Imágenes de página
PDF
ePub

contrario aceptó las disculpas del Capitán, declarándolo inocente y en libertad de volver al Cuzco si así lo deseaba.

Poco después, Francisco Hernández decidió casarse con la bella y virtuosa Mencía de Sosa, hija del Tesorero Alonso de Almaraz y de doña Leonor López de Portocarrero y Monroy ". La boda se realizó en la Iglesia Mayor terminando el mes de Julio. Esa noche habría luminarias y los músicos vendrían a tocar. La hija del Tesorero estaría muy feliz. Ella más que nadie creería en la felicidad que la esperaba a la vera del bizarro capitán. Envidiada por todas las doncellas de Lima, nadie hubiera dicho entonces que pasaría a la posteridad como "la bella mal maridada".

40 Herrera, Antonio de... Op. cit. Tomo X, Lib. V, Cap. XVII, p. 127.

Aspectos de la Economía durante el
Primer Gobierno del Mariscal Don
Agustín Gamarra

Por RAUL RIVERA SERNA

No pretende ser este un trabajo definitivo sobre el tema del rubro, tan interesante en sí, porque corresponde a la agitada etapa inicial de nuestra vida republicana, en la que se sintieron crudamene las consecuencias políticas, sociales, económicas y militares de la guerra emancipadora, sino sólo un esbozo en que cumplen función similar, factores propios y foráneos.

Motivos de orden documental nos han disuadido de aquel propósito, pues se comprende que para un estudio de vastas proyecciones es preciso disponer de estadísticas orgánicas, de documentos que por lo menos guarden adecuada coordinación, entre los tocantes a una materia afin y en volumen suficiente como para la realización de un trabajo de selección, comparación y síntesis. Si gran parte de la documentación incumbente a nuestro tema, ha desaparecido por causas conocidas en nuestro medio, es cierto también que mucho de su falta o escasez se deben al desorden, a la inmoralidad y a otros factores administrativos de la época. En uno y otro caso, la falta de coordinación en el sentido y alcances de la legislación; la irresponsabilidad o la acción aviesa de los funcionarios, que en no pocos casos borraron las huellas de su obra administrativa, destruyendo o alterando documentos, como en el ramo de contribuciones y la demora con que llegaban a su destino los documentos enviados desde la capital, modificando o ampliando el sentido de las disposiciones anteriores, son las notas más saltantes de la política administrativa de la época.

Lo que exponemos aquí nos da, sin embargo, una idea panorámica del estado de la economía del país en esos cuatro años de crisis interna e internacional. Aparte de las graves perturbaciones que crearon cuestiones de orden político, se nota, en lo económico, falta de brazos para la agricultura, de capacidad de consumo, de capitales y técnica para la industrialización del país, de espíritu de iniciativa para la creación

o mejora de las fuentes de riqueza en general. No se desconocían desde luego las doctrinas económicas en boga en el mundo europeo, pero hubo desconfianza para su aplicación y se les consideró como un mero ensayo, con resultados previsibles a largo plazo. Las ideas económicas de Smith y su aventajado discípulo David Ricardo, no tuvieron la misma o parecida acogida que en el viejo mundo. Fue aquella al menos la posición de los redactores de El Conciliador, uno de los órganos más importantes del período que nos ocupa. Para ellos, la buena política económica no radicaba en los libros de Economía, sino "en los dictados de la Historia", vale decir en la experiencia. "Los Fenicios fueron ricos sin ser economistas", escribió alguno de ellos. Partidarios del comercio y del fomento industrial, creyeron encontrar la solución en el fomento de esos ramos, mediante la aplicación de reglas prácticas que habían rendido resultados benéficos en algunos países europeos y americanos. Propugnaron, por ello, la implantación de una industria pesquera, semejante a la de Inglaterra y Normandía y puertos de depósito como Valparaíso. Pensar en lo primero era utópico, tanto por la falta de técnica como de capitales, lo segundo hubo de lograrse con los resultados benéficos esperados.

Hubo algunos escritores, sin embargo, que alentaron el progreso económico del país, basando sus puntos de vista en el ejemplo que significaban Francia e Inglaterra, sin poner reparos en que las bases de su progreso económico fueron distintas. No sólo la geografía, sino el proceso cultural, político y social fueron alli diferentes y se anticiparon a nuestro medio. La industria textil inglesa, por ejemplo, que comenzó a tecnificarse desde 1765, alcanzó notorio desarrollo por el año de 1790, en que la fuerza hidráulica que movilizaba las máquinas fue reemplazada por el vapor de agua. Manchester y Liverpool, los más importantes centros fabriles ingleses, habían casi duplicado su población en pocos años, a tal punto, que ella sumaba por el año de 1832, más de 350,000 habitantes. La transformación social y agraria que se operó allí, influyó decisivamente en el proceso económico en general. La abolición de los derechos gremiales, la confiscación de los bienes de la iglesia y de la aristocracia, como consecuencia de la abolición de los derechos de los "señores territoriales", multiplicaron la propiedad raíz y ello impulsó el desarrollo de la agricultura y produjo un considerable aumento en la renta por concepto de utilidades de los bienes raíces en general. Los resultados no se dejaron sentir de inmediato, sino con cierta tardanza.

En Francia, el otro país tomado como modelo, no aconteció lo mismo. La falta de capitales y de población determinó una postergación en el desarrollo de las actividades agrícolas e industriales con

respecto a Inglaterra; pero el progreso hubo de llegar con el mercantilismo, sistema éste que había arruinado a la agricultura y la manufactura en España.

Manuel Lorenzo de Vidaurre, José Maria de Pando y Manuel Pérez de Tudela, ministros de Hacienda de Gamarra estos últimos, son las figuras representativas, entre las pocas que se preocuparon por la mejora de la administración económica del país, bajo doctrinas que habían elevado el volumen económico francés e inglés. En los tres primó, sin embargo, mayor preocupación por el fomento de la industria minera. Vidaurre, que no cumplió funciones hacendarias directas, fue, entre los mencionados, el más decidido partidario de la asimilación de nuevas doctrinas económicas. Sus ideas sobre la inoperancia de la ley de prohibiciones, vertidas a propósito del pedido formulado por el representante Rodríguez, para que se prohibiera la internación de productos extranjeros, cuyos similares se producían en el país, así lo indican. Escribió entonces sobre lo lesivo que era tal medida, pues favorecía el monopolio con las consiguientes desventajas para el consumidor. Apoyado en las ideas de Say y Smith dijo: "Todos los hombres tienen por naturaleza el derecho de comprar a quien quieran y vender del mismo modo". Sostuvo que Francia debía su adelanto a la aplicación de la ciencia económica, porque antes de ello "era una guerra la que se hacía á las personas y á las cosas", y que la mejora de la industria nacional no estaba en función de la aplicación de leyes prohibitivas, sino en la libre competencia del producto nacional y el extranjero. "Compremos siempre escribić- el Chateu-Margot mejor que el vino de Moquegua, el aceite de Florencia, que el de Lima-Tambo, los tocuyos de Estados Unidos, que los del Cuzco. Trabajen nuestros conciudadanos en perfeccionar, tendrán la preferencia. Si no pueden perfeccionarse con respecto á ciertos ramos, apliquense á otros, que ni á los salvajes en los montes faltan los medios de subsistencia" Convenía, no obstante su posición un tanto radical, en que eramos "muy niños" y que apenas "contábamos once años de nacidos, y cinco en todo rigor de libres e independientes" y que por esto mismo, era improcedente pensar en un rápido y efectivo progreso económico y cultural.

Pero hay que agregar a los factores expuestos, otros que acaso tuvieron similar importancia en el proceso económico del país en la época que estudiamos: las luchas políticas internas y los conflictos internacionales con Bolivia y la Gran Colombia. Se ha sostenido siempre que lo primero fue efecto de la ambición personalista de los caudillos, que prestigiados en las guerras de la época precedente, trataron a través de conspiraciones y revoluciones, apoderarse del Poder; pero no hay

(a) "El Conciliador" N° 12. Miércoles 15 de febrero de 1832.

que desvirtuar el sano propósito que tuvieron algunos de valerse de esos medios para lograr la mejora del país, objetivo que no se logró debido, precisamente, a factores de orden económico. Uno y otro caudillo cayó en el mismo círculo vicioso. Una muestra de esta época de inquietud la tenemos precisamente en el primer período presidencial de Gamarra, en que se realizaron hasta dieciocho actos subversivos contra su gobierno, según investigaciones realizadas por Dante Herrera Alarcón. Tales actos, más contingencias de orden internacional, obligaron al Presidente a abandonar con cierta frecuencia su cargo, dejándolo en manos del Vice-Presidente o del Presidente del Senado, de acuerdo a lo estatuído por la Constitución.

Si reconstruimos en líneas generales el cuadro de tales ausencias, a partir de su elección constitucional, tendremos el siguierte resultado: En Setiembre de 1830 dejó el cargo en manos del Vice-Presidente, Antonio Gutiérrez de La Fuente, para viajar al Cuzco a sofocar la revolución del Coronel Gregorio Escobedo.

En Junio de 1831 hizo lo propio, para dirigirse al Sur en vista de la gravedad de la situación internacional. Dejó entonces en el Poder al Presidente del Senado Dn. Andrés Reyes.

En Setiembre de 1832 dejó momentáneamente el mando en manos del Presidente del Senado, Manuel Tellería, por enfermedad.

En Julio de 1833, viajó a Ayacucho para develar un movimiento revolucionario y dejó en la presidencia al Vice-Presidente del Senado, Dn. José Braulio del Camporredondo ".

Estas frecuentes salidas, que crearon situaciones de inquietud y desconfianza, fueron, entre otras, las causales más importantes que conspiraron contra la buena obra administrativa que pudo haber cumplido el Presidente.

En cuanto a lo segundo, la guerra con la Gran Colombia y los reiterados conflictos con la república de Bolivia, que tienen sus antecedentes en la invasión a Bolivia el año 1828 y en la contrarrevolución de 1829, a raíz de la política interventora de Santa Cruz en los negocios domésticos del Perú a través de sus confabulados, obligó a Gamarra a sostener un numeroso ejército y en permanente estado de alerta. La movilización de efectivos hacia la frontera sureste y su sostenimiento, absorvió buena parte de los ingresos fiscales, tan disminuídos v aur el producto de empréstitos internos. Se pensó entonces que parte de esas inversiones improductivas podían aplicarse al fomento de la agricultura y la industria para elevar el nivel económico de los países beligerantes.

(b) Diez Canseco, Ernesto. Relación cronológica de los gobernantes que han ejercido el mando en Lima, p. 6-7.

« AnteriorContinuar »