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la que fray Martín de Murúa consagró al origen y las viscisitudes de los Incas, ambas descubiertas y copiadas por Manuel González de la Rosa con el propósito de reanudar su Colección de Historiadores del Perú, iniciada en 1882 con la crónica del jesuita Bernabé Cobo acerca de la Historia de la Fundación de Lima; el anecdótico y nutrido Diario de Lima, redactado por Francisco y Joseph de Mugaburu, y cuyo manuscrito halló Carlos A. Romero entre los viejos papeles de la Biblioteca Nacional; la relación de Juan Joseph del Hoyo en torno a la situación de los indios y la supervivencia de las encomiendas, el tratado de Francisco de Avila sobre las supe:sticiones de los indios de Huarochirí, y algunas piezas del proceso seguido por la muerte que en Vilcabamba se había dado a fray Diego Ortiz, igualmente provenientes de las colecciones que a la sazón poseía la Biblioteca Nacional; y, exhumada del Archivo Arzobispal de Lima, la relación de Felipe de Meaina sobre las idolatrías observadas en Huacho.

En segundo lugar, mencionaremos las reimpresiones de textos que, por la rareza o la escasa accesibilidad de sus ediciones, requerian pronta y conveniente difusión. Se les puede reconocer cuatro orígenes diversos: 1o, impresos coloniales (como las crónicas de Francisco de Jerez y Pedro Sancho de la Hoz, las relaciones que sobre idolatrías de los indios publicaron Pablo Joseph de Arriaga y Pedro de Villagómez, y algunas disertaciones de Juan Polo de Ondegardo y Francisco de Avila); 2o, las colecciones documentales formadas en España por Martín Fernández de Navarrete y Luis Torres de Mendoza (como en los casos de las crónicas debidas a Pedro Pizarro, Pedro Ruiz Naharro, Cristóbal de Castro y Diego de Ortega Morejón, o las relaciones de los primeros agustinos, el licenciado Francisco Falcón y Juan Polo de Ondegardo); 5o, las cuidadas ediciones del americanista Marcos Jiménez de la Espada (como en lo tocante a la anónima relación sobre el sitio del Cuzco, las crónicas de fray Bartolomé de las Casas, Juan Diez de Betanzos, Fernando de Santillán, Juan Santa Cruz Pachacuti y Ferrando de Montesinos, amén de las informaciones hechas al virrey Toledo, las declaraciones de los quipocamayos a Vaca de Castro y las relaciones geográfico-estadísticas sobre algunos pueblos coloniales); y 4o, las trascripciones aparecidas en publicaciones documentales americanes (como lo advertimos en lo pertinente a las crónicas de Miguel de Estete y los dos Cristóbal de Molina).

En tercer lugar hallamos estudios de autorizados investigadores, cuya difusión interesaba al conocimiento de los recientes progresos alcanzados en la interpretación de la historia antigua del Perú. Fueron las "contribuciones" de Juan Jacobo von Tschudi y la monografía de Clements Markham en torno a las "posiciones geográficas" de las tri

bus incorporadas al Imperio de los Incas, respectivamente traducidas del alemán y el inglés; y, finalmente, el renovador ensayo de Javier Prado en torno a la sociedad peruana durante la época colonial.

Con el único tomo de la tercera serie, Horacio H. Urteaga dió por terminada la compilación de los libros y documentos referentes a los tiempos prehispánicos y la conquista aunque, en verdad, también había proyectado la colección hacia la época de la dominación española, al incluir el diario" de los Mugaburu-, y anunció su propósito de reunir las fuentes de la historia virreinal. No obstante, los programas trazados al comenzar sus series, nos hacen saber que pensó editar otros volúmenes sobre el antiguo Perú y esbozan idea sumazia del contenido. Al efecto, mencionó: carta dirigida por Francisco Pizarro a Carlos V, dándole noticias sobre la conquista del Imperio de los Incas, que probablemente fuera la signada en Cajamarca a 29 de julio de 1553, cuyo texto no logró incluir Raúl Porras Barrenechea en sus Cartas del Perú (Lima, 1959) y según la indicación de Horacio H. Urteagaparece hallarse en la Biblioteca Nacional de Viena; correspondencia sobre el gobierno civil y eclesiástico del Perú, dirigida al Rey por don Francisco de Toledo y el Arzobispo Toribio Alfonso de Mogrovejo; Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, por el padre Anello Oliva, cuyo manuscrito original existía a la sazón en la Biblioteca Nacional; fragmentos de una historia de la ciudad de Trujillo y descripción de la fiora regional, que también se conservaban en la colección de papeles manuscritos de la Biblioteca Nacional; extractos de la Corónica Moralizada del Orden de San Agustín en el Perú, en los cuales expuso fray Antonio de la Calancha las idolatrías de los indios Yungas; y, por añadidura, los comentarios de Richard Pietschmann en torno a la Historia Indica compuesta por Pedro Sarmiento de Gamboa.

Es fácil deducir que la Colección de libros y documentos referentes a la Historia del Perú ostenta caracteres y méritos de especial significación: pues, si bien reveló pocas piezas inéditas, contribuyó a divulgar testimonios y documentos que no eran accesibles para los investigadores y los estudiantes de nuestro pasado; y, si bien incluyó textos defectuosos, ello incitó a confrontarlos y en cierta manera favoreció la intensificación de la crítica. Su aparición coincidió con la orientación científica de las exploraciones arqueológicas y condujo hacia la aplicación de una moderna metodología de estudio histórico. Y, por las perspectivas que ayudó a trazar, acrecentó las exigencias de una conveniente armadura erudita como medio de asegurar la hondura y la precisión en las visiones de los viejos tiempos.

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Tomo I Molina, Cristóbal de. Relación de las fábulas y ritos de los Incas, por..., cura de la Parroquia de N. S. de los Remedios del Cuzco. Relación de la conquista y población del Perú, por..., sochantre de la Catedral de Santiago de Chile. Anotaciones y concordancias, por Horacio H. Urteaga. Noticias biográficas y bibliográficas, por Carlos A. Romero. Lima, Imprenta y Librería Sanmarti y Cía., 1916.

1 h., xxxi, 215 p., 1 h. 201⁄2 cm. (Colección de libros y documentos referentes a la Historia del Perú. I serie, tomo I).

Dos cronistas del mismo nombre, y ambos clérigos, escribieron durante la segunda mitad del siglo XVI: el primero, sochantre de la Catedral de Santiago de Chile, es conocido con el remoquete de "el chileno (1494-1580?); y el segundo, cura de la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, en Cuzco, es llamado por eso "el cuzqueño” (¿-1585). Inicialmente fueron confundidos por Tomás Thayer Ojeda, en la nota que antepuso a la publicación de la crónica debida al cuzqueño (cf. Revista Chilena de Historia y Geografía: No 9, pp. 112116; Santiago, I-III de 1913); pero, a base de las noticias que sobre éste publicó José Toribio Medina (cf. La Imprenta en Lima: Tomo I, pp. 194-195; Santiago, 1904), inició luego la diferenciación biográfica entre ambos cronistas (cf. Revista Chilena de Historia y Geografía: No 11, pp. 89-90: Santiago, VII-IX de 1913). En forma definitiva, separó las informaciones pertinentes a uno y otro, el erudito Carlos A. Romero, en el prólogo escrito para la edición limeña de las dos crónicas, que forma este primer tomo de la primera serie de su Colección de libros do cumentos referentes a la Historia del Perú y que, previamente corregido y aumentado, fué nuevamente dado a la publicidad en la Revista Histórica (Tomo VI, pp. 71-87; Lima, 1918). Crítica de las noticias acopiadas hasta entonces, y nuevas aportaciones, han sido hechas desde entonces: 19, por Tomás Thayer Ojeda en Las biografías de los dos "Cristóbales (sic) de Molina" publicadas por el escritor peruano don Carlos A. Romero (cf. Revista Chilena de Historia y Geografía: No 40, pp. 5-46; Santiago, X-XII de 1920), donde además presenta a Cristóbal Malo de Molina (1519-?), sobrino del sochartre y tercero del mismo nombre; 2o, por Raúl Porras Barrenechea, en los nuevos y autorizados estudios que ha dedicado a cada uno de los cronistas, enriqueciendo y precisando los datos de sus respectivas trayectorias, y anunciando la existencia de otro homónimo "que era naviero o escribano de navio" (cf. Revista de la Universidad Católica: Tomo IX, No 4-5, pp. 235-240; Lima, VII-VIII de 1941); y 3o, por Raúl Rivera Serna en Los Cuatro Cristóbal de Molina (cf. Fénix: No 6, pp. 590-594; Lima, 1949), donde se atribuye al "naviero" el oficio de mercader y se agrega noticia de

un conquistador del mismo nombre que se habría dirigido al Río de la Plata.

El título completo de la crónica escrita por "el chileno" cuyo ms. original se conserva en el Archivo General de Indias, es: "Relación de muchas cosas acaecidas en el Perú, en suma, para entender a la letra la manera que se tuvo en la conquista y población de estos reinos, y para entender con cuánto daño y perjuicio se hizo de todos los naturales universalmente de esta tierra; y cómo por la mala costumbre de los primeros se ha continuado hasta hoy la grande vejación y destrucción de la tierra; y si Nuestro Señor no trae remedio, presto se acabarán los más de los que quedan; por manera que lo que aqui trataré, más se podrá decir Destrucción del Perú, que conquista ni poblazón". Fué dada a conocer, en 1842, por Henri Ternaux-Compans, quien publicó una versión francesa en el tomo IV de sus Nouvelles annals des Voyages et des Sciences Geographiques, atribuyéndola erróneamente a fray Marcos de Niza. Como anónima la presentó Diego Barros Arana (1873) en la Colección de Documentos Inéditos para la Historia de América, y la publicó por entregas para distribuirla a los suscritores de Sud América, revista aparecida en Santiago de Chile. Pero en la introducción de sus Tres relaciones de Antigüedades Pe ruanas (Madrid, 1879), Marcos Jiménez de la Espada aventuró la opinión de que su autor "pudo ser" Cristóbal de Molina; y al publi car, en 1892, los capítulos de la Apologética Historia Sumaria en los cuales fray Bartolomé de las Casas trata de Las Antiguas Gentes del Perú, agregó en un apéndice (pp. 241-285) todos los trozos relacionados con materias históricas del antiguo Perú contenidos en el manuscrito de esta crónica, pues -reputándola como una de las principales fuentes de información que el Apóstol de las Indias había tenido a su alcance en lo tocante a los sucesos del Imperio Incaico- juzgó conveniente que los investigadores pudieran confrontar tales trozos con el texto lascasiano. No obstante, aún la publicó José Toribio Medina como anónima, al incluirla en el tomo VII de su Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile (Santiago, 1895), pp. 428-482; pero luego sospechó de la exactitud del texto trascrito, quizá por haber comprobado algunas diferencias con los extractos que publicara Marcos Jiménez de la Espada, dispuso su confrontación con el original a fin de lograr su depuración, y en el tomo VIII (Santiago, 1896) de la misma colección incluyó una escrupulosa fé de erratas (pp. 493-504). Pues bien: el texto de 1873, reproducido en 1895, fué utilizado por Horacio H. Urteaga y Carlos A. Romero, sin tomar en cuenta las aclaraciones que acerca de sus errores agregó José Toribio Medina, y por lo tanto es defectuoso.

En cuanto a la copia ms. que según Raúl Porras Barrenechease tiene hoy como original de la importante relación del cuzqueño Cristóbal de Molina, existe en la Biblioteca Nacional de Madrid. Su texto fué inicialmente publicado por Clements R. Markham, en versión inglesa, el año 1873, bajo el título de An account of the fables and rites of the Yncas, en el tomo XLVII de la Hakluyt's Collection of the early voyages, travels and discoveries of the english nation, en el cual fueron también incluídas otras versiones de textos debidos a Juan

Tomo II

Santa Cruz Pachacuti, Francisco de Avila y Juan Polo de Ondegardo. Una defectuosa trascripción de la citada copia ms., debida a Claudio Gay, fué depositada en el Archivo Morla Vicuña, de la Biblioteca Nacional de Chile, y a base de ella se hizo la primera publicación española de Ritos y fábulas de los Incas, en la Revista Chilena de Historia y Geografía (No 9, pp. 117-190; Santiago, I-III de 1913). Y es justamente esta trascripción la que aparece en el volumen primero de la colección formada por Horacio H. Urteaga y Carlos A. Ro

mero.

Tito Cusi Yupanqui Inca. Relación de la conquista del Perú y hechos del Inca Manco II, por D. Diego de Castro... Notas bibliográficas y concordancias del texto, por Horacio H. Urteaga. Biografía de Tito Cussi (sic) Yupanqui, por Carlos A. Romero. Lima, Imprenta y Librería Sanmarti y Cía., 1916.

1 h., xxxiii, 151 p., 1 h. retrato, facsim. pl. 201⁄2 cm. (Colección de libros y documentos referentes a la Historia del Perú. I serie, tomo II).

Copiada por Manuel González de la Rosa a la vista del ms. original, existente en la Biblioteca del Escorial.

A la relación se agrega un apéndice documental (pp. 115-151), en el cual se incluye: 1. Provisión de Francisco Pizarro, encargando al gobernador de Arequipa, Garci Manuel de Carvajal, que efectuase aprestos para combatir contra Manco Inca (anteriormente publicada por Carlos A. Mackehenie en la Revista Histórica: Tomo V, pp. 8-10; Lima, 1913). 2.- Cartas que Tito Cusi Yupanqui dirigió a fr. Juan de San Pedro, desde Pampacona, a 23-II y 24-XI-1568 (y que Andrés González de Barcia insertó en el prólogo escrito para su edición de las obras del Inca Garcilaso, en 1723). 3.- Carta del virrey Francisco de Toledo para Tito Cusi Yupanqui, suscrita en Yucay, a 16-X-1571. 4.- Capitulaciones efectuadas entre Tito Cusi Yupanqui y el licenciado Juan de Matienzo (que éste insertó en el capítulo XVIII de su Gobierno del Perú, y que han sido trascritas de la edición aparecida en Buenos Aires, en 1910). 5.- Declaración de Angelina Llacsa, mujer de Tito Cusi Yupanqui, en el proceso seguido con motivo de la muerte del agustino fr. Diego Ortiz (que ha sido extractada del respectivo expediente, un tiempo conservado en la Biblioteca Nacional de Lima). 6.— Provisión del Obispo de Cuzco, Antonio de la Raya, ordenando una información sobre los milagros atribuídos a fr. Diego Ortiz (extractada también del expediente citado). 7.Declaración de Baltasar de Ocampo Conejero en el mismo proceso. 8. Recurso del cronista Juan Diez de Betanzos, desheredando a su hija María por haberse casado clandestinamente con Juan Bautista de Vitoria, siendo vicaria del monasterio de Santa Clara. Y 9.- Relación de las fiestas y sacrificios que hacían los Incas en los meses séptimo, octavo y noveno (extractada de la Historia del Nuevo Mundo, por Bernabé Cobo: Libro XIII, cap. XXVIII).

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