muchas veces, en su propia causalidad en el fontanar de sus circunstancias, que las distingue con nitidez por haber sido reiteradas veces su propio testigo. Desde otro ángulo, trae a cuento los factores individuales, es decir. el agente humano, motor principalísimo del drama, en todo aquello que no fue azar, sino intención premeditada, voluntad gestadora, diríamos ingénita en la psicología pasional de sus actores.

Toma la vida de Gutiérrez de La Fuente, desde cuando pasa de Chile al Perú en 1818, ya con el grado de capitán, pero al servicio del rey de España, contando a la sazón veinticuatro años de edad. Dos más tarde hallándose en Lambayeque, cuando se proclamó en esa provincia la Independencia y sorteando los peligros que podría acarrearle, en viaje hacia Lima en lo localidad de Huaura, San Martín le conoce, influencia sobre él y entusiasmado abraza la causa libertadora. Sigue a la capital del Virreinato con encargos que se le confieren y los que cumple satisfactoriamente. En 1822 ya es Sargento Mayor de Caballería y a las órdenes del General Tristán va a la campaña de Ica. A poco es ascendido a Comandante e investido de ese grado viaja a la Argentina en importante comisión que le encomendase San Martín.

De retorno al Perú, se une a Riva-Agüero, quien lo eleva a Coronel y le dió la organización y luego e mando del regimiento de Coraceros. Cuando Bolívar asume el poder se subievó contra éste, plegándose al Libertador. Airado el Mariscal, en su Manifiesto de Londres de 1824, se venga, imputándole graves acusaciones. En 1825, por designación de Bolivar, está de Prefecto de Arequipa y en los años del 825 y 826 lo sirve ahí con lealtad y recompensándolo lo gradúa Ge

neral de División. Mas en 1827, cuando la Constitución Vitalicia se anula y son barridos sus seguidores, no solo aparentemente- olvidó a Bolívar, sino que escribió en su contra. Esto, que puede suponerse como felonia, no es tal, pues en realidad, Gutiérrez de La Fuente no hizo otra cosa que obedecer las recomendaciones que dictó el Libertador a sus tenientes.

Durante el régimen del Mariscal La Mar y producida la contienda con Colombia, ofreció sus servicios en esa campaña. Al frente de importante tropa rumbo hacia el norte, sus embarcaciones, hallándose frente al Callao y bajo pretextos fútiles, las hizo recalar en el puerto y pidió permiso para el desembarco de sus hombres. Ya en Lima y aduciendo torcidas razones, depuso al Vice-Presidente Salazar y Baquíjano y se proclamó el 5 de junio de 1829 Jefe Supremo en Lima. En los meses que gobernó en la capital lo hizo con firmeza y supo inspirar temor. El bandolerismo como plaga, cundia aterrorizando a los moradores de Lima. La propiedad y el sociego estaban a la merced de los facinerosos; los robos y los asaltos eran contínuos. La Fuente, con denuedo, mandó fusilar a muchos y tras e' duro escarmiento la tranquilidad regresa y se afirma.

La relación de Mendiburu, se hace en extremo útil, al pormenorizar los entretelones que mediaron en el célebre binomio La Fuente-Gamarra. Aparecen las intrigas de Santa Cruz, su unión con los liberales y enemigos de Gamarra, su protección al francés Chapuis y al poeta español José Joaquín de Mora, los que atizaban celos y pasiones en las banderías contrapuestas; los manejos maquiavélicos del boliviano Olañeta, sembrador de discordias y desuniones entre los peruanos; la desleal intervención de los extranjeros, en momentos en que la ciudadanía no era clara y definida; la aparición de Vidal portador de cartas secretas y su arresto y otros apuntes que hacen ver, cómo crecía la desconfianza entre La Fuente y Gamarra y en ese ambiente, la esposa del Presidente la célebre Mariscala, determinó deponerlo, de consumo y muy de acuerdo con el inquieto círculo que la rodeaba, conjura que llevó a término el Prefecto Eléspuru, el 16 de abril de 1831. La Fuente pudo fugar pero con gran peligro de su vida y seguro ya en Valparaíso, escribió airado folleto vindicatorio de su conducta.

Su posterior participación en la agitada vida del Perú en las décadas IV y V, nos las señala Mendiburu con dettalles reveladores. Su retorno en 1834; su concurso en la campaña de Huaylachuco. Es acusado de conspirador, lo encierran en la fortaleza de! Callao y de nuevo lo deportan. Orbegoso en su afán de dañarlo escribió insólitas calumnias en su contra, que Mendiburu apunta y califica de "tejido ordinario de malicias y de chismes". En diciembre de 1834 de nuevo aparece en el Callao, en desgraciado viaje por coyunturas adversas, es en

carcelado, breve tiempo sufrió gayola, pues lo deportan. Viviendo en Chile en 1836 se establece la Confederación; se une a los emigrados para luchar en su contra y figura con Blanco Escalada en la expedición que encabezan. Después en la segunda expedición producida la victoria de Yungay, colabora de nuevo con Gamarra, es su Ministro de Guerra. Por ambiciones se enemista con el Presidente, tuvo el error de rivalizar y enfrentársele en los comicios próximos.

Es imposible en esta somera presentación, señalar la riqueza de datos que la biografía aporta. Entre muchos subrayo la acusación que formuló el Cónsul británico Wilson en su contra, verdadero amasijo de mentiras y de embustes, fabricados a favor y en servicio de la causa de Santa Cruz. Explica esa fábula Mendiburu, al anotar razgos del carácter de La Fuente. Manifiesta que era el suyo, ligero e indiscreto, fácil en arrogancias verbales, sin el menor sentido de prudencia.

Por último apuntamos, que producida la tragedia de Ingavi y el desgobierno de la Anarquía que le sucedió, tuvo Gutiérrez de La Fuente gravísima participación y los relatos de esta biografía son de calidad tal, que será improbable no tenerla muy en cuenta, en las rectificaciones que toda historia padece con el acarreo de nuevos materiales.

La fisonomía moral de este travieso personaje de nuestro caudillismo, no ha sido estudiada con la proligidad que merece. Es interesante como representativo de la ambición sin templanza, desembozada, carente de disfraz. Por su espíritu aventurero, sinuosa conducta, fugaz, indiscreta, de verbo imaginativo y arrogante, bien puede ser tomado como protagonista vistoso y fácil de vestirlo con agrado, para una historia novelada de la época, tan circuíto de azar, arrojo, intrigas, conjuras, ajetreos políticos, conspiraciones y asonadas militares.

José La Mar y Cortazar

Bien ordenado es el relato de la vida del Mariscal La Mar. Nació en Cuenca el 12 de mayo de 1776, bajo el virreinato de Manuel de Guirior. Fueron sus padres ambos de esclarecidas familias: Marcos La Mar c.c. Josefa Cortazar. Su tío Isidro Cortazar. Oidor de la Audiencia de Bogotá y luego Regente de la de Quito hizo que pasase joven a España; ingresó al ejército y tocole actuar en las guerras napoleónicas, herido y prisionero fue conducido a Francia, huyó por extraviados caminos, cruzando Suiza hasta Nápoles y en Cadiz lo tenemos en 1814. Recomendado a Fernando VII, éste lo designa al Perú con el cargo de sub-inspector del Virreinato. Pezuela lo elevó al rango de Mariscal de Campo y con ese título figura desde entonces como Gobernador de la Fortaleza del Real Felipe. En setiembre de 1821, se hizo partidario de la Independencia y entregó el Castillo; luego se dirigió a Guayaquil.

Ofrece Mendiburu datos e informaciones en extremo útiles. Entre muchos, la relación de La Mar con Manuel Lorenzo Vidaurre, el dis

curso que le pronunciara con ocasión de haber sido elegido Presidente de la República y la contestación de éste, ambos indiscretos. Vidaurre, era partidario acérrimo de Santa Cruz y objeto por ello de la ira y encono de Luna Pizarro, cuyo círculo supo aprovechar de sus ligerezas, de su poco juicio y descubrir sus manejos en una conspiración tramada en contra de La Mar. En la que fraguó el Coronel Huavique, motín que debeló Salaverry con extraordinario valor, se siguió un sumario que levantó el Capitán Ross, enemigo de Vidaurre y se halló inculpado. Por tal circunstancia fue hecho prisionero y deportado a los Estados Unidos. Desde allí lanzó inventivas y calumnias contra La Mar. José María Pando, publicó en El Mercurio, artículos en defensa de Vidaurre y el Ministro Mariátegui terció en la polémica en forma airada arremetiendo tanto a Vidaurre como a Pando.

En el terreno de las anécdotas, refiere Mendiburu una de la que fue testigo. El Coronel francés Raulet, charlando en cierta oportunidad con La Mar aludió a un sucedido, el que produjo en el Presidente encendida y violenta ira. Comentándola, recuerda Mendiburu, que La Mar era sujeto, moderado, afable y de fina educación, por cuyo motivo observa textualmente "Sirva de ejemplo para confundirnos y probarnos a qué excesos exponen los odios y el frenesi de las pasiones de partidos".

La biografía detalla con prolijidad, todo lo referente al conflicto con Colombia. Sus causas, orígenes y lamentables resultados. Considera fué grave error el decidirse por una guerra imprudente y loca, que el General La Mar desató principalmente influído por los consejos de los liberales que enardecieron su pasión, cegando su buen criterio y muy principalmente el bien de la Patria.

La fatal campaña tuvo comienzo el 28 de diciembre de 1828 entrando en el departamento de Loja y marchando sobre Cuenca, cuando era rigurosa la estación de las lluvias. Analiza su proceso y señala los errores militares en que se incurrió, los que finalizaron a la salida del Portete y en donde comienza la llanura de Tarqui. Luego se produjo el convenio de Girón, celebrado con Sucre y que dice, La Mar firmó con pesadumbre grave y aún con lágrimas. Su Jefe y sus tropas se retiraron a Piura mas desde allí quiso renovar la guerra.

En situación tan comprometida. la salud de La Mar en extremo precaria, con peligros en la frontera del sur y el ejército anarquizado, aceleraron la sublevación que Gamaria tenía urdida de antemano y que estalló en Piura el 7 de junio de 1829. Su primera consecuencia fué alejar a La Mar trasladado con escolta a Paita y de inmediato se le embarcó y remitió a Centro América en compañía del General Bermudez. Desde Costa Rica dirigió al Congreso un memorial, pidiendo se le oyese y juzgase, redactado en términos medidos y honrosos, voz que no fue atendida. Este militar próbido y benemérito, pasó sus

últimos días en el destierro y murió en la ciudad de Cártago el 11 de octubre de 1830. La pluma de Luis Alayza, lo ha honrado con una bella semblanza en extremo favorable, con el título de "El Gran Mariscal José de La Mar".

Andrés de Santa Cruz y Calahumana

Este eminente caudillo nació en La Paz el 6 de diciembre de 1792. El esbozo de Mendiburu, es uno de los mejores de la presente serie. Posee precisión de datos, justeza en los dictámenes y ordenada claridad en la exposición, difícil cometido en vida de tan múltiples facetas. El relato no pasa de 1855, año en el cual fue redactado y al que califica con modestia de "Compendiado bosquejo". En nuestra glosa no pretendemos resumirlo, es demasiado extenso. Desde muy joven se enroló en el ejército realista y asciende desde los más bajos escalones hasta el grado de Teniente Coronel. Luchó con los realistas aguerridos en el Alto Perú al lado primero de: Goyeneche y posteriormente con Pezuela con quien percibió los laureles de Vilcapugio y de Ayouma. En abril de 1817, en Tarija, la derrota lo hiere es tomado prisionero por el Comandante patriota La Madrid y remitido al Tucumán al campo que los argentinos tenían en Las Bruscas.

En heroica odisea de allí se escapa, se interna por el Brasil, logra arribar a la Habana y sin desmayo se presenta en Lima en 1820 para reincorporarse a las filas realistas. Con el grado de Coronel va en ellas bajo las órdenes del Brigadier Diego O'Reiliey en marcha hacia Junín. En esas sierras es destrozado por Alvarez de Arenales y juntamente con el grueso de ese ejército cae por segunda vez prisionero. Y trasladado al cuartel general de San Martín en Huaura, desiste de luchar por España y lo tenemos desde enero de 1821 convertido en ferviente patriota.

Combatirá con éstos en multitud de acciones. En el choque de Riobamba, en Pichincha se le considera como el artífice de esa gran victoria; conduce la segunda expedición a Intermedios; pelea con bravura en Zepita e igualmente en Junín. En 1825, es nominado Prefecto y Comandante General de La Paz y en junio del 826, Bolívar lo designa Presidente del Consejo de Gobierno con motivo de su marcha para Colombia. Producido el motín de las tropas colombianas en Lima y caído el Régimen Vitalicio, se encarga del mando provisionalmente, pero a consecuencia de las intrigas de Luna Pizarro y del grupo de los liberales, en el Congreso Constituyente quedó eliminado y elegido su contendor, el Mariscal La Mar, como Presidente de la República, el 9 de junio de 1827.

Tal postergación le generó mortal desengaño y es a partir de ese momento cuando prende en su espíritu un empeño alucinado, verdade

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