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ner su autoridad para componer aquellos debates, que no se mostrase parte. Por esta causa declaró el pontífice lo que en semejantes casos se suele hacer, que aceptaba aquellos embajadores, y recebia la obediencia que por parte de Castilla le daban, sin perjuicio de ningun otro príncipe y de cualquier derecho que otro pudiese pretender en contrario.

El principal entre los embajadores de Aragon era Luis Dezpuch maestre de Montesa, persona muy conocida en todo el mundo por la fama de su esfuerzo y prudencia que mostró, en particular que en las guerras de Italia en que se halló en tiempo del rey don Alonso de Aragon y de Nápoles. Convidaronle con el vireinado de Sicilia, vaco por muerte de don Lope de Urrea, que finó por el mes de setiembre y se gobernó en aquel cargo con mucha loa. No quiso el maestre aceptar en manera alguna aquel gobierno por estar determinado de recogerse en algun monasterio, y partir mano bien así de las cosas de la guerra como de todo lo al, y allí acabar lo que le quedaba de la vida en servicio de Dios y aparejarse para la partida.

En el castillo de Albalate á la ribera de Segre á diez❘ y nueve de noviembre falleció asimismo don Juan de Aragon arzobispo de Zaragoza hijo del rey de Aragon, y de parte de su madre persona noble: prelado de grande autoridad y que tuvo gruesas rentas. Fue este año muy señalado en todo el mundo por el jubileo universal que publicó en Roma el pontifice Sixto por una nueva constitucion, en que ordenó que cada veinte y cinco años se celebrase y otorgase á todos los que visitasen aquellos santos lugares, como quier que de antes se ganase de cincuenta años. Muchos acudieron á Roma para ganar esta gracia, entre los demás don Fernando rey de Nápoles con la edad mas devoto (al parecer) y religioso que solia ser los años pasados.

CAPITULO IX.

Como el rey don Fernando recobró á Zamora. Al fin deste año el rey de Aragon tuvo córtes á los aragoneses en Zaragoza : viejo de mucha prudencia y sagacidad, las fuerzas del cuerpo eran flacas, el animo muy grande. Poniale en cuidado la guerra que hacia el rey de Portugal, y no menos la de Francia, porque un capitan de ciertas compañias de franceses llamado Rodrigo Trahiguero sin respeto de las treguas que tenian asentadas, por la parte de RuyseHon hizo entrada en tierras de Cataluña, y tomado un pueblo llamado San Lorenzo, puso espanto en toda la provincia y comarca, en tanto grado que lo que no se suele hacer sino en estremos peligros, mandaron en Cataluña por edictos que todos los que fuesen de edad se alistasen y acudiesen á la guerra.

En Castilla el partido de Portugal y las armas prevalecian: la esperanza que les daban de que en Francia se apercebian nuevas gentes en su ayuda, como lo tenian asentado, los alentaba. Avisaban que para acudir mas fácilmente el inglés y el francés, que hasta entonces tuvieron grandes guerras, en una puente que hicieron en la comarca de Amiens, se hablaron y concertaron paces en que comprendian los duques de Bretaña y de Borgoña. Fue esto en sazon que el de Borgoña entregó al rey de Francia el condestable de Francia Luis de Lucemburg, que andaba huido en Flandes: estraña resolucion, si bien el condestable tenia merecida la muerte que le dieron, por su incostancia, y por estar acostumbrado á no guardar la fe mas de cuanto era á propósito para sus intentos, con que parecia burlarse de todos; esto dicen los mas, otros afirman que padeció sin razon. Los que tienen mucho poder, riquezas y mando, de unos son envidiados (que la prosperidad cria de ordinario mas enemigos que la injuria) otros los defienden:

así pasan las cosas, y tales son las opiniones de los hombres.

Para acudir á estas guerras no eran bastantes las fuerzas de Aragon por estar consumidas con los gastos de una guerra tan larga, y ser la provincia no muy grande. Determinó pues el rey de Aragon usar de maña, y por el mes de noviembre concertó treguas con los franceses por lo de Aragon, y por espacio de siete meses. Para la guerra de Portugal procuró tener habla con el arzobispo de Toledo escribióle con este intento una carta muy comedida. Deciale que inuy bien sabia cuán grandes eran los servicios que habia hecho á la casa de Aragon : que le pesaba mucho no se le hobiese acudido como era razon; todavía si olvidados por un poco los enojos se quisiese ver con él, que en todo se daria córte y se enmendarian los yerros á su voluntad. No quiso el arzobispo aceptar los ruegos del rey, por ser hombre voluntario, y estar determinado de morir en la demanda, ó salir con la empresa: su coraje llegaba á que muchas veces se desmandaba en palabras hasta amenazar y decir: Yo hice reina á doña Isabel, yo la haré volver á la rueca.

Los reyes de Castilla no hacian mucho caso de su enojo ni de sus fieros: recelábanse que si él volvia, el cardenal de España que tanto les ayudaba, se podria desabrir, mayormente que ellos de cada dia crecian en poder y fuerzas, y su partido se mejoraba. Y aun en este tiempo el marqués de Villena y el maestre de Calatrava de Castilla la Vieja se partieron para Almagro con intento, segun se entendia, de pasar á Baeza, cuyo castillo tenian cercado sus contrarios. Con esta ocasion los de Ocaña se alborotaron, villa que se tenia por el marqués: desde Toledo el conde de Cifuentes y Juan de Ribera con las gentes que llevaron en favor de los alzados, echaron la guarnicien del marqués, y quedó la villa por el conde de Paredes maestre que se llamaba de Santiago. El rey don Fernando desde Burgos secretamente acudió á Zamora aviso de Francisco de Valdés, alcaide por que era de las Torres y le prometia darle entrada en la ciudad: hízose así, y el rey luego se apoderó de la ciudad. Restaba de combatir el castillo, que sin embargo se tenia por Portugal: púsosele sitio con resolucion de no desistir antes de tomarle.

Tratóse á esta sazon que el rey de Aragon y don Fernando su hijo se viesen, y que se hallase á la habla la princesa doña Leonor: todo á propósito de sosegar las alteraciones de Navarra, que resultaban de las parcialidades y bandos que andaban entre biamonteses y agramonteses, y se aumentaban por tener mujer el gobierno. Asimismo les ponian en cuidado los socorros que les avisaban venían de Francia á los portugueses debajo la conducta de un capitan valeroso llamado Ivon: sospechaban que por la parte de Navarra pretendia entrar en Castilla y juntarse con los contrarios. De Vizcaya que les caia mas cerca, la aspereza de la tierra y falta de vituallas, y tambien el esfuerzo de los naturales aseguraban que los franceses no acometerian á romper por aquella parte.

Estaba el rey don Fernando ocupado en lo de Zamora, cuando el castillo de Burgos, perdida toda la esperanza de poderse entretener, por el esfuerzo de don Alonso de Aragon y su buena maña (que poco antes llegara de Aragon con cincuenta hombres de armas escogidos) por principio del año 1476 se rindió á la reina doña Isabel, que avisada del concierto acudió á la hora para este efecto desde Valladolid. Fue de grande importancia para todo echar con esto de todo punto los portugueses de aquella ciudad real, y de su fortaleza. Quedó por alcaide Diego de Ribera, persona á quien la reina tenia buena voluntad porque fue ayo de su hermano el infante don Alonso.

A la misma sazon falleció en Madrid á diez y siete de enero la reina doña Juana, mujer que fue del rey

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Don Pedro Gonzalez de Mendoza, Gran Cardenal de España. (Silleria del coro de la catedral de Toledo).

nistas los mas dicen que secretamente y con engaño le hizo dar yerbas su hermano el rey de Portugal. Alonso Palentino se inclina á esto, y añade corrió la fama que falleció de parto: tal es la inclinacion natural que tiene el vulgo de echar las cosas á la peor parte y mas infame.

CAPITULO X.

De la batalla de Toro.

juntada de priesa daba mas muestra de ánimo y brio que esperanza de que podrian mucho ayudar.

El rey don Fernando estaba sobre el castillo de Zamora con menor número de gente, ca tenía solamente dos mil y quinientos caballos, dos tantos infantes: hizo llamamiento de gentes de todas partes por estar muy cierto que los portugueses no pararian antes de hacer alzar el cerco, ó venir á batalla. El de Aragon por sus cartas y mensajeros avisaba que en todas maneras se escusase, y amonestaba al rey que por el fervor de su mocedad se guardase de aventurarlo todo y ponerlo al trance de una jornada: á qué propósito poner en peligro tan grande el reino de que estaba apoderado? ¿á qué propósito despeñar las esperanzas muy bien fundadas por tan pequeño interés, aunque la victoria estuviera muy cierta? que enfrenase el brio de su edad con el consejo y con la razon, y obedeciese á las amonestaciones de su padre, á quien la larga esperiencia hacia mas recatado.

QUEDÓSE el príncipe don Juan en Portugal para tener cuenta con el gobierno: el brio que le ocasionaba su edad y su condicion era grande. Avisado pues de lo que en Castilla pasaba, y como el partido de los suyos se empeoraba á causa que los grandes de aquel reino ayudaban poco, hizo nuevas levas y juntas de gentes: recogió hasta dos mil de á caballo y ocho mil infantes, los mas número, mal armados y poco á propósito y de poco provecho contra el mucho poder de los contrarios: con estas gentes acordó de acudir Acompañaban al rey don Fernando el cardenal de á su padre. Pasada la puente de Ledesma, acometió de camino á tomar un pueblo llamado San Felices: España, el duque de Alba, el almirante con su tio el no pudo forzarle ni rendirle. Llegó á Toro á nueve conde de Alba de Liste, el marqués de Astorga y el dias del mes de febrero, do halló a su padre con tres conde de Lemos: todos á porfía procuraban señalarse mil y quinientos de á caballo, y veinte mil peones en su servicio. Sin estos en Alahejos alojaban con alojados y repartidos en los invernaderos de los luga-buen número de gente don Enrique de Aragon primo res comarcanos. La gente que venia de nuevo, como del rey, y don Alonso hermano del mismo, y con

ellos el conde de Treviño, todos prestos para acudir
á Zamora que cerca está. Hasta la misma reina doña
Isabel para
desde mas cerca dar el calor y ayuda ma-
yor que pudiese, de Búrgos se volvió para Tordesi-
ilas. El de Portugal puesto que se hallaba acrecentado
de nuevo con las gentes que su hijo le trajo, como
sabia bien que las fuerzas no eran conformes al nú-
mero, se hallaba suspenso sin saber que acuerdo

tomase, si debia socorrer al castillo, si seria mejor escusar aquel peligro: vacilaba con estos pensamientos; en fin se resolvió en lo que era mas honroso, que era socorrer el castillo, á lo menos dar muestra de quererlo hacer.

En la parte de Castilla la Vieja que los antiguos llamaron los Vaceos, hay dos ciudades asentadas á la ribera del rio Duero, sus nombres son Toro y Za

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tre las dos hay muy poca diferencia: báñalas el rio por la parte de mediodia con sentidas puentes con que se pasa.

mora. Muchos han dudado qué apellidos antigua- | lo demás en policía, número de gente y riquezas enmente tuvieron en tiempo de los romanos: los mas concuerdan en que Toro se llamó Sarabis, y Zamora Sentica, cuyo parecer no me desagrada. Son los campos fértiles, la tierra fresca y abundante; en el cielo saludable de que gozan, no reconocen ventaja á ciudad alguna de España; el número de los moradores no es grande, y aunque su asiento es llano, son fuertes por sus muros y castillos. Zamora es catedral: en esto se aventaja á Toro, que es de su diócesi; en

TOMO II.

Salió pues el rey de Portugal de Toro : dió muestra de ir por camino derecho á verse con el enemigo; mas como mudado de repente el parecer pasó la puente, y por aquella parte fue á poner sus reales junto al monasterio de San Francisco que está en frente de Zamora, de la otra parte del rio. A la en

trada de la puente por donde desde la ciudad se podia pasar á sus estancias, contrapuso y plantó su artiÎlería desta manera ni podia impedir la batería del castillo, ni daba lugar á la pelea. En altercar de palabras, en demandas y respuestas se pasaron trece dias sin hacer efecto alguno despues desto un viernes primero de marzo, antes de amanecer, recogido el bagaje, dió la vuelta. Para que el enemigo no le siguiese en aquella retirada, rompió primero una parte de la puente: don Fernando avisado de lo que su contrario pretendia, se determinó ir en pos dél con toda su gente. Adobado el puente, en que se gastó mucho tiempo, á la hora dió órden á Alvaro de Mendoza que con trecientos caballos ligeros picase la retaguardia de los enemigos y los cntretuviese. Desta manera, y por ir el de Portugal poco a poco á causa del carruaje, tuvo tiempo el rey don Fernando de alcanzar á los contrarios como legua y media de Toro, pasada cierta estrechura que en el camino se hace y se remata en una llanura bien grande.

á

Era muy tarde y el sol iba á ponerse. Todavía el enemigo no pudo escusar la pelea por estar don Fernando tan cerca, y á causa de la estrechura de la puente que les era forzoso pasar. Revolvió pues sus haces, puso sus gentes en ordenanza: ayudaba el lugar, la ciudad cerca y el socorro por el mismo caso en la mano, y si fuesen vencidos segura la acogida, además de la noche, que por estar cercana les podia en tal caso mucho servir. Todo esto daba ánimo á los portugueses, y por el contrario ponia en cuidado al rey don Fernando los mas prudentes de entre los suyos esquibaban la batalla. Luis de Tovar encendido en deseo de pelear en voz alta: «O hemos de dejar »el reino (dice) ó venir á las manos. Con la reputa>>cion y con la fama mas que con las fuerzas, se >>ganan los señoríos: ¿á qué propósito llegamos hasta »aquí sino para pelear? ¿Qué otra cosa dará á enten»der el escusar la batalla, sino que tuvimos miedo? >>Buen ánimo, señor, no hay que dudar: apenas ha>>bremos venido á las manos, cuando veremos des»baratarse los enemigos que están medrosos y turba>>dos, si bien por fuerza y por no poderlo escusar se »aparejan para la batalla.» Esto dijo: juntamente consultaron los grandes y los capitanes, fueron de aquel parecer.

Dióse la señal de acometer: la gente de á caballo que llevaba don Alvaro, se adelantaron los primeros y cerraron. Recibiólos don Juan príncipe de Portugal, que tenia en la avanguardia ochocientos hombres de armas y entre ellos mezclados arcabuceros, cuya carga el escuadron de Alvaro de Mendoza no pudo sufrir, antes se desbarataron y pusieron en huida. Los dos reyes iban cada cual en el cuerpo de su batalla allí cargó lo mas recio y la mayor furia de la pelea, que duró algun tanto y estuvo un rato en peso sin declararse la victoria por ninguna de las partes. Combatian no á manera de batalla: no guardaban sus ordenanzas, antes como en rebate y de tropel cada uno peleaba con el que podia. Sobre el estandarte del rey de Portugal hobo gran debate: Pero Vaca de Sotomayor le tomó por fuerza al alferez que le llevaba, llamado Duarte de Almeyda; acudieron soldados de ambas partes que le hicieron pedazos. El mesmo Almeyda quedó preso, otros dicen muerto: sus armas en lugar del estandarte pusieron despues por memoria en la iglesia Mayor de Toledo para memoria desta victoria, que son las que hoy se ven colgadas en la capilla de los Reyes Nuevos.

Por conclusion los portugueses se pusieron en huida, y el mismo rey con algunos pocos se recogió á los montes sin parar hasta que llegó á Castronuño: no quedó rastro ni nuevas dél, y así entendieron que era muerto entre los demás. No pudieron los vencedores seguir el alcance por las tinieblas y escuridad de la noche don Enrique conde de Alba de

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Liste llegó en seguimiento de los que huian hasta la puente de Toro; á la vuelta fue preso por cierta banda de los enemigos, que con don Juan príncipe de Portugal sin ser desbaratados se estuvieron en un altozano en ordenanza hasta muy tarde. No pareció el rey don Fernando, que hizo alto en otro ribazo allí cerca, de acometerlos, por andar los suyos esparcidos por todo el campo, y estar ocupados en recoger los despojos así á vista los unos de los otros se estuvieron en el mismo lugar algunas horas; los portugueses guardaron mas tiempo su puesto, que fue algun alivio para el revés y para la afrenta recebida.

Los historiadores portugueses encarecen mucho este caso, y afirman que la victoria quedó por el príncipe don Juan; así venzan los enemigos del nombre cristiano. Don Fernando se volvió å Zamora, y despues de su partida los portugueses se fueron á Toro. Hallóse en esta batalla el arzobispo de Toledo, que no se apartó del lado del príncipe don Juan. Lá matanza fue pequeña respecto de la victoria, y aun el número de los cautivos no fue grande; la presa mayor, ca saquearon en gran parte el bagaje de los portugueses. Despues desta victoria pasó el rey don Fernando á Medina del Campo: allí á instancia del condestable que tenia su hija desposada con el conde de Ureña, le perdonó y recibió en su gracia á él y á su hermano el maestre de Calatrava, si bien no del todo acababan de allanarse; antes así ellos como otros muchos señores estaban á la mira de lo en que las cosas paraban, resueltos de seguir el partido que fuese mas á cuenta de sus particulares.

CAPITULO XI.

Que el rey de Portugal se volvió á su tierra. EN muchos lugares á un mismo tiempo andaba la guerra y se hacía sin quedar parte alguna del todo libre destos males, de que resultaba como suele acontecer muchedumbre de malhechores, y gran libertad en las maldades, en particular los de Fuenteovejuna una noche del mes de abril se apellidaron para dar la muerte á Fernan Perez de Guzman comendador mayor de Calatrava: estraño caso, que se le empleó bien por sus tiranías y agravios que hacia á la gente por sí y por medio de los soldados que tenia allí por orden de su maestre, y el pueblo por el rey de Portugal. La constancia del pueblo fue tal que magüer atormentaron muchos, y entre ellos mozos y mujeres, no les pudieron hacer confesar mas de que Fuenteovejuna cometió el caso, y no mas. Por toda la provincia andaban soldados descarriados, por las ciudades, pueblos y campos hacian muertes y robos, ensucíábanlo todo con fuerzas y deshonestidades, prestos para cualquier mal. Los jueces prestaban poco, y eran poca parte para atajar estos daños.

Esto fue causa que entre las ciudades (como dijimos arriba que se hizo los tiempos pasados) se renovasen las hermandades viejas á propósito de castigar los insultos, y se ordenasen otras nuevas para esto tenian soldados pagados con dineros que para este efecto se recogian. El inventor deste saludable consejo fue Alonso de Quintanilla tesorero mayor del rey, persona prudente y de valor. Ordenáronse muy buenas leyes para el gobierno destas hermandades, que se continuaron en su vigor por espacio de veinte años, cuando vencidos los enemigos de fuera y sosegadas las discordias de dentro, acabó la gente de sosegarse. Esto fue adelante al presente la mayor fuerza de la guerra acudió á lo postrero de Vizcaya. En aquella parte que vulgarmente se llama Guipúz coa, en lo postrero de España está una fortaleza contrapuesta á las fronteras de Francia, inespugnable por el sitio que tiene, y por estar rodeada de

mar: llámase Fuente-Rabía: está muy fortificada de reparos á propósito de impedir las entradas de los franceses, que muchas veces trabajan aquella comarca con sus robos y correrías. Este pueblo acometieron primeramente las gentes de Francia con intento que las fuerzas del rey don Fernando al tiempo que se puso sobre el castillo de Zamora, con este ardid y astucia se divirtiesen á otra parte. Apretaron el cerco, y con la artillería (de que son grandes maestros los franceses así de su fundicion como de jugarla) abatieron gran parte de los adarves, con lo cual y con henchir los fosos de las piedras que de las ruinas cayeron, quedó la bateria muy llana, y la entrada muy fácil por ser pocos los de dentro, y esos con las contínuas velas y trabajos muy cansados.

que se tenia por el marqués de Villena. Acudieron él y el arzobispo de Toledo en socorro de los cercados: no pudieron hacer efecto, antes fueron rechazados con afrenta y peligro por el esfuerzo así del mismo don Rodrigo, como de don Jorge Manrique su hijo, mozo de prendas, y que en esta guerra dió grandes muestras de su valor. Vivió poco, que fue causa de no poder por mucho tiempo ejercitar ni manifestar al mundo sus virtudes, y la luz de su ingenio, que fue muy señalado como se referirá en otro lugar.

Desta manera se hacia la guerra por tierra en tantos y tan diferentes lugares tampoco por el mar sosegaban; Andrés Sunier con algunas galeras aragonesas andaba haciendo daño por las riberas de Portugal. Con tantas adversidades se enflaquecieron Visto esto, don Diego Sarmiento conde de Salinas, los ánimos así del rey de Portugal como de los graná cuyo cuidado estaba aquella guerra, se metió en des de Castilla de su valía. No ignoraban cuán grandes aquel castillo para con su peligro (como lo hizo) dar fuerzas perdieran en las desgracias pasadas junto ánimo á los cercados, gente que por la aspereza de con la aficion de la gente, que era muy menor que los lugares ellos al tanto son de corazones fuertes, y antes. Estos reveses fueron causa á los de Castilla de los cuerpos muy sufridores de trabajos. Animados aborrecer aquella milicia desgraciada, y de que la con tal ayuda hicieron una salida en que pasados los mayor parte dellos tratase de reducirse á mejor parreparos de los enemigos, les quemaron y desbarata- tido. El primero el duque de Arévalo por medio de ron todas sus máquinas. Con este tan buen principio Rodrigo de Mendoza, á quien dió en recompensa desy con nuevas gentes que les acudieron, se determite trabajo la villa de Pinto en tierra de Toledo, se naron pelear en campo y aventurarse el daño que reconcilió y hizo sus homenajes á la reina doña Isahicieron no fue menor que el que recibieron, ni bas- bel en Madrigal. Con esto en lugar del castigo que tó para que el cerco se desbaratase. Esto en Viz- tenia merecido, le fueron hechas grandes mercedes, en particular ultra de confirmarle lo que antes tenia, hicieron que don Juan de Zúñiga hijo del duque quedase con el maestrazgo de Alcántara sobre que traia pleito con don Alonso de Monroy clavero de aquella órden. Luego despues hizo lo mismo doña Beatriz Pacheco condesa de Medellin como mujer mas recatada que su hermano el marqués de Villena, bien que

caya.

Por otra parte el alcázar de Madrid se tenia por el marqués de Villena, y era de grande momento para aquella parcialidad: sitiaronle los moradores de aquella villa. Pedro Arias y Pedro de Toledo hombres principales en aquel pueblo apellidaron la gente, y para que tuviesen mas fuerza, la reina por una parte les envió gente de ayuda, y por otra les acudió el marqués de Santillana. Por el mismo tiempo tenian puesto cerco sobre Trujillo y sobre Baeza en nombre del rey don Fernando, ciudades la una del Andalucía y la otra de Estremadura. En el marquesado de Villena, Chinchilla y Almansa llamaron gente de Valencia, y se alzaron contra el marqués, que fuera un daño notable, si salieran con su intento; pero él por entonces se dió tan buena maña, que los sosegó y redujo á su servicio.

Todo lo demás sucedia á los aragoneses prósperamente, y á los portugueses al contrario. El castillo de Zamora se rindió al rey don Fernando á diez y nueve de marzo con toda la artillería, municiones y pertrechos de guerra ayudó mucho para salir con esto la venida de don Alonso de Aragon, por la mucha esperiencia y destreza que tenia en empresas semejantes. Esta pérdida nueva quitó el ánimo á los portugueses en tanto grado que el príncipe don Juan por miedo del peligro llevó á Portugal con cuatrocientos caballos de guarda á la princesa doña Juana, causa que era de la guerra. Con otros tantos caballos partió el arzobispo de Toledo para su arzobispado: la voz era de sosegar algunos caballeros y señores que por allí ndaban alborotados y trataban de réconciliarse con el rey don Fernando; la verdad, que se retiraba cansado y harto de la guerra, y por no tener esperanza de salir con la demanda.

en esto no tuvo mucha constancia.

A la misma sazon á cuatro del mes de mayo se concertó casamiento entre don Fernando nieto del rey de Nápoles, y doña Isabel hija del rey don Fernando de Castilla: señalaron por dote para la doncela docientos mil escudos que prometió el rey de Nápoles, y ciento y cincuenta mil que le prometió su padre en caso que tuviese hijo y heredero varon. La principal causa de dar orejas á este concierto fue una gran suma de dineros que ofrecieron al rey don Fernando, cosa de grande importancia para todo lo que restaba, por la gran mengua que dél tenian y estar consumidos los tesoros reales.

Todo esto movió al rey de Portugal y la fama destas trazas y ayudas, que suele de ordinario aumentarse, para que perdida la esperanza de la victoria, se resolviese de desamparar á Castilla y dar la vuelta á su reino. Remedió el daño pasado de comenzar la guerra con otro, que fue desamparar la empresa, si bien llevaba intento de buscar socorros de fuera, y procurar que gente de Francia viniese á hacer guerra en España, pues sus fuerzas no eran bastantes, y los señores sus parciales poco le podian ó querian ayudar. Antes que se resolviese en su partida, movió tratos de paz: ofrecia de poner todas estas diferencias en las manos del rey de Aragon y del arzobispo de Toledo: venia este partido y acuerdo muy tarde á tiempo que la guerra la tenian casi del todo acabada. Dejó en Toro al conde de Marialva con guarnicion de soldados; y él triste y avergonzado por tantas adver

El rey don Fernando pasó adelante en su empresa: puso cerco sobre Cantalapiedra, que es un castillo en tierra de Segovia, en que los portugueses teniansidades se partió para Portugal á trece de junio. Hibuen número de valientes soldados. Desistió empero del cerco, y hizo treguas por espacio de medio año á condicion que restituyesen al conde de Benavente tres pueblos suyos, Villalva, Mayorga, y Portillo, que él entregara los dias pasados como en rehenes por alcanzar libertad y que le soltasen. Don Rodrigo Manrique conde de Paredes se nombraba maestre de Santiago, y se apoderara de la villa de Uclés cabeza de aquella órden: tenia asimismo sitiado el castillo

TOMO II.

ciéronle compañia algunos caballeros de Castilla resueltos de continuar en su devocion y servicio, más por no tener esperanza de alcanzar perdon del vencedor, que por voluntad que tuviesen al Portugués, ni esperanza de mejorar por aquel camino su partido.

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