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donde era su ordinaria residencia, personas muy doctas, con cuya consulta condenó aquellas opiniones, y puso pena de descomunion á su autor, si no las dejaba y retrataba: pronuncióse esta sentencia á veinte y cuatro de mayo, y poco despues el pontifice Sisto la confirmó en una bula suya. Escribió contra el dicho Pedro un libro asaz grande Juan Prejano, teólogo señalado en aquella edad, y adelante obispo de Ciudad-Rodrigo su estilo es grosero, conforme al tiempo, el ingénio agudo y escolástico.

Hacíase la guerra sobre el estado de Villena, ca el marqués porque no cumplian con él, acudió á las armas, y en sazon que la gente del rey se puso sobre Chinchilla, el marqués de Villena vino á dalle socorro, y con su venida forzó á los contrarios á alzar el cerco. Demás desto de los dos capitanes principales que hacian la guerra por el rey, Pero Ruiz de Alarcon fue desbaratado cerca del Alverca por Pedro de Baeza, y don Jorge Manrique en una nueva refriega que tuvo con el mismo Pedro de Baeza cerca de Cañavete, salió herido, de que poco despues murió: gran lástima que tal ingénio faltase en lo mejor de su edad. El marqués de Villena quedaba por el mismo caso cargado de haber tomado las armas contra la gente del rey él se escusaba con las insolencias de aquellos capitanes que le forzaron á defenderse; alegaba otrosí que no tenia otros nuevos tratos ni con el rey de Portugal, ni con el arzobispo de Toledo. Estas escusas, sean verdaderas, sean aparentes, últimamente le valieron para que no fuese mas maltratado, ni se procediese con mas aspereza contra él.

Sucedió en esta guerra un caso estraordinario y digno que se sepa. Los del rey hicieron ahorcar å scis de los muchos prisioneros que tenian: en venganza desto Juan Berrio capitan por el marqués mandó que se hiciese otro tanto con los cautivos que tomara de los contrarios. Echaron suerte entre todos para se ejecutar: tenian presos dos hermanos, el uno que tenia mujer y hijos, el otro mancebo, cuyos nombres no se saben, el caso es muy cierto; cupo la triste suerte al casado, y ejecutarase si no fuera por la instancia del otro hermano que se ofreció en su lugar para ser puesto en el palo, como al fin se hizo despues de muchas lágrimas y porfía que hobo entre los dos, con grande lástima de todos los que se hallaron presentes á un tan triste y tan cruel espectáculo.

CAPITULO XX.

le ayudan, pone en necesidad de hacer muchos desaguisados contra su voluntad, acordaron de mover tratos de paz; de que tanto mayor deseo tenian los portugueses que junto al Albufera dos leguas de Merida quedaron rotos en una batalla señalada que les dió el maestre de Santiago á los veinte y cuatro de febrero. El destrozo fue tan grande que pocos pudieron salvarse en Mérida, que como se ha dicho se tenia por la condesa de Medellin.

En esta batalla el maestre se mostró muy prudente y esforzado; con él otros capitanes, entre los demás Diego de Vera, que mató al alferez real y le tomó el estandarte. El premio al maestre quitalle la pension de tres cuentos que le pusieron cuando los reyes le dieron el maestrazgo: á Diego de Vera y á otros capitanes diferentes mercedes. Con esta ocasion dona Beatriz, tia que era de la reina doña Isabel de parte de madre, y duquesa de Viseo, viuda, y tambien suegra de don Juan príncipe de Portugal, señora por todo esto de grande autoridad, y prudencia no menor, tomó la mano para concertar estas diferencias entre Portugal y Castilla.

Era cosa muy larga para el rey don Fernando esperar el remate en que estas práticas paraban, por el deseo que tenia de ir á tomar posesion del reino de su padre, en que resultaban novedades en tanto grado que para enfrenar el orgullo de los navarros, que en aquel reino se habian apoderado de algunos castillos mal apercebidos, y no dejaban de hacer robos y cabalgadas en la tierra, los aragoneses convocaron córtes sin dar al nuevo rey dello parte: resolucion que si bien no se tiene por ilícita conforme á los fueros de Aragon, era muy pesada, y couvenia atajalla. Todo esto le puso en necesidad de remitir á la reina el cuidado de tratar y concluir las paces con su tia. Para este efecto se acordó entre las dos habla en la villa de Alcántara. Esto concertado, él se fué á Guadalupe para de camino visitar aquella santa casa, y hacer en ella sus votos y plegarias. Desde allí por Santolalla, villa no lejos de Toledo, y por Hariza y Calatayud entró en Aragon.

En Zaragoza hizo su entrada á veinte y ocho de junio con toda solemnidad y grande aplauso de la ciudad y concurso del pueblo que le salió al encuentro. Iba á su lado Luis Naia, el principal y cabeza de los jurados: el rey quitado el luto, á caballo debajo de un pálio, vestido de brocado y con un sombrero muy rico. El pueblo á voces pedía á Dios fuese De las paces que se hicieron entre Castilla y Portugal. su reinado dichoso y de muchos años. Ocupóse en aquella ciudad en hacer justicia y dar grata audienA los reyes don Fernando y doña Isabel vino nueva cia á todos los que se tenian por agraviados. Poco de la muerte del rey don Juan, y de la herencia que despues pasó á Barcelona. Allí trató de recobrar lo de por el mismo caso les venia de la corona de Aragon Ruysellon y de Cerdania, si bien por entonces no en sazon que en Estremadura se ocupaban en apaci- tuvo efecto no estaba aun el negocio sazonado, dado guar los alborotos que en aquella tierra causaban la que no andaba muy lejos de madurarse; solo por encondesa de Medellin doña Beatriz Pacheco y el clave-tonces se nombraron los cuatro jueces para concertar ro de Alcántara don Alonso de Monroy. La condesa todas las diferencias que resultaban entre el rey de era de ánimo mas que de mujer, pues tuvo preso al- Francia y el de Aragon, conforme al acuerdo que en gunos años á su mismo hijo don Juan Portocarrero, Bayona se tomó. De Barcelona dió el rey vuelta á y por remate le echó de su casa; que fue la causa para Valencia; allí fue recebido con las mismas muestras tomar las armas, ca temia no la forzasen por justicia de alegría que en los otros estados. En aquella ciudad á restituir á su hijo aquel condado como herencia de atendió á sosegar ciertos alborotos nuevos que se su padre, sobre lo cual le tenia puesta demanda: levantaron á causa que don Jimeno de Urrea vizconde pretendia otrosí no le quitasen la ciudad de Mérida, de Viota, con mano armada al improviso prendió á en que tenia puesta guarnicion de soldados. El cla- don Jaime de Pallas vizconde de Chelva, y con él á vero sentia mucho que le hobiesen injustamente, su mujer: el achaque era que le pertenecian á él los como él se quejaba, quitado el maestrazgo de su ór- pueblos de Chelva y de Manzanera que su contrario den por dársele á don Juan de Zúñiga. Con este co-poseia. El que pudiera seguir su justicia, por acudir lor se apoderaba con las armas de muchos lugares de aquella órden. Demás desto trataban los reyes de apercebirse para la guerra de Portugal, que se temia seria mas brava que antes. Pero como quier que todos se hallasen cansados, y entendiesen cuan miserable cosa sea la guerra civil, que hace á los hombres furiosos, y al vencedor por gratificar á los que

à las armas y usar de fuerza perdió su pretension, como era justo. Lo primero por mandado del rey dejaron las armas: despues á cabo de tres años que duró el pleito, los jueces movidos por el atrevimiento de don Jimeno dieron contra él la sentencia, y adjudicaron aquellos pueblos á su contrario don Jaime de Pallas.

En el mismo tiempo la reina doña Isabel y doña Beatriz su tia se juntaron en Alcántara. Gastáronse dias en demandas y respuestas. Por conclusion pusieron por escrito estas capitulaciones: Que el rey de Portugal no se intitulase rey de Castilla, ni trajese en sus escudos las armas de aquel reino; lo mismo hiciese el rey don Fernando en lo tocante al reino de Portugal que la pretensa princesa doña Juana casase con el príncipe don Juan hijo del rey don Fernando luego que él tuviese edad bastante: que si el príncipe llegado á los años de discrecion no viniese en aquel casamiento, pagasen en tal caso sus padres á doña Juana cien mil ducados: que todavía ella tuviese libertad, si le pareciese mucha la tardanza y no quisiese aguardar, de meterse monja: item que con don Alonso nieto del rey de Portugal y su heredero casase dona Isabel hija de los reyes de Castilla: á los nobles de Castilla no se les diese acogida en Portugal por ser ocasion de revueltas y alteraciones: de la navegacion y descubrimiento y conquista de las riberas de Africa á la parte del mar Océano, acordaron quedase para siempre por los reyes de Portugal, sin que nadie les pusiese en ello impedimento: últimamente para seguridad que todas estas capitulaciones se cumplirian, la misma doña Juana y doña Isabel hija del rey don Fernando, y don Alonso nieto del rey de Portugal fuesen puestos como en rehenes para que la duquesa misma doña Beatriz los tuviese en su po- | der en el castillo de Mora; demás desto el rey de Portugal á la raya de Castilla diese en prendas de que guardaria lo concertado, otros cuatro castillos. Desta manera se dejaron las armas, y cesó la guerra que duró tanto tiempo en gran daño de las dos naciones, mayor de la portuguesa. Los regocijos y procesiones que por estas paces el mes de octubre se hicieron en toda España, fueron estraordinarios. La una nacion y la otra, que antes se hallaban temerosas y cuida dosas del suceso y remate de aquella guerra, trocaban el temor en alegría, y concebían en sus ánimos mejor esperanza para adelante. Todos alababan mucho la prudencia y valor de la duquesa de Viseo doña Beatriz.

El mismo rey don Fernando desde Valencia, do le tomó esta alegre nueva, acudió á Toledo al fin deste año. Doña Isabel su mujer reina mas esclarecida que antes, y de mayor crédito por las paces que hizo tan en ventaja suya, le aguardaba en aquella ciudad. Allí se dobló aquella alegría á causa que la reina doña Isabel parió á seis de noviembre una hija que se llamó doña Juana, la cual tenia determinado el cielo heredase finalmente los reinos de sus padres y de sus abuelos. Poco despues desto la pretensa princesa doña Juana vista la burla que della se hizo, bien que con muestra de querella honrar, se metió monja en Santa Clara de Coimbra : manera de vida que si bien la tomó forzada de la necesidad, perseveró en ella muchos años en mucha virtud hasta lo postrero de su vida, enfadada de la inconstancia y variedad de las cosas que por ella pasaron. Sin embargo los infantes doña Isabel y don Alonso (segun que dejaron acordado) fueron entregados á doña Beatriz para seguridad que las demás condiciones se cumplirian. Juntamente la condesa de Medellin y el clavero de Alcántara de su voluntad se redujeron á mejor partido. Lo mismo hicieron otros nobles de Castilla que eran la principal fuerza del partido de Portugal.

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| lo perdido poner á riesgo lo que le quedaba. Desta manera se enflaquecieron las fuerzas y poder del de Villena: por el mismo caso la concordia tuvo mas seguridad.

Renato duque de Anjou, príncipe señalado así por sus adversidades como por su larga vida, falleció en Francia por el mes de enero. Hasta el fin de su vida se intituló rey de Aragon, de Sicilia y de Jerusalén, apellidos de solo título, vanos y sin fruto alguno, ni esperanza de recobrallos. Nombró por su heredero universal en su testamento á Carlos su sobrino hijo de Carlos su hermano: á Renato duque de Lorena nieto suyo de parte de madre dejó el ducado de Bari, | estado principal que él mismo poseia en Francia.

CAPITULO XXI.

Que el rey de Portugal falleció.

TUVIERONSE en Toledo córtes generales de Castilla: concurrieron á ellas muchas gentes, los votos fueron libres, y muchas las quejas. Los pueblos pretendian que los nobles robaban las haciendas de los pobres, y que su avaricia tenia los tesoros reales consumidos, las rentas públicas enagenadas, de que resultaba necesidad de intentar cada dia nuevas imposiciones en grave perjuicio de los que las pagaban. Tratóse de remedio: nombráronse jueces que oidas las partes pronunciaron que las donaciones hechas imprudentemente por el rey don Enrique, ó ganadas como por fuerza por la revuelta de los tiempos no fuesen válidas. El atrevimiento de los nobles y sus demasías con todo esto no se podian refrenar, ni hacer que los magistrados y leyes tuviesen autoridad, por estar todo muy estragado; solamente por el mes de mayo todos los tres brazos juraron á don Juan hijo de los reyes por príncipe y heredero de sus padres y de sus estados para despues de sus dias, todo á propósito de ganar mas autoridad y asegurar mas el reino. Parecia que con aquel nuevo vínculo del juramento sosegarian las voluntades dudosas de los naturales en su servicio.

Desta manera asentadas las cosas de Castilla la Nueva pasaron los reyes á Medina del Campo y á Valladolid: hiciéronse en aquellas partes algunos castigos señalados de personas nobles por delitos que cometieron, con que otros quedaron escarmentados. Los gallegos por ser gente feroz todavía no sosegaban, antes las ciudades de Lugo, Orense, Mondoñedo y tambien Bivero y la Coruña no querian obedecer ni allanarse á los reyes. Despacharon á Hernando de Acuña, y un jurista llamado García de Chinchilla para quietar aquellos movimientos. Estos con una junta que hicieron de aquella gente en Santiago, y con justiciar al mariscal Pedro Pardo y otros hidalgos revoltosos pusieron en todos grande espanto.

Desta manera la autoridad de los reyes quedó en aquella provincia en su punto, y las leyes y magistrados despues de mucho tiempo cobraron las fuerzas que antiguamente tenian, sin embargo que el rey don Fernando se hallaba ausente, y era ido á Cataluña, que es lo postrero de España, con esta ocasion. El gran turco Mahomete soberbio por las muchas victorias que ganara, combatia la isla de Rhodas, que era un fortísimo baluarte por aquella parte de todo el imperio de los cristianos: teníala cercada por mar El marqués de Villena otrosí mudadas algunas y por tierra; gastó en esto en balde tres meses á condiciones de las que antes le ofrecieran, volvió causa que aquellos caballeros se defendieron valerootra vez en la gracia de los reyes, que fue por prin-samente, y que el rey de Nápoles les envió dos naves cipio del año 1480. En virtud del nuevo asiento el marqués se quedó con los estados de Escalona y Belmonte: Villena y Almansa con las demás villas de aquel estado quedaron por los reyes. Pasó por esto el marqués por entender fuera poco acierto trabajar en lo que no podia alcanzar, y por pretender recobrar

cargadas de municiones, vituallas y soldados. Con este socorro los turcos, perdida la esperanza de salir con la empresa, alzado el cerco parte dellos por mar se fueron á la Bellona ciudad de Macedonia, puesta sobre el golfo de Venecia enfrente de la Pulla provincia del reino de Nápoles.

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Con esta armada el Basa llamado Acomates pasó en Italia, y tomó por fuerza la ciudad de Otranto á trece de agosto el estrago fue grande: no perdonaron aquellos bárbaros á ninguna persona, fuese soldado, 6 de otra calidad. Desde allí hacian correrías por toda la Pulla, y todo lo ponian á fuego y á sangre: lo demás de Italia por el mismo caso estaba con gran miedo, y aun las naciones estrañas no se aseguraban. Este recelo movió á los reyes cristianos á juntar sus fuerzas para acudir á apagar aquel fuego; en particular el rey don Fernando envió á Gonzalo Beteta por su embajador al papa Sixto que á la sazon parecia estar algo desabrido y desgustado con el rey, de que se vieron muchas muestras; y de nuevo se confirmó esta sospecha á causa que sin dar al rey parte nombre que era bullicioso y atrevido, no cesaba de hacer bró al arzobispo de Toledo, sin embargo de su condicion, por su legado en España.

El comun peligro que todos corrian, pudo mas que los particulares desgustos para que tratasen de poner remedio en aquel daño. Con este intento de nuevo envió otrosí á don Juan Melguerite obispo de Girona desde Barcelona, por el mes de febrero del año 1481, á los príncipes de Italia para hacer liga con ellos. Junto con esto el rey en Barcelona para acudir con sus fuerzas hizo juntar una armada de treinta y cinco bajeles entre mayores y menores : lo mismo hizo el rey de Portugal, que armó para este efecto veinte naves. Iban estos socorros muy despacio: así don Alonso duque de Calabria con las fuerzas de Italia que juntó, aunque con dificultad, en fin apretó á aquellos bárbaros con un cerco que puso á aquella ciudad.

Pudicra durar mucho tiempo la guerra y el cerco, y tener grandes dificultades, si no sobreviniera nueva de la muerte del gran turco Mahomete, que falleció en Nicomedia de Bithynia á tres de mayo. Los turcos con este aviso el quinto mes despues que el cerco se puso, rindieron la ciudad á partido que los dejasen ir libres. Quedóse el duque de Calabria con parte de aquella gente, que serian hasta mil y quinientos turcos, para ayudarse dellos contra florentines. Decíase comunmente que se les empleaba bien este daño, por ser ellos los que hicieron venir aquella gente á Italia; si bien muchos sospechaban era invencion de don Alonso á propósito de cargar á sus enemigos el odio que contra él de entretener esta gente resultaba.

Por la muerte de Mahomete se levantaron en Constantinopla grandes alteraciones: unos querian por emperador á Bayacete hijo mayor del difunto, otros á Gemes su hermano con color que su padre le hobo ya que era emperador. Llegó el negocio á las armas y å las manos. Bayacete venció á su hermano junto á Prusia ciudad de Bithynia, y le forzó á huirse primero á Egipto y despues á Rhodas. Los caballeros de Rhodas, recebido que le hobieron y tratado muy bien, entre muchos y príncipes que le pidieron, le enviaron como en presente al rey de Francia. Los socorros de Aragon y de Portugal fueron de poco efecto á causa que nuestras armadas llegaron á aquellas riberas despues que Otranto se rindió. Desta tardanza, demás de caer aquellas partes tan lejos de España, fueron ocasion otras ocupaciones en que aquellos dos reyes se hallaban embarazados; el rey don Fernando en las córtes de Aragon que se tenian en Calatayud, adonde la reina doña Isabel por mandado de su marido trajo á su hijo el príncipe don Juan quedó encomendado el gobierno de Castilla al almirante don Alonso Enriquez y al condestable Pero Hernandez de Velasco. Lo que pretendian los reyes, era que los aragoneses le jurasen por príncipe y heredero de aquel reino, como lo hicieron á veinte y nueve de mayo: lo mismo se hizo poco despues en Barcelona por lo que tocaba al principado de Cata

luña.

Demás desta ocupacion un nuevo cuidado sobrevino al rey don Fernando de parte del reino de Navarra. Fue así que dos tios del nuevo rey, es á saber el cardenal Pedro y Jacobo su hermano vinieron á Zaragoza: allí habida audiencia, en una larga plática que tuvieron, pusieron delante los ojos al rey las miserias de aquella nacion: que los alborotados estaban apoderados de las ciudades y pueblos, los biamonteses de Pamplona, los contrarios de Estella, Sangüesa y Olite: que al rey de Navarra no le quedaba mas que el nombre, sin autoridad, ni fuerzas. Para movelle á compasión de aquellos daños alegaban el deudo muy estrecho y la flaqueza de aquel príncipe mozo. Quejáronse de don Luis conde de Lerin, que como hommuertes, quemas y robos en sus contrarios, y por engaño diera la muerte á Pedro de Navarra, y Philipe su hijo mariscales de Navarra: que por la muerte del condestable Pedro de Peralta se apoderó por fuerza de aquel oficio, y con él hacia mayores desaguisados; por tanto le suplicaban acorriese á aquel reino miserable, y le librase de la boca de aquella codicia y furia infernal: que Troylo Carrillo yerno de Pedro de Peralta, y heredero de su casa por via de su mujer, no tenia bastantes fuerzas para resistir al atrevimiento de su contrario el conde de Lerin que solo en comun y en particular podia mas que todo el resto.

Mujer de Navarra. of slope

Oyó esta embajada el rey don Fernando: prometió tendria cuidado de las cosas del rey Francisco, y para muestra desta su voluntad envió con estos príncipes personas á propósito para que de su parte avisasen á los alborotados que se templasen, y prestasen el vasallaje debido á su rey. Hízose en Tafalla

una junta y cortes de aquel reino: los embajadores | cienden los marqueses de Falces, señores conocidos representaron á los presentes lo que les fue mandado; en aquel reino : su apellido de Peralta. respondieron los navarros que si el rey no habia tenido libre entrada en el reino, no era por culpa de todos, sino de algunos pocos que alteraban el reino: qué si él viniese, los pueblos no faltarian en ninguna cosa de las que deben hacer buenos vasallos. Esta respuesta dió contento, y así se trató con el rey don Fernando que el rey Francisco viniese á Pamplona. Pareció debia venir guarnecido de soldados para que en aquella revuelta de tiempos alguno no se le atre

viese.

:

Esto se trataba en los mismos dias que al rey de Portugal sobrevino la muerte en Sintra á veinte y ocho de agosto falleció en el mismo aposento en que nació; su cuerpo llevaron á Aljubarrota. Sucedióle en su reino y estado su hijo don Juan Segundo deste nombre por la grandeza de su ánimo y gloria de sus hazañas tuvo renombre de Grande. Este principe por toda su vida tuvo grande enemiga con los reyes de Castilla como tambien su padre: el padre procedió mas al descubierto y á la llana, el hijo mas astutamente, y por tanto con mayor rabia descargó la saña sobre algunos señores de su reino que sospechaba favorecian el partido de Castilla, como luego se dirá. Por lo demás en la clemencia, piedad, severidad contra los malhechores, en agudeza de ingenio, presta y tenaz memoria igualó á los demás reyes de su tiempo, y aun se aventajó á muchos dellos. Suya fue aquella sentencia : « El reino ó halla á los principes prudentes, ó los hace», por el perpetuo trato que tienen con hombres de grandes ingenios, aventajados en todo género de saber, cuales son muchos de los que andan en los palacios reales, además que los que tratan con los príncipes, usan de palabras muy estudiadas á propósito de salir con lo que pretenden y dar muestra de lo que saben.

CAPITULO XXII.

De la muerte de tres príncipes.

Ex tres años continuos fallecieron continuadamente otros tantos príncipes: en Marsella al fin deste año falleció Carlos duque de Anjou; dejó por su heredero al rey de Francia. Cuántos torbellinos y tempestades se levantarán contra Italia por esta causa? por la muerte deste principe al cierto se juntaron con el reino de Francia dos estados muy principales, el de Anjou y el de la Provenza, sin otras pretensiones que turbaron el mundo. El año luego siguiente de 1482 á primero de julio falleció don Alonso Carrillo y de Acuña arzobispo de Toledo: bien que de larga edad, siempre de ingenio muy despierto y á propósito no solo para el gobierno sino para las cosas de la guerra: retiróse los años postreros forzado de la necesidad, y por desabrimiento mas que de su propia voluntad.

Sepultáronle en la capilla Mayor de la iglesia de San Francisco, monasterio que él mismo á su costa edificó en Alcalá de Henares, donde pasó lo postrero de su edad en mejores ejercicios. Erigió otrosí la iglesia de Sant luste parroquial de aquella villa en colegial, siete dignidades, doce canónigos, siete racioneros. Fue muy dado al alchimia, y murió pobre; todavía se dice dejó cantidad de dinero llegado para reparar la escuela de Alcalá, de que se ayudo despues el cardenal fray Francisco Jimenez para lo mucho que allí hizo los años adelante. A mano izquierda del sepulcro del arzobispo sepultaron asimismo el cuerpo de Troylo su hijo; mas el cardenal don fray Francisco Jimenez por ser cosa fea que hobiese memoria tan pública de la incontinencia de aquel prelado, hizo que el dicho sepulcro se quitase de allí, y le pasasen al capítulo de los frailes. Deste Troylo y de su hijo don Alonso, que fue condestable de Navarra, des

Sucedió en la iglesia de Toledo y en aquel arzobispado el cardenal de España, gran competidor de don Alonso Carrillo, y que acompañó á los reyes en el viaje de Aragon. Sus padres Inigo Lopez de Mendoza marqués de Santillana y doña Catalina de Figueroa: sus hermanos Diego Hurtado de Mendoza primer duque del Infantado, Lorenzo y Iñigo, condes el primero de Coruña, el otro de Tendilla, y otros. Fue este prelado gran personaje no mas por la nobleza de sus antepasados que por sus grandes partes y virtudes: con aquella dignidad le quisieron pagar sus servicios y la voluntad que siempre tuvo de ayudar al público; á don Iñigo Manrique obispo de Jaen trasladaron en lugar del cardenal al arzobispado de Sevilla. En Navarra despues de una larga alegría se siguió un trabajo y revés muy grande: que así se aguan los contentos y se destemplan. El rey Francisco desde Francia (ca se entretuvo allí por las revueltas grandes y largas de Navarra) últimamente, como tenian concertado, en compañía de su madre y de sus tios, y de muchos nobles que de Francia y de Navarra le acompañaban, llegó á Pamplona. Recibiéronle los naturales con grande aplauso y solemnidad, y en la iglesia Mayor de aquella ciudad se coronó por rey y se alzaron los pendones reales por él á tres dias de noviembre. Estaba en la flor de su edad, era de quince años, su belleza por el cabo, de muy buenas inclinaciones. Lo primero que hizo, fue mandar sopena de muerte que ninguno se llamase de allí adelante ni biamontés ni agramontés, apellidos de bandos odiosos y perjudiciales en aquel reino. A don Luis conde de Lerin hizo condestable, como antes se lo llamaba, y juntamente le hizo merced de Lárraga y otros pueblos; deseaba con esto ganalle por ser hombre poderoso y granjear los de su valía: acuerdo muy avisado, vencer con beneficios á los rebeldes. Visitó el reino, castigó los malhechores, estableció Y dió órden que los magistrados fuesen obedecidos.

Trataban de casalle para tener sucesion. El rey don Fernando pretendia desposalle con su hija doña Juana el de Francia era de parecer que casase con la otra doña Juana de Portugal, bien que ya era monja profesa. Queria por esta via con las armas de Francia recobrar en dote el reino de Castilla: á esto se inclinaba mas madama Madalena madre deste rey, mujer ambiciosa y inclinada á las cosas de Francia. Por esto y por recelo de alguna fuerza ó engaño persuadió á su hijo que pasase los montes, do tenia grande estado: apenas era llegado, cuando en la ciudad de Pau, ó de San Pablo, en Bearne á treinta de enero año de nuestra salvacion de 1483 le sobrevino una dolencia, y della la muerte, envidiosa, triste y fuera de sazon. Desta manera cayó por tierra la flor de aquella mocedad: como derribada con un torbellino de vientos, al tiempo que se comenzaba á abrir y mostrar al mundo su hermosura: su cuerpo enterraron en Lescar, ciudad asimismo de Bearne. Sucedióle en el reino su hermana Catarina como era razon. Con su casamiento poco adelante pasó aquel reino á los franceses, que no les duró, ni del gozaron mucho tiempo: de que resultaron forzosamente alborotos, intentos descaminados de aquella gente, y en fin tiempos aciagos, como se puede entender por heredar aquel reino una moza de poca edad, cuya madre era francesa de nacion, y por el mismo caso poco aficionada á las cosas de España.

CAPITULO XXIII.

De una conjuracion que se hizo contra el rey de
Portugal.

Ex Portugal el rey don Juan castigaba algunos de sus grandes que se conjuraron entre sí para dalle la

muerte, y con la sangre de algunos se satisfacia de, aquella celada que contra él tenian parada, á que el mismo rey dió ocasion por ser de condicion áspera, y por su rigor en hacer justicia, y sobre todo por la soltura en el hablar. Esto tenia ofendido á los grandes sobre todo los desgustaba que contra lo que antiguamente se acostumbraba, fos alguaciles del rey con el favor y alas que les daba, y porque así se lo mandaha, se atrevian en sus estados contra su voluntad á prender y castigar á los malhechores. Consultaron entre sí lo que debian hacer, y por la poca esperanza que tenian de ser por bien desagraviados, se resolvieron en defender si fuese menester con las armas la libertad y privilegios que sus antepasados por sus servicios ganaron y dejaron á sus sucesores. Las principales cabezas en estos tratos eran los duques don Fernando de Berganza, y don Diego de Entretanto que esto pasaba, fray Hernando de Viseo por su nobleza, que eran de sangre real, y por Talavera prior de Prado, monasterio que es de gesus estados los mas poderosos de aquel reino. Juntá- rónimos junto á Valladolid, y confesor de los reyes banse con ellos otros muchos como fueron el marqués de Castilla, por su mandado fué á Portugal para conde Montemayor, el conde de Haro, los hermanos del firmar de nuevo las avenencias puestas, y tratar que duque de Berganza, don García de Meneses arzobis- los infantes que pusieron en rehenes, fuesen vueltos po de Ebora, y su hermano don Fernando: Item don á sus padres, como se hizo; solamente mudaron en Lope de Alburquerque conde de Penamacor. La oca- las capitulaciones de antes y concertaron que con el sion con que se descubrió esta conjuracion fue esta. príncipe de Portugal don Alonso casase doña Juana Hacíanse cortes de aquel reino en la ciudad de Ebola hija menor del rey don Fernando, por ser los dos ra ordenáronse algunas cosas muy buenas, y en particular que los señores no pudiesen libremente agraviar ni maltratar al pueblo, ni tuviesen ellos mas fuerza que las leyes y la razon. Quejábase el duque de Berganza que por este camino los desaforaban, y quebrantaban los privilegios y autoridad concedidos á sus antepasados: ofrecíase á mostrar esto por escrituras bastantes, otorgadas por los reyes en favor de los duques de Berganza. Buscaba por su órden estos papeles Lope Figueredo su contador mayor; halló a vueltas otros por donde constaba de algunos tratos que el duque traia con el rey de Castilla en gran perjuicio de aquel reino. Llevólos él con toda puridad y mostrólos al rey: él enterado de la verdad le mando dejar traslado, y volver los originales donde

»daré lo pasado; que para el bien y en pro del reino fuera justo que me ayudarades no solo con consejo »sino con las armas, lo que os torno á encargar ha»gais con aquella aficion y lealtad que estais obli»gado. »

Alteróse el duque con las razones del rey. Suplicóle no diese oidos ni crédito á los malsines, gente que quiere ganar gracia con hallar en otros faltas: que no amancillaria su casa con semejante deslealtad: que las mercedes eran mayores que los agravios: nunca Dios permitiese que él hiciese maldad tan grande, cosa que ni aun por el pensamiento le pasaba; todo lo cual afirmaba con grandes sacramentos: con esto se puso fin á la plática. El rey se fué á Santaren, los duques á sus estados, los ánimos en ninguna manera mudados.

los halló.

Aconteció que la reina á la primavera del año mil y cuatrocientos y ochenta y tres estaba en Almerin doliente de parto. Viniéronla á visitar su hermano el duque de Viseo y su cuñado el duque de Berganza: acogiólos el rey muy bien, y regalólos con mucho cuidado. Deseaba sin rompimiento remediar el daño: un dia despues de oir misà, habló en secreto con el de Berganza en esta sustancia: «Duque primo, yo »os juro por la misa que hemos oido, y por el sagra»do altar delante del cual estamos, que os trato ver»dad en lo que os quiero decir: yo tengo muy averi»guados los tratos que en nuestro deservicio habeis »traido con el rey de Castilla, afrentosos para vos, y >>muy fuera de lo que yo esperaba. Apenas acabo de >>creer lo que sé muy cierto, que con hecho tan feo »hayais amancillado vuestra casa, trocado en des>>lealtad los servicios pasados: ¡con cuánta pena os »digo esto! Sea lo que fuere, yo estoy determinado >>de borrallo perpetuamente de la memoria, y haceros >>mas crecidas mercedes, y honraros mas que antes, >>con tal que os emendeis y querais estar de nuestra »parte. Dios fue servido que yo tuviese la corona, y »vos despues de mí el lugar mas preeminente en es»tado y autoridad, y riquezas poco menos que de >>rey, demás del casamiento en que me igualais, pues »estamos casados con dos hermanas. ¿Quién rompe>>rá tan grandes ataduras de amistad? ó de quién po>>dreis esperar mayores mercedes y mas colmadas? >>El dolor sin falta os ha cegado: pero si en nuestro »nuevo reinado usamos de alguda demasía, si nues>>tros jueces han hecho algun desaguisado, fuera ra>>zon que con vuestra paciencia diérades ejemplo á »los otros: yo tambien avisado de buena gana emen

de una edad con esto la infanta doña Isabel por fin del mes de mayo volvió á Castilla á poder de sus padres, y el príncipe don Alonso al de los suyos. Acompañóle el duque de Berganza para muestra de su voluntad hasta Ebora, en que la córte se hallaba: allí fue preso, ca se tenia aviso que por medio de Pedro lusarte de nuevo volvia á los tratos de antes que tenia con el rey don Fernando. Descubriólo Gaspar lusarte hermano de Pedro lusarte, y en premio deste aviso y oficio fueron adelante ambos honrados y galardonados, en particular á Pedro se hizo merced de un pueblo llamado Arroyuelo.

Pusieron acusacion al de Berganza, y oidos sus descargos, por no parecer bastantes le sentenciaron á muerte, como quien cometió delito contra la magestad. La sentencia se ejecutó á veinte y dos de junio: aviso para los demás que pocas veces las novedades paran en bien, antes son perjudiciales, y mas para los mismos que les dieron principio; juntamente con el duque justiciaron otros seis hidalgos que hallaron culpados en aquel tratado. El condestable de Portugal con otros se salieron de aquel reino, y los hermanos del duque de Berganza con presteza se ausentaron: asimismo la duquesa doña Isabel luego que le vino la triste nueva de la prision de su marido, envió á Castilla sus tres hijos Philipe, Diego y Dionisio por no asegurarse que les valdria su inocencia si venian á las manos del rey sañudo y airado. Destos don Philipe falleció en Castilla sin casarse, don Diego volvió à Portugal con perdon que adelante se le dió, don Dionisio casó en Castilla con hija heredera del conde de Lemos. Al duque de Viseo valió su poca edad; solo el rey otro dia despues de justiciado el de Berganza le avisó y reprehendió de palabra sin pasar adelante.

Ni el castigo del un duque, ni la clemencia que con el otro se usó, fueron parte para que los conjurades amainasen y desistiesen de sus intentos; antes de secreto se quejaban de tiempos tan miserables, que eran tratados como esclavos, y por estar algunos pocos apoderados de todo, no se hacia caso alguno de los demás: que el duque de Berganza por no poder disimular con aquellas insolencias pagó con la cabeza lo que con él hicieron, ¿quién los aseguraria que no se ejecutase con los que quedaban? «Has>>ta cuando señores sufriremos cosas tan pesadas? Si >>no ganamos por la mano, y no prevenimos tan ma»los intentos, todos juntamente pereceremos. Por »qué no vengamos aquella muerte con matar, y con

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