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»rostro le bañan. Acuérdome del llanto en que le de»jé. Sed cierto que su dolor es tan grande que me ma»ravillo pueda vivir en medio de tan grandes tra»bajos y penas. Solo le entretiene la confianza que »fundada la paz de Italia, por vuestra mano se reme»diarán y vengarán estos daños: esperanza que si (lo »>que Dios no queria) le faltase, sin duda moriria de »pesar: no os tengo por tan duro que no os dejeis vencer de voces, ruegos y sollozos semejantes.>>

A estas razones el rey respondió que ni él fue causa de la guerra pasada, ni pondria impedimento para que no se hiciese la paz: que su costumbre era buscar en la guerra la paz, y no al contrario: «No quiero, »dice, faltar al comun consentimiento de Italia. El »agravio que se me hizo en tomar asiento sin darme >>parte, cualquiera que él sea, de buena gana le per>>dono por respeto del bien comun. La autoridad del »padre santo, la voluntad de los pueblos y de los prín»cipes estimo en lo que es razon, y no rehuso de ir »á esta jornada sea por capitan, sea por soldado.»

reprimir los intentos de los turcos que amenazan de hacer grave guerra á cristianos.

>>esta sola medicina queda para sanar nuestras cui»tas, y remediar estos daños que á todos tocan en co>>mun y á cada uno en particular. El cruel enemigo de >>cristianos con nuestras pérdidas se ensoberbece y se >>hace mas insolente: las provincias de Levante están >>puestas á fuego y á sangre: la ciudad de Constantino>>>pla, luz del mundo y alcázar del pueblo cristiano, sú>>bitamente asolada. Póneseme delante los ojos y re>>preséntaseme la imágen de aquel triste dia, el furor y >>rabia de aquella gente cebada en la sangre de aquel >>miserable pueblo, el cautiverio de las matronas, la hui»da de los mozos, los denuestos y afrentas de las vírge>>nes consagradás, los templos profanados. Tiembla el >>corazon con la memoria de estrago tan miserable, ma>> yormente que no paran en esto los daños: los mares »tienen cuajados de sus armadas; no podemos navegar >>por el mar Egeo, ni continuar la contratacion de Le>>vante. Todo esto si es muy pesado de llevar, debe des>>pertar nuestros ánimos para acudir al remedio y á la »>venganza. Mas á qué propósito tratamos de daños aje»nos los que á la verdad corremos peligro de perder Despues de la respuesta del rey se leyeron las con»la vida y libertad? el furor de los enemigos no se condiciones de la confederacion hecha por los vene>>contenta con lo hecho, antes pretende pasar á Italia, cianos con Francisco Esforcia y con los florentines »y apoderarse de Roma, cabeza y silla de la Religion deste tenor y sustancia: Los venecianos, Francisco >>Cristiana: osadía intolerable. Sino me engaño, y no Esforcia y florentines y sus aliados guarden inviola»se acude con tiempo, no solo este mal cundirá por blemente por espacio de veinte y cinco años, y mas >>toda Italia, sino pasados los Alpes, amenaza las pro- si mas pareciere á todos los confederados, la amistad >>>vincias del Poniente. Es tan grande su soberbia y que se asienta, la alianza y liga con el rey don Alon>>sus pensamientos tan hinchados que en compara-so para el reposo comun de Italia, en especial para >>cion de lo mucho que se prometen, tienen ya en >>poco ser señores del imperio de los griegos. Lo que >>pretenden, es oprimir de tal suerte la nacion de los »cristianos que ninguno quede aun para llorar y en >>dechar el comun estrago. Hácenles compañia gen»tes de la Scythia, de la Suria, de Africa en gran nú- | >>mero y muy ejercitadas en las armas. Por ventura »no será razon despertar, ayudar á la Iglesia en pe»ligro semejante, socorrer á la patria y á los deudos, » y finalmente á todo el género humano? Si suplicára »mos solo por la paz de Italia, era justo que benigna>>mente nos concediérades esta gracia, pues ninguna >>cosa se puede pensar ni mas honrosa, si pretendemos »ser alabados, y si provecho, mas saludable, que con »la paz pública sobrellevar esta nobilísima provincia »afligida con guerras tan largas; mas al presente no »se trata del sosiego de una provincia, sino del bien >>y remedio de toda la cristiandad. Esto es lo que todo >>el mundo espera, y por mi boca os suplica. Y por >>cuanto es necesario que haya en la guerra cabeza, >>todas las potencias de Italia os nombran por general >>del mar, que es por donde amenaza mas brava guer»ra, honra y cargo antes de agora nunca concedido »>á persona alguna. En vuestra persona concurre todo »lo necesario, la prudencia, el esfuerzo, la autoridad »el uso de las armas, la gloria adquirida por tantas »victorias habidas por vuestro valor en Italia, Fran»cia y Africa. Solo resta con este noble remate y esta »empresa dar lustre á todo lo demás, la cual será tan>>to mas gloriosa cuanto por ser contra los enemigos »de Cristo será sin envidia y sin ofension de nadie. >>Poned, señor, los ojos en Carlos llamado Magno por >>>sus grandes hazañas, en Jofre de Bullon, en Sigis»mundo, en Huniades, cuyos nombres y memoria >>hasta el dia de hoy son muy agradables. Por qué otro >>camino subieron con su fama al cielo, sino por las »guerras sagradas que hicieron? No por otra causa »tantas ciudades y príncipes, de comun consenti>>miento dejadas las armas, juntan sus fuerzas, sino >>para acudir debajo de vuestras banderas á está san>>lísima guerra, para mirar por la salud comun y ven»gar las injurias de nuestra religion. Esto en su nom>>bre os suplican estos nobilísimos embajadores y yo »en particular por cuya boca todos ellos hablan. Esto »os ruega el pontifice Nicolao (el cual lo podia man>>dar), viejo santísimo, con las lágrimas que todo el

Las condiciones desta confederacion serán estas: el rey don Alonso defienda (como si suyo fuese y le perteneciese) el estado de venecianos, de Francisco Esforcia y de florentines y sus aliados contra cualquiera que les hiciere guerra, hora sea italiano, hora extranjero. En tiempo de paz para socorrerscentre sí, sialguna guerra acaso repentinamente se levantare, el rey, los venecianos y Francisco Esforcia cada cual tengan á su sueldo cada ocho mil de á caballo y cuatro mil infantes, los florentines cinco mil de á caballo y dos mil de á pié, todos á punto y armnados. Si aconteciere que de alguna parte se levantare guerra, á ninguna de las partes sea licito hacer paz si no fuere con comun acuerdo de los demás, ni tampoco pueda el rey ó alguno de los confederados asentar liga ó hacer avenencia con alguna nacion de Italia, si no fuere con el dicho comun consentimiento. Cuando á alguna de las partes se hiciere guerra. cada cual de los ligados le acuda sinu tardanza con la mitad de su caballería y infanteria, que no hará volver hasta tanto que la guerra quede acabada. Sl aconteciere que por causa de alguna guerra se enviaren socorros á alguno de los nombrados, el que lo recibiere, sea obligado á señalalles lugares en que se alejen, y dalles vituallas y todo lo necesario al mismo precio que á sus naturales. Si alguno de los susodichos moviere guerra á cualquiera de los otros, no por eso se tenga por quebrantada la liga cuanto á los demás, antes se quede en su vigor y fuerza que darán socorro al que fuere acometido, no con menor diligencia que si el que mueve la guerra no estuviese comprendido en la dicha confederacion. Si se hiciere guerra á alguno de los nombrados, á ninguno de los otros sea licito dar por sus tierras paso á los contrarios ó probeellos de vituallas, antes con todo su poder resistan á los intentos del acometedor.

Estas condiciones, reformadas algunas pocas cosas, fueron aprobadas por el rey. Comprendian en este asiento todas las ciudades y potentados de Italia, escepto los ginoveses, Sigismundo Malatesta y Astor de Faenza, que los esceptuó el rey: los ginoveses porque no guardaron las condiciones de la paz que con ellos tenia asentada los años pasados, Sigismundo y Astor porque sin embargo de los dineros que reci

bieron, y les contó el rey de Aragon para el sueldo | esta resolucion tan estraña. El rey de Castilla don Ende la gente de su cargo en tiempo de las guerras pasadas, se pasaron á sus contrarios.

CAPITULO XVII.

Del pontífice Calixto.

TODA Italia y las demás provincias entraron en una grande esperanza que las cosas mejorarian, luego que vieron asentadas las paces generales, cuando el pontífice Nicolao, sobre cuyos hombros cargaba principalmente el peso de cosas y práticas tan grandes, apesgado de los años y de los cuidados, falleció á veinte y cuatro de marzo; y con su muerte todas estas trazas comenzadas se estorbaron y de todo punto se desbarataron. Juntáronse luego los cardenales para nombrar sucesor, y porque los negocios no sufrian tardanza, dentro de catorce dias en lugar del difunto nombraron y salió por papa el cardenal don Alonso de Borgia, que tenia hecho antes voto por escrito, si así saliese nombrado por papa, de hacer la guerra á los turcos. Llamábase en la misma cédula Calixto, tanta era la confianza que tenia de subir á aquel grado, concebida desde su primera edad (como se decia vulgarmente) por una profecia y palabras que siendo él niño, le dijo en este propósito fray Vicente Ferrer, al cual quiso pagar aquel aviso con ponelle en el número de los santos: lo mismo hizo con San Emundo de nacion inglés.

rique hacia las partes del príncipe don Carlos: corria peligro no se revolviese por esta causa Francia con España, puesto que el rey don Enrique por el mismo tiempo se hallaba embarazado en apercebirse para la guerra de Granada, y para efectuar su casamiento que de nuevo se trataba.

Tuviéronse córtes en Cuellar, en que todos los estados del reino, los mayores, medianos y menores, se animaron á tomar las armas, y cada uno por su parte procuraba mostrar su lealtad y diligencia para con el nuevo rey. Quedaron en Valladolid por gobernadores del reino en tanto que el rey estuviese ausente, el arzobispo de Toledo y el conde de Haro. Hecho esto, y juntado un grueso ejército en que se contaban cinco mil hombres de á caballo, sin ailacion hicieron entrada por tierra de moros: llegaron hasta la vega de Granada. Asimismo poco despues con otra nueva entrada pusieron á fuego y á sangre la comarca de Málaga con tanta presteza que apenas en tiempo de paz pudiera un hombre á caballo pasar por tan grande espacio.

Estaba desposada por procurador con el rey de Castilla dona Juana hermana de don Alonso rey de Portugal: celebráronse las bodas en la ciudad de Córdova á veinte y uno de mayo: fueron grandes, los regocijos del pueblo y de los grandes que de toda la provincia en gran número concurrieron para aquella guerra. Hiciéronse justas y torneos entre los soldados, y otros juegos y espectáculos: algunos tenian por mal agüero que aquellas bodas y casamiento se efectuasen en medio del ruido de las armas: sospechaban que dél resultarian grandes inconvenientes, y que la presente alegría se trocaria en tristeza y llanto. Veló los novios el arzobispo de Turon que era venido por embajador á Castilla de parte de Carlos rey de Francia, con quien tenian los nuestros amistad, con los ingleses discordias por ser como eran mortales enemigos de la corona de Francia.

A la fama que volaba de la guerra que se emprendia contra moros, acudian nuevas compañias de soldados, tanto que llegaron á ser por todos catorce mil de á caballo, y cincuenta mil de á pié : ejército bastan

hicieron por tres veces entradas en tierras de moros hasta llegar á poner fuego en la misma vega de Granada á vista de la ciudad. Mostrábanse por todas partes los enemigos, pero no pareció al rey venir con ellos á batalla, por tener acordado de quemar por espacio de tres años los sembrados y los campos de los moros, con que los pensaba reducir á estrema necesidad y falta de mantenimiento. Los soldados como los que tienen el robo por sueldo, la codicia por madre, llevaban esto muy mal : gente arrebatada en sus cosas y suelta de lengua. Echábanlo á cobardia y amenazaban que pues tan buenas ocasiones se dejaban pasar, cuando sus capitanes quisiesen y lo mandasen, ellos no querrian pelear. Los grandes otrosí se comunicaban entre sí de prender al rey, y hacer la guerra de otra suerte.

Fue este pontifice natural de Játiva ciudad en el reino de Valencia; en su menor edad se dió á las letras, en que ejército su ingenio, que era escelente y levantado, y capaz de cosas mayores. Los años adelante corrió y subió por todos los grados y dignidades: al fin de su edad alcanzó el pontíficado romano : sus principios fueron humildes, en él ninguna cosa se vió baja, ninguna poquedad: mostróse en especial contrario el rey de Aragon por celo de defender su dignidad, ó por el vicio natural de los hombres, que á los que mucho debemos, los aborrecemos y miramos como acreedores: así aunque le suplicaron espidiese nueva bula sobre la investidura del reino de Nápoles en favor del rey don Alonso y de su hijo, no se lo pu-te para cualquiera grande empresa. Con estas gentes dieron persuadir. Tuvo mas cuenta con acrecentar sus parientes que sufria aquella edad y la dignidad de la persona sacrosanta que representaba; que es lo que mas se tacha en sus costumbres. Nombró por cardenales en un mismo dia (que fue cosa muy nueva) dos sobrinos suyos hijos de sus hermanas, de doña Catalina á Juan Mila, y de doña Isabel á Rodrigo de Borgia. A Pedro de Borgia hermano que era de Rodrigo, nombró por su vicario general en todo el estado de la Iglesia. El pontifice Alejandro y el duque Valentin, personas muy aborrecibles en las edades adelante por la memoria de sus malos tratos, procedieron como frutos deste árbol y deste pontificado. Entre Castilla y Aragon se confirmaron las paces, y conforme a lo capitulado el rey de Navarra desistió de pretender los pueblos que en Castilla le quitaron. En recompensa segun que lo tenian concertado, le señalaron cierta pension para cada un año. Los alborotos de Navarra aun no se apaciguaban, por estar la provincia dividida en parcialidades: gran parte de la gente se inclinaba á don Carlos príncipe de Viana por ser su derecho mejor, como juzgaban los mas. Favorecíale otrosí con todas sus fuerzas su hermana doña Blanca, con tanta ofension del rey de Navarra por esta causa que trató con el conde de Fox su yerno de traspasalle el reino de Navarra, y desheredar á don Carlos y á doña Blanca: parecíale era causa bastante haberse rebelado contra su padre; y fuera así, si él primero no los hobiera agraviado. Para mayor seguridad convidaron al rey de Francia que entrase en esta pretension, y les ayudase á llevar adelante

TOMO II.

La cabeza desta conjuracion, y el principal movedor era don Pedro Giron maestre de Calatrava. Iñigo de Mendoza hijo tercero del marqués de Santillana dió aviso al rey, y le aconsejó que desde Alcaudete donde le querian prender, con otro achaque se volviese á la ciudad de Córdova, sin declaralle por entonces lo que pasaba. Llegado el rey á Córdova, fue avisado de lo que trataban : por esto y estar ya el tiempo adelante despidió la gente para que se fuesen á invernar á sus casas, con órden de volver á las banderas y á la guerra luego que los frios fuesen pasados, y el tiempo diese lugar. Los señores al tanto fueron enviados á sus casas, y los cargos que tenian en aquella guerra, se dieron á otros; que fue castigo de su deslealtad, y muestra que eran descubiertos sus tratos. El mismo rey se

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partió para Avila: desde allí pasó á Segovia para recrearse y ejercitarse en la caza, si bien tenia determinacion de dar en breve la vuelta y tornar al Andalucía en señal de lo cual tomó por divisa y hizo pintar por orlo de su escudo y de sus armas dos ramos de granado travados entre sí, por ser estas las armas de los reyes de Granada. Queria con esto todos entendiesen su voluntad, que era de no dejar la demanda antes de concluir aquella guerra contra moros y desarraigar de todo punto la morisma de España,

En Nápoles al principio del año siguiente que se contó de 1456, don Alonso de Aragon príncipe de Capua, y doña Leonor su herinana, nietos que eran del rey de Aragon casaron á trueco con otros dos hermanos hijos de Francisco Esforcia, don Alonso con Hipólita, y doña Leonor con Esforcia María, parentesco con que parecia grandemente se afirmaban aquellas dos casas. El pontifice Calixto se alteró por esta alianza que era muy contrario á sus intentos, mayormente que todo se enderezaba para asegurarse dél. El rey de Castilla volvió con nuevo brio á la guerra de los moros, pero sin los grandes siguió la traza y acuerdo de antes, y así solo dió la tala á los campos, y se hicieron presas y robos sin pasar adelante, por la cual causa los soldados estaban desgustados, y porque no les dejaban pelear, á punto de amotinarse.

El rey para prevenir mandó juntar la gente, y les habló en esta manera: «Justo fuera, soldados, que »os dejáredes regir de vuestro capitan, y no que le >>>quisierades gobernar; esperar la señal de la pelea, »y no forzar á que os la den. Las cosas de la guerra >>>mas consisten en obedecer que en examinar lo que >>>se manda; y el mas valiente en la pelea, ese antes >>della se muestra mas modesto y templado. A vos per>>tenecen las armas y el esfuerzo, á nos debeis dejar »el consejo y gobierno de vuestra valentia; que los »enemigos mas con mañas que con fuerzas se han de >>vencer, género de victoria mas señalada y mas no>>ble. Por todas partes estais rodeados de enemigos >>poderosos y bravos. Cuán grande gloria será con>>servar el ejército sin afrenta, sin muertes y sin san»gre, y juntamente poner fin y acabar guerra tan »grande? mucho mayor que pasar á cuchillo innume>>rables huestes de enemigos. Ninguna cosa, soldados, »estimamos en mas que vuestra salud: en mas tengo >>la vida de cualquiera de vos, que dar la muerte á >>mil moros.» Con este razonamiento los soldados mas reprimidos que sosegados, fueron llevados á Córdova, y despedidos, cada cual por su parte se partieron para sus casas, otros repartieron por los invernaderos; el rey otrosí por fin deste año se fue para la villa de Madrid.

para memoria perpetua de daño tan grande. Muchos hombres perecieron dicese que llegaron á sesenta mil almas: el papa Pio Segundo y San Antonino quitan de este cuanto la mitad ca dicen que fuera treinta mil personas; de cualquier manera, número y estrago descomunal.

CAPITULO XVIII.

Como el rey de Aragon falleció.

No podia España sosegar, ni se acababa de poner fin en alteraciones tan largas. Los navarros andaban alborotados con mayores pasiones que nunca los vizcainos sus vecinos por la libertad de los tiempos tomaron entre sí las armas y se ensangrentaban de cada dia con las muertes que de una y otra parte se cometian, los nobles y hidalgos robaban el pueblo, confiados en las casas que por toda aquella provincia á manera de castillos poseen las cabezas de los linajes, gran número de las cuales abatió el rey don Enrique, que de presto desde Segovia acudió al peligro y á sosegar aquella tierra con gente bastante. Esto sucedió por el mes de febrero del año de 1457. Desta manera con el castigo de algunos pocos se apaciguaron aquellos albotos, y los demás quedaron avisados y escarmentados para no agraviar á nadie. En esta jornada y camino recibió el rey en su casa un mozo natural de Durango, que se llamó Perucho Munzar, en adelante muy privado suyo,

Deseaba el rey, por hallarse cerca de Navarra, ayudar al príncipe don Carlos su amigo y confederado: dejólo de hacer á causa que por el mismo tiempo el príncipe huyó y desamparó la tierra por no tener bastantes fuerzas para contrastar con las de Aragon y del conde de Fox, en especial que se decia tenia el rey de Fran cia parte en aquella liga, causa de mayor miedo. Esto le movió á pasar á Francia para reconciliarse con aquel rey tan poderoso; pero mudado de repente parecer por su natural facilidad, ó por fiarse poco de aquella nacion, ca estaba ya prevenida de sus contrarios que ganaran por la mano, se determinó pasar á Napoles para verse con su tio el rey de Aragon que por sus cartas le llamaba, y con determinacion que si movido de su justicia y razon no le ayudaba, de pasar su vida en destierro. De camino visitó al pontífice, al cual se quejó de la aspereza de su padre y de su ambicion ofrecia que de buena gana pondria en manos de su santidad todas aquellas diferencias y pasaria por lo que determinase; no se hizo algun efecto.

Partió de Roma por la via Apia, y en Nápoles fue recebido bien, y tratado muy regaladamente. Solo le reprendió el rey su tio amorosamente por haber En este tiempo el rey de Portugal envió una gruesa tomado las armas contra su padre; que si bien la raarmada la vuelta de Italia para que se juntase con la zon y justicia estuviese claramente de su parte, dede la liga. Llegó en sazon que el fervor de las poten- bia obedecer y sujetarse al que le engendró, y disicias de italia se halló entibiado, y que nuevas altera-mular el dolor que tenia, conforme à las leyes divinas, ciones en Génova y en Sena ciudades de Italia se levantaron muy fuera de tiempo: así la armada de Portugal dió la vuelta á su casa sin hacer efecto alguno; cuya reina doña Isabel falleció en Ebora á los doce de diciembre: sospechóse y averiguóse que le ayudaron con yerbas. Hizo dar crédito á esta sospecha el grande amor que en vida la tuvieron sus vasallos, de que dió muestra el lloro universal de la gente por su muerte. El rey dado que quedaba en el vigor y verdor de su edad, por muchos años no se quiso casar.

Fue este año no menos desgraciado para la ciudad de Nápoles y todo aquel reino por los temblores de tierra con que muchos pueblos y castillos cayeron por tierra ó quedaron maltratados. El estrago mas señalado en Irsenia y en Brindez: en lo postrero de Italia algunos edificios desde sus cimientos se allanaron por tierra, otros quedaron desplomados; hundi óse in pueblo llamado Boiano, y quedó allí hecho un lago

que no discrepan de las humanas. A todo esto se escusó el príncipe en pocas palabras de lo hecho y en lo demás dijo se ponia en sus manos, presto de hacer lo que fuese su voluntad y merced. «Cortad, Señor, por »donde os diere contento solamente os acordad que »todos los hombres cometemos yerros, hacemos y >>tenemos faltas: este peca en una cosa y aquel en »otra. Por ventura los viejos no cometisteis en la mo»cedad cosas que podian reprender vuestros pa»dres? piense pues mi padre que yo soy mozo, y que »él mismo en algun tiempo lo fue.» Despues desto un hombre principal llamado Rodrigo Vidal, enviado de Nápoles sobre el caso á España, trataba muy de veras de concertar aquellas diferencias. Desbarató estos tratados un nuevo caso, y fue que los parciales del príncipe sin embargo que estaba ausente, le alzaron por rey en Pamplona, que fue causa luego que se supo, de dejar por entonces de tratar de la paz.

El rey de Castilla á instancia del de Navarra, que

para el efecto entregó en rehenes á su hijo don Fernando, se partió de la ciudad de Victoria por el mes de marzo: y tuvo habla con él en la villa de Alfaro. Halláronse presentes las reinas de Castilla y de Aragon. Los regocijos y fiestas en estas vistas fueron grandes. Asentáronse paces entre los dos reyes. Demás desto por diligencia de don Luis Dezpuch maestre de Montesa, que de nuevo venia por embajador del rey de Aragon, y á su persuasion se revocó la liga que tenian asentada entre el de Fox y el Navarro, y todas las diferencias de aquel reino de Navarra por consentimiento de las partes y por su voluntad se comprometieron en el rey de Aragon como juez árbitro. La esperanza que todos destos principios concibieron de una paz duradera despues de tantas alteraciones, y que con tanto cuidado se encaminaba, salió vana y fue de poco efecto, como se verá adelante.

En el Andalucía los reales de Castilla y la gente estaban cerca de le frontera de los moros. El rey don Enrique, despedidas las vistas, llegó allá por el mes de abril. Con su venida se hizo entrada por tierra de moros no con menor ímpetu que antes, ni con menor ejército. Llegaron hasta dar á la misma ciudad de Granada. Talaban los campos, y ponian fuego á los

sembrados. Sin esto cierto número de los nuestros se adelantó sin órden de sus capitanes para pelear con los enemigos, que por todas partes se mostraban. Eran pocos, y cargó mucha gente de los contrarios: así fueron desbaratados con muerte de algunos, y entre ellos de Garci Lasso, que era un caballero de Santiago de grande valor y esfuerzo. Este revés y la pérdida de persona tan noble irritó al rey de suerte que no solo quemó las mieses (como lo tenia antes de costumbre) sino que puso fuego a las viñas y arboledas á que no solian antes tocar. Demás desto en un pueblo que tomaron por fuerza lamado Mena (1) pasaron todos los moradores á cuchillo sin perdonar á chicos ni á grandes, ni aun á las mismas mujeres ; que fue grande crueldad, pero con que se vengaron del atrevimiento y daño pasado.

Con estos daños quedaron tan humillados los moros que pidieron y alcanzaron perdon. Concertaron_treguas por algunos años, con que pagasen cada un año de tributo doce mil ducados, y pusiesen en libertad seiscientos cautivos cristianos, y si no los tuviesen, supliesen el número con dar otros tantos moros. Erales afrentosa esta condicion; pero el espanto que les entró, era tan grande que les hizo allanarse y pasar por todo. Añadióse en el concierto que sin embargo quedase abierta la guerra por las fronteras de Jaen, do quedó por general don García Manrique conde de Castañeda con dos mil hombres de á caballo. Para ayuda á esta guerra envió el papa Calixto al principio deste año una bula de la cruzada para vivos y muertos, cosa nueva en España. Predicóla fray Alonso de Espina, que avisó al rey en Falencia do estaba, que el dinero que se llegase, no se podia gastar sino en la guerra contra moros. Traia facultad para que en el artículo de la muerte pudiese el que fuese á la guerra, 6 acudiese para ella con doscientos maravedis, ser absuelto por cualquier sacerdote de sus pecados, puesto que perdida la habla, no pudiese mas que dar señales de alguna contricion; item que los muertos fuesen libres de purgatorio: concedióse por espacio de cuatro años. Jutáronse con ella casi trescientos mil ducados: cuán poco de todo esto se gastó contra

los moros!

Concluida la guerra, vino de Roma á Madrid un embajador que traia al rey de parte del papa un estoque y un sombrero, que se acostumbra de bendecir la noche de Navidad, y enviar en presente á los grandes príncipes cual se entendia por la fama era

(1) La villa de Jimena del reino de Jaen segun las Crónicas.

TOMO II

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don Enrique: traia tambien cartas muy honoríficas para el rey. No hay alegria entera en este mundo: á la sazon vino nueva que el conde de Castañeda como fuese en busca de cierto escuadron de moros, cayó en una celada, y él quedó preso y gran número de los suyos destrozados. Pusieron en su lugar otro general de mas ánimo, mas prudencia y entereza. El conde fue rescatado por gran suma de dinero, y las treguas mudaron en paces, que fue el remate desta guerra de los moros y principio de cosas nuevas.

En Italia estaba la ciudad de Génova puesta en armas, dividida en parcialidades: el rey de Aragon favorecia á los Adornos ; Juan duque de Lorena hijo de Renato duque de Anjou, que se llamaba duque de Calabria, era venido para acudir á los Fregosos bando contrario. El cuidado en que estos movimientos pusieron, fue tanto mayor porque el rey de Aragon adoleció á ocho de mayo del año de 1458 de una enfermedad que de repente le sobrevino en Nápoles. Della estuvo trabajado en Castelnovo hasta los trece de junio: agravábasele el mal, mandóse llevar á Castel del Ovo; las bascas de la muerte hacen que todo se pruebe : no prestó nada la mudanza del lugar, rindió el alma á veinte y siete de junio al quebrar del alba: principe en su tiempo muy esclarecido, y que ninguno de los antiguos le hizo ventaja; lumbre y honra perpetua de la nacion española.

Entre otras virtudes hizo estima de las letras, tuvo tanta aficion á las personas señaladas en erudiciou, que aunque era de grande edad, se holgaba de aprender dellos y que le enseñasen. Tuvo familiaridad con Laurencio Valla, con Antonio Panhormita y con Georgio Trapezuncio, varones dignos de inmortal renombre por sus letras muy aventajadas. Sintió mucho la muerte de Bartolomé Faccio, cuya historia anda de las cosas deste rey, que falleció por el mes de noviembre próximo pasado. Como una vez oyese que un rey de España era de parecer que el príncipe no se debe dar á las letras, replicó que aquella palabra no era de rey, sino de buey. Cuéntanse muchas gracias, donaires y dichos agudos deste príncipe para muestra de su grande ingenio, elegante, presto y levantado, mas no me pareció referillos aqui. Poco antes de su muerte se vió un cometa entre Cancro y Leon con la cola que tenia la largura de dos signos ó de sesenta grados: cosa prodigiosa, y que segun se tiene comunmente, amenaza á las cabezas de grandes príncipes.

Otorgó su testamento un dia antes de su muerte. En él nombró á don Juan su hermano rey que era de Navarra, por sucesor en el reino de Aragon el de Nápoles como ganado por la espada mandó á su hijo don Fernando, ocasion en lo de adelante de grandes alteraciones y guerras. De la reina su mujer no hizo mencion alguna. Hobo fama, y así lo atestiguan graves autores, que trató de repudialla y de casarse con una su combleza llamada Lucrecia Alania. Hállase una carta del pontifice Calixto toda de su mano para la reina, en que dice que le debia mas que á su madre, pero que no conviene se sepa cosa tan grande. Que Lucrecia vino á Roma con acompañamiento real, pero que no alcanzó lo que príncipalmente deseaba y esperaba, porque no quiso ser juntamente con ellos castigado por tan grave maldad.

El mayor vicio que se puede tachar en el rey don Alonso fue este de la incontinencia y poca honestidad. Verdad es que dió muestras de penitencia en que á la muerte confesó sus pecados con grande humildad, y recibió los demás sacramentos á fuer de buen cristiano. Mandó otrosí que su cuerpo sin túmulo alguno, sino en lo llano y á la misma puerta de la iglesia, fuese enterrado en Poblete, entierro de sus antepasados', que fue señal de modestia y humildad. Falleció por el mismo tiempo don Alonso de Cartagena obispo de Burgos, cuyas andan

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ambicion fuera de propósito, y poco decente á un viejo que estaba en lo postrero de su edad olvidado del lugar de que Dios le levantó parecia con esto que Italia se abrasaria en guerra; temian todos se renovasen los males pasados.

Deseaba el rey don Fernando aplacar el ánimo apasionado del pontifice, y ganalle; con este intento le escribió una carta deste tenor y sustancia: «Estos >>dias en lo mas recio del dolor, y de mi trabajo, avisé »á vuestra santidad la muerte de mi padre: fue bre »ve la carta como escrita entre las lágrimas. Al pre

Con la muerte del rey don Alonso se acabó la paz y sosiego de Italia, las fuerzas otrosí del reino de Ná-»sente, sosegado algun tanto el lloro, me pareció poles fueron trabajadas, que parecia estar fortifica- »avisar que mi padre un dia antes de su muerte me das, contra todos los vaivenes de la fortuna. Una »encargó y mandó ninguna cosa en la tierra esnueva y cruelísima guerra que se emprendió en aque- »timase en mas que vuestra gracia y autoridad : con lla parte, lo puso todo en condicion de perderse, con »la santa Iglesia no tuviese debates, aun cuando cuyo suceso mas verdaderamente se ganó de nuevo, »yo fuese el agraviado, que pocas veces suceden que se conservó lo ganado. Tenia el rey don Fernan-bien semejantes desacatos. A estos consejos muy do de Nápoles ingenio levantado, cultivado con los saludables, para sentirme mas obligado se allegan estudios de derechos, y era no menos ejercitado en »>los beneficios y regalos que tengo recebidos, ca las armas dos ayudas muy á propósito para gober- »no me puedo olvidar que desde los primeros años nar su reino en guerra y en paz. No reconocia ven- >>tuve à vuestra santidad por maestro y guia que taja á ninguno en luchar, saltar, tirar, ni en hacer >>nos embarcamos juntos en España, y en la misma mal á un caballo sabia sufrir los calores, el frio, la »nave llegamos á las riberas de Italia, no sin provihambre, el trabajo; era muy cortés y modesto, á to- »dencia de Dios que tenia determinado para el uno dos recogia muy bien, á ninguno desabría, y á todos »el sumo pontificado, y para mí un nuevo reino, y hablaba con benignidad. Todas estas grandes vir- »muestra muy clara de nuestra felicidad y de la contudes no fueron parte para que no fuese aborrecido »cordia muy firme de nuestros ánimos. Así pues dede los barones del reino, que conforme á la costum- »seo ser hasta la muerte de á quien desde niño me Bre natural de los hombres deseaban mudanza en el »entregué, y que me reciba por hijo, ó mas aina que estado. »pues me tiene ya recebido por tal, me trate con »amor y regalo de padre; que yo confio en Dios en >>mí no habrá falta de agradecimiento, ni de respeto »debido á obligaciones tan grandes. De Nápoles pri»mero de julio.»

No se movió el pontifice en alguna manera por esta carta y promesas, antes comenzó á solicitar los príncipes y ciudades de Italia para que tomasen las armas: grandes alteraciones y práticas, que todas se deshicieron con su muerte. Falleció á seis de agosto, muy á proposito y buena sazon para las cosas de Nápoles. Fue puesto en su lugar Eneas Silvio natural de Sena, del linaje de los Picolominis, que cumplió muy bien con el nombre de Pio Segundo que tomó, en restituir la paz de Italia, y en la diligencia que usó para renovar la guerra contra los turcos. Nombró por rey de Napoles á don Fernando; solamente añadió esta cortapisa, que no fuese visto por tanto perjudicar àá ninguna otra persona. Convocó concilio general de obispos y príncipes de todo el orbe cristiano para la ciudad de Mantua con intento de tratar de la empresa contra los turcos.

Cuanto á lo primero don Carlos príncipe de Viana fue inducido por muchos á pretender aquel reino como á él debido por las leyes: decian que don Fernando era hijo bastardo, que no fue nombrado y jurado por votos libres del reino, antes por fuerza y miedo fueron los naturales forzados á dar consentimiento. Daba él de buena gana oido á estas invenciones, y mas le faltaban las fuerzas que la voluntad, para intentar de apoderarse de aquel reino : algunos se le ofrecian, pero no se fiaba, por ver que es cosa mas fácil prometer que cumplir, especial en semejantes materias. No pudieron estos tratos estar secretos. Recelóse del nuevo rey, y así determinó en ciertas naves de pasar á Sicilia para esperar allí qué término aquellos negocios tomarian. En el tiempo que anduvo desterrado por aquellas partes, tuvo en una mujer baja llamada Capa dos hijos que se dijeron el uno don Felipe, y el otro don Juan; demás destos en María Armendaria mujer que fue de Francisco de Barbastro, una hija que se llamó doña Ana, y casó con don Luis de la Cerda primer duque de Medinaceli. Sin embargo de los tratos dichos, doce mil ducados No se sosegaron por esto las voluntades de los neade pension que el rey don Alonso dejó en su testamen-politanos ya una vez alterados. Los calabreses tomato cada un año á este príncipe desterrado, su hijo el rey don Fernando mandó se le pagasen.

Con la ida del príncipe don Carlos á Sicilia no se sosegaron los señores de Nápoles, antes el príncipe de Taranto y el marqués de Cotron enviaron á solicitar á don Juan, el nuevo rey de Aragon, para que viniese á tomar aquel reino. El fue mas recatado; que contento con lo seguro, y con las riquezas de España, no hizo mucho caso de las que tan lejos le caian. Partió de Tudela, y sabida la muerte de su hermano, llegado á Zaragoza por el mes de julio, tomó posesion del reino de Aragon, no como vicario y teniente, que ya lo era, sino como propietario y señor. La tempestad que de parte del pontifice Calixto (de quien menos se temía) se levantó, fue mayor. Decia que no se debia dar aquel reino feudatario de la iglesia Romana á un bastardo, y pretendia que por el mismo caso recayó en su poder y de la silla apostólica. Sospechábase que eran colores, y que buscaba nuevos esLados para don Pedro de Borgia que habia nombrado por duque de Espoleto ciudad en la Umbria:

ron las armas, y Juan duque de Lorena con una armada de veinte y tres galeras. llamado de Génova do á la sazon se hallaba, aportó á la ribera de Nápoles. El principal atizador deste fuego era Antonio Centellas marqués de Girachi y Cotron, que pretendia con aquella nueva rebelion vengar en el hijo los agravios recebidos del rey don Alonso su padre, sin reparar por satisfacerse de anteponer el señorio de franceses al de España, si bien su descendencia y alcuña de su casa era de Aragon: tanto pudo en su ánimo, la indignacion y la rabia que le hacia despeñar. Fueron estas alteraciones grandes y de mucho tiempo, y seria cosa muy larga declarar por menudo todo lo que en ellas pasó. Dejadas pues estas cosas, volveremos á España con el orden y brevedad que llevamos.

En Castilla el rey don Enrique levantaba hombres bajos á lugares altos y dignidades: á Miguel Lucas de Iranzu natural de Belmonte villa de la Mancha, muy privado suyo, nombró por condestable, y le hizo demás desto merced de la villa de Agreda y de los castillos de Veranton y Bozmediano. A Gomez de Solís

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