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á media legua de Olmedo, y barreó sus estancias | gente se recogiese á los reales. Entonces los aragojunto á los molinos que llaman de los Abades. Eran sus gentes por todas dos mil caballos y otros tantos infantes. Acudieron con los demás el príncipe don Enrique, don Alvaro de Luna, Juan Pacheco, Iñigo Lopez de Mendoza, el conde de Alva y el obispo Lope de Barrientos. Por otra parte con los aragoneses se juntaron el almirante, el conde de Benavente, los hermanos Pedro, Fernando y Diego de Quiñones, el conde de Castro y Juan de Tovar, con que se les llegaron otros mil caballos. Habláronse los príncipes de la una parte y de la otra para ver si podian concertar todo maña del obispo Barrientos para entretener á los contrarios hasta tanto que llegase el maestre de Alcántara, con cuya venida reforzados de gente los del rey se pusieron en órden de pelea.

Los aragoneses ni podian mucho tiempo sufrir el cerco por falta de vituallas, y no se atrevian á dar la batalla por no tener fuerzas competentes. Resolviéronse en lo que les pareció necesario, de enviar á los reales del rey á Lope de Angulo y al licenciado Cuellar canciller del de Navarra. Y como les fuese dada audiencia, declararon las razones porque los infantes lícitamente tomaran las armas. Que no era por voluntad que tuviesen de hacer mal á nadie, sino de defender sus personas y estados, y de poner el reino en libertad, que veian estar puesto en una miserable servidumbre: «Si echado don Alvaro, como >>tenia acordado vuestra alteza, quisiere por su vo>>luntad gobernar el reino, no pondremos dificultad »>ninguna, ni dilacion en hacer las paces con tal »que las condiciones sean tolerables: que si no dais »oido á tan justa demanda, la provincia y vuestros »vasallos padecerán robos, talas, sacos y violencias; >>males que se pondrán á cuenta del que no los escu»sare, y que protestamos delante de Dios y de los >>hombres con toda verdad deseamos por nuestra >>parte y procuramos atajar: avisamos otrosí que esta >>embajada no se envia por miedo, sino con el deseo »>que tenemos de que haya sosiego y paz.>>

Dichas con grande fervor estas palabras, presentaron un memorial en que llevaban por escrito lo mismo en sustancia: respondió el rey que lo miraria mas de espacio. En el entretanto que andaban los tratos de paz, acaso, un dia miércoles que se contaba diez y nueve de mayo; vinieron por un accidente á las manos y se dió la batalla. Pasó así, que el príncipe don Enrique con el brió de mozo se acercó al muro con cincuenta de á caballo para escaramuzar con el enemigo. Salieron del pueblo otros tantos, pero con espaldas de los hombres de armas. Espantáronse los del príncipe con ver tanta gente, y vueltas las espaldas, se pusieron en huida. Siguieronles los aragoneses hasta las mismas trincheas de los reales. Pareció grande desacato y atrevimiento: salen las gentes del rey en guisa de pelear. En la avanguardia iba el condestable don Alvaro de Luna por frente, y á los costados los reyes de armas, y por sus capitanes don Alonso Carrillo obispo de Sigüenza, y su hermano Pedro de Acuña, Iñigo Lopez de Mendoza y el conde de Alva. En el cuerpo de la batalla iba el príncipe don Enrique con quinientos y cincuenta hombres de armas, que debajo del gobierno de don Gutierre de Sotomayor maestre de Alcántara cerraban el escuadron. El rey y en su compañía don Gutierre arzobispo de Toledo y conde de Haro guiaban y regian la retaguardia, cuyos costados fortificaban de una parte el prior de San Juan y don Diego de Zúñiga; de otra Rodrigo Diaz de Mendoza mayordomo de la casa real, y Pedro de Mendoza señor de Al

mazan.

Estuvieron en esta forma gran parte del dia sin que de la villa saliese ni se moviese nadie. Apenas quedaban dos horas de sol cuando mandaron que la

nes salieron con grande alarido á cargar en los con trarios. Pensaban que la escuridad de la noche que estaba cercana, si fuesen vencidos, los cubriria, y si venciesen, no los estorbaria por ser pláticos de la tierra y por sus muchos caballos. Cerraron los primeros los caballos ligeros. Acudieron los demás, conque la pelea se avivó. Las gentes de Aragon iban en dos escuadrones, el uno que llevaba por caudillo al infante don Enrique, acometió á los del condestable don Alvaro : el de Navarra cargó contra el príncipe don Enrique su yerno. Pelearon valientemente por ambas partes. Adelantáronse el maestre de Alcántara y Iñigo Lopez de Mendoza para ayudar á los suyos que andaban apretados: muchos de ambas partes huian, en quien el miedo podia mas que la vergüenza. En especial los aragoneses eran en menor número, y por la muchedumbre de los contrarios comenzaban á ciar. Cerraba la noche el de Navarra, y don Enrique su hermano cada cual con su banda particular, discurrian por las batallas, socorrian á los suyos, cargaban á los contrarios donde quiera que los veian mas apiñados, acudian á todas partes; mas no podian por estar alterados los suyos ponellos á todos en razon y en ordenanza, ni ser parte para que con la escuridad de la noche que todo lo cubre y lo iguala, no se pusiesen en huida.

Los infantes, desbaratados y huidos los suyos, se retiraron á Olmedo el de Benavente y el almirante se acogieron ó otros lugares; el conde de Castro y don Enrique hermano del almirante, y Hernando de Quiñones fueron presos en la batalla y con ellos otros doscientos: los muertos fueron pocos, treinta y siete murieron en la pelea y de los heridos mas. Los infantes de Aragon por no fiarse en la fortaleza del lugar la misma noche se partieron á Aragon, sin entrar en poblado porque no los detuviesen. El de Navarra sin lesion, don Enrique en breve murió en Calatayud de una herida que le dieron en la mano izquierda: entendióse le atosigaron la llaga, con que se le pasmó el brazo. Fue hombre de grande ánimo, pero bullicioso y que no podia estar sosegado: su cuerpo sepultaron en aquella ciudad. Del segundo matrimonio dejó un hijo de su mismo nombre, que no dará en lo de adelante mucho menos en que entender que su padre. Los vencedores recogieron los despojos, y luego escribieron cartas á todas partes, con que avisaban como ganaran la jornada. Demás desto en el lugar que se dió la batalla, por voto del rey y por su mandado levantaron una ermita con advocacion del Espíritu Santo de la batalla para memoria perpétua desta pelea muy memorable.

CAPITULO III.

De las bodas de don Fernando, hijo del rey de Aragon y de Nápoles.

MEJOR y mas prósperamente procedian las cosas de Aragon en el reino de Nápoles en Italia. El rey don Alonso, en gracia del padre santo, quitó la Marca de Ancona á la gente de Francisco Esforcia. Ellos aunque despojados de las ciudades y pueblos de que contra razon estaban apoderados, partido el rey, no se sosegaban por estar ensoberbecidos con la memoria de las cosas que hicieran, muchas y grandes en Italia. Revolvió el rey de Aragon, á instancia del pontifice Eugenio, y llegado con sus gentes á la Fontana del Populo, pueblo no lejos de la ciudad de Theano, mandó que acudiesen allí los señores. Vino con los demás Antonio Centellas, marqués de Girachi con trescientos de á caballo. Era de parte de padre de los Centellas de Aragon, de parte de madre de los Veintemillas de Nápoles, y en la guerra pasada sirvió muy bien, y ayudó á sujetar lo de Calabria, Basilicata y Cosencia con su buena maña, y con

gran suma de dineros que vendidas sus particulares | faltar en su palabra: acabada la guerra, que él iria á posesiones juntó para pagar á los soldados.

Queria el rey que Enricota Rufa, hija del marqués de Croton, y heredera de aquel estado, casase con Iñigo Dávalos: casamiento con que pretendia premialle sus servicios. Cometió este negocio á Antonio Centellas para que le efectuase: ganó él por la mano y quiso mas para sí aquel estado, y casó con la doncella. Aumentó con esto el poder, v creció tambien en atrevimiento. Disimulóse por entonces aquel desacato; pero poco despues en esta sazon fue castigado por todo. Achacábanle que trató de dar la muerte á un cortesano muy poderoso y muy querido del rey: él por miedo del castigo se partió de los reales que tenian cerca de la Fontana del Populo, y no paró hasta llegar á Catanzaro, pueblo de su jurisdiccion. Alterado el rey (como era razon) por este caso, envió á la Marca á Lope de Urrea y otros capitanes, y él mismo porque con disimular aquellos principios no cundiese el mal (ca temia si pasaba por aquel desacato, no le menospreciasen los naturales en el principio de su reinado, y con la esperanza de no ser castigados creciese el atrevimiento) dió la vuelta á Nápoles, desde donde para justificar mas su causa envió personas que redujesen á Antonio Centellas; pero él hacíase sordo á los que le amonestaban lo que le convenia. Vinieron á las armas: el mismo rey pasó á Calabria y de su primera llegada tomó á Rocabernarda y á Bellicastro. Croton sufrió el cerco algunos dias: despues por miedo de mayor mal, abrió las puertas y se rindió. Desde allí marchó el rey la vuelta de Catanzaro, do Antonio Centellas se hallaba con su mujer y hijos, y todo el menaje y repuesto de su casa. No se vino á las manos á causa que perdida la esperanza de defenderse, y por ver que los otros grandes no se movian en su ayuda, bien que en prometer liberales, mas mostrábanse recatados en el peligro, trató de pedir perdon y alcanzóle con condicion que se rindiese á sí y á sus cosas á voluntad del rey. Hízose así: mandó el rey le entregase aquella ciudad y el castillo de Turpia, y él fue enviado á Nápoles con su mujer y hijos y toda su recámará que fue un grande aviso para entender que en la obediencia consiste la seguridad, y en la contumacia la total perdicion.

El principal movedor desta alteracion fue un milanés por nombre Juan Muceo que á la sazon residia en Cosencia. Tuvo el rey órden para habelle á las manos: perdonóle al tanto; si bien poco despues pagó con la cabeza sus malas mañas, ca el duque de Milan, do se acogió, le hizo dar la muerte por otra semejante deslealtad. Por esta manera se conoció la providencia y poder de Dios en castigar los delitos; y aquellas grandes alteraciones que tenian suspensa y á la mira toda Italia, tuvieron remate breve y fácil. Festejóse y aumentóse la alegría de haber sosegado todo aquel reino con las bodas de don Fernando, hijo del rey, que casó en Nápoles á treinta de mayo dia domingo con Isabel de Claramonte, con la cual antes estaba desposado. Pretendíase con aquellas bodas ganar de todo punto al príncipe de Taranto, tio de parte de madre de aquella doncella, porque hasta entonces parecia andar en balanzas.

España, pero avisaba que de tal manera se asegurasen de su ida, que no dejasen por tanto de apercebirse de todo lo necesario: que nombraba en lugar de la reina para el gobierno al rey de Navarra, y por sus consejeros á los obispos de Zaragoza y de Lérida y otras personas principales: que no seria dificultoso con las fuerzas de Navarra y de Aragon resistir á las de Castilla: en conclusion otorgaba que con los moros de Granada (lo cual pedia asimismo el rey de Navarra) se concertasen treguas y confederacion por un año: ciudad y nacion en que por el mismo tiempo hobo mudanza de reyes. Dado que Mahomad por sobrenombre el Izquierdo con las guerras civiles de Castilla, tuvo sosiego algunos años, de la paz como es ordinario resultaron entre los moros grandes discordias. Los tiempos eran tan estragados, que no podian sosegar por largo espacio: si faltaban enemígos de fuera, nacian dentro de casa. Fue así que dos primos hermanos, hijos que eran de dos hermanos del rey moro, el uno llamado Ismael, ó por miedo de la tempestad que amenazaba, ó temiendo la ira de su tio, se fué al rey de Castilla para serville en la guerra, con cuya ayuda esperaba podria recobrar su patría, sus riquezas y la autoridad que antes tenia. El otro que se llamaba Mahomad el Cojo, porque renqueaba de una pierna, en la ciudad de Almería, do era su residencia, se hermanó con algunos moros principales, con esta ayuda se apoderó del castillo de Granada que se llama el Alhambra: hobo otrosi á las manos al rey su tio y le puso en prision. Hecho esto, se alzó con todo el reino y se quedó por rey.

Esto fue por el mes de setiembre: mes que aquel año, conforme á la cuenta de los árabes, fue el que llama aquella gente iamad el segundo. Dividiéronse con esto los moros en bandos. Andilbar, gobernador que era de Granada, con sus deudos y aliados se apoderó de Montefrio, que era un castillo muy fuerte no lejos de Alcalá la Real, y por tener poca esperanza de restituir y librar al rey viejo que preso estaba, convidó con el reino á Ismael: apresuróse él para tomalle, con ayuda que le dió el rey de Castilla de dinero y de gente. La esperanza que tenia de salir con su intento, era alguna: el miedo era mayor á causa de sus pocas fuerzas, y que le convenia contrastar con la mayor parte de aquella nacion, que los mas quién de voluntad, quién por contemporizar procuraban ganar la gracia del rey Mahomad, y por este camino entretenerse y mirar por sus particulares. Mas esto sucedió al fin deste año: volvamos á contar lo que se nos queda atrás.

CAPITULO IV.

Que D. Alvaro de Luna fue hecho Maestre de Santiago.

GANADA la batalla de Olmedo, sobre lo que debian hacer, se tuvo consejo en la tienda de don Alvaro de Luna, que salió herido de la refriega en la pierna izquierda. Allí determinaron por comun acuerdo de todos que los bienes y estados de los conjurados fuesen confiscados: tomaron la villa de Cuellar, y puEn medio destos regocijos vinieron nuevas, tris-sieron cerco sobre Simancas. El príncipe don Enrites y de mucha pesadumbre, esto es, que las dos reinas hermanas del rey y don Enrique de Aragon, fallecieron, como queda dicho. Demás desto qué vencido el de Navarra, le echaran de toda Castilla: tal es la condicion de nuestra naturaleza, que ordinariamente las alegrías se destemplan con desastres. Al embajador que envió el rey de Navarra para avisar desto, y de su parte hacia instancia que el de Aragon volviese á España, dió por respuesta que la guerra de la Marca estaba en píé, por tanto que ni su fe, ni su devocion sufria desamparar al pontífice y

que queria que el almirante don Fadrique fuese exceptuado de aquella sentencia, y que se le diese perdon; los demás eran de parecer contrario. Decian que su causa no se podia apartar de la de los demás, antes juzgaban de comun consentimiento y tenian su delito por mas grave y calificado por ser el primero y principal, y que movió á los demás á tomar las armas. Por esta causa el príncipe se fué á Segovia: el rey su padre alterado por su partida, y por recelo no fuese este principio de nuevos alborotos dejó á Pedro Sarmiento el cuidado de apoderarse de los de

más pueblos de los alborotados, y él mismo se fué á Nuestra Señora de Nieva con deseo de sosegar á su hijo.

gunos votos por su parte, de que resultaron grandes alteraciones y discordias. Alburquerque se tenia todavia por los aragoneses: acudió el rey en persona á rendír la villa y la fortaleza, que finalmente le entregó su alcaide Fernando Dávalos. Dió el rey la vuelta a Toledo, y allí removió á peticion de la ciudad, de la tenencia del alcázar y del gobierno del pueblo a Pero Lopez de Ayala, y puso en su lugar á Pero Sarmiento: acuerdo poco acertado por lo que avino adelante, y aun de presente se disgustó asaz el príncipe don Enrique por el mucho favor que hacia al depuesto Pero Lopez de Ayala.

Para obedecer pidió el príncipe que para sí le diesen á Jaen, á Logroño y á Cáceres, y á Juan Pacheco á Barcarrota, Salvatierra y Salvaleon, pueblos á la raya de Portugal: condescendió el rey con él; mas qué se podia hacer? desta manera por lo que era razon fueran castigados, les dieron premio: tales eran los tiempos. Fuera desto en Medina de Rioseco se dió perdon al almirante con tal que dentro de cuatro meses se redujese al deber, y en el entretanto doña Juana reina de Navarra su hija estuviese dete- Al fin deste año á los cuatro de diciembre, finó en nida en Castilla como en rehenes. Tomado este la su villa de Talavera don Gutierre, arzobispo de asiento, el castillo de aquella villa que se tenia por el Toledo: su cuerpo sepultaron en el sagrario al cierto almirante, se entregó al rey: los demás pueblos de de aquella iglesia colegial. Sobre si le trasladaron á Castilla la Vieja que eran de los alterados, en breve la villa de Alva, como él mismo lo dejó dispuesto en tambien vinieron á su poder. Al principio desta guer- su testamento, hay opiniones diferentes: quién dice ra por consejo de don Alvaro, dado que al conde de que nunca le trasladaron, y que yace en el mismo Haro y otros grandes no les parecia bien, envió el lugar sin lucillo y sin letra, solo un capelo verde, rey de Castilla por gente de socorro á Portugal: acor- que cuelga de la bóveda en señal de aquel entierros dó con esta demanda el gobernador don Pedro, du- otros porfian que los de su casa le pasaron á Alva, que de Coimbra. Juntó dos mil de á pie y mil y seis-sin señalar cuándo, ni cómo: solo consta que en San cientos caballos, y por general á su hijo don Pedro, Leonardo, convento de gerónimos de aquella villa, que si bien no pasaba de diez y seis años por muerte hay un sepúlcro de mármol blanco suyo, que de en del infante don Juan su tio poco antes le habia nom- medio de la capilla mayor en que estaba, le pasaron brado por condestable de Portugal. al lado del Evangelio; pero sin alguna letra que declare si están dentro los huesos. En suma, en lugar de don Gutierre alcanzó aquella dignidad don Alonso Carrillo, obispo á la sazon de Sigüenza por principio del año 1446. Su padre Lope Vazquez de Acuña, que de Portugal se vino á Castilla: sus hermanos Pedro de Acuña, señor de Dueñas y Tariego, y otro Lope Vazquez de Acuña; demás desto era tio de don Juan Pacheco, y hombre de gran corazon, pero bullicioso y desasosegado, de que son bastante prueba las alteraciones largas y graves que en el reino se levantaron, y él las fomentó.

Llegó esta gente á Mayorga, do el rey estaba: su venida no fue de efecto alguno por estar ya la guerra concluida; sin embargo, festejaron al general, regalaron á los capitanes, y les presentaron magnífica mente segun que cada cual era. No resultó algun otro provecho desta venida y deste ruido solamente don Alvaro secretamente y sin que el mismo rey lo supiese, segun se dijo, concertó de casalle segunda vez con doña Isabel, hija de don Juan, maestre de Santiago en Portugal, con el cual don Alvaro tenia grande alianza y muchas prendas de amor: tan grande era la autoridad y mano que don Alvaro se tomaba, tan rendido tenia al rey. Decia que aquel parentesco seria de mucho provecho por el socorro de gente que les vendria de aquel reino, fuera de que hacian suelta por este respeto de gran suma de dineros que se gastaron en la paga de los soldados ya dichos.

á

Hízóse consulta sobre lo que quedaba por concluir de la guerra. Atienza y Torija solamente se tenian por el de Navarra en toda Castilla; pero fortificadas para todo lo que podia suceder, guarnecidas de buen número de soldados, que salian á correr los campos comarcanos, hacer presas de ganados y de hombres. Demás desto crecia la fama de cada dia, y venian avisos que el de Navarra se aprestaba para volver de nuevo á la guerra: cosa que ponia en cuidado á los de Castilla, tanto mas que el rey moro con intento de ganar reputacion y á instancia de los aragoneses, con una entrada que hizo por las fronteras del Andalucia, tomara por fuerza á Benamaruel y Benzalema pueblos fuertes en aquella comarca: afrenta mayor que el miedo y que el daño. No se podia acudir á ambas partes: marcharon las gentes del rey contra los aragoneses por el mes de mayo, y despues que tuvieron cercada á Atienza por espacio de tres meses, se trató de hacer paces. Concertaron que aquellos dos pueblos se pusiesen en tercería, y estuviesen en poder de la reina de Aragon doña María, hasta tanto que los jueces nombrados de comun consentimiento determinasen á quién se debian entregar.

Despedido el socorro de Portugal, pasó la córte Burgos: allí muy fuera de lo que se pensaba, á los condes de Benavente y de Castro (1) se dió perdon á tal que por espacio de dos años ni el de Castro saliese de Lobaton, ni el de Benavente se partiese de aquella su villa de Benavente. A otros grandes hicieron crecidas mercedes, mayores al cierto que sus servicios: don Iñigo Lopez de Mendoza fue hecho marqués de Santillana y conde de Manzanares: Villena se dió á don Juan Pacheco con nombre tambien de marqués: demás desto en Avila don Alvaro de Luna fue elegido por voto de los caballeros de aquella órden en maestre de Santiago: parece que la fortuna le subia tan alto para con mayor caida despeñarle. A don Pedro Giron mas por respeto de don Juan Pacheco su hermano, que por sus méritos, pues antes siguiera el partido de Aragon, dieron el maestrazgo de Calatrava: para este efecto depusieron á Hecha esta avenencia, el rey de Castilla fue recedon Alonso de Aragon; cargábanle que siguió á subido dentro del pueblo á doce de agosto. Hizo abatir padre en la guerra pasada.

No faltó quien tachase aquellas dos elecciones como no legítimas, de que resultaron debates y competencias. Contra don Alvaro pretendia don Rodrigo Manrique, ayudado (como se dirá luego) del favor del príncipe don Enrique: contra don Pedro Giron se oponia don Juan Ramirez de Guzman comendador mayor de Calatrava, que desde la eleccion pasada pretendia algun derecho, y en la presente tuvo al

(1) La Crónica no dice que se perdonase sino al almirante y al conde de Benavente.

ciertas partes de la muralla y poner fuego á algunos edificios. Los vecinos pretendian se quebrantaran las condiciones del concierto y asiento tomado y así no le quisieron recebir en el castillo. Por esto sin acabar nada fue forzado volver atrás, y irse á Valladolid, solamente dejó ordenado que el nuevo arzobispo de Toledo y don Carlos de Arellano quedasen con gente para reprimir los insultos de los aragoneses por aquella parte y en ocasion se apoderasen de aquellos pueblos. No por esto los aragoneses quedaron amedrentados, antes desde aquellos lugares hacian de ordinario correrías y cabalgadas por todos

HISTORIA DE ESPAÑA.

aquellos campos hasta Guadalajara, do el de Toledo y | venecianos con las armas se apoderaron de gran parArellano resídian.

Algunos de los parciales andaban al tanto por toda la provincia esparcidos y mezclados con los demás que á la sorda alteraban la gente, y eran causa que resultasen nuevas sospechas entre los grandes de Castilla: maña en que el de Navarra tenia mayor fiucia que en las armas. Demás desto don Alvaro y don Juan Pacheco cada cual por su parte con intento de aprovecharse del daño ajeno sembraban con chismes y reportes semilla de discordias entre el rey y su hijo el príncipe, que debieran con todas sus fuerzas atajar: cruel codicia de mandar y ciego ímpetu de ambicion, ¡cuán grandes estragos haces! en un delito ¡cuán gran número de maldades se encerraban! Pasaron tan adelante en estas discordias, que por ambas partes hicieron levas de soldados. En cierto asiento que se hizo entre el rey y el príncipe su hijo, hallo que el rey perdona al conde de Castro, y á sus hijos manda se les vuelvan sus estados y bienes.

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te del ducado de Milan. Por esta causa fue forzado
el duque de recebir á su yerno en su gracia: lo mis-
mo hizo el rey don Alonso á su instancia y aun envió
al duque dinero prestado. Hallábanse las cosas en este
estado, cuando súbitamente mudado el duque de vo-
luntad convidó al rey de Aragon y le llamó para en-
tregalle el estado de Milan. Resistió el rey á esto, y
no aceptó la oferta por juzgar era cosa indigna que
príncipe tan grande se redujese á vida particular y
dejase el mando.

Estas demandas y respuestas andaban, cuando el
falleció
papa Eugenio que era tanta parte para todo,
en Roma á veinte y dos de febrero: apresuróse el
cónclave, y salió por pontífice dentro de diez dias el
cardenal Tomas Sarzana natural de Luca en Tosca-
na, con nombre en el pontificado de Nicolae Quinto;
buen pontífice, y que la bajeza de su linaje, que fue
grande, ennobleció con grandes virtudes: y por ha-
ber sido el que puso en pie y hizo se estimasen las le-
tras humanas en Italia, es justo que los doctos le
amen y alaben. Fue admirable en aquella edad no so-
lo en la virtud, sino en la buena dicha con que subió
á tan alto estado, tan amigo de paz cuanto su prede-
cesor de guerra.

Don Rodrigo Manrique confiado en estas revueltas mas que en su justicia, por nombramiento del pontífice Eugenio; y á persuasion del rey de Aragon, sin tener el boto de los caballeros se llamó maestre de Santiago. Pretendia él por las ármas apoderarse de los lugares del maestrazgo, don Alvaro le resistia; de que resultaron daños de una parte, y de otra muertes robos por todas aquellas partes. Estas alteraciones y revueltas fueron causa que pocos cuidasen de lo que más importaba: asi los moros por principio del año 1447 hicieron entrada en nuestras tierras; llevaron presas de hombres y de ganados, quemaron aldeas, talaron los campos, las rozas y las labranzas, y de los nuestros los pueblos de en particular ganaron Arenas, Huesca, y los dos Velez, el Blanco y el Rojo, que están en el reino de Murcia poco distantes entre sí. No tenian bastante número de soldados, ni estaban bastecidos de vituallas ni de almacen : así no pudieron mucho tiempo sufrir el ímpetu de los enemigos. Esto y las sospechas que todos tenian de mayores males, eran los frutos que de las discordias que an-to que Ludovico con este recado vá y vuelve, el dudaban entre los grandes, resultaron.

CAPITULO V.

De la guerra de Florencia.

En el estado de Milan se hacia la guerra con diferentes sucesos. El duque Philipo pasado que hobo con su ejército el rio Abdua, congojado de cuidados y desconfiado de sus fuerzas, trató de veras con Ludovico Dezpuch embajador del rey don Alonso de renunciar aquel estado y entregalle á su señor, ca estaba determinado de trocar la vida de príncipe, llena de tantos cuidados y congojas, con la de particular mucho mas aventurada: sobre todo deseaba castigar los desacatos de su yerno. Decia que á causa de su vejez ni el cuerpo podia sufrir los trabajos, ni el corazon los cuidados y molestias: que seria mas á propósito persona de mas entera edad y mas brio, para que con su esfuerzo y buena dicha reprimiese la lozania y avilenteza de los venecianos. En el entretan

que Philipo falleció en el castillo de Milan á los trece de agosto de calenturas y cámaras, y principalmente de la pesadumbre que le sobrevino con aquellos cuidados que le apretaron en lo postrero de su edad: aviso que la vida larga no siempre es merced de Dios.

tes tan grande á tantas desgracias sino los muchos años? de manera que no siempre se debe desear vivir mucho, que los años sujetan á las veces los hombres á muchos afanes, y el fallecer en buena sazon se debe tener por gran felicidad.

No será fuera de propósito (como yo pienso) decla-Mas qué otra cosa sujetó á aquel príncipe poco anrar en breve las causas y el suceso de la guerra de Florencia que por el mismo tiempo se emprendió en Italia. Blanca hija de Philipo duque de Milan casó con Francisco Esforcia: el dote sesenta mil escudos, y entretanto que se la pagaban, en prendas á Cremona Aquel mismo mes se celebraron las bodas del rey ciudad rica de aquel ducado; la cual el yerno con esde Castilla y doña Isabel en Madrigal: las fiestas no peranza que tenia de suceder en aquel estado, aunque le ofrecia el dinero no quiso restituir á su sue- fueron grandes por las alteraciones que andaban togro, confiado en la ayuda de venecianos, en aquella davia entre los grandes. La suma es que entre el rey sazon por sí mismos, y por la liga que tenian con flo- y la reina sin dilacion se trató de la manera que porentines y ginoveses, poderosos por mar y por tier-drian destruir á don Alvaro de Luna, negocio que ra. Envió Philipo por su embajador al obispo de Novara para que tratase con el rey don Alonso y moviese guerra á los florentines para con esto recobrar él á Cremona sin embargo del favor que daban á su yerno los venecianos. El pontífice Eugenio era contrario á los venecianos y á sus aliados y intentos, y por el contrario amigo del duque Philipo. Por esta causa atizaba y persuadia al rey hiciese esta guerra, dado que no era menester por lo mucho que él mismo debia al duque: así hizo mas de lo que le pedian. Envió por una parte al estado de Milan á Ramon Buil, escelente capitan y de fama en aquella era; él mismo por otra sin mirar que era invierno, pasó á Tibur cerca de Roma, ale ne

Entre tanto que allí se entretuvo para ver como las cosas se encaminaban, y que los florentines hacian buenas ofertas por divertir la guerra de su casa,

los

aun no estaba sazonado, dado que él mismo por no
temblarse en el poder caminaba á grandes jornadas
á su perdicion: este fue el galardon de ser casamen-
tero en aquel matrimonio. El rey don Alonso, como
lo tenian tratado fue por el duque Philipo nombrado
en su testamento por heredero de aquel estado. En
esta conformidad Ramon Buil, uno de los comisarios
del rey en Lombardía, en cuyo poder quedó el un
castillo de aquella ciudad, hizo que los capitanes hi-
ciesen los homenajes y juramento al rey don Alonso
como duque de Milan: la muchedumbre del pueblo
con deseo de la libertad acudió á las armas con tan
grande brio que se apoderaron de los dos castillos
que tenia Milan, y sin dilacion los echaron por tierra
y los arrasaron. Don Alonso no podia acudir por es-
tar ocupado en la guerra de Florencia que ya tenia
comenzada, en que se apoderó por las armas de Ripa,

Marancia, y de castellon de Pescara en tierra de Vol-¡

terra.

rabeo, para que en las córtes de Zaragoza se quejasen destos desaguisados; los aragoneses asimismo tornaron á enviar al rey otra embajada. Entretanto que estas demandas y respuestas andaban, los soldados de Castilla de sobresalto se apoderaron del castillo de Verdejo que está en tierra y en el distrito de Calatayud: con esto desistieron de tratar de las paces, y luego vinieran á las manos, si un nuevo aviso que vino de que los grandes en lo interior y en el rinon de Castilla se conjuraban y ligaban entre sí, no forzara al rey de Castilla á dar la vuelta á Valladolid. En aquella villa tuvo las pascuas de Navidad, principio del año de 1448. En el mismo tiempo un escuadron de gente navarra tomó la villa de Campezo, y el gobernador de Albarracin se apoderó de Huelamo, pueblo de Castilla á la raya de Aragon, y que está asentado en la antigua Celtiberia no lejos de la ciudad de Cuenca. Desta manera variaban las cosas de

Los florentines alterados por esta causa llamaron en su ayuda á Federico señor de Urbino, y á Malatesta señor de Arimino. El rey puso cerco sobre Piombino, y se apoderó de una isla que le está cercana, y se llama del Lillo. Los de Piombino asentaron que pagarian por parias cada un año una taza de oro de quinientos escudos de peso; los florentines otrosí se concertaron con el rey debajo de ciertas condiciones, con que dejadas las armas se partió para Sulmona. Quedaron por él en lo de Toscana la isla del Lillo y Castellon de Pescara. Erale forzoso acudir á lo de Milan, y aquella guerra. Hobo diversos trances : venció finalmente Francisco Esforcia, mozo de grande ánimo, pues pudo por su esfuerzo y con ayuda de venecianos quitar la libertad á los milaneses y al rey don Alonso el estado que le dejara su suegro: cepa de do procedió una nueva línea de príncipes en aquella guerra: así es ordinario. ducado de Milan, y ocasion de nuevas alteraciones y grandes, en que Francia con Italia, y con ambas España se revolvieron con guerras que duraron hasta | nuestro tiempo, variables muchas veces en la fortuna yen los sucesos, como se irá señalado en sus propios Jugares.

CAPITULO VI.

El mayor cuidado era de apaciguar á los grandes, y reconciliar con el rey al príncipe su hijo, ca por su natural liviano nunca sosegaba del todo, ni era en una cosa constante. La ambicion de don Alvaro y de Juan Pacheco era impedimento para que no se pudiese efectuar cosa alguna en esta parte. Menudeaban las quejas; cada cual de los dos pretendia derribar al otro y por este medio subir él al mas alto grado. Entendió esto don Alonso de Fonseca obispo Que muchos señores fueron presos en Castilla. de Avila, persona de ingenio sagaz : procuró concorLAS cosas de Castilla aun no sosegaban: de una dallos y hacellos amigos; deciales que si se aliaban, parte apretaba el rey moro, ordinario y ferviente ene- tendrian mano en todo el gobierno, la discordia semigo del nombre de Cristo; de otra estaba á la miraria causa de su perdicion. Tomóse por espediente el de Navarra, que tenia mas confianza que en sus fuerzas, en la discordia que andaba entre los grandes de Castilla. Este era el mayor daño. El de Toledo, y Iñigo Lopez de Mendoza que fue puesto en lugar de Arellano, con un largo cerco con que apretaron á Torija, la forzaron á rendirse á partido que dejasen ir libres á los soldados que tenia de guarnicion. Este daño que recibió el partido de Aragon, recompensa ron los soldados de Atienza con apoderarse en tierra de Soria de un castillo que se llama Peña de Alcázar. El rey de Castilla irritado con esta nueva pérdida, desde Madrigal do estaba, partió por el mes de setiembre para Soria seguíanle tres mil de á caballo, número bastante para hacer entrada por la frontera y tierras de Aragon.

Por el mismo tiempo en Zaragoza se tenian córtes de Aragon para proveer con cuidado en lo de la guerra que les amenazaba. Entendian que tantos apercebimientos como en Castilla se bacian, no serian en vano. Hiciéronse diligencias estraordinarias para juntar gente mandaron y echaron bando que todos los naturales de diez uno, sacados por suertes, fuesen obligados á tomar las armas y alistarse: resolucion que si no es en estremo peligro, no se suele usar ni tomar. No obstante esta diligencia, enviaron por sus embajadores á Soria á Iñigo Bolea y Ramon de Palomares para que preguntasen cuál fuese el intento del rey, y lo que con aquel ruido y gente pretendia, y le advirtiesen se acordase de la amistad y liga que entre los dos reinos tenian jurada: si confiaba en sus fuerzas, que tomadas las armas, lo que era cierto, se hacia dudoso y se aventuraba: que comenzar la guerra era cosa fácil, pero el remate no estaria en la mano del que le diese principio, y fuese el primero á tomar las armas.

A esta embajada respondió el rey á veinte de setiembre en una junta mansamente y con disimula cion, es á saber que él tenia costumbre de caminar acompañado de los grandes y de su gente que los aragoneses hicieron lo que no era razon, en ayudar al de Navarra con consejo y con fuerzas; si no lo enmendaban, lo castigaria con las armas. Envió junto con esto sus reyes de armas, llamados Zurban y Ca

para atajar las conjuraciones de los grandes prender muchos dellos en un dia señalado. Para poner esto en ejecucion tuvieron habla el rey y el príncipe su hijo entre Medina del Campo y Tordesillas á once de mayo, sábado víspera de pascua de Espíritu Santo. Como se concertó, así se hizo; que don Alonso Pimentel conde de Benavente, y don Fernan Alvarez de Toledo conde de Alba, don Enrique hermano del almirante, los dos hermanos Pedro y Suero de Quiñones fueron presos. Al de Benavente, don Enrique y á Suero llevaron á Portillo; al de Alba y Pedro de Quiñones á Roa para que allí los guardasen.

Achacábanles que trataban de hacer volver al rey de Navarra á Castilla: como los hombres naturalmente se inclinan á creer lo peor, decia el vulgo que á nadie perdona, era todo invencion para aplacar el odio del pueblo concebido por aquella's prisiones. El almirante y el conde de Castro como no les hobiesen podido persuadir que viniesen á la córte, avisados de lo que pasaba, se retiraron á Navarra: lo que era consiguiente, tomáronles los estados sin dificultad por no tener quien los defendiesen, ni estar los pueblos apercebidos de vituallas; estos fueron Medina de Ruyseco, Lobaton, Aguilar, Benavente, Mayorga con otro gran número de pueblos y castillos. Diego Manrique de su voluntad entregó los castillos de Navarrete y de Treviño como en rehenes y para seguridad que guardaria lealtad á su rey. Todas estas trazas á los malos dieron gusto, los buenos las aborrecian; y no se sanaron las voluntades; sino antes se exasperaron mas, y comenzaron nuevas sospechas de mayor guerra.

Continuábanse todavía las córtes de Zaragoza, en que por el mes de abril entre Aragon y Castilla se concertaron treguas por seis meses; que las paces no pudieron, ó no quisieron concluillas. De los dos señores que se huyeron de Castilla, el conde de Castro se quedó en Navarra, el almirante llegó á Zaragoza á veinte y nueve de mayo: en aquella ciudad trató con el rey de Navarra de lo que debian hacer; acordóse que el almirante pasase en Italia para informar de todo lo que pasaba como testigo de vista. Estaba el rey don Alonso á la sazon sobre Piombino (co

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