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res, se volvió á Constantinopla á la mitad del otoño. | jo. Mandaba la veneciana Sebastian Venieri, porque La veneciana arribó á Canea, muy disminuida de acusado Zani de su mala conducta en la desgraciada gente por las enfermedades que la afligieron. Nave- espedicion del año anterior, habia sido puesto en prigaron á Italia por diversas partes Doria y Colona, que sion, en la que murió. Viendo el Austriaco el corto mandaba las galeras pontificias, y combatido este número de soldados, y la escasez que padecia de último por una tormenta, se halló á pique de pere- muchas cosas el almirante veneciano, procuró suplircer, habiéndole incendiado un rayo la galera capitale con los que á él le sobraban, y proveyéndole adena. Pasó despues á otra, que fue estrellada contra la más de víveres y municiones de guerra. Contábanse costa por la fuerza de los vientos, y se refugió en en la armada veneciana, ciento y ocho galeras, seis Ragusa, donde pudo ocultarse, y se burló de la dili- galeazas, que son unos navíos mucho mas grandes, gencia de los turcos que le reclamaban, en lo cual se y que siempre navegan al remo, armados de dos órdistinguió mucho la fidelidad de los habitantes. Fi- denes de cañones, dos naves de carga, y algunas nalmente llegó á Italia despues de haber padecido fragatas. La armada española se componia de ochennuevas calamidades, y Doria entró en Mecina con su ta y una galeras, y veinte y dos naves de carga ar→ armada integra y salva. De las cuatro galeras que madas en guerra, en las que iban embarcadas las habia enviado el gran maestre de Maita para que se tropas alemanas. Del pontifice fueron solamente doce juntasen á la armada bajo las órdenes de Pedro Jus- galeras mandadas por Marco Antonio Colona, á las tiniani, dos fueron tomadas por Uluc-Alí en un com- que se juntaron tres de Malta, y otras tantas del Sabate, y las otras se salvaron por la fuga. Tal fue el boyano, y las seguian otros muchos buques ligeros. éxito que tuvo aquella espedicion, emprendida al pa- | El número de soldados pasaban de veinte mil, y dos recer contra la voluntad del cielo. mil voluntarios españoles y italianos de la principal nobleza, entre los cuales se distinguian los hijos de los duques de Parma y Urbino, jóvenes de escelsa indole.

Los venecianos que habian quedado en Candía consultaban entre si sobre el modo de socorrer la eiudad sitiada, y habiéndose resuelto á ello, entregaron á Marco Antonio Quirini doce galeras y cuatro A mediados de setiembre se hizo á la vela toda la navíos de carga con tropas, viveres y todo género de armada del puerto de Mecina. Mientras tanto Famamuniciones de guerra. Este, pues, se hizo á la vela gusta, que se cree ser la antigua Salamina, combaá mediados de enero de 1571, y con feliz navegacion tida vigorosamente por largo tiempo, y no pudiendo introdujo todos sus buques en el puerto de Fama- ya sostenerse despues de once meses de sitio, fue gusta, habiendo echado á fondo tres galeras enemi- entregada á Mustafa por Marco Antonio Brodagini gas, y tomado dos de carga, que se esforzaban á bajo de ciertas condiciones, obligándole á ello la falimpedirle la entrada. Finalmente, despues de haber ta de las cosas mas indispensables. Pero el Bárbaro desembarcado todas las cosas que llevaba, y animado con una perfidia mas que púnica, despues de haberle á la guarnicion con la esperanza de nuevos socorros, cortado las orejas y las narices le mandó desollar por regresó á Candia con su armada en buen estado. En- mano de un judío, mientras que el infeliz llamaba á tretanto se dedicaba el pontifice con el mayor cona- Dios como testigo y vengador de tan horrible engaño to en establecer la alianza para la guerra contra el y maldad y habiendo estendido la piel sobre una Otomaro, y pudo tanto con sus fervorosas y piadosas estera, la hizo colgar en la antena de una galera, oraciones, y con los buenos oficios que practicó, que para que sirviese de público espectáculo. Astor Bavencidas todas las grandes dificultades de este nego- lleoni y los demás que se habian entregado, unos cio, nacidas de las recíprocas pretensiones sobre el fueron pasados á cuchillo y otros llevados cautivos. mando, y sobre lo que habia de contribuir cada uno, Entretanto la amada turca, mandada por el almilo Hevó felizmente al deseado efecto. Fue firmada la rante Alí, invadió las costas del dominio veneciano, alianza por el cardenal Pacheco y don Juan de Zúñi- donde hizo y recibió muchos daños. La confederada, ga, embajador á nombre del rey don Felipe, porque cuyos generales estaban ya resueltos á dar la batalla, el cardenal de Granvela, que era ministro plenipo- vino á las islas Echinadas, situadas cerca de la detenciario de España, habia marchado de Roma para sembocadura del rio Achelois. La armada otomana suceder en el vireinato de Nápoles á don Perafan, salió del golfo de Lepanto donde habia entrado, y se que falleció en el mes de abril. Por los venecianos la comporia de doscientas y sesenta galeras, seguidas firmaron Miguel Suriani y Juan Soranci: y finalmen de otros muchos buques de diversas formas. Estaban te la suscribió el pontifice y algunos cardenales. Esta discordes entre sí los capitanes turcos; pero habiénalianza contenia muchos capítulos, y el principal dose publicado una cédula del sultan, venció el dicera que la guerra se hiciese á espensas de los tres, tamen de que se diese la batalla. Ordenáronse pues disponiendo que el rey don Felipe contribuyera con para la pelea con admirable ardor en aquel fatal golla mitad, los venecianos con la tercera parte, y el fo, tan célebre por otros combates navales, animanpontífice con la sesta. Dióse órden para que se jun-do á unos y otros la esperanza de la victoria. Ocupaba tasen todos en Mecina, y fue nombrado generalísimo para esta empresa don Juan de Austria, el cual habiéndose hecho á la vela en Barcelona con cuarenta y siete galeras, navegó á Génova acompañado de Requesens, comendador mayor de Castilla, y de la principal nobleza. Llevaba consigo á Rodulfo y Ernesto, hijos de su hermana, y desde Génova los envió ú Alemania, á donde los llamaba el César su padre. Mandó á don Miguel de Moncada, de cuyo valor se habia servido en la guerra de Granada, que pasaseligro. prontamente á Venecia para dar noticia al senado de su llegada á Italia.

Recogida pues la armada italiana, pasó de Génova á Nápoles, y inmediatamente á Mecina donde le esperaban con ansia. Habiendo fallecido tiempo antes el marqués de Pescara, virey de Sicilia, fue nombra do por su sucesor interino el duque de Terranova, el cual y los almirantes de las armadas recibieron á don Juan de Austria con admirable alegría y regoci

Doria el ala derecha, Agustin Barbarigo la izquierda, y don Juan de Austria el centro. En el frente se colocaron las seis galeazas al mando de don Francisco Duodo, capitan esperimentado, para que con la multitud de la artillería que llevaban destrozasen y desordenasen la armada enemiga. Don Alvaro de Bazan, á quien el rey don Felipe habia condecorado con el título de Marqués de Santa Cruz, iba con treinta galeras auxiliares, para acudir adonde lo exigiese el pe

Luego que don Juan de Austria dió vista á la armada enemiga, mandó enarbolar en lo mas alto de su galera la bandera de la santa cruz, y con un cañonazo hizo la señal de que se previniesen todos á la batalla. Inmediatamente entró en una galera mas pequeña, y recorriendo toda la armada, exhortó á todos á pelear valerosamente, diciéndoles, que en aquel dia se trataba de la suerte de la religion y de la patria, y de los padres y parientes que en su diestra llevaban

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la victoria; y que el no conseguirla seria ignomi- ligro en que se hallaban sus socios, acudió prontanioso á unos hombres tan fuertes; por lo cual era mente al socorro, y reprimió el furor de los enemi❤ preciso vencer valerosamente, ó perder la vida con gos, que ya habian derrotado ocho galeras. Reani honra. Habló en particular á cada una de las na- máronse los venecianos con su ejemplo, y pelearon ciones, las recordó sus mas heróicas hazañas, y con nuevo esfuerzo; y habiéndose mudado la fortuna las animó á la pelea. Otro tanto hicieron los gene-se apoderaron de muchas galeras enemigas; otras hurales de las armadas; y al mismo tiempo se publicó | yeron húcia tierra, de las cuales encallaron veinte en por los sacerdotes la indulgencia plenaria concedida | la playa, y abandonándolas sus tropas, las incendiapor el pontífice á todos los que muriesen en tan pia- ron los vencedores. Doria, que en el ala izquierda hadosa empresa. La armada otomana navegaba en for- cia frente á Uluc-Alí para pelear, habia estendido su ma de media luna con viento en popa; pero la inco-escuadra (separada de la armada) para evitar que le modaban mucho los rayos del sol que les daba de rodease el enemigo. Este, para librarse de la artilleria frente. Mandaba el ala derecha Mahomet Siroc, la iz- de las galeazas, que tenia mucho alcance, se retiró quierda Uluc-Ali, y el cuerpo del centro Alí. Amu del lugar de la pelea, y acometiendo repentinamente rates fue destinado para que sirviese de auxilio con á nuestras galeras dispersas, apresó doce de ellas, algunas galeras y treinta fragatas que tenian muy con mucho estrago de su gente. La capitana de Malta pocas fuerzas. Al tiempo mismo de dar el combate, fue muy maltratada: perecieron casi todos sus soladvirtió don Miguel de Moncada al Austriaco que en dados y cincuenta caballeros, y su capitan Justiniani aquel dia se celebraba con mucha devocion la fiesta recibió muchas heridas, y perdió la bandera. Pero de nuestra Señora de los Remedios en la iglesia de viendo Uluc que venia contra él la escuadra de Doria, los trinitarios de Valencia. Como aquel príncipe era echó á huir en alta mar para evitar la pelea, y abantan devoto de la Madre de Dios, se encomendó á ella donó la presa. Salióle al encuentro don Juan de Carcon fervorosa piedad, y habiendo hecho el enemigo dona con ocho galeras sicilianas, de las que era alla señal de la batalla, le correspondió con un cañona- mirante, para que no quedase impune su audacia. zo; y dispuestas ya todas las cosas, se encaminaron La pelea fue desigual con un enemigo que se hallaba á la pelea. Luego que estuvieron á tiro de cañon, las con muy superiores fuerzas, y Cardona hubiera paseis galeazas venecianas descargaron su artillería so- gado su temeridad; pero el Bárbaro viendo que se dibre la armada enemiga, y la desordenaron, haciendo rigia hácia él la escuadra vencedora del Austriaco, en ella grande estrago, echando á fondo algunas ga- se puso en fuga á vela y remo, dejando libre á Carleras, y destrozando otras. dona. Los vencedores procuraron seguirle el alcance, mas no pudiendo conseguirlo, se tornaron á recoger los despojos.

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CAPITULO XV.

Repartimiento de la presa ganada en Lepanto. Varones ilustres que murieron en esta memorable batalla. Toman los españoles la fortaleza de Final.

Para evitar los turcos tan terrible ímpetu, y la lluvia de balas que caia sobre ellos, dividieron su armada en muchas escuadras; y juntándose otra vez, acometieron con una feroz gritería, y los nuestros los recibieron con mucho ruido de trompetas. Las naves capitanas trabaron una pelea atroz y sangrienta, y á su ejemplo las galeras se embistieron unas contra otras, con grande estruendo de la artillería. El humo de la pólvora formó una niebla tan espesa, A esta feliz batalla se siguió el saqueo de las naves que oscureció enteramente el sol, y el dia parecia no- enemigas, en las cuales encontraron gran cantidad che. Acaeció entonces una cosa admirable, y fue que de oro y plata en moneda, y muchos vestidos y otras de repente calmó el viento que soplaba á los turcos cosas de valor. Fuerou hechos cautivos siete mil no: por la popa, y levantándose el de Poniente, que era vecientos y veinte de los enemigos, sin contar los que favorable á los nuestros, arrojó el humo hacia el ene- ocultó el soldado, y las naves apresadas ciento y semigo. En el espacio de hora y media fueron rechaza- tenta y siete, algunas de las cuales quedaron entedos por tres veces los genizaros por los españoles de ramente inútiles: las despedazadas y quemadas pasa la capitana, haciendo en ellos mucha mortandad; pero ron de setenta; y mas de trece mil cautivos cristianos entrando por la popa otros de refresco en lugar de que estaban al remo fueron puestos en libertad. los heridos, rechazaron á los españoles otras tres La armada vencedora perdió diez y siete galeras, y veces. Cayó el almirante Alí herido en la frente de siete mil setecientos cincuenta y seis hombres; y es un balazo, y los españoles renovaron el combate con constante opinion quc el número de los enemigos mucha griteria; derribaron y destrozaron todo cuanto muertos en el combate, abrasados y sumergidos, lleles servía de estorbo para la victoria, y se apodera-gó á treinta y cinco mil. Sucedió esta batalla un doron de la capitana enemiga. Un historiador dice que al tiempo que un español se aceleraba á llevar al Austriaco la cabeza de Âlí; fue arrojada al mar; pero otros muchos afirman que se clavó en la punta de una lanza para que sirviese de espectáculo á todos, y este unánime testimonio me parece digno de mayor crédito. Fueron hechos cautivos los dos hijos de Ali, el uno de diez y siete años y el otro de trece. Levantóse en toda la armada un gran clainor de los que con ánimo alegre proclamaban la victoria, aunque todavía se peleaba atrozmente en muchos parajes. Todo cuanto se ofrecia á la vista era triste y lastimoso; pues por todas partes solo se oian los gritos de los que peleaban, y los gemidos de los que caian: no se veia otra cosa que muertos, heridos y sangre, galeras apresadas en gran número, y otras despedazadas y echadas á fondo con sus defensores y remeros. Peleaban los venecianos intrépidamente en el ala derecha; pero habiendo sido herido Barbarigo en un ojo con una saeta, se abatieron de tal suerte los ánimos de los soldados, que estuvo muy á pique de ser tomada su galera. El marqués de Santa Cruz, conociendo el pe

mingo a siete de octubre, la que se sostuvo con suma fuerza desde la hora de sesta hasta la de nona, á cuyo tiempo comenzaron á decaerlos turcos; y desde aque Ila hora mas fue una carniceria que un combate. Refiérese que las aguas del mar se tiñeron de sangre, y que todo él se hallaba cabierto de antenas, mástiles, cadáveres y todo género de instrumentos navales. Congratulábanse mútuamente los vencedores, y se elogiaban unos á otros sus hazañas, valor y audacia; y el Austriaco dió á todos muchas gracias con las ma yores muestras de alegría, y especialmente á Duodo que mandaba las galeazas, por su admirable pericia, habiéndole dado cartas para que sirviesen de testimonio de su valor y destreza; pues como dice un autor italiano de aquel tiempo, sin estas galeazas ó no hubieran vencido los nuestros, ó hubieran vencido con mucho trabajo. Por el contrario las de los turcos, que eran mucho mas altas, hicieron poco daño en las nuestras, porque la mayor parte de sus balas pasaban sobre ellas cuasi sin tocarlas. Los galeotes cris tianos, libres de sus cadenas, pelearon como hombres valerosos, para conseguir la libertad que se les

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habia ofrecido en premio. Pero los cristianos que re- la Madre de Dios, y de enriquecer con tesoros espimaban en la armada enemiga, luego que los nues- rituales aquel templo, que para sepulcro de los Montros proclamaron la victoria, rompieron sus cadenas, cadas habia edificado su tio don Guillelmo, obispo y tomando las armas, de que habia mucha copia de Tarazona, marchó á Roma y obtuvo una bula del en las galeras, se apresurarou á ponerse en libertad. santisi no pontífice Pio Quinto, por la que concedió Perecieron en esta batalla hombres esclarecidos muchas indulgencias á los que confesados y comulpor sus hazañas y nacimiento: Barbarigo atravesado gados dignamente hiciesen oracion en aquella iglede una saeta: don Bernardino de Cárdenas de una sia en el dia en que se ganó esta victoria; cuya bula bala, y otros. A don Alvaro de Bazan le libertó la vida tradujimos antes de ahora en lengua española, y la su escudo, y Venier fue herido de una saeta en una hicimos colocar sobre la pila del agua bendita para pierna. De los turcos murieron muchos antiguos ca- que todos puedan leerla. Finalmente llegó Moncada pitanes, gobernadores de provincias, y gran número á Valencia, y entregó los cien escudos á fray Juan de piratas muy célebres. Viendo Amurates el mal es- Ruesta, ministro del convento, como consta de su tado de la batalla, se puso en salvo por la fuga; y recibo auténtico. Tambien llevó la bandera de la Partan, otro de los grandes, habiendo perdido la ga- alianza para que fuese colgada en la media naranja lera, se escapó en una fragata ligera. Reservóse para en memoria de la victoria ganada, y el vestido de sí el Austriaco cuarenta y siete cautivos de los mas escarleta qne llevaba Alí al tiempo de dar la batalla, principales, y los hijos del muerto Ali, los que des- bordado de cipreces de oro con admirable artificio, pues envió con Colona al pontífice, y el mayor de para que haciendo de él un frontal, se dedicase al ellos murió de tristeza. Para evitar las contradicio-culto divino en el altar mayor: lo cual se manifiesta nes que se encuentran en los historiadores de este al público el dia siete de octubre, en que se celebra suceso, hemos seguido en las mas de las cosas á Ge- el aniversario de esta victoria con estraordinaria conrónimo de Torres, que se halló en la batalla, y es- currencia del pueblo; y el predicador refiere en su cribió con mucho cuidado y diligencia. Recogidos sermon todos los sucesos de la batalla. los despojos, fue conducida la armada en aquella noche al puerto que en otro tiempo se llamó RegiaFuente, situado en la tierra firme enfrente de Corfú, lo que fue muy oportuno, pues habiéndose levantado una tempestad, turbó estraordinariamente el mar, y arrojó á la costa todos los fragmentos de las naves despedazadas en la batalla. Allí se repartió la presa conforme á lo pactado en la alianza; y tocaron al papa veinte y siete galeras, cuarenta y seis piezas de artillería de todos calibres, y mil y doscientos cautivos; al rey don Felipe ochenta y una galeras, con la capitana que habia sido apresada; doscientos cuarenta y ocho cañones, y dos mil y seiscientos cautivos: á los venecianos cincuenta y cuatro galeras, ciento veinte y ocho cañones, y dos mil y cuatrocientos cautivos: y á don Juan de Austria la décima parte de toda la presa, conviene á saber; diez y seis navíos y setecientos y veinte cautivos: y por entonces no se le adjudicó ninguna artillería, por haberse suscitado controversia sobre esto, cuya decision quedó al arbitrio del pontifice. Envió aquel príncipe con dos galeras á Lope de Figueroa al rey don Felipe con cartas en que le anunciaba la victoria; el conde de Priego al papa, y don Pedro Zapata al senado de Venecia. Finalmente envió á Ascanio de la Corne á Leucata para que conociese las fortalezas de la ciudad, y si podria ser tomada por asalto ó en pocos dias. Volvió Ascanio de su comision, y lo informó que la ciudad estaba muy guarnecida, y situada en un lugar pantanoso, y que no podia ser conquistada en poco tiempo: por lo cual, temeroso el Austriaco de las tempestades del otoño, y de que le faltasen víveres, desistió de aquella empresa, y se dirigió á Corfu, donde se hallaban detenidos algunos navíos, que por los vientos contrarios no habian podido seguir la armada. Regaló á los soldados con las provisiones que tenian estos buques, y habiendo despedido á sus socios, navegó Mecina, y EL principal cuidado que tenian en Flandes los reentró en el puerto con una especie de triunfo, lle-beldes era el impedir que los arrojasen fácilmente de vando las banderas cautivas arrastrando por el agua y las galeras á remolque. Desde el puerto pasó á la ciudad en medio de las festivas aclamaciones, y estraordinario regocijo de sus habitantes. Lo primero que hizo fue dar gracias a Dios por tan insignes beneficios, y lo mismo se practicó con gran solemnidad en todo el orbe cristiano. Para cumplir el voto que habia hecho, mandó don Juan de Austria á Moncada que diese órden para entregar cien escudos la iglesia de nuestra Señora de los Remedios de Valencia, y otra igual ofrenda hizo á la Virgen en Mecina. Pero deseoso Moncada de estender el culto de

á

Gozoso en estremo el rey don Felipe con la alegre nueva, dió humildes gracias al Señor á quien atribuia tan grande beneficio, y mandó que se diesen en todas las iglesias de España, y que en la metropolitana de Toledo se celebrase perpétuamente la memoria del dia en que fue derrotada la armada de los turcos. Al mismo tiempo llegaron á las costas de Andalucía las flotas de Nueva España y del Perú con ricos tesoros, y para colmo de alegría le nació un hijo, que en el bautismo fue llamado don Fernando. Habia alguna sospecha de que los franceses deseaban apoderarse de Final, ciudad situada en las costas de Génova, habiéndose sublevado sus habitantes contra el marqués Carreto. Esta novedad incomodaba mucho á los españoles, que se hallaban dueños de la Lombardia; y para oponerse á ella, envió el duque de Alburquerque à don Beltran de Castro su sobrino, hijo de su hermana, con tropas, y despues de una ligera espugnacion fue entregada la fortaleza por Juan Carreto, pariente del marqués, que habia ido á defender su causa á presencia del César. Concedióse á Juan la facultad de sacar sus bienes, como se acostumbra con los que se entregan voluntariamente; y hecho esto se confió la fortaleza al mando del capitan Autonio Olivera con una guarnicion de doscientos españoles. Poco despues falleció el duque de Alburquerque, y le sucedió Requesens en el gobierno de la Lombardía.

LIBRO SETIMO.

CAPITULO I.

Nuevas rebeliones de los herejes en Flandes, y piraterías de los gueusios. Muerte de San Pio Quinto y eleccion de Gregorio Trece. Espedicion de los venecianos y de don Juan de Austria contra el Turco.

su patria, como había sucedido en los años antecedentes, establecerse en un lugar fortificado y asegurar su partido. Tomó á su cargo esta empresa Hermano Ruiter, hombre astuto y audaz, natural de Bolduz, que habiendo juntado un escuadron de hombres perdidos, tomó por ardid la fortaleza de Lovesein, situada en la isla de Bomel, que forma el confluente de los rios Mosa y Vahal, y pasó á cuchillo su guarnicion; cuyo hecho encendió la llama de la guerra; y incitó los ánimos de los otros, que en los años siguientes la fomentaron con mas ardor. Gozosos los desterrados con este suceso, juzgaban

que aquel puesto era oportuno para el asiento de la guerra, pero los españoles que se hallaban de guarnicion en Bolduc inutilizaron sus designios, pues inmediatamente envió don Rodrigo de Toledo á Lorenzo Perea con doscientos soldados espeditos, el cual acometiendo á la fortaleza, la recobró antes que les llegasen los socorros que esperaban. Quedó muerto Ruiter con algunos de sus compañeros; y su cabeza fue llevada á Bolduc y clavada en un palo en medio de la plaza. Los pocos que fueron presos perecieron ahorcados y rotas las piernas en diversos lugares. Entretanto arrojados de Flandes los gueusios, y confiscados sus bienes, se dedicó la mayor parte de ellos á la piratería para sustentar la vida, habién doselo permitido el príncipe de Oranje bajo la condicion de que le darian la quinta parte de las presas. A estos gueusios, llamados vulgarmente acuáticos, comenzaron á perseguir los reyes de Dinamarca y Suecia como á públicos ladrones y enemigos del género humano, y la reina de Inglaterra, á peticion del duque de Alba, les prohibió la entrada en los puertos de la isla. Creciendo, pues, la audacia de estos hombres con la multitud que se les juntaba, causaron graves é irremediables daños, tal vez por la errada conducta del duque de Alba, que no proeuró, como debia, quitarlos del mar con una poderosa armada cuando se hallaba tan superior á ellos en fuerzas terrestres, que de ningun modo se atrevian á hacerle frente. Pero apenas los habia que brantado, y no derrotado, hizo colocar por este tiempo en la fortaleza de Amberes su estátua, fabrieada del dinero confiscado, con varios símbolos y inscripciones griegas y latinas de sus hazañas: cosa á la verdad intempestiva, y que fue censurada por los historiadores flamencos y extranjeros, segun el afecto que dominaba á cada uno. No obstante, permaneció allí poco tiempo la estátua, habiendo sido quitada de órden del rey don Felipe por Requesens, que sucedió en el gobierno al duque de Alba, cuya arrogancia fue tácitamente reprendida.

la Francia implicarse en guerras estrañas, cuando en lo interior del reino habia tantos súbditos rebeldes; y que no podia ya disponer cosa alguna de su hermana, por haberla prometido al príncipe de Bearne, á quien habia recibido en su gracia. Sigismundo, rey. de Polonia, pedia muchas cosas absurdas, atendiendo solo á sus particulares intereses. El César alegaba que la alianza jurada que había contraido con el Turco le impedia hacerle guerra. Los venecianos enviaron una embajada al rey de Persia, exhortándole á que juntase con ellos sus armas contra el comun enemigo; pero todo fue en vano. De este modo mirando cada uno á sus conveniencias domésticas, se escapó la ocasion de oprimir al tirano. Los confederados tenian diversos pareceres y proyectos, y cada cual queria disponer las cosas à su arbitrio. Creian algunos que seria fácil apoderarse de la Morea, que estaba llena de cristianos, los cuales poco tiempo antes habian pedido secretamente á don Juan de Austria que los libertase del yugo de los turcos, ofreciéndole para esto todas sus fuerzas; cuya propuesta no desagradó á aquel jóven desenso de reinar. Estando ya todo dispuesto para la navegacion, y mientras que esperaba la órden del rey don Felipe, falleció el santo pontifice Pio Quinto el dia primero de mayo de 1572, á los sesenta y ocho de su edad, con grave sentimiento de todo el orbe cristiano, despues de haber tolerado con admirable paciencia los cruelísimos dolores de la piedra, y habiendo recibido con ejemplar devocion los santos sacramentos. Su cuerpo fue depositado en el vaticano basta que el papa Sisto Quinto le mandó trasladar á la iglesia de Santa María la Mayor, en la capilla donde se conserva el pesebre donde la virgen María recostó á Jesús recien nacido; y finalmente el papa Clemente Onceno le colocó solemaemente en el número de los santos.

Para reparar tan grave pérdida, se congregó el colegio de los cardenales, y al dia siguiente de haber entrado en cónclave, que fue el trece de mayo, En España, despues que fueron sujetados los mo crearon sumo pontifice á Hugo Boncompagno nariscos, se hallaban tranquilas todas las cosas. El tural de Bolonia, y con estraordinaria alegría de cardenal Zúñiga, que caminaba á Sevilla luego que todos recibió la sagrada tiara en el dia de Pentecosse concluyeron las bodas del rey, murió de repente tés. En su coronacion se llamó Gregorio, y fue el en Jaen, y su cuerpo fue conducido á aquella capi- Décimotercero de este nombre. Al principio de su tal. Sucedióle en el arzobispado don Cristóbal de pontificado corrió la voz de una próxima gueria enSandoval, trasladado que fue de la iglesia de Córdoba; tre los príncipes cristianos, y procuró con el mayor y don Francisco Blanco fue electo arzobispo de San- cuidado que no se impidiese llevar á efecto la alianza tiago, en lugar de don Cristóbal Vertodano, muerto contraida. Habíase estendido por todas partes este poco antes. Tambien falleció en este año el cardenal rumor; y el duque de Alba y Requesens temian la Espinosa, y se confirió la presidencia del consejo invasion de Flandes y de la Lombardía; porque á la supremo de Castilla á don Diego de Covarrubias, verdad habia indicios nada oscuros de que el Francés obispo de Segovia, el mayor jurisconsulto de aque-se disponia para introducir la guerra en una y otra llos tiempos, como le llama un italiano que le antepone á Budeo y Cujacio. Murió al mismo tiempo Munatones obispo de Segorbe, despues de haber concluido un puente de piedra cerca de Jérica, sobre el rio llamado Uduba por Plinio, que desde alli atraviesa los campos de Segorbe y Morviedro, y desenvoca en el mar; cbra de gran comodidad para los caminantes. Tuvo por sucesor á don Francisco de Salazar. En este año erigió el rey una nueva audiencia en la isla de Mallorca, para administrar justicia á todas las inmediatas, y fueron nombrados seis oidores de mucha probidad, isleños y catalanes.

Entretanto el pontifice hacia todos sus esfuerzos por medio del cardenal Alejandrino y del P. Francisco de Borja, prepósito general de la compañía de Jesús, á fin de que los príncipes católicos hiciesen alianza para la guerra sagrada. El Portugués deseaba con ardor destruir la impia y cruel secta mahometana, y intentó atraer al Francés á esta guerra, ofreciéndoje que casaria con Margarita su hermana, y que el dote seria la alianza que él hiciese contra el Turco. Pero el rey Carlos le respondió, que no convenia á

parte. Por tanto, dió el uno aviso del peligro á don Juan de Austria, y el otro suplicó al Francés que no enviase socorros á los gueusios. Tambien le escribió cartas el rey den Felipe para retraerle de la guerra, recordándole el parentesco de afinidad que entre los dos mediaba, y los beneficios que le habia hecho. Pero todo parecia en vano, porque el viejo Monluc aconsejaba y persuadia al rey Carlos que convenia volver sus arinas contra España: que de otro modo nunca estaria quieta la Francia: que abrazarian su partido muchos príncipes, á quienes importaba mucho quebrantar da potencia española, para impedir que una sola nacion se hiciese árbitra de todas. Estas y otras cosas semejantes decia Monłuc, y ciertamante Isselmo, apoyado en la autoridad de otros es critores, asegura de Cosme que habia firmado en secreto la alianza con el Francés ; y que se habia tratado con el príncipe de Orange de dividir la Flandes bajo de ciertas condiciones. No obstante, otros quieren persuadir que esto fue una guerra simulada, y una astucia para hacer caer en el lazo á los hugonotes. Pero es obra muy dificil escudriñar los secre

tos de los príncipes, por lo cual muchas cosas jamás | de velas. Al tiempo que la armada confederada volvia llegan á saberse con certeza. Finalmente, noticioso á Corfú, fue descubierta por los turcos desde lo alto de todo el rey don Felipe por las cartas de don Fran- de un monte; y dejando inmediatamente la aguada, cisco de Alava, su embajador en la córte del rey salió la armada otomana ordenada en batalla. Los Carlos, y de que en Flandes agitaban la guerra con nuestros se encaminaron intrépidos á la pelea con mayores fuerzas los gueusios y los hugonotes, mandó viento favorable, pero cesando este de improviso, se á don Juan de Austria que sostuviese la guerra con- colocaron de frente los navíos á remolque, formando tra el Turco, y que previniese la armada y el ejército, una especie de muro. Algunos que se adelantaron á fin de acudir prontamente al socorro de la Lom- tuvieron algunas escaramuzas mientras llagaban los bardía, en caso que fuese invadida. Conmovido gra- demás que estaban detenidos por la calma; y tevemente el pontífice con esta nueva, amenazó que miendo el Bárbaro su encuentro, procuraba con arrevocaria la concesion de las rentas eclesiásticas, dil apoderarse de las naves, que se hallaban separadestinadas, solo para los gastos de la guerra otomadas de las galeras, estendiendo á este fin las alas de na, si con este pretesto se impidiese la proyectada su armada. Soranzo, que mandaba el ala derecha, espedicion. Tambien se quejaban los venecianos de trabó desde lejos la pelea con inconsiderada audacia. que con la fingida guerra francesa se inutilizaba la Pero habiéndose retirado á los navíos, de los cuales alianza, y que con esta demora se perdian los gastos era poco seguro el separarse, se concluyó el combate con poco o ningun fruto. Don Juan de Austria hizo con la pérdida de una galera, y algunas maltratadas. por su parte los buenos oficios que pudo en favor El Bárbaro se retiró al promontorio de Malea con de la causa comun, incitado por su propia espe- trece de las suyas derrotadas y sin remos, habiéndole ranza, pues amonestó con disimulo á su hermano seguido en vano los nuestros, que pasaron aquella del peligro que amenazaba á la Italia, si no salia al noche en Citerea. Desde alli se volvieron á Corfú, encuentro del Turco con una armada. como les era mandado, donde fueron recibidos por El rey don Felipe, aunque no ignoraba que los don Juan de Austria con rostro poco alegre, porque designios del senado vencciano en aparentar una sin esperarle á él habian acometido al enemigo, que guerra formidable, ó en derrotar otra vez la armada tenia mas numerosa armada. Disculpáronse lo mejor enemiga, eran el conseguir del Turco la paz con que pudieron; y habiendo recibido un escuadron equitativas condiciones, pues tenia noticia de que al- de soldados para mayor defensa, navegaron á Cefamismo tiempo se trataba de ella en Constantinopla lonia. Componíase la armada de ciento y setenta napor el embajador de Francia; no obstante, para víos, galeras y galeazas, á las que seguian otros bucumplir con la palabra y atender á su fama, aunque ques menores. Tuvieron noticia de que el enemigo fuese con su propio peligro, ofreció á Antonio Tie- se hallaba anclado en Novarino, que es la antigua polo, embajador de Venecia, sesenta y cinco galeras, Pilos, patria de Nestor, y se resolvió de comun con algunas naves de carga, para que se juntasen acuerdo apoderarse de noche de las entradas del á la armada confederada. Entretanto, á instancia puerto. Pero se desgració la empresa por un verdel pontífice, habia enviado don Juan de Aus- gonzoso error de los pilotos, pues dirigieron la artria al marqués de Santa Cruz á la isla de Corfú con mada á la isla de Proudo, distante ocho millas de cuatro navíos, en que conducia los víveres y muni- Pilos. Habiéndola reconocido los enemigos al amane ciones. Despues entregó á Colona veinte y cinco ga-cer, salieron de allí inmediatamente, y se retiraron leras al mando de Andrade para juntarlas tambien á la armada, dándole palabra de que en breve se haria á la vela con las demás. Uluc-Alí que en el año anterior fue creado almirante del mar, dispuso con increible celeridad una armada, compuesta de doscientos y ocho navíos de todos géneros, con la cual desembocó el estrecho de los Dardanelos á tiempo oportuno para defender la Morea, que iba á ser invadida por los enemigos. Colona y Jacobo Foscarini, que mandaba aquel año la armada veneciana, salieron de Corfú sín esperar la llegada de don Juan de Austria, y habiendo descubierto á la armada enemiel promotorio de Malea, se ordenaron en batalla para pelear, aunque era muy inferíor el número de sus navíos. El Bárbaro, para no perder su fama, dispuso toda su armada y se mostró pronto á combatir; y alegres los nuestros con la esperanza de la victoria, se dirigieron contra él y comenzaron desde luego la pelea, con grande estruendo de la artillería. Pero el enemigo que tenia muy distintas ideas, para evitar el encuentro, volvió la proa de sus galeras hácia los nuestros, y encubierto con el mucho humo que hacia la artillería, se puso en salvo y se retiró á Tenaro. Burlados de este modo los nuestros por el Bárbaro, y no pudiendo seguirle porque ya era de noche, se recogieron á la isla de Citerea, distante cinco millas del promotorio de Malea, para observar desde allí los movimientos del enemigo.

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Despues que don Juan de Austria recibió las órdenes de su hermano, mandó á Doria que se quedase en Sicilia con parte de la armada y del ejército, á fin de acudir adonde le llamase el peligro, y navegó á Grecia con el resto de los buques muy bien equipados y provistos. Luego que arribó á Čorfú, llamó á Colona para que no se hallase espuesto al encuentro del enemigo, que navegaba con duplicado número

á Modon, puerto muy fortificado, con increible dolor de don Juan de Austria al ver que se le escapaba la victoria que tenia entre las manos. Intentó en vano con varios ardides atraer al Bárbaro á la pelea. Los venecianos deseaban tomar á Pilos para poseer en el continente un puerto capaz de muchos navíos, y se encargó este negocio & Alejandro Farnesio, dándole un buen escuadron de gente. Pero lo impidieron las copiosas y pertinaces Huvias, y con mucho trabajo se retiraron las tropas. Don Juan de Austria propuso en un consejo de guerra acometer con todas las fuerzas al puerto de Modon, asegurando que á costa de algunas pocas galeras conseguirian del enemigo una ilustre victoria, si los favorecia la fortuna, que siempre era propicia á los hombres audaces. Este proyecto no llegó á tener efecto, por considerarlo muy peligroso los demás capitanes. Detúvose todo un día delante del puerto provocando á la batalla, para que este, que tantas veces habia huido, se confesase vencido. Una sola galera peleó en singular combate, y fue apresada por el marqués de Santa Cruz. Finalmente, no pudiendo el Austriaco saltar á tierra, por la mucha caballería enemiga que se lo inpedia, ni teniendo tampoco ocasion de pelear en el mar, se hizo á la vela para el Occidente el dia diez y siete de octubre. Una galera del pontífice pereció encallada en los bajos de la isla de Pajin, distante cinco millas de Corfú, y se salvó del peligro la mayor parte de su tripulacion. Los venecianos se detuvieron en Corfú; Colona llegó sano y salvo á Roma, y don Juan de Austria entró felizmente en el puerto de Mecina.

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