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BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

tenian.

mayo Hegó á Logroño pueblo principal de la Rioja. | te y prision de la guarnicion de Castilla que en ella Desde allí engrosado el campo con las gentes que de Todo este ruido y aparato se desbarató con una entodas partes acudian, entraron por las tierras de Navarra entregáronse las villas de San Vicente y de fermedad mortal que sobrevino en Barcelona á don la Guardia. Pusieron cerco sobre Viana, que des- Carlos príncipe de Viana, ocasionada de las pesadumpues de combatilla muchos dias al fin la rindió Pedro bres y cuidados y congojas, que contínuamente le Peralta á cuyo cargo estaba, y á la sazon era condes- trabajaron; así lo entendieron, y así debió ser: entre table de Navarra; la villa de Lerin no se pudo tomar los biamonteses se tuvo por cosa cierta y averiguada por ser muy fuerte: desta manera se hacia la guerra que murió de yerbas que le dieron en la prision, que en Navarra, cuándo prósperamente, cuándo al con- lentamente le acabasen y á la larga. Falleció á veinte trario. Don Alonso hijo del rey de Aragon por otra y tres de setiembre miércoles fiesta de Santa Tecla. parte tomó por fuerza la villa de Avarzuza, con muer-Al tiempo de su muerte pidió perdon á su padre. Fue

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HISTORIA DE ESPAÑA.

casado, y sin llegar á mujer: vivió setenta y siete,
años; su muerte fue á trece de noviembre en el Al-
garve en un pueblo de su estado que se llama Sagra.
Depositároute en Lagos entonces: desde allí adelante
le trasladaron á Aljubarrota. Quedaba de todos sus
hermanos don Alonso el bastardo duque de Bergan-
za, que falleció tambien el año siguiente: de doña
Beatriz su mujer hija del condestable Nuño Pereyra
dejó un hijo llamado don Fernando, de quien sin que
haya faltado la línea, descienden los duques de Ber-
ganza, señores los mas principales y ricos en el reino
de Portugal.

CAPITULO IV.

De las alteraciones que hobo en Cataluña. Con la muerte del príncipe don Cárlos, si bien cesó a causa de las diferencias y debates, no quedaron as discordias apaciguadas. Don Fernando hermao del muerto fue luego jurado por príncipe y here

dero de los estados de su padre primero en Calatayud en las córtes de Aragon que allí se juntaron, despues en Barcelona donde la reina su madre le llevó; pero toda la esperanza que por esta causa tenian de que todo se apaciguaria, salió vana á causa que la gente catalana de repente tomó las armas, y los nobles por estar desabridos con el rey de Aragon pretendian, y aun decian en secreto y en público que por engaños de su madrastra el príncipe su antenado fue muerto: maldad muy indigna y impiedad intolerable. El que mas encendia el pueblo, era fray Juan Gualves de la órden de Santo Domingo: persuadíales en sus sermones sediciosos que con las armas se satisfaciesen de aquel esceso tan grave y feo: que cuando ellos disimulasen, el cielo en la sangre del pueblo tomaria sin duda venganza; que debian aplacar á Dios con castigar ellos primero delito tan atroz.

Alterada la muchedumbre y el pueblo, la reina se salió de Barcelona: el color era sosegar ciertos albo rotos de Ampurias, la verdad que no se atrevia á sa

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Trajes militares de la época tomados de un retablo existente en la iglesia de Caldes de Mombuy.

lir en público, ca temia no le perdiesen el respeto los que tan alterados andaban; acordó de reparar en la ciudad de Girona, que está en lo postrero de Cataluña, hasta ver qué término tomaban las cosas. El rey de Aragon por otra parte, vista la tempestad que se levantaba, convidaba á los príncipes estraños que se confederasen con él, en particular pedia al rey de Francia le ayudase, y al de Castilla que á lo menos no le hiciese daño; que pues don Carlos en cuyo favor tomó las armas, era muerto, sacase las guarniciones de soldados que tenia puestos en Navarra. Hallábase á la sazon el rey don Enrique en Madrid, deshecho su campo, y alegre por la prenez de la reina su mujer, que hizo traer allí en hombros porque con el movimiento no recibiese cual que daño. Al principio pues del año 1462 le nació una hija que se llamó doña Juana; luego todos los estados del reino la juraron por princesa y heredera de Castilla: gran mengua, engerir en la sucesion real la que el vulgo estaba persuadido fuese habida de mala parte, tanto mas que para honrar á don Beltran y gratificalle sus servicios le hizo á la sazon el rey conde de Ledesma,

que fue nueva ofension y ocasion de mas murmurar, En su lugar fue puesto por mayordomo en la casa real Andrés de Cabrera, grande amigo suyo y aliado: principio de do como de escalon vino á alcanzar adelante grandes riquezas, no sin ofension de muchos y sin envidia de los que llevaban mal que un hombre poco antes particular subiese en breve tan

alto.

Estaba á la sazon en la córte el conde de Armeñaque, que vino por embajador del rey de Francia para tratar de hacer paces y confederacion entre los dos reyes. El arzobispo de Toledo reconciliado á la sazon con el rey era el que todo lo mandaba, tanto que cada semana se tenia en su casa consejo y audiencia de los oidores para determinar los pleitos y negocios. Los embajadores de Aragon por la mucha instancia que hicieron, en fin concertaron se hiciese confederacion á veinte y tres de marzo con las capitulaciones infrascritas: Que entre Castilla y Aragon hobiese paz: el rey de Castilla retuviese como en rehenes por resguardo los castillos de la Guardia y de San Vi cente, Arcos, Raga y Viana, y volviese todo lo

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demás que tenia en Navarra : demás desto que en la
raya de Aragon y de Navarra pusiese en tercería á
Jubera y á Cornago, y en el reino de Murcia á Lorca:
los depositarios fuesen el arzobispo de Toledo y el
maestre de Calatrava y Juan Fernandez Galindo, para
efecto que
si el rey de Castilla quebrantase la alian-
za, entregasen estos pueblos al rey de Aragon; el
cual en Olite donde se hallaba para desde allí acudir
á todas partes, puso su confederacion con el rey de
Francia á doce de abril. Asentaron que el rey de
Francia enviase al Aragonés de socorro setecientos
hombres de armas, y docientos mil ducados para
pagar el sueldo á sú gente; y que el rey de Aragon
entretanto que no pagase esta suma, diese en pren-
das lo de Cerdania y Ruysellon, y todavía por las
rentas de aquellos estados no se desfalcase parte al-
guna del príncipal.

que don Beltran conde de Ledesma casó con la hija
menor del marqués de Santillana : las bodas se cele-
braron en Guadalajara con grandes fiestas; halláronse
á ellas presentes el rey y la reina. Acabadas las fies-
tas, la reina se fué á Segovia, y el rey se partió para
Atienza con intento de darse á la caza por ser aquella
comarca muy á propósito para ella. Allí vino un ca-
ballero llamado Copones en nombre y como embajador
de Barcelona: ofrecíanle aquel estado de Cataluña,
si les enviase gente de socorro y los recibiese debajo
de su amparo.

Era este negocio muy grave: habido su acuerdo y aceptada la oferta, les envió el rey de socorro dos mil y quinientos caballos, que por caminos estraordinarios llegaron á Cataluña: con este socorro aquella muchedumbre levantada se animó, confiada que por aquel camino se podria defender y sustentar. En cumplimiento de lo asentado levantaron los pendones por el rey don Enrique : apellidáronle conde de Barcelona, y batieron con su cuño y armas la moneda de aquel estado; por esta manera se despeñaban loca y temerariamente en su perdicion. Alegróse con esta nueva el rey de Castilla don Enrique, pero mucho mas con saber que don Juan de Guzman duque de Medina Sidonia quitó á Gibraltar á los moros, y el maestre de Calatrava á Archidonia. Mandóse poner entre los otros títulos reales al principio de las provisiones el de Gibraltar á ejemplo de Abomelique, el cual era de linaje de los Merines, y como arriba queda dicho se llamó rey de Gibraltar.

Para que esta avenencia tuviese mas fuerza, se concertó habla entre los reyes de Francia y Aragon en Salvatierra pueblo de Bearne. Juntamente al conde de Fox por la instancia que sobre ello hacia, con cedió que doña Blanca hermana del príncipe don Carlos (á quien pertenecia el reino de Navarra) fuese puesta en su poder notable agravio, quitalle el reino, y despojalla de la libertad; ¿pero qué no hace la codicia desenfrenada de reinar? Luego que tomaron este acuerdo, desde Olite con grande desgusto suyo la llevaron á Bearne. Quejábase mucho á los santos y á los hombres de un desafuero tan grande. Escribió al rey don Enrique una carta en la cual le pedia tuviese compasion de su suerte; que sobre las otras desgracias le quitaban la libertad, y en breve le quitarian la vida, si él no le daba alguna ayuda y la mano suplicábale á lo menos vengase la muerte De una habla que tuvieron los reyes, el de Castilla y el de su hermano y sus desventuras, como era justo: que se membrase del amor antiguo, que aunque desgraciado, al fin era de marido y mujer. Pusiéronla en el castillo de Ortés del estado de Fox: allí no mucho despues fue muerta con yerbas que le dieron, sin que ninguno saliese á la venganza; la fama de su muerte tan injusta y cruel por mucho tiempo estuvo secreta. En fin los desastres de su vida tuvieron aquel desgraciado remate; que cuando la miseria persigue á uno, ó fuerza mas alta, no para hasta acaballe: su cuerpo enterraron en la ciudad de Lescar.

CAPITULO V.

de Francia.

ENTRARON otras bandas de soldados de Castilla por tierras del reino de Valencia y Aragon: el miedo y el espanto fue grande, si bien aquel rey acudió luego al peligro. Pudiéranle quitar el reino por estar gastado y sin sustancia él y sus vasallos, si cuan grandes eran las fuerzas de Castilla, tan grande brio y ánimo tuviera el rey don Enrique: por esto el de Aragon ponia gran cuidado en reconciliarse con él. Para este efecto vino por embajador del rey de Francia Juan de Rohan señor de Montalban y almirante de Francia: Hegó á Almazan, donde el rey don Enrique se hallaba, por principio del año 1463: fue muy bien rece

bailes y con saraos. Danzaban entre sí los cortesanos, y sacaban á danzar á las damas de palacio ; en particular la reina, presente el rey y por su mandado, salió á bailar con el embajador francés: él acabado el baile, juró de no danzar mas en su vida con mujer alguna en memoria de aquella honra tan señalada como en Castilla se le hizo.

Estaba el rey de Aragon en Tudela, y el rey don Enrique por Segovia y Aranda pasó á Álfaro, pueblo no muy lejos de Tudela. Allí con intervencion del marqués de Villena los dos reyes firmaron las capi-bido y festejado con convites muy espléndidos, con tulaciones del concierto que en Madrid tenian acordadas, á la misma sazon que los catalanes á treinta del mes de mayo cercaron á la reina de Aragon dentro de Girona, mas congojada por el riesgo que corria su hijo el príncipe, que por su mismo peligro. El caudillo de la comunidad era Hugo Roger conde de Pallas: el principal que defendia la ciudad por el rey, Luis Dezpuch maestre de Montesa. Entraron la ciudad los comuneros: acometieron el castillo viejo que se llamaba Giro nela, do la reina se recogió. Salieran los catalanes con su intento, sino sobreviniera la caballería francesa, con cuya ayuda no solo cesó el peligro, pero aun echaron de la ciudad á los levantados. Acudió al tanto el rey de Aragon con presteza, como al que el cuidado que tenia de su mujer y hijo le punzaba : hobo muchos encuentros y refriegas, en que los levantados, como gente recogida de todas partes, no se igualaban á los soldados viejos. El rey despues de haber reducido á su obediencia muchas ciudades y pueblos llegó á poner sus estancias junto á Barcelona. La reina de Castilla malparió en esta sazon en Aranda con gran riesgo de su vida. Por la vidriera de cierta ventana el rayo de sol que entraba, le comenzó á quemar el cabello, y le ocasionó aquel sobresalto y daño. La tristeza que causó esta desgracia en la corte, en breve se trocó en alegría á causa

Acordóse por medio desta embajada que los reyes de Castilla y de Francia se viesen y hablasen para tratar en presencia de todas las diferencias que tenian, y componer sus haciendas. Como se concertó, así se hizo, que aquellos príncipes tuvieron su habla por el fin del mes de abril cerca de la villa de FuenteRabía. Vinieron con el Francés los dos Gastones padre y hijo, condes que eran de Fox, el duque de Borbon, el arzobispo de Turon y el almirante de Francia. Al de Castilla acompañaban el arzobispo de Toledo, y los obispos de Burgos, Leon, Segovia, y Calahorra, el marqués de Villena, el maestre de Alcántara y el gran prior de San Juan, todos y cada cual arreados muy ricamente, y con libreas y mucha representacion de magestad. Entre todos se señalaba el conde de Ledesma, gran competidor del de Villena salió arreado de vestidos muy ricos, recamados de oro y sembrados de perlas. El vestido y traje de los franceses era muy ordinario, especial el del rey,

que era causa á los castellanos de burlarse de ellos, y | »>España; pero brevísimamente cuanto pareció al de motejallos con palabras agudas y motes.

Pasaron los nuestros en muchas barcas el rio Vedaso ó Vidasoa. Puédese sospechar se hizo esto por reconocer ventaja á la magestad de Francia: nuestros historiadores dicen otra causa, que todo aquel rio pertenece al señorío de España; y consta por escrituras públicas, acordadas en diferentes tiempos entre los reyes de Castilla y Francia, y de lo procesado en esta razon, en que se declara que pasando el rey don Enrique el rio Vidasoa en un barco, llegó hasta donde llegaba el agua, y allí puso el pié, y al tiempo que quiso hablar con el rey Luis, tenia un baston en la mano desembarcado en la orilla y arenal donde el agua podia llegar en la mayor creciente, dijo que allí estaba en lo suyo, y que aquella era la raya dentre Castilla y Francia, y poniendo el pié mas adelante, dijo, ahora estoy en España y Francia; y el rey Luis respondió en su lengua: Il est vrai, decís la verdad.

En estas vistas y habla se leyó de nuevo la sentencia que poco antes pronunció en Bayona el rey de Francia elegido por juez árbitro entre Castilla y Aragon, en que se contenian estas principales cabezas: Que las gentes de Castilla saliesen de Cataluña, y se quitasen las guarniciones que tenian en Navarra: la ciudad de Estella con toda su merindad quedase en Navarra por el rey don Enrique: la reina de Aragon y su hija estuviesen en Raga en poder del arzobispo de Toledo para seguridad que se guardaria lo concertado. Esta sentencia ofendia mucho á la una nacion y á la otra, á los de Castilla y de Aragon, sobre todo å los de Navarra; quejábanse que aquel asiento y sentencia era en gran perjuicio suyo ningun otro provecho se sacó de juntarse estos príncipes.

>>maestre de Santiago y al arzobispo de Toledo que lo »gobernaban todo, y por esto fueron por el rey de »>Francia festejados grandemente en San Juan de An»gelin cuando allí le visitaron. El conde de Ledesma »pasó el rio en una barca que llevaba la vela de bro»cado, el arreo de su persona era conforme á esto, »en particular llevaba unos hermosos borceguíes »sembrados de pedrería. Don Enrique era feo de ros»tro: la forma del vestido sin primor, y que descon»tentaba á los franceses. Nuestro rey se señalaba por »el hábito muy ordinario: el vestido corto, sombrero »comun, con una imágen de plomo en él cosida, oca»sion de mofas y remoquetes: los españoles echaban »aquel traje á poquedad y avaricia. Desta manera se »acabó la junta, sin que della resultase otro prove»cho mas de conjuraciones y monipodios que entre »los unos y otros grandes se forjaron, por las cuales »yo mismo ví al rey don Enrique envuelto en gran»des trabajos y afanes que se continuaron hasta su »muerte, desamparado de sus vasallos, y puesto en »un estado miserable.>>

Hasta aquí son palabras de Philipe de Comines; lo demás que dice se deja por abreviar. Este año, á los doce de noviembre, pasó desta vida á la eterna el santo fray Diego en el su monasterio de franciscos de Alcalá de Henares que fundó don Alonso Carrillo arzobispo de Toledo. Fue natural de San Nicolás diócesi de Sevilla. Su vida tal, y los milagros que Dios por el hizo, tantos que el papa Sixto Quinto le canonizó á los dos de julio año del Señor de mil y quinientos y ochenta y ocho.

CAPITULO VI.

Los catalanes llamaron en su ayuda a don Pedro condes table de Portugal.

HALLÁRONSE presentes á la junta destos príncipes dos embajadores de Barcelona, llamados el uno Cardona y el otro Copones : quejáronse al de Castilla que se hacia agravio á su nacion en desamparallos contra lo que tenian capitulado. Estas quejas no fueron de efecto alguno; las orejas destos príncipes es

Pero de todo esto, y aun de toda esta manera de juntas y hablas entre los príncipes será á propósito referir aquí lo que siente Philipe de Comines historiador muy señalado de las cosas de Francia que pasaron en esta era, y que se puede comparar con cualquiera de los antiguos. Sus palabras traducidas de francés en castellano dicen así: «Neeiamente lo »hacen los príncipes de igual poder cuando por sí >mismos se juntan á habla, en especial pasados los »años de la mocedad, cuando en lugar de los juegos by burlas (á que aquella edad es aficionada) entra la Benvidia y emulacion: ni carecen de peligro juntas »semejantes; y si esto no, ningun otro provecho re-n abo >>sulta della sino encenderse mas la ira y el odio; de manera que tengo por mas acertado concertar las »diferencias entre los reyes, y cualquier otro negocio »que haya, por sus embajadores que sean personas »prudentes. Muchas cosas me ha enseñado la espe»riencia, de las cuales tengo por conveniente poner Daquí algunos ejemplos. Ningunas provincias entre >cristianos están entre sí trabadas con mayor confe»deracion que Castilla con Francia, por estar asentada >>con grandes sacramentos amistad de reyes con re"yes, y de nacion con nacion. Fiados desta amistad Del rey Luis Onceno de Francia poco despues que se ncoronó por rey, y don Enrique rey de Castilla, se »juntaron á la raya de los dos reinos. Don Enrique »llegó á Fuente-Rabía rodeado de grande acompaña»miento; seguíanle el gran maestre de Santiago y el Darzobispo de Toledo, y el conde de Ledesma, que »entre todos se señalaba por ser su gran privado. El »rey de Francia paró en San Juan de Angelin, acom>>pañado como es de costumbre de muchos grandes. »Gran número de la una nacion y de la otra alojaba >>en Bayona, los cuales luego que llegaron, se bara»jaron malamente. Hallóse presente la reina de Arangon, que tenia diferencias con el rey don Enrique »sobre Estella y otros pueblos de Navarra que dejaran Den manos del rey. Una ó dos veces se hablaron, y >>vieron á la ribera del rio que divide á Francia de

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Sello de don Enrique IV de Castilla. taban cerradas á sus ruegos por respetos que mas á ellos les importaban. En Tolosa pueblo de Guipúzcoa el comun del pueblo mató á seis de mayo á un judío llamado Gaon: fue la ocasion que por estar el rey

cerca, entretanto que se entretenia en Fuente-Ra- | Enrique por la parte de Ecija rompió por el reino de bía, comenzó el judío á cobrar cierta imposicion que Granada, sin desistir de la empresa hasta tanto que se llamaba el Perdido, sobre que antiguamente hobo le pagaron el tributo que tenian antes concertado, y grandes alteraciones entre los de aquella nacion, y al le hicieron otros presentes de grande estima con presente llevaban mal que se les quebrantasen sus esto por Jaen, do residia Miguel Iranzu su condestaprivilegios y libertades. ble por frontero, pasó el rey de priesa á Madrid. Queria recebir y festejar otra vez al de Portugal que por voto que tenía hecho, se encaminaba para visitar á Guadalupe, casa de mucha devocion: viéronse los dos reyes y habláronse en la Puente del Arzobispo raya del reino de Toledo hallóse presente la reina de Castilla que en compañia de su marido iba para verse con su hermano el rey de Portugal.

No se castigó este delito, y esta muerte, antes poco despues en Segovia, do se fue el rey don Enrique, hobo entre dos frailes y se encendió una grave reyerta. El uno afirmaba en sus sermones que muchos cristianos se volvian judíos, en que pretendia tachar el libre trato que con los de aquella nacion y con los moros se tenía; y era así que muchos de aquellas naciones enemigos de Cristo libremente andaban en la casa real y por toda la provincia: el otro fraile lo negaba todo mas en gracia de los príncipes, como yo creo, que por ser así verdad.

Nunca sin duda en España se vió mayor estrago de costumbres, ni corrieron tiempos mas miserables; en particular el pueblo en Sevilla andaba muy alborotado en gran manera, á causa que don Alonso de Fonseca el mas viejo pedia que le fuese restituida aquella iglesia, que diera los años pasados en confianza á su pariente llamado tambien don Alonso de Fonseca; alegaba que así estaba establecido por los derechos y recebido por la costumbre, y que así lo mandaba el padre santo. El pueblo, y la nobleza, divididos en parcialidades, unos favorecian al pretensor, otros al contrario; de que resultaban alteraciones y corria riesgo no viniesen á las manos. Acudió á grandes jornadas el rey don Enrique, y con su venida entregó la iglesia á don Alonso de Fonseca el mas viejo, y pagaron con las cabezas y con la vida seis personas que fueron los principales movedores de aquel motin y alboroto.

El rey de Portugal á la sazon con una gruesa armada volvió á Africa : iban en su compañia don Fernando su hermano, y don Pedro su primo que era condestable de Portugal. Los catalanes desamparados de la ayuda de Castilla, y visto que los franceses é italianos los tenian prevenidos por el rey de Aragon, acordaron (lo que solo les faltaba y quedaba) llamar socorros de mas lejos con este acuerdo enviaron á convidar á don Pedro condestable de Portugal para que desde Ceuta viniese á tomar posesion de aquel principado, , que decian le pertenecia por su madre, que era la hija mayor del conde de Urgel: en mal pleito ninguna cosa se deja de intentar. Parecíale al condestable buena ocasión esta: hízose ala vela, llegó á la playa de Barcelona, y surgió en ella á veinte y uno de enero principio del año 1464. Allí sin dilacion fue llamado conde de Barcelona y rey de Aragon: acometimiento que por falta de fuerzas salió en vano, y la honra le acarreó la muerte demás de otros daños que resultaron lo primero con la partida de don Pedro las fuerzas de Portugal se enflaquecieron en Africa, por donde de Tanger que pretendian tomar, fueron con daño rechazados los fieles por los moros, y algunas entradas que se hicieron en los campos comarcanos, no fueron de consideracion ni de algun efecto notable; solo junto al monte Benasa en un encuentro que tuvieron con los enemigos, el mismo rey de Portugal estuvo á gran riesgo de perderse con toda su gente. Duarte de Meneses como quier que por defender á su rey se metiese con gran de ánimo entre los enemigos, fue muerto en la pelea y otros con él. El conde de Villareal defendió aquel dia la retaguardia, por lo cual mereció mucha loa por testimonio del mismo rey que despues de la pelea fe dijo: «Hoy en vos solo ha quedado la fe.»

El rey don Enrique desde Sevilla fué á Gibraltar: allí á su instancia y por sus ruegos aportó el rey de Portugal á la vuelta de Africa y de Ceuta. Estuvieron en aquel pueblo por espacio de ocho dias despues dellos el de Portugal se volvió á su reino. El rey don

En esta junta se concertaron dos casamientos, uno del rey de Portugal con doña Isabel hermana del rey don Enrique, y otro de doña Juana su hija con el príncipe y heredero de Portugal: dilatáronse para otro tiempo las bodas, y al fin la tardanza hizo que no surtiesen efecto. Estaba del cielo determinado que los aragoneses, reino mas á propósito que el de Portugal, viniesen á la corona de Castilla, bien que no sin grandes y largas alteraciones de España: males que parece pronosticó un torbellino de vientos que en Sevilla se levantó, el mayor que la gente se acordaba, tanto que llevó por el aire un par de bueyes con su arado, y de la torre de San Agustin derribó y arrojó muy lejos una campana; arrancó otrosí de cuajo muchos árboles muy viejos, y los edificios en muchas partes quedaron maltratados. Viéronse en el cielo como huestes de hombres armados que peleaban entre sí, quier fuese verdadera representación, quier engaño como se puede pensar, pues refieren que solamente las vieron los niños de poca edad: finalmente tres águilas con los picos y uñas en el aire combatieron por largo espacio; el fin de aquella sangrienta pelea fue que cayeron todas en tierras muertas. Los hombres movidos destos prodigios y señales hacian rogativas, plegarias y votos para aplacar, si pudiesen, la ira del cielo que amenazaba, y alcanzar el favor de Dios y de los santos.

CAPITULO VII.

De una conjuracion que hicieron los grandes de Castilla.

El rey don Enrique comenzaba á mirar con mala cara al arzobispo de Toledo y al marqués de Villena por entender que en las diferencias de Aragon no le sirvieron con toda lealtad por esto ni le hicieron compañia cuando fue al Andalucía, ni se hallaron en la junta que tuvieron los reyes en la Puente del Arzobispo, antes por temer que se les hiciese alguna fuerza, ó dallo así á entender, desde Madrid se fueron á Alcalá; luego se juntaron con ellos el almirante de Castilla y el linaje de los Manriques, y don Pedro Giron maestre de Calatrava. Allegáronseles poco despues los condes de Alba y de Plasencia por persuasion del marqués de Villena, que fue secretamente para esto á verse con ellos: el rey de Aragon asimismo por grandes promesas que le hicieron, se arrimó á este partido. Estos fueron los principios y cimientos de una cruel tempestad que tuvo á toda España por mucho tiempo muy gravemente trabajada. Era necesario buscar algun buen color para hacer esta conjuracion: pareció seria el mas á propósito pretender que la princesa doña Juana era habida de adulterio, y por tanto no podia ser heredera del reino.

Procuraron para salir con este intento apoderarse de los infantes don Alonso y doña Isabel hermanos del rey, que residian en Maqueda con su madre, por parecelles á propósito para con este color revolvello todo; verdad es que á instancia del rey, y con rehenes que le dieron para seguridad, el marqués de Villena don Juan Pacheco volvió á Madrid. Todo era fingido, y él iba apercebido de mentiras y engaños con que apartar á los demás grandes del rey y de su

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