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acostumbra en otras partes, y que tantas, tantas veces se ha reclamado aquí. ¿Por qué no asisten á las discusiones los secretarios del despacho? ¿No está abierta la puerta del congreso para que vengan á apoyar lo que propone la regencia en todas las materias de gravedad? ¿No seria este el modo de volver á su camino las discusiones estraviadas, los diputados equivocados? Por lo demás, si la alusion es á opiniones manifestadas en el congreso, que pudieran ofender la buena opinion del gobierno, yo no puedo menos de decir que el señor diputado se olvida de lo que haya ocurrido acerca de esto. Yo no sé cómo no ha advertido á sus amigos que este cargo, si fuera cierto, iba á recaer sobre..... El sagrado del secreto me impone la obligacion de respetarle, y esta reticencia podrá recordar al congreso cómo se abusa de su moderacion.

>>>Yo sostengo contra el preámbulo que el gobierno jamás ha encontrado en las córtes el menor obstáculo á sus providencias, aun en los casos en que pudieron haber mirado como insulto lo que tal vez fué solo efecto de inadvertencia. El congreso, en el acto de manifestar la mayor confianza á un general, depositando en él las riendas del gobierno, esperimenta cuando menos un desacato. Inseparable de los principios de conciliacion y clemencia que le distinguen, se desentiende de la injuria recibida, y conviene en que se rehabilite al que habia estado suspenso en la confianza de las córtes. El gobierno á poco tiempo le da el mando de tres provincias y de tres ejércitos; y el congreso, aunque veia que cuando no otra consideracion, bastaba la delicadeza para no esponerle á manifestar su desagrado, sin embargo, más prudente, más sabio que lo que supone el preámbulo, supo discernir lo que importaba á su decoro y al honor del gobierno, sostener una providencia que pudo desaprobar con toda justicia y discrecion. Se desentendió de todo, y honró á la regencia contestando solamente que quedaba enterado. Este suceso, señalado por todas circunstancias, hace ver que ni el gobierno carece de facultades, ni el congreso entorpece su ejercicio.

>>He elegido entre otros este hecho porque es capital; y cuando en asuntos de esta clase proceden así las córtes, no es capaz el preámbulo de sorprender á otras personas que á las que no observan y meditan. Estas siempre están sorprendidas. Si estuviera presente el mi

nistro de la Guerra, y aun sus compañeros, no dudo harian justicia al congreso, conviniendo en que jamás ha entorpecido las operaciones del gobierno en los puntos que influyen esencialmente en el servicio público.

>>El preámbulo solo presenta declamaciones, y estas pueden estraviar por un momento la opinion de los irreflexivos. No contento con hablar vagamente sobre el entorpecimiento que esperimenta el gobierno, quiere suponer que la responsabilidad á que se le sujeta destruye su energía. Solo la persona del rey puede ser inviolable; todas las demás personas que gobiernen han de estar sujetas á residencia legal, á no proclamarse antes por el congreso, que para salvarnos es preciso establecer el sistema arbitrario. Creeria hacer una injuria á las córtes si me detuviera en examinar la tendencia de la doctrina del preámbulo en este punto. Sus principios están bien manifiestos. No comprenden sus autores que pueda haber gobierno que nos salve sin que sea absoluto. No permita Dios que la nacion se deje sorprender por un instante con idea tan falsa y tan perjudicial. Los déspotas jamás salvaron las naciones que se hallaron como nosotros. Los españoles pelean por ser libres, y en el instaute que tan noble y digno objeto desapareciese de su vista, el gobierno que desconociese el principio y fomento de nuestra lucha, seria víctima de su imprudencia ó estupidez. Luego daré más estension á estas ideas. Preciso es seguir el hilo del preámbulo.

>>Continúa este haciendo cargos al congreso, acumulando inepcia sobre inepcia. Entre otras indica que las córtes han descuidado las negociaciones con las potencias estranjeras, etc. Si la discrecion y la delicadeza pudieran abandonar á los diputados en la discusion de estas materias, el preámbulo no triunfaria con una impostora declamacion del silencio que me impone la prudencia. Hago con gusto el sacrificio más costoso para mí en estas circunstancias. Conozco demasiado lo que exige el decoro de una discusion pública. Mas separándome por ahora de todas las razones, véase si el consejo de regencia no está plenamente autorizado para tratar con absoluta libertad y desembarazo con todas las potencias estranjeras. Véase si la buena fé puede desear más facultades que las que le están concedidas, atendida la naturaleza y circunstancias de un gobierno proviso

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rio; de un gobierno que en el estado en que se halla la nacion invadida, ¿qué digo? ocupada en gran parte por el enemigo más astuto y depravado que existe, no puede menos de tener subordinada su autoridad á la del congreso en el esencialísimo punto de la ratificacion de tratados.

>>Los gobiernos mismos estranjeros no podrian menos de desearla, atendidas las circunstancias de la revolucion en que nos hallamos envueltos. Ellos serian los primeros á solicitar que interviniesen las córtes con su sancion para dar más firmeza á las estipulaciones, especialmente en el dia, en que nuestras leyes fundamentales nada tienen establecido con respecto á este punto. Pero sobre todo, ¿qué más quisiera Napoleon que ver al frente del gobieruo personas plenamente autorizadas para concluir y ratificar tratados, sin que la nacion pudiese atajar los males que produjese tan funesta facultad, sin recurrir á otro nuevo dos de mayo? El que presenta el preámbulo pudo haber indicado á los que le sugirieron tan absurdo cargo, cuánto se afana el congreso cada dia para facilitar por su parte el buen éxito de convenios y alianzas. No es ciertamente á las córtes á quien el Sr. Vera debió presentar la reconvencion. El congreso pudo, y en mi dictámen debió, pedir algunas veces que se le instruyese del estado de las negociaciones, sin perjudicar por eso al secreto y direccion que hayan merecido al consejo de regencia. Mas un esceso de delicadeza le acarrea tal vez un cargo tanto más injusto, cuanto aparece hecho por un señor diputado, que no ha debido omitir lo que no puede ignorar ó callar sin faltar á sus obligaciones. Los ministros en Inglaterra satisfacen á las cámaras cuando conviene informarlas de los negocios diplomáticos. El congreso pudo haber observado igual conducta. Y hubiera sido muy digno de un diputado hacer justicia á las córtes por su circunspeccion en esta materia, en vez de acusarlas de un descuido en que no han incurrido..... no debo decir más.

>>El preámbulo mira como defecto la amovilidad de los regentes. Confieso, señor, que esta idea para mí es original. Es un fenómeno en política. ¿Pues qué? ¿Se queria acaso que la regencia se obtuviese por juro de heredad? ¿No solo habian de estar absueltos de responsabilidad, sino que tambien habian de ser inamovibles los regentes del reino? ¿Si será tambien defecto el no haber organizado el gobier

no á la manera de la junta suprema de Madrid, para que pudiese colocar á su frente, como lo hizo esta con Murat, otro príncipe igualmente benéfico y amante de los españoles? ¡Qué poco se han acordado al estender el preámbulo sus autores de la conducta que observaban nuestros padres cuando nombraban regentes del reino! Amovibles y responsables á la nacion los elegian, en lo que manifestaban tener ideas más exactas y cabales de la ciencia del gobierno que las que al parecer tenemos hoy nosotros. Pero en este punto tal vez hay en el preámbulo más hipocresía que ignorancia.

Mas dejemos ya los cargos, y vamos á examinar lo que importa. Hablo de la propuesta de persona real, que es en la composicion el verdadero héroe de este cuadro. Como la proposicion no designa personas, me abstendré de hacer aplicaciones que no sean en general, y así se guardará mejor el decoro de la discusion. Se quiere suponer que el gobierno no puede ser obedecido ni respetado mientras no tenga á su frente una persona real. La obediencia y el respeto son inseparables de todo gobierno, cuando procede con justificacion y energía. Estas dotes las hay y las ha habido entre los españoles, aun considerados como particulares, y es una calumnia contra la revolucion suponer lo contrario. Es una injuria hecha á la nacion, es desconocer sus virtudes, es poner en duda lo que ha manifestado la esperiencia. La nacion es por carácter obediente á las leyes, sumisa á las autoridades cuando obran con rectitud y acierto. La nacion ha obedecido gustosa con respeto y deferencia á las juntas provinciales, á la junta central, y á los consejos de regencia, y hasta jefes y autoridades muy subalternas, siempre que le han ofrecido la libertad y la independencia por objeto de sus sacrificios. Si la ineptitud, la ignorancia ó el desacierto han desconocido los grandes y verdaderos medios de gobernar, cúlpense á sí mismos los que estén en este caso, y no confundan las verdaderas causas de nuestros desastres. No omitan tampoco los autores del preámbulo lo que ha contribuido á nuestras desgracias, la falta de auxilios de toda especie que la nacion no tiene dentro de sí misma; que solo puede solicitar con ruegos, y sin los cuales es inevitable que padezca descalabros.

El preámbulo provoca la discusion; más yo no debo decir más. Yo seria el primero á votar que se autorizase la regencia con una persona

real, si no viese el inminente peligro en que está la libertad de la nacion, y los mismos derechos del señor don Fernando VII, que tantas veces hemos reconocido y jurado. Supongamos por un momento que se coloca un príncipe al frente de la regencia. Aunque no aparece de la proposicion cuál sea el designado, no dudo que sus autores intentarán que se tome de entre las personas que tengan derecho á la sucesion de la corona. Este príncipe durante su gobierno ha de ser feliz ó desgraciado. En el primer caso quedan inevitablemente comprometidos los derechos del rey.

>>Es preciso ignorar la historia de las usurpaciones, y señaladamente las ocurridas en España; es preciso no tener el menor conocimiento del corazon humano para creer que un príncipe victorioso gobernando el reino dejase pacíficamente el trono á nuestro desgraciado y cautivo rey. La ambicion de mandar, el atractivo de la corona son más poderosas que la virtud de la moderacion. Y la ley de Castilla, que prohibe la guarda del rey menor al que tenga derecho á sucederle, acusaria siempre al congreso de imprudencia y aun de temeridad. El rey es todavía de peor condicion que un menor. Este podria estar en el reino, criarse entre sus súbditos, confirmar con su presencia de tanto en tanto su obediencia y lealtad. Mas el Sr. don Fernando VII está ausente, está cautivo, y sobre todo es desgraciado. Se halla en poder de un infame usurpador, para quien la virtud y el pundonor son un juguete y un motivo de ejercitar su inmoralidad. ¿Qué de ardides no formaria su fecunda depravacion para dividirnos y desacreditarnos para con nosotros mismos y para con los estraños? ¿Cuánto no perderia la nacion en el concepto de los soberanos de Europa, que tanto han sabido apreciar la generosa resolucion que hemos tomado de vengar á toda costa el ultraje cometido en la persona del rey, si viesen que las córtes incurrian en el desacuerdo de dar ocasion à que un príncipe más ó menos estraño le suplantase al favor de un tratado secreto, de una victoria, de un partido, de una guerra civil, ó de una intriga doméstica?

>>¿Qué medio reserva el congreso á la nacion para conservar el reino á quien ha jurado rescatar y restablecer en su trono? ¿Podrian entonces las córtes despedir con urbanidad y cortesanía al príncipe ó princesa regente, diciéndole: «V. A. puede retirarse á sus estados;

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