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agravándosele la enfermedad, pasó de esta vida á la in- | te. Pero fue reprendido por su hijo, y por la inmode mortal en el mismo dia en que sus soldados se hicieron rada pasion de engrandecer y ensalzar la familia de dueños de Parma. Acaeció su muerte el dia primero los Médicis. Los imperiales fueron penetrados vivade diciembre, á la edad de cuarenta y siete años. Era mente de dolor con la triste nueva de la muerte del hijo de Lorenzo de Médicis, nieto de Pedro, y viznie- papa, pues faltándoles el oro pontificio se retardaria to del gran Cosme, y fue otro Mecenas para los hom- la conclusion de la guerra, y despidieron las tropas bres doctos. Entre otros muchos beneficios que hizo suizas y alemanas, dejando solo algunas pocas comal César, fue uno el de dispensarle de la ley estable-pañías para las quarniciones de los castillos. Lautrec cida por Urbano Cuarto, en la cual prohibia que el recobrando el ánimo con la desgracia de los imperiaemperador pudiese ser rey de Nápoles. Aumentó con les, mandó á Lescun que con la mayor diligencia panuevas obras el Vaticano, y le adornó magníficamen- sasé á Francia para disculparle con el rey, y pedirle

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socorro de tropas. Mientras tanto acometió él mismo | á Parma, pero fue rechazado con ignominia por Francisco Guiciardino, historiador célebre y valiéndose de esta ocasion los duques de Ferrara y de Urbino, recobraron ahora todo lo perdido; aquel lo que le habia tomado Vitello; y este el principado de que se habian apoderado los Médicis.

LIBRO SEGUNDO.

1

CAPITULO I.

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El cardenal gobernador de España es electo sumo pon

tifice. Continúa la guerra de Italia.

A principios de este año de 1522, el dia nueve de enero, despues de muchos debates entre los cardehales, y por unánime voto de todos fue declarado sumo pontifice el cardenal' Adriano Florencio, gobernador de España, que tenia entonces sesenta y un años, y sin sospecha alguna de ambicion, ni de que lo hubiese solicitado, sino solo por su esclarecida virtud. Residia el cardenal en la ciudad de Vitoria, cuando recibió con poca alegría la nueva de habérsele conferido la suprema dignidad entre los hombres : lo que era muy conforme a su probidad y modestia. Inmediatamente acudieron los obispos y los grandes en

gran número á tributarle sus respetos. Desde allí pasó á Búrgos y á Valladolid, y en el mes de marzo se trasladó á Zaragoza, donde fue re cibido con la mayor ostentacion y regocijo, y se detuvo algun tiempo: el magistrado de la ciudad le regalo parte de las reliquias de San Lamberto, de quien era muy devoto, y para manifestar su agradecimiento á este don, mandó que en el mismo lugar en que este glorioso mártir habia sido degollado por la fe de Jesucristo, se edificase un convento de religiosos de la Santísima Trinidad, obra magnífica y verdaderamente régia. Su primer ministro fue el reverendo padre fray Juan letras. Disponian á' un mismo tiempo su partida el Ferrer, valenciano, varon ilustre en santidad y en Italia, á fin de arreglar sus cosas, y el César despues pontífice y el César, aquel para llegar cuanto antes á de dar órden en las de Alemania, para regresar á España.

habia

Era entonces la Lombardia el teatro de la guerra, y solo resonaba en ella el ruido de las armas. El Francés con la esperanza de recobrar á Milan, mandado á Renato, duque de Saboya, que se pusiese luego en marcha con nuevas tropas que se componian de diez mil suizos, y las compañías francesas. Esforcia añadió á las del César seis mil infantes que habia reclutado en los confines de Alemania, adonde se refugio despues que fue arrojado de la Lombardía,

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le asia ob dilaa 86800 to v anlag eslashop of sing HISTORIA DE ESPAÑA. 277 y don Fernando de Austria otros mil, mandados por tir. Fue grande el estrago que en ellos hizo la artilleAdorno. Colona, aunque inferior en fuerzas, confia- ría; pero sin aterrarse en manera alguna, habiendo do en la buena voluntad de los milaneses, se encargó saltado el foso intentaron con furor forzar las trincon grande ánimo de la defensa de la ciudad, que cheras, y cayó sobre ellos una lluvia innumerable de era el blanco de todos. Cerró con máquinas y fosos balas, peleándose en este paraje con mas ardor que la fortaleza guarneciéndola con cuatro mil hombres constancia. Esforcia que salió al encuentro de los permanentes, y encargó á Felipe Fornelo y á Antonio franceses, sostuvo valerosamente la batalla, y defende Leiva, dos de los principales capitanes, las plazas dió su puesto. Los venecianos mandados por el duque de Novara y Pavía para que las defendiesen. Habia de Urbino, para engañar á los imperiales se habian venido Esforcia á Pavía cuidadoso de su propio inte- puesto en los vestidos cruces rojas, de cuya insignia rés para acudir desde cerca á los que peleaban á fa-usaban los otros por divisa. Conoció Colona el ardid, vor suyo. Desde allí fue llamado á Milan por Colona, y al punto mandó á los suyos que se pusiesen ramos para animar á los ciudadanos, al mismo tiempo que verdes en las gorras para que por ellos fuesen conolos franceses se apoderaron y saquearon á Novara. cidos. Descubierto que fue el engaño, se retiraron Tenian estos tomados los caminos; pero Esforcia por los venecianos apenas entraron en el combate, atesendas ocultas consiguió llegar salvo á la ciudad con morizados del horrendo estrago de los suizos; los tanta alegría y aplauso de sus habitantes, como si cuales habiéndolos exhortado en vano Lautrec á que con su principe hubiesen recibido toda la felicidad. volviesen á la pelea, desampararon la accion, y los Al momento cargaron sobre Milan todas las tropas siguieron otros muchos que detestaban el precipitafrancesas para arruinar juntamente á toda la provin- do consejo del general. Era grande el ardor de los imcia; mas no obstante fue acometida en vano la ciudad periales en seguir al enemigo fugitivo: pero Colona pesar de los esfuerzos de Pedro Navarro que dirigia sin envanecerse con la victoria prohibió á los suyos las minas y obras subterráneas. Fue causa de un que le siguiesen, contentándose con lo ganado, pornuevo dolor la muerte de Antonio Colona, que mili- que no ignoraba que la desesperacion suele inspirar tando bajo las banderas del Francés, fue des pedazado nuevos ánimos. En esta batalla perecieron tres mil por una bala de artillería. Como las cosas no suce- suizos con su comandante Alberto Petra, y diez y dían á los franceses segun sus deseos, dirigieron su siete capitanes de gran nombre. Las demás naciones furor contra Pavía con mayor conato, pero con igual no perdieron tantos: de los imperiales murieron muy suceso. Habia entrado en aquella ciudad por medio pocos, y entre ellos el conde de Colisano, y salieron de los reales enemigos, que aun no estaban bien for- heridos don Alfonso Dávalos, marqués del Basto, y tificados, una compañía de españoles valientes que otros hombres ilustres. Despues de esta desgraciada iban á socorrerla; con cuyo auxilio animados los si- ob nos riom of you is obsivne sided noiup, or tiados, rechazaban fácilmente el ímpetu de los fran-oillzug: aszovóns aol à sasimonos pup seming

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á un enemigo tan astuto. Pero cansado de mudar los
reales, y fatigado de los insultos de los suizos, que nadalin
le pedían los condujese al enemigo, ó que les pagase, -81129 2017,
y que si no les concedia uno ú otro, les diera licencia oboluit is ns29
para retirarse, se aventuró aunque con peligro á dar zoible col spine
una batalla, antes que le abandonasen con sus tro-yer is hogy
pas. No ignorando Colona lo que pasaba en el campo 1 2916 à esso si ompli ohnoided y;sions
del enemigo, se habia acampado en un sitio muy se--ulum id El condestable de Borbon.
guro cerca de Bicoca, pueblo inmediato á Milan. La obetet mot 26 2017, aodong
frente del ejército se hallaba fortificada con un foso,
y con mucha artillería. Esforcia con los milaneses
defendia el puente por donde habia paso abierto á los
reales, y la parte opuesta la guarnecian Leiva y don
Juan de Cardona, conde de Colisano, con tropas es-
cogidas. El dia veinte y dos de abril al amanecer
ordenó el Francés sus tropas con mucho estrépito.
Iban delante los suizos, porque deseosos de combatir
habian pedido que se les concediese este honor, y era
tal su impaciencia que apenas llegaron á tiro, y sin
esperar la señal para la batalla comenzaron á embes-

batalla se pusieron los suizos en camino para su pa-
tria, no dando oidos á ruegos algunos ni promesas de
los franceses. Los venecianos se retiraron á los pre-
sidios de las fronteras, y Lautrec á Francia con parte
de las tropas, á quien seguia Lescun; habiendo perdi-
do lo que quedaba en la Lombardia además de las for-
talezas de Milan, Cremona y Novara.mel

A fines del mes de mayo se trasladó á Génova todo el peso de la guerra á persuasion de Adorno, para que se cumpliese el ardiente deseo que tenia el César de arrojar de toda la Italia á los franceses, persuadido

de

á

que de otro modo no se restableceria la quietud nico. Dispuestas estas y otras cosas salió de Brujas el pública. Incitaba tambien á Adorno la esperanza de dia veinte y cuatro de mayo, y pasando por Nieuport su interés particular, esto es, de restituirse á su pa- y Dunkerque arribó á Calais, donde fue recibido y tria, y de apoderarse del mando de ella. A este fin obsequiado magnificamente por los ingleses. Al dia pues se dirigieron cartas al senado y á los amigos de siguiente volvió á embarcarse, y en cuatro horas los Adornos, en que se les decia: «que no quisiesen llegó á Dowres. Desde alli se puso en camino para »padecer las hostilidades que sufren los vencidos en Londres, donde entró con una pompa semejante á la »la guerra que volviesen en sí, y no se opusieran á de un triunfo. Habiendo ratificato la anterior alianza »que la patria recobrase su amada libertad, y se es- que tenia hecha con el rey de Inglaterra, se añadie»terminase la tiranía de los Fregosos, y que esto se- ron nuevas condiciones acerca de la guerra contra oria útil y honroso, especialmente á aquellos que el Francés, á quien declaró Enrique por violador de >>tenian á su cargo el gobierno y direccion de la re- su palabra en haber movido sus armas contra la »pública. Pero estas razones hicieron poco efecto Flandes. Además se estipuló que contribuiria el Céen una ciudad dividida en facciones y partidos. Co-sar con los ciento y treinta mil escudos que en tiempo lona y Pescara, despues que conocieron que era de paz pagaba Francisco al rey Enrique, hasta que preciso usar de la fuerza, derribaron con su artille sujetados por la guerra los pueblos de Francia conría una parte del muro, y sin dilacion entraron por tribuyesen igual suma. Arreglados estos artículos se la brecha los soldados en la ciudad. Añadióles nuevo embarcó el César en Hampton el dia cuatro de julio: esfuerzo la promesa que los capitanes les habian he- y habiendo levado anclas á la mañana siguiente, á cho de entregársela a saqueo; y habiéndose puesto los diez dias de navegacion arribó al puerto de Saner fuga los que la guarnecian, esta grande y opulenta tander, perdiendo en este viaje un navío que se inciudad fue tomada casi sin derramar sangre alguna, cendió casualmente. y abandonada á los soldados. No hubo injuria alguna que dejase de cometer el militar desenfreno por espacio de dos dias. Y para sacar de allí á los soldados y poner fin al estrago, divulgaron los capitanes que el Francés habia pasado los montes, y se acercaba con un poderoso ejército. Conmovidos con esta noticia se volvieron á su campo cargados de ricos despojos. Fregoso que se hallaba en cama enfermo de los piés se entregó á Pescara, y murió de allí á breve tiempo. Tambien fue hecho prisionero Pedro Navarro, á quien habia enviado el rey de Francia con dos galeras para que socorriese á los genoveses auxilio tardío, y que solo sirvió para agravar la calamidad. Luego que Adorno fue declarado dux en lugar de Fregoso, redujo en poco tiempo á su dominio el castillo, y los puestos fortificados. Arregladas que fueron las cosas civiles, y establecida la república conforme á los deseos del César, se volvieron los vencedores á Ja Lombardía para velar sobre los movimientos de los franceses. En este tiempo falleció don Ramon de Cardona, virey de Nápoles, con grave dolor y sentimiento de sus habitantes, de quienes era muy ama do; fue hombre de mucho valor y prudencia, y gobernó aquel reino trece años con grande alabanza. Ordenó en su testamento que su cuerpo fuese trasladado á la iglesia de nuestra Señora de Monserrate. Sucedióle Carlos Lanoy, noble flamenco, en premio de que su mujer Isabel habia dado la primera leche

al César.

CAPITULO II.

Vuelve el César á España. Apacigua las sediciones de los Comuneros y castiga á los mas principales autores de ellas.

Luego que llegó el César á Palencia, recibió cartas del nuevo pontífice Adriano Sesto en que se disculpaba de no pasar á visitarle, significándole que le era preciso transferirse cuanto antes á Italia, para componer con su presencia las discordias que allí habia. Tal vez lo hizo para que no se creyese que el padre comun de los fieles era mas adicto al César de lo que convenia, por lo cual sin aguardarle se embarcó para Génova en una armada española, y desde allí se transfirió á Roma. Fue recibido con mucha alegría del pueblo, y mucho gozo de los cardenales á fines del mes de agosto; en cuyo tiempo se hallaba la ciudad afligida de una gran peste que hacia mucho estrago, la cual cesó á pocos días, aplacado el cielo con piadosas rogativas y oraciones, y no con el mágico sacrificio de un toro, como escribieron los que mezclan fábulas pueriles en la historia. Vino el César á Valladolid adonde habian acudido los grandes á congratularle: y se dispusieron tantos festejos en señal de la alegría pública, que podia creerse que habian ido á divertirse. Al día siguiente pasó á visitar á su madre, y mandó, que se hiciese un aniversario por su padre don Felipe, y que se repartieseu limosnas á los pobres. Por este tiempo acaeció un terremoto en las costas de Andalucia, que arruinó la fortaleza y la ciudad de Almería, y pereció entre las ruinas la mayor parte de sus habitantes. El maestro Mota regresó de Flandes, y habiendo sido trasladado á la silla episcopal de Palencia, murió el mes de setiembre. Volvió el César á Valladolid; y examinadas las causas de los sediciosos, condenó á pena capital Pimentel que habia sido hecho prisionero en la bataá unos pocos de los principales autores. Don Pedro Hla de Villalar fue degollado en Palencia. Los procuradores de Segovia y Guadalajara en la junta de los Comuneros con otros cinco sufrieron la misma pena en Medina del Campo. Mas adelante fueron tambien castigados el conde de Salvatierra y el obispo de Zamora, aquel habiéndole abierto las venas en la cárcel, y este que era reo de atroces maldades, fue ahorcado, sucediéndole en el obispado don Francisco de Mendoza. Los parientes de Giron y de otros nobles, acudieron á implorar la clemencia del César, el cual les condenó á la pena de muerte en que habian incurrido, conmutándosela en otra ligera. Despues mandó publicar un perdon general con que todos los demás quedaron libres. ⠀⠀

Los pueblos de los confines de Flandes se hallaban por este tiempo afligidos con disensiones, y los estragos que recíprocamente se causaban eran el fruto de sus discordias, que eran mas vivas entre los Geldrios y los Vesfrisios, ostigados por el César, y por el rey de Francia; y habiendo llegado las cosas á tales términos que por mar y por tierra se hacian mútuamente presas y robos, y los campos eran talados, y finalmente por todas partes solo se veian turbulencias y desórdenes: preludios ciertos de la cruelísima guerra que estaba próxima á declararse. El César para navegar á España juntó en Middelburgo una armada de ciento y cincuenta navíos, y habiendo embarcado en ella seis mil soldados entre alemanes y terrabía, y habiendo tomado algunos pueblos corrió El duque de Alburquerque, estrechaba á Fuenflamencos, les mandó que navegasen hácia Inglater-talando los campos hasta Bayona, y so le juntó Phira, y les esperasen en Hampton. Doña Margarita su hermana continuó en el gobierno de Flandes, y dejó á don Fernando por su vicario en el imperio germá

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liberto de Chalons, principe de Orange, con tropa extranjera. En vano intentarou los franceses introducir víveres y provisiones en la plaza, porque

fueron

rechazados muchas veces, así por tierra como por mar, con mucha pérdida suya. Habia ya llegado la guarnicion al último estremo, cuando aumentado el ejército francés que mandaba Paliza con diez mil infantes y seiscientos cabalios, hizo levantar el sitio, retirándose el español, cuyas fuerzas eran inferiores; introdujo en la ciudad un completo socorro de viveres y gente y habiendo puesto á Franquet en lugar de Mr. de Luda para defender la plaza, marchó desde allí á la Guyena.

En Valencia resonaba toda ía el ruido de las armas, porque los de Játiva se mantenian en su obstinacion. Dentro de la ciudad se veiau cada dia mas estrechos faltos de todo, y al fin con la llegada del marqués de Cenete, ofrecieron sujetarse en todo al virey. Pero faltando á su palabra, movidos de una vana sospecha, encerraron al de Cenete como en rehenes en la fortaleza, aunque en breve le pusieron en libertad por temor á los valencianos que lo reclamaron con grandes amenazas. Como no pudiese el virey atraer ǎ ningun partido justo y equitativo á los de Jitiva que se hallaban tan alucinados, se dedicó á sujetar por medio de las armas á los comarcanos. Peleó prósperamente con los de Játiva que habian acudido á socorrer á sus socios, haciendo prisioneros en este combate á quinientos de ellos, y mandó ahorcar unos cuarenta y seis. No atreviéndose Peris á emprender cosa alguna en campo rasu, volvió á Valencia ocultamente, á fin de dar nuevo fomento á la sedicion. Salieron contra él con armas el gobernador Cabanillas, el marqués de Cenete, y don Manuel Ejarque, seguidos de todo el pueblo fil. Dióse el combate en una calle angosta, aunque con mucha desigualdad, porque desde los tejados peleaban las mujeres y muchachos, tirando lo que podian haber á las manos. Cenete fue herido por una mujer en la cabeza, y en un hombro con alguna teja, y cayó en tierra sin sentido; pero habiendo vuelto en sí, y levantádose del suelo se renovó la pelea con mas ardor sin que los sediciosos omitiesen ningun medio para causar estrago. Peris y sus compañeros no podian ya resistir el impetu de los que los acometian, y abandonan lo la pelea se refugiaron en una casa, poniendo toda su esperanza en las paredes. Al punto la pegan fuego, y viendo ya levantarse la llama resolvieron entregarse aterrados del peligro que corrian. Bajaron por una ventana, y el pueblo enfurecido acabó con ellos á cuchilladas, y sus miembros despedazados fueros puestos en la horca. La casa fue arrasada hasta los cimientos para que su suelo sirviese de memoria del castigo. No se apaciguaron con esto las turbulencias, pues corria por el reino un hombre perverso, que era creido por el vulgo nieto de don Fernando el Católico, y hijo de don Juan. Es increible cuanto abusó este impostor de la necia credulidad popular, y cuán persuadidos tenia á todos de que era un príncipe encubierto; pero mientras disponía las cosas para apoderarse de la ciudad, fue degollado en un lugar inmediato llamado Burjasot, y de este modo puso fin á la escena. Peleó otra vez el virey con los de Játiva; les mató mil de su ejército, y les tomó siete banderas, y al tiempo que se disponia de nuevo á acometer á la ciudad, oyeron los de dentro que el César habia vuelto á España, y movidos por el respeto de su nombre ó por el temor, dejaron las armas y se entregaron, y Alcira siguió su ejemplo. Fue preso Sorolla, que era el incitador de la guerra, y otros amotinados, los cuales todos fueron ajusticiados en diversos tiempos, y refrenados tambien los desórdenes que produjo la guerra. Cesaron por fin las muertes y estragos.

Don Fernando, duque de Calabria, fue sacado del castillo de Játiva donde estaba preso, y por mandado del César le condujo el virey honoríficamente á Castilla. Entretanto murió de enfermedad don Rodrigo

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su hermano, marqués de Cenete. Los valencianos enviaron una diputacion al César, que no consiguió audiencia porque no iba autorizada solemnemente por el reino, y fue preciso que enviasen otra. Condescendió el César á lo que le pedian; removió de allí al virey Mendoza, á quien tenia el pueblo un odio implacable, y nombró en su lugar á doña Germana de Fox, la cual entró en la ciudad á mediados de diciembre del año siguiente, y fue recibida con estraordinario regocijo y alegría de los ciudadanos. Pasado año y medio, el dia ocho de julio, de mil quinientos veinte y cinco, murió el príncipe de Brandemburgo su marido, como lo escrie Agnesio, poeta valenciano, que vivia en aquel tiempo. Despues de esto se casó en terceras nupcias con don Fernando, duque de Calabria, con beneplácito del César, por la grande fidelidad que habia conservado en todo el tiempo de las turbulencias, pues á pesar de los ruegos, y promesas que le hacian los sediciosos, nunca pudieron moverie á ejecutar cosa alguna que fuese indigna de su carácter. Mientras vivió obtuvo el gobierno de Valencia: creyóse que le casaron con aquella señora, para que de este matrimonio no sa→ liese alguno que reclamase el reino de Nápoles, cuya opinion se ha conservado en Valencia sin que se apoye en ningun autor. Pero volvamos á seguir el hilo de nuestra historia.

Para reprimir los furores de Mallorca envió el César una armada, la que habiendo llegado á Ibiza recibió al virey arrojado por los tumultuados de la isla, y le condujo á Alcudia. Hecho el desembarco hubo un sangriento combate en el que perecieron muchos sediciosos, y los que cayeron prisioneros fueron hechos cuartos, y colgados de los árboles. ¡ Horrendo espectáculo á la verdad ! perc absolutamente necesario para quebrantar la obstinacion de aquellos hombres. Aunque la isla se hallaba reducida a la obediencia, no estaban sujetos los ánimos de los habitantes de Palma su capital. Dirijió el virey sus tropas hácia ella para ver si los podia reducir amenazándoles con hostilidades, pero se abstuvo de acometer á una ciudad tan fortificada con murallas, armas y gente. Despues de tres meses de sitio, y por intercesion del obispo fray Pedro de Pont, del orden de la Santísima Trinidad, que se dedicó con gran celo á apaciguar los tumultos, se sujetaron los palmenses, y volvieron á su deber. Fue recibido el virey dentro de los muros el dia siete de marzo del año siguiente, y los fomentadores del tumulto fueron castigados con gravísimos suplicios, y aplicados sus bienes al fisco real que ellos habian robado. Concedióse à la villa de Alcudia algunas inmunidades en recompensa de su constante fidelidad. Distribuidas de este modo las penas y los premios, se disipó enteramente la sedicion y se restableció la autoridad y respeto á los magistra los.

En este verano habia pasado á Francia el rey de Inglaterra Enrique, con el cual se juntaron dos mil españoles, y nueve mil flamencos y alemanes. Para obligar á los franceses á una batalla taló sus campos, y los molestó en todas las demás vejaciones propias de la guerra. No habiendo podido conseguir su designio, puso sitio á Hesdin; pero su ejército fue acometido de la peste, de que murieron muchos soldados, y se volvió a Inglaterra despues de haber gastado inútilmente dos meses en el sitio de aquella ciudad. En este año falleció de una aplopegia Antonio de Nebrija, andaluz, que despues de una larga peregrinacion en que recorrió casi todas las universidades de Italia volvió á España, y restauró en ella el estudio de las letras humanas, que se hallaban sepultadas en las tinieblas de la ignorancia. Sus escritos sagrados y profanos son muy alabados de los hombres doctos; aunque su historia de los hechos de don Fernando es menos apreciada por la flojedad y

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bajeza de estilo. Acaeció su muerte en Alcalá de Henares, á principios del mes de julio, á los setenta y siete años de edad. Al fin de este año murió tambien en Roma el eminentísimo Bernardino de Carvajal, obispo de Ostia y cardenal; y fue sepultado en la iglesia de Santa Cruz de Jerusalen. El obispado de Plasencia, que él habia obtenido se confirió á su instancia á don Gutierre de Carvajal su sobrino, hijo de su hermana. Habíase arraigado la costumbre de renunciar las iglesias en los parientes, y de poseer por herencia el santuario de Dios.

CAPITULO III.

Liga entre el César, el pontifice y otros estados contra los franceses derrota de estos en Italia: muerte de

Adriano Sesto y eleccion de Clemente Sétimo.

A principios de este año de 1523, tuvo el César córtes en Palencia, y en ellas se trató de la escasez del erario público para sostener la guerra de Francia. Por cuya causa contribuyeron las ciudades por donativo estraordinario con cuatrocientos mil escudos. Comenzó á disponerse la guerra para arrojar á los franceses de los límites de Vizcaya. En Italia no podian sosegarse las cosas, habiéndose suscitado una guerra interminable entre los príncipes por la posesion de la Lombardía. Los venecianos renunciaron la alianza francesa, y establecieron otra nueva con el César, disgustados del rey Francisco, que solo pensaba en sus deleites, y cuya desidia, segun decian, los habia puesto en los mayores peligros. Entraron tambien en la misma alianza el papa Adriano, las ciudades libres, los principes y finalmente toda la Italia, haciendo sociedad de armas, escepto el duque de Ferrara, que estaba inclinado al Francés. El fin era para que unidas las fuerzas segun las facultades y poder de cada uno, fuese espelido de toda Italia el nombre francés, y que con el recíproco auxilio se le impidiese molestar los dominios de cada uno de los aliados: Colona fue declarado por generalísimo, á pesar de otros muchos que solicitaban este cargo. Por el contrario, el rey de Francia Francisco ha bia determinado hacerles la guerra en persona con todas las fuerzas del reino, para borrar con algun hecho grande la ignominia de la vergonzosa pérdida de la Lombardía. Pero le disuadió de este intento el condestable Carlos de Borbon con un pernicioso consejo. Este pues habia rehusado con desprecio la boda de madama Luisa, madre del rey, lo que ocasionó un cruel dolor y grave indignacion á la que deseaba con ansia este casamiento, y despues de haberle hecho muchas y pesadas injurias, le movió pleito para despojarle de sus bienes. Acudió Borbon al rey para repeler esta vejacion, pero no halló en él proteccion alguna. Por lo cual deseoso de la venganza, escribió cartas al César y al rey de Inglaterra sugiriéndoles ideas perjudiciales contra su rey y contra su patria, despreciando la infamia que de aquí le resultaria, con tal que consiguiese lo que revolvia en su ánimo. Estas maquinaciones no podian permanecer ocultas, aunque se trataban con inucho secreto. Luego que el rey llegó á penetrarlas, pasó á Moulins, donde se -hallaba Borbon en cama con una fingida enfermedad. Descubrióle su llaga con muy suaves palabras, y le exhortó á que avergonzándose de su criminal designio se abstuviese de desertar, prometiéndole que si perdia el pleito, le recompensaria los daños con liberalidad régia. Negó Borbon el hecho con gran firmeza de ánimo; ofreciéndole que al momento que convaleciese marcharia al ejército: como el rey era de un carácter sencillo, le dió entero crédito, y prosiguió su camino á Leon con designio de llevar sus armas á la Italia. Pero noticioso Borbon de que el pleito se habia decidido á favor de madama Luisa, y viéndose por consiguiente despojado de sus bienes,

determinó obstinadamente perderá su rey, ó perecer en la demanda, y acompañado solo de Pomperant, á quien se habia descubierto, se huyó disfrazado á Saboya, y despues á Génova á fin de embarcarse para España.

Habíase ya pasado la ocasion oportuna de hacer una entrada en Francia como estaba convenido, acercando á sus fronteras tres legiones de alemanes najo de la conducta de Fustemberg, porque Borbon no habia cumplido á tiempo su palabra, y así dispersándose las tropas porque les faltaba la paga, se desvanecia aquella tormenta. De las mismas astucias y ardides se valia el Francés contra el César, pero con igual fortuna, pues se descubrió antes de lo que convenia la proyectada empresa de sublevar la Sicilia. Porque habiendo sido cogido cerca de Roma Francisco Imperatori, siciliano con cartas escritas por el cardenal Volaterrano al rey de Francia, fue enviado con segura costodia á Sicilia, y dándole tormento reveló toda la trama. Indignado el pontífice contra el cardenal, le hizo encarcelar en el castillo de San Angelo, confiscándole sus bienes. En Sicilia fueron degollados y descuartizados el conde de Camerino, el tesorero Nicolás Vicencio, y Portulano, los cuales con Imperatori fueron convencidos de haber entrado en la conjuracion. Causó tan gran dolor al hijo de Camerino, no tanto el castigo, cuanto el delito de su padre, que cayendo enfermo repentinamente, murió en breve tiempo. Pero volvamos á seguir el hilo comenzado.

Temeroso el rey de Francia por la fuga de Borbon, de sus ocultas maquinaciones, y para oponerse á ellas desde su reino, se abstuvo con prudente consejo de ir en persona á la espedicion de Italia: en su lugar envió á Bonivet, almirante de Francia, para acometer á la Lombardía con treinta mil infantes y cinco mil caballos. En el primer ímpetu, en el que se dice son muy fuertes los franceses, se apoderaron de algunos pueblos, y aun llegaron á acometer los muros de Milan. Pero entibiándose el ardor de esta gente, comenzaron luego á decaer y retroceder en sus empresas. Juntaron sus fuerzas Bayardo y Rencio Cheri, de la familia Ursina, y acometieron de improviso á Cremona, cuidadosos de conservar la fortaleza que tenia Bonnovio con guarnicion francesa. Mas habiendo sido rechazados levantaron el sitio, y se volvieron á los reales de Bonivet, que no estaban lejos de Milan, y la fortaleza desesperada de recibir socorro de los suyos, se entregó á los españoles, que eran dueños de la ciudad. Poco antes habia entrado Colona en la fortaleza de Milan por eurega de Mascaron. A la verdad no podian hallarse en peor estado las cosas de los franceses. Pues intentando con muchas tropas y auxilios librar estas fortalezas del sitio que padecian, perdieron lo uno y lo otro, y parece que la Providencia se oponia á todos sus esfuerzos.

En medio de la confusion de esta guerra murió el sumo pontifice Adriano Sesto consumido mas de las molestias que le causaba la situacion de las cosas que de la fuerza de la enfermedad; fue varon insigne en piedad y doctrina. Los romanos le tuvieron por poco capaz para el gobierno, y á la verdad ninguna cosa fue para él mas infeliz que mandar, como se lee en el epitafio de su sepulcro. Dió muestras de grande amor al César, su alumno, en dos bulas que espidió á favor suyo. Por la una le concedió perpétuamente á él y sus sucesores el maestrazgo de las órdenes militares, que antes solia conferirse á los reyes de España por tiempo limitado; y por la otra elderecho tambien perpétuo de presentar los obispos de España, que aunque en los tiempos anteriores eran instituidos por los papas, á presentacion de los reyes, gozaban precariamente de esta prerogativa. Creó un solo cardenal que fue Guillelmo Enchavord, su compatriota,

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