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vado de su dolencia, tanto que una noche le tuvie-, y á Francisco Alvarez sacerdote, cuyo libro anda ron por muerto, acordó partir para Aragon creia impreso de todo este viaje, curioso y apacible. que con su presencia todos vendrian en lo que era El nuevo gobernador en menos de cinco meses razon. Envió á mandar á su vicecanciller Antonio que fue navegacion muy prospera, partido de Lisboa Augustin que se fuese para él, porque tenia nego- llegó á Goa á los dos de setiembre, en sazon que la cies que comunicalle. Luego que llegó á Aranda de reina de Portugal cinco dias adelante parió un hijo Duero do halló al rey, fue preso en su posada por el que se llamó don Duarte ; príncipe dotado de mansealcalde Hernan Gomez de Herrera, y llevado al cas-dumbre, y muy cortés en su trato, dado á la caza y tillo de Simancas. Muchas cosas se dijeron desta á la música falleció mozo, y todavía dejó en su prision quién entendia que tenia inteligencias con mujer un hijo de su mismo nombre, y dos hijas, de el príncipe don Carlos en deservicio del rey, quién las cuales doña María casó con Alejandro Farnesio que no tuvo el respeto que debiera á la reina doña príncipe entonces, y despues duque de Parma, doña Germana. Puédese creer por mas cierto que en Catalina fue y es hoy duquesa de Berganza. Cuando aquellas córtes no terció bien con los barones, y que Lope Suarez aportó á Goa, Alonso de Alburquerque con su castigo pretendió el rey enfrenar á los demás. se hallaba en Ormuz muy trabajado de una enferDejó en Segovia al cardenal con el consejo real. medad y desconcierto de vientre que le acabó. ComApresuróse para Calatayud, y en su compañía llevó puestas las cosas de aquella isla, con deseo antes de al infante don Fernando. No pudo acabar con los ba- su muerte de ver á Goa, en que tenia puesta su rones que desistiesen de aquella porfía tan perjudi- aficion, se embarcó. En el mar tuvo aviso de la llecial al ejercicio de la justicia. Apretábale la enferme gada de su sucesor. Alteróse grandemente de pridad; y aun se dice que la famosa campana de Vililla mera instancia. «Dios eterno, dijo, de cuantas midaba señal de su fin: mensajera de cosas grandes y »serias me hallo rodeado? si contento al rey, los de muertes de reyes. Así se tiene en Aragon comun- »hombres se ofenden; si miro á los hombres, incurro mente la verdad quién la averiguará? cuánta vani- »en la desgracia de mi rey. A la Iglesia, triste viejo, dad y engaños hay en cosas semejantes? Por esto sin á la Iglesia, que ningun otro refugio te queda.» concluir cosa alguna en lo del servicio general por el Mostró esta flaqueza á lo que yo creo, por la congoja otoño dió vuelta a Madrid. de la enfermedad que todo lo hace desabrido, ó por sentir mucho que las calumnias hobiesen tenido fuerza contra la verdad; porque luego como vuelto en si: «Verdaderamente (añadió) Dios es el que go»bierna el corazon de los reyes, revuelve y ordena >>con su providencia todas las cosas. Qué fuera de la »India si despues de mi muerte no se hallará quien »me sucediera en el cargo? cuán gran peligro corriera todo? » Dicho esto se sosegó.

La reina, despedidas las córtes de Calatayud, pasó á Lérida á tener las cortes de Cataluña. Al mismo tiempo que las córtes de Castilla y Aragon se celebraban, en Viena de Austria se juntaron el emperador y los hermanos Sigismundo, rey de Polonia y Ladislao, rey de Hungría con el hijo del húngaro, Luis, rey que ya era de Bohemia. Llegaron á aquella ciudad a los diez y siete de julio. La causa desta junta fueron los casamientos que se celebraron el dia de la Madalena, de los infantes don Fernando y doña María su hermana con los hijos del rey de Hungría Ana y Luis, rey de Bohemia. Halláronse presentes á las fiestas, que fueron grandes, los tres desposados. La ausencia del infante don Fernando suplió como procurador suyo el emperador su abuelo. Desposólos Tomás, cardenal de Estrigonia legado de la sede apostólica. Es de notar que como los infantes don Fernando y doña María eran nietos del rey don Fernando, bien así Luis y Ana su hermana eran bisnietos de doña Leonor reina de Navarra, hermana del rey don Fernando; ca Catalina hija de doña Leonor casó con Gaston de Fox señor de Candala, cuya hija por nombre Ana casó con Ladislao, rey de Hungría, y parió á Luis y Ana. Tan estendida estaba por todo el mundo la sucesion y la sangre del rey don Juan de Aragon padre del rey don Fernando.

CAPITULO XXV.

De la muerte de Alonso de Alburquerque. GRANDES fueron las cosas que Alonso de Alburquerque gobernador de la India oriental hizo en el tiempo de su gobierno mucho le debe su nacion por haber fundado el señorío que tiene en provincias tan apartadas. Hallábase viejo, cansado y enfermo : muchos émulos como no era posible contentar á todos, acudian con quejas á Portugal. Acordó el rey don Manuel de proveer en todo con envialle sucesor en el cargo que tenia. Escogió para ello á Lope Juarez Alvarenga, persona de prendas y esperanzas, y muy inteligente en las cosas de la India. En su compañía iba Mateo embajador del Preste Juan, y junta mente Duarte Galvan para que fuese en embajada de parte suya á aquel príncipe. No pudo ir por la muerte que le sobrevino. En su lugar fue los años adelante Rodrigo de Lima, y llevó en su compañía á Mateo, que falleció antes de llegar á aquella córte,

Aumentósele con la navegacion la dolencia. Mandó que de Goa que estaba cerca, le trajesen su confesor, con quien comunicó sus cosas, y cumplió con todo lo que debia á buen cristiano; una mañana dió su espíritu. Señalado varon, sin duda de los mayores y mas valerosos que jamás España tuvo su valor, su benignidad, su prudencia, el celo de la justicia corrieron á las parejas, sin que en él se pueda dar la ventaja á ninguna destas virtudes. Gran sufridor de trabajos, en las determinaciones acertado, y en la ejecucion de lo que determinaba, muy presto: á los suyos fue amable, espantoso á los enemigos. Mucho favoreció Dios las cosas de Portugal en dar á la India los dos primeros gobernadores tan señalados en todo género de virtud, de gran corazon y alto, muy semejables en la prudencia, y no menos dichosos en todo lo que emprendian. Verdad es que si bien se enderezaban á un mismo fin, que era en salvar el nombre de Cristo, y ponerse á cualquier peligro por esto, y por el servicio de su rey y honra de su nacion; pero diferenciábanse en los pareceres y en los caminos que tomaban para alcanzar este fin. Francisco de Almeyda, que fue el primer gobernador de la India, era de parecer que las armadas de Portugal no se empleasen en ganar ciudades en aquellas partes. Las fuerzas de los portugueses eran pequeñas, Portugal estaba muy lejos. Temia que si se dividian en muchas partes, no podrian ser tan poderosos como era meuester para tan grandes enemigos. Parecíale que les estaria mejor conservar el señorío del mar, con que todas aquellas provincias ios reconocerian. Alburquerque por el mismo caso que la gente era poca, y el socorro caia lejos, pretendia que en la India debian tener tierras propias que sirviesen com de seminarios para proveerse de gente, de manteni miento y madera para fabricar bajeles. Sin esto entendia no se podrian mantener largo tiempo en el señorío del mar, ni conservar el trato de la especería; pues una vez ú otra quier por la fuerza del mar, quier por el poder de los enemigos se podrian perder sus

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armadas. Finalmente que para asegurarse seria muy trarios. Acordó dejar en Verona á Marco Antonio importante tener en su poder algunos puertos y Colona, y en Bressa á Luis Icart con buen número tierras por aquellas marinas, do pudiesen acudir á de gente, y él con lo demás del campo pasar de la tomar refresco y en cualquiera ocasion acogerse. otra parte del Pó por una puente que hizo de barcas, Cuan acertado haya sido este parecer, el tiempo que y fortificarse junto á Placencia y al rio Trebia. es juez abonado, lo ha bastantemente mostrado. Los suizos que se hallaban con el duque en Milan, Nunca se casó Alonso de Alburquerque, solo dejó llevaban mal aquellas trazas y tardanza, que sin duda un hijo que tuvo en una criada: en cuyo favor poco iban erradas, y fueron la total causa de perderse antes que espirase, escribió al rey don Manuel estas la empresa. Acordaron de salir solos con unos pocos palabras: «Esta será la postrera, que escribo con italianos á dar la batalla á los franceses, que tenian muchos gemidos y muy ciertas señales de mi fin. sus reales muy fortificados junto à San Donato y á >>Un hijo solo dejo al cual suplico que atento á mis Mariñano. Pretendian prevenir la venida de Albiano, Dgrandes servicios se le haga toda merced. De mis que se apresuraba para juntarse con el campo frantrabajos no dire nada mas de remitirme á las obras.» cés con novecientos hombres de armas, mil у сиаSepultaron su cuerpo en la ciudad de Goa en una trocientos caballos ligeros y nueve mil infantes. Sacapilla que él fundó con advocacion de Nuestra Se-lieron los suizos de la ciudad muy en órden. Los nora. El enterramiento fue suntuoso, las honras franceses para recebillos ordenaron sus haces. En la reales, las lágrimas de todos los que se hallaron pre- avanguardia iba Carlos de Borbon, en la retaguardia sentes, muy de corazon, y muy verdaderos los ge- monsieur de la Paliza, el rey tomó á su cargo el mides. El rey cuando llegó esta nueva á Portugal, cuerpo de la batalla. La artillería francesa, que era sintió su muerte tiernamente. Mandó llamar á su hi- mucha y muy buena, hacia grande daño en los suijo: Hamábase Blas, quiso que en memoria de su pa- zos. Cerraron ellos con intento de tomalla. Combadre de allí adelante se llamase Alonso de Alburquer- tieron con tal coraje y furia, que rompieron el fuerte que. Heredóle como era razon y debido, y casóle muy de los enemigos y se apoderaron de parte de la artihonradamente vivió muchos años, y poco tiempo llería. Sobrevino la noche, y no cesó la pelea por todo há era vivo; y á su costa hizo ensanchar y adornar la el tiempo que la claridad de la luna dió lugar, que iglesia en que á su padre enterraron. · fue hasta entre las once y las doce. El rey se adelantó tanto que le convino hacer la guarda sin dormir mas de cuanto coino estaba armado se recosto un poco en un carro no se quitó el almete, ni comió bocado en veinte y siete horas: grande ánimo y teson. Entendió que los suizos querian acometer otra vez la artillería: encomendó la guarda della á los alemanes. Al reir del alba volvieron al combate con no menos fiereza que antes. Ienolaco Galeoto asestó la artillería de tal suerte que de través hacia gran riza en los contrarios. Con esto y con la llegada de Albiano, que sobrevino con algunas compañias de á caballo, los suizos por entender que era llegado todo su campo, desmayaron, y en buen órden se recogieron a Milan. Desde allí se partieron luego la via del lago de Como. Dióse esta famosa batalla á los trece y catorce de setiembre. Los milaneses rindieron luego al vencedor la ciudad. Sobre el castillo á que se retiró el duque con la gente que pudo, se puso cerco muy apretado. Combatíanle con la artiIlería y con minas que el conde Pedro Navarro hacia sacar. Rindióse el duque á los treinta dias del cerco, y fue llevado á Francia. Concertaron le darian cada un año para su sustento treinta y seis mil escudos á tal que no pudiese salir ni ausentarse de aquel reino. Cuán cortos son los plazos del contento? cuán poco gozó este príncipe de su prosperidad? si tal nombre merecen los cuidados y miedos de que estuvo combatido todo el tiempo que poseyó aquel estado. Tras esto todas las ciudades y fuerzas de aquel ducado se entregaron al Francés.

En Africa intentó el rey don Manuel de edificar un castillo á la boca del rio Mamora, que otro tiempo se llamó Sugur, y junto á un estero que por allí hace el mar, y está cien millas distante de Arcilla. Juntó una armada de docientas velas en que iban ocho mil soldados, y por general Antonio Noroña. Partieron de Lisboa á los trece de junio, y llegaron á la boca del rio á los veinte y tres. Comenzaron á levantar el castillo. Cargó tanta morisma que fueron forzados á dejar la empresa y dar la vuelta á Portugal con verguenza y pérdida de cuatro mil hombres y de la artiflería, que dejaron en aquella fortaleza comenzada.

CAPITULO XXVI.

Que el rey de Francia pasó á Milan.

LUEGO que el nuevo rey de Francia Francisco Primero deste nombre se vió en pacífica posesion de aquel rico y poderoso reino, juntó un grueso ejército, resuelto de pasar en persona á la empresa de Lombardía. Acudieron á la defensa del duque de Milan quince mil suizos. Próspero Colona con la gente de armas que tenia, acordó de atajar cierto paso á los franceses. Estaba en Villafranca descuidado y cenando, cuando fue preso por la gente que sobrevino del señor de la Paliza. El virey tenia su campo junto al rio Abdua; con la gente del papa alojaba en Placencia Lorenzo de Médicis hijo de Pedro de Médicis, el que se ahogó en el Garellano. Importaba mucho para asegurar la victoria que los unos y los otros se juntasen con los suizos: así lo entendia el duque de Milan, y hacia grande instancia sobre ello tanto con mayor ansia que las cosas comenzaban á suceder prósperamente al Francés, ca Alejandria se le dió, y tomó á Novara; y su castillo se ganó por industria del conde Pedro Navarro, que atediado del descuido que se tenia en rescatalle, se concertó con el rey de Francia, que pagó veinte mil ducados de su rescate. Envió el rey Católico á convidalle con grandes partidos, llegó tarde el recado; el conde se hallaba ya tan prendado que se escusó. Entonces envió la renunciacion del condado de Olivito que tenia en el reino de Nápoles. El virey ni se aseguraba de los suizos por ser gente muy fiera, y tener entendido traian inteligencias con Francia, ni tampoco hacia mucha confianza de la gente del papa á causa que por no perder á Parma y Placencia que los suizos les quelian quitar, sospechaba se concertarian con los con

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á

El virey don Ramon de Cardona dió luego la vuelta Nápoles por asegurar las cosas de aquel reino, y enfrenar á los naturales alborotados con deseo de novedades. Tenia órden para entretener la gente de guerra de emprender la conquista de los gelves. El pontifice facilmente se acomodó con el tiempo. Resuelto de temporizar se vió con el rey vencedor en Boloña. Concedióle todo lo que supo pedir: alcanzó asimismo dél que abrogase la pregmática sanction en gran ofensa del clero de Francia.

En España al rey Católico no faltaban otros cuidados. Publicóse que el Gran Capitan queria pasar á Flandes, y en su compañía los condes de Cabra y Ureña y el marqués de Priego. Indignóse desto de suerte que envió á Manjarres para prendelle, con órden que le impidiese el pasaje, y si menester fuese, le echase la mano. Proveyó Dios para evitar un caso de tan mala sonada que el Gran Capitan adoleció de

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cuartanas por el mes de octubre en Loja donde residia: no creian que la enfermedad fuese verdadera, sino fingida para asegurar. La indignacion del rey de Ingalaterra pasaba adelante. Importaba mucho aplacalle, y mas en esta sazon. Envióle el rey con el comendador Luis Gilaber un rico presente de joyas y caballos. Llegó en sazon que se confirmó estar la reina preñada, grande alegría de aquel reino; y ána, tuviese el gobierno de Castilla. Mostrábanse libeTomás Volséo llegó el capelo que fue muy festejado. Subió este prelado de muy bajo lugar á tan alto grado por la grande privanza que alcanzó con aquel rey: despeñóle su vanidad y ambicion, que fue adelante muy perjudicial á aquel reino. Este cardenal y el embajador del rey Católico se juntaron, y asentaron á diez y ocho de octubre una muy estrecha confederacion y amistad entre sus príncipes.

Antes desto Luis de Requesens con nueve galeras que tenia á su cargo, venció junto á la isla Pantalarea trece fustas que hicieran mucho daño en las costas de Sicilia y por todo aquel mar. Otro capitan turco por nombre Omich, y vulgarmente llamado Barbaroja, con la armada que llevaba, se puso sobre Bugía: acudiéronle muchos moros de la tierra: aprestóse el cerco que duró algunos meses. Don Ramon Carroz capitan de aquella fuerza la defendió con gran valor vino en su socorro don Miguel de Gurrea visorey de Mallorca; y sin embargo el cerco se continuaba y llevaba adelante. Padecian los cercados gran falta de vituallas. Llególes a tiempo que se querian rendir, una nave cargada de bastimentos que les envió el virey de Cerdeña, socorro con que se entretuvieron hasta tanto que el Turco, perdida la esperanza de apoderarse de aquella plaza, alzó el cerco por fin deste año.

CAPITULO XXVII.

De la muerte del rey don Fernando.

La hidropesía del rey Católico y las cuartanas del Gran Capitan iban adelante, dolencias la una y la otra mortales. Salió el Gran Capitan de Loja con las bascas de la muerte. Lleváronle en andas à Granada donde dió el espíritu á los dos de diciembre: varon admirable, el mas valeroso y venturoso caudillo que de muchos años atrás salió de España. La ingratitud que con él se usó, acrecentó su gloria, y aun le preservó que en lo último de su edad no tropezase, como sea cosa dificultosa y rara navegar muchas veces sin padecer alguna borrasca: á muchos grandes personajes con el discurso del tiempo se les escureció la claridad y fama que primero ganaron. El tiempo le cortó la vida: su renombre competirá con lo que el mundo durare. Por su muerte vacó el oficio de con

destable de Nápoles : dióse á Fabricio Colona, y hoy le poseen los de su casa. Los demás estados quedaron á doña Elvira, hija mayor y heredera de la casa de su padre.

don Gutierre de Carvajal, falleció no ha muchos años. Allí por las fiestas de Natividad llegó Adriano, dean de Lovaina y maestro del príncipe, que venia enviado de Flandes. Con su llegada se asentó que el príncipe fuese ayudado para sus gastos con cincuenta mil ducados por año, y que el rey por todos los dias de su vida, aunque muriese la reina dona Juarales con quien muy presto por las señales que daba la enfermedad, habia de partir mano de todo. Dió vuelta á Madrigalejo aldea de Trujillo. Agravósele el mal de manera que se entendió viviria pocos dias. Acudió el dean de Lovaina, de que el rey recibió enojo, y mandó volviese á Guadalupe, donde era ido á verse con el infante don Fernando, y allí le aguardase. Ordenó su testamento. Confesóse con fray Tomás de Matienzo de la órden de Santo Domingo, su confesor.

La reina en Lérida do estaba tuvo aviso de lo que pasaba. Partiése luego y llegó un dia antes que se otorgase el testamento. Otro dia miercoles entre la una y las dos de la noche á veinte y tres de enero, entrante el año de 1516, dió su alma á Dios. Príncipe el mas señalado en valor y justicia y prudencia que en muchos siglos España tuvo. Tachas á nadie pueden faltar, sea por la fragilidad propia, ó por la malicia y envidia ajena que combate principalmente los altos lugares. Espejo sin duda por sus grandes virtudes en que todos los príncipes de España se deben mirar. Tres testamentos hizo, uno en Burgos tres años antes de su muerte, el segundo en Aranda de Duero el año pasado, el postrero cuando murió. En todos nombra por su heredera á la reina doña Juana, y por gobernador á su hijo el príncipe don Carlos. En caso que el príncipe estuviese ausente, mandaba en el primer testamento que en su lugar gobernase el infante don Fernando su hermano; pero en los otros dos mudada esta cláusula ordenó que entretanto que el principe no pasase en estas partes, tuviese el gobierno de Aragon el arzobispo de Zaragoza, y el de Castilla el cardenal de España.

Esto se guardó bien así como lo dejó mandado. Verdad es que el dean de Lovaina por poderes que mostró del príncipe fue admitido al gobierno junto con el cardenal. Al infante don Fernando mandó en el reino de Nápoles el principado de Taranto, y las ciudades de Cotron, Tropea, la Amantia y Gallipoli; demás de cincuenta mil ducados que de las rentas de aquel reino ordenó le diese cada un año, que corriesen hasta tanto que el príncipe su hermano en algun estado le consignase otra tanta resta. Mandó otrosi que el duque de Calabria sin embargo que su ofensa fue muy calificada, le pusiesen en libertad, y encargaba al príncipe le diese estado con que se pudiese sustentar. Pero esta cláusula no se cumplió de todo punto y enteramente hasta el año de mil quinientos y treinta y tres por diversos respetos y ocasiones que El rey Católico desde Madrid con intento de pasar contra los caidos nunca faltan. Del vicecanciller An á Sevilla, por ser el aire muy templado, era ido á tonio Agustin no hizo mencion alguna, si por estar Plasencia: allí si bien muy agravado de su mal fue olvidado de su delito ó querer que otro le castigase, muy festejado y se detuvo algunos dias. Mandó al no se puede averiguar: basta que el cardenal de Esinfante don Fernando se fuese á Guadalupe, do pen-paña poco adelante le remitió y envió á Flandes donsaba volver. Iban en su compañía Pero Nuñez de de fue dado por libre. Pronuncióse la sentencia en Guzman Clavero de Calatrava su ayo, y su maestro Bruselas á los veinte y tres de setiembre deste misdon fray Alvaro Osorio, fraile dominico, obispo de mo año. Astorga. El rey pasó á la Serena por gozar de los vuelos de garzas, que los hay por aquella comarca muy buenos: recreacion á que era mas aficionado que á otros géneros de cazas y de altanería. Hacíanle compañía el almirante, el duque de Alba, el obispo de Burgos, tres de su consejo, es á saber el doctor Lorenzo Galindez de Carvajal, que escribió un breve comentario de lo que pasó estos años, los licenciados Zapata y Francisco de Vargas su contador, cuyo hijo y de doña Inés de Carvajal, el obispo de Plasencia

Nombró por sus testamentarios á la reina su mujer y al príncipe y al arzobispo de Zaragoza, á la duquesa de Cardona, al duque de Alba, al visorey de Nápoles, á fray Tomás de Matienzo su confesor, y á su protonotario Miguel Velazquez Clemente. Su cuer po ilevaron á enterará su capilla real de Granada, donde le pusieron junto con el de la reina doña Isabel que tenian depositado en el Alhambra. De los que haliaron á su muerte le acompañaron solos don Hernaudo de Aragon, y el marqués de Denia don Ber

se

nardo de Sandoval y Rojas y algunos otros caballeros señalarse con el muerto y con su memoria en todo de su casa. Por el camino los pueblos le salian á re-género de cortesía y de humanidad. En Cranada el cebir con cruces y lutos. En Córdova particularmen- clero, ciudad y cancillería á porfia se esmeraron en te, cuando por allí pasó el cuerpo, se señalaron el el recibimiento, enterramiento y exequias que himarqués de Priego y conde de Cabra con los demás cieron con toda solemnidad, como era razon, al concaballeros de aquella ciudad. Los desgustos pasados, quistador y único fundador del bien y felicidad de y la severidad de que en vida usó con ellos, á sus aquella ciudad y de todo aquel reino de Granada. nobles ánimos sirvieron mas aina de espuelas para

CONTINUA CION

DE LA

HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA,

POR

EL P. FR. JOSÉ DE MINIANA.

LIBRO PRIMERO.

CAPITULO 1.

De la proclamacion de Carlos I, rey de España. HECHAS con grande magnificencia las exequias del rey don Fernando, y enjutas las lágrimas que se derramaron por su muerte, se trató en el consejo de enviar á don Carlos el testamento en que era declarado sucesor, suplicándole viniese cuanto antes á tomar posesion de sus reinos heredados. Para este efecto se le despacharon cartas con fecha de veinte y dos de mayo de 1516. Entretanto se encargó el cuidado del gobierno al cardenal de España don fray Francisco Jimenez de Cisneros, y al dean de Lovaina Adriano Florencio, natural de Utrech, el que desde luego comenzaron á ejercer con poca conformidad en sus dictámenes, ya por la diferencia de costumbres, 6 ya porque ni uno ni otro podia admitir compañero en el mando. De la reina doña Juana á causa de su demencia, no se hizo por entonces mencion alguna. Su hijo don Fernando no podia entrometerse en las cosas del estado, segun lo habia dejado dispuesto su abuelo en su testamento, para que al deseo de reinar no se juntase el poder, y fuese ocasion de civiles discordias y turbulencias. Por disposicion del cardenal, y con mucho aplauso de los del consejo se trasladó lá córte á Madrid: y receloso de que don Fernando tenia muchos partidarios, le llevó consigo, y á doña Ursula Germana, viuda de don Fernando el Católico. Mientras tanto que se trataba de arreglar las cosas públicas, que en los principios de un reinado están mas dispuestas á novedades, indignados los grandes de que todo lo gobernase el cardenal, á quien tenian grande odio, no omitieron medio alguno para derribarle, y reducirle al estado de persona privada. A este efecto escribieron al rey cartas en que, entre otras cosas, le acusaban «de ser un hombre agreste y demasiado severo para el gobierno: que su natuDral violento y sanguinario no respiraba sino la guer»ra: que si no ponia remedio oportuno, era temible >>la próxima ruina del reino. » Por el contrario, el cardenal y el consejo le advirtieron «del peligro que >>amenazaban las ocultas maquinaciones y juntas de

>>los grandes que despreciaban su gobierno: que cran »muy pocos los que obedecian los mandatos del con»sejo, y ninguno contra su voluntad propia: que ca»recia de la suficiente autoridad y fuerzas para su»jetarlos; y que su contumacia habia llegado á tal >>estremo, que ya no podia finalmente contenerse y »quebrantarse sino usando de la fuerza y de las ar>>mas: inconvenientes todos dignos de una madura atencion. >>

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Entretanto don Carlos recibió la triste nueva de la muerte de su abuelo y despues de haber dado sinceras señales de dolor, y elogiado como debia la memoria de príncipe tan grande, mandó celebrar exequias con aparato magnifico en la iglesia mayor de Gante; y para que no faltase circunstancia á la solemnidad de este acto, asistió él mismo vestido de luto. Hecho esto, y convertida la tristeza en elegría, despues que fue saludado rey de España, dirigió sus cuidados á las cosas del reino. Lo primero que hizo fue responder al consejo: «que deseaba venir á Es»paña y satisfacer sus deseos: y que en el interin era »su voluntad gobernase el cardenal, cuya fidelidad y celo apreciaba mucho: que además queria que el »título de rey que habia aceptado por consejo del »emperador su abuelo, y del sumo pontifice, fuese »confirmado por todos los estados del reino, aten»diendo en esta parte á los derechos de la nacion.»> Al mismo tiempo escribió al cardenal recomendándole que pusiese en esto todos sus conatos; porque le parecia conveniente al bien público en unos tiempos tan calamitosos. No era muy fácil conseguirlo viviendo la reina madre, y estando los ánimos tan discordes: pero al fin venció la constancia de Jimenez, que con un grave discurso que hizo en el consejo, allanó todas las dificultades y triunfó de la resistencia de los grandes, que andaban maquinando dilaciones. Despues mandó alzar los estandartes por don Carlos de Austria, como se acostumbra en las aclamaciones de los reyes, primero en Madrid á treinta de mayo, y despues en todo el reino. Algunos comenzaban á declararse por el infante don Fernando, que por haber nacido y criádose en España, y por habituado á sus usos y costumbres parecia mas afecto á la nacion. Pero este designio, que solo se susurró entre pocas personas, causó gran perjuicio

á aquel escelso jóven, pues habiéndose manifestado mas abiertamente sus partidarios en el año siguiente, fue acusado de que aspiraba al reino, y le quitaron todos sus criados poniéndole otros desconocidos que le custodiasen y observasen conducta.

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sí mismo, y que de este modo pereció ignominiosamente. No duró mucho á Villalba la alegria de la victoria, porque acometido de una repentina enfermedad, murió en Estella en los brazos de su mujer, no sin sospechas de que le habian dado veneno. Este mismo año espulso Labrit del reino murió de pesadumbre; y de allí á pocos dias falleció tambien la reina Catalina, dejando por heredero á Enrique su hijo. Don Fadrique de Acuña tuvo por sucesor en el gobierno á don Antonio Manrique, duque de Nájera, varon de mucha fidelidad y de muy escelsos progenitores. Al mismo tiempo siguiendo el cardenal el consejo de Villalba, mandó demoler todas las ciudadelas y lugares fuertes de Navarra, á fin de quitar á los navarros las fuerzas y el deseo de rebelarse, y solo fue conservado el castillo de Marcilla, que era inespugnable por la naturaleza y el arte, lo cual se debió al valor de doua Ana de Velasco, mujer del conde de Falces. Procuró guarnecer y fortalecer á Pamplona, para cerrar por aquella parte la entrada á los franceses.

Los grandes, acostumbrados á conseguirlo todo por fuerza, con la muerte del rey don Fernando, que con su severidad los contenia en respeto, volvieron á seguir su antigua inclinacion. Don Pedro Giron, hombre inquieto y revoltoso, habia hecho una entrada con gente armada por las tierras del duque de Medina Sidonia con pretesto del derecho de su mujer doña Mencía, cuyo pleito se habia ventilado en tiempo del rey don Fernando. Era temible que las partes viniesen á parar en una guerra abierta, teniendo cada una parciales poderosos. El cardenal, habiéndose valido en vano de todos los me lics suaves, para que la audacia no crecies con la impunida 1, envió á don | Antonio de Fonseca con un buen golpe de gente armada contra don Pedro Giron, el cual se sometió, y sin ser necesario venir á las manos, dejó las armas con que habia inquietado toda la Andalucía. En Má- Gobernaba entonces á Aragon don Alonso, hijo de laga se levantó otra tempestad. Los ciudadanos se don Fernando el Católico, nacido de Aldonza su consublevaron contra el almirante, y tomaron las armas cubina, bajo de cuya tutela se hallaba el reino libre por la libertad en que pretendian mantenersc. Amo- de toda suerte de alteracion. Llegaron al rey muchas nestados por el cardenal para que volviesen á su de- súplicas y ruegos de sus vasallos, por medio de una ber, persistieron contumaces, sin atencion á la dig- solemne embajada que le enviaron, en que le maninidad de la persona que les mandaba una cosa tan festaban que esperaban con grande impaciencia su justa. Viendo pues que era preciso sujetarlos con la venida. Este afectuoso cuidado, que era indicio de fuerza, envió con tropa á don Antonio de la Cueva. su amor y lealtad, le fue sumamente agradable. AuPero los rebeldes, siguiendo mejor consejo, le salieron mentada por Jimenez la armada naval con veinte gaal encuentro en Antequera prometiendo que serian leras para guardar y conservar las costas de España, obedientes, y que se sujetarian á los magistrados. parte de ella peleó prósperamente con los piratas, y Don Antonio los escuchó benignamente, pero no habiendo apresado cinco galeras de los mahometaquiso deliberar cosa alguna sin dar parte al cardenal. nos, y muerto á seiscientos de ellos, fueron conduY movido este del arrepentimiento de los malague-cidas á remo al puerto de Alicante. Sabida esta victoños, mandó perdonarlos, y que solo se impusiese la ria por el papa Leon décimo, escribió al cardenal pena de muerte á los autores del tumulto. Para ase- dándole el parabien, y animándole á perseguir los gurar la autoridad con las armas, como era amigo de enemigos del nombre cristiano. Otras cuatro galeras dominar, mandó hacer levas por todo el reino, y en fueron apresa las por Berenguer Olms. Volvieron los breve formó un buen ejército para tenerle prevenido moros á dejarse ver en las costas de Andalucía, pero en cualquier acontecimiento. El pretesto era para en lugar de la presa que esperaban, fueron derrotacontener á los moros, enemigos cuotidianos, que dos y muertos muchos de ellos; y de este modo quetodas partes nos molestaban, pero su verdadero de- dó limpio el mar y la tierra de piratas, à costa de la signio el de reprimir la autoridad de los grandes y la sangre de pocos cristianos. Entretanto acaeció una contumacia de los pueblos. No faltaron ciu-lades que contienda entre españoles y genoveses, irritados resistieron los mandatos del cardenal prohibiendo los estos por la insolencia de Juan Rius, cosario cataalistamientos á instancias de los magistrados. Per- lan, que contra todo derecho y justicia les habia sistiendo el cardenal con mayor teson en sus man- robado sus naves. Lo que mas les incitó á la vengandatos, hicieron manifiesta resistencia estas ciudades, za fue la soberbia respuesta que les dió el catalan en y especialmente la de Valladolid, que llegó al estre- el puerto de Cartagena, adonde habian entrado, y no mo de juntar un ejército para oponerse con la fuerza sufriendo los genoveses la contumelia sobre la injuria en caso necesario. Los grandes, noticiosos de los in- recibida, comenzaron á disparar la artillería de sus tentos del cardenal, se pusieron de parte de las ciu- buques, y les correspondieron con depuedo los espadades rebeldes, y con secretas inteligencias irritañoles trabándose una reñida pelea. En lo mas fuerte ban los ánimos y echaban leña al fuego. El cardenal dió cuenta al rey, y en vista de su respuesta dejaron las armas, y obedecieron los de Valladolid, con lo cual calmó la sedicion.

en

No faltaron por este tiempo temores esternos, pues por la parte de Francia habia hecho una entrada en la Navarra don Pedro de Navarra, apasionadisimo secuaz de la casa de Labrit, para que los del país, visto el socorro que les presentaba se apartasen de la obediencia de Castilla, á cuyo dominio habían sido poco antes sujetados por don Fernando el Católico. Pero habiéndole salido al encuentro con un poderoso ejército don Fernando de Villalba, capitan de mucha esperiencia, le presentó batalla en lo mas estrecho de los montes. La victoria al fin se declaró por ViHlalba, y Navarra con grande parte de la nobleza que le seguían quedaron prisioneros. Sin embargo el éxito fue desgraciado para uno y otro generai. Navarra encerrado en el castillo de Simancas, desesperando conseguir su libertad, se dice que se mató á

de

de ella, cogiendo Olms un esquife saltó á tierra, y
puso en arma á la multitud que ya estaba prevenida
para resistir á los genoveses; pero la noche puso fin
al combate con no pequeña pérdida de unos y
otros. Indignado gravemente el cardenal de esta
ofensa, y como tan acérrimo defensor de la autoridad
real, ordenó por un edicto que inmediatamente sa-
liesen de España todos los genoveses, y se secues
trasen sus bienes y efectos; pero despues le revocó
la benignidad del rey habiendo implorado aquellos
su clemencia. El cosario Rius, además del estrago
que padeció su galera, no hubiera evitado el castigo
si el favor de la corte no hubiese desarmado la ira del
Cardenal. Ramon de Carros, valenciano,
muy valeroso, desbarató los intentos que Homic
Barbaroja tenia de tomar á Burgia; cuya ciudad
combatió en vano el Turco con terrible batería de
máquinas de guerra, perdiendo allí á Isaac su herma
no, y la mano izquierda, bien que reparó esta falta
acomodándose en el codo otra de hierro Mas no ten.

hombre

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