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procedió a detenerlo. Santisteban se puso a la defensiva y forcejeó con el Justicia quebrándole la vara símbolo de su autoridad. A las voces y gritos acudieron otros soldados que de inmediato llamaron en su favor a sus demás camaradas. En esos momentos, Francisco Hernández estaba en los altos de su casa conversando con Diego de Silva. De pronto un paje los interrumpió para noticiarlos del alboroto. Francisco Hernández dijo entonces a Silva: "Lo que pasa es que el Corregidor quiere ahorcar a Santisteban, suplico a V. M., señor Diego de Silva, que vaya e diga a su Merced que le suplico no toque la persona de Santisteban, que lo que debiere yo lo pagaré" 20. Silva de inmediato marchó a cump'ir el encargo. Al bajar las escaleras vió como los soldados, ya enterados del suceso, aprestaban sus armas y daban voces amenazadoras en contra del Corregidor y los Vecinos. Silva les gritó: "¿Que es esto, pese a tal?. ¿Quereis que no perdamos todos?; sosieguense vuestras mercedes por amor de Dios, que yo iré a poner remedio en lo que a Santisteban toca" 21.

En efecto, Diego de Silva consiguió que Saavedra le entregase para su custodia al Santisteban, a quien llevó a su casa. Desde allí mandó a uno de sus negros para que avisara a Girón que el milite no corría peligro de la vida. Los soldados, totalmente incontrolados, impidieron el ingreso del negro, dándole de golpes y puntapies, mientras el pobre esclavo solicitaba auxilio.

El Corregidor, viendo que el tumulto aumentaba, ordenó la junta de estantes, vecinos y moradores, en la Plaza Mayor de la ciudad. El escuadrón se formó en pocos minutos. Luego Saavedra dispuso que el Escribano de Cabildo, en unión de Garcilaso de la Vega, Vasco de Guevara, Diego de Silva, Diego Maldonado de Alamos y otros vecinos, fuera a casa de Girón y diera fé de la junta de soldados con ánimo de motin. Entonces pudieron ver como éstos, con las mechas de los arcabuces encendidas, estaban a punto de salir a pelear. Los mensajeros del Corregidor encontraron a Girón en el patio de su casa, "en cuerpo con un sayo de paño, con la espada en la cinta e con una gorra tambien de paño en la cabeça" 22, y de inmediato le preguntaron el por qué no había acudido a la voz del pregonero. Francisco Hernández se discu'pó diciendo que sus hombres no lo dejaban salir, "e que maldita fuese su ventura porque syn él saber alguna cosa ny averla entendido, le ponyan culpa en lo que no la tenia e que él era servidor de S. M." 23. Para demostrar su buena intención, pretendió montar a ca

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ballo y salir, pero sus soldados se arremolinaron en torno suyo y en brazos lo desmontaron. Poniéndole los arcabuces en el pecho le dijeron que si salía, lo mataban, "e que mirase que Su Merced el señor Corregidor le engañaba e queria atraer para le matar e hazerle malos tratamyentos" 24. Juan de Berrío, al oir estos razonamientos les dijo: "Señores, ¿somos moros?, porque quieren defender (la acción) de la justicia real, ¿quereis que nos matemos todos?" 25. Los soldados con sus gritos no lo dejaron continuar. Viendo lo infructuoso de su intento, los mensajeros y el escribano volvieron al escuadrón. Saavedra, por evitar el rompimiento, tornó a enviarlos para que ésta vez intentaran una entrevista del caudillo con él. Luego de árduas disputas, acordaron que si Girón salía, quedaran algunos rehenes que respondieran por su vida. Se aceptó la condición quedando como tales: Garcilaso de la Vega, Diego de Silva, Maldonado de Alamos y Vasco de Guevara. Francisco Hernández se reunió en una habitación con los rehenes y les dijo: "Señores, dexen las armas, porque ansy conviene para que yo vaya" 26. Recién entonces, el Capitán de los Chunchos pudo salir. La entrevista duró cerca de una hora. El Justicia insistió en que deshiciera la gente y pidió a los más desacatados para castigarlos. Francisco Hernández respondió: "Suplico a Vuestra Merced por la pasión de Dios que myre que me manda una cosa la más cruel que jamás se a mandado a un hombre y ternia por mejor si Vuestra Merced fuese servido que si me quiere matar, que Vuestra Merced tome esta espada e me corte conella la cabeça. E le largo la espada al dicho Señor Corregidor para que la tomase por la guarnición” 27.

Impotente para contener la sedición, el Caudillo tampoco podía desamparar a los hombres que con tanto fervor le seguían. Cuando regresó a su casa, fué aclamado como vencedor. Sin hacer caso de los vítores, entró precipitadamente, llamó a los rehenes y entregándoles sus armas los dejó en libertad.

La situación seguía igual. Girón era arrastrado por sus soldados hacia la rebelión. La noche la pasaron ambos bandos en vela pero sin atreverse ninguno a iniciar el ataque. Juan de Berrío, volvió donde Francisco Hernández al cuarto del alba y con palabras persuasivas logró convencerlo de que lo mejor era fugar y entregarse al Corregidor. Apenas apuntó el día, Girón puso en práctica los consejos de su amigo. En jubón y calzas salió a la calle y marchó inmediatamente en busca de Saavedra, quien lo cargó de grillos y cadenas. 28.

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El final de la revuelta.

Con la prisión de su jefe los soldados perdieron ánimos y se desbandaron buscando asilo en diversas partes. Los más culpados se retiraron ordenadamente al convento de Santo Domingo haciéndose fuertes en un torreón incaico. Eran éstos: Benito de Aguilar, Juan Chico, Alonso Domínguez, Luna, Griego, Muñoz, Perales, Castillejo y Lagos 29. El Corregidor ordenó al capitán Palomino que los redujera con un piquete de arcabuceros y apelara a la artillería si no se rendian. Diego de Silva fué a la torre como parlamentario y subió a ella en compañía de Fray Francisco de San Miguel. Silva los amonestó y requirió para que depusieran las armas. Los soldados contestaron: ¿Queda ya muerto Francisco Hernández. Replicóles Silva que por el momento no corría peligro de muerte. Entonces varios de ellos arrojaron los arcabuces y se rindieron. Benito de Aguilar, Juan Chico, Castillejo y Lagos, no imitaron el ejemplo de sus compañeros. Siguieron resistiéndose y con grandes juramentos maldecían a Girón que no se había decidido a servirles de Caudillo. El asedio duró varios días. El Inca Garcilaso, testigo presencial de los sucesos, nos relata así su final: "Y por estos atrevidos, aunque la torre no lo merecia, la desmocharon y dejaron rasa, por que otros no se atreviesen a desvergonzarse en ella como los pasados, los cuales se rindieron y fueron castigados, no con el rigor que sus desvergüenzas merecían" 20

Procesado en el Cuzco,

El Corregidor de inmediato inició proceso contra Francisco Hernández, acusándolo de sedicioso y presunto "tirano" contra el servicio del Rey. El día 21 de abril se le tomó la primera confesión pasándosele los traslados para que replicase lo que convenía a su descargo dentro del plazo de dos días. Los escribanos Sancho de Orué y Juan Núñez, no se daban tiempo para recibir los dichos de los numerosos testigos. Francisco Hernández declaró ser inocente, pidiendo ampliación de plazo para poder presentar pruebas en su favor. Poco después, recusó al Corregidor alegando que no tenía jurisdicción para juzgarlo, pues él era Capitán del Rey, provehido por su Real Audiencia, "y que además desto, (el Corregidor) es su enemigo mortal y por tal lo recusa todas las veces. Y juró a Dios y a Santa María y a la señal de la Cruz + que hizo con su mano derecha, que la recusación no la haze de malicia

29 A.G.I. Patronato 187 Ramo 10.

30

Garcilaso de la Vega... "Historia General del Perú". Puebla. Editorial Cajica. 1953. Tomo III, Cap. XIV, p. 57.

salvo porque conviene a su derecho 31". Juan de Saavedra replicó: "Que no esta apasionado, ni es enemigo del dicho capitan pero que haziendo justicia y en cumplimiento de lo ques obligado, dice que valga la recusación y se dá por recusado" 32. De inmediato se procedió a juramentar al Alcalde Diego Maldonado de Alamos como Justicia Mayor.

y en

Francisco Hernández, mostrando conocimientos jurídicos aprendidos sin duda del Racionero de Plasencia, se daba cuenta de lo grave de su situación y procuraba ganar tiempo interponiendo excepciones. Es por eso que también recusó a Maldonado de Alamos alegando que era: "Su enemigo mortal, y como tal se a mostrado y muestra y es de los principales que se an mostrado contra el" 33. En el mismo escrito, pedía autorización para efectuar probanzas públicas en la cuidad. El nuevo Corregidor negó toda enemistad con Girón, haciendo constar, "que donde no hay enemystad no es necesarya recusación cumplimiento avia tomado juez acompañado" 34. A partir de este momento la situación del acusado se tornó dramática. Pese a que varios religiosos mercedarios declararon en su favor, se veía claramente que el Justicia, presionado por los vecinos, decretaría la pena de muerte. En efecto, la sentencia condenándolo a la decapitación se dió el 26 de abril. Para ventura de Francisco Hernández, ningún letrado la quiso firmar 35. Sin este requisito no se podía proceder a la ejecución, El Corregidor prefirió no asumir solo la responsabilidad de una muerte, por eso proveyó un mandamiento en el que remitía la causa, "e conocimiento della a los muy poderosos señores presydente e oydores de la real abdiencia que reside por su Magestad en la cibdad de los Reyes, para que visto el proceso y la culpa que contra el dicho Francisco Hernández resulta, provean y admynistren enello justicia concluyendo la cabsa y sentenciandola definitivamente por todas ynstancias" 36.

Prisionero a los Reyes.

Se ordenó de inmediato el viaje de Girón a Los Reyes con fuerte escolta pagada "a su costa y minçion". Como jefes de dicha guardia debían ir el Alcalde Maldonado de Alamos y el Capitán Juan Alonso Palomino 37. El día anterior a la partida, fué el Corregidor a la prisión para tomarle pleito homenaje. Metiendo sus manos entre las del preso

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que las apretaba con las suyas, "le dixo enesta manera: Capitán Francisco Hernández, hazeys pleyto omenaje e promesa segun uso e costumbre de los cavalleros antiguos de castilla, que en cumplimiento de la rremision que desta vuestra causa e negocio hago a la real abdiencia de su Magestad que os yreys a presentar con el capitan Juan Alonso Palomino y el Alcalde Diego Maldonado de Alamos con la demas gente que conellos fuere, quieta e pacificamente sin hacer alboroto ni escándalo ni rruido ni haber question ni enojo con ninguna persona, por vuestra persona ni por otras en vuestro nombre ni por vos, y que sereys obediente a todo lo que vos fuere mandado por los susodichos hasta vos entregar y poner en la dicha cibdad de Los Reyes. a lo que el dicho Francisco Hernández dixo: sy, prometo y hago pleyto omenaje de lo cumplir y guardar segun que me es encargado y mandado. A lo qual el dicho señor corregidor dixo tres veces, y el dicho capitan Francisco Hernandez absolvio e hizo otras tres veces por esas palabras y formas susodichas" 38. La cita es un tanto larga pero es interesante transcribir integramente la viaje figura del Derecho Castellano que cobraba nuevo auge en las Indias. Acto seguido, el Corregidor y el reo, firmaron el pleito homenaje actuando como testigos: Antonio de Quiñones, Tomás Vásquez, Juan de Figueroa, Francisco de Grado y otros. En la diligencia siguiente se autorizó a los custodios para que pudieran aplicar la "ley de fuga", es decir, si Girón pretendía escapar, lo mataran. Luego el Proceso se selló y lacró para que no pudiera ser alterado en el camino. El 28 de abril Saavedra entregó a Francisco Hernández en manos del capitán Palomino. Iba el reo en traje de camino, llevando en los pies una cadenas y grillos, "las quales les mandó (el Corregidor) que no se las quiten hasta lo entregar en la dicha real abdiencia" 39.

El viaje hasta la costa se efectuó sin mayor novedad. A fines de mayo ya estaban en Los Reyes y de inmediato compareció Girón ante los Oidores Saravia y Santillán, actuando como escribano de la causa Pedro de Avendaño. Luego que los magistrados revisaron el proceso, se le tomó una primera confesión, donde absolvió todas las preguntas insistiendo en su inocencia. A su vez, acusó a los vecinos del Cuzco de haber pretendido asesinarlo. El 30 de Mayo volvió a comparecer ante la Audiencia para una segunda confesión, que no arrojó nada nuevo. Girón refutaba fácilmente uno a uno todos los cargos. El Tribunal no encontró motivo para ratificar la pena de muerte y por el

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