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versal, linaje humano. Solo despues de constituida la sociedad podia surgir entre los hombres el pensamiento de crear un poder, hecho que por sí solo bastaria á probar que los gobernantes son

para

los pueblos, y no los pueblos para los gobernantes, cuando no sintiéramos para confirmarlo y ponerlo fuera de toda duda el grito de nuestra libertad individual, herida desde el punto en que un hombre ha extendido sobre otro el cetro de la ley ó la espada de la fuerza.

>>>Escritores mal intencionados y cortesanos llenos de corrupcion se han propuesto no pocas veces halagar á los reyes suponiéndoles, no solo superiores á los pueblos, sino hasta dueños de las vidas y haciendas de los ciudadanos; mas estos hombres, incapaces de apoyar sus opiniones en ninguna razon sólida, no merecen de todo hombre pensador sino el desprecio. Han vendido torpemente su independencia, y quieren sacrificar la de los otros en aras de su humillacion y su bajeza; han sumergido en el cieno de la adulacion las facultades que les habia dado Dios para alumbrar á los príncipes; y no parece sino que quieren tambien rebajar hasta el nivel de los brutos la inteligencia de los demás hombres.

>>>Afortunadamente en nuestra monarquía, cuyos hábitos de libertad vienen fortalecidos por una serie nunca interrumpida de esfuerzos y de sacrificios, no han de prevalecer nunca tan bárbaras doctrinas. Mas ¿no seria siempre mejor que viesen unos sobre si el desprecio público, y fuesen arrojados los otros de palacios, donde solo deberia reinar la verdad é inculcarse sin tregua las mas exactas ideas de justicia? El principio que dejo establecido lo está generalmente en España, gobernada desde tiempo inmemorial por Cortes, á cuyas resoluciones han de sujetar su voluntad los mismos reyes; sostener el opuesto, no solo es falsear la ciencia, es atentar contra las mas venerandas costumbres y lo que principalmente constituye la nacionalidad española. Nuestros príncipes deben saber por lo contrario que son solo depositarios del poder que ejercen, que no lo tienen sino por la voluntad de sus súbditos, que han de usarlo conforme à las leyes fundamentales del Estado, que no pueden alterar una sola ley sin hacerla discutir y determinar en el seno de las Cortes, ni imponer nuevos tributos sin consultar el voto de los contribuyentes, ni obrar contra el dogma cristiano, ni reformar siquiera las prácticas religiosas sin la previa autorizacion del pueblo ó de la Iglesia. Deben saber que si, mal aconsejados por sus pasiones ó por los que les rodean, se atreven algun dia á violar, ya esa misma religion que estamos obligados todos á defender contra las armas de los pueblos infieles y las invasiones de la herejía, ya esas leyes capitales en que descansa toda nuestra organizacion política y están apoyados los intereses sociales de los pueblos, ya esas antiguas costumbres que además de caracterizarnos forman parte de nuestra misma vida; ó deberán resignarse á abdicar el poder de que abusaron, ó se verán justamente expuestos a morir en manos de la insurreccion ó en las del hombre que, celoso por las libertades de su patria, tenga el suficiente heroismo para ir á clavar su puñal en la frente del tirano. Deben saber que, aunque vean defendido su trono por armas de soldados mercenarios, indignos siempre de guardar el sueño de los buenos príncipes, han de temer si obran mal; pues son impotentes todas las armas del mundo para librarles de un patricio que, fingiéndoles amistad, aceche el momento oportuno para hacerles rodar de un solo golpe las gradas del trono y los escalones del sepulcro. Deben saber que, aunque el asesinato es siempre un crimen, deja de serlo y glorifica al que lo comete cuando á falta de otros medios se ejecuta sobre el cuerpo de un rey para quien hayan sido los pueblos un juguete y la justicia una mentira. Deben saber que, siendo los reyes para la sociedad, y no la sociedad para los reyes, si ve la sociedad sublevada contra sí la hechura de sus manos, tiene, no ya el derecho, sino el deber de castigarla; tiene, no ya el derecho, sino el deber de aniquilarla del modo mas ó menos legítimo que le permitan la

fuerza y la situacion del que, en lugar de ser su guarda y su broquel, se ha convertido en su verdugo. Deben saber que, como no se perdona medio para deshacerse de un monstruo, no se perdona para deshacerse de un tirano, que es el mayor monstruo de la tierra.

>>>Suele ocultarse la verdad á los príncipes diciéndoles que han recibido su poder, no del pueblo, sino de sus mayores, que se lo dejaron por herencia. No se les enseña, como deberia enseñárseles, que hasta la ley sobre la sucesion es hija de la voluntad nacional, sin la cual no pue— de aquella reformarse ni podria decidirse cuestion alguna si llegasen á presentarse circunstancias á que por lo raras é imprevistas no pudiese hacerse extensivo lo dispuesto. La sucesion hereditaria no altera en nada la naturaleza del poder real; la sucesion hereditaria no ha sido admitida á pesar de sus gravísimos inconvenientes sino para asegurar mejor el órden social, apagando ambiciones que á la muerte de cada principe habrian de remover forzosamente el país y provocarian tal vez escándalos y guerras. ¿ Se cree acaso que si la nacion considerase mañana necesario restablecer el principio de sucesion electiva, que tuvimos en vigor durante siglos, podria siquiera el príncipe oponerse á que así se resolviese? No solo puede una nacion rechazar la sucesion hereditaria; puede variar hasta la forma misma del gobierno, á pesar de los muchos peligros que suelen llevar consigo estas mudanzas. Hay en la vida de los pueblos vicisitudes que, no solo aconsejan, sino hasta exigen cambios radicales; y estos cambios ¿quién duda que son justos cuando emanan de la misma república, centro de todos los poderes del Estado?

»La monarquía es el gobierno mas simple, mas susceptible de unidad de accion, mas fuerte por consecuencia, y menos expuesto á revoluciones y trastornos; pero es absolutamente imposible para que produzca buenos frutos que estén bien deslindadas en ella las relaciones entre el príncipe y los súbditos. Conviene por esto, ante todo, que el rey se limite à ser el jefe del poder ejecutivo, procurando que este mismo poder, sobre el cual no está ya sino el del pueblo, dificilísimo de ejercer cuando se trata de aplicarle á la persona de un monarca, no degenere nunca en tiranía. Léjos de aislarse de sus vasallos trazando en torno suyo un círculo de cortesanos y otro de guardias pretorianas, debe estar en continuo roce con ellos viendo por sus propios ojos las necesidades que padecen, escuchando con su propio oido la voz de los deseos que sienten ó el grito del dolor que sufren, enterándose por sí mismo del giro que toman ó deban tomar las ciencias ó las artes. Las espadas que hayan de servir para defenderle no las confiará sino á ellos, á quienes, así en guerra como en paz, ha de tener siempre armados para que no se enerven en el ocio y la molicie; los consejeros que hayan de formar su corte los buscará entre ellos, á quienes no ha de temer nunca elevar al rango de la aristocracia si pelearon como buenos en el campo de batalla ó meditaron en el silencio de sus retretes sobre las verdades de la ciencia. Buscará á los grandes entre los humildes; y logrará así por una parte reparar los injustos estragos de la desigualdad, introducida solo en el mundo por el caprichoso juego de la suerte y la tiranía de los que mas pudieron, por otra remozar esa nobleza corrompida que mancha hoy con torpes fealdades los escudos pintados por los mayores con la sangre de sus venas. La nobleza es otro poder en el Estado, y debe por lo tanto el rey cuidar de que por lo estancada no le suceda lo que á las aguas empantanadas que vician con sus miasmas el aire que las rodea y llevan á la redonda las enfermedades y la muerte, Los fundadores de muchas de nuestras familias aristocráticas hicieron tal vez menos de lo que han hecho hoy hombres de solar desconocido; elévese á estos á lo que aquellos fueron elevados, y sobre haber hecho justicia á la virtud y al mérito, se habrá logrado algun tanto borrar los límites ya demasiado marcados entre la aristocracia y el pueblo.

>>> La aristocracia en una monarquía es un elemento del todo necesario: sirve de freno á los re

yes y'se opone al establecimiento de la tiranía. El buen principe no debe. temerla; debe por lo contrario darle fuerza por ser ella su mas poderoso apoyo en las grandes crisis y en los terribles golpes de la guerra. Hace ya mucho tiempo que se esfuerzan los gobiernos en destruirla; mas esos esfuerzos son fatales para el mismo pueblo que tan inconsideradamente los aplaude. Cuanlo ya no tenga la nobleza armas de que rodearse ni fortalezas en que guarecerse, cuando sea ya su título un nombre que nada signifique, ¿quién detendrá al pronto los pasos del tirano? Reuvenézcasela, no se la aniquile; y al paso que será la salvaguardia de los buenos príncipes, será el escudo de la sociedad entera.

>>> Hombres míopes que no saben apreciar mas que las dificultades del momento claman tambien hoy contra el excesivo poder de los obispos y otras altas dignidades de la Iglesia. Pretenden, al decir de ellos, salvar nuestras libertades, y no ven que con solo proponer estos medios las sepultan. ¿Qué pueden hoy en favor de ellas esos cortesanos sin corazon, cuyo afan parece reducirse á cegar al príncipe, llevándole por la senda que conduce à la conculcacion de nuestras leyes? Tenemos ya tropas mercenarias y están reunidos al rededor del trono todos los elementos de la tiranía; si ciñe mañana la corona otro rey que no tenga las virtudes del que hoy gobierna, ¿quién sino esos obispos podria salir á la defensa de nuestros derechos sustentados con tanto valor durante siglos? Los prelados son la parte de la nobleza menos expuesta á corromperse; no les suceden como á los demás aristocratas hijos degenerados, les suceden, sí, varones siempre eminentes, hijos casi siempre predilectos del pueblo y de la Iglesia. No solo merecen conservar sus rentas; merecen que se les confirme en la tenencia de esos castillos desde cuyas almenas han combatido no pocas veces por la ley fundamental de nuestra monarquía. ¿Quién puede vivir con mas independencia que ellos, que no necesitan de la venia del rey para conservar sus dignidades, que están en contacto con todas las clases de la sociedad, que libres ya de pasiones ó inspirados por la mas pura luz del cristianismo, no han de dedicarse sino á reparar las injusticias con que han oprimido á los hombres la propiedad y la violencia? Quién puede aconsejar con mas acierto que ellos, que han debido subir una por una las gradas de la ciencia para encumbrarse al puesto que actualmente ocupan? Romped el lazo que hoy une á los pueblos con los reyes; y á no tardar veréis entre unos y otros un abismo. Pesará entonces la tiranía como no ha pesado nunca sobre nuestras frentes; y ¡ay entonces de nuestras libertades! ay de nuestras leyes!

>>Ocupado el pueblo en la práctica de la agricultura y del comercio, sin la cual no le es dado conservar la vida, puede dificilmente defender por sí sus intereses; si una aristocracia independiente y fuerte no vela por ellos cuando no sea mas que en virtud de su propio egoismo, corren aquellos peligros inminentes. Y qué, ¿tiene acaso algo de odiosa la aristocracia tal como propongo que se organice y se reforme? En esta aristocracia no habria cerradas las puertas para nadie. El soldado que acreditase su valor y su pericia en los combates, el sabio humilde que con sus altos pensamientos lograse dirigir por el camino de la felicidad la patria, el sacerdote por cuyas virtudes mejorasen de condicion las clases del Estado, todos los que lograsen levantar la cabeza sobre el nivel de sus contemporáneos hallarian siempre una corona dispuesta á bajar sobre sus sienes. Partidario del principio de la igualdad, que veo dolorosamente destruido por la fatalidad de las cosas, creo que á todos son debidos los honores y las recompensas, y no habria para na—die que las mereciese una sola distincion, ni para nadie que no las mereciese un privilegio. >>A pesar de lo ya expuesto, habrá tal vez quien nos pregunte por qué hemos de poner tan decidido empeño en conservar ý robustecer la aristocracia; mas aun cuando no fuese, como llevamos dicho, un baluarte contra la tiranía y un vinculo indisoluble entre el pueblo y la corona,

creeriamos prudente sostenerla y darle fuerza con el fin de tener en ella un medio de educacion para los principes, un elemento de economía para el Estado y un inagotable plantel de magistrados para el gobierno y direccion de la república. Un príncipe no debe ser educado aisladamente; si no ve crecer á su lado otros de la misma edad y de distinta condicion é ingenio, ni sabe apreciar nunca el valor de los demás, ni adquirir el conocimiento de sí mismo. Falto de estímulo, no adelanta, y llega, sin embargo, á la mocedad creyendo tal vez que sobrepuja á todos en las prendas del cuerpo y en las del ánimo. Mañana que es rey debe escoger auxiliares que realicen su política y ejecuten sus mas delicadas órdenes; y por no estar en relaciones con la generacion de que forma parte, se ve condenado á entregarse en brazos, no del mérito, sino de la adulacion y del favoritismo. No se ha acostumbrado á considerar á los demás hombres como iguales, y los trata á todos con altivez, los manda con un orgullo necio, que no puede menos de chocar con la dignidad propia de ciertos funcionarios. Nacen de aquí conflictos que no hacen mas que exacerbarle, se irrita, quiere de dia en dia que prevalezcan mas y mas sus opiniones, y camina sin sentirlo á la mas insufrible tiranía. ¿Créese acaso que sucederia así si, insiguiendo la costumbre de los reyes godos y la de muchas antiguas dinastías, se le educase desde niño con los hijos de los grandes, poniéndole así en contacto con los que deben hacer mas tarde triunfar sus estandartes, administrar en su nombre la justicia ó representarle en las demás cortes europeas? Estoy firmemente convencido de que, tanto para el bien de los príncipes como para bien de las naciones, deberian ser educados con ellos hijos de aristocratas de todas las provincias, medio con que se lograria, no solo prevenir los inconvenientes consignados, sino hacer que el que ha de ocupar un dia el trono fuese enterándose insensiblemente de la diversidad de caractéres y de lenguas que existe entre los individuos de nuestro vasto y dilatado imperio.

»¿Quién, por otra parte, podria consagrarse mejor al ejercicio de la alta magistratura que esos mismos nobles cuyas exorbitantes rentas son la mejor garantía de que no han de explotarla en su provecho? Quién mejor que ellos podria desempeñar los mas graves y penosos cargos sin cobrar del erario y solo por el honor que suelen llevar consigo? Los honorarios de los agentes del poder absorben hoy una gran parte de la riqueza pública; ¿por qué á quien disfruta ya de grandisimos caudales hemos de hacerle aun participe de los escasos fondos recogidos por el sudor del pobre? Por qué siéndonos fácil no hemos de rebajar los tributos que pesan tan gravemente sobre la cabeza de los pueblos? Si nos elevamos á los verdaderos principios de justicia, habrémos de confesar, á pesar nuestro, que esos grandes tesoros de la aristocracia solo han podido ser acumulados por la iniquidad de los hombres y la imprevision de las leyes; ¿cómo, ya que no nos creemos con derecho para recogerlos y distribuirlos en nombre del Estado, no hemos de procurar que se inviertan en favor de los mismos á quienes fueron inhumanamente arrebatados? La comunidad era la única forma social posible, porque à todos y para todos ha sido dada la tierra; si el arbitrario poder de ciertos hombres ha venido despues con el principio de propiedad individual á quebrantarla, ¿cuáles son nuestros deberes y los de cuantos podemos influir en la marcha de los negocios públicos con la pluma ó con la espada? El mal se ha generalizado, y no es posible curarle de raíz sin atacar el vasto cúmulo de intereses creados á la sombra de las leyes; mas ¿hemos de pensar en atenuarlo, ó en agravarlo? Abogo por la aristocracia; pero así como estoy porque se la robustezca, estoy tambien porque se repare con sus mismos sacrificios la injusticia que veo brotar del seno de su constitucion, viciada por abusos en ningun tiempo perdonables.

>>Dícese que el clero no es menos rico que la nobleza, y se me acusará tal vez porque no propongo para este igual clase de reformas. El alto clero que, á pesar de no poderse confundir con la

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aristocracia, viene á formar parte de ella donde quiera que los poderes temporal y espiritual obran como es debido de comun acuerdo, está para mí fuera de duda que podria servir tambien gratuitamente los principales oficios de la administracion y del gobierno; mas no me quejo tan amargamente de las pingües rentas que disfruta, porque veo que vuelven por distintos conductos á la masa comun 'de que proceden. Vive de los tesoros de los obispos y aun de los fondos de los-monasterios un sin número de pobres; deben á ellos sus carreras una multitud de jóvenes, que de otro modo hubieran debido consumir sus talentos.en artes poco acomodadas á su claro ingenio; medran, gracias á ellos, instituciones benéficas, que son de un grande alivio para clases expuestas á grandes vicisitudes y tormentos. El clero, salvas algunas excepciones, que condeno con toda la energía de mi alma, es una segunda providencia para cuantos sufren; ¿lo es esa aristocracia avara y codiciosa que malgasta sus riquezas solo en torpes placeres, corrompiendo al pueblo, á quien debia servir de guia? He dicho en otro párrafo que ha de conservarse el poder del alto clero por exigirlo la defensa de nuestras libertades; añado ahora que ha de conservársele, porque sin él no hay quien defienda el príncipe cuando la aristocracia se entregue á los turbulentos desórdenes de los reinados de Juan II y Enrique IV.

>> Pero me separo sin querer de mi propósito. No debemos envenenar odios de clase á clase, debemos procurar en lo que cabe armonizarlas. Si cada poder del Estado va por su camino, será un elemento de muerte, no de vida; es preciso que funcionen juntos, que conspiren todos á un mismo fin, que secunden unos de otros los esfuerzos. No basta que estén reunidos en las Cortes los procuradores de las ciudades y los altos dignatarios; ¿por qué no han de estar con ellos los obispos como en las antiguas Cortes castellanas? Los intereses políticos y los religiosos están enlazados de una manera fatal por la misma naturaleza de las cosas; si no reina una perfecta armoníá entre los individuos que los representan, ¿no ha de haber naturalmente en el seno de la sociedad antagonismo y lucha? ¿Quién, además, conoce mejor que los obispos las necesidades de las clases que mas directamente sobrellevan las cargas del Estado? La ciencia y el sentido comun enseñan á la vez que para estar bien organizadas han de entrar en nuestras Cortes por igual esos tres naturales elementos.

»¿De qué han de servir empero estas Cortes? ¿Hasta dónde han de llegar las facultades legislativas del príncipe? He dicho que el pueblo es la fuente del poder real; á los representantes pues y à ellos exclusivamente toca dictar las leyes que convengan y dirimir las contiendas que ocurran sobre la sucesion à la corona. He, si no dicho, indicado que nadie puede ser legítimo rey sin el consentimiento tácito ó expreso de los ciudadanos; á los representantes pues y á ellos exclusivamente toca entender en todo lo relativo á la reforma ó supresion de las condiciones esenciales del contrato. He hecho advertir que ciertas costumbres públicas, y entre ellas las religiosas, constituyen hasta cierto punto la vida social de las naciones; á los representantes pues y á ellos exclusivamente toca aceptar ó rechazar las mudanzas que sobre cualquiera de ellas se propongan. Es sabido, por ejemplo, que al admitir los pueblos la creacion. de un poder social convinieron en sostenerle por medio de un impuesto; ¿quién sino las Cortes ha de otorgar un nuevo tributo al rey ó ha de legitimar los que este crea necesarios para sostener el crédito del país ó el esplendor de su diadema? La imposicion de nuevos tributos por el príncipe es el paso primero y mas trascendental que este puede dar hácia la tiranía; toléresele una sola vez que no consulte á sus súbditos, y la libertad y la dignidad se hunden.

>>El rey podrá legislar, pero no sobre ninguno de estos puntos capitales. Podrá legislar sobre asuntos cuya urgencia no permita convocar á los representantes, podrá legislar interpretando,

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