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en las islas Chinchas, a gran distancia de las primeras, y, en la zona de los Paracas y los Chinchas, que constituían reinos distintos y separados de aquéllos por muchos otros. Una carta dirigida en 1867 por el señor Enrique Swayne, rico hacendado del valle de Cañete, al insigne arqueólogo Squier, decíale:

"Aprovecho de la primera oportunidad para remitir a U. unos pescaditos de plata que ha descubierto en el huano de las islas de Chincha uno de mis amigos, capitán de un buque costanero. Creo que contribuirán a demostrar la remota antigüedad de los primitivos habitantes de este país. Dicho amigo, el capitán italiana D. Juan Pardo, via sacar del huano, al mismo tiempo que los pescados, un cuerpo de mujer sin cabeza, la que después se encontró a cierta distancia del esqueleto. Cubrían el pecho y las costillas, láminas de oro muy delgadas, y todo era digna de conservarse cual reliquia de la antigedad. Pero los operarios se repartieron el oro y lo vendieron a los capitanes de los buques que cargaban huano, y arrojaron el cuerpo al mar".

Esta carta la publicó Squier en un artículo titulado "Antiquities from Huano Islands", en una revista de Nueva York, dice González de la Rosa en nota al pie; y, como conclusión, afirma que los antiguos peruanos enterraban sus muertos en las islas. Pero lo que realmente fluye de los datos aportados es que en las islas se ofrecían sacrificios humanos, y que las víctimas eran mujeres, ricamente ataviadas y enjoyadas como en el caso de la joyen del collar de turquesas, decapitada, que se encontró en tierra firme, en el templo de Punkuri, en el valle de Nepeña, descubierto por el doctor Tello en 1933.

En cierto modo puede decirse que la cultura muchik es a la incaica, lo que la griega a la romana.

La Mitología más que una religión, es la manera de expresar los fenómenos de la naturaleza y los hechos históricos de los hombres de la antigüedad. Por tal razón la de los mochicas es interesante, y de más importancia que muchas otras, porque, como carecieron de escritura, hay que apelar a sus mitos para investigar lo que conocían lo que pensaban. Desgraciadamente no tenemos para ello un ChampoIlion, un Müller o un Cox; y, por otra parte, careciendo de la documentación escrita, y lo que es más grave, ignorando las raíces del idioma. La labor es difícil, ya que no nos es dable emplear la palabra "imposible".

No pretendemos que la Mitología de los indios encierre las bellezas y filosofía de la Griega, producida por adaptación de la egipcia a través de la imaginación de los helenos, los hombres de más ingenio y exquisitez espiritual del mundo antiguo; pero no cabe duda de que el hondo sentido de los mitos mochicas, mayor mientras más se le profundiza, permite afirmar que tiene un contenido enorme, del que sólo po seemos atisbos, en razón de la falta de escritura; y que no es aventurado suponer, que el día que se tenga una clave exacta de la escritura de representaciones y símbolos que encierra su arte, podrá ponérsela al lado de la de los pueblos orientales.

El doctor Tello se ha interesado en la mitología mochica, pero incidentalmente y sólo para recoger datos; no conocía el idioma y no trató de profundizar en sus mitos. A él debemos una serie de referencias a la Luna como divinidad de aquellos hombres. También a Baessler, en su "Altperuanische Kunst" y a Means, en su "Ancient Civilizations of

Andes", debemos otros datos. González de la Rosa, en un artículo publicado en la "Revista Histórica" de Lima, -Tomo III, 1908. P. 39- nos aporta referencias valiosísimas, tomadas por él directamente de los negociantes y marinos que explotaban el guano de las islas; ellas nos permiten establecer que los yungas enterraban en ellas a sus muertos; pero siempre los cadáveres hallados son de mujeres decapitadas; y se ve que no se trata de condenadas, sino de sacrificios, a juzgar por la indumentaria y alhajas que llevan, indicadora de su elevada jerarquía Coincide con esto el importante hallazgo del templo de Nepeña, en la Huaca Puncurí, en el cual a los pies del Felino, dios máximo, se encontró la momia de una mujer decapitada, ricamente vestida, con un collar que daba vueltas al muñón del cuello cercenado y caía sobre el pecho. Este sacrificio al Felino recuerda el de cincuenta doncellas que se entregaban cada año al Minotauro de Creta: lo cual induce, una vez, más, a preguntarse, qué conexión, desconocida hasta hoy, existió entre el mundo antiguo del Oriente y el de Occidente.

En el Egipto antiguo, imperio bastante parecido al de los Incas, había un dios para cada ciudad o distrito; en tanto que en el Incario podía notarse un mito común, constituído por el Dragón, como Ser Supremo, el Sol y la Luna, que eran sus hijos, y a la vez, padres de los dioses mellizos: el lucero de la mañana y el de la tarde; sin que esto excluya las divinidades locales.

El egiptólogo Eduardo Meyer, se expresa así:

"A cada Estado corresponde un culto que, nacido de las necesidades de la comunidad social, es el lazo más antiguo y duradero que la mantiene unida. Por esto cada distrito tiene su dios especial, que le es necesario, al cual veneran sus adoradores, a quienes diferencia de los distritos, con la particularidad de que se diferencian no sólo en el nombre sino en el fondo".

La adoración de ciertos animales como el cóndor, el dragón y la serpiente, representativos del aire, la superficie de la tierra y el seno de ella, difiere de la del Egipto de la antigüedad, donde se veneraba a casi todos los animales, no sólo como símbolos sino en natura. Las páginas del Libro de los Muertos están llenas de escenas religiosas en las que figuran los diosas como personajes de cuerpo humano y cabeza de perro, de mono, de ibis, de gavilán, etc. Parece que Amosos, monarca de las primeras dinastías, prohibió violentamente los cultos de diversos dioses, para imponer la divinidad solar como única; pero, a raíz de su muerte, los sacerdotes de los dioses proscritos desencadenaron una revolución y los entronizaron nuevamente.

Amon Ra, de los egipcios, el rey de los dioses, está tan por encima de ellos que no se ocupa de los hombres, ni éstos le rinden culto; es pues una concepción análoga al Pachacamac o ser supremo que llegaron a penetrar los Incas del Cuzco y algunos de los sabios y sacer dotes de los reinos de la Costa esto es, un ser invisible, fuerza creadora, a la que no se puede representar en manera alguna ni es permitido intentarlo.

Son de todos conocidas las palabras de Garcilaso sobre está materia. (14).

En Babilonia se rendía culto, bajo el nombre de Ba'al, a una divinidad luminosa, astral, pero estrellas y planetas eran también deidades. La Luna figura como de sexo masculino. Federico Hommel en su "Historia de Babilonia y Asiria", dice:

Formando trío con Ramnan, se agregaron después, Samas, el dios del Sol, y Sin (15) el de la Luna, de los cuales ya hemos tratado anteriormente".

Y en nota al pie, agrega:

"En la religión preislamita de los árabes, el concepto del Sol (Shamas) era femenino, y por lo mismo se le llamaba simplemente "la Diosa"... La Luna por el contrario, tenía carácter masculino, mas por lo que sabemos, no estaba personificada en deidad alguna".

En todos los pueblos antiguos se observa que en los primitivos tiempos se adora a los dioses naturales: ríos, cerros, astros, etc., pero, a medida que se desarrolla la cultura y el espíritu filosófico, evolucionan las ideas, los objetos adorados se convierten en símbolos y los dioses se espiritualizan.

De Grecia, dice Hertzberg:

"Apolo, distinto ya de Helios, el Sol, es el dios de la Luz, en el más elevado sentido de la purezaeza moral y de la música"... "De la virgen Acrótera, que se conserva en el Museo de Louvre, nos lo muestra con del Amor, se convirtió en la ideal figura de Afrodita, (16) diosa de la gracia y de los atractivos personales".

Igual cosa ocurre con los persas, quienes operan una transformación en las divinidades de sus ancestros, los medos. A sete respecto F. Justi dice:

"La adoración del Sol ocupa también entre los persas un puesto privilegiado, y en los últimos tiempos de la religión de Zoroastro, bajo el imperio de los Sesánidas, empieza ya el Sol a identificarse con Oromazes, o a ocupar, por lo menos, una posición tan preponderante como la de éste".

(14).-En el Cap. II del Libro II de los Comentarios Reales titulado "Rastrearon los Incas al verdadero Dios nuestro Señor", dice Garcilaso que el Pachacamac de los indios es el Dios de los cristianos, hacedor del Mundo, ser inmaterial, espíritu puro. Este capítulo ha sido brillantemente comentado por Markham, en Los Incas del Perú.

(15). Es por demás curiosa esta coincidencia de llamarse Sin la diosa lunar de los Asirios; el mismo nombre que los mochicas daban a la Luna, según lo vemos en la Crónica Moralizada del P. Calancha.

(16).-Hertzberger confunde a Artemis o Selane, diosa de la Luna, con Afrodita. La primera es la hermana de Apolo, la segunda nació de los despojos de Uranos, y no tuvo madre; es diosa del amor material, de sus placeres y de la reproducción entre los humanos y las bestias; en tanto que Artemisa es la diosa de la castidad, cuyos adoradores son como ella castos. "Hipólito", el drama de Eurípides, simboliza la lucha de ambas divinidades. Fedra esposa de Teseo, padre de Hipólito, se enamora apasionadamente de éste, por obra de la maléfica Afrodita, quien la intoxica con amores impuros, para vengarse de las jactancias del hermoso mancebo, adorador de Artemisa, que se expresa desdeñosamente de las afecciones materiales y de los goces de los sentidos; y cuando Hipólito muere, despedazado, por orden de Toseo, su padre, Artemis derrama sobre él el bálsamo del consuelo, hablándole dulcemente y diciéndole: "Las vírgenes en siglos venideros, las cándidas doncellas, antes de celebrar sus desposorios, cortarán en tu honor sus cabelleras, y llorarán por ti, y en dulce coro, te elevarán endechas". (P. Saint Vitor).

Sobre el culto de los fenicios nos habia Ricardo Pietschmann, el descubridor del manuscrito de Huamán Poma:

"Lo mismo puede decirse de la diosa Atargates, de la Siria del Norte, que fué venerada en Ascalón como diosa protectora de la ciudad. Este nombre, que los griegos escribieron Derceto, lleva enteramente ei fello arameo.. También refiere Luciano --continúa Pietschmann en su obra "En Fenicia" haber visto imágenes de Derceto que la representan en su mitad superior como mujer y desde la cintura abajo como un pez".

En Grecia la diosa Artemis, deidad femenina, se representó por una bellísima doncella que viste túnica corta, a la rodilla, y coturnos con un carcax de flechas. a la espalda, y lleva de la mano diestra un ciervo cogido de los cuernos; pero esta delicada diosa virginal y casta, es evolución de la Astarté, que, según Lucano, es la Luna, la que los griegos tomaron de los fenicios, donde era de sexo masculino, y deidad grosera y cruel. "Como diosa de la luz, la Luna, dice Hertzerg, se nos presenta inmediatamente Artemis, la austera virgen, la intrépida cazadora, diosa asímismo de las selvas y de las fieras. Artemis, también lla mada Artemisa, es la Diana de los romanos, y la Hécate de los tracios, quienes, bajo este nombre, presentaban a la Luna como una sombría divinidad de la noche, sanguinaria y cruel, que mora en los bosques obscuros y en las cavernas”.

Una de las más bellas esculturas del mundo clásico es la Artemis Agrotera, que se conserva en el Museo de Louvre, nos la muestra con la indumentaria ya descrita, y ostentando la media luna, a manera de nimbo o diadema, como expresión de su calidad de diosa lunar. (17).

(17).-El presente trabajo es el primer capítulo de una obra inédita: "Las Islas del

Perú".

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EL ESTADO INCAICO

Por LUIS E. VALCARCEL.

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¿En qué momento el trabajo económico puro pasa a ser trabajo "'político"? Porque siendo las relaciones de trabajo, la fuente de toda actividad político-económica, su estructura misma, es de todo punto importante explicarnos cómo el simple trabajador en la poducción pasa a ser dirigente del Estado, si existe tal trasposición, o si el político tiene un origen y formación distintos, un campo ajeno con objetivo propio. Bogdanoff (XIII) señala como "relación productiva fundamental de la "gens" lo que él denomina. cooperación simple; la cual es tan rudimentaria que todo miembro del grupo puede realizar, el mismo trabajo, siendo indiferente emplear a uno u otro individuo. Vendrá después la diferenciación de labores según sexo y edades. Toda tarea se organiza en atención al interés común, y es la propia comunidad quien la asigna a cada uno. Es también la comunidad la que va a distribuir los productos conforme a la regla de universal satisfacción de las necesidades, en tal medida que nadie reciba de más o de menos. En realidad, siendo la producción limitada, no había posibilidad de dar a alguien más de lo corriente. Lo que se producía en común, se repartía en común y se consumía de inmediato: he ahí los caracteres del sedicente "comunismo primitivo". El fenómeno de la superpoblación absoluta rebasó este primer estadio de la evolución: los recursos resultaban insuficientes para satisfacer el mayor consumo, lo cual daba por resultado la desintegración del grupo originario, su bi o tripartición, la emigración de las fracciones hacia otros territorios menos explotados. El subconsumo traía como consecuencia sufrimientos, enfermedades; precisaba inventar otras técnicas que multiplicaran la producción; pero, para implantarlas, había que luchar con la resistencia del grupo, que oponía su inercia, su adversión a todo lo nuevo, su firme y arraigado conservatismo. Las imperiosas necesidades físicas insatisfechas actuaron como dinamos del desarrollo técnico y de la disciplina social; pero era preciso que tales catalizadores contaran con órganos eficaces: algunos hombres debieron corresponder a tal exigencia, convirtiéndose en guías, directores o autoridades del grupo entero. Esas autoridades serán mucho más poderosas en las agrupaciones pastoriles, agre

XIII.-Bogdanofft A. Bodin Ch.-Principios de Economía Política (Del Clan a la Economía dirigida).-Ediciones Pavlov.-México.

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