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cía desde Tierrafirme a Francisco de Fuentes, el yerno de Gaspar de Espinosa. Juntos habían hecho la jornada del Perú y ahora eran vecinos de Trujillo. Amigos al extremo de visitarse con frecuencia nunca nada había empañado esta amistad. Pero he aquí que Fuentes tenía una hija llamada doña Francisca y ella fue la manzana de la discordia. I.a moza estaba casada con Antón Cuadrado, soldado viejo y casi ciego que tenía la encomienda de Huambacho. A su vuelta a la ciudad Verdugo fijó demasiado sus ojos en doña Francisca y la sedujo aprovechando una ausencia del marido. Cuando Antón Cuadrado se enteró juró degollar al mal amigo y Verdugo, temeroso, buscó refugio en el convento de los mercedarios. Al asilo de su claustro permaneció acogido mucho tiempo, mientras Cuadrado rondaba los muros buscando coyuntura de venganza. Parece que pasaron así varias semanas, hasta que un día el asilado mandó llamar a Andrés Machuca y le pidió le acompañase a dar el encuentro a Vaca de Castro que debía estar en Quito. Entre gallos y medianoche salieron entonces Verdugo y el Machuca con cinco jinetes y tres peones armados que les sirvieran de protección. En Chaparra supieron que ya era partido de Quito el licenciado y en Ayabaca hallaron al clérigo Sancho de Mingaza, quien se plegó a Verdugo con el pretexto de ser su capellán. De este modo siguieron incansables y perdidos, hasta que una noche después de cruzar una áspera sierradivisaron el campamento de Vaca de Castro junto a un pueblo indio que los escritos llaman Corrachamba (Cariamanga?) 6o.

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Con Vaca de Castro volvieron entonces a Trujillo. El camino fue sin novedad y de todas partes acudían a sumárseles los encomenderos. Pero antes de entrar a la ciudad, cuando ya se divisaba la torre de su iglesia y se oían las campanas que daban la bievenida al licenciado, salióles al encuentro un jinete. Era Antón Cuadrado y venía a pedir justicia por cierto ultraje que le habían hecho. Después de oirlo, el Gobernador mandó traer ante sí a Melchor Verdugo y, una vez delante suyo, le preguntó si era el culpable. Al admitir éste el adulterio, fue cargado de cadenas y conducido a Trujillo. La humillación que significó para el soberbio Regidor pasear así por las calles de la ciudad, le dejó una huella indeleble en su persona. En Trujillo Verdugo guardó varios días de prisión, pero luego intervino Vaca de Castro como árbitro y logró un acuerdo entre las partes. Verdugo dió a Cuadrado 4.000 pesos "porque le perdonase", y éste los aceptó con la condición de que fuera pública la entrega. El viejo fuero aducía que cuando hubiera corazón para sentir una afrenta pero faltasen fuerzas para poderla vengar, la solución fuera obligar a pedir perdón y otorgarlo por dinero. Indemaizado conforme al fuero castellano, Antón Cuadrado volvió a pasear con la frente alta por las calles de Trujillo 62.

Por estos días, acaso porque ya sospechaban sus arreglos con los almagristas, Verdugo dió dos caballos a Vaca de Castro y compró un tercero en 800 pesos a Juan de Morales, para ir con él a la guerra 63. Pasado un tiempo, Vaca de Castro abandonó la ciudad en prosecución de Almagro el Mozo y los asesinos del Marqués. Lo siguieron todos los vecinos principales excepto los enfermos, viejos y algunos prominentes del Cabildo. Pero Melchor Verdugo, a pesar de ser aún muy joven y no requerirlo el servicio de la ciudad, persistió en quedarse. El abulense estaba resentido con la fórmula transaccional del licenciado y por considerarse vejado en demasia, había decidido no seguir al estandarte real como era su obligación de encomendero. Mas Vaca de Castro, estando ya en Huaraz, mandó volver a Peranzúrez y éste, al tiempo que hizo tropas en Trujillo, obligó a Verdugo a ir contra los almagristas. De mala gana partió entonces el soldado, pero esto no fue óbice para proseguir, y de este modo el 16 de setiembre de 1542asistió a la batalla de Chupas. La de Chupas fue la rota más sangrienta que registran las guerras de los conquistadores. A lo largo de combate la crueldad y el heroísmo se dieron la mano varias veces. Todos combatieron sin descanso. Pero Melchor Verdugo no estaba para arriesgar su vida y menos para alcanzar laureles al severo licenciado. Combatió sin entusiasmo, como aquel que combate por cumplir. En otras palabras, su comportamiento fue incoloro, al extremo que la soldadesca dió nuevamente en murmurar. Entre otras cosas se dijo que había pretendido huir a la mitad de la batalla, pero que alejándose con su caballo fue visto por el capitán Pedro de Vergara, su amigo y superior, el cual lo hizo volver a cintarazos. La historia la contaban todos porque la habían oído muchos, pero lo cierto es que no la había visto nadie. Lo que si resultó verdad fue que en el combate le mataron el caballo que compró a Juan de Morales 64.

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Su odio a don Cristóbal Vaca de Castro llegó a su mayor intensidad cuando éste en el Cusco (el 19 de octubre de 1542), le restó casi la cuarta parte de sus indios para darlos a Hernando de Alvarado, el hermano de Alonso, aquel que se alzó en Cochabamba 65. Indignado volvió entonces a Trujillo donde el 27 de noviembre hizo una información ante el Alcalde Diego de Vega, sobre el mucho bien que había hecho en su encomienda, edificando la iglesia de Cajamarca, enseñándole a rezar a todos los niños aborigenes y convirtiendo a sus padres en eximios tejedores o sembradores de trigo. Añadió también allí el curioso dato de haber sido el primer español que descubrió y trabajó minas de plata en el Perú 6. Pero pasaron los meses y la situación no cambió. Entonces, desde Trujillo el 8 de marzo de 1543 escribió a su cuñado y curador Vásquez de Ortigosa para que se preocupara

más del oro que se litigaba a Juan de Rojas y también para que intercediera con el Alcalde Ronquillo en la dación de una cédula del Emperador que le devolviera sus indios 67.

Pero la respuesta de Ronquillo se hizo esperar bastante tiempo, tanto que primero llegó la noticia del nombramiento de Blasco Núñez Vela por Virrey del Perú. Verdugo se alegró con la noticia no sólo porque el nuevo gobernante venía a tomarle cuentas a Vaca de Castro. sino porque se hablaba que "era caballero recto y que hacía justicia sin ningún respecto" 68. Además y esto era lo que más le alegrabaBlasco Núñez era de Avila y muy amigo de fray Pedro Verdugo, Comendador Mayor de Alcántara...69. Era de esperar, pues, que otra vez valieran las viejas influencias de familia.

Ei Virrey oriundo de Avila.

Efectivamente, Blasco Núñez -Corregidor de Málaga y Cuenca que además era Veedor General de las Guardas de Castilla- venía dispuesto a hacer cumplir las Ordenanzas. Su excelente criterio militar le dictaba que la vida era sólo mandar y obedecer. Pero este pensamiento no lo compartían los turbulentos soldados del Perú. Por eso, sospechando la poca gracia que haría su intención a los vecinos, fue que entró a Trujillo a cencerros tapados. Pero una vez en la ciudad arrojó lejos de sí tanta prudencia y actuando imperativamente castigó a cuatro encomenderos, soltó a los 'naborias" nicaraguas y hasta quitó unos pueblos a los mercedarios y dominicos. Otra cosa que hizo allí fue prohibir a los españoles ser llevados en literas por sus indios, comodidad a la que era muy afecto Melchor Verdugo. Como primera reacción los vecinos empezaron a juntarse y a bramar. En otras palabras, el descontento cundió pronto y esta situación aprovechó Melchor Verdugo para ganar la simpatía del Virrey 70.

Para ello comenzó por ir con él a Lima y allá hacerse su hombre de confianza. También ganó el afecto de Vela Núñez, el desdichado hermano del Virrey. Verdugo andaba siempre en la escolta del uno o en la compañía del otro, logrando en repetidas ocasiones que ambos se expresarán muy bien de el ". En esta postura presenció el derrocamiento de Vaca de Castro y el asentamiento de las Leyes Nuevas. Pero con la muerte del Factor Suárez de Carbajal el aire se fue poniendo denso y comenzó a cernirse sobre Núñez Vela la amenaza. Entonces la ciudad se alborotó, se arremolinaron los soldados y hasta los Oidores, contando con la traición de varios capitanes, se hicieron fuertes y agresivos. El Virrey, temiendo por su vida, pensó irse con los leales a Trujillo o en el peor de los casos a la isla de Puná. Y para lograr su objetivo

nombró por general de la flota a su cuñado Alvarez Cueto y por capitanes a Jerónimo Zurbano y a Melchor Verdugo 72.

Verdugo obtuvo el nombramiento el 15 de setiembre de 1544, junto con una orden para marchar a Trujillo y hacer allí con bandera alzada y tambor batiente toda la tropa posible para oponerse con ella a Gonzalo Pizarro. Núñez Vela, además, le dió facultad para disponer de la Caja Real de Trujillo o cualquier pueblo del Perú, imponiéndole por única condición la de nombrar una persona que en un libro llevara cuenta de los gastos. Lo facultó también para distribuir huéspedes entre los vecinos, hacer probanzas, castigar traidores, confiscar ganados y armas, exigir bastimento a los curacas y "si nesçesario fuere armar un nauío... —concluía el omnímodo documento os hago capitán dél” 73 ̧

Pero los descontentos prendieron al Virrey y Verdugo se quedó con los poderes en la mano. A pesar de estar obligado a guardar la persona del gobernante, al momento de su captura ninguna crónica confirma que estuviera junto a él. Pero otro escrito añade que verificada la prisión de Núñez Vela, el abulense corrió a refugiarse en casa del capitán Diego de Agüero. Allí lo fueron a buscar Martin de Robles y su hermano Antonio con intenciones de matarlo, pero Agüero se dió maña en esconderlo y así pudo salvar 74.

Mas no sucedió lo mismo cuando entró a Lima Francisco de Carbajal, con razón llamado el Demonio de los Andes. Entonces apresó el maestre de campo a más de veinte sospechosos y uno de ellos según Gutiérrez de Santa Clara— lo fue Melchor Verdugo 75. Carbajal prendió a Verdugo casi por salir de una gran curiosidad. Verdugo había sido pizarrista siempre, pero a última hora por servir a Núñez Vela llegó a oponerse a Gonzalo. El preso adujo entonces que lo había hecho por ser Blasco Núñez abulense y amigo de su Casa, pero más que nada por dar guerra a Vaca de Castro que le había quitado sus indios. Los argumentos eran fuertes y ante ellos Carbajal tuvo que aflojar la mano. El cautivo recobró su libertad y hasta comenzó a gozar del favor del Gran Gonzalo. Tanto, que cuando entró a Lima el Caudillo de la Libertad, Melchor Verdugo figuraba entre sus más fervorosos partidariosTM.

Pero pasó un tiempo y Gonzalo decidió salir contra el Virrey a Quito. Los soldados empezaron a bruñir sus armas y a ensillar corceles, pero Melchor Verdugo no hizo nada por "aderezarse" para la jornada. Mas llegó el día de explicarle esto al Gran Gonzalo y entonces fue que el dijo que no podía ir con él "a causa que siempre andaua enfermo de vnas llagas que tenía en las piernas, que le lastimauan mucho cuando subía a cauallo"". Satisfizo a Gonzalo el argumento y mientras los soldados dejaban el valle para iniciar al marcha por la arena del desierto, el abulense quedó en Lima curando sus llagadas piernas.

En esta ciudad se dedicó a visitar a sus amigos y "andaua a lo que parescía enfermo en una silla en la que le trayan yndios y negros" 78. Pero pronto dió en decir que quería irse a Trujillo y un buen día así lo hizo. En Trujillo fue recibido con gran temor, pues luciendo su indole perversa, se dió aires de prepotente gonzalista. Corroboraba esto último el hecho de que al pasar Gonzalo a Quito se alojó el caudillo en sus casas de morada. Igual lo había hecho Pedro de Puelles y el bachiller Guevara, quiénes además colgaron en los balcones las banderas de sus capitanías ". Verdugo, pues, el mimado de los Pizarros, era ahora un influyente personaje de la Gran Rebelión.

En Trujillo estuvo una larga temporada. Todo el tiempo no cesó de hablar de su enfermedad y de solicitar medicina para curar sus llagas. Pero estando así las cosas un viajero trajo la noticia de que el Virrey había huído a Popayán y que las tropas rebeldes lo perseguían victoriosas. Verdugo entonces retiró su litera de las calles y comenzó a guardar cama fingiendo un recrudecimiento en sus dolencias. Así lo halló Francisco de Carbajal cuando llegó a Trujillo, pero esta vez no creyó en los achaques del soldado y fue a prenderlo con miras de cortarle la cabeza. Mas Carbajal tenía una debilidad, quizás la única, y esta debilidad era su afición al oro. Y como Verdugo "era hombre rico y hazendado" 80, pronto se pudieron entender y "por los buenos dineros que le dió lo dexó libremente" 81. Todo era cuestión de esperar. Ya vendrían tiempos mejores no sólo para quitarle la vida sino la totalidad de sus bienes.

Verdugo, luego que se vió en libertad, no lo pensó dos veces y olvidándose de sus llagadas piernas saltó sobre un caballo y emprendió el galope a Cajamarca. Allí permaneció hasta que de Trujillo "se fue el carnicero" 82. Entonces decidió jugarse el todo por el todo y bajó nuevamente a esa ciudad en litera y portado por sus "vasallos".

Pero mientras guardaba cama o desde un balcón saludaba a los vecinos que pasaban por la calle, “mandó a un herrero llamado Juan Martín Degollado, que tenía siempre dentro de su casa, que pues tenía mucho hierro hiziesse muchos arcabuzes, grillos, colleras y cadenas allá en vn corral que tenía muy grande dentro de su casa" 83. Al mismo tiempo formó una liga o junta de soldados y los juramentó para que guardasen un secreto. Después les pidió paciencia hasta que madurara el plan o llegara el tiempo de ejecutarlo.

El día de san Quintín.

Por esos días había arribado al puerto de Trujillo un navío llamado el "Santiago", el cual hacía la derrota a Tierrafirme al servicio de los mercaderes. Su maestre y piloto al mismo tiempo lo era Pedro

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