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que era meno culpado. Los jueces nombrados para, asechanzas de sus émulos, se mantenia en la oscuri. examinar la causa de Conlé, le condenaron como dad, fue llamado aceleradamente por la reina, la que reo de lesa magestad, á cuyo tiempo atormentado le recibió con muchos halagos, y le atrajo á su parel rey con dolores gravísimos de cabez se le pudrió tido. Autonio de Borbou no solo consiguió la libertad, un oido, por donde le supuraba una apostema que sino que fue declarado gobernador del reino, por le habia nacido en el cerebro, y murió el dia cuatro el derecho de parentesco, y aunque la reina fue intide diciembre, cuando apenas cumplia año y medio midada para que le confiriese esta potestad, era ella de su reinado. lumediatamente fue proclamado rey en realidad la que disponia de todo. El príncipe de Carlos su hermano, Nono de este nombre, con me- Condé fue conducido á la Fera, fortaleza muy guarjores esperanzas, por su corta edad, que no pasaba necida en las fronteras de Flandes, y de alli á poco de diez años y medio. Siguióse una gran mudanza de se le puso en libertad. El cuerpo del difunto rey fue cosas, porque Monmorenci, que temeroso de las llevado con poca pompa á San Dionisio, y colocado

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en el sepulcro de sus mayores. De este modo se iba preparando la semilla de los males, que por tantos años afligieron miserablemente á la Francia, dividida en opuestos partidos.

El pontifice no omitia medio alguno para condecorar y elevar á Cosme de Médicis con pretesto de su parentesco. A peticion suya instituyó el órden de San Esteban papa, en memoria de la victoria que habia ganado cerca de Sena el dia dos de agosto, siendo general Mariñan, hermano del mismo pontifice. El-instituto de estos caballeros, que deben ser nobles, es pelear contra los enemigos de la Religion Cristiana, y sus insignias son un manto blanco con una cruz roja. Fue nombrado Cosme gran maestre, y sus sucesores perpétuamente, y además de las rentas que concedió el papa para manutencion de esta órden, la dió aquel principe ricas posesiones, y la edificó templo y casa en Pisa. Juan de Médicis su -hijo fue elevado en edad muy tierna á la dignidad cardenalicia, y declarado arzobispo de Pisa, pero no obstante todas estas gracias fueron inútiles los esfuerzos de Cosme para obtener las insignias que

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deseaba y el titulo de rey. Don Felipe, que teuia suelto no salir de España, procuraba enviar á las provincias hombres idóneos y espertos que las gobernasen. Por este tiempo, habiendo llegado á su noticia que los ministros de la real hacienda que ha bia enviado á Milan escedian los límites de su potestad, y que por un falso celo habian despojado de sus bienes á muchos ciudadanos, los removió inmedia tamente de sus empleos y a la verdad es máxima muy cierta y digna de un oráculo, que muchas veces daña la demasiada diligencia y cuidado. El nuevo virey de Nápoles don Gaspar de Quiroga comenzó con mucho estrépito á residenciar á los jueces y magistrados, pero ninguno fue removido de su empleo, y todas sus amenazas se convirtieron en humo. A fines del otoño falleció Juan Andrea Doria, de edad de noventa y tres años, cuyas alabanzas escribieron muchos autores ilustres. Los genoveses celebraron sus exequias en la iglesia catedral con régia suntuosidad y aparato. No hay necesidad de que repitamos aquí sus grandes hazañas. Fue varon muy piadoso, magnánimo y prudente, y en la ciencia naval sobre

pujó á todos los de su tiempo. Fue sepultado provi- | guaridas, y les imponia el inerecido castigo. Tampoco sionalmente, como él mismo lo dejó dispuesto, en se hizo entonces cosa alguna memorable en el Afriuna capilla que él habia hecho reedificar á sus espen- ca, hallándose ocupados los jerifes en otros cuidasas en la iglesia de San Mateo. Cedió á su hijastro el dos. En el nuevo mundo apenas ocurrió por este tiemprincipado de Melli, y dejó en su testamento á Juan po suceso alguno digno de referirse. Administrábase Andrés la ciudad de Tursi y las galeras mandándole la justicia con vigor en Nueva España, y los bárbaque siguiese los auspicios del rey don Felipe. El dia ros fueron reducidos de grado ó por fuerza á la obecuatro de febrero falleció en Roma el cardenal Pa- diencia del rey en todas las regiones donde habia checo, obispo de Sigüenza, y le sucedió en la dió-penetrado el nombre español. Todos los cuidados se cesis don Francisco de Lara que murió tambien el dirigieron á instruir sólidamente en la Religion Crismismo año, con tan precipitada carrera desampara tiana á los indios, que fácilmente la abandonaban, la fortuna á los mortales. Fue electo en su lugar don por no estar enteramente libres de sus antiguas suPedro de la Gasca, trasladado de la iglesia de Palen- persticiones. En el mismo estado se hallaba el Perú cia. Dos años antes habia fallecido en Génova don despues que cesaron las sediciones, que por tan largo Gerónimo Doria, arzobispo de Tarragona, con cuyo tiempo le habian agitado. El año de mil quinientos nombre se publicaron las constituciones de aquella cincuenta y seis pasó á gobernar este reino don Aniglesia, divididas en titulos y libros. Sucedióle don drés de Mendoza, marqués de Cañete, llevando solo Fernando Loaces, natural de Orihuela, obispo de de su numerosa familia á don García, jóven de escelTortesa, en el que le habia precedido Requens, y sá índole, y á Felipe, habido fuera de matrimonie. hallándose ausente, tomó posesion el dia cinco de Todas las provincias descansaban de la guerra, á esagosto. Tambien fallecieron dos grandes lumbreras cepcion del reino de Chile, donde las cosas de los esde la literatura, fray Domingo de Soto y fray Mel- pañoles se hallaban en mayor peligro que nunca se chor Cano, ambos del órden de Santo Domingo, habian visto, no atreviéndose á emprender cosa alguaquel en Salamanca y este en Toledo, donde fueron na contra los bárbaros, que estaban muy feroces con sepultados con célebre pompa. Uno y otro adquirie- las anteriores victorias. Movido el virey de las súron gran fama con sus escritos. Pero Cano en su plicas de los españoles, envió á su hijo don García con tratado de los lugares teológicos, se aventajó mucho un ejército en cuatro navios, mandados por Juan Laá todos los de su profesion en la erudicion, ingenio, drillero. La caballería se puso en marcha por los debrevedad y elegancia. Fue electo para el obispado siertos que se estienden entre el mar y los Andes, sien de Canarias, cuya dignidad renunció. Tuvo contra do su capitan Luis de Toledo. Luego que llegó García sí á Paulo Cuarto á causa de que habia dado dicta- á la Serena, incendiada por los indios, y juzgando men al rey don Felipe de que podia hacerle la guer- que convenia remover de allí á Villagran y Aguirre, ra, cuyo parecer aprobó la respetable universidad por las antiguas discordias que entre si tenían, los de Salamanca. Aquel siglo de oro de nuestra literatu-embarcó en un navio y los remitió á Lima con segura, no solo produjo hombres ilustres por su sabiduría, ra custodia. Despues de lo cual continuó su navegasino tambien mujeres de admirable ingenio; y omi- | cion hácia el Austro; pero habiéndose levantado una tiendo por la brevedad formar aquí un catálago de tormenta, estuvo muy próximo á padecer naufragio. ellas, solo haremos mencion de Luisa Sigea, que Finalmente arribó á la Concepcion, colonia desierta entre otras dotes con que se hallaba adornada, me por el miedo de los bárbaros, y desembarcando sus reció gran fama por su instruccion en las lenguas. tropas y artillería, puso su campo en un paraje eleNació en Toledo siendo su padre Diego, hombre vado, y le fortificó cuanto le fue posible. Tenia soerudito, y despues de haber vivido mucho tiempo lamente doscientos soldados, porque aun no habia en la córte de Portugal, volvió á Castilla con su ma- llegado la caballería, que era la que causaba gran rido Alonso de la Cueva, noble burgalés, con quien terror á los indios. Noticiosos de esto los araucanos, se habia casado, y falleció en su juventud como que entre todos los chilenos son los mas belicosos, acootros muchos grandes ingenios, el dia quince de oc- metieron en gran número al campo. La artillería hizo tubre habiendo dejado un hijo. Paulo Tercero hizo es- en ellos mucho estrago, pero irritados mas bien que traordinarios elogios de las cartas que le escribió en escarmentados, redoblaron sus esfuerzos, vencieron latin, griego, hebreo, siriaco y árabe, como lo re- el foso, la trinchera, y pelearon acérrimamente á fiere Juan Vasco, escritor fidedigno de su tiempo: pié firme. Felipe de Mendoza despues de haber heriy lo mas digno de admiracion es que á los veinte y do en un brazo á Tucapel, araucano valeroso, le abraun años de su edad habia ya adquirido tan grande zó por medio del cuerpo, y intentó en vano derribarerudicion y doctrina, como lo atestiguan Andrés le a tierra. Su hermano don García, cayó aturdido de Resende y Fernando Ruiz de Villegas, poeta elegan- una pedrada que recibió en la cabeza; pero volviendo tísimo en su epitafio. Escribió muchas obras doctas luego en sí, peleó heróicamente. Los marineros sa y piadosas en prosa y verso. Un hereje holandés lieron á tierra para participar del peligro, y fueron publicó á nombre de Luisa un libelo infame con el acometidos por Feniston, intrépido araucano, con titulo de sátira sotádica, lleno de las mas detestables un fuerte destacamento sacado del ejército. En el obscenidades. Pero esta ficcion no perjudicó á la primer impetu pelearon atrozmente, y Valenzuela, buena fama de aquella casta matrona, pues su autor capitan de un navio, atravesó con su espada al geera un impio sectario muy desemejante á ella, no neral bárbaro; pero siendo tan pocos los españoles menos en las costumbres que en la doctrina. para resistir á la multitud de los enemigos, rechazados á las lanchas, despues de haber recibido muchas feridas. Tres veces acometieron al campo sucediéndose los bárbaros unos á otros, y murieron con inútil esfuerzo, y duró la pelea por seis horas, dos mil de los mas audaces. No obstante, velaron los nuestros aquella noche con mucho cuidado, haciendo la ronda el mismo don Garcia.

CAPITULO XIV.

Envia el marqués de Cañete, virey del Perú, á su hijo don Garcia con tropas para sujetar a los indios de Chi

le: sucesos de esta guerra.

fueron

Los portugueses tenian puestas todas sus esperanzas en el jóven don Sebastian, que se educaba bajo la El dia siguiente exhortó á sus soldados (de los cuatutela de doña Catalina su abuela, gobernadora del les muchos habian sido heridos, y ninguno muerto) reino, y entretanto no acaeció turbacion alguna, ni á pelear valerosamente, previniéndoles que no estalos herejes que volaban por todas partes, podian rian mucho tiempo ociosos, pues el enemigo deseapropagar su doctrina, pues la sagacidad y vigilancia ba vengar su derrota. No se engañó en su conjetura de los inquisidores los descubria en sus mas ocultasel general, quien noticioso de los intentos de los arau

Quebrantados los bárbaros con tantas derrotas, no se atrevian ya á inacer frente á los españoles en batalla, y solo acometian con asechanzas á los que se alejaban de los reales. Los principales de los araucanos conspiraron contra Garcia, y le enviaron un indio famoso por su audacia llamado Metical, con un canastillo de fruta, para asesinarle al tiempo de presentársela. Pero habiéndole dado aviso de esta trama Colono, hombre de esclarecida fidelidad entre aquella gente y que aborrecia las traiciones, se libertó del peligro. Hizo prender al bárbaro, á quien se le encontró un puñal, y confesó fácilmente los autores del atentado, y habiéndolos hecho llamar García, los reprendió ásperamente por medio de un intérprete, y los despidió sin imponerles castigo ninguno, con cuya benignidad adquirió gran fama entre los bárbaros. Para perpetuar la memoria de su abuelo materno, dió principio el dia veinte y siete de marzo á la ciudad de Osorno, situada á los cuarenta grados sobre el ecuador. Su terreno es fértil en todo género de frutos, especialmente en esquisita miel, y abunda de minas de oro y plata. Envió cincuenta caballos á la ciudad de la Concepcion, y estendió su poblacion con nuevos habitantes. Los de Villa-Rica que se habian dispersado por la guerra, volvieron á ocuparla luego que cesó el peligro de los bárbaros, para no perder el derecho á sus tierras.

canos por un indio fiel á los españoles, envió á La-cados dolos árboles algunos de los cautivos, entre drillero al rio Maule, para que mandase acelerar el los cuales Galvarin, levantando sus cortados brazos, paso á los mas espeditos de la caballería. Su coman- exhortaba á los suyos á la venganza con atrocísimas dante Toledo, luego que recibió este aviso, envió palabras. Acaeció la batalla anterior el dia diez de delante cien caballos que atravesaron el rio, y ha octubre, y esta á fin de noviembre. Habiendo levanbiendo caminado cien millas en tres dias, llegaron tado García sus reales, llegó al campo donde fue hefelizmente al campo. Los araucanos que habian jun-cho prisionero y muerto Valdivia; en cuyo lugar mantado todas las fuerzas de la provincia, y estaban re- dó se reedificase el castillo que edificó el mismo Valsueltos á acabar con los españoles en una sola bata-divia, y habia sido destruido por los bárbaros, y el lla, noticiosos de la llegada de los caballos, cuando año siguiente de mil quinientos cincuenta y ocho se disponian á dar nuevo asalto al campo, se retira- fundó allí una ciudad, à la que dió el nombre de Caron dispersos en pequeños escuadrones. Salió don ñete. Combatió otras veces con aquellos obstinadísiGarcia de sus trincheras á campo descubierto, y á mos enemigos, y derrotó á una inmensa multitud de los cinco dias llegó Toledo con los otros doscientos ellos, aventajándose mucho el valor de los capitanes caballos y los bagajes, á los que se juntaron cincuen- Remon y Quiroga. En la angostura de Puren pelearon ta que habia mandado venir de la Imperial. Reuni- esforzadamente Velasco y Reinoso; cuya intrepidez das en un campo todas las tropas, marchó al enemigo, reprimió la astucia y ferocidad de los enemigos, y y habiendo pasado el rio Biobio, descubrió las embos- fueron conducidos al campo muchos víveres que se cadas que le tenian puestas, y peleó con los que le sa- les tomaron. lieron al encuentro. Para socorrer los araucanos á los suyos, iban á la batalla con todas sus fuerzas, obstinados en vencer ó morir. Combatieron por espacio de cinco horas continuas, y todo el campo se veia cubierto de cadáveres. Pocos de los españoles fueron heridos, y solo se perdieron algunos caballos, que fue una especie de prodigio en una pelea tan sangrienta. En ella quedó prisionero Galvarino, bárbaro de conocida perfidia, y en pena de su rebelion le cortaron las manos; pero con esta severidad estimuló el Español, y no reprimió el furor de los araucanos. Talaron tambien los campos, aunque sin tocar á sus casas, pára que la desesperacion no los encendiese mas el deseo de pelear. Despues de esto, penetraron los españoles en lo interior el valle de Arauco, siguiendo las naves la costa con los víveres y provisiones. Los batidores encontraron en una tierra abandonada de sus habitantes un cañon que habia perdido Villagran en un combate desgraciado, y fue conduci lo alcampo. Los bárbaros que desde los campos se habian refugiado á los lugares seguros con sus hijos y mujeres, se juntaron en gran número, y para oprimir repentinamente á los españoles, se acercaron una noche á su campo con el mayor silencio, y como al rayar el alba oyesen la señal que los españoles acostumbran hacer á tal hora, persuádiéndose los indios que ha bian sido descubiertas sus asechanzas, y que aquello era llamar al soldado á tomar las armas, ellos tam⚫ bien con trompetas, caracoles y grande estrépito, dieron la señal para la batalla, con la cual escitados tambien los españoles, corrieron prontamente á las armas y marcharon contra el enemigo. Halábanse ordenados los bárbaros en tres escuadrones, y el primero de ellos acometió al ala derecha de los espanoles, y recibido por estos con la artillería y todo género de tiros, se abatió mucho su ferocidad. La ca balleria embistió contra otro escuadron armado de picas, el cual no pudo ser derrotado ni abierto; y viendo García que por ninguna parte se movia de su puesto, mandó dispararle por el costado la artillería con lo cual fue desordenado el escuadron, y los caballos hicieron en él grande estrago. Mientras tanto se peleaba atrozmente en la ala derecha, y unos y otros tenian esperanza de vencer, hasta que decayendo las fuerzas de los araucanos y muertos los mas intrépidos de los suyos, retrocedieron en buen órden para juntarse con el tercer escuadron, que no habia intervenido en la batalla. Prohibió García á ios suyos que los persiguiesen, pues la desesperacion podia escitarlos á perecer con daño ajeno; ni tampoco tenia muchas fuerzas para seguirlos, despues de haber sostenido tan terrible combate por espacio de ocho horas. Quedaron muertos cuatro mil de los enemigos, y ochocientos prisioneros. De los españoles hubo muchos heridos, y perecieron algunos caballos; y á fin de causar terror y miedo á los demás, fueron ahor

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A fines de julio se hizo Ladrillero á la vela de la Concepcion con dos navíos de órden del rey, para esplorar por aquella parte el mar del Sur. Despues de una larga navegacion, llegó á la estremidad de las costas del Nuevo Mundo, y comenzaron á faltarle los víveres. No hallaban socorro alguno en los bárbaros derramados por aquellas partes, que mas parecian fieras que hombres, y para colmo de los males se junto al hambre una horrible tempestad, en la que estuvieron muy próximos á sumergirse los navíos. Finalmente al cabo de diez meses llegó uno de ellos muy maltratado á Valdivia, con solos tres marineros y el capitan: otro en que iba Ladrillero arribó á las costas de Chile, y habiendo desembarcado á tierra los soldados, marineros y los negros, perecieron todos dentro de pocos dias; y de este modo no correspondió el fruto de aquella navegacion á la pérdida de sesenta hombres que costó. Entretanto corria García las provincias, visitaba las colonias, y arreglaba todas las cosas públicas. Pero Reinoso que gobernaba en Cañete, escitaba á los bárbaros con engaño á la guerra, y los derrotó en una gran batalla. Despues Pedro Avendaño con cincuenta españoles venció á Caupolican, le hizo prisionero y le sacó de los montes á donde se habia refugiado con sus compañeros lespues de su derrota. Este hombre valeroso fue general de los araucanos en toda la guerra en que quedaron vencidos Valdivia y Villagran; pero desamparándole la fortuna, le derrotó García muchas

veces, y finalmente le condenó al último suplicio, y los sucesos como por la sublimidad de sus versos. En recibió antes de morir el sagrado bautismo. Los arau- él se manifiesta poco afecto á García, de cuya sevecanos no podian tolerar que los españoles se detu-ridad estaba ofendido, pues le condenó á muerte por viesen tan largo tiempo en su valle, y levantasen en haber escitado una sedicion, aunque le perdonó á él un castillo, por lo cual volvieron á tomar las armas ruegos de sus amigos. Sucedió Villagran en el gopara sacudir el yugo, y fortificaron su campo en pa- bierno de Chile en virtud de real decreto. raje oportuno, segun la disciplina militar. Juntáronse La cruel ambicion de dominar y enriquecerse que catorce mil hombres armados, á los que procuré Gar-reinaba en la India oriental, era causa de que fácilcia arrojar de aquel puesto, disparando contra ellos la artillería y otros fuegos arrojadizos. Parte de ellos aterrados con el estruendo de los cañones y con los fuegos que les disparaban los españo es, se escaparon por la espalda de su campo aquella noche, retirán dose á los montes y bosques, y con los demás que quedaron hubo pequeños combates. Finalmente sacaron á campo raso todas sus tropas en órden de batalla, estando resueltos á hacer el último esfuerzo. Trabóse con efecto la pelea, y fueron rechazados á sú campo, en el cual se introdujeron los españoles mezclados con ellos, y como se viesen estrechados por todas partes, volvieron con mucha intrepidez á renovar el combate, para no morir sin tomar venganza de sus enemigos; pero al fin fueron vencidos y arrojados de sus trincheras, y se dispersaron en la fuga. Duró la batalla cuatro horas seguidas, y acaeció dia de Santa Lucia, habiendo muerto dos mil de los enemigos, y quedando gravemente heridos treinta de los españoles. Recobráronse cinco cañones de bronce y muchos arcabuces que se habian perdido en la derrota de Villagran. Hallóse tambien en el campo enemigo gran cantidad de víveres que habian juntado para largo tiempo.

Despues de estos sucesos se ajustó la paz con los araucanos por la mediacion de Colocolo, hombre de carácter muy ajeno de la barbarie, y se edificó un castillo para defensa de ellos mismos. El gobernador García, libre de los cuidados de la guerra, se dedicó enteramente á los de la paz: reedificó los templos que habian sido destruidos en las anteriores calamidades, y con el dinero que pudo recoger, levantó uno muy magnífico desde los cimientos en la ciudad de Santiago, poniendo en él algunos sacerdotes de los que habia llevado consigo del Perú. Fundó la colonia Hamada de los Infantes, y procuró establecer otras por medio de capitanes valerosos, entre las cuales fue una la ciudad de Mendoza edificada por Pedro Castillo á la otra parte de los montes, distante treinta y tres grados del ecuador, en cuya situacion se halla tambien la de Santiago. Fue Castillo recibido benignamente por aquellos bárbaros que son de un natural pusilánime, entregados al ocio, de voz muy débil y lacos de cuerpo, lo que no es de admirar, pues se alimentan de yerbas y raices. Produce aquella tierra admirablemente los frutos españoles, y los ganados se multiplican sin término. Tambien se descubrieron en varias partes minas de oro, y una muy opulenta cerca de Valdivia en el rio de la Madre de Dios, de donde se han sacado dos millones de pesos de oro pu o. Arregladas las cosas de Chile, y cuando García se disponia para restituirse á Lima, le llegó la triste noticia de la muerte de su padre, de quien se refiere que goberró el Perú con mucha equidad y justicia. Edificó la iglesia y convento de los religiosos de San Francisco y un magnífico hospital, y levantó un puente de piedra en el rio de Lima. Tuvo por sucesor en el vireinato á don Diego de Zúñiga, conde de Nieva. Despues que García satisfizo por algunos dias su dolor, se embarcó con su familia en un navío, y pasó á Lima en el año de mil quinientos y sesenta. En esta guerra de Chile militó Alonso de Ercilla, caballero del órden de Santiago, que en su edad juvenil adquirió la gloria de las armas y de la poesía. Su poema intitulado la Araucana, que anda en manos de todos, refiere con verdad los hechos de aquella guerra, y es muy apreciado, así por lo estraordinario de

mente se suscitasen guerras entre unas gentes que se aborrecian con odio inveterado. El nuevo virey Constantino se apoderó de la ciudad de Daman, abandonada por sus habitantes, á quienes el terror de una armada de cien navios habia puesto en fuga, y la fortificó con una guarnicion al mando de Diego de Norona. Luis de Melo peleó prósperamente con la armada de Calicut cerca de la costa de Malabar, y habiendo tomado seis navíos, huyeron los demás ignominiosamente. Los bárbaros, afeminados y flojos, no podian competir en el valor ni en la pericia militar con los portugueses; pero ne les fue tan fácil vencer á los turcos, con quienes pelearon con varia fortuna en la isla de Baharen. Finalmente fueron derrotados mas por el hambre y las enfermedades que por la espada; y á los que quedaron vivos se les dió libertad bajo de ciertas condiciones, y se concluyó la guerra. En otras partes hubo algunos pequeños combates. Una multitud innumerable de bárbaros acometió á Cananor, y faltó poco para que la tomasen; pero habiendo sido rechazados y derrotados valerosamente por Melo y Noroña, pagaron la pena de su audacia. Eduardo Deza, hombre cruel y avaro gobernaba tiránicamente las Molucas: puso en prision al régulo con toda su familia, y faltó poco para quitarle la vida con un veneno, de lo cual, noticiosos los isleños, corrieron inmediatamente á las armas. No venció la causa justa, aunque muchas veces la favorece el cielo, pues fueron vencidos y derrotados los bárbaros con gran pérdida por unos pocos portugueses. Pero avergonzados estos despues de las maldades de Deza, le metieron en una prision sin respeto alguno al juramento militar, y le pusieron las cadenas que quitaron al réguló. Estas discordias fueron muy largas y produjeron muchos males que jamás se remediaron. Por este tiempo fue introducido el Evangelio por los jesuitas en las estremidades del Oriente, á costa de mucha sangre y fatigas, y recogieron copiosos frutos, habiendo hecho Dios grandes milagros en apoyo de su doctrina, como se refiere en las cartas que dirigieron á la Europa, Los portugueses que habian quedado en la Abisinia con motivo de la guerra, se pasaron al Turco, contra quien habian peleado tantas veces, con la ignominia y oprobio que se deja considerar, y no es necesario decir. Vencido el Abisinio en una batalla por los turcos, no quiso nunca de allí adelante valerse del socorro de los portugueses. El virey Varreto, despues de cumplido el tiempo de su gobierno, se embarcó en la armada para restituirse á Portugal; pero obligado por la violencia de las tempestades, retrocedió á Goa desde la mitad del viaje. Salió segunda vez, pero con la misma adversa fortuna, y quiso mas ceder al enfurecido Océano que pelear con él. Finalmente, se hizo á la vela por la tercera vez, y arribó con feli cidad á Portugal, habiendo libertado su armada de tantos peligros.

LIBRO SESTO.

CAPITULO I. Embajada del rey don Felipe al de Francia. Hace causa el pontifice á los Carrafas. Concede un subsidio al rey de España. Vuélvese à juntar el concilio en Trento. Maximiliano es nombrado por sucesor en el imperio. FLORECIA la paz en España y en sus provincias, sin que la inquietase movimiento alguno, y con su au

xilio hacia grandes progresos la piedad, á la cual se guiente concurrieron muchos. Entretanto, á ruegos dedicaba tanto el rey don Felipe, que parecia su rei- de doña Margarita, que se lo pidió con grandes insnado en España lo que en Roma el de Numa despues tancias, confirió la púrpura cardenalicia á Antonio de Rómulo. Edificábanse en muchas ciudades y pue- Perenoto, nombrado arzobispo de Malinas, que desblos templos, monasterios y hospitales: entre los pues se llamó el cardenal de Granvela. Hizó formar cuales es digno de memoria el célebre colegio de los causa á los Carrafas como reos de muchos y atroces jesuitas erigido en Madrid con la advocacion de San delitos. El cardenal fue ahorcado dentro del castillo Pedro y San Pablo, cuyo primer rector fue el padre de San Angel, y degollados en otras partes el nuevo Eduardo Pereira. El año siguiente se edificó la igle- duque de Paliano, Fernando Carlon, conde de Alisia y convento de la Santísima Trinidad en medio de fano, y Leonardo Candena. Antonio Carrafa, temela misma villa, promoviéndolo el rey, quien hizo el roso del mal que le esperaba, se habia puesto en salplan de toda la obra, porque no ignoraba la geome-vo; pero su hijo Alfonso, arzobispo de Nápoles, tría, y contribuyó con mucho dinero para los gastos acusado de malversaciones, no salió de la cárcel hasde ella, siendo su primer ministro fray Diego de Me- | ta que pagó cien mil ducados en que fue condenado, dina; y en otras partes erigió otras muchas iglesias, aunque el papa le perdonó veinte y cinco mil. Marco cuya relacion seria muy prolija. Como el rey don Fe- Antonio Colona llegó al fin á recobrar á Paliano por lipe era tan celoso y amante de la verdadera religion, la mediacion del rey don Felipe. llevaba muy á mal que en Francia se hallase tan alterada por los hugonotes; y para resistir en cuanto le era posible á su protervia, envió á su cuñado Carlos, á don Juan de Lara, hombre de grande talento y esperiencia, y esclarecido por su nobleza. Este, pues, llegó á París á mediados de enero de 1561, y espuso al rey las causas de su embajada. Reducíase esta á pedirle que no confiriesc empleo alguno público á los hugonotes, pésima generacion de hombres, nacidos para trastornar todo lo divino y humano: que recibiese los decretos del concilio tridentino, an saludables para él, como para todo su reino; y que los mandase observar á sus vasallos, castigando á los contraventores. Intentó con un largo discurso persuadir uno y otro á la reina, en quien residia todo el poder; pero todo fue en vano, pues posponia la religion á la ambicion de dominar, y todo su cuidado era entretener los diversos partidos, y favorecer alternativamente á uno y á otro, para no ser oprimida por ninguno de ellos. Habia entonces en la corte de Francia dos triunviratos. Monmorenci, el duque de Guisa, y el mariscal de San Andrés defendian con todo esfuerzo la religion católica, á la cual era el rey muy adicto; y por el contrario Condé, Gaspar Coligni y Andelot su hermano sostenian la herejía de Calvino. De este modo de las discordias de la córte nacidas de la ambicion, pasaron á las discordias de religion, y despues levantaron ejércitos, y tomaron las armas para pelear una parte del reino contra la otra, hasta destruirse mútuamente.

La misma liama volaba por otros pueblos y ciudades, y no habia cosa alguna que pudiera detener sus progresos. Los pueblos de la Saboya inmediatos á Francia estaban inquietos contra su soberano, y tocados de la misma peste; que cundió hasta las estremidades de Italia. Salvador Espinel, noble napolitano, armado con el favor del virey, fue el primero que se opuso á este mal, y despues de haber aplicado en vano remedios suaves, arrasó algunos pueblos de sus estados, queriendo mas privarse de sus rentas que dejar sin castigo la perfidia, y en la capital fueron algunos condenados á las llamas, con gran terror y espánto de todos.

En Flandes habian llegado las cosas á tal estremo, que era cuasi imposible curar con los acostumbrados remedios á los hombres perversos; y si se ponian en práctica los mas fuertes, corrian las provincias el peligro de una general sublevacion. El pontifice no omitia cosa alguna para cortar tantos males. Exhortaba á los príncipes por medio de sus legados á que mantuviesen el culto de la verdadera religion que profesaron sus mayores; pero sus oficios fueron inútiles con los protestantes de Alemania, que cada dia se precipitaban de uno en otro en mas detestables errores, y la reina de Inglaterra prohibió por un edicto que entrasen en su reino los legados pontificios. Además convocó á los obispos para qus continuasen el concilio que habia sido interrumpido, y el año si

Por este tiempo comenzaron las iglesias de España á contribuir los subsidios que para la guerra habia concedido el pontifice al rey, á fin de que con este dinero se armasen sesenta galeras para arrojar de nuestras costas á los piratas mahometanos, enemigos cuotidianos é irreconciliables. Este dinero se empleó despues por sus sucesores en otros usos, y los moros vuelan impunemente por todas partes en ligeros buques con grave daño de la cristiandad. En Valladolid acaeció un terrible incendio, que propagándose por la parte alta de la ciudad, redujo á cenizas cuatrocientas casas. No se pudo saber con certeza el orígen de este estrago, que tal vez fue casual; y compadecido el rey de la triste suerte de los ciudadanos, los socorrió con una gran suma de dinero. Poco tiempo antes habia trasladado su córte de Valladolid á Toledo, y se cree que no le agradó mucho esta ciudad, pues al cabo de pocos meses se transfirió á Madrid, y determinó establecer en esta villa su domicilio, erigiendo hermosos edificios los grandes, que de todas partes concurrian á fijar su habitacion en ella. Vino tambien Francisco, hijo mayor de Cosme de Médicis, para ser educado en ella con la severa disciplina de los españoles, á la cual su padre era muy adicto.

El pirata Dragut se apoderó en las islas de Lipari de siete galeras sicilianas que navegaban á Nápoles, y fueron parte de la presa Nicolás Caraciolo, arzobispo de Catania, y Francisco Aragon, obispo de Cefalonia. El primero consiguió su libertad á muy alto precio, pero el segundo cargado de años, acabó su vida entre los mismos bárbaros. Procuró el rey don Felipe que fuese rescatado el obispo de Mallorca, que, como ya dijimos, quedó cautivo en los Gelves, encargando á Guillelmo Rocaful, virey de aquella isla, que recogiese de las rentas eclesiásticas la cantidad competente, y con efecto, fue puesto en libertad por la suma de cinco mil y quinientos pesos.

El año de mil quinientos y sesenta y uno se juntaron en Trento los prelados españoles, entre los cuales fueron los mas célebres por la fama de su sabiduría don Pedro Guerrero, arzobispo de Granada, don Andrés Cuesta, obispo de Leon, don Martin de Avala, de Segovia, don Diego de Covarrubias, de Ciudad-Rodrigo, escritor bien conocido, y aquel grande hombre don Antonio Agustin de Lérida. Tambien concurrieron de Francia algunos obispos con el cardenal de Lorena, y muchos embajadores de los principes católicos y ciudades libres. Volvió á continuarse el concilio con gran número de prelados, y se concluyó el año siguiente. Asistieron en calidad de legados pontificios los cardenales Juan Moron, Hércules Gonzaga, Gerónimo Seripando, Estanislao Ossio, Luis Simonetta, Bernardo Naugerio y Marco Altaemps, hombres muy doctos y virtuosos. El rey don Felipe envió por su embajador á dou Fernando Quiñones, conde de Luna, en lugar de don Fernando Dávalos, que poco antes habia fallecido en Trento. Mientras que los padres deliberaban en esta ciudad sobre las

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