Rostros inmortales. Una colección de máscaras mortuoriasSans Soleil Ediciones, 2013 - 244 páginas El siglo XIX europeo dejó a las generaciones siguientes una abrumadora
cantidad de máscaras mortuorias de las personalidades más destacadas de
su tiempo. Pronto aparecieron los primeros estudios y reflexiones al
respecto, pero no fue hasta 1926 cuando, de la mano del libro de Ernst
Benkard, el tema suscitó verdadero interés entre los estudiosos de la
historia del arte y otras disciplinas afines. En un principio se pensó
que aquel era un fenómeno propiamente decimonónico, pero las sucesivas
investigaciones comenzaron a destapar una realidad fascinante que nos
remonta como mínimo al antiguo Egipto. Las máscaras mortuorias son sin
duda unas piezas de gran potencia visual ya que nos muestran el rostro
real, incontestable, de la muerte. Sobre todo hay algo que impresiona de
modo especial tanto en estas obras como en la fotografía post-mortem:
la ausencia total de una mirada. El rostro muerto, impreso en una pieza
de yeso o cera, es algo más que una simple representación del difunto.
Es una imagen que detiene el tiempo natural (corruptible) del cadáver, e
inicia un nuevo tiempo para la memoria y recuerdo de su extinta
presencia carnal entre sus allegados. |
Contenido
Sección 1 | 9 |
Sección 2 | 11 |
Sección 3 | 12 |
Sección 4 | 15 |
Sección 5 | 29 |
Sección 6 | 33 |
Sección 7 | 73 |
Sección 8 | 207 |
Sección 9 | 213 |
Sección 10 | 224 |
Sección 11 | 225 |
232 | |