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falia. Finalmente, Gebardo se fué con su Inés á Delft
á refugiarse de su antiguo huésped y amigo el prín-
cipe de Orange.
CAPITULO XIII.

Entréganse algunas ciudades de Flandes. Muerte de los
principes de Alenzon y Orange. Nombran los estados
por sucesor á su bijo Mauricio.

en un palo, y dice un escritor de aquel tiempo, que se mostró á la vista de los que la miraban mucho mas hermosa de lo que era en vida. El cadáver de Orange fue sepultado con gran pompa. Fue este un hombre sin fe, sin probidad y sin religion. El fraude y la ambicion le dominaban, y el deseo de conseguir lo que se proponia en su ánimo le hacia traspasar todas las reglas de la justicia y equidad. Su aspecto era No cesaba entretanto el de Orange de persuadir, mejor que su talento. Sabia adınirablemente el arte exhortar y hacer todos sus esfuerzos para que los es- de disimular y fingir aun con sus amigos, y finaltados volviesen á llamar al duque de Alenzón, y todo mente fue un hombre que tenia todos los vicios. Mau. esto lo hacia por su propia conveniencia, pues habia ricio su hijo mayor, á quien tenia custodiado en Esexigido de él la posesion de la Holanda para sí y sus paña el rey don Felipe, fue declarado gobernador de sucesores por derecho de feudo, cuya esperanza se la Flandes confederada, y Holach por su teniente. le frustraba si no le llamaban. Mas fueron en vano En vano fue rogado el rey de Francia á que recibietodos sus artificios, porque las ciudades marítimas se bajo de su proteccion las provincias confederahabian penetrado sus verdaderos designios, y que das, habiéndoselo disuadido don Bernardino de Menposponia el bien público á sus particulares intereses, doza embajador del rey don Felipe en la córte, el por lo cual no pudo conseguir sus deseos. El prínci- cual amenazó con una cruel guerra á Enrique, que pe de Parma, habiendo tomado algunas fortificacio- en aquel tiempo fluctuaba entre los hugonotes y los nes y erigido otras, sitiado los caminos y cerrado los catolicos de la liga, de tal suerte que apenas podia rios, impedia á un mismo tiempo la entrada de los sostener su dignidad real. Como este intento no survíveres en muchas ciudades; y como los que pre- tiese efecto alguno, se dirigieron los estados á la reitendian conducirlos fuesen muy molestados por las na de Inglaterra, temerosos de las fuerzas españolas, guarniciones que tenia distribuidas, llegaron ya al porque el de Parma, orgulloso con tantas victorias, estremo de sentir la escasez y el hambre. Por esto, y reforzado con tres regimientos de Portugal y alpues, los de Ipres, deponiendo su obstinacion, abrie- gunas compañias de italianos, en que se hallaban ron las puertas al de Parma, pactando antes que no muchos nobles voluntarios, amenazaba formidablepadecerian ninguna hostilidad. Los de Gante y Bru-mente á sus cabezas. Por este tiempo habia comenjas, obligados por la necesidad, se inclinaban á la zado á sitiar á Amberes, ciudad fuerte, habiendo paz, á cuyo efecto enviaron diputados al de Parma, cerrado el puente del Escalda para impedir la entrada que se hallaba en Tornay; pero el suceso no fue igual, de víveres. Mientras que se trabajaba con valor en pues los de Brujas, como mas modestos, recibieron las obras del sitio, corrió prontamente con parte de la paz que se les concedió. Su guarnición, que se las tropas, espugnó á Dendermunda, despidió sin arcomponia de diez compañias de escoceses, pasó al mas á la guarnicion, multó á los habitantes en serey de España, y fue recibida en el campo con hon senta mil escudos, y habiendo dejado allí á Juan de rosas condiciones. Pero los de Gante, quebrantando Ripa, valeroso español, con un poderoso trozo de el tratado, desecharon las condiciones de la paz y gente para la custodia de la ciudad, se volvió á los propusieron al de Parma nuevas peticiones muy es- reales. Siguióse á esta la entrega de Vilvordia, y de cesivas, de cuya insolencia irritado aquel príncipe, allí á poco la de Gante, sitiada por Antonio Olivera. mandó á los diputados que se retirasen de su pre- La obstinacion y maldades de los ciudadanos fueron sencia, amenazándolos con castigo si volviesen. Lue- castigadas con duras condiciones; las que acaso hugo que fue descubierto este negocio, se escitó un bieran sido mas duras por la muerte de Juan Embigran tumulto en la ciudad; y como los calvinistas sio, hombre de los mas principales, y de otros que eran mas poderosos, arrojaron fuera de ella á los ca- deseaban la paz, si no hubiese intervenido Campigni, tólicos. Campigni, que estaba allí detenido por las á quien sacaron de la cárcel, el cual pidió por ellos, antiguas sospechas, ó mas bien por sus discordias con olvidándose de las antiguas y recientes injurias. el de Orange, fue puesto en la cárcel con otros mu- Aplacado el de Parma por sus ruegos, los multó no chos, con grande peligro de su vida; y llegó á tal es- obstante en trescientos mil escudos de oro, y mandó tremo la locura de los de Gante, que trataron de lla- que reparasen la fortaleza: y á los calvinistas que mar á Alenzon, sin contar en nada con los estados. volviesen á la antigua religion, ó saliesen de la ciuPero ya era tarde, puesto que este habia fallecido en dad, segun el decreto del rey. Puso en ella una guaraquellos dias de una enfermedad en el castillo de nicion de walones, niandada por el mismo Campigai. Thierry, á los treinta años de su edad, jóven des- En la Frisia prosperaba Verdugo con sus hazañas. graciado en las prendas del cuerpo y alma, y poco Defendió á Zutfen con admirable constancia, y manfavorecido de la fortuna. Casi en los mismos dias se dó el de Parma al conde de Aremberg y á Manrique pasó con sus hijos al partido del rey, Cuillelmo, con- que acudiesen á socorrerle, despues de haber conde de Berghes, habiendo dejado la provincia de Guel-cluido con tanta felicidad la guerra en los dominios dres, que gobernaba á nombre de los estados.

A estas desgracias de los rebeldes, se juntó la muerte del de Orange, asesinado en Delft por Baltasar Gerardo, natural de Borgoña. La reina madre de Francia habia enviado á este jóven para que diese noticia al de Orange de la muerte del duque de Alenzon. Permaneció allí algunos dias, y fue despedido, pero fingiendo habérsele olvidado alguna cosa, vo!vió al palacio al tiempo que el de Orange se levantaba de la mesa; y habiéndose acercado á él como para hablarle, le tiró un pistoletazo al corazon, y le dejó muerto, poniéndose en fuga inmediatamente. Pero habiendo sido cogido por los guardias que acudieron al tumulto y griteria, fue entregado al verdugo para que le diese tortura, y fue tanta su constancia y fortaleza en los crueles dolores, que dejó atónitos á los mismos que le atormentaban. Su cabeza fue clavada

de Colonia. Con la fama de su venida, los enemigos que tenian doble número de tropas bajo el mando de Holachy Nuenar, se pusieron en ignominiosa y precipitada fuga. Estas son las cosas acaecidas en Flandes.

En la América septentrional fue descubierta por Valtero Raleig la Virginia, á la cual dió este nombre en obsequio de la reina de Inglaterra, á quien sus súbditos atribuyeron la gloria de la virginidad, Pocos años antes se divulgó la fábula del descubrimiento de las Batuecas en el reino de Leon, y en los esta dos del duque de Alba. Ignórase el nombre del des cubrider; y solo se cuenta que cierto noble de la familia del duque de Alba se huyó á aquellos lugares por el miedo de haberse descubierto una mala amistad que tenia con una criada. Añaden otras cosas, segun la costumbre del vulgo para hacerlo creible; pero to do es un delirio. Algunos autores no vulgares, lo han

de los carmelitas descalzos, siendo así que en ellas no se encuentra ni una sola palabra sobre esta materia, como lo afirma el padre fray José de Sauta Teresa en su Crónica carmelitana, tomo III, libro X, capítulo XIII.

CAPITULO XIV.

Viajes al estrecho de Magallanes: descubrimiento del estrecho de Lemaire: el rey don Felipe es jurado en todos los dominios portugueses de la India.

asegurado, remitiéndose á los archivos y crónicas | algunas naves, se dirigió al estrecho y venció el primer canal con felicidad; pero habiéndose levantado un terrible viento, fue rechazado con mucha violencia y arrojado á la alta mar. Cuatro veces hizo en vano la misma tentativa, y persuadido al fin de que era una temeridad pelear contra los hados, que se le mostraban tan adversos, desembarcó á Sarmiento en confiado, con trescientos soldados y todas las provila costa septentrional, cuyo gobierno se le habia siones necesarias, y le dejó dos navíos. Despues de esto, le arrebataron los vientos al Océane, y arribó con tres navíos al rio Janeiro, y desde allí navegó á Sevilla, habiendo consumido tres años en aquella espedicion. Fundó Sarmiento una ciulad con el nombre de San Felipe; pero creemos que subsistió poco tiempo, pues en parte alguna se hace mencion de ella. En el siglo siguiente, y en el año de mil seiscientos y diez y nueve, con la fama del nuevo estrecho, navegaron á él con dos navíos de órden del rey, los hermanos Bartolomé y Gonzalo Nodales, gallegos, á quienes acompañó Diego Ramiro, natural de Játiva, en Valencia, hombre muy docto en las matemáticas, para que escribiera todo cuanto observase en aquella navegacion. Dió motivo á esta empresa Jacobo Lemaire, hijo de Isaac, natural de Amberes, el cual cuatro años antes esploró lo interior del mar del Sur, y no sin fruto, pues descubrió un estrecho á los cincuenta y cuatro grados, que tomó el nombre de Lemaire por su descubridor. Creyóse entonces que habia muchas islas hacia el Mediodia, muy separadas unas de otras, y que todo le demás era un vasto é inmenso Océano. Despues de varios sucesos llegó Ramiro al deseado estrecho el dia de San Vicente, y habiéndole reconocido le dió este nombre: á una de sus puntas llamó Játiva, y Farillones á las islas que habia en la parte opuesta, señalando algunas de ellas con los nombres de sus compañeros. El dia octavo de la luna, en que á la hora de las tres acaece el flujo del mar en las costas de España, observó que en la misma hora sucedia el reflujo en aquellas costas Antárticas. Navegó Ramiro hasta los sesenta y tres grados, donde la luz del dia dura veinte horas; y no debemos omitir que se encontraron allí unos árboles, cuya corteza tiene el sabor de pimienta. Entabló comercio con los habitantes de aquella region, dando y recibiendo cosas de muy poco valor, y se entendian por señas y movimientos. Andan los naturales desnudos sin cubrir parte alguna de su cuerpo; la tierra es en estremo fria y estéril, y aun produce muy mal los frutos propios que en ellas se cultivan. En la navegacion de Lemaire se refiere que los flamencos descubrieron los laros, llamados así por la semejanza que tienen con los cisnes, cuyo sabor es muy delicado; y que los españoles descubrieron leones, que son unos peces á quienes se da este nombre, porque son muy parecidos á aquellos animales, así en la figura, como en el rugido y ferocidad. Saltaron á tierra, y habiéndolos acometido, fueron muertos muchos de ellos, cuyas pieles trajeron á España en prueba de la verdad de su relacion. Finalmente á los diez meses entraron en el puerto de Lisboa, de donde habian salido, causando á todos grande admiracion; y se manifestó claramente cuan vanos eran los esfuerzos y gastos que hizo el rey don Felipe para cerrar el estrecho de Magallanes.

- DESEOSO el rey don Felipe de impedir las correrías de los piratas en el mar del Sur y habiendo oido el dictámen de Sarmiento y Corso, que como ya dijimos, reconocieron el estrecho de Magallanes, fue uno de sus cuidados el guarnecer con castillos sus entradas. Algunos de los mas prudentes á quienes consultó, les parecia que esto no produciria fruto alguno, y creian que se perderia la obra y el gasto, porque el arte y la industria de los navegantes se burlaria de las fortalezas. Pero como los reyes son vehementes en sus deseos, y á fin de precaver todos los sucesos á que se hallan espuestos los grandes imperios, mandó disponer una armada y conducir en ella los materiales para levantar los castillos. Equipáronse con efecto veinte y tres navíos bien provistos de todo, y confirió el mando á don Diego de Valdés, dándole por compañeros á Sarmiento y Corso. Desde el principio fue desgraciada la navegacion, pues habiéndose levantado una tormenta al tiempo que entraba en alta mar, fue arrojada á Cádiz, perdiéndose tres navíos con parte de sus tripulaciones. Desde allí corrió hasta las islas de Cabo Verde, y pasó al Brasil, donde invernó desde abril hasta principios de octubre; pero luego que volvió á salir al mar, le arrojaron las tempestades á la isla de Santa Catalina, y se perdieron otros navíos con su gente. Tres de ellos, que fueron muy maltratados, los entregó á Andres Eguino para que los condujese al rio Janeiro, y otros tres á Alfonso de Sotomayor para que subiese con ellos al rio de Ja Plata hasta Buenos-Aires, mandándole que en el término de veinte dias penetrase por tierra á Chile, adonde iba de gobernador, lo que se hizo con dictámen de Corso para que no se espusiese á los peligros del estrecho. Habiendo llegado Alfonso á su destino con su escuadron de gente armada peleó con felicidad, venciendo mas de una vez á los rebeldes; y de aquellos tres navíos solo llegó uno al rio Janeiro, conducido por Pedro Diaz, piloto portugués. Eguino acometió á dos navíos ingleses en el puerto de San Vicente y los puso en fuga, pero perdió uno de los suyos que se sumergió en el mar. Entretanto Valdés rechazado muchas veces del estrecho por la fuerza de los furiosos vientos, como si indignado el Océano de que intentase echarle grillos, se hubiese conjurado con ellos para perderle, volvió con su armada al puerto de San Vicente sin haber hecho cosa alguna. Habiendo levantado allí un castillo para quitar á los ingleses el deseo de frecuentarle, dejó en él á Tomás Garro con cien soldados de guarnicion. Desde San Vicente navegó al rio Janeiro, adonde habia arribado de España Diego de Abreu, enviado por el rey con cinco navíos de socorro. A peticion de Fructuoso Barbosa, que mandaba en aquellas partes marchó contre los franceses obstinados en molestar las costas, y los puso en fuga, lo que no habia podido conseguirse hasta entonces. Tomóles cuatro navíos cargados de palo de Brasil, arrasó hasta los cimientos la fortaleza que habian levantado en el puerto de Paraiva, edificó otra en paraje oportuno; y la aseguró con una guarnicion de ciento y cincuenta soldados y un gobernador castellano; y finalmente, en este año se volvió á Sevilla, de donde habia salido. Su teniente Diego de Ribera tomó á su cargo el continuar la empresa, aunque no con mayor fortuna, pues habiendo reparado

томо п.

Gobernaba otra vež la India Luis de Ataide, conde de Atougia, á quien escribió cartas el rey don Felipe haciéndole muchas promesas, en premio de haberle reconocido en aquellas reinotas regiones; pero ya habia fallecido á principios del año de mil y quinientos ochenta y uno, con gran fama de valor, y de ánimo intrépido en los peligros. Fue declarado su sucesor Fernando Tello, habiendo abierto la real cédula don Juan Ribeyro, obispo de Malaca, y presidente del consejo. Este pues, avisado por las cartas de los

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da, y causaba terror á los de Amberes, que al principio se burlaban de esta empresa. En las dos márgenes del rio habia grandes diques para contener su ímpetu, y cerca de ellos levantó dos castillos que defendiesen las entradas del puente, uno en la parte de Ordan, y otro en la de Calloo, pueblos inmediatos situados entre la ciudad y el mar. El puente era de madera, y en medio de la corriente tenia sesenta barcas apoyadas sobre tablones, siendo su longitud de mi! trescientos cincuenta piés. Por la parte sucon valerosas tropas, cuyos mástiles estaban armados de puntas de hierro para rechazar á los buques enemigos, en caso que los sitiados hiciesen alguna tentativa por la ciudad, ó los holandeses por el Ŏcéa no. En el puente y castillos habia colocados noventa y siete cañones con sus cuerpos de guardia y artilleros, y tambien estaban prevenidas algunas fustas para ocurrir subsidiariamente á cualquier encuentro. Tan árdua como esta era la empresa de impedir la entrada de víveres en Amberes. Entretanto em prendió el Parmesano otra obra de un trabajo verdaderamente improbo. Tilino, hijo de Nuan, impedia la nagevacion desde Gante, habiéndose apoderado de la embocadura del Escalda sobre Amberes, y levantado en aquel paraje una pequeña fortaleza. Abrió, pues, el Parmesano un foso de catorce millas de largo desde el rio Moer de Gante al Escalda, mas abajo del puente, y para que no pudieran introdu cirse en él los holandeses á interceptar los víveres, edificó un castillo en la parte donde el foso entra en el Escalda, al cual llamaron los españoles la Union, y Parma al foso en memoria de su autor. Poco despues fue Tilino hecho prisionero y encerrado por largo tiempo en la fortaleza de Torna y en pena de las molestias que habia causado. Al mismo tiempo se apoderó Hofach de Bolduc por un descuido de sus

gobernadores de Portugal, del estado de las cosas, y habiéndole inandado el rey que continuase en el gobierno, juró solemnemente à don Felipe en la iglesia catedral de Goa el dia tres de setiembre, segun se le habia ordenado, y de este modo se sujetó á su imperio toda la India, y tambien las demás posesiones que los portugueses tenian en el Oriente, á cuyo fin envió Gonzalo Ronquillo, gobernador de Filipinas, al padre Alonso Sanchez, jesuita, á la isla y plaza de Macao, situada en la China. Con su talento y buenos oficios, consiguieron que esta colonia jurase fideli-perior y por la inferior, le guarnecian muchas naves dad al rey don Felipe, con cuyo motivo se celebraron allí grandes fiestas. El primer virey de la Indía, electo por el nuevo rey, fue Francisco Mascareñas, que con su heróico valor habia arrojado de Chaul a Nizamaluc, y le condecoró con el título de conde de Santa Cruz. Llegó á Goa con una armada de cinco navíos, y desde luego persiguió y castigó á los piratas que infestaban aquellos mares, pero en esta espedicion murieron algunos hombres de mucho valor. Hallábase Ormuz molestada de los enemigos, y la defendió con feliz suceso su gobernado: Gonzalo de Meneses, que habiendo juntado sus tropas con las del reyezuelo, les tomó su importante fortaleza de Jamel. En vano intentó el rey de Achen invadir á Malaca, no habiendo sacado otra cosa que ignominia y pérdida. Gil Mascareñas hizo tambien algunos daños al Zamorin. Incendió en gran parte á Calecut y algunos pueblos de su territorio, con cuya pérdida se vió obligado á pedir la paz. Levantóse una fortaleza en Panane en lugar de la de Chale, que el Zamorin habia tomado, pero la paz duró muy poco tiempo. El año de mil quinientos y ochenta y tres llegó á Goa el R. P. Fr. Vicente de Fonseca, del órden de Santo Domingo, electo sucesor del arzobispo don Enrique de Tavora. Orgulloso Gil con la victoria ganada á los bárbaros, y descuidando temerariamente de su vida, fue muerto por ellos, aunque despues fueron venci-habitantes; pero animados estos por Altipenni, que dos y pagaron la pena de este atentado.

casualmente se hallaba en esta ciudad, convalecido Mientras que ardia la guerra en las Molucas, el go- algun tanto de su dolencia, le arrojarou de allí con bernador de Filipinas don Santiago de Vera, envió mucha pérdida é ignominia. La armada holandesa al capitan Juan Ronquillo con diez fragatas para habia venido á Liló con el designio de acometer al socorrer al gobernador de Tidore, que se hallaba puente en caso que el de Parma escitado del peligro muy estrechado por los bárbaros. En tiempo del vi- sacase de allí las guarniciones de los bolduquenses; rey Duarte de Meneses, que sucedió á Mascareñas, pero el éxito de esta tentativa no correspondió á las acudió Pedro Sarmiento desde Filipinas con cuatro esperanzas. Mientras tanto talaba y destruia todas navíos para socorrer á los portugueses que estaban las cercanías de Bruselas Jorge Basta, hombre de muy apurados; y habiendo juntado las fuerzas, pe- esclarecida fidelidad y valor, que mandaba la cabalearon con el tirano de Ternate con igual fortuna. Fue llería albanesa. Con sus ardides y vigilancia se apointentado en vano el tomarles la fortaleza pues de tal deraba de todos los convoyes de víveres, y los ciuda modo se habian endurecido con las contínuas guer- danos llegaron ya á tal estremo, que á cada paso se ras aquellos bárbaros afeminados, y la hacian con caian muertos de hambre. Una mujer de la plebe que tanta inteligencia, que no parecian inferiores á tenia muchos hijos, arrebatada de un furor rabioso nuestras tropas. Peleóse muchas veces en Mozam- al oir sus contínuos clamores, les dió á todos un vebique con los cafres, que habiendo salido de su país neno, y despues le bebió ella misma para libertarse en gran número, talaban todo cuanto encontraban. cuanto antes de las congojas de una muerte tan proLas cortas fuerzas de los portugueses no eran sufi-longada. Vencidos, pues, con el hambre los brusecientes para rechazar á tanta multitud de enemigos. Hiciéronles algunos daños, y los recibieron tambien de ellos, pero no hubo accion alguna memorable. Gonzalo Camera, almirante de la armada, se portó en muchas ocasiones con tanta imprudencia y cobardía, que los enemigos le despreciaron y dejaron de ser temidas las armas portuguesas. Los demás sucesos los referiremos en los años siguientes.

LIBRO NONO

CAPITULO I.

Emprende el Parmesano cerrar el Escalda para impedir la entrada de socorros en Amberes. Esfuerzos de los sitiados para resistirle: entregase al fin la ciudad y

lenses, se entregaron á Farnesio el dia doce de marzo de 1585, y habiendo puesto una guarnicion en la ciudad, arregló las cosas sagradas y civiles lo mejor que pudo, segun las órdenes del rey. De allí á poco tiempo Nimega, ciudad principal de la provincia de Güeldres, situada en el rio Vaal, habiendo arrojado de sí á los ministros calvinistas, volvió á su deber con grande alabanza de los ciudadanos católicos, que para conseguirlo se espusieron á mucho peligro.

En Amberes preparaba algunas naves incendiarias el italiano Federico Jambelli, hombre de carácter cruel y perverso, que aborrecia con odio mortal á los españoles, á causa de que en la córte del rey don Felipe habia sido despreciado su arte de fabricar nuevas máquinas de guerra. Tenia dispuestas entre otras naves, cuatro barcas con gruesas vigas, cuyas El príncipe de Parma llevaba adelante con admi- concabidades en forma de bóveda las llenó de una esrable industria la grande obra de cerrar el rio Escal-traordinaria pólvora que él mismo habia compuesto,

otras de Flandes.

y de balas de hierro, de cadenas muy gruesas, y de otras cosas semejantes, para dispararlas por todas partes, y encima de todo puso unas grandes piedras para aumentar la violencia de los fuegos y el estrago de los realistas. Habiéndolas arrojado por el rio abajo, las seguian otras trece ardiendo entre las tinieblas de la noche, no sin deleite de los que las miraban, mez clado con el terror del mal que temian. Las mas de ellas reventaron en varias partes con poco ó ningun daño; pero la mayor de todas rompió las amarras del puente y se detuvo en la parte occidental. A este tiempo el alferez español Vega, conmovido del mal que amenazaba, exhortó con muchos ruegos al de Parma, que desde el inmediato castillo daba órdenes á todas partes, que se retirase de allí, lo que con efecto hizo inmediatamente. Reventó la barca con tan horrendo estallido, que parecia hundirse todo el cielo. Siguióse al trueno un espeso nublado de piedras y de otras materias, que causó un miserable estrago en los soldados y deshizo una parte del puente. ¡Cosa admirable! un jóven de los que acompañaban al de Parma fue arrebatado vivo á la ribera oriental del rio, y solo sacó una herida en un hombro. La violencia del fuego arrojó á algunos al rio y á las naves; y finalmente aquella mortífera barca salida del infierno consumió á mas de quinientos hombres; Risbourg fue encontrado el dia siguiente sin cabeza. Gaspar Robledo, portugués señor de Billi, por haberse casado con una noble flamenca que tenia este título, fue descubierto despues de algunos meses enclavado á una viga del puente, y fue conocido por el collar de oro. El de Parma despues de haber volteado como un torbellino, cayó en tierra herido en la cabeza, junto con el marqués del Basto y Gaston Spinola; pero habiendo recobrado el sentido, acudió al puente y animó á las tropas que estaban consternadas. Hizo luego reparar con los primeros materiales que pudieron encontrarse, la parte destrozada del puente y el castillo, para que la armada enemiga, que se hallaba prevenida con los víveres, no pudiera introducirse por las ruinas en la ciudad. Sucedió la cosa á medida de sus deseos, porque como los que iban en ella no descubriesen entrada alguna por donde pudiesen pasar, no se movieron de su puesto, persuadidos de que la empresa de las incendiarias no habia producido el efecto que se esperaba. De este modo quedaron burlados los enemigos y dieron tiempo para reparar los daños que habian hecho; y entretanto que se trabajaba en esta obra con mucha actividad, llamó el Parmesano las guarniciones inmediatas, hizo conducir la artillería, con la cual aseguró mas y mas los lugares fortificados. Nombró á Basto general de la caballería, y no omitió cosa alguna para precaverse, habiéndole hecho mas cauto el anterior peligro. Como los enemigos se veian enteramente escluidos del rio, rompieron su presa, y haciéndole correr por el campo del Brabante, intentaron una nueva navegacion á Amberes; pero les servia de estorbo la trinchera fortificada por los realistas, que atravesaba desde Convestein hasta la entrada del Escalda, y mientras no la superasen, eran inútiles todos sus esfuerzos. Emprendiéronlo con efecto Holach y Justino de Nasau pero con grave daño suyo, habiendo perdido muchos soldados y cuatro navíos. En este lance sobresalió mucho el valor de Gamboa, Ortiz, Padilla, y otros, que rechazaron á los enemigos hasta sus navíos.

Los sitiados enviaron catorce barcascontra el puente; seis de estas cargadas con pólvora, y las demás solo ardian por la parte esterior. Las proas de ellas iban armadas de anchas segures y sierras, para que hiciesen pedazos todo lo que encontrasen delante del puente. La principal barca navegaba con una vela debajo de la quilla, para que estendida y impelida con el agua, fuese conducida en derechura al medio del puente,

TOMO II.

lo cual fue invencion de un aleman discípulo de Jambelli. Pero ocurrió á este daño el valor y presencia de ánimo de Tork, inglés católico, que volando por todas partes con buques armados, echaba los garfios á las naves incendiarias, y á fuerza de remeros las atraia á las orillas, y allí las amarraba con las áncoras, para que no pudiesen hacer daño alguno al puente. Mas no pudiendo acudir á un mismo tiempo á todas las naves, ó porque las fuerzas de las suyas no eran suficientes para resistir al ímpetu de algunas de ellas; la que llevaba la vela estendida por bajo de agua, atravesó el puente que se desarmó (porque desde la pérdida anterior le maudó hacer levadizo el de Parma) sin mas daño que el de llevarse una de las mesas en que se apoyaba, y habiéndola seguido las otras, reventaron lejos de allí sin haber hecho el menor estrago, antes bien con mucha risa de los que las miraban. El último esfuerzo que hicieron, fue un navío de forma y grandor enorme armado con gruesa artillería, y con mil y quinientos granaderos, y los sitiados estaban tan confiados del buen éxito de esta máquina, que la llamaban el fin de la guerra. Habiendo roto los diques del Escalda, la introdujeron en los campos inundados, y al principio causó algun terror y daño á los realistas, arruinándoles con contínuo ataque el castillo, situado en la cabeza oriental del puente. Pero habiendo correspondido con su artillería los que defendian aquel puesto, sacaron de allí el navío, para que no fuese enteramente sumergido, y mientras maniobraban para ello, se encalló de tal manera en un bajo, que ni aun alijerándole de su mucho peso, no fue posible moverle con fuerza alguna. Finalmente, viendo los enemigos que estas máquinas no les aprovechaban cosa alguna para su principal intento, y confiados en el valor de los soldados, determinaron pelear á fuerza abierta, para socorrer á la afligida ciudad. Así, pues, acometieron repentinamente con multitud de navíos á la trinchera de Convestein, que era la que les impedia la navegacion, espugnándola unos por Liló, y otros por Amberes; y habiendo echado delante cuatro navíos cargados de pólvora, reventaron cerca de la trinchera, y arrojaron de su puesto á los soldados del rey. Embistieron por aquella parte los mas audaces de los enemigos, y rechazaron a los que ya se hallaban aterrados. Pero dentro de breve tiempo volvieron en sí los realistas, se animaron con mútuas exhortaciones, y cortaron la trinchera. Escapóse Holach á la ciudad en un pequeño buque por una abertura, que no era capaz de dar paso á navíos mayores, y habiendo anunciado la victoria, fue recibido con mucha alegría de los habitantes, la que luego se convirtió en tristeza, viendo que no correspondia el suceso á la esperanza, y el mismo Holach se retiró avergonzado de la ciudad.

Entretanto habiendo recobrado el ánimo los españoles, pelearon intrépidamente, y quedaron muertos Padilla, Chaves, y otros hombres fortísimos. Acudieron por diversas partes á su socorro Juan del Aguila, Mondragon, Capissuchi, y otros capitanes, cada uno con una escogida tropa de los suyos. El de Parma, hizo venir prontamente de la ribera opuesta doscientos españoles con Viveros y un capitan veterano, y peleaban en la misma trinchera en un paraje tan estrecho, que apenas podian estenderse los escuadrones. Los enemigos, encubiertos con la tierra que habian amontonado, combatian con mucho valor, y defendian el puesto que habian ganado. Pelearon con sumo teson por espacio de hora y media entre los torbellinos de las balas que volaban de los navíos por una parte y otra; y habiendo ganado los españoles la trinchera de tierra movediza, que habian levantado los enemigos, pelearon cuerpo á cuerpo á pié firme. Ya no se veia otra cosa que muertos, cuando llegaron á su socorro las tropas de mar, que sufrie

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Continuan las victorias de las armas del rey en Flandes. Muerte de Gregorio Trece, y eleccion de Sisto Quinto. Castigo de dos impostores en Portugal, que fingieron ser el rey don Sebastian. Sediciones de Napoles.

ron algun tiempo el ímpetu de los soldados del rey. ( dos. Mandó que inmediatamente se reparasen los diPero habiéndolo renovado con mucha griteria, ex-ques del Escalda, arruinados en muchas partes por hortándolos con la voz y el ejemplo. Agustin Roma- las injurias de la guerra, y porque el alojamiento de no, valeroso capitan del tercio veterano de Velasco, las tropas era gravoso á los ciudadanos, reedificó á puso en fuga á los enemigos, obligándolos á retitarse peticion de ellos mismos la parte de la fortaleza que con gran confusion y pérdida á sus navíos. Fueron inira á la ciudad, y habia sido destruida en un tutomados dos de estos por algunos españoles, que los multo, y puso á Mondragon por comandante de ella, persiguieron á nado, llevando las espadas en la boca, CAPITULO II, y no pudieron apresar mayor número porque al tiempo del reflujo, se apresuraron los holandeses à volver al rio. Los navios de Amberes que estaban á la otra parte de la trinchera, y fueron mas descuidados en retirarse, se quedaron encallados en los bajos. Apoderáronse los realistas de veinte y ocho naves, y MIENTRAS tanto que los realistas tenian siliada á cuatro se sumergieron despedazadas por la artille- Amberes, hubo en diversas partes varios encuen ria. Dicese que en esta pelea murieron dos mil y qui- tros, entre los cuales fue memorable uno de la cabanientos de los cuemigos, y setecientos de los realis-llerin, en el que el marqués del Basto derrotó y puso tas, la mayor parte españoles é italianos, siendo menor el número de los heridos. A la verdad en este dia combatieron con increible valor, no solo los españoles, sino tambien las tropas auxiliares de otras naciones. La trinchera, que habia sido arruinada por diversas partes fue reparada con admirable prontitud por los vencedores, con los materiales que pudieron encontrar, con céspedes, y con los cuerpos de los que habian muerto. El conde de Mansfeld, medio quemado con un barril de pólvora que se encendió por casualidad, introdujo á remolque en el Escalda el navío á máquina, que llamaban el fin de la guerra, y le presentó al Parmesano con otros navíos de los enemigos.

La cruel hambre que se aumentaba cada dia, comenzó á domar la obstinacion de los de Amberes, pues Aldegunde habia ya apurado todos sus ardides para mantenerla. Y como ya se hablaba libremente en los corrillos y se veian asomos de una sublevacion, pasó él mismo à los reales con pretesto de tratar de las condiciones para la entrega de la ciudad; pero en realidad sin otro fin que el de engañar y ganar tiempo. Sus artificios le aprovecharon muy poco; porque habiéndolos conocido el de Parma, envió la caballeria á los campos de Amberes y Malinas, y mandó segar todos los trigos, y conducirlos á los reales, para quitar al enemigo la esperanza de sustentarse. Con efecto, Malinas se halló en breve obligada á la entrega, habiendo sido tomados los castillos de su territorio; con cuyo ejemplo, y no pudiendo ya los de Amberes tolerar mas tiempo tan largo encierro, comenzaron á tratar seriamente de la entrega de la ciudad. Refiérese que entretanto aprovechándose los holandeses de la marea, y de un favorable viento habian intentado destruir el puente con naves incendiarias, pero que fueron vanos sus conatos; y que los realistas celebraron con una descarga de su artilleria las inútiles tentativas de los enemigos. Por este tiempo Egmont y Nuan fueron llamados y puestos en libertad, despues de un largo cautiverio. El de Parma recibió en los reales con aparato magnífico el Toison de oro que le envió el rey don Felipe, y hubo banquetes y regocijos con este motivo, juntándose tambien la alegria de haberse entregado la ciudad, despues de muchos debates de una parte y otra acerca de las condiciones. Estas fueron honrosas, y se firmaron á fines del mes de agosto. El de Parma fue recibido por los ciudadanos con estraordinaria pompa, acompañándole los principales del ejército y Ariscot, Egmont y otros muchos de la grandeza flamenca. Restableció con gran celo y cuidado la religion católica, que estaba cuasi estinguida, y dejó una guarnicion de alemanes y walones bajo el mando de Verpii. Nombró á Campigni gobernador de la ciudad, la que fue multada en cuatrocientos mil escudos. Concedió á los ingenieros Barroci y Plati los materiales del destruido puente en premio de sus buer servicios, y pagó su estipendio á los solda

en fuga un gran número de enemigos. Mota intentó en vano y con pérdida suya apoderarse de Ostende, plaza marítima de comercio, y otro tanto sucedió á los enemigos en las ciudades inmediatas de Nieuport y Lira. Schenk se pasó al partido de los estados, irritado con el príncipe de Parma porque para el gobierno de Güeldres habia preferido á Altipenni. Pu so en libertad á Nuenar que habia sido vencido en una batalla. Verdugo y Tassis su teniente rechazaron de una vez de la Frisia á Juan de Nasau, despojándole de su campo. Pero si el cielo no hubiese mirado por los españoles, hubieran resarcido los enemigos abundantemente este daño con la astucia de Holach, que habiendo abierto las compuertas del 1io Mosa, le arrojó sobre las legiones veteranas, que poco antes habian venido de Portugal, y se hallaban acampadas en la isla de Bomel. Consternados los s pañoles con tan grande y tan repentino peligro, transportaron la artilleria y equipajes á Emplio y los lugares mas elevados, porque la fuerza de las aguas lo ocupaban todo de tal suerte, que parecia el campo un ancho mar. Sobrevino despues Holach con su armada conducida por la abertura de la presa del rio, y les hizo intimar que depusiesen las armas y su ferocidad, y que se le entregasen á discrecion, pues no podrian evitar la muerte, aunque se volviesen pájaros. Pero aquellos varones fuertes, á pesar de que se hallaban sorprendidos, desecharon al mensajero y prepararon sus armas contra el enemigo, procurando juntar la fuerza con el ardid. Mas como no tenian de donde pudiera venirles socorro sino del cielo, encontró un soldado cavando por casualidad cerca de la iglesia de Emplio una imágen de la Concepcion con tan vivos colores como si acabara de pintarse. Fue grande el concurso de los soldados: condujeron el cuadro á la iglesia con militar pompa, y imploraron con mucho fervor la proteccion de la Vírgen. Hallábanse en estas angustias, habiéndoseles acabado los víveres á los cinco dias, y atormentados cruelmente por la fuerza del frio, cuando en la vispera de su festividad, que era el siete de diciembre, se levantó de improviso un terrible viento que comenzó á helar aquella mole de aguas. Viendo esto Holach, y temeroso de hallarse sitiado por el hielo, cuando sitiaba á los españoles, retiró de allí sus naves, irritado en estremo con el dolor de la perdida presa, y habiéndose vuelto al rio Mosa, se liberté del peligro que le amenazaba. Pero aun fue mayor milagro el que sucedíó despues, porque inmediata mente que se retiró Holach, comenzó á ablandar gl tiempo y á deshacerse los hielos, con cuyo divino auxilio Mansfeld el hijo, y los demás habitantes inmediatos de Bolduc enviaron algunos navios que sacaron de allí á los españoles, trayendo estos la imigen de la Virgen, á la que atribuian el haber salido libres de aquel aprieto. Estos son los sucesos que acaecieron entonces en Flandes.

Habia determinado el rey don Felipe pasará Zara

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