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CAPITULO VI,

Continuacion de la guerra,

cados definitivamente á la dominacion española, y proclamada en ellos la soberanía del archiduque.

los limites de la posibilidad y del deseo, y no habia sacrificios que bastasen á arredrarlas en la prosecucion de su empeño. Una provincia ofrecia á Felipe todos sus hijos para que hiciese de ellos soldados; En Italia entretanto seguian nuestros asuntos una oira agotaba sus caudales para proporcionarle re-marcha desfavorable. Vendome, despues de haber cursos; llovian ahora los donativos de que en otro conseguido muchas ventajas, de haber vencido en tiempo se habian mostrado tan avaras las córtes. Un Calcinato á una division enemiga, y de haberse apocura de cierto pueblo de ciento veinte vecinos, ofre- derado de Niza, Villafranca y Montmelian, dejó esció al rey ciento veinte pesos en nombre de sus fe- | pedita la entrada de! Piamonte y franco el paso para ligreses, deplorando ia exigüidad de la suma, y su- que los franceses llegaran hasta Turin. Establecióse plicándole con lágrimas en los ojos que la admitiera el sitio con un poderoso ejército capitaneado por el en gracia de la buena voluntad con que se la ofre- duque de Orleans, sobrino del rey de Francia, y dician. Salamanca se declaró por los Borbones apenas rigido por el duque de Fenillade, El de Saboya, que hubieron salido de su recinto los aliados, y en Valla- se hallaba dentro de la plaza, salió de ella antes de dolid, cuya fidelidad habia parecido vacilante, rom- que se completase el cerco, desconfiado y con razon de pió el pueblo en unánimes y estrepitosos vivas, ame- tan débil reparo, Oprimida Turin por el gran número nazando con la muerte a todos los parciales del de sitiadores, se veia ya en el último trance, sin que archiduque. No dejó Felipe que se evaporara este valiera para su 'salvación la heróica defensa de su entusiasmo en vanas protestas y clamores: antes bien gobernador Daun, cuando acudieron unidos el prínlo esforzó con su porte y sus discursos, y se preparó cipe Eugenio y el duque de Saboya con fuerzas luciá recuperar lo perdido. Berwick, cuya corta fuerza das, aunque inferiores, y sostenidas por el esfuerzo habia sido hasta entonces la única esperanza de la y fortuna de su general. Trabóse una reñida lid de monarquía, la manejó con superior destreza: apro- la que salieron heridos los duques de Orleans y Savechándose de la seguridad ó de la desidia que mos- boya; derrotados los franceses con muerte de seis traban los aliados, habia conservado siempre buenas mil de los suyos, prision de diez mil y pérdida de toposiciones, y uniéndose luego en las riberas del He-do el equipaje; el Piamonte y el Milanesado arrannares con las tropas procedentes de Pamplona, que habia acaudillado tan desgraciadamente Tessé, y con muchos refuerzos que le llegaban sin cesar de Marlborough en Flandes guerreaba con tanta fortodas partes, se halló en estado de oponer su ejército tuna como el príncipe Eugenio en Italia, Ganó conal del archiduque, y de hacer retirar á este desde tra el inepto Villeroy la memorable batalla de RamiGuadalajara, cuando despues de haber tomado pose-llies, en la cual los franceses apelaron á la fuga, sion del reino de Aragon en Zaragoza, queria venir á Madrid á tomar á su vez posesion del reino de Castilla. Felipe V se habia reunido al ejército y esforzaba el valor de todos con su presencia. Retiróse á Valencia el archiduque, no sin que su ejército sufriese muchas pérdidas en la retirada: el ejército de los aliados que habia entrado en Madrid, tuvo que salir de esta villa, y despues de algunos movimientos indecisos, se reunió á las fuerzas del pretendiente, y corrió la misma suerte que ellas. Despues de haber liegado hasta las fronteras de Murcia, separóse Felipe de su ejército, y volvió á Madrid el 4 de octubre, dende fue recibido con grande efusion y ejerció templados castigos contra algunos de los personajes que lo habian abandonado en la desgracia: hizo salir de España á la reina viuda, perdonó á Portocarrero que entregó una gruesa suma por tal de que no castigasen con severidad su anterior conducta, desterró á sus tierras al marqués de Rivas, y condenó del mismo modo á varios á destierro, confiscacion de bienes y El hecho de guerra mas notable que acaeció en pérdida de empleos. El archiduque, que llegó á Va- este año fue la batalla de Almansa, ganada por el lencia en son de fugitivo, y con pérdida de mas de duque de Berwick contra Galway el marqués de las diez mil hombres en su desastrosa retirada, obtuvo Minas. Empezó esta batalla con visos de sorpresa de alli tambien una acogida 'respetuosa y lisonjera. parte del enemigo; pero reforzadas y repuestas las Asi terminó aquella crisis que tan graves mudan-huestes de Berwick, cayó sobre los aliados en la llazas amenazaba, y cuya inextricable máquina de acon- nura de Almansa, y despues de una porfiada refrietecimientos tuvo principio indudablemente de una ga, en la que se señalaron ventajosamente los jefes mala eleccion. En efecto, si Berwick en lugar de Asfeld y Amezaga, resultaron fuera de combate los Tessé hubiera dirigido las operaciones del sitio de dos generales, su gente sin direccion y entregada á Barcelona, esta plaza hubiera caido en poder de las la mas sangrienta carnicería. El ejército del archiarmas de Borbon, á no ser que flaqueasen de un mo- duque fue esterminado á escepcion de seis mil homdo inverosimil todas las leyes de la probabilidad, y bres que se rindieron al dia siguiente. En conse¿cuánto no hubieran variado los fines con esta varia- cuencia de esta accion, efectuada el 25 de abril, y cion fundamental del principio? Si á lo menos hu- que fue para los nuestros ocasion de grandes festebiera quedado Berwick en la frontera de Portugal jos y ganancias, erigióse en el campo de batalla un con fuerzas mas respetables, tal vez hubiera podido momento que eternizase la memoria de aquel dia, y contener la invasion, é impedir que el marqués de el general vencedor fue declarado grande de España las Minas llegara hasta Madrid. De todos modos, lay duque de Liria, aclimatándose desde entonces su verdad es que la monarquía se halló puesta en gravísimo riesgo, y que solo á la habilidad del duque de Berwick y al fatal desacierto de sus contrarios se debió la facil solucion de aquel apurado compromiso.

despues de una resistencia mas débil de la que convenia al honor militar, y dejaron el campo lleno de muertos y en poder del enemigo sus banderas, bagajes y artillería. De resultas de esta batalla que dejó aquel país en completo desamparo, se apoderó Marlborough de casi todas las ciudades de Flandes, perdiéndolas para en adelante España, y descaeciendo en Europa la importancia de la monarquía de Luis XIV. Para proveer remedio en tan grave crísis fue llamado de Italia el duque de Vendome, por cuyo motivo no asistió este general al sitio de Turín, ya referido antes, ni á la batalla que perdieron los franceses en sus campos. Luis XIV, oprimido por todas aquellas pérdidas, resignó su orgullo á entrar en tratos y hacer cuantiosas cesiones a los aliados, pero rada resultó de estos tratos por entonces y unidos mas estrechamente que nunca los dos gabinetes de Madrid y Versalles, hiciéronse formidables preparativos para la campaña de 1707.

generacion en nuestro suelo, representada hoy en la familia actual de los duques de Alba. El duque de Orleans, sucesor del de Berwick á poco de esta victoria, se aprovechó de ella, y dividiendo el ejército en dos trozos, entró con grande actividad por las

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de los sitiadores, y hubieron de salir del territorio frances perdiendo allí catorce mil hombres. Volvió Berwick con las tropas que habia llevado, y el duque de Orleans tomo á Lérida despues de un sitio de dos meses. La reconquista de Menorca por el conde de Villers y la de Ciudad-Rodrigo por el conde de Aguilar fueron, con lo que ya quedà dicho, las principales operaciones de aquella campaña. En este año fueron por disposicion de Felipe V privados de sus antiguas franquicias las provincias de Aragon y Valencia, dura medida que disgustó á muchos y que solo tiene por escusa el haber sido consecuencia de una rebeldía. El dia 25 de agosto lo fue de gran regocijo en la córte por haberle nacido al rey un heredero de su corona, que se la ciñó despues durante un reinado efímero, y fue conocido con el nombre de Luis I. Así iban los asuntos de los Borbones tan

(1) Despues fue reedificada con el nombre de San Felipe, al que hoy va unida su apelacion antigua.

bien dentro de España como mal fuera de ella. Abrióse bajo estos auspicios la campaña del año siguiente. Galloway y el marqués de las Minas he bian sido separados del mando de las tropas, y en la parte oriental de España eran el austriaco Sta remberg y el inglés Stanhope los que sustentaban la parte del archiduque, mientras por el lado de acá de los Pirineos entretenia Noailles el temor de los catalanes. El duque de Orleans, despues de reconocer las provincias de Aragon y Valencia para hacerse cargo del estado de los ánimos, los recursos y las fortificaciones, todo lo cual se hallaba por cierto en condicion muy deplorable, atacé á Tortosa en com binacion con Asfeld y la obligó á capitular. Lo mis mo sucedió con la villa de Falset, y tras esto Asfeld volvió á pasar el Turia, tomó por asalto á Denia, y se hizo dueño por capitulacion de Alicante, despues de haber hecho estallar bajo el castillo una enorme mina, cuya esplosion causó la muerte del gobernador y de muchos oficiales. En la frontera de Portu

gal fue poca la ventaja que obtuvimos. En cambio Oran cayó en poder de los moros con la ayuda de los ingleses: Mallorca y Menorca, solicitadas por Stanhope, se separaron de la obediencia de Felipe V, y si la fortaleza de Puerto Mahon se mantuvo fiel por algun tiempo, cayó finalmente en poder de los aliados, é Inglaterra, en virtud de la buena disposicion del castillo y de la plaza, hizo con la isla de Menorca lo mismo que habia hecho con Gibraltar.

En 1707, Daun habia llegado á Nápoles y se habia apoderado de todo aquel reino con muy poco trabajo: la mayor parte de las ciudades se ofrecieron voluntariamente al yugo austriaco por esquivar el borbónico; solo Pescara y Gaeta se defendieron vana aunque gloriosamente, siendo preso en esta última con sus tropas el marqués de Villena, virey á la sazon de aquel estado. Cerdeña tambien, despues de algunos alborotos, se declaró por el archíduque, entregando sus naturales la isla al conde de Cifuentes que pasó allá con alguna fuerza; siguieron Orbitello y Piombino el mismo ejemplo, y sometida toda la Italia á la preponderancia austriaca, el pontífice solicitado por ella, se hizo medrosamente á la parte del archiduque, y reconoció su soberanía sobre el territorio adquirido. No pararon en esto las pretensiones del Aleman, pues obtuvo del papa Clemente XI, que aunque adicto á la casa de Borbon y deseoso de concordia, prescindiese de sus afectos personales para seguir el camino mas acomodaticio á su política, y en consistorio celebrado el dia 14 de octubre de 1709 reconociese al pretendiente Carlos III por rey legítimo de las Españas. Felipe Val saber estas nuevas, previa consulta de teólogos, cortó sus buenas inteligencias con el papa bajo pretesto de que ejercia coaccion sobre él el partido austriaco; despidió de España al nuncio apostólico, suprimió el tribunal de la nunciatura, encargó á los obispos la particular administracion y gobierno de sus respectivas diócesis, y hasta proyectó la convocacion de un concilio nacional.

teniendo el ánimo con esperanzas de mejor partido, y mostrándose tal vez no muy distante de acceder á todo lo que pedian; pero su nieto, en quien se aumentaba la energia con lo mismo que en otros hacia brotar el desaliento, se mostró muy decidido á coná servar su corona contra toda la Europa reunida, pesar del desamparo de sus valedores y de la agitacion y miseria de sus vasallos.

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Mosquetero flamenco de la guardia del rey.

En Flandes seguian mal paradas las armas francesas á pesar de la direccion del duque de Vendome. Derrotadas por Marlborough en la fatal jornada de Odenarde, cayeron Lila, Gante é Ipres en poder de los aliados, favoreciendo á estos la disension que por motivos de poca monta, y mas que todo por la diferencia de los caracteres, habia entre Vendome y el duque de Borgoña, jefe nominal del ejército francés. La corriente de las desgracias no aflojó en su No eran los aliados los mas temibles enemigos del impetu: la Francia, que se hallaba en suma miseria y descontenta de aquella guerra sostenida por inte- rey de España: éralo tanto como ellos, y aun mas, reses no nacionales sino de familia, fue invadida por parque no trabajaba con armas sino con arterías, el el lado de los Paises Bajos, llegando impuneinente inismo duque de Orleans que doraba su ambicion con los enemigos hasta las cercanias de Versalles. Arre-nezquinos pretestos de quejoso. Este influyó en el ció con esto el clamor del pueblo y las murmuracio- ánimo del monarca francés para que retirara su prones de los grandes, estos deseosos y aquel necesita- teccion á Felipe V, entré en secretos pactos con do de paz, no siendo de los que menos representaban Starhope, se creó á fuerza de amaños y promesas en favor de ella el duque de Borgoña, disgustado de una parcialidad en la misma córte de Madrid, y conslas hostilidades, y el de Orleans, celoso de la adquisi-piró en resúmen por cuantos medios estaban á su cion que habia hecho su pariente Felipe V. Movido Luis XIV por el azote de fos recientes desastres, por el cansancio y agotamiento de sus fuerzas y por la disposicion en que se hallaban sus pueblos y hasta su misma familia, se movió á entrar en negociaciones con los aliados. Estos mas que de la paz deseosos de la humillacion de su contrario, exigieron con grande altivez concesiones que rayaban en absurdas, y á las que no se atrevió á negarse el abatido monarca. La exigencia de los enemigos iba crecienal par que la condescendencia dilatoria de Luis XIV, llegando á pedir la íntegra restitucion de la monarquía española, y la entrega de las plazas guarnecidas por los franceses en garantía del cumplimiento de dicha restitucion. El anciano rey, suspenso en tan grave apuro, daba largas á las negociaciones, entre

alcance para ceñirse una corona que habia sido ocasion de tantas querellas, pretensiones, intrigas y derramamiento de sangre. Supo Felipe los manejos del de Orleans, y acudio á prevenir el éxito de sus planes haciendo que las cortes del reino reconociesen solemnemente á su hijo Luis como heredero de la corona y príncipe de Asturias, ceremonia que tuvo lugar en la iglesia de San Gerónimo de Madrid el dia 7 de abril de 1709.

Pero el descontento cundia entre los españoles solicitado por otras causas: temian el desamparo en que los íba á dejar el monarca francés cuando retirase de ellos sus auxilios, y dolíales al mismo tiempo verse tan supeditados á la Francia. Esta, representada por Amelot, era odiada en estremo por los miembros del partido español, formada hacia tiempo, y á

cuya cabeza figuraba el conde de Montellano, per-, sonaje hábil y popular. La princesa de Ursinos, colocada entre dos estremos, obedecia por necesidad á las inspiraciones de allende el Pirineo, sin descuidarse en templar con halagos la efervescencia de la opinion. Pero el partido español, á pesar de su encono á los franceses, no por eso era favorable al archiduque, porque conocia que con la dominacion de este agravaria en vez de corregir los males que se deploraban. Veíase atacada la integridad de la monarquía, segun constaba de pactos entre Carlos y sus valedores, y á la intervencion, humillante pero benévola, de la Francia, sucederia la de Austria, Holanda é Ingla

terra, menos desinteresada y no menos humillante por cierto. Esta consideracion es la que contenia à todos en la obediencia de Felipe. La separacion de Montellano de los negocios, que se efectuó por este tiempo, suscitó contra Amelot tal cúmulo de enemistades, que estuvo á pique de echar por el suelo todo el trabajo de los agentes franceses: la princesa de Ursinos pudo conjurar esta tormenta, descargando toda la odiosidad del hecho sobre Amelot, que tuvo que renunciar á su cargo, siendo reemplazado en él por Blecourt; ofreciendo ella misma renunciar á su destino, para fingir despues que lo conservaba, gracias á la mediacion de la reina, y valién

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dose en fin de cuantos medios le sugirieron su discrecion y su astucia. Acabó de aquietar á los mas descontentos la junta que celebró Felipe de los principales próceres españoles, en la que les espuso el verdadero estado de las cosas, se aseguró de la lealtad que le profesaban todos, y accedió á la separacion de Amelot y de los principales franceses que funcionaban en España. Creóse asimismo un ministerio cuyos personajes estaban escogidos entre los mas bien reputados del partido español, y fueron el duque de Medinaceli, el marques de Bedmar, y otros de no menor autoridad y representacion.

Elentusiasmo renació con esto entre los españoles, y la confianza en el ánimo de Luis XIV: rompiéronse las negociaciones, y enmudecieron los partidarios de la paz.

Abierta la campaña de 1709, el marqués de Bay derrotó á los aliados en la frontera de Portugal, quitándonos mucho cuidado por aquella parte; pero en Cataluña no permitió que se consiguiesen grandes ventajas la mala inteligencia que reinaba entre los soldados franceses y españoles. Así fue que Staremberg tomó atrevidamente á Balaguer forzando á su guarnicion á rendirse, sin que el mariscal Bezous, que mandaba el ejército francés, quisiera venir al socorro de los sitiados, como pudiera muy bien ha cerlo, por recelo de que los misinos españoles á quienes iba á socorrer no lo atacaran en el calor de la

refriega. Por otra parte, España debia sostener aquella campaña con sus recursos propios, y las tropas francesas, sin órden de provocar ataques, solo debian estar en Cataluña mientras no se organizara el ejército nacional.

Una gran derrota que sufrieron en Malplaquet las tropas de Luis XIV capitaneadas por los mariscales Villars y Boufflers, derrota en la que dicen que hubo mas de treinta mil muertos, escediendo la pérdida de los vencedores á la de los vencidos, y de resultas de la cual cayeron en poder de Marlborough y del príncipe Eugenio casi todas las plazas fronterizas de Flandes, fue el hecho mas notable de la campaña de 1709. Quebrantado con su noticia el orgullo de Luis XIV, á que se unió tambien la de la defeccion del elector de Baviera, se resignó otra vez á entrar en tratos con las potencias coligadas. Empezó aparentando reclamaciones y desavenencias con la corte de España, y maquinando en las extranjeras por conducto de sus muchos agentes: ya habia debilitado la re sistencia de la Holanda, ofreciendo á aquella repú blica abrirle los mercados de América y entregarle todo el territorio limítrofe de los Paises-Bajos españoles, en el que se comprendian muchas ciudades importantes; cuando se interpuso Inglaterra y deshizo esta negociacion, ofreciendo á los holandeses por el tratado de las barreras lo mismo y con mas seguridades que les habia ofrecido Luis XIV. Pero

en la misma Inglaterra optaba por la paz un conside- | tros; con lo cual Felipe hubo de trasladarse pesaroso rable partido entabláronse pues nuevas conferen- á Castilla, y su rival se posesionó nuevamente de -cias en Gertruidemberg, á las cuales no fue admitido Aragon, y devolvió á los aragoneses sus perdidos Felipe, por lo que hizo solemne protesta contra fueros. Digue es de notarse que Valencia permanecuanto se acordase en ellas en mengua de sa dere- cio en este trance fiel á Felipe, por mas que solicicho, y tackó de pusilánime la conducta de su abuelo, tasen su levantamiento los insurgentes del Austria, á pesar de que estaba en secreta connivencia con él. y por mas que aquel la hubiese maltratado en sus Exigieron de Luis XIV los aliados que cooperase con libertades. sus propias fuerzas al destronamiento de su nieto: Pocos dias despues del accidente de Zaragoza, él se negó á propuesta tan inadmisible y loca, y los trasladóse el pretendiente á Madrid, donde verificó aliados se negaron tambien á la que él les hizo de con gran solemnidad su segunda entrada, y creó un asistirles con un subsidio para la guerra de España, gobierno de poca consistencia y duracion brevísima. · concesion demasiado grande para ser sincera, asi Felipe habia trasladado su córte á Valladolid, teniencomo aquella exigencia fue demasiado absurda para do en medio de su desventura el consuelo de ver con ser admitida. Rompiéronse pues los tratos, dicien- cuanta efusion se prestaban á seguir su buena ó mado con mucha razon Luis XIV: si he de tener que la suerte los españoles: el secreto de esta simpatía hacer guerra, mas quiero hacerla á mis enemigos estribaba en la conformidad de los caractéres: tanto que á mis hijos. Reanudáronse las antiguas relacio-los súbditos como el monarca eran indolentes en la nes, interrumpidas en apariencia, entre las dos cór- prosperidad y enérgicos en la desgracia. Placíales á tes de Madrid y Versalles, y dióse un golpe mortal al aquellos ver reproducidos en este todos sus movipartido español prendiendo y encerrando en el alcá- mientos y cualidades. Asi fue que Felipe fugitivo zar de Segovia al duque de Medinaceli, presidente tuvo en Madrid una acogida mucho mas benévola del ministerio y cabeza principal de aquel partido, que su rival triunfante, y cuando efectuó su retiso pretesto de haber vendido la confianza de su se- rada á Valladolid, la capital quedó desierta, abanñor revelando secretos de estado á los austriacos. donando mas de treinta mil almas sus hogares para trasladarse á aquel punto en acompañamiento de su rey. El archiduque por el contraric fue recibido con un silencio de mal agüero, y sus ilusiones se desvanecieron hasta tal punto, que salió sin detenerse de Madrid, y se retiró despechado á un pueblecillo de las cercanías. El marqués de Mancera, noble y venerable anciano, se negó á reconocerlo por su rey, el paisanaje molestaba á su gente en cuanto le era posible, y salvo muy pocos ejemplares, todos procuraban mostrarle mas 6 menos á las claras el disgusto de sus pretensiones.

CAPITULO VII.

Prosigue la guerra de sucesion.

Luis XIV, temeroso de los graves empeños en que se habia puesto, y decidido á exigir de su nieto la cesion de su corona, si España no contase con bastantes recursos para sostener por sí sola aquel compromiso, envio á España a Noailles para que resolviese tan delicado punto. Sabedora de esta resolucion la grandeza española, reunióse en junta, y decidió acudir en tono de súplica á Luis XIV para que no les negase sus auxilios: Felipe por su parte se mantuvo inflexible en cuanto á la renunciacion de su soberanía, ofreciendo en el caso de mayor apuro trasladar á sus posesiones tras-atlánticas el asiento de su gobierno. El prudente y distinguido Vendome vino de Francia para dirigir las operaciones militares: España brindó su sangre y sus tesoros; de todas partes acudian voluntarios para alistarse en las banderas de Felipe; por todas partes se levantaban en su favor audaces guerrillas que causaban mucha molestia á los coligados, y Vendome, asombrado y conmovido por la generosa constancia de los castellanos, no pudo menos de esclamar que el archiduque no podria mantenerse en Madrid, aunque tuviese doble fuerza de la que tenia. Levantóse la corte de Valladolid, localidad insegura: los tribunales supremos se establecieron provisionalmente en Vitoria; la reina se trasladó á Corella, y Felipe se unió con el ejército.

POR mas fatigados que se hallasen de tan prolija contienda, no murmuraron franceses ni españoles, porque se hubiesen roto las negociaciones de Gertruidemberg, considerando con cuanta razon las habian deshecho sus respectivos soberanos, y cuan interesado estaba el honor de ambas naciones en apurar hasta el fin las consecuencias de aquella lucha. Esta siguió empero desmayada y floja, siendo España su principal teatro, y torciéndose la fortuna con que en él habian jugado hasta entonces nuestras armas. El rey Felipe, puesto á la cabeza de su ejército, compuesto de veinte y tres mil hombres, pasó el Segre el 15 de marzo, y emprendió recuperar á Balaguer; pero Staremberg llegó á tiempo de hacer vana aquella tentativa, forzando al ejército de Felipe á mantenerse en una prudente suspension. Acreció en este tiempo nuestro malestar, además de la gran penuria que reinaba en nuestro campo, por el descuido con que se habia mirado el abasto de las tropas, la retirada de una gran parte de las que mandaba Noailles, con motivo de un insignificante desembarco que hicieron los enemigos en Cette, y el refuerzo que recibieron los imperiales. Despues de haber pasado ambos ejércitos mas de cuatro meses sin hacer cosa que de contar sea, púsose el archiduque al frente de su reforzado ejército, y emprendió á su vez la ofensiva: replegabase Felipe hacia Lérida; pero cortóle Stauhope la retirada, y rechazado nuestro ejército, fue batido delante de la villa de Almenara el día 27 de Julio, perdiendo mil y quinientos hombres y viéndose el rey muy á pique de quedar prisionero. Funestos fueron los resultados de aquella accion: decayó el valor en los ánimos de la hueste borbónica, que entró en dispersion, sien- Vendome se dedicó con gran actividad y esmero do despues muy difícil reorganizarla, é imposible organizar y disciplinar á sus soldados, bisoños casi volverle la perdida energía; el rey entró en Lérida á todos, y con mas entusiasmo que instruccion, seguisa de fugitivo; los enemigos se apoderaron de Bar- cundado hábilmente por los jefes españoles Valdecabastro y Huesca, y siguieron los restos del ejército, ñas, el duque de Pópoli y los condes de Aguilar y de molestando su retaguardia hasta cerca de Zaragoza. las Torres. Mientras tanto los imperiales iban gasEl marqués de Bay, llamado á dirigir las operacio-tándose por la ociosidad y por los escesos, ó cayennes militares, no correspondió á las esperanzas que se habian depositado en él, y el crédito que le habia dado la pasada victoria de la Gudiña: dejó que los aliados llegaran hasta las mismas puertas de Zaragoza, y allí les presentó una batalla que ganaron, á pesar del empeño con que la sostuvieron los nues

á

do diezmados bajo el fuego de las guerrillas. Empezó Vendome sus operaciones impidiendo por medio de un diestro movimiento que las tropas portuguesas fuesen á unirse con las del archiduque. Este, desesperado de poder mantenerse en Madrid, se trasladó en primer lugar á Toledo, donde su gente co

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