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dores de nuestra primera asamblea legislativa, diremos que sus debates se resintieron naturalmente de inesperiencia parlamentaria. Sus discursos, leidos muchos de ellos, eran más bien disertaciones académicas que arengas de parlamento. Salvo algunas escepciones, hablaban más aquellos diputados con la cabeza que con el corazon; discutian más que declamaban; pensaban más que sentian.

Su oratoria era una oratoria natural, sin reglas, sin formas, sin adornos. Tenia en lo general algo de hinchazon y de pedantería; habia en ella más de escolasticismo que de doctrina, más de raciocinio que de entusiasmo, más de sabiduría que de elocuencia.

Lo que de ninguna manera puede negarse á los constituyentes de Cádiz, en los primeros tiempos de las córtes, fué el deseo del acierto, la pureza de sus intenciones, la imparcialidad de sus juicios, el patriotismo de sus actos, la buena fé de sus palabras. Cualidades y virtudes que oscurecieron más adelante el interés de partido, el esclusivismo de las opiniones, la vanidad de la política.

Pero lo que sobresalió siempre y en todos los diputados de las córtes generales y estraordinarias, fué su honradez y su probidad, su abnegacion y su desinterés. El mayor lauro de los soberanos constituyentes de Cádiz es el haber vuelto á sus hogares, despues de ejercer el gobierno supremo de España, sin una cruz, sin una gracia, sin un destino.

A pesar de lo nuevo de sus ideas, todavía aquellos hombres no pertenecian al mundo moderno, corrompido por la ambicion, cancerado por el egoismo, gangrenado por. la inmoralidad. Eran los antiguos caballeros de la edad media, nobles, generosos, espiritualistas; no eran

aun los políticos del siglo xix, mezquinos, materialistas

y especuladores.

Representaban los legisladores de Cádiz la España caballeresca de ayer, no la España industrial de hoy; eran aun los honrados y altivos procuradores de Segovia, de Valladolid, de Salamanca y de Toledo, que sin otra idea que el bien público, cerraban su corazon á todo sentimiento de medro personal, y escudados en su honradez é independencia, ni adulaban bajamente al trono, ni se arrodillaban ante el pueblo.

No podemos resistir á la tentacion de insertar á seguida, como complemento de este ligero exámen de las famosas córtes de Cádiz, el magnífico discurso pronunciado por su presidente Sr. Gordoa al cerrar las sesiones de su larga legislatura de tres años, pues él da una exacta y cabal idea del carácter político de aquella asamblea, de su laboriosidad, de su abnegacion, de sus sacrificios y de su grandeza.

3.

«Señor: entre las aclamaciones del pueblo más generoso de la tierra se instalaron estas córtes generales y estraordinarias, y ahora vienen de dar gracias a Dios, autor y legislador supremo de la sociedad, porque les ha concedido la gracia de llegar al término de sus trabajos, despues de haber puesto las piedras angulares del suntuoso edificio que ya se levanta para la prosperidad y gloria del suelo español.

in

>>Sumida en un sueño vergonzoso, hundida en el polvo del abatimiento, destrozada, vendida por sus mismos hijos, despreciada, sultada por los ajenos, rotos los nervios de su fuerza, rasgada la vestidura real, humilde y humillada y esclava, yacia la señora de cien provincias, la reina que dió leyes á dos mundos.-¿Qué fué de sus primeras instituciones? ¿Qué de sus leyes que contenian mejorada la sabiduría de toda la antigüedad, y que sirvieron de ejemplar á los códigos de las naciones modernas? ¿Qué de sus antiguas libertades y

fueros? ¿Qué de su valor, de su constancia y de la severidad de sus virtudes?....

>>El mismo peso de su grandeza, el poder de reyes soberbios que lentamente iban estendiendo sus límites, la ambicion de los poderosos, la corrupcion de costumbres, hija de la riqueza, la peste de los privados, todo contribuyó al olvido y menosprecio de las leyes, y á la disolucion moral del Estado. Entonces los reyes mal aconsejados todo lo emprendieron; no encontraron pueblos que les resistieran; las quejas se calificaban de crímenes de Estado; y en nuestros mismos dias, á nuestros mismos ojos, una mano sacrilega osó tocar y rasgar el sagrado depósito de la alianza de los pueblos con el príncipe.

>>En esta deplorable situacion, solamente los adormidos en las cadenas no veian los males que tan de cerca nos amenazaban: mas para aquellos en quienes aun no estaba estinguido el noble orgullo español, para los que impacientes lloraban en secreto la suerte de la patria, y veian que su tirano feliz habia sustituido al derecho de gentes el derecho de la espada, la desoladora irrupcion de nuestros pérfidos vecinos, fué un acontecimiento inevitable por su fuerza y por nuestra debilidad, por su exaltacion y por nuestro abatimiento.

>>>Clamaron los pueblos oprimidos por la fuerza estranjera y por el despotismo doméstico; clamaron á su tiempo por libertad y por leyes. Torrentes de sangre corrian por todas partes, y los perjuros adelantaban sus conquistas, efímeros gobiernos se sucedian unos á otros, y no mejoraba la condicion de los pueblos. La miseria comun reunió entonces todos los ánimos, todos los votos en uno, y este voto general fué por las córtes.

>>Las córtes, pues, se presentaron como la única áncora que podia salvar la nave del Estado en medio de tan horrible tormenta: se instalan al fin en la época más desgraciada, pero bajo los auspicios de la Providencia divina tienen al cesar la íntima y dulce satisfaccion de haber dado á los pueblos lo que les pidieron con tanta ansia : leyes y libertad.

>>Para llegar á este fin, las córtes encontraron y vencieron obstáculos de todo género, insuperables á cualquiera que hubiese tenido deseos menos ardientes del bien, menos amor á la patria, menos firmeza para resistir á sus enemigos y menos constancia en las adversidades.

>>El tirano del continente todo lo tenia subyugado entonces, todo servia á su ambicion, todo se humillaba ante él, todo menos la virtuosa y constante nacion española.

>>El emperador de las Rusias, ó tranquilo en el conocimiento de su poder, ó engañada su alma noble y candorosa con las aparentes ventajas de la neutralidad, ó, lo que es más de creer, no bien informado de los estraordinarios acaecimientos de la Península, nada hacia por la independencia general, ni por su propia independencia amenazada.

»>El Austria, forzada tal vez por la necesidad, acababa de formar poco antes con el bárbaro que la habia invadido y dividido á su placer esa alianza tan fatal para el género humano, el cual le demandaba y le demanda con más ardor en la crisis presente, se apresure á cooperar á la obra de la libertad comun en que trabajan de consuno naciones poderosas, y á revestirse ella misma de su antigua grandeza y dignidad, rompiendo de una vez los lazos que tan sin ventaja ni honor suyo estrechaba cada dia.

>>> La Suecia y la Prusia casi ni aun muestras daban de existir políticamente, y en general el influjo maléfico del que domina á los franceses para su oprobio y su desgracia, tenia aletargados á los príncipes de Europa, ó en la servidumbre ó en la más ominosa indolencia.

>>El rey de Nápoles y Sicilia era, como es hoy, nuestro aliado y amigo; pero despojado de gran parte de sus pueblos y precisado á invertir todos sus recursos en conservar la tranquilidad interior y esterior de sus Estados, no podia prestarnos auxilios que él necesitaba.

>>Nuestro amigo el Portugal, envuelto en la misma lucha, veia depender su suerte de la nuestra; mas no se hallaba en posibilidad de atender á otra cosa que á la defensa de su propio suelo.

>>La magnánima Inglaterra, seguia en su eficaz y generosa cooperacion, que nos prestaba desde los principios de la contienda; pero no bastó á impedir ni detener el torrente que lo asoló todo hasta las puertas de Cádiz. ¿Y quién será el que pueda describir sin indignacion y sin lágrimas la situacion de la patria á fines del año 1810?

>>Esta nacion huérfana, desarmada y menesterosa no contó al

emprender la guerra con otro apoyo que con el de Dios, protector de la inocencia oprimida, y con su propio valor; mas la Providencia tiene sus arcanos, y los hombres no pueden apresurar los tiempos escritos en el libro de los consejos eternos.

>>Repetidose há muchas veces, y todo buen español debe gloriarse de repetirlo, nosotros entramos en la lid sin ninguno de los recursos necesarios para sostenerla, y admiraron los primeros frutos de nuestro levantamiento. Pero un desórden general, consiguiente á la general y repentina mutacion de cosas, se estendió á todos los ramos de la administracion; se malgastaron los tesoros que con largueza derramó la América; crecieron las necesidades, y la llama del entusiasmo, ó por falta de pábulo, ó siguiendo la suerte de las grandes pasiones, pareció entibiarse y debilitarse, y las fuerzas que al principio nos dió la indignacion debilitáronse tambien.

>>Las desgracias se sucedian; crecia el orgullo de los vándalos, y á pesar de los últimos esfuerzos de los pueblos libres, y del calor que procuraban inspirar los patriotas con sus palabras y con su ejemplo, la Península gemia casi toda en la opresion, y no presentaba otro punto de seguridad más que la fiel y opulenta Cádiz, cuyo decidido amor, respeto y adhesion al congreso nacional y á sus decisiones la harán por siempre acreedora á la gratitud de los pueblos todos. ¿Mas por qué ocultaremos ya que tampoco fué en aquella época un asilo seguro este recinto de donde habia de salir, como en otro tiempo de los montes asturianos, la libertad de España?

>>Entonces las córtes presentaron el espectáculo más grande que ha visto la tierra. Todos los diputados y ciudadanos se' congregaron en medio de tantos peligros para salvar la patria, cuando casi ya no habia más patria que el terreno donde se juntaron. ¡Oh 24 de setiembre, dia para siempre memorable! Tú y el otro primero de nuestra revolucion bastais solos para hacer inmortales nuestros fastos; y nuestros últimos nietos leerán con igual admiracion y gratitud las sangrientas hazañas del Dos de Mayo, y las pacíficas sesiones primeras del congreso. En el uno sacudimos el yugo estranjero; en el otro el yugo doméstico; en el uno escribimos con sangre el voto de vengarnos ó morir, y ya esa sangre fecunda de los primeros mártires produjo los valientes que, ceñidos al principio con laureles

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