Imágenes de página
PDF
ePub

tes documentales y escritas, principalmente de los cronistas, utilización de los datos de la lingüística y la arqueología y de las más profusa y completa bibliografía peruana y extranjera. Une así, los métodos de la investigación depurada y severa y de la capacidad para la síntesis renovadora de las concepciones históricas, ajustada a la más escricta compulsa de todas las fuentes y opiniones emitidas.

El tema central del estudio de María Rostorowsky es la figura del Inca Pachacutec, confundida por los cronistas y por los historiadores, que han mezclado en ella los hechos y hazañas de otros Incas o le han arrebatado los trofeos de su extraordinaria personalidad de estadista y de guerrero, conquistador y organizador. La autora confiesa que la lectura de las crónicas del Incario le llevó, hace muchos años, al estudio de la figura sugestiva del creador del Tahuantinsuyu, le hizo apasionarse por ella y le indujo a buscar la aclaración de ese momento crucial de la historia precolombina que significó el triunfo del joven Yupanqui sobre la insurgente Confederación Chanca.

En la apariencia y en el nombre, el estudio presentado es una biografía del Inca Pachacutec, pero, en realidad, por la vastedad del planteamiento, la profundidad de la información y la discriminación de puntos muy importantes de la historia externa e institucional de los Incas, se puede considerar como una historia del Incario, solvente y segura, que puede reemplazar en la consulta historiográfica a la ya envejecida historia de Markham y completar, y aun rectificar en algunos aspectos, a la sólida y magnífica obra de Riva Agüero sobre la civilización incaica. Con justicia a la vez que con leal espíritu de estímulo puede decirse que ha surgido una nueva autoridad peruana en historia incaica.

Para estudiar la figura de Pachacutec la autora rastrea, en sus primeros capítulos, esquemáticamente los orígenes de la confederación cuzqueña y las normas que presidieron su evolución, principalmente las referentes al sistema de sucesión, clave de la vida política y social, la organización familiar, las rivalidades de los ayllus y panacas, alianzas matrimoniales, venganzas e intrigas familiares, que influyen en la marcha de los acontecimientos y en el destino posterior del Imperio. De su paciente confrontación de las crónicas y exhaustivo fichero de hechos e instituciones se desprende la importancia capital de la célula familiar, ayllu o panaca, tanto en la vida del Incario como en la perpetuación de los hechos históricos. María Rostorowsky nos descubre como, a las múltiples banderías de los cronistas castellanos, pizarristas o almagristas, garcilasistas o toledanos hay que sumar el legado de pasión de las panacas cuzqueñas. La vida primitiva de la confederación cuzqueña aparece como una lucha constante de ayllus en la que adquiere principal importancia la lucha de los primeros sinchis cuzqueños contra Tocay Cápac, jefe de los Ayarmacas que preocupa a aquéllos fundamentalmente hasta el reino de Inca Roca, más tarde es la rivalidad y la lucha con los Chancas, por el señuelo tibio de Andahuaylas y luego con los Collas,

y por último la guerra entre Huáscar y Atahualpa que más que un conflicto regional resulta una contienda de enconadas panacas. Uhle señaló, ya la influencia de los ayllus en la historia Incaica. María Rostorowsky comprueba la influencia de esta historia partidista en la tradición oral de los Incas y su reflejo es la versión familiar cuzqueña que recogió Garcilaso. En su opinión, Garcilaso trató de empequeñecer la figura del Inca Pachacutec por el resentimiento de su panaca materna, que era la de Túpac Yupanqui, con la que provenía de Pachacútec. Por esta querella tribal Garcilaso ocultó los hechos del Inca rival de su estirpe y le negó el título de vencedor de los Chancas, que fué el único cronista que otorgó, seguido en ésto, tardíamente por Cobo y Anello Oliva al pafífico y claudicante Inca Viracocha. La parcialidad flagrante de Garcilaso en contra de Pachacutec la demuestra la señora de Diez Canseco comparando los textos de Polo de Ondegardo y del padre Acosta sobre las momias de los Incas descubiertas en la época española. Ondegardo y Acosta hablan de las momias de Pachacutec y Huayna Cápac que ellos vieron y palparon. Garcilaso altera deliberadamente estos textos y en los que se dice que la momia de Pachacutec ostentaba el ídolo de los Chancas en señal de vencedor de éstos y la sustituye por la momia de Viracocha que no mencionaron los cronistas presenciales. No sólo atribuyó así a Viracocha el triunfo sobre los Chancas sino que arre bató también a Pachacutec su gloria de legislador y disminuyó su figura atribuyendo todas las leyes dictadas en el apogeo del Imperio a Manco Cápac. La comprobación es esencial, porque desvanece la tesis de que Viracocha fuera el vencedor de los Chancas bríosamente sostenida por Riva Agüero sobre la base del relato de Garcilaso y reabre el proceso de la veracidad del Inca historiador ante la flagrante prueba de su infidelidad a las fuentes contemporáneas y ante el cómputo abrumador de las opiniones de los demás cronistas.

En la parte central del libro la autora analiza con detención la obra imperial de Pachacutec, su lección de unidad impuesta a las tribus rebeldes, por el poder militar, la técnica y la cultura y principalmente por el lenguaje y el camino, cuya falta fué la causa de la desintegración y efervescencia anteriores. Para la autora Pachacutec fué el tipo del conquistador pacífico, un instrumento del Hacedor y "el más grande hombre de la América pre-colombina".

El libro presentado contiene además de la biografía de Pachacutec y del análisis de su reinado, hechos con severo y paciente método y citas pormenorizadas de los cronistas, algunas aportaciones sustanciales a la historia incaica. Como tales pueden considerarse sus comprobaciones sobre la extensión del imperio incaico hasta Pachacutec; su estudio exhaustivo de los Chancas que vale por una espléndida monografía; su análisis del rumbo de las conquistas incaicas hecho con segura lógica y plena información; su comprobación de la forma como se realizó la conquista de la costa, no como refiere Garcilaso por la vía de los

arenales costeños, penosa para las huestes imperiales, sino por el descenso rápido desde asientos serranos, como Los Soras para la conquista de Chincha o de Cajamarca para el Chimú; su capítulo sobre la institución del co-reinado o reinado de prueba de los hijos de los Incas, que significa el hallazgo de una institución incaica no definida antes, con sus peculiaridades psicológicas y étnicas y, en general, el cuadro que trazó de la organización del Imperio en el que hay rica cantera informativa para los que indaguen las costumbres e instituciones del Incario.

Al lado de estas calidades es justo señalar los pequeños defectos de la obra, propios de un primer trabajo, entre los que estarían su laconismo excesivo en algunos casos, fruto de la poca expansividad del lenguaje de la autora, peruana educada en el extranjero, su excesiva reacción contra Garcilaso y en cambio su propensión a tomar en serio a Morúa y en aceptar algunas tendencias idílicas como la de la conquista sin sangre ni crueldad o la del imperio sin opresión. Por estas consideraciones el Jurado estima que el estudio sobre Pachacutec de la señora María Rostorowsky de Diez Canseco, reivindicación de la posibilidad de una historia incaica, segura y científica, ayudada por el testimonio oral y escrito, la arqueología y la lingüística y por un intenso sentimiento evocativo, merece el precio Inca Garcilaso de la Vega, correspondiente al año transcurrido.

Lima, 26 de Marzo de 1953.

Raúl Porras Barrenechea

Manuel Moreyra Paz Soldán

Alberto Tauro

HORACIO H. URTEAGA LOPEZ

11 de junio de 1952, en Lima.

La muerte del Dr. Horacio H. Urteaga, en la avanzada madurez de su vida, ha producido sentido pesar en los sectores intelectuales de la patria, a cuyo servicio dedicó, la mayoría de su valioso tiempo, en el ramo histórico de la investigación y en el de la enseñanza superior.

Si la Universidad Mayor de San Marcos, le ha rendido justo homenaje, por su importante y fecunda labor magisterial en diversas cátedras y por su actividad directiva en el Decanato de la Facultad de Letras y en la Rectoría de la misma en varias oportunidades; nuestra Casa, el Instituto Histórico del Perú, expresa emocionado recuerdo, al hombre que la asistió desinteresadamente por varias décadas, en cargos difíciles, con esfuerzo y responsabilidad continuos. A ella entregó, no pocas horas de solícito empeño. Intervino en menesteres que ayudaron a nuestra Institución para que no desfalleciera y continuase el hilo de su vida interna.

Además, debemos resaltar, que no sólo regaló su fervor, en beneficio de esas comisiones de índole financiera, tan necesarias para la sustentación material de toda casa de cultura, sino que también puso a su validez, el tesón diario de su inteligencia afanosa, en descubrir los senderos y la verdad del pasado peruano. Bien así lo demuestra los estudios y monografías, que llenan decenas de páginas de la Revista del Instituto. Recorriendo los volúmenes publicados, desde su iniciación en 1906, hallamos el fruto de sus pesquisas en las distinguidas colaboraciones, que fué dando a luz sucesivamente.

En la hora postrera de su desaparición terrenal, llevó la palabra del Instituto, su propio Presidente, el Dr. Don Oscar Miró Quesada, quien pronunció en el Cementerio General de Lima, el siguiente discurso:

M.M.

Discurso del Dr. Oscar Miró Quesada en el sepelio del Dr. Horacio H. Urteaga.

Señores:

En nombre del Instituto Histórico del Perú, vengo a dar las postrera despedida al Dr. Horacio H. Urteaga; brillante miembro del Instituto cuya Tesorería ejerció con lucimiento y eficiencia.

De distinguido abolengo cajamarquino vino joven a Lima, y por su capacidad intelectual y su contracción al estudio, se destacó muy pronto en los claustros de San Marcos en donde regentaba la cátedra de Historia de la Civilización y Fuentes Históricas é Instituciones, siendo por varios años Decano de la Facultad de Letras y Rector accidental de la Universidad en diversas oportunidades.

Fecunda y larga fué su actuación pública. Intervino en política siendo representante a Congreso durante la magistratura de Don José Pardo. Colaborando en los dictámenes de la ley de instrucción que fiscalizaba las escuelas de la República. Apartado de la política fué nombrado director del Archivo Nacional del Perú, cargo que desempeñó durante 25 años. En 1936 fue nombrado Delegado del gobierno de la Universidad de San Marcos al Congreso de Geografía reunido en Buenos Aires. En 1945 le cupo ser presidente y organizador del Congreso Panamerino de Historia y Geografía reunido en Lima. Ejerció la presidencia de la Sociedad Geográfica por varios años, fué miembro de honor del Instituto Sanmartiniano del Perú y Vicepresidente del Centro de Estudios Histórico-Militares.

Escribió muchas obras concerniente al estudio de nuestra patria, tales son: "El Perú (Bocetos Históricos)," "El Perú (Monografías históricas)", "El Fin de un Imperio", "Organización Judicial en el Imperio de los Incas", la colección de "Fuentes Históricas Peruanas", en 24 tomos y la colección de "Historiadores Clásicos del Perú", aún no terminada. Además publicó muchos artículos de índole histórica en diarios y revistas. Fué caballero de la Legión de Honor de Francia, miembro correspondiente de la Academia de la Historia de Madrid, de la Sociedad Geográfica Nacional de Estados Unidos de Norte América, de la Academia de la Historia de Quito, de la de "Historia y Numismática de Buenos Aires", de la Sociedad Americanista de París, de los Ateneos de Lima y Buenos Aires, de la Sociedad de Historia y Geografía de La Paz, de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, de la Científica Antonio Alzate de México, de la Academia de la Historia de Panamá, del Uruguay y la NaIcional de Venezuela.

Fue una vida consagrada por entero al trabajo intelectual. Su amor patrio rumbó sus capacidades por el estudio y conocimiento del Perú, habiéndose especializado en lo relativo a los tiempos precolombinos y de las postrimerías del Incanato. Deseando poner en manos de cuantos se interesan por adentrarse en el conocimiento de la tierra peruana, las fuentes auténticas de nuestra historia pretérita, publicó, según dijimos, 24 tomos de lo selecto en cronistas é historiadores de la Conquista y del Virreynato. Las numerosas instituciones históricas y geográficas a las que pertenecía, testimonian el reconocimiento nacional y extranjero de su valer, y cuantos le conocieron y trataron lo estimaban por su hombría de bien y su constante anhelo por divulgar la historia patria.

Su desaparición es una verdadera pérdida para el país a cuyo ser

« AnteriorContinuar »