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HISTORIA DE ESPAÑA.

que de Viseo, y don Enrique su tio. Duarte de Me-
neses quedó para el gobierno y defensa de aquella
plaza, el cual con grande ánimo sufrió por tres veces
grande morisma que despues de partido el rey y con
encuentros que con ellos tuvo, quebrantó su avilen-
teza y atrevimiento: caudillo en aquel tiempo seña-
lado, y guerrero sin par.

su mayordomo, que se llamó Cáceres del nombre de su patria, los caballeros de Alcántara á contemplacion del rey le nombraron por maestre de aquella orden en lugar de don Gutierre de Sotomayor. A los hermanos destos dos dió el rey nuevos estados: á Juan de Valenzuela el priorado de San Juan. Pretendia con esto de oponer así estos hombres como otros de la De Sicilia envió don Carlos príncipe de Viana emmisma estofa á los grandes que tenia ofendidos, y con subir unos abajar á los demás: artificio errado, y cuyo bajadores á su padre para ofrecer, sí le recebia en su suceso no fue bueno. El mismo rey en Madrid (do gracia, se pondria en sus manos, y le seria hijo obeera su ordinaria residencia) no atendia á otra cosa si- diente; que le suplicaba, perdonase los yerros de su nc á darse á placeres sin cuidado alguno del gobier- mocedad como rey y como padre. No eran llanas esno, para el cual no era bastante. Su descuido dema- tas ofertas; en el mismo tiempo solicitaba al rey de siado le hizo despeñarse en todos los males, de que Francia y á Francisco duque de Bretaña hiciesen da clara muestra la costumbre que tenia de firmar con él liga: liviandad de mozo, y muestra del intenlas provisiones que le traian, sin saber ni mirar lo to que tenia de cobrar por las armas lo que su padre no le díese. Esto junto con recelarse de los sicilianos que contenian. Estaba siempre sujeto al gobierno de otro, que fue gravisima mengua y daño, y lo será que le mostraban grande aficion, no le alzasen por siempre. Las rentas reales no bastaban para los gran- su rey, hizo que su padre le otorgó el perdon que pedia, con que á su llamado llegó a las riberas de Esdes gastos de su casa y para lo que derramaba. Avisóle desto en cierta ocacion Diego Arias su te-paña por principio del año 1459. Desde allí pasó á Mallorca para entretenerse y esperar lo que su padre sorero mayor. Dijole parccia debia reformar el númele ordenaba: no tenia ni mucha esperanza ni ninguro de los criados, pues muchos consumian sus rentas con salarios que llevaban, sin ser de provecho na que le entregaria el reino de su madre. La muerte que le estaba muy cerca, como suele, desbarató toalguno, ni servir los oficios á que eran nombrados. Este consejo no agradó al rey así luego que acabó das sus trazas. Los trabajos continuados hacen desde hablar, le respondió desta manera: «Yo tambien peñar á los que los padecen, y á veces los sacan de »si fuese Árias, tendria mas cuenta con el dinero que juicio. >>con la benignidad. Vos hablais como quien sois, yo »haré lo que á rey conviene, sin tener algun miedo »de la pobreza, ni ponerme en necesidad de inventar >>nuevas imposiciones. El oficio de los reyes es dar y »derramar, y medir su señorio no con su particular, >>sino enderezar su poder al bien comun de muchos, >>que es el verdadero fruto de las riquezas á unos »damos porque son provechosos, á otros porque no >>>sean malos.»> Palabras y razones dignas de un gran príncipe, si lo demás conformara, y no desdijera tanto de la razon. Verdad es que con aquella su condicion popular ganó las voluntades del pueblo de tal manera que en ningun tiempo estuvo mas obediente á su príncipe; por el contrario se desabrió la mayor parte de los nobles.

Pedia por sus embajadores, que eran personas principales, que su padre le perdonase á él y á los suyos, y pusiese en libertad al condestable de Navarra don Luis de Biamonte con los demás que le dió los años pasados en rehenes que le hiciese jurar por príncipe y heredero, y le diese libertad y licencia para residir en cualquier lugar y ciudad que quisiese fuera de la córte: que sus estados de Viana y de Gandía acudiesen á él con las rentas, y no se las tuviese embargadas; debajo desto ofrecia de quitar las guarniciones de las ciudades y castillos que por él se tenian en Navarra llevaba muy mal que su hermana doña Leonor mujer del conde de Fox estuviese puesta y encargada del gobierno de aquel reino, y así pedia fambien se mudase esto. Gastóse mucho tiempo en consultar al fin ni todo lo que pedia le otorgaron, ni aun lo que le prometieron, se lo cumplieron con llaneza. Decíase y creia el pueblo que todo procedia de la reina, que como madrastra aborrecia al príncipe y procuraba su muerte, por temer y recelarse no le iría bien á ella ni á sus hijos, si el príncipe don Carlos llegase á suceder en los reinos de su padre.

CAPITULO XX.

Quitaron á Juan de Luna el gobierno de la ciudad de Soria, y le echaron preso: todo esto por maña de don Juan Pacheco, que pretendia por este camino para su hijo don Diego una nieta de don Alvaro de Luna que dejó don Juan de Luna su hijo ya difunto y al presente estaba en poder de aquel gobernador de Soria por ser pariente y su mujer tia de la doncella. Pretendia con aquel casamiento, por ser aquella señora heredera del condado de Santistevan, juntar De ciertos pronósticos que se vieron en Castilla. aquel estado como lo hizo con el suyo. Asimismo con la revuelta de los tiempos el adelantado de Murcia LA semilla de grandes alteraciones que en Castilla Alonso Fajardo se apoderó de Cartagena y de Lortodavía duraba, en breve brotó y llegó á rompimiento. ca, y de otros castillos en aquella comarca. Envió el rey contra él á Gonzalo de Saavedra, que no solo le echó El rey demás de su poco órden se daba á locos amode aquellas plazas, sino aun le despojó de los pueblos res sin tiento, y sin tener cuidado del gobierno: primero estuvo aficionado á Catalina de Sandoval, la paternos, y tuvo por grande dicha quedar con la vida. Falleció á la misma sazon el marqués de Santillana. cual dejó porque consintió que otro caballero la sirDejó estos hijos: don Diego que le sucedió, don Pe- viese; sin embargo poco despues la hizo abadesa en dro que era entonces obispo de Calahorra, don Iñigo, Toledo del monasterio de monjas de San Pedro de las don Lorenzo y don Juan, y otros de quien decienden Dueñas, que estuvo en el sitio que hoy es el hospital de linajes y casas en Castilla muy nobles. Tambien la Santa Cruz. El color era que tenian necesidad de ser rereina viuda de Aragon falleció en Valencia á cuatro formadas: buen título, pero mala traza, pues no era de setiembre: su cuerpo enterraron en la Trinidad para esto á propósito la amiga del rey; á su enamoramonasterio de monjas de aquella ciudad. El entierro do Alonso de Córdova hizo cortar la cabeza en Medina ni fue muy ordinario, ni muy solemne: el premio del Campo. En lugar de Catalina de Sandoval entró de sus merecimientos en el cielo y la fama de sus vir- doña Guiomar, con quien ninguna fuera de la reina tudes en la tierra durarán para siempre. Poco ade-se igualaba en apostura, de que entre las dos resultalante el rey de Portugal con una gruesa armada que apercibió, ganó en Africa de los moros á diez y ocho de octubre dia miercoles, fiesta de San Lucas, un pueblo llamado Alcázar cerca de Ceuta. Acompañáronle en esta jornada don Fernando su hermano du

ron competencias: á la daina favorecia don Alonso de Fonseca, que ya era arzobispo de Sevilla; á la reina el marqués de Villena. Con esto toda la gente de palacio se dividió en dos bandos, y la criada se ensoberbecia y engreia contra su ama. Llegaron á malas

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palabras y riñas: dijéronse baldones y afrentas, sin¡ que ninguna dellas pusiese nada de su casa; llegó el negocio á que la reina un dia puso las manos con cierta ocasion en la dama, y la mesó malamente, cosa que el rey sintió mucho, y hizo demostracion dello.

Añadióse otra torpeza nueva, y fue que don Beltran de la Cueva mayordomo de la casa real y muy querido del rey, á quien el rey diera riquezas y estado, halló entrada á la familiaridad de la reina sin tener ningun respeto á la magestad ni á la fama. El pueblo que de ordinario se inclina á creer lo peor, y à nadie perdona, echaba á mala parte esta conversacion y trato algunos tambien se persuadian que el rey lo sabia y consentia para encubrir la falta que tenia de ser impotente (1): torpeza increible y afrenta. Puédese sospechar que gran parte desta fábula se forjó en gracia de los reyes don Fernando y doña Isabel cuando el tiempo adelante reinaron; y que le dió probabilidad la flojedad grande y descuido deste príncipe don Enrique, junto con el poco recato de la reina y su soltura. Los años adelante creció esta fama cuando por la venida de un embajador de Bretaña don Beltran en un torneo que se hizo en Madrid y el hizo Pardo, fue mantenedor, y acabado el torneo, un banquete mas espléndido y abundante que ningun particular le pudiera dar: de que recibió tanto contento el rey don Enrique, que en el mismo lugar mandó para memoria edien que hicieron el torneo, ficar un monasterio de frailes gerónimos; del cual de presensitio, por ser mal sano, se pasó al en que te está cerca de Madrid.

A ejemplo de los príncipes el pueblo y gente menuda se ocupaba en deshonestidades sin poner tasa ni á los deleites, ni á las galas. Los nobles sin ningun temor del rey se hermanaban entre sí, quién por sus particulares intereses, quién con deseo de poner remedio á males y afrentas tan grandes. Hobo en un mismo tiempo muchas señales que pronosticaban, como se entendia, los males que por estas causas amenazaban. Estas fueron una grande ilama que se vió en el cielo, que dividiéndose en dos partes, la una discurrió hácia Levante y se deshizo, la otra duró por un espacio. Item en el distrito de Burgos y de Valladolid cayeron piedras muy grandes, que hicie ron grande estrago en los ganados. En Peñalver pueblo del Alcarria en el reino de Toledo se dice que un infante de tres años anunció los males y trabajos que se aparejaban, si no hacian penitencia y se enmendaban. Entre los leones del rey en Segovia hobo una grande carnicería, en que los leones menores mataron al mayor, y comieron alguna parte dél: cosa estraordinaria asaz. No faltó gente que pensase y aun

dijese, por ser aquella bestia rey de los otros anima―
les, que en aquello se pronosticaba que el rey seria
trabajado de sus grandes.

El pueblo atemorizado con todas estas señales y pronósticos hacia procesiones y votos para aplacar la saña de Dios. Lo que importa mas, las costumbres no se mejoraron en nada, en especial era grande la disolucion de los eclesiásticos: á la verdad se halla que por este tiempo don Rodrigo de Luna arzobispo de Santiago de las mismas bodas y fiestas arrebató una moza que se velaba, para usar della mal : grande maldad, y causa de alborotarse los naturales debajo de la conducta de don Luis Osorio hijo del conde de Trastamara en enmienda de caso tan atroz despojaron aquel hombre facineroso y malvado de su silla y de todos sus bienes. Su fin fue conforme á su vida y á sus pasos: lo que le quedó de la vida pasó en pobreza y torpezas, aborrecido de todos por sus vicios, y infame por aquel esceso tan feo. Desta forma en breve penó el breve gusto que tomó de aquella maldad, con gravísimos y perpétuos males, con que por justo juicio de Dios fue como lo tenia bien merecido rigurosamente castigado.

LIBRO VIGESIMO TERCIO.

CAPITULO I.

Del concilio de Mantua.

esta em

LAS cosas ya dichas pasaban en España en sazon que el pontífice Pio enderezaba su camino para la ciudad de Mántua, do á su llamado de cada dia acudian prelados y príncipes en gran número. De España enviaron por embajadores para asistir en el concilio el rey de Castilla á liigo Lopez de Mendoza señor de Tendilla, el rey de Aragon á don Juan Melgueriteobispo de Elna en el condado de Ruysellon, y á su mayordomo Pedro Peralta. Solicitaba el pontifice los de cerca y los de lejos para juntar sus fuerzas contra el comun enemigo. David emperador de Trapisonda ciudad muy antigua, y que está asentada á là ribera del mar mayor que llaman Ponto Euxino, y Ussumcassam rey de Armenia, y Georgio que se intitulaba rey de Persia, prometian (por ser ellos los que estaban los mas cerda del peligro) de ayudar presa con grandes huestes de á caballo y de á pié, y por mar con una gruesa armada. El padre santo no se aseguraba mucho que tendrian efecto estas promesas. De las naciones y provincias del Occidente se podia esperar poca ayuda, por las diferencias domésticas y civiles que en Italia, Francia y España prevale(1) Acusaban al rey de impotente, y decian que don Bel cian, por cuyo respeto y en su comparacion no hatran tenia tratos ilicitos con la reina, y que la infanta doua cian mucho caso de la causa comun del nombre Juana era hija suya, por cuyo motivo la llamaban la Beltra-cristiano. Es así que el desacato de la religion y daño neja. Para desvanecer esta voz, con que querian escluirla de la sucesion al trono y asegurarla en el infante don Alfonso, mandó el rey que se hiciera informacion jurídica sobre su aptitud para el matrimonio, dando para este efecto comision á don Lupo de Rivas, obispo de Cartagena, y á don García de Toledo, obispo de Astorga, los cuales oyeron entre muchos testigos al doctor Juan Fernandez de Soria, médico de S. M., el cual dijo que no habia reconocido defecto alguno en el rey don Enrique desde su nacimiento hasta los doce años de su edad; y que despues de este tiempo en una ocasion de que tenian noticia el obispo Barrientos su preceptor, Pedro Fernandez de Córdova, su ayo, y Ruy Diaz de Mendoza, habia perdido la aptitud para el uso del matrimonio por maleficio, por cuya razon no lo habia podido consumar con la infanta doña Blanca de Navarra; pero que despues habia recobrado la aptitud, y que no debía dudarse que la infanta doña Juana fuera hija suya. Vista esta informacion, declararon que la impotencia de que se acusaba al rey, era una impostura y un pretesto para turbar la tranquilidad del reino. El lector podrá dar á esta declaracion la importancia que le parezca.

público causa poco sentimiento, si punza el deseo de vengar los particulares agravios.

Sin embargo de todas estas dificultades no desmayó el pontifice, antes determinado de proballo todo y hacer lo que en su mano fuese, en una junta muy grande de los que concurrieron al concilio de todo el mundo, hizo un razonamiento muy á propósito del tiempo, cosa á él fácil por ser persona muy elocuente, y que desde su primera edad profesó la retórica y arte del bien hablar. Declaró con lágrimas la caida de aquel nobilísimo imperio de Grecia, tantos reinos oprimidos, tantas provincias quitadas á los cristianos: donde Cristo hijo de Dios por tantos siglos fue santísimamente acatado, de donde gran número de varones santísimos y eruditísimos salieron t« Si va á decir verdad, no por otra causa sino por haallí prevalecia la impiedad y supersticion de Mahoma: >>bellos nosotros desamparado, se ha recebido este

HISTORIA DE ESPAÑA.

guerra á Castilla. Entraban en este acuerdo el arzo»daño y esta llaga tan grande; á lo menos ahora con»servad estas reliquias medio muertas de cristianos. bispo de Toledo y don Pedro Giron maestre de Cala»Si la afrenta pública no basta á moveros, el peligro trava, y los Manriques, linaje poderoso en riquezas y »que cada uno corre, le debe despertar á tomar las aliados; y ahora de nuevo se les ayuntaron los MenDarmas. Conviene que todos nos juntemos en uno dozas por estar irritados con este nuevo (que llama>>para que cada cual por sí, si nos descuidamos, no ban) agravio. El color y voz que tomaron, era ho»seamos robados, escarnecidos y muertos. Tenemos nesto, es á saber, reformar el estado de las cosas, »>un enemigo espantable, y qué por tantas victorias estragado sin duda en muchas maneras. Estos inten»se ha hecho mas insolente : si vence, sabe ejecutar tos y tratos no podian estar secretos: don Alonso de Dla victoria, y sigue su fortuna con gran ferocidad: Fonseca arzobispo de Sevilla dió aviso de lo que pasa»si es vencido, renueva la guerra contra los vence- ba al rey don Enrique; el premio que le dieron por este aviso, fue la iglesia de Santiago, que á la sazon »dores no con menos brio que antes: tanto mas nos >>debemos despertar. No podrá ser bastante contra las vacó por muerte de don Rodrigo de Luna, y se dió á un pariente suyo llamado tambien don Alonso de »fuerzas de los nuestros, si se juntan en uno; ma»yormente que Dios, al cual tenemos airado por Fonseca dean que era de Sevilla. Estaba apoderado »nuestras ordinarias diferencias, á los que fueren de los derechos de aquella iglesia (como poco antes »concordes, será favorable. Poned los ojos en los an- queda dicho )don Luis Osorio, confiado en el poder »tiguos caudillos, y en las grandes victorias que en de don Pedro su padre conde de Trastamara: era me»la Suria los nuestros unidos y conformes ganaron nester para reprimille persona de autoridad; por esto >>contra los bárbaros. Los que somos fuertes y dies- los dos arzobispos permutaron sus iglesias, y con »tros para las diferencias civiles y domésticas, por consentimiento del rey don Alonso de Fonseca el mas >>ventura seremos cobardes y descuidados para no viejo pasó de Sevilla á ser arzobispo de Santiago. La »acudir al peligro comun y vengar la afrenta de la Re-iglesia de Pamplona por muerte de don Martin de Pe»ligion Cristiana? ¿hay alguno que se ofrezca por ralta se encomendó al cardenal Besarion, griego de »caudillo para esta querra sagrada? hay quien lleve nacion, persona de grande erudicion y de vida muy »delante en sus hombros el estandarte de la cruz de santa, para que sin embargo de estar ausente la go>>Cristo hijo de Dios para que le sigan los demás? hay bernase, y gozase de la renta de aquella dignidad y »>quien quiera ser soldado de Cristo? Ofrezcámonos obispado." »por capitanes, que no faltarán varones fuertes y »diestros, y soldados muy nobles que se conformen Den su valor y esfuerzo, y parezcan á sus antepasa-ofrecerme >>dos. Determinado estoy, si todos faltaren, »por alferez y caudillo en esta santa guerra. Yo con >>la cruz entraré y romperé por medio de las haces y >huestes de los enemigos, y con nuestra sangre, si »no se ganare la victoria, por lo menos aplacaré la »>ira de Dios, y inflamaré con mi ejemplo vuestros »ánimos para hacer lo mismo; que resuelto estoy de »hacer este postrer esfuerzo y servicio á Cristo y á »la Iglesia, á quien debo todo lo que soy y lo que >>puedo. >>

CAPITULO II.

Como Scanderberch o pasó en Italia.

LAS alteraciones de Nápoles eran las que principalmente entretenian los intentos del pontífice Pio, que de noche y dia no pensaba sino en como daria principio á la guerra sagrada contra los turcos. El fuego se emprendia de nuevo entre Juan hijo de Renato, y el nuevo rey don Fernando : las voluntades de Italia estaban divididas entre los dos, y la mayor parte de la nobleza neapolitana cansada del señorío de Movíanse los que se hallaron presentes con el razonamiento del pontífice; mas los embajadores de los Aragon se inclinaba á los angevinos: ¿con qué esperanza? ¿con qué fuerzas? el ciego ímpetu de sus copríncipes gastaban el tiempo en sus particulares contiendas y controversias, y así todo este esfuerzo salió razones hizo que antepusiesen lo dudoso á lo cierto. vano; en especial Juan duque de Lorena, hijo de Re- El primero que tomó las armas, fue Antonio Centenato duque de Anjou, se quejaba mucho que el papa llas marqués de Croton: con la mudanza de los tiemhobiese confirmado el reino de Nápoles, y dado la in-pos alcanzara la libertad, y ardia en deseo de vengarse; vestidura de aquel estado á don Fernando su enemigo: á causa destos debates no se pudo en la principal empresa pasar adelante; de palabra solamente se decretó la guerra sagrada. El papa asimismo publicó una bula en que al contrario de lo que sintió en conformidad de los padres de Basilea antes que fuese papa, proveyó que ninguno pudiese apelar de la sentencia del romano pontífice para el concilio general: con esto se disolvió el concilio el octavo mes despues que se abrió. Los embajadores de Aragon, despedido el concilio, fueron á Nápoles á dar el parabien del nuevo reino al rey don Fernando. Iñigo Lopez de Mendoza alcanzó del pontífice un jubileo para los que acudiesen con cierta limosna: del dinero edificó en su villa de Tendilla un principal monasterio de frailes Isidros con advocacion de Santa Ana. En este comedio á su hermano don Diego de Mendoza quitaron la ciudad de Guadalajara, de que sin bastante título se apoderara el comendador Juan Fernandez Galindo caudillo de fama con seiscientos caballos que el rey le dió, la tomó de sobresalto. Agraviáronse desto los demás grandes ocasion de nuevos desabrimientos, y de que se ligasen entre sí de nuevo en deservicio de

su rey.

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El almirante don Fadrique atizaba los desgustos: convidó á su yerno el rey de Aragon para se juntar con los grandes desgustados y alterados y mover

mas el rey ganó por la mano, desbarató sus intentos, y púsole de nuevo en prision con gran presteza. Quedaba Martin Marciano duque de Sessa, que sin respeto del deudo que tenia con el rey (ca estaba casado con doña Leonor su hermana) se hizo caudillo de los rebeldes. Fue grande este daño: muchos movidos por su ejemplo se juntaron con esta parcialidad y entre ellos el príncipe de Taranto, primero de secreto y despues descubiertamente, y con él Antonio Caldora y Juan Paulo duque de Sora: el número de los nobles de menor cuantía no se puede contar.

Francisco Esforcia duque de Milan en el tiempo que se celebraba el concílio de Mántua do vino en persona, aconsejó al pontífice hiciese liga con el rey don Fernando; que echados los franceses de Italia, se allanaria todo lo demás que impedia el poner en ejecucion la guerra contra los turcos. Al pontifice pareció bien este consejo; mas no era fácil ejecutalle á causa que el rey don Fernando, cercado dentro de Barleta ciudad de la Pulla, se hallaba sin fuerzas bastantes para defenderse en aquel trance y peligro que de repente le sobrevino. Estaba muy lejos, y el enemigo apoderado de los pasos por esto no podia el pontífice envialle socorro por tierra. Determinó despachar sus embajadores al Epiro ó Albania para llamar en ayuda del rey á Georgio Scanderberchio, que era en aquel tiempo por las muchas victorias que ganara

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de los turcos, capitan muy esclarecido. El sabida la voluntad del pontifice, y movido por los ruegos del rey de Nápoles que envio por su parte á pedir le asistiese, no le pareció dejar pasar ocasion tan buena de servir à la Religion Cristiana y mostrar su buen deseo.

Envió delante á Coyco Strofio, pariente suyo, acompañado de quinientos caballos albanenses. El mismo se aprestaba con intento de ir en persona á aquella empresa para hacello le daban lugar las treguas que tenia asentadas con los turcos por tiempo de un año. Juntada pues una armada, pasó á Ragusa, ciudad que se entiende llamaron los antiguos Epidauro desde allí aportó á Barleta, por ser la travesía del mar muy breve. Fue su venida tan á propósito que los enemigos no se atrevieron á aguardar, antes sin dilacion alzado el cerco se fueron de alli bien lejos. Con este socorro don Fernando, y con gentes que todavía le vinieron de parte del pontífice y del duque de Milan, despues de algunas escaramuzas y encuentros que tuvo con los enemigos, asentó sus reales cerca de Troya, ciudad de la Pulla, que se tenia por los rebeldes. Tenian los contrarios hechas sus estancias en Nucera, ciudad distante ocho millas. Eumedio desta distancia y espacio se levanta el monte Legiano: quien dél primero se apoderase, parecia se aventajaría á sus contrarios; asi en un mismo tiempo Scanderberchio por una parte, y Jacobo Picinino, un principal caudillo de los angevinos, por otra parte partieron para tomalle. Adelantáronse los albaneses por ser mas ligeros y haberse puesto en camino antes que amaneciese; que la diligencia es importante y mas en la guerra.

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y en tanto grado es verdad que un hombre presta mas que muchos.

En España don Carlos príncipe de Viana, alcanzado de su padre perdon para sí y para los suyos, y con pacto que le darian cada un año cierta renta con que se sustentase, de Mallorca llegó á Barcelona á los veinte y dos de marzo año de 1460: no entendia el pobre príncipe que se le apresuraba su perdicion. Tratábase por medio de embajadores que de ambas partes se enviaron, de casalle con doña Catalina hermana del rey de Portugal: ya que el negocio estaba para concluirse, don Enrique rey de Castilla le desbarató con una embajada que le despachó, en que iban el electo obispo de Ciudad-Rodrigo fraile de profesion, cuyo nombre no hallo, y Diego de Ribera su aposentador mayor. Estos persuadieron á don Carlos antepusiese al casamiento de Portugal el de doña Isabel hermana del rey don Enrique, especial que le ofrecian por medio de las fuerzas de Castilla alcanzaria de su padre, que tan duro se mostraba, todo lo que desease. Daba él de buena gana oidos á estas práticas, y parecíale que este partido le venia mas á cuento: por tanto cesó y se dejó de tratar del casamiento de Portugal.

La infanta doña Catalina, perdida aquella esperanza, ó lo mas cierto por su mucha santidad, se entró en el monasterio de Santa Clara de Lisboa, y en él estuvo hasta que murió á tiempo que de nuevo se trataba de casalla con el rey de Ingalaterra Eduardo Cuarto deste nombre el cuerpo desta señora fue enterrado en la misma ciudad en San Eulogio. Dejó por su albacea á Jorge de Acosta que fue su ayo desde su primera edad, principio para subir á grandes dignidades, en particular de cardenal falleció en Roma los años adelante. Al rey de Aragon avisó el almirante don Fadrique de lo que su hijo el príncipe don Carlos pretendia, y los tratos que con el de Castilla traía: llamóle á Lérida, do á la sazon se tenia las córtes de Cataluña, y las de Aragon en Fraga: algunos le persuad an que no fuese, que se recelase de alguna zalagarda; pero él se determinó á obedecer. Su padre le recibió con semblante alegre y rostro ledo, y le dió paz en el rostro; mas luego le mandó llevar preso, que fue á dos de diciembre. Sintió esto mucho el príncipe, tanto mas que le sucedió muy fuera de lo que pensaba.

Luego que llegó el dia, cada cual de las partes ordenó sus haces para pelear: dióse la señal de acometer: cerraron los unos y los otros con igual denuedo, duró la pelea hasta la tarde sin reconocerse ventaja; mas en fin vencidos, desbaratados y puestos en hui- | da los angevinos, el campo y la victoria quedaron por los aragoneses, y juntamente el reino, corona y cetro en breve las ciudades y pueblos que se tenian por los enemigos, se recobraron. Hecho esto Scanderberchio un año despues que vino, con grandes dones que el rey le dió, volvió á su tierrra con sus soldados alegres y contentos por el buen tratamiento y los despojos que tomaron á los enemigos. En particular dió el rey á Scanderberchio por juro de heredad la ciudad de Trani, y los castillos de San Juan el Redondo y el de Siponto, en que está el famoso templo de San Miguel arcangel, todo en el reino de Nápoles. Despues desto vuelto á su tierra ganó nuevas victorias de los turcos, con que se hizo mas esclarecido y sin par por la perpétua felicidad que tuvo. Falleció siete años adelante, agravado de una dolencia que le sobrevino en Alesio pueblo de su estado. Dejó un hijo Hamado Juan debajo de la tutela de venecianos. Sin embargo le dejó mandado que hasta tanto que fuese de edad bastante para recobrar aquel estado y gobernalle se entretuviese en el reino de Nápoles con los pueblos y estado que el rey don Fernando le dió en premio de lo que le sirvió y ayudó. Besta cepa procedió la familia y alcuña nobilísima en Italia de los Castriotos, marqueses que fueron de Civita de Santangelo, puesta en aquella parte del reino de Nápoles que se llama el Abruzo. Uno de estos señores bisnieto del grande Escanderberchio, y á él muy semejan-bertad. te en el rostro y en el valor de su ánimo, Fernando Castrioto marqués de Civita de Santangel, murió en la famosa batalla de Pavía que se dió el año de mil y quinientos y veinte y cinco. Descuidose de llevar cadenas en las riendas que le cortaron, y el caballo le metió entre los enemigos sin poderse reparar. Las cosas de Albania luego que Scanderberchio murió, fueron de caida tan grande es el reparo que muchas veces hace el esfuerzo y prudencia de un solo capitan,

Suelen las últimas miserias dar ánimo para hablar libremente «Donde (dice) está la fe real y la segu»ridad dada en particular á mí, y concedida en co»mun á todos los que vienen á las córtes generales? »¿qué quiere decir darme paz por una parte y por »otra ponerme en hierros y a prisiones? ¿Las ofensas »pasadas, cualesquiera que hayan sido, ya me han »sido perdonadas: ¿qué delito he cometido de nuevo? »¿qué cosa he hecho para tratarme así? ¿por ventura »es justo que el padre se vengue del hijo, y con nues»tra sangre ensucie sus manos? Afuera tan gran mal»dad: afuera tan gran deshonra y afrenta de nuestra >>casa.» Decia estas cosas con ojos encendidos, grandes gritos y descomunales para que le oyesen todos, y moverá los circunstantes; pero sin dejalle pasar adelante le llevaron á la prision. Bramaba el pueblo, murmuraba y decia que eran embustes de su madrastra: los señores se hermanaban entre sí, y prometian de no desistir hasta ver á su príncipe puesto en li

CAPITULO III.

De la muerte de don Carlos príncipe de Viana. LAS paces que se asentaron con los moros y duraron al pié de tres años, al presente se quebrantaron con esta ocasion. Tenia Ismael rey de Granada dos hijos principales sobre los demás el uno se llamaba Albohacen, y el otro Boabdelin. El Albohacen por no

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todos sus estados, cargo que se acostumbra dar á los hijos mayores de los reyes. En particular sacaron por condicion que en el principado de Cataluña fuese se ñor absoluto, sin que dél se pudiese apelar. Su padre llevaba muy mal que le quedase á él solamente el nombre de príncipe, y diesen á su hijo una parte tan principal de sus estados; que era despojalle en vida, quitalle las fuerzas y juntamente afrentalle. Pero fuele forzoso venir en todo esto porque los catalanes, como gente feroz y de ingénios determinados, si no se les concedia, nunca acabaran de sosegarse; que fue causa de que en asentar estas condiciones y capitular se gastó mucho tiempo.

En este comedio se tornó á tratar de nuevo con mas veras y diligencia del casamiento entre el príncipe don Carlos y la infanta doña Isabel : llegaron á término que se tuvo el negocio por concluido, tanto que el príncipe envió á Castilla por sus embajadores para que de su parte visitasen á la infanta y á su madre, a don Juan de Cabrera y á Martin Cruilles personas principales, que fueron hasta Arévalo á hacer aquel oficio.

sufrir el ócio, y con deseo de dar muestra de su esfuerzo, juntado que hobo un ejército de dos mil y quinientos de á caballo y quince mil infantes, entró por las tierras del Andalucía: en todo el distrito de Estepa hizo grandes talas y daños, y robó gran número de ganado. Avisado del daño don Rodrigo Ponce, hijo del conde de Arcos, acudió al peligro junto con Luis de Pernia capitan de la guarnicion que tenia Osuna. Recogieron hasta docientos y sesenta de á caballo y seiscientos de á pié : con tanto fueron á verse con el enemigo, que iba cargado con la presa, y sin cuidado ninguno como quien tal cosa no temia, resueltos de quitarsela y aun en ocasion combatille. Las fuerzas de los nuestros eran pequeñas, y parecia locura pelear con tan grande morisma : ofrecióse una buena ocasion, que' parte de los moros con la presa habia pasado el rio de las Yeguas, y en el postrer escuadron quedaba sola la caballería: advirtió esto don Rodrigo desde un ribazo cercano; y dado que los suyos temian la pelea, mandó tocar las trompetas y dar seña de pelear : arremetieron con gran vocería los cristianos; los contrarios, divididos en tres partes, los recibieron no con menor constancia: Emprendióse á la misma sazon guerra en Navarra duró mucho la pelea; pero en fin los moros fueron con esta ocasion Carlos Artieda luego que vino el desbaratados con muerte de mil y cuatrocientos de aviso de la libertad del príncipe don Carlos, se apolos suyos de los nuestros perecieron treinta de á deró en su nombre de Lumbier pueblo de Nacaballo, ciento y cincuenta de á pié. Alojáronse los varra acudió don Alonso (el que fue duque de Vivencedores aquella noche en un lugar llamado Fuen-llahermosa) por mandado del rey su padre, y cercó te de Piedra el dia siguiente á tiempo que recogian los despojos, ven volver los ganados à manadas: cuidaron al principio que fuese algun engaño, y por la polvareda que se levantaba, sospeciiaban eran los enemigos que revolvian sobre ellos; mas luego se entendió que huidas las guardas por el miedo, los ganados por cierto instinto de la naturaleza se volvian á las dehesas y pastos acostumbrados: tanto fue mas alegre la victoria y la presa mas rica. En las ciudades y pueblos hicieron procesiones en accion de gracias, y regocijos por el buen suceso. Quebrantada por esta manera la confederacion y las paces, de una y de otra parte se hicieron correrias sin que sucediese cosa notable. Solamente Juan de Guzman, primer duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, trataba y se apercebia para cercar á Gibraltar, pueblo que está puesto á la boca del estrecho el desastre pasado de su padre y grande desgracia, que murió en aquella demanda, antes le animaba que espantaba.

La guerra que se levantó contra el rey de Aragon en su nismo estado, era mas grave: los catalanes enviaron embajadores á su rey para le suplicar que el príncipe de Viana fuese puesto en libertad: no quiso otorgar con esta demanda; de las palabras acudieron á las armas, salieron gran número dellos de Barcelona, apoderáronse de Fraga pueblo puesto en la raya de Aragon. Dió grande ánimo á la muchedumbre alterada Gonzalo de Saavedra, que le envió el rey de Castilla en ayuda de los catalanes á su instancia con mil y quinientos de á caballo. El general de todo el ejército catalan era don Juan de Cabrera conde de Módica, ciudad de Sicilia: por otra parte don Luis de Biamonte se mostraba á la frontera de Navarra con gente armada á punto de entrar en Aragon, si á peticion tan justa el rey no quisiese condescender.

Forzado pues de la necesidad dió libertad á su hijo á primero de marzo del año 1461, con órden que desde Morella, do estaba detenido, la reina su madrastra le llevase á Villafranca. Allí le entregó á los catalanes, que sin embargo no quisieron consentir que la reina entrase en Barcelona, porque puesto que con la libertad del príncipe dejaron las armas, los ánimos no quedaban del todo sosegados; antes llegaron á tanto que contra voluntad de su padre acordaron de jurar al príncipe por heredero de aquel principado : demás desto alcanzaron que de voluntad ó por fuerza le nombrase por vicario y gobernador de

aquel pueblo, y comenzó á batille con todos los ingénios y pertrechos que pudo. La parcialidad del príncipe no tenia muchas fuerzas: el rey de Castilla envió á Rodrigo Ponce y Gonzalo de Saavedra con gente en su ayuda para que hiciesen alzar el cerco: hízose así. Todavía se hacian mayores aparejos para continuar aquella guerra, cuando vino nueva, y se divulgó, que la reina de Castilla que á la sazon se hallaba en Aranda de Duero, quedaba preñada. Esta nueva agradó asaz, tanto mas que era fuera de lo que comunmente se esperaba; y aun por ser naturalmente los hombres inclinados a creer lo peor, no faltaba quien dijese que aquel preñado era de don Beltran de la Cueva: habla que por entonces se rugia, y despues se confirmó esta opinion al tiempo que don Fernando de Aragon reinaba en Castilla; si con verdad ó en gracia suya, aun cuando el negocio estaba fresco, no se pudo averiguar.

En Valladolid don Pedro de Castilla antes obispo de Osma, y á la sazon de Palencia falleció por ocasion de una caida que dió de la escalera de su casa. En su lugar fue puesto don Gutierre de la Cueva por contemplacion de su hermano don Beltran, que en aquel tiempo alcanzaba mas privanza que todos con el rey y mas mano en la casa real. El arzobispo don Alonso de Fonseca fue enviado de la corte con muestra de honralle para que estuviese en Valladolid por gobernador en tanto que el rey se ocupaba en la guerra que pensaba hacer en Navarra. Atizó este consejo su mismo competidor el marqués de Villena: pretendia con esto quedar solo, y enseñorearse del rey como lo tenia comenzado. Para salir con su intento con mas facilidad prometia su diligencia, si don Alonso de Fonseca se ausentaba, para ganar á los grandes que andaban apartados de su servicio, en especial el arzobispo de Toledo y el almirante; que el maestre de Calatrava ya estaba apartado del número de los desabridos, y alistaba gente para acudir á lo de Navarra.

Luego pues que don Alonso de Fonseca partió á Valladolid, el marqués de Villena fue al reino de Toledo, y á la misma sazon el maestre de Calatrava llegó á Aranda de Duero acompañado de dos mil y quinientos de á caballo. Con estas gentes el rey de Castilla marchó la vuelta de Almazan el espanto de los aragoneses fue grande, mas el ímpetu de la guerra y el ejército revolvió contra Navarra, y por el mes de

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