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partes. Abajaron los nuestros á aquel valle llenos de
miedo, y embarazados con la presa que llevaban,
cuando por una parte se vieron acometer por los mo-
ros que les venian á las espaldas, y por otra parte oye-
ron grande alarido de gente que les tenia atajado el
paso, causa de mayor espanto: además del cansan-
cio con que venian por el camino de dos dias y falta
de comer, no podian pasar adelante, ni les era lícito
volver atrás. Hirieron los moros y mataron muchos
de nuestra gente con saetas y pelotas de arcabuces
que les tiraban como los que estaban muy
dos en la punteria y tirar al blanco.

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pe y Beltran, sin otros deudos suyos. El número de los cautivos fue casi doblado: entre ellos cuatrocientos de lo mas nobles de España. Algunos pocos con el maestre se salvaron por los desiertos y matorrales, que con afan llegaron à Antequera otros cada cual segun le guiaba la esperanza o temor, fueron á parar á diversas partes. Sucedió este desastre señalado á veinte y uno de marzo dia de San Benito, que por entonces de alegre se mudó en triste y desgraciado para España: la mengua se igualó al daño. El cauejercita-dillo de los moros llamado Abohardil hermano del rey Albohacen, y gobernador de Málaga, con el buen suceso desta empresa ganó gran crédito y reputacion de esforzado y prudente entre los de su nacion, y aun para los cristianos.

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CAPITULO IV.

Que el rey Mahomad Boabdil fue preso.

Los ánimos de los cristianos en breve se conhortaron de la gran tristeza y lloro que les causó aquel desastre, por otro mayor daño que hicieron en los moros, con que su atrevimiento se enfrenó. Peleaban entre si los dos reyes moros Albohacen y Boabdil con grande pertinacia y porfia; solamente concordaban en el odio implacable y deseo que tenian de hacer mal á los cristianos. Ponian la esperanza de aventajarse contra la parcialidad contraria en perseguir y hacer daño á los nuestros, y por esta vía ganar las voluntades y favor del pueblo. Por esto y por la victoria susodicha que ganó su padre, Boabdif en competencia se resolvió de acometer por otra parte las tierras de cristianos. Juntó un buen número de gente de á caballo y de á pié así de los suyos como de la parcialidad contraria: hizo entrada por la parte de Ecija; llevaba intento y esperanza de apoderarse de Lucena, villa mas grande y rica que fuerte. Dióle este consejo Alatar su suegro: persona que de muy bajo suelo tanto que fue mercero (á lo menos esto significa su nombre) por su gran esfuerzo pasó por todos los grados de la milicia, y llegó á aquella honra de tener por yerno al rey, además de las muy grandes riquezas que habia llegado; y estaba acostumbrado á hacer presas en tierra de cristianos, en particular en la campiña de Lucena.

Diego Fernandez de Córdova alcaide de los Donceles, que era señor de aquel pueblo junto con otros lugares que por allí tenia, luego que supo lo que los moros pretendian, advirtió á su tio el conde de Cabra del peligro que corria. A causa del estrago pasado quedaba muy poca gente de á caballo por aquella comarca, fuera de que los moradores de Lucena estaban amedrentados, y los muros no eran bastantes para resistir á los bárbaros. Llegaron los moros á veinte y uno de abril. El alcaide recogió los moradores á la parte mas alta del lugar. Fortificó otrosi con pertreclios, guarneció con soldados, que llegó hasta docientos de á caballo y ochocientos de á pié de los lugares comarcanos, lo mas bajo de la villa por entender que los moros acometerian por aquella parte. Fue mucho el esfuerzo de los soldados, tanto que los enemigos perdieron la esperanza de ganar la villa; mas por alguna gente que perdieron en el combate, y otros que les hirieron, en venganza volvieron su rabia contra los olivares.

Venida la noche, fue mayor el miedo por la escuridad que todo lo hace mas espantable, y por la griteria continua que los enemigos daban. Entonces el macstre: «Hasta cuándo (dijo) soldados nos dejaremos de»gollar como reses mudas? Con el hierro, y con el es>>fuerzo hemos de abrir camino: procurad á lo menos >>de vender caro las vidas y no morir sin venga>>ros.» Dichas estas palabras comenzó á subir la cuesta llegaron con dificultad á lo mas alto; allí fue la pelea mas brava, y la matanza en especial de los nuestros muy grande entre otros murieron personas muy señaladas por su linaje y hazañas. Al de Cádiz ciertas guias que halló, encaminaron por Demás desto Hamete Abencerrage con trecientos senderos estraordinarios, y le pusieron en salvo por de á caballo dió la tala á la campiña de Montilla. Teotra parte. El escuadron del conde de Cifuentes que nia este con el alcaide de Lucena Diego de Córdova era el postrero, recibió mayor daño: él mismo y conocimiento y familiaridad á causa que los años pasu hermano Pedro de Silva fueron presos y lleva-sados los Abencerrages echados de Granada estuviedos á Granada. Parecia que todos pasmaban, y que tenian entorpecidos los miembros sin podellos menear de dos mil y setecientos de á caballo que llevaban, fueron muertos ochocientos, y entre ellos tres hermanos del marqués de Cádiz, es á saber Diego, Lo

ron en Córdova mucho tiempo. Hecho pues lo que le encomendaron, vuelto á Lucena convidó al alcaide para tener habla con él con intento debajo de coler de amistad de ponelle asechanzas y engañarle. Un engaño fue burlado con otro : dió esperanza el alcaide

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de rendir el pueblo, con que entretuvo al enemigo y la fama, como de ordinario acontece, de que el núhasta tanto que llegase el conde de Cabra. Como el mero de los nuestros era mucho mayor, los hizo atebárbaro supo que se acercaba, alzados sus reales, ce- murizar. Está un arroyo legua y media de Lucena en menzó á retirarse la vuelta de su tierra con la presa el mismo camino real de Loja, las riberas frescas con que era muy grande. Los cercados avisados de lo que muchos fresnos, sauces y tarays, y á la sazon por las pasaba, salieron de la villa: acometieron á la re- lluvias del verano llevaba mucha agua: la gente de á Laguardia para impedilles el camino y entretene- pié pasado el arroyo se pusieron en huida sin otro ninllos. gun cuidado mas de llevar la presa delante; la gente Entretanto como llegase el conde de Cabra, se de- de á caballo, aunque atemorizada por la misma causa, terminó cargar á los enemigos, que iban turbados con hizo rostro. El rey hárbaro procuro animallos, díjoles; el miedo, revueltos entre sí y sin ordenanza. Apenas «Dónde vais soldados? qué furor os ha cegado los enlos venideros creerán esto, que con ser los moros diez »tendimientos? por ventura estais olvidados que estos tantos en número, no pudieron sufrir la primera vis-son los mismos que poco ha fueron vencidos s por meta de los contrarios. Dios les quitó el entendimiento; nor número de los nuestros? Tendreis pues vos

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Don Fernando El Católico en el sitio de Ronda. (Silleria del coro de la catedral de Toledo.) P

»ellos en esta pelea los ánimos que suelen tener los »vencedores y vencidos. Mirad por la honra, por vos >>mismos y por lo que dirá la fama : pensais qué á las manos entorpecidas pondrán en salvo los piés?»

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mo Alatar viejo de noventa años, y como cuatro mil peones parte quedaron muertos, parte presos 'juntamente les quitaron la presa.

Con el aviso desta victoria los reyes que á la sazon Poco aprovecharon estas palabras. Marcharon á se hallaban en Madrid, acordaron partir entre sí los priesa los cristianos; acometió por el un costado don negocios, que eran muy grandes. La reina dona Isa Alonso de Aguilar, que desde Antequera con cuarenta bel fué á la raya de Navarra para apresurar lo del cade á caballo y algunos pocos peones mézclados acudió samiento de su hijo, por el gran deseo que tenian de á la fama del peligro. Los bárbaros sea que sospecha- impedir á los franceses la entrada en España y la posen que el número era mayor, ó (lo que yo mas creo) sesion del reino de Navarra: el rey don Fernando se por habellos amedrentado Dios, dieron las espaldas y partió al Andalucía para cuidar de la guerra. Salió de se pusieron en huida. El rey se apeó de un caballo Madrid á veinte y ocho de abril: llegado á Córdova, blanco cn que iba aquel dia; procuró esconderse en- se trató de hacer la guerra con mayores fuerzas y apertre los árboles y matas de aquel arroyo con deseo de cebimientos que antes, en especial que los moros escapar si pudiese; halláronle allí tres peones, y él por la prision del rey Chiquito se tornaron á unir demismo porque no le matasen, dió aviso de quién era; bajo de su rey Albohacen, que volvió al señorío de así le prendieron, y el alcaide que seguia el alcance, Granada, dado que muchos de los ciudadanos (aunle mandó llevar á Lucena. El estrago que hicieron los que sin cabeza) todavía perseveraban en su primera nuestros hasta la noche en los que huian, fue tal que aficion: personas a quien ofendia la vejez, crueldad mataron mas de mil de á caballo y entre ellos al mis-yavaricia de aquel rey. loup 2 store

TOMO II

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BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

Juntaron los nuestros á toda diligencia seís mil de que los reyes vistiesen el dia de Nuestra Señora de á caballo y hasta cuarenta mil infantes: con este ejér- setiembre: premio muy debido á sus hazañas y lealcito volvieron á la guerra: iba por su caudillo el mis- tad, mayormente que dentro del mismo mes no solo mo rey don Fernando, hizo destruir los arrabales de desbarató á los moros (como queda dicho) sino tamIllora, y tomó por fuerza y echo por el suelo á Tajara bien recobró á Zahara que la tomó de sobresalto. Fueron los reyes don Fernando y doña Isabel á la pueblo cerca de Granada, en cuya bateria don Enrique Enriquez tio del rey y mayordomo de la casa real ciudad de Victoria: tenian poca esperanza de efecfue herido, y para curalle le enviaron á Alhama. Des-tuar aquel casamiento que pretendian. Madama Madalena á persuasion del rey de Francia su hermano se pues desto flegaron a la vega de Granada, en que cieron grande destrozo: quemaron y talaron todo lo escusaba con la edad de los novios que era muy deque hallaban, y para mayor seguridad de los gastado- sigual, ca el príncipe era niño y su hija casadera: res asentaron los reales en un puesto fuerte, desde decia que semejantes casamientos pocas veces salen donde los enviaban guarnecidos de soldados y con es acertados. En aquella ciudad el conde de Cabra y el colta á hacer daño en los campos comarcanos con alcaide de los Donceles por mandado de los reyes fuetanto menor peligro suyo y mayor perjuicio de los ron recebidos solemnemente, y para mas honrallos en compañia del cardenal de Toledo don Pero Gonzalez enemigos. de Mendoza les salieron al encuentro toda la nobleza y todos los prelados, honra que muy bien se les empleaba. En particular hicieron merced al conde de Cabra de cien mil maravedis de juro por toda su vida: concediéronle otrosí que á sus armas antiguas aña, diese y pintase en su escudo la cabeza de un rey coronado, y al derredor por orlo nueve banderas en semal de otras tantas que ganó de los moros cuando de sobre Lucena se retiraban: todo á propósito de gratificar aquel servicio, y despertar á otros á emprender cosas grandes por la patria y por la religion.

que

El rey Albohacen por no fiarse de los ciudadanos no se atrevió á salir de la ciudad, solo algunos pocos soldados se mostraban por los campos con intento de prender á los que se desmandasen, y pelear á su ventaja. Envió otrosí aquel rey desde Granada sus embajadores prometia si le entregaban á Boabdil su hijo, daria en trueque al conde de Cifuentes y otros nueve de los mas principales cautivos que tenia: otras condiciones ofrecia para hacer confederacion, pero insolentes y demasiadas; era de su natural feroz, y ensoberbeciale mas la victoria que poco antes ganara. E! rey don Fernando rechazó las condiciones, ca decia no ser venido para recebir leyes, sino para dallas, y que no habia que tratar de paz en tanto que no deja ba las armas. Los nuestros eran aficionados á Boabdil: el favor y la misericordia tienen á las veces ímpetus vehementes; el marqués de Cádiz y otros no cesaban de persuadir al rey que le pusiese en libertad: que por este medio sustentase los bandos y parcialidades entre aquella gente, cosa muy perjudicial para ellos y muy á propósito para nuestros intentos.

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Cayóse con las aguas del invierno de repente gran parte de la muralla de Alhama: los soldados por miedo trataban de desamparar aquella plaza. El conde de Tendilla con prudente y presto consejo hizo tender un lienzo en toda aquella abertura pintado de tal manera que parecia no faltar cosa alguna: con esto antes que el enemigo advirtiese el engaño y fuese avisado de lo que pasaba, tuvieron lugar de reparar lo caido y asegurarse. Hizo otrosí por la grande falta de dinero para pagar y entretener los soldados monedas de cartones, Acabadas pues las talas, y puesta guarnicion en de una parte su firma, y por la otra el valor de cada Alhama, y por cabeza don Inigo Lopez de Mendoza cual de las monedas, con promesa de trocallas con bueconde de Tendilla con órden no solo de defender el na moneda y legal, pasado aquel aprieto y necesidad: pueblo sino tambien de hacer salidas y robar las tier- traza notable y usada de grandes personajes. Este ras comarcanas, el rey don Fernando volvió á Córdo- año á quince de noviembre dió el papa el capelo alobisva. Allí por su mandado trajeron al rey preso del cas-po de Girona don Juan de Melguerite embajador por tillo de Porcuna, pueblo que los antiguos llamaron su rey en aquella córte. Escribió de los reyes de EsObulco: como él se vió en presencia del rey, hincópaña una breve historia que intituló Paralipomena: la rodilla y pidióle la mano para besalla. Abrazóle el pocos meses gozó de aquella dignidad; yace sepultarey y hablole con mucha cortesía: parecióle era justo do en Roma en Nuestra Señora del Pópulo. tenelle respeto y horalle como al rey, dado que fuese bárbaro y su prisionero. Trataron de concertarse: finalmente se hizo con estas condiciones : que Boabdil diese en rehenes á su hijo mayor con otros doce Los navarros no sosegaban : demás de las parcialihijos de los mas principales moros para seguridad que no faltaria en la devocion, obediencia y homenaje dades antiguas al presente por el poco caso que hacia del rey de Castilla: maudáronle otrosí que pagase la gente de los que gobernaban, los odios tenian menos cada un año doce mil escudos de tributo, y viniese á enfrenados y reprimidos, sin que se pudiese entre ellos las córtes del reino cuando fuese avisado; demás des- asentar una paz firme y duradera; muchas veces se deto que por espacio de cinco años pusiese en libertad jaron las armas, y muchas las tornaron á tomar. Estacuatrocientos esclavos cristianos. Con esto le otorga-ban las cosas de tal manera trabajadas que apenas se ron libertad y licencia de quedarse en su secta y le enviaron á su tierra.

El rey don Fernando puestas nuevas guarniciones por aquellas partes, y señalado Luis Fernandez Portocarrero para que en lugar del maestre de Santiago tuviese el gobierno de Ecija y cargo de aquella frontera: se partió de Córdova, para do la reina le esperaba. En la misma sazon mil y quinientos moros de á caballo y cuatro mil de á pié debajo la conducta de Bexir gobernador de Málaga rompieron por la campiña de Utrera; mas fueron rechazados por el esfuerzo de Portocarrero y del marqués de Cádiz que les salicron al encuentro, y los desbarataron cerca de Guadalete con grande estrago que en ellos hicieron. Para memoria de aquel servicio se despachó un privilegio en que se concedió á los marqueses de Cádiz para siempre jamás que todos los años hobiesen el vestido

CAPITULO V.

De las cosas de Navarra.

pudieran reparar con una larga paz, cuando se emprendió de otra parte una nueva guerra. Juan vizconde de Narbona tio de la reina doña Catalina pretendia aquel reino con achaque que cuando murió la reina doña Leonor su madre, él debia suceder como pariente mas cercano que los nietos, además que no podia mujer heredar aquella corona: concluia que contra derecho y justicia aquella señora tomó la posesion de aquel reino,

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Esto decia y alegaba : la verdadera causa del daño era el poco caso que hacía de la reina por ser mujer y por su poca edad, que de otra suerte que derecho podia pretender, pues constaba que muchas veces los nietos se preferian á los hijos menores, y aquel reino recayó en hembras diversas veces? La mudanza de los príncipes y sus muertes dan ocasion á semejantes; pretensiones y la insaciable codicia de reinar no se

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mueve por alguna razon, ni se enfrena. No tenia esperanza de alcanzar por bien y por via de justicia su pretension: con las armas hizo que todo el condado de Fox le reconociese por señor, castillos y pueblos, parte de su voluntad, parte por fuerza. Los mas favorecian sus intentos por la memoria que tenian de los señores pasados, y por el miedo y odio de sujetarse por medio del casamiento de la reina á algun señor extranjero.

aquella señoría echó de la ciudad y despojó de su dignidad Paulo Fregoso arzobispo de Génova y cardenal, sin tener consideracion al parentesco que los dos tenian: cargabale que llamaba á los duques de Milan para entregalles aquella ciudad.

Erales al pueblo muy pesado que los milaneses, malos antes de sufrir, volviesen a gobernallos; además que por haber gustado una vez la libertad no podian llevar el señorío de ninguno, puesto que fuese muy blando, ni sabian templarse en sus pasiones. Lo que resultó fue que se aparejó á costa de aquel reino en Valencia una nueva armada, y por su capitan Mateo Escribá, á propósito de reprimir el orgullo de los cosarios y defender nuestras riberas. Demás desto las cosas eclesiásticas andaban tambien revueltas en aquellos estados y corona: para todo era necesaria la presencia del rey don Fernando.

Para sosegar estos bullicios tenian necesidad de mayores fuerzas, y las cosas pedian algun varon que las gobernase. Pareció apresurar el casamiento de la reina, sobre que resultaron nuevas dificultades. Madama Madalena su madre se inclinaba á la casar en Francia los navarros pretendian tener por costumbre que se tratase y determinase en los estados y córte del reino del casamiento de sus reyes: que los matrimonics que sin dalles parte ó contra su volutad se El caso pasó desta manera: Por la muerte del maesefectuaban, siempre salieron desgraciados; en par-te de Montesa Luis Dezpuch, persona en aquella era ticular los moradores de Tudela protestaron que si de de gran fama, prudencia y valor, bien así como cualotra forma se hiciese se entregarian al rey don Fer-quier otro de los muy nombrados, los caballeros de nando, el cual á la sazon en Tarazona tenia córtes de Aragon por principio del año 1484, sin que haya sucedido cosa memorable sino que los catalanes al principio rehusaron de hallarse en ellas: alegaban que conforme á sus fueros no era lícito llamarlos fuera de su provincia, pero al fin se conformaron con la voluntad del rey.

aquella órden pusieron en su lugar á don Philipe Boil. Alegaban contra esta eleccion el rey don Fernando que el sumo pontifice le concediera una bula en que disponia que sin su voluntad no pudiese ser elegido de nuevo ningun maestre: las voluntades de los reyes son vehementes, así fue necesario que depuesto el nuevo electo, sucediese en su lugar don Philipe de Aragon sobrino del rey, hijo de don Carlos príncipe de Viana, que aunque señalado por arzobispo de Palermo, se contentó de trocar aquella dignidad con el maestrazgo de Montesa.

En el entretanto doña Catalina reina de Navarra se casó con Juan de Labrit hijo de Alano persona muy noble, y que tenia grandes estados en Francia, es à saber lo de Perigueux, lo de Limoges, lo de Dreux, sin otros pueblos y señorios: deste casamiento resul- Demás desto el pontifice Sixto por la muerte de don taron nuevas alteraciones en Navarra. El rey don Fer- Iñigo Manrique arzobispo de Sevilla dió aquella iglenando con intento de aprovecharse del temporal tur- sia al cardenal Rodrigo de Borgia, cosa que sintió bio para ensanchar su estado, y vengar la poca cuenta mucho el rey don Fernando, hasta mandar prender que dél se tuvo (al contrario de lo que antes hizo) él á Pero Luis duque de Gandía hijo que era de aquel car se quedó en aquella comarca, y envió á la reina á la denal: torcedor con que al fin alcanzó que revocada Andalucía para aprestar lo necesario para continuar la primera gracia, don Diego de Mendoza obispo que la guerra de los moros. Las cosas no daban lugar á era de Palencia, fuese hecho arzobispo de Sevilla por descuidarse, ca tenian aviso que todavía el poder de contemplacion de su hermano el conde de Tendilla y Albohacen iba en aumento, y que tenia debajo de su de su tio el cardenal de España. Por esta eleccion don obediencia casi toda aquella nacion : que su hijo ape- Alonso de Burgos que era obispo de Cuenca, pasó al nas dentro de la ciudad de Almería, que la tenia por obispado de Palencia, á Cuenca don Alonso de Fonsuya, y con poca gente que se le arrimaba, conser- seca obispo de Avila: el obispado de Avila se dió á vaba el nombre de rey. La principal causa desta mu- fray Hernando de l'alavera prior de Valladolid de Nuesdanza era que aquella gente le aborrecia como rene- tra Señora de Prado; desta manera en España los gado, por lo menos aficionado á los cristianos. Los reyes pretendian fundar el derecho de nombrar los predicadores que su padre envió por todas partes, no prelados de las iglesias. La revuelta que andaba en Itacesaban de maldecille, y declaralle al pueblo por blas-lia, fue causa que en muchas cosas se disimulase con femo y descomulgado.

los príncipes: y aun en esta misma sazon se emprendió entre los venecianos y napolitanos una nueva guerra. La ocasion fue ligera, la alteracion grande por acudir los demás príncipes de Italia, unos a una parte, otros á otra. El principio y causa desta guerra fue que los venecianos pretendian maltratar á Hércules duque de Ferrara, y los de Nápoles acudieron á su defensa por estar casado con una hija de don Fernando rey de Nápoles.

De nuestra parte las gentes de Córdova y de Sevilla en número de mas de diez mil hombres por el mes de abril por toda la campiña de Málaga talaron las mieses que estaban ya para segarse, con que pusieron grande espanto; y con los grandes daños que hicieron, se satisfacieron en el mismo lugar del que se recibió el año pasado. Sobre todo pretendian y confiaban que los moros cansados con tantos males en fin se vendrian á sujetar, pues de Africa no les venia socorro ninguno, á lo menos de importancia, sea por estará aquella gente embarazada en sus guerras, sea porque tos nuestros con sus armadas como señores que eran del mar, no daban lugar á los contrarios de rebullirse.

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En lo mas recio desta guerra falleció el papa Sixto doce de agosto. Sucedióle el cardenal Juan Bautista Cibo, natural de Génova, con nombre que tomó de Inocencio Octavo. En el mismo tiempo pasó otrosí desta vida don Iñigo Dávalos hijo del condestable don Ruy Lopez Dávalos. Tuvo este caballero gran cabida Esto dió ocasion y avilanteza á los ginoveses para con los reyes de Nápoles, alcanzó grandes riquezas, que debajo de la conducta de un cosario llamado lor- y fue muy señalado bien así como cualquier otro en dieto Doria trabajasen las riberas de Cataluña y de las armas. De su mujer Antonela hija de Bernardo Valencia, que se hallaba sin armada : robaron, que- conde de Aquino y marqués de Pescara dejó muchos maron y mataron todo lo que hallaban. Fueron los gi- hijos: el mayor se llamó don Alonso y le sucedió en noveses antiguamente competidores por el mar de el marquesado, demás dél á Martín, Rodrigo, y Iñilos catalanes, y al presente les dió lugar para desman-go que fue marqués del Vasto: fuera destos á Emundarse cierta discordia que resultó en aquella ciudad, do y una hija llamada doña Constanza, personas de y lapoca autoridad que por esta causa aquella repú- quien descienden muchos príncipes de Italia. blica tenia. Fue así que á Pedro Fregoso duque de En especial den Fernande marqués de Pescara hijo

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de don Alonso con sus muchas hazañas que obró en tiempo de nuestros padres, y con su valor hinchó á Italia y á todo el mundo de su fama, ca fue grande caudillo en la guerra, y se pudo comparar con muchos de los antiguos. Iñigo Dávalos fue padre de don Alonso marqués del Vasto, que ganó asimismo gran fama por su esfuerzo, y por morir su primo sin hijos heredó aquel estado, y junto con el suyo le dejó á sus descendientes con tal condicion que alternativamente el uno de los sucesores se llamase marqués de Pescara y el siguiente marqués del Vasto, y que esto se guardase perpetuamente, como vemos que hasta hoy se guarda.

CAPITULO VI.

Que Abohardil se alzó con el reino de Granada.

ma trecientos caballeros de Calatrava por cuenta de Garci Lope de Padilla maestre de aquella órden, al cual eligieron en lugar de Rodrigo Tellez Giron, y por su muerte, con gravámen que se encargase de la defensa de aquel pueblo.

El rey con la demás gente pasó hasta dar vista á Granada: allí asentó sus reales en un lugar fuerte; tenia seis mil de á caball, los infantes apenas eran diez mil. En la ciudad se decia tenian setenta mil combatientes, gran número y que no se puede creer: siempre es mas lo que se dice en estas cosas que la verdad; la misma mentira empero da á entender que la muchedumbre era grande. Sin embargo el rey don Fernando talado que hubo toda aquella vega y puesto grande espanto á toda la morisma, gastados en esto cincuenta dias, volvió con su éjército sano y salvo, y alegre por los despojos de los moros que levaba á tierra de cristianos. Para la defensa de Alora dejó á Luis Fernando Portocarrero, y per general de las armadas y del mar nombró á don Alvaro de Mendoza conde de Castro persona de grande esfuerzo y pru

venir socorro á los moros; que por pequeños descuidos se suelen perder empresas muy grandes.

A esta nisma sazon los soldados de Andalucía y los capitanes así de su voluntad como por mandado de la reina trataban con mucho calor de hacer guerra á los moros. Persuadianse que pues los principios procedian prósperamente y casi sin tropiezo, que io de-deucia. Pretendia con esto que de Africa no pudiese más sucederia como deseaban. Con este intento no cesaban de espiar los intentos de los enemigos, sus pretensiones y caminos, sin aflojar ni descuidarse en Pasados los calores del estio, volvieron á la guerra cosa alguna, ni dejar a los enemigos alguna parte segu- con el mismo denuedo que antes: batieron un casra. Nodescansaban de dia ni de noche, nien invierno ni tillo erca de Málaga llamado Septenil, fuerte y enen verano, antes ordinariamente hacian correrías, y riscado. Sucedió lo mismo que en Alora, que espantodo mal y daño en todos los lugares que podian. Tra-tados los de deutro con el ruido y estruendo de la tábase en Córdova de hacer una nueva jornada, y con- artillería, rindieron la plaza, con libertad que se les sultaban por qué parte seria mejor acometer. Y dado dió para irse donde quisiesen con el dinero que les que el maestre de Santiago era de contrario parecer, dieron por el trigo y los bastimentos que allí dejaban, los mas se conformaron con el marqués de Cádiz que conforme á lo que ciertas personas señaladas juzgadebian acometer á Alora, que es un pueblo puesto ron que podia todo valer. Tres esto se enderezaron casi en medio del camino que hay desde Antequera los nuestros la vuelta de Ronda, ciudad puesta entre á Malaga, un rio pequeño que pasa junto á él, algu montes muy altos y ásperos, y por esta causa, aunnos piensan que los antiguos le llamaron Saduca; que pequeña, inaccesible y fuerte, en especial que era esta villa mas fuerte por su sitio, ca está por la la mayor parte esta rodeada del rio que por allí corre, mayor parte asentada sobre peñas, que por las mu- y lo restante de peñascos enriscados. Los moradores rallas ú otra fortificacion. de aquela ciudad eran diferentes en el traje y vivienda de los demás: moros inuy feroces y arriscados, y para todo lo que sucediese, guarnecidos de soldados y de armas, bastecidos de vitualias, tanto que á los lugares comarcanos que son de la misma aspereza, proveian ellos de todo lo necesario para su

Estaba el ejército coa esta resolucion á punto de marchar cuando el rey don Fernando que partió de Tarazona á postrero de mayo, continuado su camino, sobrevino para hallarse en persona en aquella guerra por ser su presencia de tan grande importancia para todo. Parecióle bien el acuerdo que los suyos toma-defensa y guarnicion. ron, si bien para mayor disinulacion y desmentir á los contrarios que no entendiesen su intento, dió muestra de ir de nuevo a guarnecer á Aihama de gente. Como llegó á Antequera, torció el camino y dió al improviso con todas sus gentes sobre Alora: fue grande el miedo de los moradores y la turbacion. Púsose sitio : combatieron las puertas y murallas de aquel lugar, y con la artillería abatieron parte de los adarves con tanto mayor espanto de los moros que no estabau acostubrados á cosa semejante; rindié-grandes empresas. ronse á partido que los dejasen or libres y llevar todas sus aliajas.

La toma deste pueblo fue á veinte y uno le junio: la alegría y provecho mas coimado á causa que ningunos de los nuestros fueron muertos, y que los moros se pudieran entretener mucho tiempo; que no les podian quitar el agua del rio por ir cogido entre peñas, y por estar la gente acostumbrada á sustentarse con poco, y usar de la comida y de la bebida mas para sustentar la vida que para regalo y deleite: venciéronse estas dificulta les nas con ayuda del cielo que por industria humana. Acometieron ot:os pueblos comarcanos, y por el demasiado brio cerca de un lugar llamado Cazarabonela, do vinieron á las manos con cierto número de enemigos, en un rebate mataron á don Gutierre de Sotomayor conde de Benalcazar en la flor de su edad (y que tenia por mujer una dueña parienta del rey) con una saeta enerboada que le tirarɔn. Despues desto dejaron en Alha

To lo esto ponia en los fieles mayor deseo de acometer aquella ciudad por entender que quitado aquel baluarte, todo lo demás hasta Málaga quedaria muy llano. Llegaron á vista de los muros y de aquel sitio tan bravo: dieron el gasto á los olivares y huertas, que las hay por allí muy buenas No continuaron estos buenos principios; ia falta del dinero para hacer las pagas les forzó á no detenerse mucho en aquel lugar: daño que muchas veces impide y desbarata

Enviada la gente á los invernaderos, el rey y la reina se partieron para Sevilla: llegaron á aquella ciudad á dos del mes de octubre, alegres por las buenos sucesos y por la esperanza que tenian de dar fin á aquella empresa cual todos deseaban: era tan grande este deseo que en medio del invierno por el mes de enero año de 1485 tornaron á la guerra. El invencible ánimo del rey no sabia sosegar: tenia esperanza de tomar la ciudad de Loja de rebato y de noche; mas desistió desta empresa por las muchas aguas y temporales del invierno que forzaron á los nuestros á volver atrás, además que un soldado muy plático llamado Juan de Ortega les avisó no solo ser temeridad sino locura intentar cosa semejante. Cada dia acudian nuevas compañías de Castilla y señores: entre otros el condestable Pero Fernandez de Velasco, el duque de Alburquerque don Beltran de la Cueva, Pedro de Mendoza adelantado de Cazorla, don Juan de Zúñiga maestre de Alcántara, cada cual con su

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