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ron estas capitulaciones: El infante don Alonso heredase el reino á tal que se casase con la pretensa princesa doña Juana: don Beltran renunciase el maestrazgo de Santiago: que se nombrasen cuatro jueces, dos por cada una de las partes, y por quinto fray Alonso de Oropesa general que era de los geró

servicio. Para este efecto le dió por consejo hiciese prender á don Alonso de Fonseca arzobispo de SeviIla, que á menos desto él no podria andar en la córte seguramente. Despues que tuvo persuadido al rey, con trato doble avisó á la parte del peligro en que estaba: dió él crédito á sus palabras, huyóse y ausentóse; traza con que forzosamente se hobo de pasar ánimos; lo que sobre las demás diferencias determinase los alterados.

Con esto quedó mas soberbio don Juan Pacheco, en tanta manera que estando la córte en Segovia al tiempo de los calores, cierto dia entró con hombres armados en el palacio real para apoderarse del rey y de sus hermanos. Pasó tan adelante este atrevimiento, que quebrantó las puertas del aposento real, y por no poder salir con su intento á causa que el rey y don Beltran de la Cueva con aquel sobresalto se retiraron mas adentro en el palacío y en parte que era mas fuerte, determinó de noche (que fue nueva insolencia) llevar adelante su maldad. Ya era llegada la hora, y los sediciosos se aparejaban con sus armas para ejecutar lo que tenian acordado; mas el rey y los suyos fueron avisados: con que las asechanzas no pasaron adelante. Estaba don Juan Pacheco autor de todo esto á la sazon en palacio los mas persuadian al rey y eran de parecer que le debian echar la mano y prenderle. Era tan grande el descuido del rey, que antepuso una vana muestra de clemencia á su salud y vida: decia que no era justo quebrantalle la seguridad que le diera; con que escapó entonces de aquel peligro, y las cosas se empeoraron de cada dia mas, mayormente que por el mismo tiempo por bula del sumo pontífice, don Beltran de la Cueva fue nombrado por maestre de Santiago, cosa que al pueblo dió mucha pesadumbre por el agravio que se hacia al infante don Alonso en quitalle aquella dignidad. Las demasías de don Juan Pacheco no parecia se podian castigar mejor que con levantar por este medio å su contrario y competidor don Beltran.

la mayor parte destos jueces, aquello se ejecutase. Tomada esta resolucion, el infante don Alonso que era de edad de once años, de Segovia fue traido á los reales del rey: allí le juraron todos por príncipe y heredero del reino; quedó en poder de los grandes, de que resultaron nuevos daños. A don Beltran de la Cueva dió el rey la villa de Alburquerque con título de duque, y juntamente le hicieron merced de Cuellar, Roa, Molina y Atienza demás de ciertos juros que en el Andalucía le señalaron para cada un año en recompensa de la dignidad y maestrazgo que le quitaban. Los alterados señalaron por jueces árbitros á don Juan Pacheco y al conde de Plasencia; el rey á Pero Hernandez de Velasco y Gonzalo de Saavedra, enemigos declarados de don Juan Pacheco. El arzobispo de Toledo y el almirante se reconciliaron con el rey: la amistad duró poco, ó como decia el vulgo, fue invencion y querer temporizar. Andaban los cuatro jueces árbitros alterados, y entendíase que si llegaban á pronunciar sentencia, dejarian á don Enrique solo el nombre de rey y le quitarian todo lo demás por esto mandó él de secreto al maestre de Alcántara y al conde de Medellin, personas de quien mucho se fiaba, que con las mas gentes que pudiesen, se viniesen á él, y desbaratasen aquellos intentos.

Gonzalo de Saavedra, que era uno de los jueces, y Alvar Gomez secretario del rey, al cual hiciera merced en la comarca de Toledo de Maqueda y de Torrejon de Velasco y de S. Silvestre, fueron por el rey llamados. Pusiéronles algunos grandes temores así á ellos como al maestre de Alcántara don Gomez de Solís y al conde de Medellin avisáronlos que los querian prender, y que sus malos tratos eran descubiertos; con esto les persuadieron se declarasen, y públicamente con sus gentes se pasasen á los conjurados. El rey avisado de todo esto, puso tachas á los jueces árbitros, y alegó que los tenia por sospechosos; mandó otrosi á Pedro Arias ciudadano de Segovia (cuyo padre fue su contador mayor) que por fuerza se apoderase de Torreion: así lo hizo, y dejó aquella villa á los condes de Puñonrostro sus descendientes. Pedro de Velasco se juntó tambien con los conjurados, dado que su padre el conde de Haro se quejaba mucho desta su liviandad, tanto que ni con soldados ni con dineros le ayudaba, y le era forzoso andar entre los otros grandes muy desacompañado y desautorizado.

Intentó de nuevo el dicho marqués de Villena si podia salir con su pretension, y con asechanzas y tratos apoderarse del rey: con este deseño le hizo fuese á Villacastin para tener allí habla; descubrióse tambien el engaño, y con esto se previno y remedió el daño. Desde Burgos los conjurados, juntados al descubierto y quitada la máscara ; escribieron al rey de comun acuerdo una carta muy desacatada, las principales cabezas y capítulos eran: Que los moros andaban libres en su córte sin ser castigados por maldad alguna que cometiesen que los cargos y magistrados se vendian : que el maestrazgo de Santiago injustamente y contra derecho se habia dado á don Beltran : la princesa doña Juana como habida de adulterio no debia ser jurada por heredera; que si estas cosas se reformasen, de buena gana dejarian las armas, prestos de hacer lo que su merced fuese. Recibió el rey y leyó esta carta en Valladolid, sin Por este mismo tiempo á catorce de agosto falleció que por ella mucho se alterase: ciega sin duda el en Ancona ciudad de la Marca el papa Pio Segundo: entendimiento la divina venganza cuando no quiere pretendia, despues de convocados los príncipes de que se emboten los filos de su espada. A la verdad todo el mundo para tomar las armas contra los tureste príncipe tenia con los deleites feos y malos enfla- cos, pasar el mar Adriático y ser caudillo en aquella quecidas las fuerzas del cuerpo y del alma. Hallóse guerra sagrada, que fue una grande determinacion; presente don Lope de Barrientos obispo de Cuenca, y con este intento, bien que doliente, se hizo llevar que pretendia con grande instancia se debia con las á aquella ciudad: atajóle la muerte y cortóle sus armas castigar aquel desacato; pero no aprovechó pasos. Duróle poco tiempo el pontificado, solo espanada, dado que le protestaba, pues no queria seguir cio de seis años: su renombre por sus virtudes y el consejo saludable que le daba, que vendria á ser pensamientos altos, y por sus letras será inmortal: el mas miserable y abatido rey que hobiese tenido con su muerte todos aquellos apercebimientos se España que se arrepentiria tarde y sin provecho de deshicieron. Pusieron en su lugar con grande presla flojedad que de presente mostraba. Tratóse de teza al cardenal Pedro Barbo de nacion veneciano á nuevo de concierto, pues lo de la guerra no conten- treinta del mismo mes de agosto: llamóse Paulo Setaba para esto entre Cabezon y Cigales pueblos de gundo; era de cuarenta y siete años cuando fue electo Castilla la Vieja don Juan Pacheco, ¿con qué cara? en lo mejor de su edad. Mostróse muy aficionado á las ¿con qué vergüenza? en fin en un campo abierto y cosas de España, y así ayudó con su autoridad y diraso habló por grande espacio con el rey don Enri-ligencia al rey don Enrique en sus grandes trabajos. que. Resultó de la habla que se concertaron y hicie

CAPITULO VIII.

De las guerras de Aragon.

Con la venida á Barcelona de don Pedro condestable de Portugal los catalanes cobraron mas ánimo que conforme a las fuerzas que alcanzaban: mayor era el miedo todavía que la esperanza, como de gente vencida contra los que muchas veces los maltrataron la obstinacion de sus corazones era muy grande, que mas que todos los sustentaba. La ciudad de Lérida despues que por el rey estuvo cercada largo tiempo, y despues que la talaron y robaron los campos al derredor, finalmente fue forzada á entregarse. En muchas partes en un mismo tiempo la llama de la guerra se emprendia con daño de los pueblos y de los campos, rozas y labranzas: miserable estado de toda aquella provincia. El principal caudillo en esta guerra era don Juan arzobispo de Zaragoza, que fue otro hijo bastardo del rey de Aragon, nas á propósito para las armas que para la mitra y roquete.

Philipo duque de Borgoña por el contrario envió á don Pedro una banda de borgoñones, ayuda de poco momento para negocio tan grande. Con su venida la gente y compañias de catalanes se juntaron en la villa de Manresa hasta en número de dos mil infantes y sobre seiscientos de á caballo. Estaba el conde de Prades por parte del rey de Aragon puesto sobre Cervera el cerco se apretaba, y los cercados forzados de la hambre y falta de otras cosas trataban de rendirse; para prevenir este daño y por la defensa determinó dor. Pedro de ir en persona á socorrellos. La gente del rey de Aragon, lo principal de su ejército y la fuerza, se tenia á la raya de Navarra á propósito de sosegar las alteraciones de aquella nacion: mandó el rey á su hijo el príncipe don Fernando que con parte del ejército marchase á toda priesa para juntarse con el conde de Prades. Era don Fernando de muy tierna edad, tenia solos trece años: la necesidad forzó á que en aquella guerra comenzase su padre à valerse dél, y él á ejercitarse en las armas; por esto no tuvo tiempo para aprender las primeras letras bastantemente: sus mismas firmas muestran ser esto verdad.

Llegaron los del condestable de Portugal á un lugar llamado los Prados del rey con determinacion de dar la batalla: así lo avisaban las espías. El principe don Fernando que cerca se hallaba, apercibidas todas las cosas y aparejadas fue en busca del enemigo. Hizo alto en un ribazo, de do se veian los reales de los catalanes. El Portugués hizo al tanto, que se mejoró de lugar, y trincheó los reales en un collado cercano. Parecia queria escusar la batalla, bien que ordenó sus haces en forma de pelear. En la avanguardia iba Pedro de Deza con espaldas de los borgoñones, que cerraban aquel escuadron: en el segundo escuadron iban por capitanes de los soldados navar ros y castellanos Beltran y Juan Armendarios; el cuidado de la retaguardia llevaba el mismo don Pedro de Portugal. Las gentes de don Fernando eran menos en número, que no pasaban de setecientos caballos y mil infantes: ordenáronlas desta manera: la avanguardia se encomendó al conde de Prades: Hugon de Rocaberti, Castellan de Amposta y Matheo Moncada fortificaban los costados; don Enrique hijo del infante de Aragon don Enrique quedó de respeto para socorrer donde fuese necesario en el postrer escuadron iba el príncipe don Fernando acompañado de muchos nobles; Bernardo Gascon natural de Navarra con la infanteria de su cargo llevó órden de tomar la parte de la montaña para que no les pudiesen acometer por aquel lado.

Antes que se diese la señal de pelear, el príncipe don Fernando armó caballeros algunas personas nobles. Comenzaron á pelear los adalides, que iban delante, con grande voceria que levantaron cargaron

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los demás, y en breve espacio el primero y segundo escuadron de los portugueses fueron forzados á retirarse, y en fin todos se desbarataron por el esfuerzo de los aragoneses. Con tanto atemorizados los demás que pusieron en la retaguardia, en que se hallaba el mismo don Pedro de Portugal y la fuerza del ejército, poca resistencia pudieron hacer. Volvieron las espaldas, y huyeron desapoderadamente la gente de á pié por los montes cercanos, los de á caballo por los llanos. Don Pedro de Portugal se valió de maña para escapar : quitóse la sobreveste, y mezclado con los vencedores, el dia siguiente sin ser conocido se puso en salvo. Los Borgoñones á los cuales se dió la primera carga, casi todos quedaron en el campo: peleaban entre los primeros, y conforme á su costumbre tienen por cosa muy fea volver el pié atrás. De los demás muchos fueron presos, y entre ellos el conde de Pallas, principal atizador de toda esta guerra. Dióse esta batalla postrero dia de febrero del año 1465. La victoria fue tanto mas alegre que de los aragoneses pocos quedaron heridos, ninguno muerto. Don Pedro de Portugal se volvió á Manresa; Beltran Armendario sin embargo fortificó con gente el lugar de Cervera, en que metió parte del ejército, bien que desbaratado, no con menor ánimo que si ganara la victoria.

De allí pasó la fuerza de la guerra á la comarca de Ampurias, en que llevaban siempre lo mejor los aragoneses, y los portugueses lo peor. Parecia que todas las cosas eran fáciles á los vencedores, tanto mas que los alborotos de Navarra estaban casi acabados, y los biamonteses reducidos á la obediencia del rey con el perdon que otorgó á don Luis y á don Carlos hijos de don Luis ya difunto conde de Lerin y condestable de Navarra, y juntamente les fueron restituidos sus bienes, cargos y dignidades que solian tener : lo mismo se hizo con don Juan de Biamonte hermano del dicho condestable, prior que era de San Juan de Navarra. Declararon otrosí por herederos de aquel reino á Gaston conde de Fox y doña Leonor su mujer, que ya se intitulaban príncipes de Viana.

Ismael rey de Granada gozaba de tiempo atrás de una paz muy sosegada, cuando le sobrevino la muerte á siete de abril, que fue domingo, año de los árabes ochocientos y sesenta y nueve á diez dias del mes de xavan. Sucedióle Albohacen su hijo, varon de grande ánimo y de grande esfuerzo en las armas. Tuvo este rey dos mujeres, la una mora de nacion, cuyo hijo fue Boabdil que adelante se llamó el rey Chiquito, la otra era cristiana renegada, por nombre Zoroyra della tuvo dos hijos llamados el uno Cado y el otro Nacre, los cuales en tiempo del rey don Fernando el Católico, cuando se ganó Granada, se volvieron cristianos: el mayor se llamó don Fernando y el menor don Juan; su madre al tanto movida del ejemplo de sus hijos se redujo á nuestra fe, y se llamó doña Isabel. En tiempo deste rey Albohacen hobo por algun tiempo paz con los moros: por frontero å la parte de Jaen estaba Iranzu el condestable, por la parte de Ecija don Martin de Córdova.

Por el mismo tiempo don Fernando rey de Nápoles vencidos y desbaratados sus enemigos así los de dertro como los de fuera, afirmaba su imperio en Italia. Despues que en una batalla muy señalada que se dió cerca de Sarno en tierra de Labor, quedó vencido, se rehizo de fuerzas, y ayudado de nuevos socorros del papa y duque de Milan, y de Scanderberchio (30mo arriba queda dicho) el año siguiente despues que perdió aquella jornada, humilló al enemigo que soberbio quedaba, en una batalla que le ganó cerca de Troya ciudad de la Pulla. No paró hasta tanto que forzó á Juan duque de Lorena á retirarse á la isla de Ischia, de donde sosegadas las alteraciones de los Barones y apaciguada la provincia, perdida toda esperanza, fue forzado con poca honra á dar la vuelta

á Francia: era este príncipe igual en esfuerzo á sus antepasados, y dejó gran fama de su mucha bondad; la fortuna y el cielo no le fueron mas que á ellos fa

vorables.

Desta manera el rey don Fernando, puesto fin á la guerra de los barones de Nápoles, que fue muy dudosa y muy larga, entró en Nápoles como en triunfo de sus enemigos á catorce del mes de setiembre: grande magnificencia y aparato, concurso del pueblo y de los nobles estraordinario, que le honraroa á porfia con todas sus fuerzas, regocijos y alegrias que se hicieron muy grandes. La reina doña Isabel su mujer como quier que atribuia la victoria á Dios y á los santos, visitaba las iglesias con sus hijos pequeños que llevaba delante de sí, arrodillábase delante los altares, cumplia sus votos, hacia sus plegarias: hembra que era muy señalada en religion y bondad, y que merecia gozar de mas larga vida para que el fruto de la victoria fuera mas colmado. Todo lo atajó la muerte falleció casi al mismo tiempo que el reino quedaba apaciguado.

El rey don Fernando su marido, fundada la paz y ordenadas las demás cosas á su voluntad, tuvo el reino mas de treinta años. Emprendió en lo de adelante y acabó muchas guerras felizmente en ayuda de sus amigos y confederados. Fuera desto á los turcos, que se apoderaron pasados algunos años de Otranto y de buena parte de aquella comarca, desbarató y echó de Italía por su mandado don Alonso su hijo duque de Calabría en conclusion si este rey en el tiempo de la paz continuara las virtudes con que alcanzó se mantuvo en el reino, como fue tenido por muy dichoso, así se pudiera contar entre los buenos principes y en virtud señalados; mas hay pocos que en la prosperidad y abundancia no se dejen vencer de sus pasiones, y sepan con la razon enfrenar la libertad.

CAPITULO IX.

y

Que el infante don Alonso fue alzado por rey de Castilla. No sosegaron las alteraciones de Castilla por quedar el infante don Alonso en poder de los grandes, antes fue para mayor daño lo que se pensó seria para remediar los males: como fueron los intentos y consejos errados, así tuvieron los remates no buenos. El rey de Cabezon, cerca de donde fue la junta y la habla que tuvo con don Juan Pacheco, se partió para el reino de Toledo; los grandes se fueron á Plasencia. El maestre de Calatrava don Pedro Giron, que en Castilla la Vieja era señor de Ureña, se partió para el Andalucía, do tenia tambien la villa de Osuna, con intento de mover los andaluces y persuadilles que tomasen las armas contra su rey. Era el maestre hombre vario, y no de mucha constancia, ni muy firme en la amistad, y que tenia mas cuenta con llevar adelante sus pretensiones y salir con lo que deseaba, que con lo que era honesto y santo. Quitaron el priorado de San Juan á don Juan de Valenzuela, y al obispo de Jaen despojaron de sus bienes y rentas no por otra causa sino porque eran leales al rey : delito que se tiene por muy grave entre los que están alborotados y amotinados. Por toda aquella provincia trató de levantar la gente, en especial de meter en la misma culpa á los señores y nobles : prometia á cada cual conforme á lo que era y á su calidad, cosas muy grandes, con que muchos se alentaron y resolvieron de juntarse con los alborotados, en particular las comunidades y regimientos de Sevilla y de Córdova, y el duque de Medina Sidonia y conde de Arcos y don Alonso de Aguilar.

El rey don Enrique vista la tempestad que se aparejaba y armaba, en Madrid hizo una junta para tratar del remedio. Preguntó á los congregados lo que les parecia se debia hacer, si acudir á las armas, ó

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pues las cosas no se encaminan como se pensó, si seria bien tornar á mover tratos de paz. Callaron los demás el arzobispo de Toledo dijo que su parecer era debian procurar que el infante don Alonso volvie se á poder del rey, porque quién seria mas á propósito para guardalle como prenda de la paz, y para seguridad del casamiento poco antes concertado, que su mismo hermano, y que poco despues seria su suegro? que si no obedeciesen, en tal caso se podria acudir á las armas y á la fuerza, y castigar la contumacia de los que mas se desmandasen; para lo cual debia la corte con brevedad pasarse á Salamanca, por estar aquella ciudad cerca de donde los conjurados se hallaban, y por esta causa ser muy á propósito para asentar la paz ó hacer la guerra. Parecia á algunos que estas cosas las decia con llaneza : así vinieron los demás en el mismo parecer, sin que ninguno de los que mejor sentian, se atreviese á chistar; todo procedia no por razon y justicia sino por fuerza y violencia.

Envióse pues por una parte embajada á los grandes, y por otra mandaron que las compañías de soldados acudiesen á Salamanca pasó el rey á Castilla la Vieja y á Salamanca, y con las gentes que llevaba y allí halló, puso cerco sobre Arévalo que se tenia por los alborotados. Desde allí el arzobispo de Toledo quitada la máscara se fué á Avila, ciudad que tenia en su poder; que poco antes le dió el rey asi aquella tenencia como la de la Mota de Medina : á Avila acudieron los conjurados, llamados por el arzobispo; asimismo el almirante (como lo tenia acordado) se apoderó de Valladolid, do estos señores pensaban hacer la masa de la gente. Con estas malas nuevas, y por el peligro que corria de mayores males, despertado el rey de su grave sueño, á solas y las rodiIlas por tierra, las manos tendidas al cielo habló con Dios segun se dice desta manera: «Con humildad, >>Señor, Cristo Hijo de Dios, y rey por quien los reyes »reinan, y los imperios se mantienen, imploro tu »ayuda, á ti encomiendo mi estado y mi vida : sola>>mente te suplico que el castigo (que confieso ser »saludable. Dame, Señor, constancia para sufrille, y >>menor que mis maldades) me sea á mí en particular »haz que la gente en comun no reciba por mi causa »algun grave daño. » Dicho esto, muy de priesa se volvió á Salamanca.

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Los alborotados en Avila acordaron de acometer una cosa memorable: tiemblan las carnes en pensar una afrenta tan grande de nuestra nacion, pero bien será se relate para que los reyes por este ejemplo aprendan á gobernar primero á sí mismos, y despues á sus vasallos, y adviertan cuantas sean las fuerzas de la muchedumbre alterada, y que el resplandor del nombre real y su grandeza, mas consiste en el respeto que se le tiene, que en fuerzas : ni el rey (si le miramos de cerca) es otra cosa que un hombre con los deleites flaco sus arreos y la escarlata de qué sirve sino de cubrir como parche las grandes llagas y graves congojas que le atormentan? si le quitan los criados, tanto mas miserable; que con la ociosidad y deleites mas sabe mandar que hacer, ni remediarse en sus necesidades. La cosa pasó desta manera. Fuera de los muros de Avila levantaron un cadalso de madera en que pusieron la estátua del rey don Enrique con su vestidura real y las demás insignias de rey, trono, cetro, corona: juntáronse los señores, acudió una infinidad de pueblo. En esto un pregonero á grandes voces publicó una sentencia que contra él pronunciaban, en que relataron maldades y casos abominables que decian tenia acometidos. Leíase la sentencia, y desnudaban la estátua poco á poco, y á ciertos pasos, de todas las insignias reales: últimamente con grandes baldones le echaron del tablado abajo.

Hízose este auto un miércoles á cinco de junio.

Con esto el infante don Alonso que se halló presente á todo, fue puesto en el cadalso, y levantado en los hombros de los nobles, le pregonaron por rey de Castilla, alzando por él como es de costumbre los estandartes reales. Toda la muchedumbre apellidaba como suele: Castilla, Castilla por el rey don Alonso; que fue meter en el caso todas las prendas posibles y jugar á resto abierto. Come se divulgase tan grande resolucion, no fueron todos de un parecer unos alababan aquel hecho, los mas le reprendian. Decian, y es así, que los reyes nunca se mudan sin que sucedan grandes daños que ni en el mundo hay dos soles, ni una provincia puede sufrir dos cabezas que la gobiernen: llegó la disputa á los púlpitos y á las cátedras. Quién pretendia que fuera de herejía, por ningun caso podrian los vasallos deponer al rey; quien iba por camino contrario. Hizo el nuevo rey mercedes asaz de lo que poco le costaba, en particular á Gutierre de Solís por contemplacion del maestre de Alcántara su hermano, dió la ciudad de Coria con título de conde.

Mujer de Toledo.

Las ciudades de Burgos y de Toledo aprobaron sin dilacion lo que hicieron los grandes; al contrario no pocos señores comenzaron á mostrarse con mas fervor por el rey don Enrique teníanle muchos compasion, y parecíales muy mal á todos que le hobiesen afrentado por tal manera; pensaban otrosí que en lo de adelante daria mejor orden en sus costumbres y eso mismo en el gobierno. Don García de Toledo conde de Alba, ya reconciliado con el rey, acudió luego con quinientas lanzas y mil de á pié. La reina y la infanta doña Isabel fueron enviados al rey de Portugal para alcanzar por su medio le enviase gentes de socorro. Habláronle en la ciudad de la Guardia á la raya de Portugal; pero fuera del buen acogimiento

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que les hizo, y buenas palabras que les dió, no alcanzaron cosa alguna. Las gentes de los señores acudieron á Valladolid, las del rey á Toro, mas en número que fuertes.

Los rebeldes muy obstinados en su propósito cargaron sobre Peñaflor: defendiéronse los de dentro animosamente; que fue causa de que tomada la villa, le allanasen los muros: querian con este rigor espantar á los demás. Acudieron á Simancas: el rey para su defensa despachó al capitan Juan Fernandez Galindo desde Toro con tres mil caballos. Con su llegada cobraron los cercados tanto brio y pasaron tan adelante que como por escarnio y en menosprecio de los contrarios los mochileros se atrevieron a pronunciar sentencia contra el arzobispo de Toledo, y arrastrar por las calles su estátua, que últimamente quemaron pequeño alivio de la afrenta hecha al rey en Avila, y satisfaccion muy desigual así por la calidad de los que hicieron la befa, como del á quien se hacia. Alzaron los conjurados el cerco por la resistencia que hallaron, especial que se sabia haberse juntado en Toro un grueso ejército de gentes que acudian al rey de todas partes, hasta ochenta mil de á pié, y catorce mil de á caballo.

Con estas gentes marcharon la vuelta de Simancas: en el camino cerca de Tordesillas fue en una escaramuza y encuentro herido y preso el capitan Juan Carrillo que seguia la parte de los grandes. Ya que estaba para espirar, llamó al rey y le avisó de cierto tratado para matalle declaróle otrosí en particular y en secreto los nombres de los conjurados; mas el rey don Enrique los encubrió con perpetuo silencio por sospechar, como se puede creer, que aquel capitan aunque á punto de muerte, fingia aquel aviso ó por odio que tenia contra los que nombraba, ó para congraciarse con el mismo rey. Llegó pues á poner sus reales junto á Valladolid: no pudo ganar aquella villa por estar fortificada con muchos soldados, demás que en la gente del rey se veia poca gana de pelear, y á ejemplo del que los gobernaba, una increible y vergonzosa flojedad y descuido.

Tornaron en aquel campo á mover tratos de concierto: acordaron de nuevo de hablarse el rey don Enrique y el marqués de Villena. Fue mucho lo que se prometió, ninguna cosa se cumplió: solamente persuadieron al rey que pues sus tesoros no eran bastantes para tan grandes gastos, deshiciese el campo; que en breve el infante don Alonso, dejado el nombre de rey, con los demás grandes se reduciria á su servicio. Desta manera derramaron los soldados por ambas partes; y á los grandes que estaban con el rey, aunque no sirvieron, ó poco, se dieron en Medina del Campo premios muy grandes. Particularmente á don Pedro Gonzalez de Mendoza obispo de Calahorra hizo el rey merced de las tercias de Guadalajara y toda su tierra: al marqués de Santillana su hermano dió la villa de Santander en las Asturias, al conde de Medinaceli dió á Agreda, al de Alba el Carpio, al de Trastamara la ciudad de Astorga en Galicia con nombre de marqués, sin otras muchas mercedes que á la misma sazon se hicieron á otros señores y caballeros.

Los alborotados se partieron para Arévalo: con su ida Valladolid volvió al servicio del rey. Tenian al infante don Alonso como preso, y porque trataba de pasarse á su hermano, le amenazaron de matalle: miserable condicion de su reinado ! dél estaban apoderados sus súbditos, y él en lugar de mandar forzado á obedecellos. Con todo se tornó á tratar de hacer paces: prometian los alterados que si la infanta doña Isabel casase con el maestre de Calatrava, se rendirian así el maestre con su hermano el de Villena, en cuyas manos y voluntad estaba la guerra y la paz. Daba este consejo el arzobispo de Sevilla don Alonsode Fonseca. El rey vino en ello, y con esta

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determinacion despidieron de la córte al duque de Alburquerque y al obispo de Calahorra por ser muy contrarios al dicho maestre, que para el dicho efecto hicieron llamar.

se renovasen por estar cerca de los moros de Africa, como en tiempo del rey don Rodrigo aconteció. La ocasion no era menor que entonces, ni menos el peligro á causa de la grande discordia que reinaba en La infanta sentia esa resolucion lo que se puede el pueblo, y la deshonestidad y cobardía de la gente pensar su pesadumbre grande, sus lágrimas contí- principal. Pasaron en esto tan adelante que vulgarnuas: consideraba y temia una cosa tan indigna. Su mente llamaban por baldon al arzobispo de Toledo camarera mayor llamada doña Beatriz de Bovadilla don Oppas; en que daban á entender le era semejacon la mucha privanza que con ella tenia, le pregun-ble, y que seria causa á su patria de otro tal estrago tó cual fuese la causa de tantas lágrimas y sollozos. cual acarreó aquel prelado. «No veis (dice ella) mi desventura tan grande; que »siendo hija y nieta de reyes, criada con esperanza »de suerte mas alta y aventajada, al presente (ver»güenza es decillo) me pretenden casar con un hombre de prendas en mi comparacion tan bajas? Dó grande afrenta y deshonra! no me deja el dolor »pasar adelante. No permitirá Dios, señora, tan grande maldad (respondió dona Beatriz) no en mi »vida, no lo sufriré. Con este puñal (que le mostró »desenvainado) luego que llegare, os juro y aseguro de quitalle la vida cuando esté mas descuidado.» Doncella de ánimo varonil! mejor lo hizo Dios.

Estas discordias dieron avilenteza al conde de Fox, que con las armas pretendia apoderarse del reino de Ñavarra como dote de su mujer, y que se le hacia de mal aguardar hasta que su suegro muriese. Conforme al comun vicio y falta natural de los hombres hacia él lo que en su cuñado culpaba, el príncipe don Carlos; y aun pasaba adelante con su pensamiento, ca queria hacer guerra á Castilla y forzar al rey don Enrique le entregase los pueblos de Navarra en que tenia puestas guarniciones castellanas. De primera entrada se apoderó de la ciudad de Calahorra y puso cerco sobre Alfaro. Para acudir á este Desde su villa de Almagro se apresuraba el maes- daño despachó el de Castilla á Diego Enriquez del tre para efectuar aquel casamiento cuando en el Castillo su capellan y su coronista, cuya crónica camino súbitamente adolesció de una enfermedad anda de los hechos deste rey. Llegado acometió con que le acabó en Villarrubia por principio del año de buenas razones á reportar al conde; mas como por nuestra salvacion de 1466: su cuerpo sepultaron en bien no acabase cosa alguna, juntadas que hobo Calatrava en capilla particular. Dijose vulgarmente arrebatadamente las gentes que pudo, le forzó á que que las plegarias muy devotas de la infanta, que alzado el cerco de priesa, se volviese y retirase: asiaborrecia este casamiento, alcanzaron de Dios que mismo la ciudad de Calahorra volvió a la obediencia por este medio la librase: estábale aparejado del cie- del rey, ca los ciudadanos echaron della la guarnifo casamiento mas aventajado y muy mayores estacion que el de Fox allí dejó. Desta manera pasaban dos. En los bienes y dignidades del difunto sucedie- las cosas de Navarra con poco sosiego. ron dos hijos suyos: don Alonso Tellez Giron el mayor conforme al testamento de su padre quedó por conde de Ureña; don Rodrigo Tellez Giron el segun do hobo el maestrazgo de Calatrava por bula del papa que para ello tenia alcanzada; sin estos tuvo otro tercer hijo llamado don Juan Pacheco, todos habidos fuera de matrimonio. Poco antes de la muerte del maestre se vió en tierra de Jaen tanta muchedumbre de langostas que quitaba el sol: los hombres atemorizados, cada uno tomaba estas cosas y señales como se le antojaba conforme á la costumbre que ordinariamente tienen de hacer en casos semejantes pronósticos diferentes, movidos unos por la esperiencia de casos semejantes, otros por liviandad mas que por razones que para ello haya.

En este tiempo Rodrigo Sanchez de Arévalo Castellano que era en Roma del castillo de Santangel, escribia en latin una historia de España mas pia que elegante, que se llama Palentina, por su autor que fue adelante obispo de Palencia. Dióle aquella iglesia á instancia del rey don Enrique, al cual intituló aquella historia, el pontífice Paulo Segundo, con quien puesto que era español, el dicho Rodrigo Sanchez tuvo mucho trato y familiaridad.

CAPITULO X.

De la batalla de Olmedo.

Mcy revueltas andaban las cosas en Castilla, y todo estaba muy confuso y alterado: no la modestia y la razon prevalecian, sino la soberbia y antojo lo mandaban todo; veíanse robos, agravios y muertes sin temor alguno del castigo, por estar muy enflaquecida la autoridad y fuerza de los magistrados. Forzadas por esto las ciudades y pueblos se hermanaron para efecto que las insolencias y maldades fuesen castigadas: a las hermandades (con consentimiento y autoridad del rey) se pusieron muy buenas leyes para que no usasen mal del poder que se les daba y se estragasen. Comunmente la gente avisada temia no se volviese á perder España, y los males antiguos

En Cataluña se mejoraba notablemente el partido aragonés: los contrarios en diversas partes y encuentros fueron vencidos, y muchos pueblos se recobraron por todo aquel estado. Lo que hacia mas al caso, don Pedro el competidor yendo de Manresa á Barcelona, falleció de su enfermedad en Granolla un domingo á veinte y nueve de junio: su cuerpo enterraron en Barcelona en Nuestra Señora de la Mar con solemne enterramiento y exequías. El pueblo tuvo entendido que le mataron con yerbas, cosa muy usada en aquellos tiempos para quitar la vida á los príncipes: yo mas sospecho que le vino su fin por tener el cuerpo quebrantado con los trabajos, y el ánimo aquejado con los cuidados y penas que le acarreó aquella desgraciada empresa. Este fue solo el fruto que sacó de aquel principado que le dieron, y él aceptó poco acertadamente, como lo daba á entender un alcotan con su capirote que traia pintado como divisa en su escudo y blason en sus armas, y debajo estas palabras: molestia por alegria. Dejó en su testamento á don Juan principe de Portugal su sobrino hijo de su hermana aquel condado en que tan poca parte tenia; además que los aragoneses con la ocasion de faltar á los catalanes cabeza se apoderaron de la ciudad de Tortosa y de otros pueblos.

Para remedio deste daño los catalanes en una gran junta que tuvieron en Barcelona, nombraron por rey á Renato duque de Anjou, perpétuo enemigo del nombre aragonés; resolucion en que siguieron mas la ira y pasion que el consejo y la razon: á la verdad poca ayuda podian esperar de Portugal; y llamado el duque de Anjou, era caso forzoso que los socorros de Francia desamparasen al rey de Aragon, y por andar el conde de Fox alterado en Navarra entendian no tendria fuerzas bastantes para la una y la otra guerra. Por el contrario por miedo desta tempestad el rey de Aragon, convidó al duque de Saboya y á Galeazo en lugar de su padre Francisco Esforcia, ya difunto, duque de Milan para que se aliasen con él. Representábales que Renato con aquel nuevo principado que se le juntaba, si no se proveia, era de temer se quisiese aprovechar de Saboya que cerca le

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