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los caudillos americanos. En esta ocasión los resultados no correspondieron a ese juramento.

Marchó sobre el general español Olañeta y cuando, avanzando hacia Potosí, se hallaba próximo a destruírle y trabajaba para que se defeccionasen algunos oficiales con quienes tenía relaciones, recibió varias órdenes de Santa Cruz para contramarchar. Tuvo que obedecer, no sin repugnancia, y en Caracollo se reunió al primer cuerpo del ejército que conducía Santa Cruz después de la batalla de Zepita 15.

Olañeta, que se movió en seguimiento de Gamarra, se reunió a las fuerzas que tras de Santa Cruz llevaron el virrey La Serna y el general Valdez. No podemos decir, por falta de datos evidentes, si Gamarra aconsejó o apoyó a Santa Cruz en la idea de retirarse y evitar una batalla en Oruro o si fue de contrario parecer. Censuróseles mucho en el Ejército y, glosándose mal cuanto hacia Gamarra, especialmente, causó murmuraciones el que se adelantase desde Pomata a la Costa, en vez de esmerarse en poner orden en la retirada para conservar la fuerza, pues ya no había por qué acecharla y destruir los cuerpos, como sucedió.

Santa Cruz, que pensó en reorganizar sus restos, apoyado en la expedición de Chile que en dicho año de 1823 vino a Arica, convino en que el general Gamarra pasase a Lima a manifestar al gobierno y al general Bolivar los acontecimientos ocurridos y recibir instrucciones. Hizolo así, mas, habiéndose dirigido al Callao el buque que llevaba para Arica a la infanteria salvada y caído prisionero el que conducía la caballería, quedó sin objeto la comisión del general Gamarra, quien permaneció en Lima un corto tiempo.

A principios de 1824, cuando el general Bolívar, indispuesto ya con el presidente Torre Tagle, dictaba órdenes desde Pativilca para extraer recursos de Lima y cuanto era preciso salvar de los españoles próximos a ocupar la capital,Gamarra fue enviado con muchas facultades para exigir de Tagle el cumplimiento de varias importantes disposiciones. Consiguió, en cuanto a unas, llenar su encargo; no así respecto de otras, que quedaron pendientes y se encomendaron al general Necochea, nombrado en esos días gobernador de Lima.

No debe dudarse de que fué debido a lo azaroso de las circunstancias y a los respetos y temor que el general Bolívar inspiraba en 1824, el que el general Gamarra se resignase a servir de jefe del Estado Mayor del Perú, no porque mirase en menos tal destino, sino porque ese ejército era mandado por el general La Mar; mas entre ambos hubo la armonía necesaria durante la campaña de Ayacucho y aún después.

15 El 22 de agosto de 1823 se luchó la batalla de Zepita.

El general Gamarra trabajó en ella con un empeño y decisión semejantes a la tenaz actividad que empleó antes de que se abriese para reforzar y disciplinar las tropas peruanas. Asistió a la batalla de Junín y en la de Ayacucho estuvo encargado del Estado Mayor General del Ejército Unido, que se le encomendó desde que quedó ocupado a retaguardia el general Santa Cruz.

El general Sucre, en oficio de 20 de diciembre de 1824, dijo a Bolívar que por un injusto olvido no había recomendado a Gamarra en el parte de Ayacucho: que había trabajado bien en toda la campaña y en el combate y solicitado comisiones de riesgo y de mucha fatiga.

Gamarra fue nombrado por Bolívar prefecto y comandante general del Cuzco, en 6 de febrero de 1825 1, cargo que ya le había encomendado Sucre y en el cual hizo notables servicios al ejército y al país en su organización política. En enero del mismo año ascendió a general de división y le otorgó Bolivar un premio de veinte mil pesos.

Gamarra promovió y autorizó el acta de las corporaciones del Cuzco, que resolvieron, en 3 de enero de 1825, se levantase allí un gran monumento a Bolívar con inscripciones en su alabanza, de exageración extraordinaria. Con motivo de las elecciones de Tinta -cuyas nulidades no toleró el prefecto Gamarra-, a fines de 1825, sufrió pesados ataques de los curas Leyva y Mendoza, que le obligaron a publicar una defensa que sincerase su conducta. Vióse en esta publicación una particularidad notable y del más extraño carácter. El ministro Carrión había autorizado a Gamarra, en oficio de 26 de febrero de ese año, a nombre de Bolívar, para que en los casos en que el servicio exigiera la suspensión en algunos artículos de la Constitución, quedasen estos sin vigor y fuerza hasta que las circunstancias permitiesen su cabal cumplimiento. Carrión, uno de los mayores enemigos de Monteagudo fue, antes de llegar a ser ministro, un liberal, cuya intolerancia y desenfreno le hicieron conocer bastante entre los demagogos de 1822 y 23.

En 1827, cuando el Congreso eligió Presidente al general La Mar, acaeció que varias provincias de aquel departamento se defeccionaron y, aunque sus designios no se expresaron con claridad, es cierto que la obediencia fue interrumpida. Pasó pronto esta conmoción y ante el gobierno apareció el general Gamarra sofocándola y serenando los ánimos por medios amigables y conciliatorios, lo cual, en la suspicacia de los exaltados liberales de 1827, valió a Gamarra que le atribuyesen la sublevación de aquellos pueblos.

16 Don Hildebrando Fuentes, que fue prefecto del Cuzco, dice que Gamarra lo fue de dicho departamento desde el 23 de diciembre de 1824 al 25 de abril de 1825 y del 10 de agosto de ese mismo año, hasta el 20 de junio de 1827 (El Cuzco y sus ruinas, Lima, 1905, pág. 92).

El general Gamarra se plegó con entusiasmo al cambiamiento acaecido en Lima contra el poder de Bolivar, en 26 de enero de 1827; y de orden del Gobierno formó en el Cuzco nuevos cuerpos. Aunque la provincia de Lampa le eligió diputado al Congreso General Constituyente, las graves atenciones y cuidados de la República por el Sud impidieron al general Gamarra incorporarse a dicha asamblea. Para imponer a Bolivia, donde mandaba el Mariscal de Ayacucho, Sucre, y existía una fuerza colombiana, se juntaron en el departamento de Puno los cuerpos de infantería y caballería que había en el Cuzco, Arequipa y Moquegua. Gamarra era ya comandante general del Sur y, dejando la prefectura " a don Juan Angel Bujanda coronel de milicias y sub-prefecto de una provincia-, marchó a la frontera y se ocupó asiduamente de promover la insurrección contra Sucre en Bolivia. Ofendiéronle mucho los diarios bolivianos por esto y Gamarra, en 27 de diciembre de 1827, pasó al Gobierno desde Puno un oficio para que se publicase en Lima, quejándose de que se le acusaba de haber escrito cartas con objetos subversivos; que tal hecho era falso, lo mismo que el que estuviese en mala inteligencia con el prefecto de Arequipa, La Fuente, de quien se decía en aquellos papeles que no quería obedecerle.

Los descontentos y liberales de ese país entre ellos, los que más habían encomiado a Sucre y cooperado a la presidencia vitalicia- llamaron a Gamarra y no omitieron esfuerzo clandestino para arrojar a aquel presidente, como lo lograron, habiendo llegado hasta sublevar contra él las mismas tropas colombianas.

El general Gamarra, a quien había dado el Gobierno el carácter de General en Jefe del Ejército del Sur, y que había aumentado su fuerza y creado nuevos cuerpos, pasó el Desaguadero y marchó al interior de Bolivia en aquella crisis, sin previa orden del gobierno peruano. Los cuerpos de Colombia que allí sostenían a Sucre fueron sublevándose y en el motín de uno de ellos, en Chuquisaca, fue él mismo herido. Encargóse el gobierno de Bolivia al Consejo de Ministros, presidido por el general Urdininea. Apoyó Gamarra el cambiamiento y dió a esa república seguridades para su nueva organización. En Oruro, al jurar el ejército peruano la Constitución el 13 de junio de 1828, dirigió a los cuerpos una proclama en que resaltan las frases siguientes: "Con nuestras espadas la sostendremos contra la anarquía y la

17 Es imposible pretender en una nota dar razón, por concisa que fuera, de la extraordinaria labor que realizó Gamarra en beneficio de su tierra natal. Es lamentable que todavía no se haya hecho ningún trabajo, al menos no lo conocemos, que historie los primeros años de la República en el Cuzco, años de gran fecundidad y que pusieron en evidencia la gran capacidad de gobernante de Gamarra.

ambición. Las armas que se os han confiado por nuestros compatriotas, son para sostener las leyes y la libertad. No olvidéis que sois esencialmente obedientes".

Celebró el Tratado de Piquiza, en 6 de julio de 1828, con los comisionados del general Urdininea, que aparecía mandando Bolivia y el ejército. Estipulóse en él que saliesen de Bolivia los colombianos, como lo verificaron por Arica; que se reuniese un Congreso para recibir la renuncia del presidente Sucre, nombrar Gobierno y convocar una asamblea que diese al país una Constitución y fijase el día en que debía retirarse el Ejército del Perú que, entre tanto, había de permanecer en Bolivia.

El nuevo Gobierno de este país colmó de alabanzas al General en Jefe don Agustin Gamarra: sobresalieron estas en las notas oficiales del ministerio, en que se le tituló, por el ministro Olañeta, "guerrero filósofo, que daba al mundo un inaudito ejemplo de desprendimiento y nobleza para la historia de los acontecimientos humanos, porque había intervenido para libertar y no para dominar"; y que, ojalá, la victoria le acompañase siempre que pelease por el bien de la humanidad 18.

El general Gamarra marchó sobre Arequipa, donde fueron los acuerdos con Santa Cruz y el prefecto La Fuente, para crear la Confederación peru-boliviana presidida por aquéi, previo un cambiamiento de Gobierno en el Perú, que deberian ejecutar los dos generales peruanos, mientras Santa Cruz organizaba y preparaba Bolivia y el Sur del Perú 1o.

19

En los momentos de ir a embarcarse las fuerzas que eligió Gamarra para pasar al Norte donde el general La Mar estaba, aconteció que el ler. batallón Pichincha, el mejor del ejército del Sur, se sublevó en Arequipa, porque la tropa estaba sin pagarse de unos haberes que malversaron sus jefes. Gamarra batió y persiguió personalmente y con denuedo a los amotinados y como en caso in fraganti hizo fusilar en la ciudad 35 individuos, entre cabecillas y cómplices señalados. Mas la conducta de los jefes quedó más que impune, pues dió nuevos mandos:

18 No obstante las muchas críticas que se han hecho a esta campaña, que en realidad consolidó la Independencia del Perú y Bolivia, de la influencia cada día más prepotente de la Gran Colombia, y que fue un indicio de la que sería siempre la política peruana para sus vecinos, ayudar sin exigencias ni pedidos territoriales. El Presidente La Mar, viendo inevitable una situación de armas en el Norte, apoyo esta campaña de Gamarra, pues liberaba al Perú del frente del Sur, que hubiese sido inevitable si Sucre hubiera continuado al mando de Bolivia.

19 Es evidente que hubo un acuerdo entre los generales Gamarra, Santa Cruz y La Fuente. Las publicaciones de la época de la Restauración, tanto en el Perú cuanto en Bolivia, lo hacen evidente. Los alcances concretos no han podido ser precisados documentalmente.

chocante tolerancia en qjuien empleata con la tropa severidad a veces excesiva. Había usado de ella en una de las primeras marchas del ejército por territorio boliviano, con ocasión de haber hurtado un poco de harina a unos indios la tropa que estaba agrupada, descansando en el camino. El general Gamarra hizo sacar de entre la multitud a los que se dijo que eran autores del robo y los mandó fusilar. Igual pena había sufrido antes de abrirse la campaña el oficial Carrero, por delito que cometió contra la disciplina.

Dejó en Arequipa, con el general La Fuente, una división; y, con lo demás de su ejército, pasó al Callao. Fue ascendido a la dignidad de Gran Mariscal, a cuyo título añadían de Piquiza, sus partidarios. Siguió al Norte y desembarcó sus tropas en Sechura, encaminándolas a la provincia de Loja, donde el Presidente La Mar estaba con el ejército del Norte.

Allí se dió una orden general, advirtiendo que el mariscal Gamarra ejercía las funciones de su alto rango a la inmediación del Presidente, General en Jefe del Ejército. Resintióle vivamente tal resolución, reclamó de ella y pidió se le permitiera separarse. Entonces La Mar le hizo reconocer por General en Jefe, reservándose él en el Ejército una suprema autoridad que, podía decirse, era de más, aunque apareciese como encargado de la dirección de la guerra. Creyeron algunos que La Mar debió aceptar el fiero que Gamarra le hacía, aunque estallase la revolución en el mismo Cuartel General de Loja.

Tomó también queja de que el presidente se negase al ascenso a generales de brigada, para el cual propuso a los coroneles Althaus, Armaza y Benavides. La Mar tuvo esta pretensión por imprudente y dañosa en la campaña.

Continuaron las operaciones sin que se notase disensión entre ambos; por el contrario, aparecía acuerdo y conformidad en las disposiciones. Verdad es que Gamarra contemplaba cuidadosamente, por entonces, al general La Mar, de quien decía era conocedor del territorio en que se maniobraba. No le contradijo las bases de la negociación de paz en Saraguro y le apoyó el movimiento semicircular que desde dicho punto se emprendió por La Papaya y Salupali para caer a la retaguardia del ejército colombiano, ocupando antes que él la llanura de Tarqui. Apenas se puede imaginar que se prometiesen generales inteligentes la realización de semejante plan, en que el ejército peruano tenía que describir un dilatado arco, mientras que el de Colombia -que lo había de ver y comprender en el curso de varios días necesarios, haciendo mucho menos camino- podía situarse con tranquilidad y anticipación en aquel anhelado campo.

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