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no pudiendo resistir á los dos enemigos, se retiró á la fortaleza con un pequeño escuadron de la gente del pueblo. Entretanto que el Francés discurria el medio mas espedito de tomarla, oyó decir que se acercaba Gonzaga con tropas para socorrerla, y no atreviéndose á esperarle, saqueó todo cuanto pudo encontrar de los españoles, y las alhajas del duque Carlos que estaban custodiadas en un templo, y se retiró prontamente de la ciudad. Pero habiéndole salido al encuentro César Magi con la caballería, recobró la mayor parte de la presa. Poco tiempo antes Carlos, duque de Saboya, príncipe de un carácter suave y sencillo, falleció de enfermedad, despues de haber combatido muchos años con su adversa fortuna. Sucedióle en el principado Filisberto Manuel su hijo, muy diverso en índole y destin. Habiendo guarnecido Gonzaga á Valfanera, y tomado á Vaudiquir, ciudad inmediata, condujo sus tropas á cuarteles de invierno á mediados del mes de diciembre. Encargó el César á don Pedro de Toledo, virey de Nápoles, la guerra de Sena, y habiéndose embarcado en las galeras de Doria con su mujer, y la nobleza que le acompañaba, llegó á Liorna, enviando delante el ejército por los dominios del papa. Cayó enfermo en el viaje, y fue llevado á Florencia al palacio de su hija, que estaba casada con Cosme de Médicis; y agravándosele el mal, falleció dentro de pocos dias. Divulgóse entonces la faina de que el César le habia enviado á esta guerra para sacarle con un pretesto honroso de Napoles, donde era aborrecido de la nobleza. Goberno este reino por espacio de veinte y un años con grande acrecentamiento de aquella dilatadísima ciudad, cuya principal parte fue edificada por él, y dejó eternizado su nombre en la posteridad. Su hijo don Garcia, juntándose con Ascanio de la Corne, y las tropas enviadas de la Lombardía, entró en el país enemigo, y se apoderó de algunos pueblos y castillos, y puso sitio á Montalcino, que era el mas fortificado de todos. Defendióle Jordan Ursino, y don García permaneció allí inútilmente, hasta que fue llamado por el cardenal don Pedro Pacheco, sucesor de su padre en el vireinato, para que defendiese las costas del reino, á las que habia arribado la armada otomana. Al tiempo que Sinan se restituyó á Constantinopla el año anterior, le siguió el príncipe de Salerno, burlado por la astucia de Mermile, y invernó allí con la armada francesa, á fin de obtener otra vez el auxilio de Soliman, y volver cuanto antes á Italia. Su llegada causó mas terror que daño en las costas de Sicilia y del Abruzo, porque los napolitanos estaban muy fortificados con poderosas guarniciones. No pudiendo adelantar cosa alguna pasó á Elva, pero viéndose impedido con las mismas dificultades, se abstuvo de emplear la fuerza.

El cardenal de Este y Mr. de Therme, que se halaban en Sena, formaron el nuevo proyecto de apoderarse de la isla de Córcega, que ocupaban los genoveses, pareciéndoles que seria muy útil á los franceses, así para navegar á las costas de Toscana, como para debilitar las fuerzas de los españoles y genoveses. Por esto, pues, habiéndose quedado el cardenal en Sena, se embarcó Mr. de Therme en la armada con parte de las tropas, y se dirigió á Córcega, la cual fue acometida por dos partes. Los franceses tomaron la Bastida, desamparada por la cobarde fuga de los genoveses, á San Florencio y Ayazo. Dragut, almirante de la armada otomana, sitió por largo tiempo á San Bonifacio en la parte meridional de la isla, y desesperando de poder tomarla por fuerza, lo consiguió al fin por engaño, como escribe Sigonio, y otros, y la saqueó faltando á la palabra que tenia dada, segun la costumbre comun de los bárbaros. Calvi, ciudad fortificada en la costa occidental, se burlo de los esfuerzos de los franceses, con una guarnicion de trescientos españoles, que habiendo

llegado allí casualmente la defendieron con heróico valor. Reducida en breve tiempo al dominio de los franceses la mayor parte de la isla, dispuso Dragut inmediatamente su partida, con pretesto de evitar las tempestades del invierno que se acercaba, y á pesar de las súplicas de los franceses, recogió su presa, y se restituyó á Constantinopla. Despues de la marcha del bárbaro, recibió Doria los auxilios que le enviaba el principe don Felipe con el capitan Alfonso de Lugo, y otros que pidió al César, y navegó a la isla de Cerdeña, la que gobernaba Ursino, que habia adquirido tanta fama en la defensa de Montalcino, habiendo regresado á Francia Therme y el príncipe de Salerno. Apoderóse el genovés de la Bastida apenas la atacó con su artillería; pero despues de un largo sitio recobró de los franceses á San Florencio á la entrada del año siguiente. A este mismo tiempo, esto es, el dia dos de enero del año de 1554, se liallaba afligida la córte de Portugal con la temprana muerte del príncipe don Juan. Falleció en la flor de su edad, pues se liallaba en los diez y seis años, apenas habia pasado la alegría de las bodas, dejando en cinta á la princesa doña Juana, de la que nació el rey don Sebastian, único consuelo del desolado reino en tan numerosa descendencia del abuelo.

CAPITULO XVI.

Muerte de Eduardo, rey de Inglaterra. Es proclamada doйa Maria, hija de Enrique Octavo. Su casamiento con el principe don Felipe. Guerra en Flandes y en Italia.

At mismo tiempo hubo en Inglaterra grandes turbulencias con motivo de la muerte del niño rey Eduar dɔ, hijo de Enrique. Divididos los ingleses en partidos, querian unos conferir la corona á Juana Sufolk, y otros á María, hija de Enrique y de doña Catalina, su primera esposa. Esta contienda amenazaba una guerra civil, y faltó muy poco para que no vinieser. á las manos. El autor de estas inquietudes fue el duque de Northumberland, presidente del parlamento, por la ambicion de colocar en el trono á su nuera. Comenzó pues á tramar el negocio en Londres con admirable artificio; y habiéndola hecho conducir á la fortaleza, la hizo proclamar reina, con consentimiento y aplauso de algunos consejeros. Los magistrados y nobles del partido contrario, entre los cuales se distinguia el conde de Arundel, se declararon por Maria, que tenia mucho mejor derecho. Entretanto que Nortumberland disponia la guerra por mar y tierra, para oprimir á sus adversarios, fue desamparado por sus sócios que esperaban á que se declarase la fortuna, y fue preso y degollado. Et mismo suplicio padeció Juana con Sufolk su padre, y Gilfort su marido, para escarmiento de los ambiciosos, que nunca están contentos con su suerte. Proclamada María por reina, con grande alegría y aplauso de todas las clases del estado, entró en Londres con magnífica pompa. Pero el César, que no perdia ocasion alguna de engrandecer la casa de Austria, dispuso enviar una embajada á Inglaterra, siendo el principal ministro de ella el conde de Egmont, á fin de solicitar el casamiento de la reina con su hijo don Felipe. No les desagradó la proposicion á los grandes de esta isla, persuadidos de que habia necesidad de un príncipe poderoso para consolidar aquel reine, que aun no estaba suficientemente cimentado. Inclinóse la reina al mismo dictámen, y en breve se concluyó el negocio. En las capitulaciones matrimoniales se establecieron varias condiciones para evitar discordias en lo venidero. Habiendo dispersado el papa el impedimento del parentesco que habia entre los contrayentes, Egmont, fiador del futuro matrimonio, hizo la ceremonia de recostarse armado en la camá

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de la reina, segun era costumbre de los príncipes de aquel tiempo.

por apoderarse de un bosque, que con prudente consejo habian ocupado los franceses, fue la ocasion muy poco favorable para unos y para otros, segun se colige de los historiadores que refieren este suceso. Finalmente, habiendo perdido el rey la esperanza de tomar la ciudad, levanto el sitio y condujo sus tropas á lugar seguro, despues de haber tenido alguna pérdida en la retaguardia, que fue acometida de noche por los imperiales.

estaba resuelto á pelear donde quiera que le hallase. Pero rehusando el Francés entrar en batalla, se fue Entretanto se dispuso en el puerto de la Coruña á talar la provincia de Hainault. Entre los incendios una armada de ciento y veinte navíos, y se embarcó en que ardia toda aquella region fue consumida por en ella don Felipe con el almirante de Castilla y el el fuego la amenísima quinta de Mariamont, que era duque de Alba, mayordomo mayor, á quien el César las delicias de la reina de Hungría, y se apoderó de habia enviado á España despues de la desgraciada es- Vence, ciudad inmediata. Aumentó su ejército con pedicion de Metz, con la principal nobleza, dejando nuevas tropas y se encaminó á la província de Artois, por gobernadora del reino á la princesa dona Juana siguiéndole Filiberto, proclamado duque de Saboya, su hermana, que algun tiempo antes habia vuelto despues de la muerte de su padre, que buscaba la de Portugal. Navegó felizmente y llegó al puerto de ocasion de dar un golpe al Francés. Favoreció la Northampton, acompañándole las armadas inglesa y fortuna á este á medida de sus deseos, pues habiendo flamenca con grande estruendo de la artillería. Desde alcanzado á los enemigos cerca de Quesnoy á tiempo alli envió á Ruy Gomez de Silva, de quien hacia mu- que atravesaban un rio, les causó mucho daño en la cho aprecio por sus escelentes prendas, con unas retaguardia, tomándoles gran parte de los bagajes. joyas de inestimable valor para la reina, en señal de El rey, despues de haber incendiado muchos pueblos su amor, declarándola que sabia muy bien que esto á vista del César, que habia venido al campo para que era mucho menos de lo que ella merecia; y la reina fuese mayor la ignominia, determinó tomar á Betin, en prueba de su gratitud, le envió doce hermosísi-y habiendo rodeado esta ciudad con sus tropas, intimos caballos enjaezados con régia opulencia. Llevó mó á la guarnicion que se entregase. Cuando vió que don Felipe en la armada cuatro niil españoles, y man-era preciso usar de la fuerza, la acometió con su ardó que sin tocar en tierra fuesen trasportados á tillería, que hizo grande estrago en las fortificacioFlandes, para suplemento de las tropas. Despues que nes. Habia acampado el César cerca de los reales de desembarcó su familia y equipaje y ochenta caballos los enemigos de un poderoso escuadron, á fin de soque traia de una generosa casta, el príncipe don Fe- correr á los sitiados, aunque para esto fuese necesario lipe, acompañado de una lucida y numerosa comitiva aventurar una batalla; pero habiendo peleado tumul→ de cuatrocientos nobles y de muchos grandes ingle-tuariamente parte de las tropas de uno y otro ejército ses magníficamente adornados que habian venido á obsequiarle, se puso en camino con tiempo lluvioso á Vinchester, donde le esperaba la reina, de la cual fue recibido con muchas muestras de amor y benevolencia. Despues de las recíprocas salutaciones, don Juan de Figueroa declaró en nombre del César á don Felipe, rey de Nápoles, trasladando en él todos los derechos del reino y de los demás dominios de Italia, para que una reina tan opulenta diese la mano á un rey poderosísimo. Finalmente el dia del apóstol San- Luego que el César arrojó al enemigo de sus frontiago los desposó el obispo de Vinchester, y el rey y teras, agravándosele la enfermedad que continuala reina comieron en público con los grandes de Es-mente le molestaba, se retiró á Bruselas, entregando paña y de Inglaterra. El resto del dia se empleó en el ejército al Saboyano, para que hiciera al Francés saraos y otras diversiones con estraordinaria alegría. todos los daños que pudiera: ejecutólo así el de SaPresentőse despues á los nuevos reyes el cardenal boya con mucha diligencia, asolando su territorio Reginaldo Polo, que descendia de la familia real de conto do género de estragos. Detúvose en Menil, pueInglaterra, y a quien el sumo pontilice habia dado blo de poco nombre, donde en lugar de la ciudad de ámplias facultades para absolver y reconciliar con la Hesdin, arrasada el año anterior, edificó otra en un Iglesia á los que habian caido en la herejía. Recibié-paraje pantanoso y casi inaccesibie. Entretanto que ronie honoríficamente, anulando la pena de destier-se levantaban cuatro grandes fortificaciones para su ro que padecía, y se dedicó con el mayor conato á restablecer el verdadero culto combatido por el rey Enrique. Finalmente, despues de muchas conferencias, asegurado de que habia conocido sus errores, la nacion, que con facilidad se vuelve adonde los reyes se inclinan, y de que estaba dispuesta á abjurarlos, la absolvió solemnemente en Londres de la escomunion pontificia, y restableció la religion, católica, segun lo permitian los tiempos. Mientras que estas cosas sucedian en Inglaterra, entraron los franceses on Flandes por tres partes. Algunos pueblos fueron entregados ó desamparados por la cobardía de los gobernadores, entre los cuales Mariemburgo, edificado y guarnecido por la gobernadora doña María, le entregó por dinero Martigni, noble flamenco. El rey, que habia venido á su campo, tomó á Bovines y le saqueó con muerte de sus habitantes, y habiendo juntado todas las tropas, sucedió la misma desgracia á Dinant. Despues de esto acometió á las arruinadas murallas de la fortaleza, pero le rechazó valerosamente la guarnicion, cuya tercera parte se componia de españoles al mando del capitan Julian Romero, el que habiendo sido hecho prisionero por engaño, fue entregada la fortaleza bajo la condicion de ser libres con sus armas, y inmediatamente la arrasaron los franceses. El César, luego que supo la venida del rey, puso en marcha las tropas que tenía consigo, y aunque era inferior en fuerzas

defensa, sirvió el ejército de guarnicion á los que trabajaban, á fin de que no los molestasen, ni impidiesen las tropas francesas que estaban cerca. Levantó despues su campo el Saboyano, y penetró talando con el ejército hasta Amiens, y aunque lo seguia Vandoma con tropas no despreciables, fue mas bien testigo, que vengador de los males que hacia su contrario.

Los sucesos del Piamonte eran de poco momento. El César habia llamado á sí á Gonzaga, para valerse de sus consejos, lo cual fue solo un pretesto, que ocultaba otro designio de que despues hablaremos. Fue nombrado en su lugar don Gomez de Figueroa, mas ilustre por su nacimiento que por sus hazañas militares, el que obligó á Brisac á levantar el sitio de Valfanera. Hubo algunos pequeños combates, y se tomaron algunos pueblos y castillos no muy impor tantes. El Francés se apoderó de Ibrea, ciudad situada en el rio Duranza, por entrega del español Morales, gobernador descuidado ó cobarde. En este año se volvió á encender la guerra de Sena, habiendo juntado sus armas el César y Cosme para arrojar á los franceses de la Toscana. Temia Cosme mucho á Pedro Strozzi, á quien poco antes envió el rey á Italia para hacer la guerra, y era muy enemigo del nombre de Médicis, así por las antiguas discordias, como por el destierro que acababa de sufrir. Persusdido Cosme de que en esta empresa ninguno aven

turaba mas que él, puso el mayor conato en preca-combates fueron muchos; pero es tanta la variedad ver el peligro que tenía tan cercano, y para adelantarse con que los refieren los historiadores, que es casi y ganar por la mano al enemigo, que se hallaba ocu- imposible averiguar lo cierto. Fortificado Mariñan pado del todo en los preparativos acometió á Sena á con tres mil infantes que condujo de Nápoles el cafin del mes de enero. Mariñan, enviado por el César, pitan don Juan Manrique, y exhortándole este, puera el que mandaba esta espedicion. Este pues, llegó so en marcha su ejército para concluir la guerra en á media noche con cuatro mil españoles y italianos, una sola batalla, habiendo dejado una guarnicion en y trescientos caballos á la puerta llamada Camolla, el campo alrededor de la ciudad. Combatieron obsticon grande esperanza de vencer por la negligencia y nadamente por espacio de diez horas cerca de Marcorto número de soldados que se hallaban de guarni- ciano, y quedaron muertos de una y otra parte mil y cion. Dado el asalto por doscientos españoles que doscientos hombres, cuya tercera parte fueron imiban en la vanguardia, no pudieron los seneses sos- periales. tener su ímpetu, y fueron rechazados fácilmente de un baluarte que Termes habia levantado en aquella puerta, para impedir la entrada á los enemigos. Lue go que se apoderaron de él los españoles, y ayudados con la venida de sus compañeros, se fortificaron allí contra la fuerza de los enemigos, que estaban de centinela en las cercanías, para lo cual contribuyó mucho la astucia ingeniosa de Gabriel Cerbellon, á quien Mariñan habia llevado consigo de la Lombardía, para dirigir la artillería. No fue dado asalto alguno contra la ciudad, ó el suceso no correspondió á la esperanza, porque uno y otro hallo escrito en los historiadores de aquel tiempo. Incitado Strozzi con la nueva del peligro que corria Sena, acudió á toda prisa, y no pudiendo de ninguna manera arrojar al enemigo del puesto que habia ocupado levantó por la parte opuesta nuevas fortificaciones y le escluyó enteramente de la ciudad.

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El dia siguiente padeció mas grave daño la retaguardia de los enemigos, de tal manera, que los imperiales llegaron á despreciarlos, como lo asegura un historiador que dice se halló presente á la accion. Sin embargo, no rebusó Strozzi la pelea, habiendo hecho frente á los que le perseguian. Pusiéronse los dos ejércitos en órden de batalla, y agitado Mariñan de diversos pensamientos, comenzó á dudar si se aventuraria á la fortuna de un combate. Pero habiéndole rodeado los cabos españoles, que en aquel dia hicieron heróicas hazañas, le amonestaron, le exhortaron, y finalmente, le obligaron con poderosas razones á acometer ai enemigo. Dióse la señal para la pelea, y embisten con grande ánimo: en el principio se mantuvo dudosa la batalla por un breve tiempo; mas como los franceses no pudiesen resistir el ímpetu del ejército imperial, comenzó á ponerse en fuga la caballería, y destituida la infantería de este auxiEntretanto Ascanio de la Corne que defendia las lio, aunque habia acometido intrépidamente á los fronteras de Toscana con tropas nuevamente reclu- imperiales, venciendo la dificultad del terreno, artadas, al tiempo que proyectaba apoderarse de Chiu- rojó al fin las armas para huir con menos estorbo. si por traicion, fue el mismo vencido y hecho prisio- En este último esfuerzo murieron tres mil y quiniennero por Santaci de Pistoya, despues de haber tos de los enemigos, y quedaron dos mil prisioneros, perdido un ojo en la pelea, y á muchos de sus com- con muy poca pérdida de los imperiales. Cerca de pañeros. Los puestos y lugares fortificados del terri- cien banderas fueron remitidas á Cosme con los pritorio de Sena, fueron tomados unos por fuerza y sioneros mas nobles. Sucedió esta batalla el dia dos otros por voluntaria entrega, habiéndose dividido la de agosto. Despues de tan gran derrota, se huyeron gente en muchos escuadrones y combatido en pe- muchos de los franceses con Strozzi y Fregoso, que queñas escaramuzas. Los generales aseguraban sus habian salido heridos, á Luciniano, ciudad inmediaconquistas con guarniciones y reparaban las tropas,ta; pero al día siguiente la abandonaron, apoderánque se hallaban disminuidas con las continuas peleas. Por mar y por tierra esperaban socorros unos y otros. Strozzi se encaminó á Luca para recibir los que habian salido de la Mirándula. Mariñan, habiendo dejado una guarnicion alrededor de la ciudad, puso en marcha sus pocas tropas y se acampó cerca de Pisa, á fin de impedir al enemigo la entrada de la Tos-gado de despojos. Strozzi, aunque se hallaba en Moncana, á la que amenazaba con los auxilios que le habian venido. En este paraje hubo diversos encuentros sobre los bagajes al tiempo que Mariñan, que tenia desiguales fuerzas, se retiraba á Pistoya. Entretanto, habiendo atravesado los montes á largas jornadas don Juan de Luna, gobernador de la fortaleza de Milan, con las tropas españolas, italianas y alemanas, se juntó en Sarrabal con Mariñan, y con estas nuevas fuerzas determinó seguir á Strozzi, que marchaba á Sena, habiéndole causado un ligero daño en la retaguardia de su ejército. Hallábase la ciudad estrechada fuertemente de todas partes por los imperiales, cuando llegó de Malta con sus galeras Leon Strozzi, hermano de Pedro, llamado con cartas muy halagüeñas del rey de Francia, cuya milicia habia renuncia do dos años antes, y á fin de no estarse ocioso mientras esperaba la armada de Francia, salió á hacer alguna presa en Escarlino, y murió de un balazo que le tíró un labrador. La armada francesa que arribó á aquellas costas, desembarcó seis mil soldados. En lugar del cardenal de Esse que se habia retirado de Sena, fue nombrado Blas Monluc, hombre de mucho talento y esperiencia en las cosas de la guerra. Pelearon desgraciadamente los franceses debajo de los muros, aunque el dia antes les favoreció la fortuna; habiendo arrojado á los imperiales del baluarte. Los

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dose los imperiales de la artillería y bagajes que allí tenian. El vulgo de los prisioneros fue puesto en libertad, haciendo juramento de no tomar las armas contra el César en todo el año, y se les dió una escolta para que nadie los molestase, y al cabo de tres dias se restituyó á su campo el ejército vencedor car

talcino gravemente enfermo de la herida, no omitió cuidado alguno, ni diligencia para reparar la pérdida padecida; y habiendo recogido las reliquias del derrotado ejército, y suplido la gente que faltaba con nuevos reclutas, no desistió de socorrer á la afligida ciudad de Sena por medio de mil peligros, hasta que cerrando Mariñan con nuevas obras todas las entradas, le privó de toda esperanza de introducir víveres en ella.

Por este tiempo fue arrasada la ciudad de Africa por órden del César, y vino al campo su guarnicion, que estaba muy endurecida en las fatigas de la guerra, y acostumbrada á vencer. Con el auxiliɔ de la armada de Doria fue tomada á los franceses Telamon, y introdujo víveres en Orbitelo, causando terror y espanto en todas las cercanías. Deseaba Cosme concluir esta guerra, y á su instancia intentaron los imperiales en la vigilia de Navidad escalar los muros por diversas partes, pero fueron rechazados con pérdida por la guarnicion y los habitantes, que pelearon con estraordinario esfuerzo. Fué pues necesario continuar el sitio á pesar de Cosme, que sentia mucho los gastos, y rendir la constancia de Sena con el hambre, que es el arma mas poderosa. Habiendo sido llamada tambien en este año la armada otomana, hizo mucho estrago en las costas del Abruzo, y des

pues de saquear á Pesth, ciudad célebre por su amenidad, se retiró inmediatamente á Durazo, sin haber dado crédito el almirante Dragut á las magníficas | promesas del príncipe de Salerno, de que sublevaria al pueblo de Nápoles. Termes combatió en Córcega la fortaleza de Cauria, situada en medio de la isla, ausiliado de los habitantes, que aborrecian el nombre genovés, y despues de haber derrotado en el camino las tropas que venian á socorrerla, y perdiendo la guarnicion toda esperanza de poder mantenerse, se entregó bajo la condicion de salir libre con sus cortos equipajes.

LIBRO QUINTO.

CAPITULO I.

Muerte de la reina doña Juana, madre del emperador, y de los papas Julio Tercero y Marcelo Segundo y eleccion de Paulo Cuarto. Continúa la guerra en Flandes, en el Piamonte y en Córcega. Toma de Sena por los imperiales.

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«var las heridas que buscar su remedio. Ciertamente hem's llorado mucho las disensiones, que poco «tiempo ha se suscitaron acerca de la religion, y aun no cesamos de llorarlas; y si estos males no nos cos«tasen mas que lágrimas, no seria tan grande nues«tro dolor; cuando además de la pérdida de todas «las cosas que son mas amadas de los mortales, esta «cruel obstinacion ha costado á muchos su propia «sangre, que á cada paso ha inundado los campos de «Alemania, destruido sus ciudades, asolado sus tier«ras con todo género de estragos, y las que antes «<eran tan florecientes, han quedado por la mayor « parte reducidas á un triste desierto. Verdaderamen«te han llegado á tal estremo nuestras miserias, que <«las enfermedades son mas poderosas que los remeadios, y parece que la felicidad se ha retirado lejos «de Alemania. Para curar los males de la religion, y « corregir las perversas costumbres de los hombres, «instituyeron nuestros mayores los concilios, toman«do el ejemplo de los apóstoles, y en ellos se exami«na y decide lo que debemos creer, y lo que debe«mos obrar. Nadie ignora la gran veneracion con « que hasta nuestros tiempos han sido recibidas por SIGUIÓSE el año de 1555, que fue muy memorable «todos los hombres piadosos las disposiciones concipor las muertes de algunos príncipes. El dia tres de «liares, ni el sumo desprecio con que los impios se abril falleció en Tordesillas doua Juana de Aragon, << oponen á los decretos del concilio ecuménico de madre del César, y aunque habia estado muchos años « Trento, congregado tiempo hace, los cuales rehudemente, recobró el juicio cuando se hallaba cercana «sando ellos entrar por el camino estrecho, se abriela muerte, y acabó su vida con muchas muestras de «ron para sí, y para sus secuaces otro muy ancho piedad á la edad de setenta y tres años. En muchas «que los conduce á la perdicion. ¿Qué esperanza nos partes del orbe cristiano se hicieron magníficas exe- «queda de reducir á sano juicio á unos hombres, quias á esta fecunda madre de tantos reyes. Dentro « que de tal modo desechan las medicinas que se les de pocos dias falleció tambien el papa Julio Tercero, «aplican, y se enfurecen contra su mismo médico? entregado al ocio y á la piedad. Manifestóse afecto á «Muchas veces han sido convidados con singular belas cosas del César en todo lo que era justo, y fue li- «nevolencia por los padres del concilio para que asisberal con sus parientes. Canonizó solemnemente á «tan á él, propongan y disputen, y se han negado á San Julian, obispo de Cuenca. Edificó una magnifica «ello con la mayor pertinacia. Esto á mi entender no y suntuosa casa de campo en la via Flaminia, segun «es buscar la verdad de la doctrina, sino buir de ella refiere Onufrio Panvinio. Pocos dias despues de su «con subterfugios engañosos, para que no se descumuerte fue elevado á la dignidad pontificia Marcelo «bra la falsedad y vanidad de sus opiniones: por lo Corvino, natural de Monte Policiano, habiendo re- «< cual, no quieren sujetarse al juicio de la Iglesia, tenido el nombre de Marcelo en su exaltacion; pero « para que hallándose fuera de ella, y fuera del rebala muerte le arrebató á los veinte y un dias de su co- «ño de Jesucristo, cometan impunemente sus cruelronacion, sin haberle dejado tiempo para dar alguna «dades como lobos sangrientos. ¡Cuán grande permuestra de su mucha santidad y doctrina. Despues «versidad es mudar la antigua y heredada doctrina de acérrimos debates entre los cardenales, que du- « de la religion como si fuera un vestido! y lo que es raron pocos dias, le sucedió en el pontificado Juan «todavia mas intolerable, saltar con inconstante juiPedro Carrafa, de una nobilísima familia napolitana, «cio de una doctrina á otra, y no fijarse en ninguna! y el cual en su exaltacion tomó el nombre de Paulo «Creo que tienen por miserables á sus padres, abueCuarto. En este año murió Enrique de Labrit (hijo«los y antepasados, que por espacio de mas de mil y de Juan, el que fue despojado del reino de Navarra), «quinientos años observaron y veneraron la doctrina dejando á Juana, hija única, la que casó con Antonio « enseñada por Jesucristo, y declarada por los padres; de Borbon, duque de Vandoma, y trasladó los dere- «ó por mejor decir, ellos son los miserables, y lo sechos de aquel reino á la familia de Borbon, que en «rán perpétuamente, porque con tanta temeridad se breve habia de ser muy celebre, y poseer el imperio «apartaron de lo que podia hacerlos bienaventurados de toda Francia. Tambien fallecieron en el mismo año en la eternidad, por defender sus propios sueños y Juan Federico de Sajonia y su mujer Sibila, tan «delirios. De esto, pues, se han originado entre una perseguidos por su adversa fortuna. «nacion esclarecida y no menos valerosa, odios, dis«cordias, enemistades y guerras que no tendrán fin, «si no se procura reunir los ánimos en la verdadera «piedad, y se restablece la verdadera doctrina. Por lo cual me parece que ante todo se deben estirpar << los diversos monstruos de la herejía, que impune<<mente pervierten al pueblo; y como una hidra pes<< tilentísima produce tantas cabezas cuantos son los «impostores que de la noche á la mañana se erigen «<en doctores, entregados á su vientre y á sus torpes « pasiones, que quieren sujetar á Dios á sus deseos, «y no sujetarse ellos á Dios, para que desterrando «del orbe cristiano tan feas tinieblas resplandezca «nuevamente aquella luz verdadera que alumbra á «todos los hombres. » Concluido este discurso, pasaron á la votacion, y despues de largas y inútiles altercaciones se resolvió por la dieta: «Que en lo su<«< cesivo no se molestase por causa de religion á nin

Hallándose el César gravemente enfermo, encargó á su hermano don Fernando que presidiese en su nombre la dieta de Ausburg, en que se habia de tratar sobre las materias de religion, y que pusiese todo su cuidado, celo y diligencia en conservarla, lo que seria muy grato á Dios y muy necesario para la paz y tranquilidad de Alemania. Abrióse el dia cinco de febrero, y fueron pocos los príncipes que concur ieron. Los mas de ellos se escusaron con varios pretestos, pero en realidad por su grande oposicion à las ideas del César, y enviaron embajadores. Exhortólos don Fernando á que de comun acuerdo mirasen por el bien público, y refirió los males que habia causado la diversidad de opiniones religiosas. «No tengo nece«sidad, dijo, de recordaros aquí las calamidades de «Alemania, que vosotros habeis padecido juntamenate conmigo, porque esto pareceria mas bien reno

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aguno que profesase la confesion de Ausburg, ni por franceses que los españoles, por la gran diferencia « este motivo se declarase guerra á ninguno de los que habia entre los generales. El uno era muy intré «principes ni ciudades. Que reteniéndose única pido y activo, y habia ganado muchas victorias, y el «mente la fe católica, y la doctrina de Ausburg, se otro era mas propio para tratar los negocios civiles, caboliesen del todo las demás sectas que despues que para las armas. De esto se origino la pérdida de «habian nacido. Que no se permitiese á los sacerdo- Casal del Monferrato, tomado por los franceses mien«tes abandonar la antigua religion (porque eran mu- tras Figueroa se divertia en las bodas de un hombre «chos los que se desertaban de ella para no observar poderoso. Conocian muy bien que en medio de estas «el voto de continencia), y abrazar la nueva, y que el alegrías se relaja y descuida la disciplina militar, y «que lo hiciera perdiese su beneficio y prerogativas, habiendo aplicado las escalas al muro, entraron de «y fuese nombrado otro en su lugar.» De este moda, noche en la ciudad, que estaba sepultada en sueño y y á tanta costa de la verdadera piedad consiguieron vino. Fueron muertos todos los alemanes con Juan alguna paz los alemanes, hallándose presente el car- Bautista Londronio su capitan, aunque no sin pérdenal Moron, legado pontificio, y no se puede ponde- dida de los enemigos. El dia siguiente Figueroa, que rar el daño que de aquí se siguió á la posteridad, el cual se habia refugiado á la fortaleza desproveida de guarserá irremediable, si Dios no mira por su causa. nicion y de víveres y municiones, fue enviado libre En las fronteras de Flandes continuaba la guerra junto con los bagajes. Animado Brisac de este feliz en medio del invierno, cuando se comenzó á tratar suceso, se apoderó de Pomario, castillo inmediato, de paces, habiendo sido enviado el cardenal Polo por y corrió hasta las puertas de Valencia, inspirando la reina María de Inglaterra al rey de Francia, de- terror á sus habitantes, y allí acaeció una tumultuaseosa de reconciliarle con el César. Juntáronse á este ria pelea con la caballería española, en la que se portó fin los plenipotenciarios de Arras y de Lorena en una valerosamente Lope de Acuña, cuyo denuedo y pecasa de madera, que se fabricó con este objeto cer- ricia militar impidió que la Lombardia recibiese un ca de Calés. Disputaron por largo espacio acerca de grave daño, Habiendo tomado el Francés muchos caslas condiciones, mas no pudiendo convenirse, se re-tillos, arrasó sus murallas para que no le sirviesen de tiraron de allí en el mismo dia sin haber concluido carga y de utilidad al enemigo. Finalmente rodeó con cosa alguna, siendo inútiles los esfuerzos de los in- sus tropas á Volpiano, que por estar falto de víveres gleses para terminar la guerra. El duque de Saboya no era difícil espugnarlo. Con tan descuidado geneedificó en el río Mosa á Charieroy, para reprimir las ral se hallaban las cosas de España muy espuestas á incursiones de los franceses; y Guillelmo de Nasau, una ruina; pero le sucedió el duque de Alba, á quien que habia sucedido á Rosen, muerto de una peste, don Felipe habia dado amplísimos poderes en toda levantó en obsequio del rey don Felipe la célebre for- la Italia. Este, pues, llevó de socorro cinco mil aletaleza llamada Felipevilla. Entretanto mil y setecien- manes y mil caballos, y con su venida fue levantado tos franceses, la mayor parte de caballería, á quienes el sitio de Volpiano, y recobrado Pomario con muermandaba Mr. Jaylli, noble angevino, impedidos con te de su guarnicion. Tomó tambien otros castillos, y la carga de la presa que habian hecho en toda la pro- los fortificó para refrenar al enemigo, que hacia esvincia de Artois, cayeron en una emboscada que les cursiones por todas partes. Despues puso sitio á Sauarmé Alsimont, gobernador de Bapaume. Pertur- cia con mayor ánimo que prudencia, faltándole dinebados con este repentino lance, pues caminaban des- ro para la paga de los soldados, pues ni se lo enviacuidados y dispersos sin formacion alguna, comenza- ba el César, ni tenia de donde sacarlo; por lo cual ron una pelea tumultuaria. Los labradores que Alsi- se dispersó gran parte del ejército, y desistió de la mont habia juntado, deseosos á un mismo tiempo de empresa comenzada, no sin alguna pérdida, habienla venganza y del saqueo, insultaron intrépidamente do muerto de un balazo don Ramon de Cardona, vacon sus tiros á los que se hallaban cogidos en la em- leroso capitan. Hay quien dice que el dinero fue deboscada; y como no podian ordenarse en batalla, tenido por astucia de Ruy Gomez, émulo del duque porque la caballería los estrechaba por la frente y por de Alba. No cesaba este de amonestar que no conla espalda, tampoco les era posible ponerse en fuga, venia agotar el erario en una guerra inútil, que en y fueron todos con su capitan pasados á cuchillo co- breve habia de componerse. Entretanto llegó Aumale, mo un rebaño de ovejas. Despues que se aplacó la á quien el rey de Francia envió á toda priesa con un ira de los imperiales, fueron conservados algunos socorro de tropas para que hiciese frente á un gepocos franceses, y recobrada toda la presa. neral tan esclarecido como el duque de Alba. AcoTambien el Océano se ensangrentó por este tiem- metió á Volpiano con todas sus fuerzas, á fin de borpo con una cruelísima batalla acaecida no lejos de rar la anterior mancha. Fueron contínuas las peleas Dieppa, entre los normandos y flamencos. Veinte y en la brecha del muro, en las cuales quedaron muercuatro navíos cargados de mercaderías, que venian tos Garcilaso de la Vega, hermano del conde de Palde España, fueron acometidos por veinte y cinco ma, y Pedro de Silva, jóvenes intrépidos, con una navíos franceses bien armados, Viéndose los flamen-buena parte de la guarnicion. La restante fue encos en la necesidad de pelear, hacen frente al enemigo, y se trabó un combate atrocísimo, con horrible estruendo de la artillería. Finalmente llegaron al abordaje, y duró la pelea cuatro horas, sin que la victoria se declarase por una ni otra parte. Pero los flamencos suplieron la falta de fuerzas con los fuegos artificiales, que arrojaron sobre la armada fran cesa, y comenzó á arder una de sus naves. De esta pasó á otras la llama, y se escitó un horroroso incendio, con cuyo terror y la llegada de la noche se diri mió la batalla. El fuego consumió seis navíos flamens cosyly otros tantos franceses. Una y otra capitana fueron abrasadas, y despues sumergidas en las olas con toda su gente. Los franceses trajeron á remolque al puerto de Dieppa cinco navíos muy destruidos con las balas y el fuego, los que les sirvieron mas para ostentar su costosa victoria, que para otro uso alguno. En el Piamonte se hallaban en mejor estado los

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