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¿Es Don Juan de Valencia el del Infante uno de los personajes retratados en una de las réplicas del lienzo llamado "El Príncipe Baltasar Carlos en la escuela de equitación", atribuído a Velázquez, pero que seguramente es de mano de su yerno Martínez del Mazo, sin excluírse la suposición de que aquél agregara las magistrales figurillas secundarias?

Como es sabido, el tema dió motivo a dos esbozos, que presentan determinadas variantes y que fueron pintados indiscutiblemente con algunos años de diferencia. De este "delicioso lienzo" como lo califica Lozoya, nos interesa solamente la segunda versión, existente en la colección del Duque de Westminster, en Grosvenor House (1).

El cuadro que nos ocupa, mide 2.075 por 1.425: la escena representa al Príncipe Baltasar Carlos ejercitándose en el picadero; al fondo aparece una casa cubierta de tejas y con cúpula en forma de torre; en un pequeño balcón hacia la derecha asoman algunos personajes. Se distinguen perfectamente los rasgos de Felipe IV, vestido con jubón negro, sombrero de fieltro y botas de cuero, a su izquierda se halla la reina Isabel de Borbón, acompañada de una infantita; en segundo plano y en medio de los dos monarcas, aparecen dos damas, una de ellas vestida de religiosa.

En primer término -en ambas composiciones-, hacia la izquierda, como figura principal y destacándose de la vaguedad del resto por su perfecta corporalidad, el Príncipe Baltasar Carlos ejecuta una corveta con la mayor corrección. En el lienzo de la colección del Duque de Westminster, el Príncipe viste jubón negro recamado con vueltas de oro y plata, luce sombrero con pluma blanca, la frente y los ojos levemente sombreados, lleva sobre su pecho una banda carmesí y, con la mano apoyada sobre la cadera, mira alrededor triunfalmente.

Empero, donde difieren ambas versiones es en el grupo de personajes que en tierra rodean al imberbe jinete. En el primer esbozo, delante del Príncipe sólo aparecen tres individuos: un caballerizo viejo y seco asistido de un enano con una fusta (?) y hacia el extremo derecho, la

(1)-Se encontrará reproducido en la colección Klassiker der Kunst, por Allende-Salazar en Velázquez. Des Meisters Gemalde, 4a edición, pág. 181, considerándolo como copia de taller o segun originales de Velázquez, y atribuído a Martínez del Mazo (id., pág. 284). Beruete juzgaba también que era imitación de un original de Velázquez, hoy desaparecido. Martínez del Mazo, por cierto, perteneció a la Casa del Príncipe Baltasar Carlos y le acompañó en la jornada de Aragón.

sombra de un hombre corpulento, que parece el maestro de equitación instruyendo al aprendiz. En la réplica, estos personajes han sido desplazados por otros, ciertamente mejor pintados y realizados con técnica superior.

En efecto, en el lienzo que nos interesa, el caballerizo ha pasado a segundo término, donde se le ve calvo, con orejas muy grandes, cuello blanco y en actitud respetuosa. Delante de él, el pintor ha insertado a dos personajes; uno, hacia la derecha, es el Conde-Duque de Olivares, con ferreruelo, el sombrero en la mano izquierda, banda blanca cruzándole el corpulento pecho y botas altas de ante. El otro personaje se dirige hacia él con la capa terciada envolviendo su estatura prominente y en actitud de entregar al Primer Ministro una lanza o una garrocha. ¿Será este individuo Don Juan de Valencia?

Me hago cargo cabalmente de que la propuesta es, por decir lo menos, arriesgada y de que el tema de la identificación de los personajes retratados por los pintores antiguos es de suyo resbaladizo y expuesto a ruidosos desengaños en cuanto una sana censura rebate los endebles fundamentos alegados o invalida el atolondrado proceso deductivo. Es fuerza, pues, dejar sentado de antemano que la opinión declarada en estos párrafos no aspira a ir más allá de una simple insinuación, sujeta a ser desechada con la compulsa del cuadro original y habida cuenta de elementos subsidiarios que arrojen mayores luces sobre tan sugestivo problema, apurándolo hasta sus últimos extremos.

En primer término, conviene exponer los móviles que tentaron a sugerir la posibilidad de que Don Juan de Valencia fuera el personaje contenido en el repetido lienzo. Oportunamente hízose mérito de que uno de los resortes a que había recurrido nuestro biografiado para granjearse la benevolencia del Monarca, fué el de los obsequios, camino siempre expedito para salvar obstáculos. Allí se transcribió una frase prodente de su Memorial de 1644, cuyo tenor reza así: "...no le ha quedado poca vanidad, de que mano superior aya dispuesto que el primer caballo en que Su Alteza se ha manifestado al mundo, fuese el Infantillo con que le sirvió con tanto gusto por ser digno de tal dueño ..." ¿Quiso el pintor perpetuar esta acción en una nueva versión del mismo tema, pero introduciendo esta vez a Valencia entre los circunstantes que acudían al picadero de Palacio? ¿Procuró caracterizar a Valencia con el rejón, instrumento expresivo de su deporte favorito, ya que carece de explicación plausible que un cortesano proporcionara una lanza al Conde-Duque, por estos años completamente alejado de la equitación y nunca partidario de suertes arriesgadas?

Fácil sería desbaratar estos presupuestos, si diversas inferencias cronológicas no acudieran a sustentarlos, en atención a que todo lo que al tema se refiera, debe fecharse con posterioridad a 1637, o a lo más 1638,

en que Valencia se instaló definitivamente en Madrid. Esos años serán el término post quem indispensable para nuestro objeto. Por lo pronto, quede asentado que la primera vez que el Príncipe Baltasar Carlos salió en público, fué el día de la Epifanía de 1640, en que acompañó a su padre a la Capilla de Palacio (2).

Mas, lo que debe privar en este caso, por encima de los factores: accesorios, es la fecha mas o menos aproximada en que el boceto que nos ocupa debió de ser pintado. Los autores y tratadistas, en este punto. no guardan conformidad, a lo menos en lo que atañe a la segunda versión del tema central de ambos lienzos. Tratemos, pues, de determinar con la mayor certidumbre extremo de tan capital importancia, repasando autoridades y tomando en cuenta algunos elementos de juicio que fluyen del cuadro en cuestión (3).

Justi (4), de quien procede la descripción técnica más acabada de la pintura que nos interesa, se limita a apuntar que parece hecha "unos. años más tarde" que el boceto de la Colección Wallace, en el cual, a su entender el Príncipe cuenta unos cuatro años de edad (5), o sea que la primera versión dataría de 1633 o 1634, de suerte que su similar debe de ser posterior a uno de dichos años. Calvert-Hartley (6), en cuyas páginas se puede leer la evocación más vivaz del ambiente de expectación que converge en la actitud del jinete, también cree que en la primera versión el Príncipe aparenta tener cuatro años, y que la jaca que cabalga acaso fuese una que le enviara en 1633, desde Lombardía, el Infante Don Fernando. En armonía con estos autores y con Mayer (7), Lafuente Ferrari (8) inserta este primer esbozo dentro de la producción velazqueña realizada entre 1631 y 1636.

Ni Cruzada Villamil (9), ni Beruete (10), ni el último y acabado estudio de Du Gué Trapier (11) paran mientes en estos lienzos, ora sean de Velázquez, ora sean de su escuela o taller.

(2)-León Pinelo, Anales de Madrid. Biblioteca Nacional de Madrid. Manuscritos, 1.255, f. 185. Es posible que Valencia aluda a cuando al Príncipe se le puso casa independiente con ocasión de la jornada a Aragón, en cuya oportunidad se le proporcionó servidumbre aparte, incluyendo un caballerizo mayor, un sumiller de corps y los demás criados subalternos. V. Amador de los Ríos y Rada y Delgado, Historia de la Villa y Corte de Madrid (Madrid, 1862), III, pág. 373. En este caso, habría que trasladar el acontecimiento a 1642.

(3) A fin de facilitar el cotejo de mis observaciones, anoto que el cuadro ha sido frecuentemente reproducido, v. gr. en la Enciclopedia Espasa, VII, pág. 403 (tanto el boceto de la colección de Sir Richard Wallace, como el que nos interesa), en el estudio de Valbuena Prat La vida española en la Edad de Oro (Barcelona, 1942), pág. 185, en El Conde-Duque de Olivares (Madrid, 1945) de Marañón, fig. 44, entre otros. libros; excusado es recordar que en los catálogos de pinturas también se hallará. (4)-Velázquez und sein Jahrhundert (Leipzig, 1933), pp. 469-471.

(5)-Por cierto que en la versión al español de la obra de Justi, en La España Moderna, págs. 534-536, se traduce defectuosamente que el Príncipe parece de catorce (sic) años.

(6)-Velázquez (London, 1908), pp. 96-97 y 189.

(7)-Velázquez, A cathalogue raisonné of the pictures and drawings (London, 1936), 270. (8)-Velázquez (Barcelona, 1944), Cronología, Parágrafo IV.

(9)-Anales de la vida y obras de Diego de Silva Velázquez (Madrid, 1885), pág. 93. (10)-Velázquez (París, 1898).

(11)-Velázquez (New York, The Hispanic Society of America, 1948).

Curtis (12), tratando del lienzo de la Colección Wallace, conformándose con el parecer de las precedentes autoridades, describe al Príncipe como de cuatro años, al paso que al ocuparse del que por ahora nos atañe, afirma que en éste Baltasar Carlos aparenta contar doce años, de donde infiere que debió de pintarse hacia 1641, y agrega que no puede caber duda de que sea la presente obra la aludida por Palomino, guardada "con singular aprecio y estimación" por don Gaspar de HaTo y Guzmán, Marqués de Eliche, sobrino del Conde-Duque de OlivaTes (13), que fué precisamente Caballerizo Mayor del frustrado Príncipe, a quien enseñó a cabalgar, según depone el mismo Palomino.

A esto se reduce el cortejo de autoridades que se ocupan de los bo cetos atribuídos a Velázquez. El examen detenido del esbozo que intere sa a nuestro propósito, va a arrojar luces insospechadas, ya que siendo la atribución del mismo dudosa y muy controvertida, por lo menos en el actual estado de conocimientos es en extremo difícil o casi imposible encajarlo dentro de la cronología de los autores a quienes se ha adjudicado. Es menester, pues, echar por otro camino.

Si el edificio reproducido en último término del lienzo representa la caballeriza del Palacio Real, tendremos que el cuadro no puede ser anterior a 1636, supuesto que en Enero de ese año la construcción de la misma iba muy adelantada, juzgándose que esa fábrica haría "muy buena perspectiva" para los transeúntes que marchaban desde la iglesia de Santa María al Alcázar de las Austrias (14).

No es improcedente anotar, de pasada, a fin de determinar la cronología del segundo esbozo, la circunstancia de que en éste los detalles de la cerca o muro que separan el picadero del resto del edificio, se hallen más avanzados, pues ahora se alzan los remates de unas columnas que no existen en el primer boceto.

La edad del Príncipe, ateniéndose al aspecto que del mismo franquean las reproducciones y sin haber examinado el cuadro original, no puede establecerse satisfactoriamente, aún habida consideración de que la gallardía y elegancia de este retoño de Felipe IV despuntaron ya dəs de su infancia, y que en tal virtud, a la inversa de sus canijos hermanos, la edad que aparenta el joven jinete corresponde aproximadamente con la de un niño normal. En consecuencia, si bien no juzgamos exagerada la edad que le atribuye Curtis en este boceto, es admisible una ligera disminución.

En proporción muy importante contribuyen a señalar hitos cronoló gicos dos personajes contenidos en este cuadro, los cuales permiten dar

(12)—Velázquez and Murillo (London, 1883), pág. 56. Nos. 133 y 134.

(13)-Palomino, El Parnaso Español, en: Sánchez Cantón, Fuentes literarias para la Historia del Arte español (Madrid, 1936), IV, pág. 160.

(14)-Rodríguez Villa, La Corte y Monarquía de España en 1636 y 1637 (Madrid, 1886), pág. 6.

por sentado que la ejecución del mismo no puede ser anterior a 1637 1638, acercándola mas bien a la fecha sugerida por Curtis. Dichos personajes son el Conde-Duque y la Infanta que aparece en el balcón, a la izquierda de la Reina.

Al Valido se le retrata viejo, rechoncho, tal como estaba en los postreros años de su omnipotencia. Las guías de los bigotes han caído sensiblemente y la altiva mirada de las célebres retratos ecuestres del Museo del Prado, ha cedido paso a un aire cansado. Con relativa certidumbre, nos hallamos ante un retrato del Valido posterior a 1638, gastando por cierto perilla en vez de la clásica barba de abanico (15).

Sin hacer mayormente hincapié en la posibilidad de que una de las damas que figuran en último término en el balcón, detrás de los Reyes, sea la Princesa de Carignan, espectadora en 1639 de las proezas de nuestro biografiado en la Plaza mayor madrileña, juzgo que la figura clave del enigma planteado por la cronología de este cuadro, es la referida Infanta, que no otra cosa debe ser la niña que aparece en el balcón en lugar tan preeminente. La Infanta no puede ser sino María Teresa de Austria, única hija viva de los Monarcas, premuertas sus cuatro hermanas (16). A juzgar por la estatura, atavío y el aire de la criatura, y sin olvidar los pesados trajes y empaque obligados en los vástagos de la familia real, aquélla debe corresponder a una chiquilla de dos a tres años, precisamente la edad que casa con quien había nacido el 20 de Septiembre de 1638.

En resolución, pues, no es aventurado concluir esta prolija enumeración de nimiedades, dando por bueno que la segunda versión del boceto inspirado en la clase de equitación del Príncipe Baltasar Carlos date de una época en que nuestro Don Juan de Valencia no solamente se encon traba ya en España, sino que había logrado auparse hasta una posición condigna con sus méritos y aspiraciones.

¿Al trazar esta réplica se propuso su autor reunir en una escena -perfeccionando la primera versión-, al Conde-Duque y a Don Juan de Valencia, identificándole con un atributo inconfundible de su afición? Sensiblemente, por hallarse pintado de perfil, no podemos contrastar si los rasgos fisonómicos del personaje en cuestión coinciden con el pergeño que conocemos de Valencia, ateniéndonos a la información practicada en 1623 antes de regresar al Perú. Ciertamente la estatura del interlocutor del Conde-Duque, en comparación con la talla averiguada de éste, permite apreciar que se trata de un individuo no corpulento, pero sí alto y esbelto y que gasta barba recortada. En cuanto a la frente, toman

(15) Cfr. Marañón, ob. cit., pág. 66 y ss., y láminas 21 y 73. (16)-Margarita María, nacida el 14 de Agosto de 1620, murió a las cuarenta horas; Mar

garita María Catalina, nació el 25 de Noviembre de 1623 y sólo vivió 29 días; María, que vino al mundo el 21 de Noviembre de 1625, lo abandonó poco menos de un año más tarde; y finalmente, Mariana Antonia, que vió la luz el 17 de Enero de 1635, pasó a mejor vida el 6 de Diciembre del año siguiente.

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