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La circunstancia de estar limitado este libro por los materiales propios de su objeto, no consiente, particularmente en este capítulo y en el anterior, una exposición completa y sistemática de la doctrina científica en que debe fundarse: ojalá sirvan estas muestras de estimulo para que los jóvenes de nuestra patria soliciten y estudien obras como el Manual elemental de Gramática histórica española de D. R. Menéndez Pidal (2.a edic., Madrid, 1905), la Gramática (y Diccionario) de la lengua castellana en EL INGENIOSO HIDALGO D. QUIJOTE DE LA MANCHA de D. Julio Cejador y Frauca (Madrid, 1905), por lo que respecta á nuestra lengua; por lo que toca á las lenguas romances, la Gramática de ellas de W. Meyer-Lübke (trad. francesa, Paris, 1890, 1900), y á las lenguas indoeuropeas el Compendio de Gramática com parada de K. Brugmann (trad. francesa, Paris, 1905). En esta obra se hallan expuestos y aplicados con maravillosa maestria los progresos que hasta nuestros días ha hecho la ciencia gramatical.

castaña seca, en genovés), y de ahí en voces que indican un estado imperfecto ó deforme: œuv ciocch en milanés, huevo huero; choco en portugués, dicho del huevo, de las aguas estancadas ó de las legumbres pasadas; clouco en provenzal moderno, de las frutas demasiado maduras. El sustantivo designa además objetos redondos ó redondeados, como en chueca, que es en portugués choca, en el gallego croca, cabeza, en el napolitano chiocca, sien. Nuestro significado parece proceder del concepto de deformidad á modo de comba ó arco (Schuchardt, Romanische Etymologie, II, pp. 20-1).

CAPÍTULO XII

VOCES NUEVAS

(POR APROPIACIÓN Ó ACCESIÓN)

Trataremos primeramente de las voces tomadas de las lenguas americanas; en seguida, de las provenientes de dialectos peninsulares, y por fin de las que recientemente se han tomado de lenguas extranjeras. Añadiremos una lista de términos cuyo origen ignoramos.

I

VOCES AMERICANAS

951. Para dar nombre á los infinitos objetos desconocidos que en el Nuevo Mundo encontraron los conquistadores, acudieron en primer lugar á términos castellanos, si percibían alguna semejanza, por remota que fuese, con lo que aquéllos significaban (v. g., piña, ciruela, nispero, madroño), ó bien formaron derivados que indicasen aquella semejanza ó una cualidad característica (gallinaza, -o, granadilla, armadillo). Poco á poco fueron aprendiendo los nombres indígenas, que con frecuencia han hecho olvidar los otros; así canoa reemplazó luego á almadía, caimán á lagarto, papa á turma. Como en la Española ó Haití se fundaron los primeros establecimientos coloniales, y era esa isla el centro de donde partían las expediciones, los nombres alli dominantes se difundieron fuera, y muchos de ellos vinieron á ser parte de la lengua común. A medida que adelantaban los descubrimientos, se ofrecían objetos nuevos que eran designados de manera semejante, y esos nombres, según su importancia, ó se generalizaban ó quedaban confinados en

regiones limitadas. Para la primera capa de voces americanas debieron de dar también su contingente las demás islas y los lugares circunvecinos de la Tierra Firme; pero como no quedan vocabularios antiguos de esas lenguas, no hay modo de comprobar el dicho de los escritores coetáneos cuando nos enseñan que tal ó cual vocablo es de tal isla ó de las islas en general.

952. Desde el primer viaje de Colón se conocieron en España voces del Nuevo Mundo, como canoa, que puede decirse la primogénita de ellas, pues que Nebrija le dio cabida en su diccionario castellano, que se imprimió en 1493; ajes, mencionado por Pedro Mártir de Anglería en carta escrita. en Barcelona por setiembre del mismo año; Colón supo en Haití que al rey llamaban cacique (Casas, Hist., 1, p. 382); en la relación del segundo viaje hecha por el Dr. Chanca se habla del aji; en la del tercero recuerda Colón que él llevó malz á Castilla y que ya hay allí mucho (Navarrete, Colección de los viajes, I, p. 251). En el glosario que acompaña á las tres primeras Décadas de Pedro Mártir de Anglería publicadas en Alcalá el año de 1516, se encuentran batata, bohio, cazabe. canoa, caribe, canibales (sic), copei, guaczávara (sic), guanabá (sic), guanines, hibuero, hobos, iguana, iucca, maguei, maiz, mamei, manati; voces que no pueden ser sino de las Antillas ó de la Tierra Firme hasta entonces conocida.

953. Limitándonos á las palabras usadas entre nosotros, añadiremos aquellas cuya procedencia determinan expresamente escritores antiguos, especialmente Fr. Bartolomé de las Casas y Gonzalo Fernández de Oviedo, el primero en su Historia de las Indias (Madrid, 1875-6) y el segundo en su Historia general y natural de las Indias, Madrid, 1851-5). Son de Haiti: aji (Casas, II, p. 206; V, p. 506); anón (annona: Id., V, p. 316); baquiano (§ 822); batata (Oviedo, I, p. 273); batea1; bejuco (Casas, V, p. 320); bihao (Oviedo,

1. « Con sus azadones y gamellas y dornajos, que acá llamaban y hoy llaman bateas» (Casas, Hist., 111, p. 35); « El oro en polvo se beneficia en lavaderos, lavándolo mucho en el agua hasta que el arena. ó barro se cae de las bateas ó barreñas » (Acosta, Hist. nat. y mor., IV, 5); « Batea es lo mismo que dornillo ó tornillo en Castilla, hecha de madera de una pieza, en que lavan los paños, y sirven de otras cosas » (P. Simón); en caribe batȧya, petit canot dans lequel les sauvages gragent leur magnoc (Breton). Su empleo en el beneficio del

I, p. 276); cabuya (§ 740); caimito (Casas, V, p. 324); caney (ramada grande en las tierras cálidas); ceiba (Oviedo, 1, p. 344); comején (comixén: Id., I, p. 452); cucuy, cocuy (cocuyo: Casas, V, p. 250; Oviedo, 1, p. 460; Gómara, Bibl. de Rivad., XXII, p. 174"); curi (mamífero, cavia cobaya corí, Casas, V, p. 301; Oviedo, I, p. 390; Gómara, Bibl. de Rivad., XXII, p. 176b); guácimo (guácima, planta bitneriacea: Casas, V, p. 324); guanábana (Id., ib., p. 317); guanin (oro bajo); guayaba (Id., ib., p. 316;

oro hizo el nombre muy conocido. Véase el Dicc. de Autoridades, y el vulgar hasta la 11.a edición; además Terreros y Alcedo.

1. « Ponianla en la casa grande de los señores y caciques, que llamaban caney » (Casas, V, p. 468; item, III, p. 51.)

2. Casas advierte que se pronuncia ceiba (IV. p. 31; V, p. 322), pero pronto debió de olvidarse esto, dado que Castellanos lo hace disílabo (Bibl. de Rivad., IV, p. 262.a); ¿ será tradicional el seibo (ó ceibo) que ha inmortalizado en sus versos el argentino Obligado? (v. gr. pp. 22, 41 (Buenos Aires, 1885). Véase Granada.

3. Cocuyo es como se halla en el Diccionario; pero si aprobamos estos versos de nuestro Gutiérrez González, que todos sabemos de memoria:

No hay sombras para ti. Como el cocuyo

El genio tuyo ostenta su fanal;

Y huyendo de la luz, la luz llevando,
Sigue alumbrando

Las mismas sombras que buscando va;

no tenemos ánimo para proscribir á cucuy, que fue como primero oimos decir en nuestra infancia, y que mientras se conserve la memoria de las letras españolas y americanas vivirá en este pasaje de Bello:

¡Oh si ya de cuidados enojosos
Exento, por las márgenes amenas
Del Aragua moviese

El tardo incierto paso,

O reclinado acaso

Bajo una fresca palma en la llanura,

Viese arder en la bóveda azulada

Tus cuatro lumbres bellas,

Oh Cruz del Sur, que las nocturnas horas

Mides al caminante

Por la espaciosa soledad errante ;

O del cucuy las luminosas huellas
Viese cortar el aire tenebroso,

Y del lejano tambo á mis oídos

Viniera el són del yaravi amoroso!

4. Así se dice entre nosotros, según Uribe, y asi se lee en los libros que tenemos á mano: véase atrás, § 952; Casas, 1, pp. 402, 435; II, pp. 226, 420; V, p. 496; Oviedo, I, pp. 480, 507 ; II, p. 251; III, p. 18 ;

Oviedo, 1, p. 304-5); guayacán (Casas, V, p. 321; Oviedo, 1, p. 363); hamaca (Casas, I, p. 310; Oviedo, I, p. 131); hicaco (pronunciado á menudo jicaco; la Academia icaco : Casas, V, p. 319; Oviedo, I, p. 299); hobo (Casas, III, p. 113; Oviedo, I, p. 293); huracán (Casas, II, p. 115; III, p. 252; V, p. 412; Oviedo, I, p. 167); iguana (Casas, I, p. 314; V, p. 301; Oviedo, I, p. 392); jején (xixen, Oviedo, I, p. 455; xoxen, Casas, V, p. 252); macana (arma ofensiva, á modo de espada, hecha comúnmente de la madera negra de cierta palma: Casas, IV, p. 209; V, p. 331; Oviedo, I, p. 334; entre nosotros la madera misma); maguey (Oviedo, III, p. 300); maiz (§ 104); mamey (Casas, V, p. 266; Oviedo, I, p. 305); manati (Casas, V, p. 304; Gómara, Bibl. de Rivad., XXII, p. 174"); mangle (Casas, II, p. 246); mani (Casas, V, p. 309; Oviedo, I, p. 274)1; naguas (Casas, II, pp. 139, 148; Oviedo, I, p. 134); nigua (Casas, V, p. 349; Oviedo, I, p. 56); pitahaya (Casas, V, p. 317; Oviedo, I, p. 311); sabana (çabana b çauana, « la penúltima luenga »: Casas, V. p. 335; Oviedo, I, pp. 144, 183); tabaco (Casas, I, p. 332; Oviedo, I, p. 130; IV, p. 96)2; tiburón (Casas, V, p. 303); tuna (Casas, V, p. 319; Oviedo, I, p. 313); yuca (Casas, V, p. 307; Oviedo, I, p. 268).

954. A esta primera capa de voces americanas pertenecen caimán (Oviedo, II, p. 381); guacamaya (§ 182); chicha, que á lo que parece decir Oviedo, es voz de Panamá (III, p. 136)3; barbacoa, cuyo sentido originario hubo de

Herrera, Déc. I, lib. III, cap. IX; lib. IV, cap. III; lib. IX, cap. X; Navarrete, Colección de los viajes, I, p. 134. Oudin escribe guañin, y lo mismo la Academia; nosotros no tenemos por qué dejar la forma tradicional.

1. «Hay otra fruta que nace debajo de la tierra, que los indios Ilaman inchic y los españoles mani (todos los nombres que los españoles ponen á las frutas y legumbres del Perú son del lenguaje de las Islas de Barlovento, que los han introducido ya en su lengua española). » (Inca Garcilaso, Coment., pte. I, lib. VIII, cap. X.)

2. Chupar tabaco ó un cigarro tiene algún resabio de vulgaridad así en España como en Colombia (Cruz, Sainetes, II, p. 343; Navarrete, En los montes de la Mancha, p. 28; Botana, I, p. 136); chupada (que falta en el Diccionario) dicen allá por fumada (Trueba, Juan Palomo, VI; Navarrete, o. c., p. 73; Baroja, La busca, p. 39); nosotros chupón. Humar por fumar tampoco es muy culto (Fernán Caballero, Juan Soldado.)

3. Este brebaje se llama comúnmente chicha en lenguaje de las

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