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lismo de 1812, con sus tendencias revolucionarias de 1820, con su carácter suspicaz y desconfiado, con la prevencion, si no ojeriza, con que aparentaba mirar siempre á los reyes.

Guiado por estas añejas cualidades, dominado por su primitivo é impaciente espíritu innovador, aconsejado de sus instintos democráticos, hallámosle en el estamento de procuradores al lado y casi capitaneando á los más fogosos y exigentes, como Lopez, Caballero, Trueba y Cosío y conde de las Navas, pidiendo ilimitados derechos y garantías populares, abogando rencorosamente por la rebaja de los presupuestos de la casa real, censurando con saña la conducta de la córte de Roma y exigiendo la reforma del reglamento en menoscabo de las prerogativas de la corona y de la jurada observancia del Estatuto.

En aquella época soñaba Argüelles como ha soñado siempre, con la restauracion del Código de Cádiz, obra en su concepto perfecta y acabada, y á la que ha tributado siempre un cariño extremado, una idolatría ciega, disculpables como producto de su vanidad de autor, de sus afecciones de padre.

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Cuidadoso como nunca de su popularidad, avaro como que más de los aplausos de la plebe, sostenia en las épocas á que nos referimos todas las cuestiones de partido, todas las reformas más revolucionarias, todos los principios más democráticos y desorganizadores. Así le vemos prestar su apoyo á la desamortizacion, anárquicamente planteada por Mendizabal, y atacar violentamente al ministerio presidido por Martinez de la Rosa á consecuencia del tratado de Elliot, aconsejado únicamente por el orgullo del partidario, por la vanidad del político, por sus compromisos de sistemático oposicionista.

En el largo y violento discurso pronunciado por el Sr. Argüelles en tan encarnizados debates, tuvo un rasgo de verdadera elocuencia, de esa elocuencia tribunicia que tanto agrada en los parlamentos, el más poético y brillante que se encuentra en sus numerosas peroraciones, y que si bien no habla muy alto en favor de sus ideas humanitarias, revela imaginacion, erudicion y buen gusto oratorio. Hé aquí sus palabras: Por lo demás, yo bien sé que muchas veces la misma severidad evita que se derrame más sangre, y no me he olvidado de que Bruto se cubrió con la toga para no ver correr la de sus hijos, necesaria en la república para evitar mayores males.

Sin embargo de estas pequeñas ráfagas de elocuencia, su reputacion de orador desmereció notablemente en esta última época, no comprendiendo muchos al oirle cómo habia adquirido tanta fama y renombre en tiempos pasados sin poseer dotes y cualidades que justificasen, ni con mucho, su general nombradía, su dictado de divino.

La esplicacion de este fenómeno es fácil y clara. Por una parte los años y los achaques debilitaron naturalmente el ardor de su imaginacion, la viveza de sus movimientos, la entonacion de su palabra. Los defectos de su oratoria aumentaron con la edad; así es que en algunos de sus últimos discursos era por demás difuso, monótono, prolijo y desbarahustado.

y

Por otra, y es la causa principal, la ciencia política el buen gusto en materia de elocuencia se han desarrollado sobremanera en la moderna sociedad, al paso que en 1812 eran las lides parlamentarias un espectáculo enteramente nuevo para el público, que acudia á ellos sin reglas y sin práctica, y era muy fácil seducirle y fascinarle.

Además, Argüelles entonces en que no habia costumbre de perorar en público, en aquellas córtes en que los más de sus representantes en un principio escribian sus arengas y las recitaban como si fuesen memorias ó disertaciones, pudo y debió conseguir fácilmente su inmensa reputacion de orador, que por necesidad tenia que quedar oscurecida en los tiempos modernos ante un público acostumbrado ya á la verdadera oratoria parlamentaria, y en parlamentos donde tanto han abundado los oradores de imaginacion más brillante, de palabra tan fácil como la suya, y de elocuencia más ardiente y deslumbradora.

pesar de todo, D. Agustin Argüelles ocupará siempre una gloriosa página en los anales parlamentarios de nuestro pais, y servirá de modelo como hombre honrado, político consecuente y ciudadano modesto y vir

tuoso.

Despues de una larga carrera parlamentaria, en la que desempeñó el ministerio de la Gobernacion, y por dos veces la presidencia de las cortes, fué elevado al alto y delicado puesto de tutor de S. M. y A., bajando al sepulcro á los 68 años de edad, sin una banda, sin una cruz, sin la menor insignia que indicase orgullo y vanidad, pobre de bienes cuanto rico de fama y de virtudes.

Discurso pronunciado en defensa de las córtes de Cádiz.

«No necesito asegurar al señor preopinante que yo no me personalizaré. Creo haber dado pruebas de que lo repugna mi carácter. Soy el primero á convenir, que por parte del Sr. Vera hay el mismo celo por la causa pública que en todos los demás señores diputa

dos. Cualesquiera que sean sus opiniones, son para mí muy respetables. La impugnacion que yo haga al papel que ha presentado deja en su fuerza el espíritu patriótico que le anima. Estoy de él bien convencido. Pero aunque se presenta al congreso bajo la firma de un diputado; aunque el mismo Sr. Vera, escitado á esponer las razones que ha tenido para presentarlas, asegura que son suyas, el carácter del papel en el todo de sus circunstancias, y el añadir que las ha estendido con arreglo á lo que tiene oido á sus amigos, y á otras personas con quienes ha tratado sobre la materia; todo esto, digo, me autoriza á examinarle con la libertad y desembarazo que conviene á un diputado, que ve acusado públicamente al congreso á la faz de la nacion por otro diputado. Señor, es triste y doloroso ver que sea necesario hacer la defensa de las córtes. Aunque el señor diputado no lo crea así, el preámbulo de sus proposiciones es una acusacion formal contra el congreso, hecha en sesion pública, provocada la atencion y espectacion general.

>>Señor, no hay equivocacion, porque yo no hablo de lo ocurrido antes de leer las proposiciones. Ni lo sé, ni me importa saberlo. Es un hecho que se ha dado cuenta de este papel en sesion pública, de lo que yo me alegro, porque puntos de esta trascendencia deben discutirse y resolverse con publicidad; además hay una resolucion del congreso para que se discuta en público toda proposicion relativa á poner en la regencia una persona real; véase la résolucion. Prosigo. «El papel del Sr. Vera concluye pidiendo que se inserte en las actas su papel. En ellas tambien debe constar el juicio que hagan de su mérito los diputados que le analizan. Todo el preámbulo de las proposiciones va dirigido á apoyar la segunda de ellas. Y todo el papel no tiene más objeto que entregar el gobierno de España á un príncipe estranjero, bajo el disfraz de poner al frente de la regencia una persona real. El artificio con que está escrito el preámbulo; el estudio con que se presentan hechos aislados, inconexos, resultados de causas que preexistieron á la instalacion de las córtes; el singular cuidado con que se habla de la desnudez del soldado, de la pérdida de plazas, de derrota de ejércitos, y de todo cuanto puede escitar más el interés, y aun las pasiones de los que lean este escrito ó sepan su contenido, exige que se examine, que se desentrañe con toda es

crupulosidad un papel cuyas consecuencias, con la mejor buena fé por parte del señor diputado que le presenta, serian entregar el reino á nuestros enemigos. Hablo siempre bajo la suposicion de estar ausente el rey.

>> Dice el preámbulo que las córtes no han llenado la espectacion pública. Si esta se estendia á que se terminase en pocos meses una guerra por su naturaleza larga, difícil y tan arriesgada, que tal vez la imprudencia ó la inconsideracion hubieran.acarreado un éxito mil veces más funesto, puede ser así. ¡Ah! ¡Á cuántos se oye maldecir el gobierno porque no consigue victorias, que se reian al principio de los que creian se podia resistir á los franceses! ¡Cuántos otros hay que solo sienten que la lucha se prolongue tanto! Su lenguaje los descubre, y yo los he conocido, cuando más creian ocultarse. Más, si la buena fé en reconocer el estado de la nacion al cesar la última regencia; si el juicio y cordura de los hombres sensatos y verdaderos patriotas han de entrar á rectificar la opinion pública en esta parte, la espectacion general no pudo tener aquella latitud.

>>Nada más natural que el que reclame contra las desgracias el que sufre el peso de ellas en su persona ó su familia; que se desentienda y aun desconozca las verdaderas causas que las han acarreado; los insuperables obstáculos que se oponen á su pronto remedio. Pero nada es más de admirar que el que un señor diputado, que lo conoce todo, que ha visto al congreso, de que es individuo, afanarse dia y noche en buscar medios, arbitrar recursos, examinar proyectos, desvivirse, en fin, por hacer cuanto estaba de su parte para conseguir el objeto de su gloriosa reunion, haya condescendido en presentar contra las córtes una denuncia tremenda por todas sus circunstancias, sin ofrecer comprobantes, sin declararse dispuesto á hacer bueno el cargo sosteniendo la acusacion, como debia esperarse del aparato y estruendo con que se anuncian las proposiciones en el preámbulo.

>>El señor diputado, ó se ha olvidado de cuanto ha ocurrido en el congreso en sesiones públicas y secretas, ó no son suyas las proposiciones. Yo creo esto último, porque para ello le he oido lo bastante, cuando dijo que sus amigos y otras personas, y varios impresos, le han sugerido las ideas que contienen. Su coincidencia con la

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