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duquesa de Milan su prima por no ir á Sicilia, do la convidaban que fuese con la reina de Hungría su tia, se recogió en aquella ciudad. Esta señora pudo tanto con el duque que le hizo escribir una carta de su mano al Gran Capitan, en que le pedia que sin embargo de la libertad que tenía concertada para su persona, por ver que la intencion de su padre era otra de lo que á él le convenía le rogaba le enviase al servicio de los reyes Católicos, que esta era su determinada voluntad, dado que por respeto de su padre no se atrevia á publicalla.

No parece que el duque perseveró mucho en este propósito, porque demás que su padre hizo grande esfuerzo con cartas y embajadas que envió al Gran

Capitan para que conforme al asiento dejase ir libre á su hijo, que no era de caballero faltar en su palabra, y que se debia acordar de la amistad que le hizo en tiempo de su prosperidad; el Gran Capitan que le tenia puestas guardas para que no se fuese, por atraelle á lo que deseaba, fuera de la renta que le ofreció antes, de nuevo le prometia de parte del rey Católico de casalle ó con la reina de Nápoles su sobrina, ó con su hija la princesa de Gales: el uno y el otro partidos muy aventajados. Sospechóse que el conde de Potencia don Juan de Guevara, que andaba siempre á su lado, le mudaba del color que queria. Andaba el duque por aquellos pueblos de la Pulla, aunque parecia libre, tan guardado que no se podia ir á parte nin

guna, tanto que apenas podia salir á caza. Por con- | clusion este negocio se rodeó de manera que volvieron al duqueá Taranto. Desde allí se dió órden á Juan de Conchillos que en una galera le llevase á Sicilia y á España, por entender que en presencia las partes mejor acordarian todas sus haciendas, y el duque se conformaria mejor en el servicio y aficion del rey Católico que tanto en deudo le tocaba. No parece se le guardo lo que tenian asentado en la guerra quién hay que de todo punto lo guarde? en la guerra, y no tambien en la paz, y mas en negocio de estado?

CAPITULO XIII.

biese recompensa. Los españoles replicaban que debian ante todas cosas ser restituidos en la Capitinata, de que á tuerto los despojaran, y que hecho esto, serian contentos de cumplir con lo demás que tenian asentado. Despidiéronse sin concluir nada, dado que entre los generales hobo toda muestra de amor y todo género de cumplimiento.

Visto que ningunas diligencias eran bastantes para acordarse, determinaron encomendarse á sus manos. Escribieron á sus reyes esta resolucion: hicieron instancia cada cual de las partes para prevenirse de socorros de gente y dineros. Junto con esto el Gran Capitan por la falta que padecia de mantenimientos, Del principio de la guerra de Nápoles. repartió parte de sus gentes por las tierras del principado. El capitan Escalada con su compañia llegó al Los generales de Francia y España puestos en el lugar de Tripalda: echó algunos franceses que allí reino de Nápoles comunicaban entre sí y con sus re- alojaban, y se apoderó de aquella villa que está treinyes la forma que se podria tener en concordar aque- ta millas de Nápoles; otros capitanes españoles se flas diferencias para que se conservarse la concordia, apoderaron al tanto de otras plazas por aquella coy no llegasen á rompimiento. Sobre esto poco an- marca. Este tuvieron los franceses por gran befa, tanto tes que jurasen al archiduque por príncipe de Casti- que llegó á oidos del rey de Francia, y mandó emlla, vino á Toledo de parte del rey de Francia el señor bargar todos los bienes que los españoles tenian en de Corcon. La suma de su pretension era que las pro- aquel su reino : resolucion que parecía muy nueva y vincias que se adjudicaron á Francia rentaban menos exorbitante, que sin pregonar la guerra, ni dar térque la Pulla y Calabria, y que pues era razon se hi-mino á los españoles para salirse de Francia, les quiciese, recompensa, quedase la Capitinata por Francia. tasen sus bienes y mercadurías. A esto respondió el rey Católico que si el rey de Francia se tenia por agraviado en la particion, seria contento que trocasen las provincias, y que si todavia queria recompensa, se hiciesen en el Principado y Basilicata que restaban por partir: que la Capitinata era la mejor de la Pulla, y no era razen que se desmembrase della; en conclusion que holgaria de dejar aquella diferencia al juicio y determinacion del papa y de los cardenales.

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El Francés no venia en ninguno destos partidos, y el trueque no le estaba bien por no privarse de la ciudad de Nápoles y del título de rey de Nápoles y Je. rusalém que conforme á la concordia hecha le pertenecian, y amenazaba que usaria de fuerza, tanto que un dia como los embajadores de España en este propósito le dijesen que el reysu señor guardaba todo lo asentado, respondió que él hacia lo mismo, y que sobre esto, si fuese menester, hacia campo con el rey de España, y aun con el rey de romanos. Respondió Gralla que el rey su señor tan justo príncipe como en elmundo le hobiese; y cuando fuese conveniente lo defenderia por su persona á quien quiera que fuese. Replicó el rey: el rey de España no ha de ser mas que yo. Gralla respondió: ni vos mas que el rey mi señor. La verdad es que el rey Católico se mostró inclinado á la paz, y escribió á su general que por todas vías la procurase; que en esto le haria mas servicio que si con guerra le diese conquistado todo el reino.

El primer principio que se dió para venir descubiertamente á las manos, fuera de otras cosas menudas, fue cuando el señor de Alegre que se intitulaba lugarteniente de Capitinata, entró con gente de guerra para desbaratar el cerco que los españoles tenian sobre Manfredonia, como queda apuntado, y no contentos con esto en el tiempo que el Gran Capitan se ocupaba en lo de Taranto, se apoderaron de la ciudad de Troya en la Capitinata y de otras plazas; que si bien los requirieron las restituyesen, y no contraviniesen á lo concertado, no hicieron caso. Antes que se pasase mas adelante, acordaron los dos generales de venir á habla. Para esto el Gran Capitan compuestas que tuvo las cosas de Taranto, vino á Atela, el duque de Nemurs á Melfi, pueblos de la Basilicata. Está en medio del camino una ermita de San Antonio; allí acordaron de verse. Llevaron el uno y el otro sus letrados que alegasen del derecho de cada una de las partes. Los franceses decian que la parte de España rentaba setenta mil ducados mas que la de Francia, y que era justo conforme á lo acordado ho

Gonzalo Fernandez de Córdoba, apellidado el Gran Capitan.

El rey Católico hacia todavia instancia que los suyos se concertasen, aunque fuese necesario dejar á los franceses lo que tenian en la Capitinata, que era la mayor parte. Tornaron pues los generales á juntarse de nuevo en aquella ermita de San Antonio: nombraron personas que hiciesen el repartimiento de nuevo, de manera que los franceses mostraban contentarse, ca entraban en division el Principado, Basilicata y Capitinata, que era todo lo que podian desear. Mientras este repartimiento se hacia, los franceses reforzaron su campo de mil suizos y dos cientas lanzas que les vinieron de Francia, junto cocantidad de dineros para paga y socorro de la gentn crecióles con tanto el brio. Acordaron con este so

corro de romper la guerra de nuevo: apoderáronse | ro que mucho sirvió en toda la guerra de Granada de Venosa (1) en que estaba el capitan Pedro Navarro, que á instancia de sus soldados rindió aquella plaza á partido; tomaron á Quarata, que se la entrego Camillo Caracciolo: el uno y el otro pueblo están a doce millas de Barleta, do á la sazon se hallaba el Gran Capitan con la mayor parte de su gente. En el mismo tiempo se rebeló Viseli, pueblo del principado de Altamura. Acudieron los españoles á recobralle con las galeras; pero ya que le habian entrado por fuerza, fueron rebatidos por los franceses, que sobrevinieron en defensa de aquel lugar.

El estío en esta sazon iba muy adelante, y el campo francés en Quarata padecia falta de agua y de mantenimientos, ca nuestra cabaliería les tomaba los pasos por donde les venian. Acordaron salir dende, y por la via que antes llevaran, volvieron á ponerse á la ribera del rio Ofanto. Allí por estar muy cerca de Barleta á los últimos de agosto el Gran Capitan con su gente muy en órden les presentó la batalla. Como no saliesen a ella, antes continuasen su camino la vuelta de Melfi, algunos capitanes de caballos les fueron picando en la retaguardia, de manera que les mataron alguna gente, y les tomaron buena parte del fardaje, y parte de la recámara del duque de Nemurs y señor de Aubern caudillos y principales de aquel campo.

para que con igual poder al Gran Capitan ayudase en aquella gente. Fueron en su compañía en aquela jornada trecientos hombres de armas y cuatrocientos ginetes, y tres mil infantes. Todo fue necesario por el mucho aprieto en que las cosas estaban en aquel reino, especial en Calabria. Junto con esto trató el rey de ligarse con venecianos, que mostraban inclinarse mucho á ello. Para mejor espedicion deste particular tornó á enviar á Lorenzo Suarez de Figueroa á Venecia para que lo concluyese, y ofreciese á aquella señoria de su parte ayuda para lo de Milan ó del Abruzo, provincias de que mucho deseaban apoderarse.

Hízose la proposicion de córtes en Zaragoza el dia señalado. Pidió el rey que pues el príncipe don Miguel era muerto, jurasen por príncipes á la archiduquesa doña Juana como hija mayor suya, y á su marido. Asimismo pedia le sirviesen para la guerra de Nápoles pues era tan propia de aquella corona. Vinieron los aragoneses fácilmente en lo que se les proponia. Entretanto que se trataba de la ayuda para la guerra, proveyó al rey que los príncipes apresurasen su venida, que aun no eran llegados. Fueron recebidos con mucha alegría, y á los veinte y siete dias de octubre les hicieron el homenaje con las ceremonias y prevenciones que los aragoneses acosEsperaban los franceses otros mil suizos que eran tumbran. Así la princesa dona Juana fue la primera llegados á Nápoles, y cuatrocientas lanzas que llega-mujer que en Aragon hasta entonces se juró por herau á Florencia, y hasta su venida no se querian redera, ca la reina doña Petronila no fue jurada por aventurar. El Gran Capitan para prevenirse hacia princesa, ni entonces se usaba, sino recebida por instancia con el rey le enviase con su armada gente reina. y dineros, en particular pelia cuatrocientos ginetes Partióse poco despues el archiduque para Madrid, y dos mil gallegos y asturianos: al embajador don y tras él la princesa; hízola el rey compañía. Para Juan Manuel avisó en todo caso le encaminase dos presidir en las cortes de Aragon hasta que se conclumil alemanes para mezclallos con los españoles; y yesen, nombró á su hermana la reina de Nápoles, la para recibillos y encaminallos por el mar Adriatico cual de meses atrás publicó querer pasar á Italia, y envió á Ancona á Micer Malferit. El rey Católico no con este intento se partió de Granada donde á la sase descuidada, antes mandó aprestar una armada, yzon residian los reyes. Acordaron que todo el tiempo por su general á Bernardo de Vilamarin, para que llevase dineros y gente, en particular docientos hombres de armas y otros tantos ginetes en algunas galeras, de las cuales le nombró por alinirante. Por otra parte persuadia al César hiciese la guerra en Italia á que tenia tanto derecho, y pusiese en posesión de Milan uno de los hijos del duque despojado, que andaban desterrados y pobres en su córte. Venia otrosí en que pusiese en Florencia al duque Valentin para que tuviese aquel estado por el imperio con título de rey esto por tener al papa de su parte, que sumamente lo descaba con quien el rey Católico pretendia por medio de su embajador aliarse.

CAPITULO XIV.

que en Aragon se detuviese, fuese gobernadora de aquel reino como antes lo era don Alonso de Aragon, arzobispo de Zaragoza hijo del rey Católico. El archiduque de mala gana se detenia en España; y de peor sus cortesanos, por los cuales se dejaba gobernar, en especial por el obispo de Besanzon, que le hizo compañía en este viaje, y falleció en España los dias pasados, y por el señor de Vere personas de aficion muy franceses. Tomó color para partirse que Flandes quedó á su partida desapercebida de gente que por causa del rompimiento entre España y Francia podria recibir algun daño, si él no asistiese.

Procuraron los reyes apartalle deste propósito, mayormente que la princesa se hallaba muy preñada. No bastó diligencia alguna ni para detenelle, ni para que no pasase por Francia en tiempo tan revuelto. Que el archiduque partió para Flandes. Decia él que seria parte con aquel rey para que se viniese á concordia, de que por el mismo tiempo haEXTRETUVOSE el rey Católico algunos dias en Tole- bia dado intencion, y propuesto se restituyese el do para festejar á los principes sus hijos que dejó allí rey don Fadrique en su reino con ciertas condiciones con la reina, y él con intento de allanar los aragone-y tributo que queria le pagase; donde no, que los dos ses partió la via de Zaragoza á los ocho del mes de julio. Tenia convocadas cortes de aragoneses para los diez y nueve del mismo mes; desde el camino envió prorogacion dellas. Hallábase en Zaragoza por principio del mes de setiembre. Allí por la priesa que el Gran Capitan daba por la armada, dió órden que se acabase de aprestar otra de nuevo á toda diligencia, y que con parte della partiese Manuel de Benavides, y en su compañía cuatrocientas lanzas por mitad hombres de armas y ginetes, y trecientos infantes. Poco adelante mandó que con el resto de la armada partiese Luis Portocarrero señor de Palma, caballe

(1) Se apoderaron de Canosa defendida con el mayor va or, pues Venosa estaba ya abandonada.

reyes renunciasen sus partes, el Católico en su nieto don Carlos, y el de Francia en su hija Claudia, para que le llevase en dote y se efectuase el casamiento entre los dos como lo tenian concertado. Todo esto pareció entretenimiento, y á propósito para descuidar al rey Católico y tomar á sus capitanes desapercebidos. En conclusion, el archiduque partió de Madrid, donde dejó con sus padres á la princesa : tomó el camino de Aragon y de Cataluña y por la villa de Perpiñan. Vinole alli el salvo conducto del rey Ludovico, con que entró en Francia y siguió su camino hasta Leon en que á la sazon se hallaba el rey de Francia y el cardenal de Ruan legado del papa; pero esto fue al fin deste año y principio del siguiente, volvamos á la guerra de Nápoles.

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CAPITULO XV.

todos que estaban prestos á perder las vidas antes que faltar al deber.

Si fuera conveniente que el rey Católico pasara á Italia. Salieron con cuatro trompetas y sendos pajes. Entraron en la liza una hora antes que los contrarios. CONTINUABASE en esta sazon la guerra en el reino El combate fue muy bravo, el suceso que de los frande Napoles, y el fuego se emprendia por todas partes. ceses quedó uno muerto, y otro rendido, y nueve La mayor fuerza cargaba en lo de la Pulla y en Cala- heridos, y muertos otros tantos caballos. De los esbria. Los príncipes de Salerno y de Bisiñano y Rosa-pañoles uno rendido, y dos heridos, y tres caballos no, y el conde de Melito estaban en aquella parte muy muertos. Llegó el combate hasta la noche, no pudiedeclarados por Francia. Acordaron los franceses de ron los españoles rendir á los franceses que peleaban acudir a aquella provincia con mas fuerzas para á pié, porque se hicieron fuertes entre los caballos esto, que en la Capitinata quedase el señor de Ale- muertos: así aunque el daño que recibieron fue magre con trecientas lanzas, en tierra de Bari monsieur yor, todos salieron del palenque por buenos; de que de la Paliza con otras trecientas, y mil soldados; el Gran Capitan mostró mucho descontento, que prepara guarda de la Basilicata nombraron á Luis de tendia salieran del campo los españoles mas honrados, Arsi con cuatrocientas lanzas y alguna gente de á y no desistieran hasta tanto que á todos los contrapié. El duque de Nemurs pretendia ir á Calabria con rios tuvieran rendidos y quedara por ellos el campo. docientas lanzas y mil infantes, y que monsieur de A esta sazon el rey de Francia para dar mas calor Aubeni quedase en Espinazola con toda la demás á aquella guerra, y acudir de mas cerca á todo lo gente á veinte y cuatro millas de Barleta. Porfió el necesario, se determinó pasar en Italia, puesto que de Aubeni que le consignasen lo de Calabria, ca pre- se detuvo en Lombardía, lo mismo pretendia hacer tendia el ducado de Terranova, de que hiciera mer- el rey Católico, y este intento llevaba cuando fué á ced el rey Católico al Gran Capitan. Por esta portia Zaragoza, á que le convidaban los ejemplos de sus anconcertaron que ambos se enderezasen hacia la par- tepasados los reyes de Aragon, que con su presencia te de Calabria; con todo el de Aubeni fué primero á en Cerdeña, Sicilia y Napoles acabaron cosas que la tierra de Bari con ciento y cincuenta lanzas y por sus capitanes no pudieran, ó con gran dificultad. mil infantes. Era este negocio muy grave; consultóse con grandes personajes; los pareceres como suele acontecer eran diferentes y contrarios. El comendador mayor don Gutierre de Cárdenas, persona muy anciana y de grande esperiencia, en una consulta que se tuvo sobre el caso, hizo un razonamiento en presencia del rey desta sustancia: «Yo quisiera señor en negoci> »tan grave oir antes que hablar; pero pues soy man»dado, diré lo que siento con toda verdad. Todo hom»bre que quiere emprender alguna cosa grande, de»be hacer balanzo de lo que en aquella pretension se »puede ganar, con lo que se aventura á perder: porque como no acometer empresas dificultosas es de »bajo corazon, así es temeridad por las de poco mo>>mento poner á riesgo lo que es mas. En este negocio »si miro la reputacion, que importa mucho conser>>var, veo que será mayor si vuestros capitanes saler. »con la victoria, y si se pierde, menos daño que »ellos sean vencidos que su señor. Principalmente »que la guerra podrá estar concluida cuando lleguemos

El de Nemurs dado que publicaba ir á Calabria, revolvió la vía de Taranto. Tomó de camino á Matera y Castellaneta pueblos de poca defensa, y desbarató al conde de Matera y al obispo de Mazara que halló en Matera con alguna gente. Con esto se puso sobre Taranto, do pensó hallar al duque de Calabria, que nueve dias antes de su llegada era ya partido para Sicilia. Salieron algunas compañías de españoles que alojaban en aquella ciudad, cargaron con tal denuedo, y dieron sobre las estancias de las contrarios, que los forzaron á levantar con vergüenza el campo, y pasalle á una casa fuerte distante á veinte y dos millas de Taranto, y esto con intento de revolver sobre el territorio de Bari, y allí juntarse con el de Aubeni y apoderarse de Bitonto ó encaminarse á Calabria.

Sucedió que los franceses que alojaban en la Basilicata, que era el mayor golpe del campo francés, enviaron á Barleta un trompeta en terezado á don Diego de Mendoza, con un cartel en que once caballeros franceses desafiaban otros tantos españoles para hacer con ellos el dia siguiente á hora de nona campo. Señalaron lugar entre Barleta y Viseli, asegurandoie. Ponian por condicion que los vencidos quedasen por prisioneros de los vencedores. Aceptó el desafio el Gran Capitan, si bien el término era muy breve. Escogieronse los once, y entre los demás el muy famoso Diego García de Paredes, que como muy valiente que era, sirvió en esta guerra muy bien, y al principio della pasó en Calabria por coronel de seiscientos soldados. El dia siguiente luego por la mañana se pusieron en órden. El Gran Capitan para animallos delante Fabricio y Próspero Colona y el duque de Termens y otros muchos caballeros les habló en esta manera: «La primera cosa que en el hecho de las Darmas deben los caballeros hacer, es justificar su »querella. Desta no hay que dudar, sino que la jus»ticia de nuestros reyes es muy clara, y que por el »consiguiente será muy cierta la victoria. Concertaos »por tanto muy bien, y ayudaos en el pelear como lo Dsabeis hacer, y acordaos que el trance desta pelea »se aventura la reputacion y honra de nuestra patria, Del servicio de nuestros reyes, y el bien y alegría de »todos los que aquí estamos: titulos que cada cual »dellos obliga al buen soldado á posponer la vida y »derramar por ellos la sangre. Que si no es con la vic-»todo lo demás cesase, ¿cómo podreis dejar á la reina

toria, ¿con qué rostro volvereis soldados? ¿quién Dos mirará á la cara?» A estas palabras respondieron

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allá, que forzaria á dar la vuelta con mengua y sin »hacer nada, pues si por los nuestros estuviese la »victoria, será suya la honra, y nuestro trabajo en »valie; y si fuesen vencidos, ¿qué fuerzas bastarán »á comenzar de nuevo el pleito, aunque se halla»sen juntas todas las de España? Las potencias de »Italia están á la mira, inclinadas á seguir el partido »de España : si se persuaden hay flaqueza de nuestra »parte, y que no bastan las fuerzas, sino que es ne»cesaria la presencia del rey, podrán tomar otro ca»mino. Yo no soy de parecer que los príncipes pasen »en ociosidad, su vida, pero tampoco deben poner á »peligro sus personas en casos no necesarios. ¿Quién »no ve los peligros del mar en navegaeion tan larga? »¿quién no mira cuán grande es por la mar el poder »de ginoveses, y cuán pujantes están, en especial >>si con ellos se juntan las armadas de Francia, como »se puede temer para hacer rostro á las nuestras? »¿Quién será de parecer que la vida y salud del rey »se aventure en el trance de una batalla naval, donde »tanta fuerza tiene la ventura y tan poco el valor? como »se puede considerar en vuestro tio el rey don Alonso »cuando fue vencido y preso con sus hermanos por »pocas naves de Génova. No digo nada del desgusto »de los grandes, que podrán alterar el reino, si se ausenta el que los enfrena y tiene á raya. Cuando

que está doliente, y sentirá á par de muerte seme»jante viaje? Si algunos reyes de Aragon pasaron el

»mar, los tiempos y ocasiones eran diferentes, y no
>>siempre nuestros mayores en sus hechos acertaron.
>>>Que deseeis vestir arnés y hallaros en la guerra, no
>>me maravillo, pues os criasteis en ella desde vuestra
»niñez; pero mi parecer es que si esto pretendeis, la
»rompais por España, y forceis al enemigo á volver
>>sus fuerzas á estas partes, traza con que enflaque-
»>cerá en lo de Nápoles, y aun pondrá á riesgo lo de
>>Milan. Este, señor, es mi parecer, si acertado, |
>>sean á Dios las gracias, si contra el vuestro, merece
>>perdon mi lealtad: lo que vos determináredes, eso
»será o mejor y mas acertado; y si fuere de ir á Ita-
»lia, yo seré el primero que con esta edad y canas os
»laré compañía, ca resuelto estoy de aventurar vida
»y hacienda antes que faltar en lo que soy obligado;
>>mes el que es consultado, debe libremente decir lo
»que siente, y el que consulta, oir con paciencia y
»de buena gana al que habla. >>

á

»¿cuán en breve allanó con su presencia todo lo de
»Nápoles? su ausencia fue causa que se volviese á
»perder lo ganado. Los trabajos no son grandes
»causa que á los reyes nunca falta el regalo y el ser
»vicio; y el aplauso que todos les dan, hace que se
»sientan menos las incomodidades. ¿Pues que diré
»de los peligros del mar? ¿cuándo vimos algun rey
ahogado? por cierto muy raras veces; y si el rey
»don Alonso quisiera escusar aquella batalla naval
»con que nos espantan, nadie le forzara á dalla. La
»muchia confianza de sí, el desprecio de los enemigos
»fueron ocasion de aquel desastre del cual salió
tambien por el respeto que á su persona se tuvo
»como rey, que fue casi el todo para allanar sus
»contrarios. Que si todavía parece duro que el rey se
»halle en las batallas y ponga á riesgo su vida, por lo
menos podrá ir á Sicilia, visitará àquel su reino, y
>>dará asiento en sus cosas, y con mas calor se acu-
»dirá como de tan cerca á la guerra de Calabria y
»Pulla. Esto es lo que yo siento en el caso presente:
»bien sé que mi parecer no agradará á todos; mas
»no son peores las medicinas que no dan gusto al
»paladar.»

El voto de! obispo, aunque libre, pareció á muchos muy acertado, aun á los mismos que deseaban lo contrario, y si no se conformaban con él, mas era por falta de voluntad que por no aproballe. Siguióse pues el del comendador mayor, que era mas á gusto de todos y mas recatado; en especial que se le arrimaron don Enrique Enriquez tio del res, don Alvaro de Portugal presidente del consejo real, Garci Lasso de la Vega, Antonio de Fonseca y Hernando de la Vega personas de grande autoridad y conocida prudencia. El mismo Gran Capitan por sus cartas se conformaba con esto, y aun daba por muy cierta la victoria seguridad que en los grandes capitanes no se suele tener por acertada. A la verdad las asonadas de guerra que por las fronteras de Francia se mostraban, no daban lugar á que la persona del rey se ausentase.

CAPITULO XVI.

á los franceses.

Grande fue el aplauso que los que se hallaron presentes dieron á las razones del comendador mayor, que parecieron muy concertadas y dignas de persona tan avisada. Divulgose este parecer, y un prelado, cuyo nombre no se dice, sin ser consultado sobre el caso dió al rey escrito un papel en esta sustancia: >>El atrevimiento que tomo de dar consejo sin ser lla»mado, merece perdon pues el negocio es comun, >>todos tenemos licencia de hablar. Si los inconve»nientes y peligros se deben considerar tan por me»nudo como el comendador mayor dicen los ha enca»recido, nadie acometerá hecho alguno que tenga »dificultad. Ni el labrador se pondrá al trabajo de la >>sementera, ni el piloto á los peligros del mar, ni el >>soldado embrazará las armas con riesgo de su vida, >>>finalmente nadie cumplirá con su oficio. Esta es la »miseria de los hombres, que ninguna cosa grande »da Dios ó la naturaleza á los mortales sino a costa »de mucho afan. No hay duda sino que el primer ofi»cio y mas propio de los reyes es el cuidado de la »guerra, de juntar y gobernar sus huestes sea para >>defenderse, sea para acometer cuando es necesario; »y nadie puede negar sino que esto se hace mejor en >>presencia del rey, que por otro, sea quien fuere. Acúmoenle sus vasallos y acompañanle: los pequeños, los Que los españoles segunda vez presentaron la batalla »medianos y los mayores tienen por cosa vergonzosa »quedarse en casa cuando su cabeza y su rey se ponen »al trabajo. Nadie se desdeña de seguille, como quier >>que muchos tengan por afrenta ser gobernados por los »que son menos que ellos. El ejemplo está en la mano. »¿Cuál de los grandes, decidme, as ido á la guerra »de Napoles, con tener el general partes tan aventa »jadas en todo? Fuera desto el dinero, municiones y »todo lo demás se despacha mas en breve. Las deter>>>minaciones en las dificultades son mas acertadas >>cuando el rey ve por sus ojos lo que pasa. Lo que »viene de tan lejos determinado y proveido, tarde »llega, y muchas veces fuera de sazon, por no decir »que las mas veces va errado. El amor de los solda»dos para con su príncipe es la cosa mas importante »en la guerra: este nace del conocimiento, porque »son como los perros (y así los llama Platon) que ha »lagan á los que conocen y ladran á los estraños. En »presencia de su príncipe que los ha de premiar, los »valientes se hacen leones, y los cobardes se aver»>guenzan. Homero aludió á esto cuando finge que >>los mismos dioses se hallaban en las batallas, y que »el rey Agamenon llamaba por sus nombres á todos »>los soldados. Por cierto Alejandro y César nunca »hazañas tan grandes acabaran, si quedándose en su »regalo se encomendaran á sus capitanes. ¿Quién »echó por el suelo la grandeza del imperio romano? »los príncipes que se contentaron de dar órden en »las cosas de la guerra desde su casa? Y por dejar >>cuentos antiguos, yo creo, señor, que los moros se »estuvieran hoy en España, si vos mismo no fuerades »á la conquista de Granada. Carlos rey de Francia

Al mismo tiempo que en Zaragoza se trataba de la jura de los príncipes archiduques, el partido de España iba muy de caida en Calabria. Acudió el virey á Mecina, juntó la gente extranjera que pudo para socorrer á los suyos. De Roma don Hugo y don Juan de Cardona hermanos del conde de Golifano, dejado el cómodo que tenian muy honrado acerca del duque Valentin en la Romaña, á persuasion del embajador Francisco de Rojas llevaron á la misma ciudad docientos y cuarenta soldados, gente escogida. Luego que llegaron al puerto de Mecina, con su gente y la demás que pudieron recojer, pasaron el faro á tiempo que el conde de Melito hermano del príncipe de Bisiñano, tomada Terranova, sitiaba el castillo y le tenia muy apretado. Don Hugo hizo marchar la gente hácia aquella parte, y desbaratado el conde que le salió al encuentro, hizo alzar el cerco, y aun los príncipes de Salerno y de Bisiñano que estaban sobre Cosencia, fueron forzados, dejado aquel cerco, por reparar el daño á bajar á la llanura de Terranova.

Sucedió este encuentro cuatro dias antes que Manuel de Benavides llegase con la gente que traia en quince naves al puerto de Mecina. Entre los demás capitanes vino Antonio de Leyva soldado muy bravo, y capitan muy prudente, y mas en lo de adelan te pasaron lo mas en breve que pudieron á Calabria para juntarse con don Hugo y con los demás. Acordaron los principes, que se recogieron en Melito, que el conde con setecientos suizos y algunos caba―

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