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dad. Taicosama, tirano del Japon, intentó abolirla, | insistió mas fuertemente fray Alejo en su predicamovido de ciertas sospechas que le sugirió un após- cion, y combatió con mayor fuerza sus errores. Pero tata, y irritado porque no le obedecian, mandó quitar viendo que los frutos no correspondian al trabajo. la vida al padre fray Pedro Bautista, del órden de San emprendió otro camino este varon no menos prudenFrancisco, de la mas estrecha observancia, con otros te que piadoso. Conferenció á solas con los princicompañeros suyos, los cuales fueron crucificados y pales sacerdotes, separándolos de la turba, y los atravesados con lauzas. Tambien fue declarada guer- instruyó en la verdadera doctrina, habiéndoles desra á la herejía en las regiones de la costa del Malabar. cubierto sus errores, con admirable elocuencia. HeLos que habitaban en las montañas se habiau apartado cho esto como deseaba, convocó un concilio en Diammucho de la doctrina católica, por haberlos imbui- per, pueblo célebre, y comenzó á celebrarse con indo en sus errores los obispos nestorianos. Este cui- creible concurso el domingo veinte de junio de mil dado inquietaba á los obispos portugueses, y don quinientos noventa y nueve, y habiendo abjurado en Jorge Temudio, obispo de Cochin, trabajó mucho en él la herejia los sacerdote malabares, se dedicaron refutar á aquellos falsos pastores, y pudo conseguir con gran celo á establecer la doctrina católica los que los indios no admitiesen los obispos que enviaba mismos que al principio habian sido los mas ardienel patriarca de Babilonia. Dedicóse tambien á la mis- tes en combatirla. Siguieron este ejemplo los puema obra fray Alejo de Meneses, de la noble familia de blos, que fácilmente se inclinan á la parte donde los este nombre, arzobispo de Goa, y religioso agustino, guian sus superiores: y por este medio con el auxivaron verdaderamente santo y muy celoso por la pro-lio divino se estirpó la supersticion que se hallaba tan pagacion del Evangelio. Este, pues, habiendo recibi- arraigada; se mejoraron las costumbres de los indios, do una bula del papa Clemente VIII, con amplísimas fueron quemados los libros en que se contenian los facultades, comenzó á visitar lo mas áspero de aque- errores, se restituyó la verdadera piedad, y se trillos parajes, con innumerables trabajos; padeció in- butó el debido obsequio y obediencia al romano ponfinitas molestias por la obstinacion de aquellos hom- tifice. Tantos fueron los bienes que produjo el celo y bres feroces que le persiguieron indignamente, y aun cuidado infatigable de este varon religioso. Diego le amenazaron con la muerte si no se abstenia de Simoens, gobernador de Tate, hizo muchas hazañas predicar la doctrina católica. Pero habiendo muerto entre los cafres, y el rey de Monomotapa le permitió el obispo Abraham inficionado de la herejia nes- beneficiar unas minas de plata, despues que ajustó toriana, á quíen estaban sujetos, y convirtiéndose su con ellos la paz en premio de los socorros que le havicario á la comunion romina con poderosas razones bia dado contra los enemigos. El virey Gama se hiy autoridades de la escritura, aunque los pueblos zo mal visto á los portugueses, y se restituyó á su sentian mucho abrazar la doctrina de San Pedro, patria con tati feliz navegacion, que se asegura que que creian distinta de la que habian recibido del após- en todo el viaje llevó tendidas las velas, y fue nomtol Santo Tomás, y en la que habían sido educados, brado por su sucesor Aires de Saldaña.

CONTINUACION

DE LA HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA.

LIBRO PRIMERO.

DECADENCIA DE LA DINASTIA AUSTRIACA.

CAPITULO I.

España á principios del siglo XVI.

JAMAS siglo alguno abrió el período de sus años con tanto esplendor para ninguna nacion del mundo, como el siglo XVI para nuestra península. Concentrada la nacionalidad española con la reunion de los reinos de Aragon y Castilla, terminada la lucha de religion y de razas con la definitiva espulsion del elemento árabe, descubierto y añadido á nuestros dominios un nuevo mundo, tierra vírgen, rica en tesoros y feracísima en frutos, España parecia llamada por la inteligencia suprema á regir los destinos del universo, y á descansar en el pomposo lecho de sus glorias. ¿Y quién mas acreedora que ella? Siete siglos de prueba la habian purificado en el crisol de la desgracia; el contínuo roce con los árabes habia templado la rudeza gótica con el refinamiento oriental, y sin perder la fe de sus mayores ni la lealtad de su corazon se habia enriquecido con esas dotes del

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entendimiento y de cultura, que los sectarios de Mahoma habian desarrollado y comunicado con tanta generosidad. Los orientales verdaderamente habian trabajado mucho en nuestro favor: elos labraron sus ricas y caprichosas mezquitas para que la conquista hiciera de ellas iglesias para nuestro culto; ellos nos infundieron su gusto, su ciencia y su poesía, como á su tiempo diremos mas despacio; ellos cultivaron con hábil mano las tierras de que se habian hecho dueños, para que de tanto trabajo y de tan copiosos esquilmos recayera el goce en los afortunados vencedores. Ardua es la cuestion para juzgarla sin grande ayuda; pero es de creer què no hubiéramos salido tan bien librados en cuanto á prosperidad y cultura, si reyes merovingios, jefes lombardos ó emperadores griegos hubieran venido en vez de los árabes á recoger por fuerza de armas la carcomida herencia de Rodrigo.

Pero echadas á un lado por ajenas del presente asunto consideraciones de tan dificil solución y sobre tan remotos hechos, detengámonos á ver cómo estaba nuestra nacion á principios del siglo xvi, y qué pasos dió de adelanto ó de retroceso hasta principios del xv, bajo la direccion de Fernando V

Carlos I y Felipe II, Los tres acontecimientos mas memorables que prepararon aquel periodo son la union de las coronas, la conquista de Granada y el descubrimiento de las Américas.

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Con la total espulsion de los moros de España, quedó en ella una clase de'gente de dudosa religion y de adversa fortuna, que apegados al suelo que los habia visto nacer, donde radicaban sus bienes y donde descans ban los huesos de sus padres, prefirieron mentir adhesion al Cristianismo á ir á terminar sus dias bajo el inclemente suelo de Africa. Estos pues, mal desmentida con el bautismo su antigua creencia, quedaron en España bajo el nombre de moriscos ó cristianos nuevos, que se daba á todo convertido, y contribuyeron mucho al desarrollo de nuestra agricultura y al esplendor de nuestra industria con el trabajo de sus manos y la práctica de lo que habian aprendido de sus mayores. El gobierno su piedad y costumbres, y no los miro nunca con muy buenos ojos, de cuya conducta se originó despues una serie de desgracias tan mal terminadas como tristemente seguidas. Y este recelo con que se miraba á los moriscos, aunque algo impolítico en el modo de manifestarse, era muy natural en una nacion á quien los mismos sucesos de su historia habian contribuido á revestir con el doble carácter de piadosa y guerrera, y que, acostumbrada á odiar á aquellos hombres por espacio de muchas generaciones, los miraba ahora con soberbia como á vencidos y con displicencia como á apostatas. Un rey católico y una gente devota hasta la supersticion no podian nirar con agrado á quien no se sometiera de todo corazon á su creencia. Por aquel tiempo se estableció Asi hemos visto que la voluntad de la nacion no era en nuestra península el tribunal del Santo Oficio, una ni para obedecer ni para oponerse; que en cada azote de apóstatas, moriscos y judaizantes, que conregion se trataban las cosas de diferente manera, re- virtiendo la cruz de la caridad en hacha de venganza, sistiendo en unas partes lo que se apoyaba en otras, manchó con no poca sangre la historia de nuestra y que lo que se aceptaba en Castilla, por ejemplo, era religion. Severo anduvo dicho tribunal desde su ocasion de revueltas y disgustos en Cataluña. Yue tan depravado como su espresion, atendido el principio; pero es de creer que el pensamiento no cias á que el carácter español no pecó nunca de insubordinado ni de levantisco; que si no, ¿qué brazo magnánimo corazon de Isabel y la singular prudenpudiera ser bastante poderoso para tejer buena tra- cia de Fernando; ¿pero qué institucion hay que mama con tan discordes hilos, realizando el imposible nejada con bastardas miras no se pervierta, y mas si moral de dar fuerza y solidez á una especie de mo se deriva del triste principio de la intolerancia? Insnarquía federativa? tituyóse tambien por aquel tiempo la Santa HermanLa division entre las clases, natural consecuencia dad, compañía de gente armada que se destinó á de la antigua diversidad de origen y de méritos, for- velar por la seguridad de los caminantes contra las maba además entre unos y otros, un valladar diversi- fechorías de bandidos y de señores, pues en los anficado en gran manera segun la varia constitucion deteriores reinados no se descuidaban muchas veces cada pueblo resultaba de esto mas bien una peligrosa confusion que una regular escala de gerarquías, fomentando la altivez con mengua del comun respeto, y dando lugar á luchas en que la pugna de las voluntades y acaso el derramamiento de sangre no eran mas que un signo aciago precursor de las futuras desgracias; porque no habia nadie que saliera El descubrimiento de América vino á abrir un vasganoso de estos debates. El magnate, díscolo y alta- to y magnífico campo á4a actividad española en reemnero, si bien muy contenido entonces por la mano plazo de la terminada lucha contra los musulmanes. severa é inteligente de los reyes Católicos, habia de La poblacion española se disminuyó mucho en poco eaido algo de su primitivo carácter, y ya no se re- tiempo, desembarazándose de un gran número de volvia con tanta frecuencia contra el poder real, como gente inútil y aventurera, y tambien de algunos en los tiempos de Pedro el Cruel y de Enrique el Im- hombres útiles y trabajadores, con bien del orden por potente. El pueblo que empezaba ya á conocer sus una parte y con daño por otra de la agricultura é inderechos, aceptaba sin embargo con gratitud la im-dustria peninsulares. Cundió por todas partes la sed portancia que se dignaban darle, y sin estallar en de oro, de conquistas y de aventuras; Cuba, la Esodio abierto contra la nobleza opresora, pagaba con pañola, y aun mas los países desconocidos del inteexactitud y dignidad sus moderados impuestos, y rior de América se ofrecian á los ojos del vulgo y de agrupado en torno de una corona que lo protegia los caballeros como un país encantado y opulento; contra exacciones y tiranías subalternas, respetaba disfrazábase la codicia con el pretesto de difundir el á los hidalgos y amaba á los monarcas. Los ayunta- Cristianismo por aquellos países; multiplicáronse las mientos se dirigian con moderacion y desinterés, el escursiones, y un buen éxito entre cien desengaños mérito vislumbraba un porvenir de recompensas, el bastaba para mantener viva la confianza y el entutrabajador tenia fe en el producto de sus manos, siasmo en aumento. Corto fue el provecho que se el aventurero pobre y codicioso se recreaba soñando sacó al principio de aquellas conquistas, consistiencon los tesoros de América, la córte pasaba con ge- do solo en el algodon y los granos de oro que se exinerosa economía, y los tributos, si bien mal repar- gian como tributo á los indios débiles, perezosos y tidos, no eran tantos que sirviesen de apremiante gra- maltratados; pero sustituido al trabajo de estos el de vamen, ni tan escasos que favoreciesen la holganza. los negros, mas robustos, diligentes y sufridores,

En cuanto á lá centralizacion de la monarquía por el casamiento de Isabel y Fernando, adviértase que no fue esta entonces ni mucho despues tan completa como fuera de desear. Tanto los dos reinos de CastiHa y Aragon, como las mismas provincias de que estaban compuestos dichos reinos, adquiridas de los moros en distintas épocas y pobladas por los cristianos con el precedente de adquisiciones y la consecutiva distincion de fueros y privilegios, o bien unidas unas á otras en fusion incompleta, se resentian del artificio político con que estaban trabadas, conser-empero, los sujetó á minuciosa investigación sobre vando cada cual su antiguo estatuto y su primitivo carácter. La poca concordia que durante la edad media habian guardado entre sí los cristianos españoles, si bien apaciguada ahora bajo la dependencia comun, no dejaba de manifestarse de cuando en cuando en anhelos de diferenciarse unos de otros, en teson por mantener cada cual los derechos y fueros de su tierra, y en otros motivos de pundonor provincial ó de quisquillas populares. Cosa asaz dañina para el buen mantenimiento de un gobierno monárquico y unitario, pues la máquina de los asuntos interiores se mueve entonces con la torpeza y estravío de una rueda cuyos radios no fuesen iguales, no pudiendo haber unidad de medida donde hay tizon de privilegios y discordancia en los gobernados.

los segundos en ejercer el menguado oficio de los primeros. Consolidóse el poder real uniendo á él los maestrazgos de las órdenes militares y la provision de patronatos eclesiásticos. La administracion de justicia se ejercia todo lo mejor que podia consentirlo la imperfeccion y desigualdad de los códigos.

estendida la poblacion, esplotadas las minas y fomentada la agricultura, crecieron en inaudita proporcion las ganancias. Solo el cultivo de la caña dulce produjo tanto, que se solia decir vulgarmente en España que los magníficos palacios de Carlos V estaban labrados con el azucar de la isla Española (Santo Domingo.)

La poesía y las bellas artes tornaron poco incremento á principios del siglo xvi. Las coplas llamadas de Mingo Revulgo, debidas á la pluma de Hernando del Pulgar, coronista de los reyes católicos, fueron el último bostezo de la literatura del siglo xv. Corrian con mucha boga los antiguos romances populares, forma de poesía tomada a los árabes, y aplicada á todos los asuntos y en especial á la historia. Usábase por los poetas de nota el magestuoso aunque monótono alejandrino, así llamado por haberse escrito en este metro un antiguo poema sobre la vida de Alejandro el Grande. Habíanse adoptado tambien para las canciones las formas de la literatura provenzal, de la que sin duda proceden nuestros versos de pié quebrado. En las ciencias floreció en grado superior el erudito Antonio de Nebrija, tambien coronista de los reyes Católicos. Por lo demás, el estudio de la teología era el mas cultivado en España; en ciencias estábamos muy rezagados, y cuanto conociamos en letras humanas se lo debiamos á los árabes, infinitamente superiores á nosotros en ilustracion, y que no contentos con conservarnos los conocimientos de la antigua Grecia, nos infundieron su poesía y sus ade. lantos posteriores en todo ramo, siendo el latin, á la sazon lengua sabia, de la que usaban mucho los árabes y á la que únicamente sabian acomodar los cristianos las elegancias de la pluma, ancho arcaduz por el que se nos trasmitian las ideas desarrolladas bajo la proteccion de los califas y sus sucesores.

CAPITULO II.

España durante el siglo XVI.

EL próspero impulso dado á nuestra monarquía la hacia caminar viento en popa al supremo dominio sobre las naciones. ¿Por qué cayó de tan alta grandeza en tan profundo abatimiento? ¿Por qué tomaron sus negocios direccion tan torcida? Obra fue esta ejecutada en el siglo xvi, y llevada á cabo en el siguiente, obra cuyos progresos vamos á seguir y enumerar con la rapidez y superficialidad que ocasionan los estrechos límites á que nos hemos de reducir.

Estinguida la sucesion masculina de las casas de Aragon y de Trastamara, vino á parar nuestra corona en poder de la dinastia austriaca. Nada diremos del reinado de Felipe I, reinado tan insustancial como el personaje que lo representa, y mas allá del cual siguió ejerciendo su influencia Fernando V de Aragon: vamos á los reinados posteriores de Carlos I, y de Felipe II, que comprenden casi todo el periodo 5 del siglo xvi, desde 1516 hasta 1798. El hijo de Felipe el Hermoso, favorito mimado de la fortuna, vino á España sin conocer ni él ni sus consejeros el carácter, los intereses y las necesidades del país que iba á gobernar. Llamado despues á Alemania por el voto de los electores y los vuelos de la propia ambicion, dejó en jaque una corona que con tanta esplendidez y dicha habia de brillar sobre sus sienes, por alcanzar la imperial tan cercada de restricciones, disgustos y rebeldías; pero que ofrecia grandes atractivos á los ambiciosos en mayor escala por el augusto título de sacro romano imperio, herencia de los Césares y natural reclamo de los pontífices; por la posicion central y respetable aspecto de aquellos estados, centro de la cristiandad si Roma habia de ser la cabeza; por su vasto territorio, grandes fuerzas, antiguas pretensiones y suma preponderancia social. Asi fue que Carlos I, en cuanto obtuvo la posesion de

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aquel pomposo título, ensanchó desmedidamente el círculo de su ambicion, y empezó á soñar nada menos que con un imperio europeo, del que España por errada política no habia de ser el centro social. Era esto un imposible, y mas todavía por los medios que él puso en juego. Encontróse cara á cara con Francisco I, enconado y personal émulo suyo, hombre de mas valor que entendimiento, y gastó casi toda su vida pública en la lucha con este monarca, apelando ambos ora á poderosa fuerza, ora á bajas intrigas, ora á provocativas amenazas, recayendo sobre los dos reinos todo el peso de la inútil y larga porfia de sus señores. Vaciló tambien en Alemania la fuerza moral del imperio á causa del cisma de les protestantes y de la consecutiva rebelion de muchos potentados, males que cada vez iban en aumento, y contra los que no bastaban ni halagos de contemporizacion ni medidas de resistencia.

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Y á todo esto, ¿en qué estado se hallaba España? En primer lugar la codícia y la rapacidad de los flamencos que vinieron aquí con el jóven rey, la habian despojado de la mayor parte de sus tes oros con tal inmoralidad y gravámen, que todos los ánimos estaban exasperados, y entre el vulgo se solia decir el siguiente refran, alusivo á las avarientas estorsiones del señor de Chiévres, preceptor y privado de Carlos: Doblon de á dos, norabuena sedes, pues con vos no topó Xebres.

Hacíase un tráfico inmoral de cargos y oficios; dábanse las principales dignidades á los extranjeros, en mengua de ios españoles, y todo con mucho dolor y rabia de estos. Carlos, poco amante y poco amado de sus súbditos, obedeciendo tan solo ab ciego impulso de su ambicion y de su vanidad, desatendió las legítimas quejas de sus gobernados, no se cuidó de

unas heridas que entonces tal vez hubiera sido fácil, curar, y se aplicó tan solo á hacer que le votasen las córtes enormes sumas de dinero á título de donativo, mucho mayores de lo que hasta entonces habia acostumbrado pagar una nacion que aplicaba suma economía á los gastos de sus monarcas. Estas sumas consagró el mal aconsejado Carlos á fomentar sus particulares intereses, á cohechará los electores para que le vendiesen sus votos, y á presentarse entre los alemanes con el fausto que reclamaban su orgullo y su gerarquía.

Sucedió, en fin, lo que era natural que sucediese: la nacion insultada, abandonada, empobrecida, harta de sufrir y de reclamar en vano, se declaró contra un estado de cosas tan absurdo, y apeló á las armas, última razon de los reyes y tambien de los pueblos. De aquí la guerra de las comunidades. Sabidos son sus trámites y su desenlace, cuya narracion por ahora no será cargo de nuestra pluma. El pueblo se armó y se organizó, ofreciendo mentidas apariencias de örden a pesar de su exasperacion tumultuaria, tomando por salvaguardia legal de aquellas revueltas el nombre de la madre de Carlos, retirada en Tor

desillas é imposibilitada de reinar por el estravio dé su razon, y pidiendo en fin que tornara á quedar todo como se hallaba á la muerte de Isabella Católica con algunas cortapisas para impedir futuros desafueros.

Cortó estos tratos la violenci é imposibilitólos el intimidamiento, cerrándose así el camino de la paz por medio de las negociaciones. La nobleza se unió à la corona, no tanto por convencimiento de que así convenia á sus intereses, cuanto por desden hacia el pueblo, y repugnancia á unirse con él y someterse á la autoridad de los jefes revolucionarios. A pesar de eso, no combatió muy á gusto contra los comuneros, con quienes la ligaban vínculos de comun queja provecho; pero la plebe cobró tanto aborrecimiento á los nobles, que tomó especialmente contra ellos las arinas que al principio habia empuñado para defender su derecho contra el poder real. Flaqueó el organismo de la revolucion, bastardeóse esta, y terminó al fin en triste catástrofe como todas las cosas que toman mal giro desde su principio. En esta lucha se cimentó el poder real á fuerza de resistencia y de rigores, y el pueblo perdió gran parte de sus liber

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tades, sin que saliera por eso ganosa la nobleza ni satisfecho el clero. Todo lo contrario, el influjo de las córtes fue decayendo, y mas adelante, con motivo de haberse negado á las exigencias pecuniarias del rey, fueron aniquiladas, primero moral, y luego físicamente, empezando el desmoche de sus brazos por el clero y por la nobleza. Así obtuvo esta el preinio de su adhesion á la corona.

¿Pero cómo doblar el cuello de los orgullosos magnates? El emperador no era un Fernando el Católico

ni un Cisneros, y fracasó en esta ardua empresa. Los grandes de España sirvieron de rémora á sus tendencias despóticas, y no pocas veces vió Carlos V bumillada ante ellos su vanidad, y se rebajó hasta halagarlos, ya que le era imposible establecer sobre ellos absoluto imperio.

Cuando empezaron las guerras en que anduvo envuelta Europa por aquel tiempo, guerras quede todo tenian menos de nacionales, España suministro par ellas un crecido contingente de sangre y de tesoros

Carlos, atento solo al interés de su persona, duro empezaban á venir de Ultramar se gastaron sin fruto con su patria é insensible con sus gobernados, no ni esperanza en aquel múltiple y desigual combate. vaciló en comprometer á estos en una porfiada lucha, El español, de por sí desinteresado y noble, se conde la cual, tras mucha sangre vertida, gastos y su- tentaba con la recompensa de una gloria mal reparfrimientos, fuc estéril la gloria y escasa la ganancia. tida, y corria bajo la direccion de capitanes extranLa formidable infanteria española y los tesoros quejeros á hacerse matar en Africa, en Francia, en Italia,

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en Alemania, en Hungria, sirviendo a una causa que casi nunca era la de su patria, y recogiendo unos laureles que le disputaban con mas ó menos razon italianos y tudescos. Entretanto la agricultura estaba falta de brazos, paralizada la industria por falta de estímulo, y amedrontado el comercio en el interior por el mal estado y poca seguridad de los caminos, y en el Mediterráneo por las piraterias de los corsarios berberiscos.

No así en el Océano: el descubrimiento de las Américas habia mostrado grandes recursos por aquella via, por la cual se lanzaban aventureros de todas clases en busca de un soñado Eden de opulencias y maravillas, y venian á la península metales preciosos y otros productos de aquellas fértiles regiones. Sevilla era el foco de tan gran movimiento; el punto adonde aportaban todas las riquezas y se habian dado cita mercantil todas las naciones. Sevilla, decia Moncada, es el puerto principal de España: alli van

todas las mercaderias principales de Flandes, Francia, Inglaterra é Italia..... Sevilla es la capital de todos los comerciantes del mundo. Poco ha la Andalucia estaba situada en las estremidades de la tierra, pero con el descubrimiento de las Indias ha llegado á estar en el centro.

Aquella riqueza empero fue mal administrada, aquel movimiento mal dirigido, convirtiéndose de este modo en fuente de ruina lo que debiera ser elemento de prosperidad. Por una doble desgracia, desarrollóse en alto grado el lujo al mismo tiempo que decaia la industria: hicieron á esta heridas mortales la emigracion al nuevo mundo, el servicio militar y el desden con que solia mirarse á los artesanos; males que fueron agravándose durante todo aquel siglo hasta de generar al cabo en irremediable postracion.

Felipe II siguió otra politica mas tortuosa, y tan desacertada y egoista como la de su padre: como rey pacífico dejó á la industria algun desarrollo apa

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