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antes cada día resultaban nuevos miedos y asonadas de guerra. Las diferencias contínuas de los grandes eran ordinarias: el pueblo, perdida por su ejemplo la modestia y todo buen respeto, se alteraba; las villas y ciudades andaban divididas en bandos. Las fuerzas de don Fernando y de doña Isabel iban en aumento, muchos se les arrimaban y seguian su partido: las del rey don Enrique des fallecian y se disminuian por su poquedad y por tener al pueblo disgustado. Sin duda como en el cuerpo así en la república aquella enfermedad es la mas grave que se derrama y tiene su principio de la cabeza. En Vizcaya se veian alteraciones á causa que el nuevo condestable pretendia reducir aquella gente feroz y constante al servicio del rey don Enrique; por el contrario el conde de Treviño por estar aficionado al partido de Aragon le hacia resistencia, al cual y á su casa de tiempo antiguo tenian los vizcainos mas aficion: con esto se hacian talas y robos por toda aquella tierra de suyo estéril y falta.

En Toledo se levantaron nuevos alborotos. El conde de Fuensalida confiado en que el maestre de Santiago le hacia espaldas, y con intento que tenia de apoderarse de aquella ciudad, se resolvió de entrar en Toledo con ger.te armada para echar della á Hernando de Rivadeneira, mariscal, y aficionado al servicio del rey don Enrique. Este atrevimiento reprimió el pueblo con las armas, y la venida del rey que avisado del peligro acudió á gran prisa para atajar el alboroto: así las alteraciones del pueblo se sosegaron; dióse perdon á los culpados, con que los malos quedaron mas animados. Despues deste caso el maestre don Juan Pacheco con deseo de quietud se partió para Peñafiel donde tenia sn mujer, además que por los muchos años que anduvo de ordinario en la córte, sospechaba (como era la verdad) que tenia á muchos cansados, enfado que queria remediar con ausentarse. En su lugar envió á su hijo don Diego, en cuya persona (como arriba queda dicho) tenia renunciado y traspasado el marquesado de Villena. Recibió el rey

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al marqués con tan grandes muestras de amor como si su padre le hubiera hecho señalados servicios: tenia buen parecer, la edad en su flor, y el trato y ari eo era conforme á sus riquezas.

De Toledo volvió á Segovia el rey: allí se aumentó el amor y privanza con el trato y familiaridad ordinaria. Llegó esto á tanto que en persona iba cada dia á visitar al marqués, que tenia su aposento en el Parral de Segovia, monasterio de gerónimos. Tratóse con don Andrés de Cabrera se reconciliase con los Pachecos, y que se pusiese en las manos del rey, y entregase el alcázar de Segovia con los tesoros que allí tenia: en recompensa le ofrecian la villa de Moya, que está cerca de la raya de Valencia y no lejos de Cuenca, patria y natural de don Andrés. Daba él de buena gana orejas al partido; pero como se entendiese esta negociacion, los de aquella villa se agraviaron

y alborotaron. Pasaron en esto tan adelante, que hicieron venir en su defensa y recibieron soldados aragoneses de guarnicion, cuyo capitan Juan Fernandez de Heredia acudió del reino de Valencia, y se apoderó de aquell villa en nombre de la princesa doña Isabel. Recibió desto pesadumbre el rey don Enrique.

Doňa Isabel en ausencia de su marido desde Tordelaguna villa en el reino de Toledo acudió á Aranda de Duero, llamada de comun consentimiento por los moradores de aquella villa por el aborrecimiento que tenian á la reina doña Juana cuya era antes, por su poca honestidad, de que todo el reíno se ofendia, y el mismo rey mas que nadie, como al que aquella mengua mas tocaba; pero hay personas que si bien se ofenden de la maldad, no tienen ánimo para reprimirla ni castigarla: tal fue la condicion deste prín

cipe por todo el tiempo de su vida. Tenian á esta sazon á la reina y á su hija doña Juana en el alcázar de Madrid á cargo del marqués de Villena y en su poder. Agreda, que es una villa situa la cercadel sitio en que antiguamente estuvo otro pueblo de los pelendones flamado Augustobriga, movida por el ejemplo de Aranda que no lejos le cae, se entregó tambien á la infanta doña Isabel. El sentimiento del rey se dobló, y en particular del conde de Medinaceli, á quien tenia hecha merced de aquel pueblo.

afrenta digna y merecedora por justo juicio de Dios de aquella su muerte desgraciada.

LIBRO VIGESIMOCUARTO.

CAPITULO I.

La infanta doña Isabel se reconcilia con el rey su hermano.

No sosegaban las pasiones entre los grandes y nobles de Castilla. El partido de Aragon todavía se adelantaba en fuerzas y reputacion. El maestre de Santiago no se descuidaba en allegar riquezas, poder y vasallos, y apercebirse de los mayores reparos que pudiese; crecia con el aumento la codicia de tener aquejaba grandemente si los aragoneses viniesen á tener el mando y el gobierno, que á él seria forzoso partir inano de gran parte de su estado como de herencia que fue de aquellos infantes de Aragon, y por el mismo caso de sus hijos. Por este recelo pretendió desbaratar el casamiento de los príncipes don Fernando y doña Isabel, y al presente intentaba lo mismo del que tenian concertado entre don Enrique de Aragon y la princesa doña Juana. Representaba para entretener grandes dificultades. La capacidad del rey era tan corta que no entendia estas tramas; si las entendia, disimulaba: tal era su poquedad.

En esta misma sazon don Alonso Carrillo arzobispo de Toledo que acompañó en esta jornada á la infanta, convocó para aquella villa de Aranda un concilio provincial de los obispos sus sufragáneos. Despachó sus edictos y cartas en esta razon: acudieron los obispos y arciprestes de toda la provincia sin otro gran nú-mas: dolencia ordinaria y sin remedio. El miedo le mero de personas, así eclesiásticas como seglares. La voz corria que se juntaban para reformár las costumbres de los eclesiásticos, muy estragadas con vicios y ignorancias por la revuelta de los tiempos: puédese sospechar que el principal intento fue afirmar con aquel color la parcialidad de Aragon, y granjear las voluntades de los que allí se hallasen. A los cinco de diciembre promulgaron cuatro decretos solos (1), que fueron estos: «Los obispos en público >>siempre anden con roquete. Cada cual de los sacer »dotes por lo menos diga misa tres ó cuatro veces al »año. Los eclesiásticos no asienten el servicio, ni lle>>ven gajes de ningun señor fuera del rey. Los bene>>ficios curados y las dignidades no se provean á nin»guno que no sepa gramática.>>

En particular descaba con el álcázar de Madrid juntar el de Segovia. Parecíale, si lo alcanzaba, tendria en su poder como con grillos al rey, y para todo lo que podia suceder se aseguraria mucho por este camino. Este era su mayor deseo: solo y principalmente Andrés de Cabrera por la privanza que tenia con el rey, y ser persona de grande ingenio, y que no fiaba de las promesas que le hacia el maestre, bien que eran muy grandes, le hacia resistencia; de donde resultaron sospechas y se aumentaron entre ellos los disgustos. Cada cual trataba de usar de ma

Apenas habian despedido el concilio, cuando el rey don Fernando llegó á Almazan y Berlanga allí el conde de Medinaceli y Pedro de Mendoza señor de Almazan mucho le festejaron. Dende pasó á Aranda: con su presencia pretendia dar calor á sus aficionados y adelantar su partido. Fallecieron en este mismo año en Castilla el almirante don Fadrique y el maestre de Alcántara don Gomez de Cáceres y Solís, á quien sucedió (como queda dicho) don Juan de Zú-ña y derribar al contrario, como personas que eran ñiga. En Francia finó otrosí Nicolao hijo de Juan duque de Lorena. Quedaba todavía en vida Renato su abuelo, cuyo nieto hijo de una hija suya, llamado asimismo Renato sucedió en el ducado de Lorena por parte de su abuela materna, mujer que fue del mismo Renato. Este nuevo duque de Lorena alcanzó gran renombre mas que por otra cosa, por una famosa batalla que ganó de los flamencos cerca de Nanci, ciudad de aquel su estado, en que quedó vencido y muerto Carlos duque de Borgoña que llamaron el

Atrevido.

Juan conde de Armeñaque despues que se huyó á España (como queda dicho) nunca entró en gracia de su rey, ni dél se hizo confianza. Por este despacho con ayudas y gentes del duque de Borgoña hizo guerra en la Guinea, y en ella prendió la persona de Pedro de Borbon gobernador de aquel ducado por trato que tuvo con los suyos. Este insulto ofendió mucho mas al dicho rey, mayormente que no le quiso soltar antes de ser restituido en su villa de Lectorio, de que el tiempo pasado le despojaron. El cardenal Albigense con gentes que le dieron, recobró á Lectorio, y le echo por tierra; y al mismo conde sin embargo que se le rindió á partido le hizo morir. Dió este caso mu. cho que decir, si bien los pareceres eran diferentes: todos concordaban comunmente en que tenia muy merecido aquel desastre y castigo. Sus delitos y desórdenes eran muy feos : uno en particular, y muestra de su soltura, que con bulas falsas del papa en razon de dispensar con él se casó con su misma hermana, y della se aprovechó torpeza vergonzosa, y

el uno y el otro sagaces y astutos. El maestre tenia mas poder y fuerzas "Andrés de Cabrera fue mas venturoso y acertado. Puso todas sus fuerzas y la mira en reconciliar á doña Isabel con el rey don Enrique su hermano. Venia muy á propósito para esto la ausencia de su competidor, que su hijo el marqués de Villena por su edad no era persona de tantas mañas y astucia.

Al contrario don Andrés asistia mucho con el rey, y con servicios que le hacia conforme al tiempo, le ganaba de cada dia mas la voluntad. Sucedió que cierto dia tuvo comodidad para persuadille con muchas palabras mandase llamar á la infanta doña Isabel, y diese lugar para que le visitase: cosa que decia seria saludable para la república, y para el rey en particular provechosa y honesta. Añadió que ninguno ignoraba dónde iban á parar los intentos del maestre, que era con la revuelta del reino acrecentar las riquezas de su casa, codicia y ambicion intolerable. «De su poca lealtad y firmeza dan muestras clara»mente, aunque yo lo calle, las alteraciones graves » y largas de que él mismo ha sido causa, como hom»bre que es compuesto de malicias y engaño. Bien >>veo que el amor de la princesa impide esto, y que »parece cosa indigna despojar su inocente edad de la »herencia paterna. Verdad es esto; pero si va á de»cir verdad, ¿cómo podremos persuadir al pueblo »desenfrenado en sus opiniones que sea vuestra hija? >>Los príncipes prudentes no deben pretender en la »república cosa alguna de que los vasallos no son ca»paces. No se puede hacer fuerza á los corazones >>como á los cuerpos; y los imperios y mando se con>>servan y caen conforme á la opinion de la muche

(1) Veinte y nueve decretos se hicieron como se ve en la »dumbre y conforme á la fama que corre. Mas en esto coleccion de Aguirre.

>>(sea lo que fuere) ¿por ventura para dotar á la her

»mana y á la hija no bastarán las riquezas grandes deste nobilísimo reino, repartidas conforme al con»cierto que se hiciere entre ambas? Que si parece »cosa pesada disminuir la magestad del reino y sus »fuerzas, muy mas grave será enredarle con una guerra civil, y despeñarle en los daños perpétuos »que della resultarán. Este sin duda es el camino, ó »ninguno otro hay, para escusar tantos males; en »que si hay alguna cosa contraria á los intentos par»ticulares, entiendo se debe disimular por el deseo »de la paz y amor de la patria. Cuántos males hayan »de resultar de la discordia civil, es razon conside»rarlo con tiempo, y con eficacia evitarlos.>>

Movióse con este razonamiento el ánimo del rey don Enrique, como persona que fue por toda la vida de una maravillosa inconstancia en sus acciones y consejos, indigno del nombre de rey y afrenta de la silla real. Paso adelante Andrés de Cabrera, y en otras ocasiones que se le presentaron, por su buena diligencia y amonestaciones persuadió al rey hiciese llamar á su hermana. Hecho esto, dió órden que dona Beatriz de Bobadilla su mujer se partiese para la villa de Aranda, y para que todo fuese mas secreto, disfrazada, en un jumento, y traje de aldeana. Hizose así: habló ella con la infanta dona Isabel, y la persuadió que sin dar parte á nadie se fuese lo mas presto que pudiese á Segovia: avisóle de la ficion que el rey su hermano la mostraba; y que si se trocase, estaria en el alcázar segura para que nadie la hiciese agravio decia que dado que corriese cual que peligro, en cosas grandes era forzoso aventurarse : en aquella ocasion convenia usar de presteza, que cualquiera detenimiento seria dañoso, pues muchas veces en poco espacio se hacen grandes mudanzas.

nia aparejado un banquete muy regalado. Diego Enriquez del Castillo dice que comió con ellos don Rodrigo de Villandrando conde de Ribadeo en virtud de un privilegio que se dió á su padre (como arriba queda dicho) que todos los primeros dius del año se asentase y comiese á la mesa del rey. Alzadas las mesas, hobo músicas y saraos, y por remate trajeron colacion de conservas varias y muy regaladas.

La alegria de la fiesta se enturbió algun tanto con la indisposicion del rey don Enrique, que le retentó un dolor de costado de tal manera que le fue forzoso irse á su palacio. Lo que sucedió acaso (como lo juzgan los mas prudentes) el vulgo inclinado siempre á lo peor, y que en todo y con todos entra á la parte, lo echaba á que le dieron algo: opinion y sospecha que se aumentó por la poca salud que en adelante siempre tuvo, y la muerte que le sobrevino antes de pasado el año. La perpétua felicidad de aquellos príncipes don Fernando y doña Isabel, y la grandeza de las cosas que hicieron, dan bastante muestra que por lo menos si hobo alguna cosa, no tuvieron ellos parte ni es de creer diesen principio á su reinado con una tan grande maldad como sus contrarios les achacaban. Los odios encendidos que andaban, y la grande libertad que se veia en decir unos de otros mal, dieron lugar á sospechar esta y otras semejantes fábulas. Hiciéronse por la salud del rey muchas procesiones, votos, rogativas y plegarias para aplacar á Dios, con que mejoró algun tanto por entonces de aquel accidente.

CAPITULO II.

De la muerte del maestre don Juan Pacheco. Concertado el negocio, doña Beatriz se volvió á su LUEGO que el rey convaleció, se comenzó á tratar marido, en pos della á poca distancia la princesa de concertar aquellos príncipes y hacer capitulaciodoña Isabel entró en el alcázar de Segovia á veinte y nes para ello. Pedia doña Isabel que todos los estados ocho de diciembre, principio del año del Señor de del reino la jurasen por heredera, pues tenia dere1474. Sabida su venida, los ánimos de todos se alte-cho para ello; si esto se hacia, que ella y su marido raron, así de los ciudadanos como de los cortesanos, unos de una manera, otros de otra, conforme á la aficion que cada uno tenia. El marqués de Villena, por sospechar algun engaño y tratado, en un caballo muy de priesa, y con mucho miedo se fue á recoger á Ayllon que es un pueblo por allí cerca. El rey don Enrique en el bosque de Balsain se entretenia en el ejercicio de la caza cuando le vino esta nueva: acudió luego á Segovia, y fué á visitar á su hermana. Las muestras de alegria con que se saludaron y abraza ron, fueron grandes, tanto con mayor aficion que de mucho tiempo atrás no se vieran. Gastaron mucho tiempo en habiar en puridad. Por la despedida la infanta doña Isabel encomendó sus negocios á su hermano, y su derecho que dijo entendia ser muy claro. Respondió el rey que miraria en lo que le decia. Desta manera se despidieron ya muy tarde.

El dia siguiente cenó el rey en el alcázar con su hermana; y el tercero la infanta salió á pasear por las calles de la ciudad en un palafren que él mismo tomó de las riendas para mas honralla. Ningun dia amaneció mas claro así para aquellos ciudadanos, como para toda España, por la cierta esperanza que todos concibieron de una concordia muy firme, despedido el miedo que por la discordia tenian de grandes males. Aumentóse esta esperanza, y confirmóse con que el mismo rey don Fernan lo de Turuégano, do estaba alerta y á la mira por ver en qué paraba esto, vino tambien á Segovia movido de la fama de que pasaba, y persuadido por las cartas de su mujer. El dia de los reyes don Enrique, don Fernando y doňa Isabel salieron á pasear juntos por la ciudad, que fue un acompañamiento muy lucido, y espectáculo muy agradable para los ojos de todos. Despues del paseo yantaron juntos y á una mesa en las casas obispales, en que Andrés de Cabrera les te

perpétuamente estarian á obediencia del rey: ofrecia otrosí que por seguridad daria su hija en rehenes para que estuviese como en terceria en el alcázar de Avila y en poder de Andrés de Cabrera. Por el contrario el conde de Benavente pedia con instancia que la princesa doña Juana casase con don Enrique de Aragon. Sentido de la burla que hicieron á su primo, amenazaba que si esto no se hacia, desbarataria el asiento que se pretendia tomar entre los dos reyes, y pondria impedimento para que no pasase mas adefante, como el que podia mucho por andar al lado del rey don Enrique, y agradarle más por el mismo caso que esto pedia.

Los otros grandes no eran de un parecer, ni de una misma voluntad. Los cortesanos y palaciegos parte favorecian á doña Juana, los mas se inclinaban á doña Isabel, y mas los que tenian mas cabida y mas privanza en la casa real, cosa que mucho ayudó á mejorarse su partido. Todos se gobernaban por aficion sin hacer mucha diferencia entre lealtad y deslealtad; en particular la casa de Mendoza se comenzó á inclinar á esta parte, señores muchos en número, muy poderosos en riquezas y en aliados. Por el mismo caso el arzobispo de Toledo comenzaba á divertirse, y aficionarse á la parcialidad contraria de doña Juana, de quien le parecia se podian esperar mayores premios y mas ciertos. El rey don Enrique se hallaba muy dudoso de lo que debia hacer. El maestre don Juan Pacheco con cartas que de secreto le envió, le persuadia que de noche se apoderase de la ciudad, y prendiese y pusiese en su poder á don Fernando y á doña Isabel, pues se le presentaba tan buena ocasion de tenerlos' como dentro de una red metidos en el alcázar para efectuallo le prometia su ayuda y su industria.

Cosa tan grande como esta no pudo estar secreta,

ni desbaratarse por fuerzas humanas el consejo divino y lo que del cielo estaba determinado: luego pues que se supo lo que se trataba, don Fernando se fué arrebatadamente á Turuégano; la infanta doña Isabel se quedó en el alcázar de Segovia, resuelta de ver en qué paraban aquellos intentos, y no dejar la posesion de aquel alcázar nobilísimo, en que tenian los tesoros y las preseas mas ricas de la casa real, y de donde entendia tomaria principio y se abriria la puerta para comenzar á reinar: hembra de grande ánimo, de prudencia y de constancia, mayor que de mujer y de aquella edad se podian esperar.

maestre algo mejor de una enfermedad que asimismo le sobrevino, se hizo llevar á Trujillo en hombros: llegó con este intento á Santa Cruz de la Sierra, que es una aldea dos ó tres leguas á la parte de mediodia de aquella ciudad. Trataba de persuadir al alcaide que entregase la fortaleza, y de ganalle, cuando en medio destas práticas murió de repente: la ocasion fue que se le hinchó una mejilla, y un corrimiento con que mucha sangre se le cuajó en la garganta, que le salia por la boca y por las narices. Dicen que á las postreras boqueadas ninguna otra cosa preguntaba á los que presentes tenia, y le ayudaban á Despues que el rey don Enrique y don Fernando bien morir, salvo si quedaba entregado el alcázar: se apartaron, se tornaron á juntar por un nuevo pensamiento poco á propósito para quien se hallaba accidente. Fue así que el conde de Benavente alcan- tan cercano á la muerte; bien que sin duda fue gran zó del rey don Enrique los años pasados con la re- persona, de mucho valor, de maña y ingenio notavuelta de los tiempos que le diese á Carrion; villable. Tuvieron secreta su muerte hasta tanto que el principal en Castilla la Vieja. Hecha la merced la for- alcázar se entregó: en recompensa dieron al alcaide tificó con muros y con reparos. Llevaba esto mal el Gracian el lugar de San Feliz en Galicia por juro de marqués de Santillana á causa que aquella villa de heredad; dádiva para él muy desgraciada, porque en tiempo antiguo estaba á su devocion por la naturaleza una revuelta (no se sabe por qué causa) los vecinos que la casa de Mendoza tenia en ella por los de la de aquel pueblo le apedrearon y mataron: venganza Vega y Cisneros, linajes incorporados en el suyo.del cielo por dejarse granjear con dádivas, como el Demás desto movido por sus ruegos y lágrimas persuadió al conde de Treviño que al improviso se apoderase con gente de aquella villa. Hízolo él como lo concertaron para socorrerle el marqués de Santillana se partió de priesa de Guadalajara con golpe de soldados. El conde de Benavente para vengar por las armas aquel agravio hizo lo mismo desde Segovia, do le tomó la nueva. Con esto, y por estar divididos los demás grandes, y acudir con sus gentes unos á una parte, otros á otra, corria peligro que sucediese algun desman señalado por cualquiera de las partes que la victoria quedase.

Acudieron por diversas partes los reyes mismos don Fernando para asistir al marqués de Santillana, bien acompañado por si fuesen menester las manos, don Enrique para poner paz como lo hizo, que puestas sus estancias en medio de los dos reales contrarios y entre las dos huestes, apenas y con trabajo pudo alcanzar que dejasen las armas. El conde de Benavente se puso de todo punto en las manos del rey. Dióle el arzobispo de Toledo en recompensa el lugar de Magan, y con tanto vino en que abatiesen el castillo de Carrion y le echasen por tierra, que era la principal causa porque aquel pueblo estaba alterado, y la villa volvió á la corona real. Hechas las paces, ei de Santillana se vió con doña Isabel en Segovia: dende se volvió á Guadalajara ya determinado de todo punto de tomar nuevo partido y seguir nuevas esperanzas así él como los suyos.

vulgo lo decia muy inclinado á semejantes dichos y hablas, y á creer y decir de ordinario lo peor.

CAPITULO III.

Como el rey don Fernando fué à Barcelona. Los franceses y aragoneses tenian diferencia y contienda sobre lo de Ruysellon y Cerdania: los aragoneses pretendian recobrar aquellos sus estados; los franceses se escusaban con que los tenian empeñados por el dinero que prestó su rey al aragonés, y el que gastaron en el sueldo de los soldados con que ayudaron en la guerra de Barcelona, y aun no estaba pagado. No se conformaron, y así las armas que se dejaron por causa de las treguas que concertaron, las tornában á tomar y á mover la guerra. El temor de los nuestros no era menor que la esperanza, por ser la guerra contra las riquezas de Francia, y contra aquel rey muy poderoso, sin estar sosegadas las pasiones de Castilla; de que asimismo resultaban muchas y grandes dificultades.

Procuróse componer estas diferencias, y con este intento se enviaron embajadores á Paris para tratar de concierto, personas de gran cuenta. Estos fueron don Juan Folch conde de Cardona, y Hugon de Rocaberti Castellan de Amposta; para que tuviesen mas autoridad, llevaron grande acompañamiento y repuesto. Pretendian dar razon por donde no parecia se debiese pagar el dinero que pedian, lo uno que los El rey don Enrique despues de visitar á Valladolid, socorros de Francia para la guerra de Barcelona ni y detenerse algun tanto en Segovia, á persuasion y se enviaron á tiempo, ni fueron de provecho; lo otro por consejo del maestro don Juan Pacheco para co- que contra las capitulaciones del concierto Juan dumunicar y tratar cosas muy importantes se partió que de Lorena fue ayudado con gentes de Francia. para Madrid: tal era la voz. Hizole grande instancia Volvíanse los embajadores sin concluir cosa alguna: y al fin le persuadió que tratase de casar á la princesa detuviéronlos en Leon contra el derecho de las gendoña Juana con el rey de Portugal, y que para poner tes y las leyes divinas y humanas. Por quedar estos esto en efecto se partiese, si bien tenia poca salud, señores arrestados en Francia y como en rehenes, hasta la raya de aquel reino. Este era el color que se los aragoneses no se atrevían por el peligro que sus tomó para este viaje; el mayor y mas verdadero cui- personas corrian, á hacer grande resistencia, madado del maestre era de apoderarse de Trujillo: gran-güer que por el mismo tiempo al principio del vede codicia y deseo de amontonar riquezas y estados. rano quinientos caballos franceses debajo de la conConfermáronse los moradores con la voluntad del rey ducta de Juan Alonso señor de Aluda entraron en por tener el maestre granjeada gran parte del regi-son de guerra por la parte de Ruysellon, y juntán– miento, y seguir el pueblo lo que la nobleza quería; dose con las demás guarniciones y gentes francesas, solo el castillo por su fortaleza les era impedimento, se pusieron sobre la ciudad de Elna, cuya parte mas que el alcaide Gracian de Sesse no le queria entregar baja desampararon á la hora los ciudadanos por ser hasta tanto que le gratificasen lo que en él gastara, flaca. que era mucha parte de su hacienda, y le tomasen

las cuentas.

El rey don Enrique con la tardanza, y por ser aquellos lugares mal sanos y el tiempo poco á propósito, agravada la indisposicion se volvió á Madrid. El

El rey de Aragon en Barcelona tenia córtes á los catalanes: allí se apercebia para la guerra, bien que se hal aba en lo postrero de su larga edad y doliente de cuartanas. Tenia sus fuerzas gastadas: determinó buscar socorros de fuera; envióle el rey don Fernando

de Nápoles su sobrino por el mar quinientos hombres de á caballo, pequeña ayuda para guerra tan larga. Don Fernando su hijo por el mes de junio se apoderó de Tordesillas, que es una buena villa en Castilla la Vieja los vecinos le llamaron para valerse de sus fuerzas contra Pedro Mendavia alcaide de Castro Nuño, que hacia mal y daño por los pueblos y campos comarcanos con una compañía de salteadores, de los que en gran número andaban por todo el reino desmandados. Hecho esto y vuelto á Segovia, do quedó su mujer, avisado del peligro y poca salud de su padre determinó irse a ver con él, como lo hizo. Púsose en camino á dos de julio: de pasada visitó en Alcalá al arzobispo de Toledo que estaba allí retirado: pretendia con aquella cortesía quitalle el disgusto que tenia grande, y ganalle si pudiese. Desde allí pasó á Guadalajara para visitar al tanto al marqués de San tillana, y obligalle mas con esto. Llegó por sus jornadas á Zaragoza y á Barcelona, do halló á su padre, viejo de mucha prudencia y que nunca reposaba. Sucedieron á la misma sazon muy fuera de tiempo alteraciones en el reino de Valencia. Fue así que Segorve y Ejerica, dos pueblos principales en aquella comarca, tomaron las armas y se alborotaron á un mismo tiempo. La porfía fue igual, los intentos contrarios los de Ejerica para librarse del señorío de Francisco Sarsuela, que pretendian les tenia hechos grandes agravios y demasías; los de Segorve por conservarse contra la voluntad del rey en la obediencia de don Enrique de Aragon. Fueron estas alteraciones mas largas que grandes, sin que en ellas sucediese cosa memorable mas de que al fin se hizo lo que el rey quiso y era razon, que Segorbe quedó confiscada, y Ejerica volvió á cuya antes era.

Don Fernando en Barcelona consultaba con su padre sobre la guerra de Ruysellon cuando le vino aviso de Castilla que el maestre de Santiago don Juan Pacheco era pasado desta vida á cuatro de octubre. Por su muerte andaba mayor alboroto que nunca entre los grandes: muchos señores pretendian aquel maestrazgo, la diligencia era igual y la ambicion, los caminos diversos y el color que para su pretension cada cual alegaba. El de Alburquerque, el de Benavente, el de Santillana, el de Medina Sidonia confiaban mas en sus riquezas que en alguna otra cosa. Por votos de los caballeros fueron nombrados dos, cada cual en uno de los principales conventos de la órden, donde los caballeros, unos en una parte, otros en otra se juntaron. En el de Leon fue elegido don Alonso de Cárdenas comendador mayor que era de Leon; en Uclés nombraron á don Rodrigo Manrique conde de Paredes.

El marqués de Villena por tener el favor del rey y ser sus fuerzas muy grandes pretendia despojar los dos, y alegaba que el pontifice en vida de su padre le hizo gracia de aquella dignidad; pero como quier que no presentase bulas ni testimonio alguno de la voluntad del papa, los mas sospechaban era invencion á propósito de tener tiempo para usar de mayor diligencia y ganar del papa aquella dignidad. Andaba. en su pretension con poco recato: iba camino del Villarejo de Salvanés para hablar con el conde de Osorno comendador mayor de Castilla: echáronle mano, y lleváronle preso a Fuentidueña. Fue grande esta afrenta y resolucion: conque el rey don Enrique irritado, y por no parecer que el conde de Osorno obedeceria á sus mandatos, determinó acudir á las armas, y dado que andaba con poca salud, se puso con gente sobre Fuentidueña.

Acudiéronle los prelados de Toledo y de Burgos, el de Benavente, el condestable y el de Santillana sin otros señores, todos deseosos de servir á su rey, y alterados contra un hecho tan atroz. Erales muy pesada la tardanza por irse agravando la enfermedad del rey, y ser el tiempo poco á propósito. Acordaron |

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valerse de un engaño contra otro: esto fue que Lope Vazquez de Acuña hermano del arzobispo de Toledo, á quien no menos pesaba que á los demás del agravio que se hizo al marqués de Villena, con muestra que queria tener habla con la mujer del conde de Osorno, la prendió á ella y á un hijo suyo, y los llevó á la ciudad de Huete: con esta maña, vencido el ánimo de su marido, puso al de Villena en libertad. Desta manera se desbarataron los intentos del conde de Osorno; que por aquel camino y prision pretendia ganar la gracia de don Fernando y con su ayuda quitar el maestrazgo de Santiago á todos los demás, mayormente que la princesa doña Juana se tenia en Escalona, apartada de su madre por su poca honestidad, y en poder del dicho marqués de Villena.

Sabidas todas estas cosas en Barcelona, el rey don Fernando dejó el cuidado de la guerra á su padre que pretendia luego marchar la vuelta de Ampurias, y él se volvió á Zaragoza con intento, si las cosas de Castilla diesen lugar, juntar allí córtes de los aragoneses para efecto de allegar dinero de que tenian grande falta; tanto mas que de cada dia acudian nuevas compañías de franceses, y estaban ya juntos sobre Elna novecientos caballos y diez mil infantes, con que el cerco de aquella ciudad se apretó de suerte, que por falta de mantenimientos y de todo lo necesario los cercados se rindieron un lunes à cinco de diciembre á partido que la guarnicion de soldados y los capitanes saliesen libres, sin embargo que durante el cerco tuvieron entre sí mas diferencias que ánimo, para contra los enemigos. Con la pérdida de Elna tenian gran miedo no se perdiese tambien Perpiñan por caelle muy cerca, y estar rodeada aquella villa por todas partes de guarniciones de enemigos, además que el inismo castillo de Perpiñan estaba en poder de franceses: por todo esto se recelaban que no se podria mantener largo tiempo.

Fué este año memorable, particularmente en Sicilia, por el estrago grande que en las ciudades y pueblos se hizo de los judíos. La muchedumbre del pueblo sin saberse la causa como furiosos tomaban las armas, sin tener cuenta ni respecto á los mandatos y autoridad del virey don Lope de Urrea, ni aun enfrenallos la justicia que hizo de algunos de los culpados: mataron muchos de aquella gente miserable, y les saquearon y robaron sus casas. Los moros de Granada á este tiempo tenian sosiego, ni trataban los nuestros de hacelles guerra por la grande revuelta y alteracion en que las cosas se hallaban. En Navarra andaban alborotos entre los biamonteses, que seguian el partido de la princesa doña Leonor, y los agramonteses de muy antiguo aficionados al servicio del rey de Aragon. El pueblo seguia el ejemplo de los principales en semejantes locuras, y en hacerse unos á otros desaguisados.

CAPITULO IV.

De la muerte del rey don Enrique.

ARGRAVÁBASE de cada dia la dolencia del rey don Enrique, que de algun tiempo atrás le traia trabajado; y con el movimiento de aquel viaje que hizo, y los cuidados pesados y desabridos se hizo mortal. Ordenaron los médicos que volviese á Madrid: confiaban que con aquellos aires mejoraría; ni la bondad del cielo muy saludable de que goza aquella villa, ni muchos remedios que le aplicaron, fueron parte para que aflojase el dolor del costado; antes se embraveció de manera que perdida la esperanza y recebidos los sacramentos como buen cristiano, á once de diciembre, dia domingo á la segunda hora de la noche, rindió con reposo el alma al fin del año cua

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